viernes, 4 de octubre de 2024

Sábado de la Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario

 


Job 42, 1-3. 5-6. 12-17

“… ese sufrimiento era bien real, pero no era un mal, era la escuela del amor, la puerta de la felicidad”

P. Dumoulin

Si uno pasa directo a los versos 12-17, no aprende nada y no ha entendido nada. Es como decirle a Dios, “Tu esfuerzo con este Libro es vano (vanidad de Vanidades) si por nosotros fuera, retíralo del canon”. Es indispensable que enfrentemos los versos del 7-11 para ver la realidad del Mensaje. De otro modo quedamos en las mismas y no vemos el profundo cuestionamiento que le hace Dios a nuestra teoría “retributiva” representada aquí por los tres amigos (+ Elihú), que, por otra parte, son los embajadores del fariseísmo recalcitrante.

 

«El tema central de Job no es el problema del mal ni del sufrimiento del hombre justo e inocente, y mucho menos el de la “paciencia de Job”. El autor de ese drama apasionante discute la propia concepción de la religión. Israel concebía la relación con Dios basada en la doctrina de la retribución: Dios devuelve el bien con el bien y el mal con el mal. Al justo Dios concede salud, prosperidad y felicidad, al injusto, Dios manda desgracias y sufrimientos. Además, esto lleva a una religión de comercio, donde el hombre piensa poder asegurar la propia vida y dictar normas para el mismo Dios. Contra esto, el autor muestra que la religión verdadera es misterio de gracia y gratuidad: el hombre se entrega libre y gratuitamente a Dios; Dios misterio insondable, se vuelve al hombre gratuitamente, a fin de establecer con él una relación de vida.» (Storniolo, Martins Balancin)

 

Cuando Job hace su examen de consciencia, “Para cada falta, Job pide la sentencia divina; si actué mal, ¡que se me devuelva! Ni por un momento pide la misericordia de Dios: Job es un perfecto ejemplo del “fariseísmo” que inutiliza el amor de Dios. ¡al creerse justo, no necesita de la misericordia (Pierre Dumoulin).

 

Esta noveleta tiene por función, dilucidar mucho del misterio de la cruz y la crucifixión que, si no se entiende bien, se termina por decodificar como el Mesías fracasado, o, por lo menos como el “Sacrificio Innecesario”. Y es que el verdadero conocimiento de Dios es experiencia, aun cuando la teoría es un ejercicio lógico-teológico, para penetrar en el duro cascote que recubre la realidad, y que sin este taladro se queda hermética.

 

Job era totalmente refractario para permitirle a Dios que hiciera uso de su libérrima libertad; para él Dios está obligado a respetar las reglas de juego como él las entiende. El concluir el relato, el sigue en las mismas, no ha entendido y no ha avanzado nada; sin embargo, ha experimentado el “sufrimiento”, y este padecimiento intensísimo lo ha permeado, ha sido como un ácido bañando su dureza. No necesita entender, pero Dios lo ha “saturado” de lágrimas, y ahora hay un nuevo significado y una nueva opción. Precisamente en los versos 7-11, Dios desautoriza a los “doctores de la ley” que vinieron con su camuflaje de “amigos”, a empollar reproches con el atuendo de exaltaciones para Dios; y respalda a Job: «Al dar la razón a Job, Dios echa por tierra la espiritualidad oficial de entonces. La “sabiduría” de los cuatro compañeros de Job no sirve para consolar a nadie en su dolor. Ni menos para comprender o defender a Dios (42,7). Los que pretendían ser los defensores de Dios, resulta que son los condenados por Dios. Y necesitan la mediación de Job para que Dios no tenga en cuenta su necia “temeridad”. Estos capítulos finales nos hablan del encuentro de dos libertades. La libertad de Job se expresa en su queja y rebelión; la libertad de Dios se manifiesta en la gratuidad de su Amor que no se deja encerraren un sistema de premios y castigos… revelando que en el fundamento del mundo Él colocó la gratuidad de su amor, y que sólo así se comprende el sentido de su Justicia (J.L Caravias s.j,)».

 

«El milagro del Libro está precisamente en el hecho de que Job no da un paso para huir hacia un Dios mejor, sino que permanece en pleno campo de tiro, bajo el tiro de la cólera divina, y es allí donde, sin moverse, en el corazón de la noche, desde lo profundo del abismo, Job que Dios trata como enemigo, apela no a cualquier instancia superior, no al Dios de sus amigos, sino a este mismo Dios que lo oprime. Job se refugia junto a aquel a quien acusa; se confía al Dios que le ha desilusionado y desesperado. Job confiesa su esperanza y toma por defensor al Dios que lo llama a juicio, por libertador a aquel que lo aprisiona, por amigo a su enemigo mortal. (R de Pury)

 

En este Libro, delimitado por los alcances de la revelación en la primera Alianza, para mostrar que la Justicia Divina se cumple, pone el final feliz, aquí en esta vida: “se doblan las riquezas, … Las hijas son designadas con nombres que describen la belleza del alma de Job: “Paloma”, evoca la pureza y el gemido del alma en oración, “Casia” es el nombre de un perfume, el de la sabiduría que proviene de la fidelidad a la ley de Dios; “Cuerno de afeites” es también una imagen del alma, receptáculo de belleza ofrecida a Dios. Los ciento cuarenta años de vida que Dios acuerda a Job significan una nueva plenitud de vida, pero no la eternidad: la mitad de siete generaciones (Pierre Dumoulin).


 

Esta fe de Job, -recordemos ¿qué significa este nombre? “el que llora”, “el que resiste en la prueba”- (y en consecuencia el Mensaje del Libro entero), sólo se entiende dando el salto al Corazón de Jesús. Jesús es el Maestro de la Verdadera Sabiduría, que no vive a la espera de recibir retribuciones. «¿Cómo reacciona Jesús en esta lucha por la obediencia de la mente, cuya solución para muchos es huir, retirarse, abandonarlo todo? Reacciona manteniéndose fiel. Pide a los discípulos que se mantengan, que no huyan, que no cambien de situación, sino que hagan frente a la lucha. Luego, adelantándose un poco, se postra en tierra e implora que, si es posible, pase de Él aquella hora. Es muy bello que Jesús afronte directamente el mal, pero a partir de su propia debilidad: “que pase de Él esa hora”. Su lucha es con el Padre, y Él quiere a toda costa que triunfe la Voluntad del Padre. (C.M. Martini)».

 

«Todos sus pasos son contados y, en el colmo de la miseria, Él camina como vencedor, como un hijo de rey… El camino de la cruz y el de Job son el camino de la Perfección. Para ser “perfecto”, es decir, completamente realizado y entregado, el justo debe recorrerlo; con el fin de que, al no vivir más para sí mismo, se vuelva fuente de salvación para los demás. Aunque era Hijo, aprendió en su Pasión lo que es obedecer. Y ahora, llegado a su perfección, es fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen” (Hb 5, 8-9)» (P. Dumoulin).

 

«El libro es una crítica al mercantilismo que obliga a Dios. Dios no está obligado a obedecer a las concepciones teológicas que el hombre tiene de Él, por mejores que sean… Tampoco está obligado a satisfacer los deseos del hombre, aunque sean los de un justo… Dios es el misterio del amor y de la vida, que crea y camina con el hombre, ayudándole a conquistar la vida (Storniolo, Martins Balancin)».

 

Así hemos llegado al final de nuestra aproximación al Libro de Job y a los tres Libros Sapienciales que se leen en el ciclo par.

 

Sal 119(118), 66. 71. 91. 125. 130

El salmista se hace un interrogante, él como un joven, consciente de su inexperiencia y de sus limitaciones como persona, se pregunta cómo hacer para no errar el derrotero, para andar por las sendas honestas de la rectitud y la piedad, para ir siempre por el camino de los justos.

 

Encuentra un norte que lo orientará: la Voluntad de Dios: quiere hacer conforme a él le complace, quiere dejarse guiar por la “Voluntad divina”, y se entrega dócil a Sus Manos.

 

Pero no se queda estático, indolente, perezoso, holgazán. No, todo lo contrario: se aplica, “se pone las pilas”, se remanga y se compromete: practica la meditación de sus preceptos, es decir, pone todo de su parte para captar esa Voluntad e identificarla. No se duerme esperando que le caiga del Cielo.

 

Le pide a YHWH que le dé la Inteligencia, pero no, pero él -a su vez- pone de su parte y Lee, más aún, estudia la Palabra, porque es a través de este medio como Dios le puede presentar y entregar lo que pide “la Comprensión”, “la agudeza” indispensable.

 

De los 176 versículos se toman 5, para componer la perícopa que se proclama hoy:

 

Qué es lo primero que pide aquí:

-La Bondad y la Prudencia de Dios

-Cae en la cuenta que el sufrimiento es una vía de “aprendizaje”

-Advierte que en los mandamientos que nos ha dado Dios hay Justicia de la Verdadera; y entonces, recibe el sufrimiento con sincera aceptación.

-Todo lo que persiste es porque se armoniza con la Ley de Dios: él se declara siervo de Dios y está dispuesto a acatar, poniéndose al servicio del Señor.

-La única manera de vencer la ignorancia es recibir la explicación que Dios nos da de sus Verdades; es la única explicación que verdaderamente “ilumina”.

 

En la antífona se reconoce que Dios es como la Linterna de nuestra Existencia; sólo su Luz hace brillar la Vida de los Siervos de YHWH.

 

Lc 10, 17-24



Los 72 fueron enviados, no se nos dice nada acerca de cuanto se demoraron en volver, cuanto duró la “misión”, no se recogen anécdotas de la salida, no hay una evaluación metódica y sistemática de la “salida”, no se catalogan las dificultades enfrentadas, no se hace el elenco de las ciudades y poblaciones visitadas.

 

¿Cuál es la manera de evaluar? Según lo que San Lucas nos presenta, la Misión se sopesa a partir del estado de ánimo que traen los “Enviados”. Volvieron “con alegría”. ¿Qué les daba alegría? Que hasta los demonios tenían que obedecerles. Estaban radiantes porque sentían vibrar en ellos el poder con el que Jesús los había dotado para afrontar el envío. Con este mismo Poder, hasta Satanás estaba destinado a la derrota. Y Jesús no les niega que les haya dado esas facultades. Pero, lo que les dice, no es que sea eso lo que les ha de llenar el corazón.

 

¿Qué es lo verdaderamente valioso? ¡Que sus nombres están inscritos en el Cielo! Nosotros sacamos de ahí que los aplausos aquí, en la tierra, son provisionales, en otro momento les darán la espalda, los rechazaran y hasta llegaran al colmo de perseguirlos, maltratarlos y hasta quitarles la vida. Lo que vale, es que la Corono que Jesús les da, nunca se marchitará. La corona que se les da es de hojas perennes, y -como todo lo que se escribe en el Cielo- no se Escriba para el momento, se escribe para la perdurabilidad. Los nombres de los que han aceptado el Envío están escritos en el Libro de la Vida, para toda la Eternidad.


 

Hay otras dos informaciones fulgurantes para los que han sido Enviados.

1)    Poder aceptar a Jesús como el Enviado de Dios Padre depende de que el Hijo nos lo manifieste: Hay muchos que anhelan recibir esta “Revelación”, pero Jesús no se las da.

2)    Y nadie puede llegar al Padre sino, precisamente por la Mediación del Hijo.

 

Hay un tercer elemento que Jesús les entrega:

3)    Dios señaló un momento histórico para revelarse, personas muy concretas recibieron en ese momento el Mensaje; otras generaciones tendrán que saberlo recibir por la mediación Eclesial, no lo recibirán directamente sino por interpuestas manos y bocas. Pese a lo cual, podemos -con todas las letras- dar Gracias porque el Señor nos dejó por la línea Apostólica el Cofre de la Herencia para que podemos recibirlo, ya no por vía directa, sino de las manos de sus Emisarios.

 

No nos alegramos del Poder que no es nuestro, sino de Jesús y cantemos Alabanzas porque nos ha llamado, a heredar por el canal de su alianza inquebrantable. Que no seamos como los amigos de Job que querían ponerle códigos reglamentarios a Dios para que se hiciera, no Su Santa Voluntad, sino nuestro caprichoso antojo y se manifestara a la hora y lugar que ellos consideraran oportuno.

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