sábado, 27 de noviembre de 2021

ERGUIRSE Y ALZAR LA CABEZA, ¡YA VIENE EL MESÍAS!

 


Jer 33, 14-16; Sal 25(24), 4bc-5ab. 8-9. 10. 14; 1 Tes 3, 12- 4,2; Lc 21, 25-28. 34-36

 

A la sobriedad lúcida y atenta hay que añadir la vigilancia y la oración.

Silvano Fausti

 

La vida cristiana es un combate permanente. Se requieren fuerza y valentía para resistir las tentaciones del diablo y anunciar el Evangelio. Esta lucha es muy bella, porque nos permite celebrar cada vez que el Señor vence en nuestra vida.

  Papa Francisco

Gaudete et exsultate #158

 

Hemos venido ocupados e interesados en consideraciones escatológicas. Ahora, que iniciamos el Año Nuevo Litúrgico, ciclo C, uno pensaría que dejamos atrás estas ideas y daremos el salto para entrar a acompañar los preparativos de San José y la Virgen Santísima para el nacimiento de Jesús, o –tal vez- a examinar el episodio de la Anunciación. Pero no es así, Nos admiramos que se inicia el Año en franca y abierta continuidad con el tema escatológico; y, nos admiramos de la sabiduría de nuestra Santa Madre Iglesia que da continuidad a esa reflexión mostrándonos con claridad cómo vamos a atestiguar la verdad, ¿recuerdan? ahí habíamos quedado el Domingo anterior, el último de ese Año Litúrgico del ciclo B, estábamos contemplando de qué manera reina Jesús y alcanzamos a vislumbrar que ese Reinado se da a través del compromiso de cada uno con una vida de santidad, no se trataba de tronos, cetros, coronas y capa de armiño, su Reinado resplandece con nuestras vidas.

 

La propuesta consiste en zambullirnos en este Primer Domingo de Adviento, iniciemos con una mirada de profundización en La Oración Colecta: «Concede a tus fieles, Dios Omnipotente, el deseo de salir al encuentro de Cristo por la práctica de las buenas obras, para que, puestos un día a su Derecha, merezcan poseer el Reino Celestial». Podríamos hablar de una especie de combate espiritual, en el cual estamos siempre comprometidos, y -no como vírgenes necias- sino bien provistos del aceite necesario para nuestras lámparas, y muy conscientes que Él viene, permanezcamos aguardándole y salgámosle al encuentro para recibirlo, para acogerlo en nuestra vida, para dejarlo reinar en nuestra consciencia y para desarrollar un estilo de vida verdaderamente cristiano que nos permita reclamarnos cristóforos.

 


“Partir” -porque bien visto el Adviento es una manera de partir, de romper con un antes, de salir, y de salirse de la burbuja, de levantar la cabeza e interrumpir el ejercicio omfalompsíquico, (he oído que existe una práctica auto-hipnótica que consiste en mirarse el ombligo hasta caer en trance). Decía Helder Câmara en su poema “Partir”:

…ante todo

abrirse a los otros,

descubrirnos, ir a su encuentro.

Abrirse a otras ideas,

incluso a las que se oponen a las nuestras.

Es tener el aire de un buen caminante.

  

 

«No se trata solo de un combate contra el mundo y la mentalidad mundana, que nos engaña, nos atonta y nos vuelve mediocres sin compromiso y sin gozo. Tampoco se reduce a una lucha contra la propia fragilidad y las propias inclinaciones (cada uno tiene la suya: la pereza, la lujuria, la envidia, los celos, y demás). Es también una lucha constante contra el diablo, que es el príncipe del mal. Jesús mismo festeja nuestras victorias. Se alegraba cuando sus discípulos lograban avanzar en el anuncio del Evangelio, superando la oposición del Maligno, y celebraba: «Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10,18).»[1]

 

«La Palabra de Dios nos invita claramente a “afrontar las asechanzas del diablo” (Ef 6,11) y a detener “las flechas incendiarias del maligno” (Ef 6,16). No son palabras románticas, porque nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante. Quien no quiera reconocerlo se verá expuesto al fracaso o a la mediocridad. Para el combate tenemos las armas poderosas que el Señor nos da: la fe que se expresa en la oración, la meditación de la Palabra de Dios, la celebración de la Misa, la Adoración Eucarística, la Reconciliación sacramental, las Obras de Caridad, la vida comunitaria, el empeño misionero. Si nos descuidamos nos seducirán fácilmente las falsas promesas del mal, porque, como decía el santo cura Brochero, “¿qué importa que Lucifer os prometa liberar y aun os arroje al seno de todos sus bienes, si son bienes engañosos, si son bienes envenenados?”»[2].

 


Ingresemos a la Liturgia de este Inicio de Año por la puerta lateral, por el Salmo: La Fiesta de Succot (de las “tiendas de acampar”) muy probablemente tenía un espacio penitencial que requirió la composición de Salmos que se le adecuaran y que se han dado en llamar Salmos de Súplica; estos salmos son los más abundantes en el salterio y hemos llegado a contar hasta 33 de ellos en el total de los 150. La idea que conduce todo el Salmo es la del Caminante-Peregrino; Dios sería Luz y Maestro del viandante, y se complace en וִֽילַמֵּ֖ד enseñarle el camino al עֲנָוִ֣ים anawin (el pobre). Hay dos ideas que le sirven de riel a esta súplica: La fidelidad a la Alianza, y el ruego de perdón por la infidelidad que el pueblo de Israel ha mostrado de cara a esa misma Alianza. Por otra parte, este Salmo 25(24) está escrito acrósticamente, de tal manera que cada estrofa, respetando el orden del alfabeto hebreo (Alefato), inicia con la letra correspondiente: Para la perícopa de este Primer domingo de Adviento del Ciclo C se han elegido Alef; Dalét, He; Tet, Yod; Kaf, Sámek. Este estilo acróstico quiere significar que abarca la existencia humana en su totalidad. En el meollo mismo del Salmo aparece la palabra Berit (Alianza) entre Dios y este pueblo, se manifiesta con el gesto de aliarse, de parte de Dios revelándole sus secretos más íntimos, como sucede entre grandes amigos; mostrándole hasta sus “sendas” que, al ser las sendas de Dios son sendas de חֶ֣סֶד  [hesed] Misericordia y וֶאֱמֶ֑ת [wemed] Lealtad.

 

«En este camino, el desarrollo de lo bueno, la maduración espiritual y el crecimiento del amor son el mejor contrapeso ante el mal. Nadie resiste si opta por quedarse en un punto muerto, si se conforma con poco, si deja de soñar con ofrecerle al Señor una entrega más bella. Menos aún si cae en un espíritu de derrota, porque «el que comienza sin confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. […] El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal»[3]

 


Enfoquémonos, así sea por un instante en la Primera Lectura, la profecía de Jeremías lo que anuncia es la llegada de un צֶ֣מַח  צְדָקָ֑ה  [sedaqah semah] Vástago Justiciero constructor de Justicia y Rectitud. Nosotros leemos allí el vaticinio del Mesías, y así, con esta lectura del profeta Jeremías abrimos la estación de Adviento.

 

Ya sabiendo que este Mesías había sido profetizado desde antiguo, vayamos directa-
mente a escuchar lo que Él enseñó a sus discípulos: Les hablo de los signos escato-
lógicos. ¡Ah! ¡Sí, ya lo habíamos advertido arriba!, cuando hablamos de una conti-
nuidad escatológica. Son signos cosmogónicos que pueden enloquecer de terror a 
muchos, pero no a los que siguen los caminos de Justicia y Rectitud; estos –por el 
contrario- deben erguirse y alzar la cabeza, ¡óigase bien! “se acerca vuestra 
liberación”. El profeta había anunciado la Llegada (advenæ en latín) del Mesías 
–Primera Venida- el Mesías; ahora está prediciendo su Segunda Venida, la Parusía, 
llegada del Hijo del hombre en una nube, con gran Poder y Gloria.
 
Vayamos concisamente al núcleo de esta profecía escatológica: tendremos que estar 
con la cabeza en alto, libres de vicios, de beodez y de los apuros de la vida; aquí 
tenemos que encender el parlante a todo volumen porque llegamos a las dos palabras 
cúspides de este Primer Domingo de Adviento que en el Evangelio  -según San Lucas- 
entrega dos recomendaciones: ἀγρυπνεῖτε “Estad despiertos”, y, todavía hay algo más, 
de vital importancia: δεόμενοι “orad” y este par de recomendaciones, muy articuladas 
entre sí, tienen un objetivo muy específico: “mantenerse en pie ante el Hijo del 
hombre”; sólo mediante estos dos recursos podremos mantenernos fortalecidos en su 
Presencia, no de otra manera podremos consolidarnos al presentarnos ante toda la 
Fuerza de Su Gloria y Su Poder.
 
Precisamos regresar ahora a la Segunda Lectura, esta vez tomada de la Primera Carta 
a los Tesalonicenses. Mantenerse en pie delante de la Presencia gloriosa y poderosa 
de Jesús al regresar como Vástago de Rectitud a obrar con Justicia y Rectitud, requie-
re que nosotros sepamos cumplir todas las instrucciones que los discípulos y en espe-
cial los apóstoles nos trasmitieron –no lo decimos nosotros- lo dice San Pablo en 
este texto de la Liturgia de hoy:
1.    Pedirle a Dios para ser capaces de amarnos fraternalmente: «El Apóstol resalta 
el aspecto dinámico del amor y afirma que este debe desarrollarse más y más en la 
existencia cristiana: “Dejad que el Señor haga progresar siempre más vuestra cari-
dad” (Cf. 1Ts 3, 12-13; 4, 9-11)»[4]
2.    Presentarnos “santos” e “irreprensibles” ante Él
3.    Proceder tal y como nos lo enseña nuestra fe y no de otra manera

 

Esta tensión y esfuerzo vigilante de “santidad” y coherencia de vida es lo que Henrique Cristiano

denomina “tensión escatológica”, que -de alguna manera- se puede visualizar como profecía con hechos de vida y que se podría definir como “compromiso radical con la causa del Reino: «… quien entrega la propia vida a Cristo y vive con intensidad el deseo de encontrarse con Él y de permanecer definitivamente en Él anticipa con su propia existencia la realidad futura»[5]

 

«El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial. Es un instrumento de lucha para seguir mejor al Señor. Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer. Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y en lo cotidiano.[6]  Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy»[7]

 


Todo esto para abrirse a la llegada, a “su Llegada”, la del que siempre está llegando -no tanto a Belén como a nuestro propio corazón-, con uno y mil rostros; y, aceptarlo como una Madre acepta su bebé, como María abrió los brazos al Emmanuel y aceptó -por todos nosotros- los que después hemos venido a disfrutar de su constante-amorosa-Presencia. José María Rodríguez Olaizola lo pone así:

 

Llegas tú y descolocas mi orden,

y me dices que salte al vacío.

Y me recuerdas que es en los sencillos,

los mansos, los pequeños y los pobres

donde está la Vida sin límite.

 

(Permitidme un comentario a toda esta profecía, algo que bien sabéis, pero soléis olvidar), no llega un monstruo, una bestia, ¡llega un Bebé! Abridle vuestros brazos. ¡Ea pues, erguíos y alzad la cabeza! ¡No estéis alicaídos! Ya llega Él, pura Misericordia y Lealtad.



[1] Santo Padre Francisco. EXHORTACIÓN APOSTÓLICA GAUDETE ET EXSULTATE Ed. Paulinas. Bogotá D.C.-Colombia 2018 pp. 103-104

[2] S. José Gabriel del Rosario Brochero, PLÁTICA DE LAS BANDERAS, en Conferencia Episcopal Argentina, El Cura Brochero. Cartas y sermones, Buenos Aires 1999, 71. Citado por Papa Francisco en Op.Cit. # 162

[3] Santo Padre Francisco Op. Cit #163

[4] José Matos, Henrique Cristiano LA VIDA CONSAGRADA A LA LUZ DE LA ESPIRITUALIDAD PAULINA Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 2000 p. 61

[5] Ibid p. 43

[6] En la tumba de san Ignacio de Loyola se encuentra este sabio epitafio: «Non coerceri a maximo, contineri tamen a minimo divinum est» (Es divino no asustarse por las cosas grandes y a la vez estar atento a lo más pequeño).

[7]   Santo Padre Francisco Op. Cit. # 169 p. 110. 

sábado, 20 de noviembre de 2021

RECONDUCIR TODO A SU CREADOR

 


Dn 7,13-14; Sal 92,1ab.1c-2.5; Ap 1,5-8; Jn 18,33b-37

 

Ciertamente se puede decir que Jesús, humillado hasta la muerte en la cruz, fue constituido soberano del mundo entero con su resurrección de la muerte. Ahora es investido con una dignidad que ya poseía desde siempre.

Hans Urs von Balthasar

 

La historia no es más –como para los griegos- una “anámnesis”, un recuerdo. Es más bien una proyección hacia el futuro. El mundo contemporáneo es un mundo de posibilidades latentes, de expectativas.

Gustavo Gutiérrez

 

Tekiá – el sonido directo y largo del shofar – es el sonido de la coronación del Rey.

 

Todo depende de cómo se asuma esta Solemnidad. Se puede tomar como un día para preocuparse por “el fin del mundo”, o puede ser un momento de conversión de la existencia, para entender que podemos vivir cada instante como “súbditos” de tan Maravilloso Rey, y procurar mantener en nuestra consciencia que Su Reinado ya ha empezado, y que cada acción Misericordiosa contribuye como “granito de arena” en la construcción de su Reinado. Miremos con atención profunda lo que dice la Oración Colecta: «Dios Todopoderoso y Eterno, que quisiste renovar todas las cosas en tu Hijo-Muy-Amado, Rey del Universo, concede propicio que toda la Creación, libre de la esclavitud, te sirva y te glorifique sin cesar.»

 


El “apocaliptismo” barato habla del fin del mundo como la gran noticia para esta tarde, o a más tardar mañana, -lo comentábamos la semana anterior-, metiéndonos miedo, anunciando dolores y padecimientos sin término, sus caciques sólo ven oscuridad, terror y muerte. ¡Ese “apocaliptismo” tiene su lado sádico! Miren la cara de cualquiera de sus “funcionarios” cuando están en acción: sin duda uno de sus objetivos más preciados es –no sólo asustarnos- sino sumirnos en profunda desazón, que –y eso lo acarician con vehemencia- nos lleva a la impotencia y al derrotismo, a una parálisis.

 

Esas ganas de poder predecir algo que les permita “profetizar” -en el sentido de poder ser “periodistas” del futuro, dueños de la “chiva”, la noticia fresquita y calientita- tiene su atractivo, y lo más dañoso es que vende, y todo lo que vende es veta de los “empresarios” sin ética. Así proliferan en la cinematografía las producciones emparentadas con esta línea. Con tintes de “futurología”, y no pocas veces entroncados con la “ciencia ficción”, nos venden sus “pesadillas”. Insistimos que su bien querido objetivo es la acedia, la desidia que pueden infundir.


 

Y ¿por qué retornamos esta idea? Porque no pocas veces en esta rama se posan aves de mal 
agüero que se consideran “sacerdotes” o “sacerdotisas” de la fe y entran a “evangelizar” 
con esta clase de “anuncio” desalentador. Se disfrazan de catequistas y se ponen prendas 
camufladas para pasar por portadores del “anuncio”. En vez de ευαγγελίου  “Buena Noticia” 
es cacangelio Τα κακά νέα o sea, la mala noticia, la que sirve al Malo.
La verdadera fe es un anuncio de optimismo, (decíamos en otra parte que no es el optimismo
por el optimismo, que no es ni optimismo pueril, ni optimismo fácil, no ignora
la realidad, ni las dificultades que entraña; recordemos que Jesús –en la
oración sacerdotal- ora por nosotros, οὐκ ἐρωτῶ ἵνα ἄρῃς αὐτοὺς ἐκ τοῦ κόσμου, ἀλλἵνα 
τηρήσῃς αὐτοὺς ἐκ τοῦ πονηροῦ. no para que nos saque del mundo sino
para que nos preserve del Malo (Jn 17, 15); (obsérvese que la palabra griega para designar 
al Malo significa algo así como “el jinete del dolor” porque lo que brinda su maldad es
sufrimiento y pena y lo que él promueve son nuestras miserias, tribulaciones y
muerte). La fe trabaja por el futuro, promueve un mañana donde se haga la
voluntad del Padre y haga que aquí en la tierra se cumpla con la exacta
fidelidad con que se cumple en el Cielo, donde lo que Dios quiere es lo que
exactamente es.


 
Para que así sea, se nos da ¡una ruta y se nos propone un “Modelo”! Tenemos ciertas “realidades” 
modélicas. “Padre” el Padre ideal, es una propuesta modélica de la relación protectora y solícita del 
ser con su prole, con sus criaturas. Otra realidad modélica es la de La Santísima Virgen, que modela 
la feminidad. Los hermanos, entre sí, modelan la relación entre los seres de un mismo género o sea 
la fraternidad, así como la conyugalidad modela la relación entre seres de distinto género. El pastor 
modela la actitud del cuidado y los Santos modelan que es posible vivir –con generosidad y 
heroicamente- lo que Dios nos ha propuesto, ¡que la Ley de Dios no es una utopía!
 

El rey modela la perfección del gobierno. Si es rey debería ser modelo de autoridad debería inspirar a 
los demás, ser ejemplo de “rectitud” y “justicia” estos son los componentes de su soberanía, el rey no 
es rey porque sí, lo es en tanto y en cuanto sea paradigma de rectitud y justicia, el Rey representa la 
verdad, los valores rectos, el rey modela la preocupación por cada uno de sus súbditos; esto se puede 
perder de vista, y en efecto, si miramos la historia, vemos que así sucedió, se olvidó que el rey era 
producto de una necesidad social, que respondía a una necesidad histórica y que era la 
“personificación” de un servicio, y se pasó a fetichizar su valor social, desplazando el significado hacía 
sus significantes: la fuerza (expresada en las huestes militares a su disposición), el poder –entre otras 
cosas poder sobre la vida y la muerte de los ciudadanos- (recordemos que los judíos reconocen que 
han enajenado su autoridad para imponer penas de muerte en favor del César, puesto que los habían 
convertido en colonia del Imperio Romano cfr. Jn 18, 31d), la riqueza y el ornato en el vestir y en el 
comer. 
 
Por otra parte, la autoridad supone una subordinación, alguien que manda entraña alguien que 
obedece: es curioso y a la vez interesante que al comprender la soberanía real nos encontramos con 
el “individuo” que es a la vez soberano y súbdito. Esto nos lleva a una especie de sin-sentido, a menos 
que entendamos que en la persona individual está la capacidad de enajenar su autoridad para 
delegarla en aquel que la personificará. Esa es la in-vestidura, la transferencia de la autoridad 
personal sí como el compromiso de acatamiento que esta transferencia supone. Delegamos 
la autoridad y asumimos la obediencia. 
 
Delegar lleva, de manera inherente, una comprensión estricta y exacta de la delegación, no es un 
abandono, no es dejación, no es descuido e indiferencia, el “mandatario” debe responder a sus 
“delegatarios” y los delegatarios  deben supervisar celosamente  al mandatario; la delegación entraña 
una dialéctica de responsabilidad. Esta dinámica parece no corresponderse a la imagen que tenemos 
de la monarquía, pero es precisamente porque la imagen del rey se desgastó y llegó a semejante nivel 
de deslucimiento que quedó pervertida. La delegación es significada, por ejemplo en la coronación de 
los reyes Británicos por la Colobium sindonis, prenda que simboliza la transferencia de poder del 
pueblo hacia el soberano; es la primera prenda con la que el soberano es investido en la ceremonia, de 
tela blanca, de lino fino, bordada de encaje, abierta por los lados, sin mangas y escotada en el cuello. Otra 
prenda muy significativa es la Anointing gown que se usa precisamente mientras transcurre la unción. Aquí, 
lo importante es que la investidura y la soberanía se urden con la unción, la unción es la expresión de 
la elección divina, la unción es consagración: de paso queremos hacer notar que el color asociado a la 
consagración real es el purpura que simboliza sabiduría, prudencia, nobleza y dignidad. 
 

Cristo es Cuerpo Místico, somos todos en potencia; pero Él es, además el modelo, hacía Él tendemos. 
Por Jesucristo fueron creadas todas las cosas ὅτι ἐν αὐτῷ ἐκτίσθη τὰ πάντα ἐν τοῖς οὐρανοῖς καὶ 
ἐπὶ τῆς γῆς, τὰ ὁρατὰ καὶ τὰ ἀόρατα, εἴτε θρόνοι εἴτε κυριότητες εἴτε ἀρχαὶ εἴτε ἐξουσίαι· τὰ 
πάντα διαὐτοῦ καὶ εἰς αὐτὸν ἔκτισται·, a Él han sido entregadas, en El fueron creadas todas las 
cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o 
poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de Él y para Él, leemos en Col 1, 16; 
es en ese sentido que Jesucristo es el Alfa. En ese sentido leemos este Domingo del Reinado 
de Jesucristo, en la Segunda Lectura, “Yo soy el Alfa y el Omega, dice el Señor Dios, el que es, 
el que era y el que ha de venir, el Todopoderoso” (Ap 1,8).
 

Omega, en cuanto es el compendio de todo Modelo, todos los valores y todas las virtudes humanas 
en Él han alcanzado su cúspide, su perfección. «Así agregamos un argumento más para rechazar 
todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las 
demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros, hacía el término común, 
que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo».  Hacía Él 
tendemos, Él es la orientación de hacia dónde nuestro destino, Él es nuestro Fin. Por eso es Rey, y 
hoy, el Domingo de su reinado lo entronizamos en nuestro corazón y confesamos su realeza en 
nuestro ser, en nuestra vida. Él es el rey de nuestro corazón, de nuestra voluntad, de nuestra 
conciencia. A Él nos entregamos y a Él nos confiamos enteramente.

 
La manera como Él nos participa la soberanía es haciendo de nosotros un reino de sacerdotes para 
su Dios y Padre (Ap 1, 5). No quiere acaparar la soberanía, la soberanía le pertenece, pero la 
comparte con nosotros incorporándonos a su ser, o sea –como bien lo significa la palabra- 
haciéndonos parte de su Cuerpo, miembros de su Ser de la misma manera que nos comparte la 
condición filial del Padre Celestial por el poder redentor de su Preciosísima Sangre. A Él la Gloria y 
el Poder por los siglos de los siglos. ¡Amén!” (Ap 1, 5c)