2Tim
4, 9-17a
Se
declaran algunas cosas importantes para referenciar quien es San Pablo, entre
los mencionados está Lucas, que es el único que está a lado del Apóstol de los
gentiles -muy seguramente este es el motivo de que se tome esta perícopa hoy,
en el día de su memoria- mientras que Dimas ha partido, Crescente ha ido a
Galacia, Tito a Dalmacia y Tiquico a Éfeso.
Le
pide que traiga a Marcos que le ayuda bien en la tarea; también le pide que
traiga algunas cosas como un abrigo y unos libros.
Luego
se lamenta de la animadversión de Alejandro, apodado el metalúrgico, se queja
del mucho mal que le ha hecho y previene a Timoteo contra quien aquel no tendrá
reparo en volver sus dardos. Ha
trabajado como opositor y ha entrabado el mensaje de Pablo, enturbiando sus
palabras.
Señala
san Pablo que la primera defensa que hizo de sí estuvo acompañada del abandono
más completo por parte de sus compañeros de causa. No lo guarda para su libreta
de rencores, por el contrario, pide a Dios que no se los tome en cuenta.
Su
soledad no impidió que Pablo -en esa situación- anunciara enteramente el
mensaje que Dios le confió para que comunicara, y él lo ha cumplido, haciendo
llegar el anuncio a los gentiles.
Lo
que hemos dicho nos enseña que San Lucas participó al lado de los pioneros en
el anuncio del “Mensaje”, el equipo que se conformó en torno a San Pablo, esto
lo constituye en miembro de la Primera comunidad de Proclamadores, Keryx
apostólico.
Sal
145(144), 10-11. 12-13ab. 17-18
Dice
San Pablo -en la segunda a Timoteo- que, para su primera defensa, no tenía a
sus compañeros apoyándolo, pero no le faltó valor para asumir la tarea, porque
conto con la parresia venida de Dios, que le dio las fuerzas necesarias. El
salmo nos da la fórmula: invocarlo sinceramente.
Este
es un salmo de la Alianza. Que intercede por nuestra firmeza en la proclamación
del reino, mostrando a nuestro prójimo la Gloria y la Majestad de tu Reinado
Perpetuo. Dando testimonio de las hazañas -que muchas veces- nos empeñamos en
no ver.
Dios
nos ha traducido -en este salmo- toda su Ternura, mostrando su oportuno socorro
cuando más requerimos de su apoyo. Él es un Rey que no está al servicio de su
trono y su pompa y boato, sino de los más necesitados, de los que ya flaquean.
Los
que se han dado a la Misión de proclamarlo, son asistidos por Dios Padre, hasta
en los trances más difíciles. Dios es amor, y su amor es Fidelidad.
Lc
10, 1-9
La Misión tiene
rigores que el Señor no oculta, y asiste a los heraldos con la Presencia de su
Reino. El -que es el Reino- camina con nosotros, nos da Fortaleza y nos anima.
Para caminar
con Él y experimentar su Presencia con nosotros, nos da una serie de encargos,
diciendo lo que se debe, pero también lo que no se debe hacer dentro del
testimonio:
Iniciemos
diciendo lo que Él nos pautó:
a)
Ir por delante, donde Él piensa llegar, más luego.
b)
Rogar al Padre por “refuerzos”.
c)
Ponerse en camino, conscientes de ir como ovejas entre
lobos.
d)
Al entrar en una casa, desearles la paz.
e)
Comer y beber lo que se nos ofrezca.
f)
Curar a los enfermos, no pasar indiferentes ante sus
dolencias, sino recordar que hemos sido investidos del “poder para expulsar y
sanar”.
Y ya que hemos
empezado a decir lo que no se debe, organicemos esta segunda tabla:
a)
No llevar ni talega, ni alforja, ni sandalias
b)
No quedarse a saludar, una vez emprendido el camino.
c)
No andar cambiando de casa.
Si hemos sido
enviados por delante, ¿qué implica?, que detrás, muy en breve, llega Él, que es
el Reino en Persona. Como Él no tarda, los únicos recursos que debemos llevar
son el Evangelio -hecho vida en nuestro corazón– y el amor de projimidad.
Lucas los
portaba, por eso el suyo es un Evangelio de Misericordia.
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