Gl
3, 22-29
La ecualización
Pablo propone que la
utopía de la unidad en Cristo conduzca a la comunidad a vivir en igualdad y
libertad.
Joel Antonio Ferreira
A
manera de preámbulo, vamos a incluir el verso 21, el anterior a la perícopa que
hoy se proclama. Allí se dice: “¿Según esto, ¿la Ley se opone a las promesas de
Dios? ¡De ningún modo! Si se nos hubiera dado una Ley capaz de dar vida, en ese
caso la justicia vendría realmente de la Ley.”
Estamos,
actualmente, navegando en la sección de la Carta (3,1 - 5,12) donde se nos
muestra como la fe tiene una fuerza liberadora, y al haberla recibido,
inauguramos un nuevo marco relacional de la Amistad de Dios con los seres
humanos y entre nosotros. Aquí nos vamos a encontrar con el corazón de la
carta: Un par de versículos que encierran la esencia y la pirósfera de toda la
Epístola.
En
la que llamamos, en nuestro mapa de la Carta, la Primera Sección, se nos
muestra el estado de cosas en las que se encontraban en aquel momento:
“Jesucristo se entregó a la muerte por nuestros pecados, para librarnos del
estado perverso actual del mundo” (1, 4). En la médula de la carta se nos
presentará, en cambio, un “deber ser”, un polo direccional, un telos, hacia
el que marcharemos en lo sucesivo, y que cambiará el estado de cosas, del
“estado perverso”, hacia un estado relacional “cristiano”:
Todos ustedes son hijos de Dios por la
fe en Cristo Jesús. Todos ustedes fueron bautizados en Cristo y se revistieron
de Cristo. Ya no hay diferencia entre quien es judío y quien es griego, entre
quien es esclavo y quien hombre libre; no se hace diferencia entre hombre y
mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes pertenecen
a Cristo, son por lo tanto los descendientes de Abrahán; ustedes son los
herederos en los que se cumplen las promesas de Dios.
Gl 3, 26-29
¿Cómo
estábamos antes? ἐφρουρούμεθα [efrouroumeta] ¡Éramos prisioneros! Y, ¿qué le pone fin a esa cautividad?
¡la llegada de la fe! (3, 23) ¡estábamos enjaulados y es Jesús, con su Acto
Redentor, Él que nos trajo a las condiciones de libertad; pero libertad en la
fe!
La
palabra pedagogo, que significa “el que lleva un niño”, “que lo conduce”, “que
lo guía”, se trataba de un esclavo que llevaba al niño de su casa paterna a donde
su pedagogo, o, más adelante, a la escuela. Cuando un niño era menor de 16
años, su albacea era el pedagogo que velaba por sus bienes. Aquí San Pablo dice
que la Ley era un pedagogo, provisional, puesto que desempeñaba este rol
mientras era el momento de la llegada de Cristo. Pero, y lo explica muy
claramente, ya habiendo llegado Él, es la fe la que nos justifica.
Con
el bautismo, quedamos revestidos de Cristo, el pedagogo es ahora inútil, “Pues
todos son hijos de Dios por la fe en Cristo. La Promesa se cumple. Pero para
que su cumplimiento se dé, tenemos que tomar a nuestro cargo toda la
responsabilidad que eso implica.
En
Gl 3, 26-29, se consignas las dos condiciones y responsabilidades para que
podamos considerarnos hijos adoptivos legalmente reconocibles:
-La fe
-La incorporación -como miembros- en el
Cuerpo Místico de Cristo.
Se
puede condensar esta consigna paulina en dos puntos nucleares para el apóstol
de los gentiles:
- Apertura universal
al Evangelio (según la predicación de San Pablo y contra la propuesta de los
judaizantes).
- La base de todo el
edificio es la fe en Cristo
Uno
se convierte a Jesucristo en el Bautismo. Esta conversión se plasmó -ya desde
entonces- en la liturgia bautismal donde el leit motiv era la superación de las barreras entre
griegos y judíos, entre esclavos y libres y entre hombre y mujeres.
Sal
105(104), 2-3. 4-5. 6-7
Volvemos
a tener como antífona: “El Señor se acuerda de su Alianza eternamente”.
-Primera
estrofa: El canto que elevamos -y que el salmista nos insta a entonar- es un
canto apreciativo, donde los instrumentos realzan y enfocan las obras
maravillosas del Señor. Podemos estar sinceramente orgullosos de Dios, porque
Él nos ha hecho objeto de su Amor; hay aún más, los que lo buscan pueden
alegrarse con buen motivo.
-Segunda
estrofa: Somos invitados a recurrir al Señor, a apoyarnos en Él, porque Él es
Poderoso, más que suficiente razón para buscar Su Rostro, no esperamos
encontrar claro está, un rostro adusto, sino uno complacido, aprobatorio. ¿Podemos
esperar eso? ¡si! Basta recordar tres evocaciones que tenemos estampadas en el
corazón: 1) las maravillas que hizo, 2) sus prodigios, 3) las “sentencias” que
manan de sus labios, sentencias siempre Justas y Misericordiosas.
-Tercera
estrofa: Sentirnos Su Propiedad.
Saber,
como nos lo ha explicado la Primera Lectura, que con su Infinita Gratuidad Él
nos ha constituido “estirpe de Abrahán, y no por motivos raciales; nos ha hecho
miembros legales de las tribus de Jacob.
Experimentar
ese sentido de profunda pertenencia: Que Él es nuestro Dios, y que estamos bajo
su Gobierno.
El
Salmo es, pues, una glosa para que entendamos que no estamos ahí, en el Patio
más externo del Templo, sino que nos ha llamado para estar cercanos a Su Orla,
envueltos en Su Nube.
¡Que
honor que nuestra firma está al pie de la Suya, como tributarios de su Alianza
Eterna!
Lc
11, 27-28
La contemplación que deja afuera a los demás es un engaño
«Cuando uno lee el
Evangelio, se encuentra con una orientación contundente: no tanto a los amigos
y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser
despreciados y olvidados, a aquellos que “no tienen con qué recompensarte” (Lc
14,14) No deben quedar dudas, ni caben explicaciones que debiliten este mensaje
tan claro. Hoy y siempre, “los pobres son los destinatarios privilegiados del
Evangelio.»
Papa Francisco, citando
a Benedicto XVI
Estamos
ante una Bienaventuranza. Quiere decir que esta es una de las piezas de la
“Alegría del Evangelio”. El Evangelio es una Maravillosa Noticia que pone
nuestros corazones en tónica de suprema felicidad, arrebolados de Entusiasmo, rebosantes
de su Gratuidad.
¿Qué
es lo que nos lleva a tamaña dicha? Son dos cosas: Escuchar su Palabra y
ponerla por obra.
Nos
sentimos exageradamente eufóricos por los alumbrados de nuestras calles, pero ¡qué
triste! Esas luces no logran ahuyentar la depravación y la violencia, más bien
logran que la corrupción y la maldad resplandezcan con sus perversos
maquillajes. Hay luces que horrorizan la vista y hacen sangrar el corazón:
Mancha siniestra de la civilización.
Hay
Luces-acústicas que son Palabras de Vida Eterna, que conceden sosiego y solaz,
que nos traen serenidad y reconfortan, que son como un concierto de Ángeles
entonando el Gloria in Excelsis.
Pero
esta Buena Noticia espera nuestra reacción, aguarda para que nos comprometamos
y hagamos de ella un estilo de vida. Son Palabras que acceden por los oídos del
alma y se trasmutan en energía de vida, en impulso incontenible, en el anhelo
de actuar según su Consejo. Son un Faro para nuestra acción y garantizan que no
nos llevan contra acantilados autodestructivos.
Constituyen
un Verdadero llamado hacia la Fraternidad, la Solidaridad, la Sinodalidad. Nos guían para hacernos voluntariamente
Piedras-Vivas de la Nueva Jerusalén. Bienaventurados quienes las oyen y ritman
toda su existencia al compás de la Sinfonía Celestial.
«Más
que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las
estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven
jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilo, mientras
afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles
vosotros de comer!” (EVANGELII GAUDIUM #49, Papa Francisco)
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