Ef
2, 12-22
Este
tramo del capítulo segundo en la Carta a los Efesios, recibe por títulos “Todos
formamos un solo pueblo”. Empieza referenciando el pasado de la comunidad de Éfeso,
formada por personas provenientes de la gentilidad, muestra como si fuera un
“salto”, lo que introduce en la historia la Muerte y Resurrección de Cristo,
nuestro Señor, menciona -entonces- la circuncisión- como ruta de adhesión a la
fe judaica, como ya se ha dicho, esta tiene un carácter sacrificial -con el
derramamiento de sangre- ese sangrado da la tinta para sellar la Alianza,
quedando bajo ella, comprometidos al cumplimiento de la extensa legalidad y
juridicidad mosaica. A partir del verso
14, entramos en un himno, que probablemente -y esto pasa y es origen de todos
los himnos que incorpora San Pablo: habían sido compuestos para proclamar en la
liturgia Eucarística el kerygma que daba piso a la doctrina cristiana, y
enunciaba las verdades de fe que ellos aceptaban. Así se fue configurando una
“doctrina”, es esta la que Pablo ha recibido y que él se considera “enviado” a
llevar por doquier. En el preámbulo San Pablo denuncia que ellos, los judíos,
vivían “desesperanzados” porque carecían de la Promesa.
Pablo,
con este himno, va desgranando lo que Cristo aporta:
a) Él mismo, es
personificación de la Paz (Shalom)
b) Hizo -de judíos y
gentiles, un solo pueblo
c) Derribó el muro que
los separaba
d) Anulando mandamientos
y decretos que ellos pretendían con la circuncisión estampar en su carne
e) Sacando un solo
cuerpo, el del καινὸν ἄνθρωπον
[kainon anthropon] Hombre Nuevo (en el Cuerpo Místico se acogen
los conversos del paganismo sin discriminaciones), que era reconciliación de
todos con Dios; y, tomándonos en calidad de hijos adoptivos.
f) Para ello se hizo
elevar en la Cruz para ofrecer el Nuevo Sacrificio, el de “perfecta y plena
validez Reconciliadora”. Dándonos “libre acceso al Padre”.
Este
proceso Redentor nos da título filial para declararlo “Padre nuestro”,
quedando, así, derribado el muro que nos separaba. Esta separación se expresaba
en la estructura arquitectónica del Templo que tenía un patio de los israelitas
y un patio de la gentilidad separados por, la así denominada, “Puerta de
Nicanor”, judío rico que había donado este portón, en el Segundo Templo.
Los
versos 19-22 sacan las conclusiones que de esto se derivan:
i.
Los paganos ya no son tenidos por extranjeros
ii.
Comparten con el “pueblo santo” igualdad de derechos, se
retoma el tema de la “ecualización”.
iii.
Se ha formado un “edificio” fundamentado en los profetas y
los apóstoles, que son encabezados por la ἀκρογωνιαίου [acrogoniaiou] “Piedra Angular”, la
“piedra esquinera”, Jesucristo.
iv.
El pueblo de Dios no es una obra hecha y finalizada de una
vez por todas, sino un Proyecto siempre en avance, esto lo expresa pablo
diciendo que está αὔξει [auxei] “en crecimiento”
hasta que llegue a ser un “Templo Santo en el Señor”.
v.
Así, en este bloque de conclusiones, San Pablo consigna el
planteamiento del Templo como un Templo Vivo, construido con Piedras Vivas, y
que tiene por “arquitecto” al Espíritu Santo.
Sal
85(84), 9abc y 10. 11-12. 13-14
Este
es un salmo oracular. En este oráculo, el contenido esencial, es la Paz. Paz,
en este caso es la ausencia de confusión, no la cancelación de las
dificultades, no la paz del campo santo; sino, la certeza y claridad luminosa
que, si vamos por los Caminos del Señor, vamos Bien, a pesar de los
ventarrones, y el mar picado, nuestro curso va iluminado por la Luz Divina.
¿Cómo
alcanzar esa seguridad preclara? Escuchando con atención la Voz del Señor, Él
la Declara, la Establece y la Enciende, en nosotros. Dejemos que la Claridad
que Él nos da, nos sostenga y guie nuestros pasos.
Diariamente
vemos cómo se siembra la confusión, se han puesto a pensar, ¿por qué hay gente
que le gasta tanto tiempo y tanto esfuerzo a difundir la confusión? Damos como
ejemplo que si Papa Francisco dice que un día cuando era estudiante, compró un
dulce o una galleta en una tiendita de Buenos Aires, sin lugar a dudas que al
otro día alguien anunciará que se ha cumplido la Profecía de Juancho Polo
Valencia, que, si un niño que luego llegaba a Papa había probado las galletas,
significaba que el mundo ya se iba a acabar Y mucho cuidado, porque luego nos
dan el argumento demostrativo. ¿No ven que el Apocalipsis comienza diciendo:
“Esta es la Revelación”, entonces, nos dicen ellos, ¡ahí está la prueba!
Otro
día Papa Francisco cuenta que sus zapatos favoritos se los había comprado su
Señora madre, doña Regina María, y no pasa una hora para que salgan todos a
declarar. Papa Francisco es el último Papa, porque él está acabando con la
Iglesia, un buen Papa tiene que preferir los zapatos que le compró el papá y no
la mamá. Y sí alguien no cree que esto es cierto, vayan al capítulo 23 del
Apocalipsis, verso 24, (porque estamos en el año 2024), y lean que allí dice la
palabra παπούτσια [papoútsia] que en griego significa “zapatos”. (Para que
nadie vaya a quedarse preocupado, el Apocalipsis sólo tiene 22 capítulos).
El Papa ha propuesto que,
llegado su fallecimiento, lo pongan en un ataúd, como a cualquier cristiano y
no en exhibición sobre unos cojines, como a muñeco de juguetería, que así se
usaba antes. Y, ya muchos “doctos estudiosos” han señalado en eso, el principio
del fin. (Nos dirán que en el capítulo 24 del Apocalipsis dice “sin cojines no
hay más papa” y esta papa es la exquisita “papa chorreada” delicioso plato
tradicional de nuestra gastronomía cundi-boyacense, y esa sería la más triste
pena para nuestro paladar. Doloroso oráculo para el final de los tiempos. ¿Qué
va a ser de nosotros sin papita chorriada?).
A los fieles ingenuos se les
recomienda escribirle una carta al Papa y recomendarle que deje de respirar
para que se cumpla la feliz profecía de que las Puertas del Cielo se vuelvan a
abrir, porque quedaron herméticamente selladas el día en que él se negó a
llevar zapatos rojos, como en toda la historia se había hecho.
A los no tan ingenuos, sino
roedores de la fe de los “débiles en la fe”, les encarecemos que dejen de hacer
daño usando su premisa de “divide y vencerás”, (que tiene un postulado:
“confunde y demolerás rápidamente”). Pasan y pasan los años y sus escatológicos
augurios no llegan a nada. Se ha desenmascarado la perversa intención que
tienen, pero no se ha llegado a más. El fin llegará, no cuando a ustedes se les
ocurre, ¡Llegará! ¡No le quemen tanto vano acelerante! Por mucho que ustedes
anuncien su cercanía, va a llegar, cuando sea la hora llegada. Y, tranquilos,
ya sabemos que esa es su estrategia para ganar adeptos con los “confusos” que
abundan y se dejan engatusar.
Estuviera recién electo, ya
podríamos aceptar alguna duda, pero con once años ocupando el Solio Pontificio,
ya no se vale que sigamos con la misma cantinela, si lo que hemos visto, día
tras día, poner toda su vitalidad y todo su empeño en fortalecer la Iglesia y
la Fe. ¡No les parece más bien, que ya deberíamos apoyarlo con toda el alma y
contestar a su petición: que lo tengamos siempre en nuestras oraciones!
Escuchemos cómo concluye
este salmo oracular: “El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su
fruto. La Justicia marchará ante Él, y sus pasos señalaran el Camino”. No
dudemos de Su Promesa.
Lc
12, 35-38
Dios hace participes de su Gloria a los que velan
Esta
claridad que nos sostiene como una tea en alto para que podemos caminar sin
dubitaciones el Camino de la Vida -porque somos Homines Viator- un proyecto en marcha, un Reino en
construcción, que requiere el auxilio de la Lámpara en Alto, para caminar
seguros; recibe en esta perícopa otro nombre, para presentárnosla desde otra
perspectiva metafórica: “Ceñida la cintura”. Cuando uno está vestido,
listo para salir a la calle, tiene el cinturón -que ciñe la cintura- bien
puesto y abrochado con la hebilla. En otras culturas que no usaban cinturón, la
cintura se ceñía con un cordón atado a la cintura, para garantizar que la ropa
se mantendría en su lugar. En fin, cintura ceñida indica, completamente listos.
Listos para emprender el viaje.
Para
el viaje al país de la vida eterna ¿cómo debemos estar? Con la cintura bien
ceñida, que no nos vaya a coger de sorpresa en “paños menores”.
En
lugares sin alumbrado público, se requería -para salir en la noche- algún tipo
de linterna que nos proporcionara condiciones para andar en lo oscuro. Una
antorcha, por ejemplo, era bien útil. Pero, para encender una antorcha, no
basta correr un seguro u oprimir un botón. Se debe tener la λύχνοι [lychnoi] “antorcha”, “luz portátil” encendida, lo que no
se logra de inmediato, hay que sostenerla expuesta el fuego por un rato, hasta
que este se afianza.
Para
viajar, máximo si era de noche, así fuera un corto viaje, dentro de una misma
población, había que disponerse para la salida cumpliendo los dos requisitos:
la ropa puesta y asegurada y la antorcha debidamente encendida, que no se fuera
a apagar por el camino.
Para
“salir” a enfrentar la realidad, es nuestra sociedad postmoderna, sí que
debemos tomar las medidas precisas para salir. Como se hace con un hijo, se le
prepara lo mejor posible para que enfrente la vida y los engaños que sin duda
lo rodearan y lo presionaran para aprovecharse de él.
Así
que todos debemos disponernos. Cuando salgamos a la ruta, bienaventurados si
estamos bien pertrechados contra tanta tiniebla que se disemina.
La
vida cristiana nos exige “vigilancia”, estar en “estado de alerta”. Establecer
turnos de guardia, por velas: En la primera vela, uno hace la guardia. Al
encender la segunda vela, antes que se acabe la primera, el segundo turno de
guardia tomará su posta. Esperando a que el Señor llegue.
¿En
qué consistirá el premio de la bienaventuranza? Al que esté vigilante lo hará
sentar a la Mesa y Él personalmente lo atenderá. Puede que sea tarde y llegue
en la tercera vela, no importa, asegurémonos que nos encontrará alertas y bien
prevenidos. Es el concepto teológico de “Velar”, o sea, de aguardar vigilantes
con la vela encendida.
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