martes, 15 de octubre de 2024



Gl 5, 18-25

Concluimos hoy nuestro cursillo bíblico en torno a la Carta a los Gálatas. En nuestro mapa de La Carta, seccionamos en cinco partes la Epístola, hoy vamos a tener nuestra única visita a la Cuarte Parte, y como ya lo habíamos prevenido desde el principio, no veremos nada de la quinta parte, que es la sección conclusiva. Esta cuarta sección de donde se toma la perícopa de hoy, nos marca pautas para usar cristianamente de la libertad que Jesucristo ha traído a nuestras vidas. La temática de hoy apunta a conformar la vida con el Don del Espíritu Santo.

 

Demos un pequeño pedalazo atrás, al verso 16, allí San Pablo nos recomienda: “Procedan según el Espíritu”. Al iniciar la perícopa que se proclama hoy nos dice, en consecuencia, de lo anterior que, si nos dejamos guiar por el Espíritu, nos liberamos de la Ley. Cómo así, ¿qué es esto de liberarnos de la ley? ¡Si! La Ley deja de ser un listado cargoso para memorizar y un celoso carcelero que nos mantiene a raya en la jaula, para pasar a convertirse en un delicioso manual para el amantísimo-amigo, dónde se contienen todas las instrucciones de la “dicha”. Esta es la maravillosa y genial liberación que se alcanza cuando nos dejamos guiar por el Espíritu. Y es que el Espíritu es el Único que nos puede asesorar para poder injertar ese “dulce-filtro” en el corazón y permitir que aflore la generosa abundancia del Amor.

 

Pasa San Pablo a enumerar algunos (no es exhaustivo, por eso al concluir el listado dice “y cosas por el estilo”) de las causales que -para regocijo del Acusador- atiborran las prisiones. Aquí el eje que vertebra es la oposición carne / espíritu: (sarx/pneuma); este eje se desarrolla en los versos 16-25. Menciona seis veces la carne y ocho veces el Espíritu.

 


Para mostrar el poder corrosivo de las obras de la carne señala que su virulencia emana del ataque a las fuerzas de “encuentro y sinodalidad” en cuatro líneas:

      i.        Con la otra persona

     ii.        Con lo “religioso”

    iii.        En el plano de las relaciones interpersonales

   iv.        Y con uno mismo, porque destruye las posibilidades de “purificarnos” para poder ser esa imagen y semejanza de Dios

 

En el verso 21 llega a la conclusión: “Quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.

 

Este -como paneo de la cámara- nos deja visualizar el desolador panorama, y nos deja ver lo enormemente ventajoso que es vivir según el Espíritu. Pero lo sorprendentemente triste es que los Gálatas hayan tenido la oportunidad de vivir la experiencia liberadora del Espíritu y ellos acepten -victimas ingenuas del engaño formalista- meterse en la camisa de “once varas” de la legalidad judaica, con su “amputación” de acceso, la circuncisión, que es, de alguna manera, el carnet de ingreso y el distintivo de su vinculación. Los Gálatas vivieron lo que significaba en la práctica la pertenencia a la comunidad cristiana y los deleites de la fraternidad, valga decir- habían degustado en sus propias papilas el sabor y la ricura de convivir en la libertad (que en otras partes hemos denominado ecualizadora”).

 

En los versos del 22-23 nos exhibe el fruto del Espíritu. No son diversos “frutos” (la palabra no está en plural sino en singular “el fruto”), no son “cualidades diversas”, sino los órganos del mismo organismo; el fruto es la comunidad que vive, se mueve y crece en el Espíritu, son los “rasgos” del mismo y único Espíritu de Jesucristo. Son las diversas caras del mismo poliedro. Fruto se tiene que entender 2el producto”, y la enumeración son los rasgos cualitativos de ese mismo y único producto que es la Comunidad. Los miembros de la comunidad trabajan todos en ese sembradío, pero no son ellos los que se pueden llamar frutos-individuales, sino que es la fraternidad, la solidaridad y la sinodalidad de la comunidad la que expresa el Fruto del Espíritu como vida nueva. Nadie puede decir, ni necesita decir, este fruto es mío, o “yo tengo el fruto y usted no”; estaríamos regresando a la situación del que tiene tal marca de carro, tal modelo, o de teléfono-portátil de última generación; estaríamos de vuelta a la presunción personal.

 

Y, nos recomienda, proseguir en esa línea (formados en escuadrón), cuando en el verso 25 dice “sigamos al Espíritu”; (otras traducciones dicen “marchemos tras el Espíritu”. San Pablo dice στοιχῶμεν [stoichomen] del verbo στοιχέω [stoicheo] tomado en préstamo del lenguaje militar, para significar mejor que, no es un soldado, sino un batallón, o un piquete de soldados que dan sus zancadas a “con compás ar”, todos siguiendo un ritmo, que marca el tambor, esa unidad y simultaneidad les da más fuerza, y muestra al enemigo que van en filas cerradas, y no solos, de uno en uno, fácilmente derrotables. Es la fuerza que da el fruto, no la de “figuras” individuales, sino la articulación sólida y fraterna de los “hijos de Dios”, todos como un solo hombre. “El fruto del Espíritu” no es una colombina que me llevo a mi rincón y la chupo solito.

 

Sal 1, 1-2. 3. 4. y 6

La idea de dos caminos es muy fecunda por su radicalidad: o uno u otro. Implica una opción.

Marcelo Barros

Claro que todo ejército está formado por soldados, cada soldado tiene que ser fiel a su batallón y estar decidido a jugársela toda por sus compañeros y por la causa que defienden. Y -a la hora de tomar posiciones- cada soldado decide bajo qué ordenes va a estar y a favor de qué bando está, para alinearse allí, donde él quiere pagar obediencia y fidelidad.

 

También es cierto que -para un control de calidad- siempre se toma una muestra en particular y que ningún control es razonable que se haga sobre todos los ejemplares: ahí se aplica la técnica de muestreo. También, para conocer un “batallón” se mira uno que otro soldado, al que se someterá a prueba como representativo de todos los demás. El análisis se enfocará exactamente en el aspecto que está en estudio y no en los otros, a riesgo de hacer vano el resultado y no dejar ninguna información aprovechable y generalizable.

 

Este salmo le habla a toda una Comunidad, está dirigido al “ejercito” entero, pero “acartilla” a uno por uno, a cada cual le dirige la arenga y le entrega el mismo manual de instrucciones.

 

¿Cuál es la consigna general? El que te sigue Señor, tendrá la Luz de la Vida. Esa es la propuesta. ¿Quieres la luz o prefieres militar en las filas de las tinieblas? Elige bien a quien vas a seguir. ¡Quieres acabar sumido en la oscuridad?

 

En la primera estrofa se dan las siguientes pautas.

a)    No se alineé con los “impíos”, es un bando poco recomendable

b)    No escoja el derrotero que eligen los pecadores

c)    No se junte al “ejercito” de los cínicos

d)    Gócese en la Ley del Señor

e)    Medita -de día y de noche- la Ley

En la segunda estrofa se le dicen las consecuencias de elegir correctamente el bando adecuado:

a)     Tendrá la suerte de los árboles que se cultivan donde hay buena agua y corren fuentes frescas

b)    Dará fruto en la estación del frutecer

c)    No se le marchitará el follaje

d)    Todas sus empresas serán coronadas con el éxito

 

Pero si escoge mal el ejército al que se va a alinear, las consecuencias no dilataron su llegada

a)    Serán como la paja a la merced de los ventarrones

b)    Su camino acabará en desastre.

 

La máxima justificación de la elección correcta del bando es que quien elija el bando del bien, contará con la protección del propio Dios.

 

Lc 11, 42-46

Las observancias externas son fáciles y pueden ser una simple máscara para evitar la verdadera obediencia a Dios, que consiste en practicar la justicia y el amor de Dios.

Ivo Storniolo



“Los ayes” en San Lucas son seis, tres contra los fariseos (autoridades de la praxis, ortopraxis) y tres contra los legistas (autoridades teoréticas, ortodoxia). Hoy vamos a ver los cuatro primeros, y quedaran para mañana los dos restantes.

 

Los de hoy, están dirigidos a los fariseos, (en el tercero no se dice expresamente, pero se puede suponer). El Cuarto, se dirige a un experto jurista, a un Maestro de la Ley, un abogado que juzgaba a partir del Código de la Torá; que se siente también tocado por lo que está diciendo Jesús y revira.

 

Hagamos, primero la lista de lo que les reprocha Jesús

1)    Pagan el diezmo hasta de las más mínimas cosas: la menta, la ruda y toda legumbre (escrupulosidad); pero dejan de lado la justicia y el amor a Dios.

2)    Aman el sitio preferencial en las sinagogas y les gusta que les hagan reverencias (búsqueda de status).

3)    Son como sepulcros que no se ven y hacen que la gente se vuelva impura por apoyar su pie sobre esas tumbas (o sea que se hacen “impuras” sin saberlo, sin darse cuenta); los fariseos eran como tumbas sin marcar, como un hueco sin aviso de precaución.

4)    Imponen a los hombres cargas insoportables; pero ellos, no ayudan a llevar esas cargas ni con un mínimo de apoyo, ponen la ley y se van. Su estrecha y fanática concepción de la fe, volvía la religión leyes insufribles y pecaminosidad por doquier. Expertos en añadir leyes a las ya existentes y ponerle parágrafos y minucias a la antigua ley para lograr la “explosión legalista” y la sobreabundancia leguleya.

 

Uno se preguntaría ¿muchos fariseos se hicieron creyentes? Sólo así se explicaría que Jesús les queme tanta atención. Lo que Jesús está haciendo es prevenir a los recién convertidos al cristianismo para que no les pase lo que, a los Gálatas, que vinieron los de laya farisaica, a invitarlos a su estilo de creencia, e hicieron mucho daño. Confundieron y desviaron, haciéndose pasar por los creyentes más fieles y más firmes. Trataron de imponer su versión y lo que hacían era confundir y despistar a los cristianos, esforzándose por envasarlos en odres viejos y en ponerles remiendos nuevos a pantalones veteranos.

 


A veces nos preocupa más desempolvar viejas leyes y darle carta de recuperación a normas ya prescritas que buscar los derroteros para aclarar y revitalizar el Amor de Jesucristo y el amor al prójimo. Siempre procuremos tomar en cuenta para procurar corregir esto en nosotros mismos, porque muchas veces tocamos la alarma para los demás, pero, a nosotros mismos, nos hace falta “una capa de cal”.

 

Jesús adelanta todo este trabajo y esfuerzo porque -apuntando hacia nuestro propios días- descubrimos que el fariseísmo tiene propiedades de generación espontánea y parece hierba mala que brota por doquier si no nos cuidamos.

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