viernes, 11 de octubre de 2024

Sábado de la Vigésimo Séptima Semana del Tiempo Ordinario



Gl 3, 22-29

La ecualización

Pablo propone que la utopía de la unidad en Cristo conduzca a la comunidad a vivir en igualdad y libertad.

Joel Antonio Ferreira

 

A manera de preámbulo, vamos a incluir el verso 21, el anterior a la perícopa que hoy se proclama. Allí se dice: “¿Según esto, ¿la Ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si se nos hubiera dado una Ley capaz de dar vida, en ese caso la justicia vendría realmente de la Ley.”

 

Estamos, actualmente, navegando en la sección de la Carta (3,1 - 5,12) donde se nos muestra como la fe tiene una fuerza liberadora, y al haberla recibido, inauguramos un nuevo marco relacional de la Amistad de Dios con los seres humanos y entre nosotros. Aquí nos vamos a encontrar con el corazón de la carta: Un par de versículos que encierran la esencia y la pirósfera de toda la Epístola.


 

En la que llamamos, en nuestro mapa de la Carta, la Primera Sección, se nos muestra el estado de cosas en las que se encontraban en aquel momento: “Jesucristo se entregó a la muerte por nuestros pecados, para librarnos del estado perverso actual del mundo” (1, 4). En la médula de la carta se nos presentará, en cambio, un “deber ser”, un polo direccional, un telos, hacia el que marcharemos en lo sucesivo, y que cambiará el estado de cosas, del “estado perverso”, hacia un estado relacional “cristiano”:

 

Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Todos ustedes fueron bautizados en Cristo y se revistieron de Cristo. Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien es griego, entre quien es esclavo y quien hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen a Cristo, son por lo tanto los descendientes de Abrahán; ustedes son los herederos en los que se cumplen las promesas de Dios.

Gl 3, 26-29

 

¿Cómo estábamos antes? ἐφρουρούμεθα [efrouroumeta] ¡Éramos prisioneros! Y, ¿qué le pone fin a esa cautividad? ¡la llegada de la fe! (3, 23) ¡estábamos enjaulados y es Jesús, con su Acto Redentor, Él que nos trajo a las condiciones de libertad; pero libertad en la fe!

 

La palabra pedagogo, que significa “el que lleva un niño”, “que lo conduce”, “que lo guía”, se trataba de un esclavo que llevaba al niño de su casa paterna a donde su pedagogo, o, más adelante, a la escuela. Cuando un niño era menor de 16 años, su albacea era el pedagogo que velaba por sus bienes. Aquí San Pablo dice que la Ley era un pedagogo, provisional, puesto que desempeñaba este rol mientras era el momento de la llegada de Cristo. Pero, y lo explica muy claramente, ya habiendo llegado Él, es la fe la que nos justifica.

 

Con el bautismo, quedamos revestidos de Cristo, el pedagogo es ahora inútil, “Pues todos son hijos de Dios por la fe en Cristo. La Promesa se cumple. Pero para que su cumplimiento se dé, tenemos que tomar a nuestro cargo toda la responsabilidad que eso implica.

 

En Gl 3, 26-29, se consignas las dos condiciones y responsabilidades para que podamos considerarnos hijos adoptivos legalmente reconocibles:

-La fe

-La incorporación -como miembros- en el Cuerpo Místico de Cristo.

 

Se puede condensar esta consigna paulina en dos puntos nucleares para el apóstol de los gentiles:

-       Apertura universal al Evangelio (según la predicación de San Pablo y contra la propuesta de los judaizantes).

-       La base de todo el edificio es la fe en Cristo

 

Uno se convierte a Jesucristo en el Bautismo. Esta conversión se plasmó -ya desde entonces- en la liturgia bautismal donde el leit motiv era la superación de las barreras entre griegos y judíos, entre esclavos y libres y entre hombre y mujeres.

 

Sal 105(104), 2-3. 4-5. 6-7

Volvemos a tener como antífona: “El Señor se acuerda de su Alianza eternamente”.

 

-Primera estrofa: El canto que elevamos -y que el salmista nos insta a entonar- es un canto apreciativo, donde los instrumentos realzan y enfocan las obras maravillosas del Señor. Podemos estar sinceramente orgullosos de Dios, porque Él nos ha hecho objeto de su Amor; hay aún más, los que lo buscan pueden alegrarse con buen motivo.

 

-Segunda estrofa: Somos invitados a recurrir al Señor, a apoyarnos en Él, porque Él es Poderoso, más que suficiente razón para buscar Su Rostro, no esperamos encontrar claro está, un rostro adusto, sino uno complacido, aprobatorio. ¿Podemos esperar eso? ¡si! Basta recordar tres evocaciones que tenemos estampadas en el corazón: 1) las maravillas que hizo, 2) sus prodigios, 3) las “sentencias” que manan de sus labios, sentencias siempre Justas y Misericordiosas.

 

-Tercera estrofa: Sentirnos Su Propiedad.

 

Saber, como nos lo ha explicado la Primera Lectura, que con su Infinita Gratuidad Él nos ha constituido “estirpe de Abrahán, y no por motivos raciales; nos ha hecho miembros legales de las tribus de Jacob.

 

Experimentar ese sentido de profunda pertenencia: Que Él es nuestro Dios, y que estamos bajo su Gobierno.

 

El Salmo es, pues, una glosa para que entendamos que no estamos ahí, en el Patio más externo del Templo, sino que nos ha llamado para estar cercanos a Su Orla, envueltos en Su Nube.

 

¡Que honor que nuestra firma está al pie de la Suya, como tributarios de su Alianza Eterna!

 

Lc 11, 27-28

La contemplación que deja afuera a los demás es un engaño

 

«Cuando uno lee el Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte” (Lc 14,14) No deben quedar dudas, ni caben explicaciones que debiliten este mensaje tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio.»

Papa Francisco, citando a Benedicto XVI

 

Estamos ante una Bienaventuranza. Quiere decir que esta es una de las piezas de la “Alegría del Evangelio”. El Evangelio es una Maravillosa Noticia que pone nuestros corazones en tónica de suprema felicidad, arrebolados de Entusiasmo, rebosantes de su Gratuidad.

 


¿Qué es lo que nos lleva a tamaña dicha? Son dos cosas: Escuchar su Palabra y ponerla por obra.

 

Nos sentimos exageradamente eufóricos por los alumbrados de nuestras calles, pero ¡qué triste! Esas luces no logran ahuyentar la depravación y la violencia, más bien logran que la corrupción y la maldad resplandezcan con sus perversos maquillajes. Hay luces que horrorizan la vista y hacen sangrar el corazón: Mancha siniestra de la civilización.

 

Hay Luces-acústicas que son Palabras de Vida Eterna, que conceden sosiego y solaz, que nos traen serenidad y reconfortan, que son como un concierto de Ángeles entonando el Gloria in Excelsis.

 

Pero esta Buena Noticia espera nuestra reacción, aguarda para que nos comprometamos y hagamos de ella un estilo de vida. Son Palabras que acceden por los oídos del alma y se trasmutan en energía de vida, en impulso incontenible, en el anhelo de actuar según su Consejo. Son un Faro para nuestra acción y garantizan que no nos llevan contra acantilados autodestructivos.

 

Constituyen un Verdadero llamado hacia la Fraternidad, la Solidaridad, la Sinodalidad.  Nos guían para hacernos voluntariamente Piedras-Vivas de la Nueva Jerusalén. Bienaventurados quienes las oyen y ritman toda su existencia al compás de la Sinfonía Celestial.


 

«Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilo, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!” (EVANGELII GAUDIUM #49, Papa Francisco) 

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