Gl 5, 18-25
Concluimos
hoy nuestro cursillo bíblico en torno a la Carta a los Gálatas. En nuestro mapa
de La Carta, seccionamos en cinco partes la Epístola, hoy vamos a tener nuestra
única visita a la Cuarte Parte, y como ya lo habíamos prevenido desde el
principio, no veremos nada de la quinta parte, que es la sección conclusiva.
Esta cuarta sección de donde se toma la perícopa de hoy, nos marca pautas para
usar cristianamente de la libertad que Jesucristo ha traído a nuestras vidas.
La temática de hoy apunta a conformar la vida con el Don del Espíritu Santo.
Demos
un pequeño pedalazo atrás, al verso 16, allí San Pablo nos recomienda: “Procedan
según el Espíritu”. Al iniciar la perícopa que se proclama hoy nos dice, en consecuencia,
de lo anterior que, si nos dejamos guiar por el Espíritu, nos liberamos de la
Ley. Cómo así, ¿qué es esto de liberarnos de la ley? ¡Si! La Ley deja de ser un
listado cargoso para memorizar y un celoso carcelero que nos mantiene a raya en
la jaula, para pasar a convertirse en un delicioso manual para el amantísimo-amigo,
dónde se contienen todas las instrucciones de la “dicha”. Esta es la
maravillosa y genial liberación que se alcanza cuando nos dejamos guiar por el
Espíritu. Y es que el Espíritu es el Único que nos puede asesorar para poder
injertar ese “dulce-filtro” en el corazón y permitir que aflore la generosa
abundancia del Amor.
Pasa
San Pablo a enumerar algunos (no es exhaustivo, por eso al concluir el listado
dice “y cosas por el estilo”) de las causales que -para regocijo del Acusador-
atiborran las prisiones. Aquí el eje que vertebra es la oposición carne /
espíritu: (sarx/pneuma); este eje se desarrolla en los versos 16-25. Menciona
seis veces la carne y ocho veces el Espíritu.
Para
mostrar el poder corrosivo de las obras de la carne señala que su virulencia
emana del ataque a las fuerzas de “encuentro y sinodalidad” en cuatro líneas:
i.
Con la otra persona
ii.
Con lo “religioso”
iii.
En el plano de las relaciones interpersonales
iv.
Y con uno mismo, porque destruye las posibilidades de “purificarnos”
para poder ser esa imagen y semejanza de Dios
En
el verso 21 llega a la conclusión: “Quienes hacen tales cosas no heredarán el
Reino de Dios.
Este
-como paneo de la cámara- nos deja visualizar el desolador panorama, y nos deja
ver lo enormemente ventajoso que es vivir según el Espíritu. Pero lo
sorprendentemente triste es que los Gálatas hayan tenido la oportunidad de
vivir la experiencia liberadora del Espíritu y ellos acepten -victimas ingenuas
del engaño formalista- meterse en la camisa de “once varas” de la legalidad judaica,
con su “amputación” de acceso, la circuncisión, que es, de alguna manera, el
carnet de ingreso y el distintivo de su vinculación. Los Gálatas vivieron lo
que significaba en la práctica la pertenencia a la comunidad cristiana y los
deleites de la fraternidad, valga decir- habían degustado en sus propias
papilas el sabor y la ricura de convivir en la libertad (que en otras partes
hemos denominado ecualizadora”).
En
los versos del 22-23 nos exhibe el fruto del Espíritu. No son diversos “frutos”
(la palabra no está en plural sino en singular “el fruto”), no son “cualidades
diversas”, sino los órganos del mismo organismo; el fruto es la comunidad que
vive, se mueve y crece en el Espíritu, son los “rasgos” del mismo y único Espíritu
de Jesucristo. Son las diversas caras del mismo poliedro. Fruto se tiene que
entender 2el producto”, y la enumeración son los rasgos cualitativos de ese
mismo y único producto que es la Comunidad. Los miembros de la comunidad
trabajan todos en ese sembradío, pero no son ellos los que se pueden llamar
frutos-individuales, sino que es la fraternidad, la solidaridad y la sinodalidad
de la comunidad la que expresa el Fruto del Espíritu como vida nueva. Nadie
puede decir, ni necesita decir, este fruto es mío, o “yo tengo el fruto y usted
no”; estaríamos regresando a la situación del que tiene tal marca de carro, tal
modelo, o de teléfono-portátil de última generación; estaríamos de vuelta a la
presunción personal.
Y,
nos recomienda, proseguir en esa línea (formados en escuadrón), cuando en el
verso 25 dice “sigamos al Espíritu”; (otras traducciones dicen “marchemos
tras el Espíritu”. San Pablo dice στοιχῶμεν [stoichomen] del verbo στοιχέω [stoicheo] tomado en préstamo del lenguaje militar, para significar
mejor que, no es un soldado, sino un batallón, o un piquete de soldados que dan
sus zancadas a “con compás ar”, todos siguiendo un ritmo, que marca el tambor,
esa unidad y simultaneidad les da más fuerza, y muestra al enemigo que van en
filas cerradas, y no solos, de uno en uno, fácilmente derrotables. Es la fuerza
que da el fruto, no la de “figuras” individuales, sino la articulación sólida
y fraterna de los “hijos de Dios”, todos como un solo hombre. “El fruto del Espíritu”
no es una colombina que me llevo a mi rincón y la chupo solito.
Sal
1, 1-2. 3. 4. y 6
La idea de dos caminos
es muy fecunda por su radicalidad: o uno u otro. Implica una opción.
Marcelo Barros
Claro
que todo ejército está formado por soldados, cada soldado tiene que ser fiel a
su batallón y estar decidido a jugársela toda por sus compañeros y por la causa
que defienden. Y -a la hora de tomar posiciones- cada soldado decide bajo qué
ordenes va a estar y a favor de qué bando está, para alinearse allí, donde él
quiere pagar obediencia y fidelidad.
También
es cierto que -para un control de calidad- siempre se toma una muestra en
particular y que ningún control es razonable que se haga sobre todos los
ejemplares: ahí se aplica la técnica de muestreo. También, para conocer un “batallón”
se mira uno que otro soldado, al que se someterá a prueba como representativo
de todos los demás. El análisis se enfocará exactamente en el aspecto que está
en estudio y no en los otros, a riesgo de hacer vano el resultado y no dejar
ninguna información aprovechable y generalizable.
Este
salmo le habla a toda una Comunidad, está dirigido al “ejercito” entero, pero “acartilla”
a uno por uno, a cada cual le dirige la arenga y le entrega el mismo manual de
instrucciones.
¿Cuál
es la consigna general? El que te sigue Señor, tendrá la Luz de la Vida. Esa es
la propuesta. ¿Quieres la luz o prefieres militar en las filas de las tinieblas?
Elige bien a quien vas a seguir. ¡Quieres acabar sumido en la oscuridad?
En
la primera estrofa se dan las siguientes pautas.
a) No se alineé con
los “impíos”, es un bando poco recomendable
b) No escoja el
derrotero que eligen los pecadores
c) No se junte al “ejercito”
de los cínicos
d) Gócese en la Ley
del Señor
e) Medita -de día y de
noche- la Ley
En
la segunda estrofa se le dicen las consecuencias de elegir correctamente el
bando adecuado:
a) Tendrá la suerte de los árboles que se
cultivan donde hay buena agua y corren fuentes frescas
b) Dará fruto en la
estación del frutecer
c) No se le marchitará
el follaje
d) Todas sus empresas
serán coronadas con el éxito
Pero
si escoge mal el ejército al que se va a alinear, las consecuencias no
dilataron su llegada
a) Serán como la paja
a la merced de los ventarrones
b) Su camino acabará
en desastre.
La
máxima justificación de la elección correcta del bando es que quien elija el
bando del bien, contará con la protección del propio Dios.
Lc
11, 42-46
Las observancias
externas son fáciles y pueden ser una simple máscara para evitar la verdadera
obediencia a Dios, que consiste en practicar la justicia y el amor de Dios.
Ivo Storniolo
“Los
ayes” en San Lucas son seis, tres contra los fariseos (autoridades de la
praxis, ortopraxis) y tres contra los legistas (autoridades teoréticas,
ortodoxia). Hoy vamos a ver los cuatro primeros, y quedaran para mañana los dos
restantes.
Los
de hoy, están dirigidos a los fariseos, (en el tercero no se dice expresamente,
pero se puede suponer). El Cuarto, se dirige a un experto jurista, a un Maestro
de la Ley, un abogado que juzgaba a partir del Código de la Torá; que se siente
también tocado por lo que está diciendo Jesús y revira.
Hagamos,
primero la lista de lo que les reprocha Jesús
1) Pagan el diezmo
hasta de las más mínimas cosas: la menta, la ruda y toda legumbre
(escrupulosidad); pero dejan de lado la justicia y el amor a Dios.
2) Aman el sitio
preferencial en las sinagogas y les gusta que les hagan reverencias (búsqueda
de status).
3) Son como sepulcros
que no se ven y hacen que la gente se vuelva impura por apoyar su pie sobre
esas tumbas (o sea que se hacen “impuras” sin saberlo, sin darse cuenta); los
fariseos eran como tumbas sin marcar, como un hueco sin aviso de precaución.
4) Imponen a los
hombres cargas insoportables; pero ellos, no ayudan a llevar esas cargas ni con
un mínimo de apoyo, ponen la ley y se van. Su estrecha y fanática concepción de
la fe, volvía la religión leyes insufribles y pecaminosidad por doquier. Expertos
en añadir leyes a las ya existentes y ponerle parágrafos y minucias a la
antigua ley para lograr la “explosión legalista” y la sobreabundancia leguleya.
Uno
se preguntaría ¿muchos fariseos se hicieron creyentes? Sólo así se explicaría
que Jesús les queme tanta atención. Lo que Jesús está haciendo es prevenir a
los recién convertidos al cristianismo para que no les pase lo que, a los
Gálatas, que vinieron los de laya farisaica, a invitarlos a su estilo de
creencia, e hicieron mucho daño. Confundieron y desviaron, haciéndose pasar por
los creyentes más fieles y más firmes. Trataron de imponer su versión y lo que
hacían era confundir y despistar a los cristianos, esforzándose por envasarlos
en odres viejos y en ponerles remiendos nuevos a pantalones veteranos.
A
veces nos preocupa más desempolvar viejas leyes y darle carta de recuperación a
normas ya prescritas que buscar los derroteros para aclarar y revitalizar el
Amor de Jesucristo y el amor al prójimo. Siempre procuremos tomar en cuenta
para procurar corregir esto en nosotros mismos, porque muchas veces tocamos la
alarma para los demás, pero, a nosotros mismos, nos hace falta “una capa de cal”.
Jesús
adelanta todo este trabajo y esfuerzo porque -apuntando hacia nuestro propios
días- descubrimos que el fariseísmo tiene propiedades de generación espontánea
y parece hierba mala que brota por doquier si no nos cuidamos.
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