sábado, 28 de abril de 2018

INJERTARNOS EN LA COMUNIDAD ECLESIAL


HECHOS VERSUS PALABRAS
Hech 9, 26-31; Sal 21, 26b-27. 28. 30. 31-32; 1Jn 3, 18-24; Jn 15, 1-8

“…el amor cristiano tiene siempre una cualidad: lo concreto. El amor cristiano es concreto. Jesús mismo, cuando habla del amor, nos habla de cosas concretas: dar de comer a los hambrientos, visitar a los enfermos”. Son todas “cosas concretas” porque, precisamente “el amor es concreto”. Es “lo concreto de la vida cristiana”
Papa Francisco

Jesús es el Señor-de la-Historia.
Nosotros vivimos bajo su égida, en la edad de la “siembra”,
una época en que todo se nos da en el estadio de semilla,
eso les debilita a muchos la fe
                                                 que desesperan en la espera
y quisieran ver la planta convertida ya en árbol fuerte
y ver su Reino
                        cumplido en todo su esplendor.
En cambio, lo que nos ha tocado presenciar,
son las comunidades-creyentes
     en estado muy incipiente.
Surge un interrogante:
¿será que no estamos suficientemente insertos en Jesús?
¿será que nuestro injerto no ha “pegado”?




Adentrándonos en las Pascua,
avanzando hacia Pentecostés,
ya próximos (a dos Domingos) de la Ascensión del Señor,
los Evangelios tomados de San Juan, llegan hoy al capítulo 15:
La Verdadera Vid.

Este capítulo 15 comenta y parafrasea
    Capítulos anteriores,
    el tema de “me voy pero volveré”,
os elijo y os envío,
       entre los amigos están también los enemigos,
y, el Mandamiento del Amor.
Es una re-edición de la humildad del Divino Maestro que se abaja a lavar los pies
para enseñar que
                             el Camino es el Amor
y el Amor
    se concreta en Servicio.


De la Primera Lectura,
nos llama la atención como apadrina Bernabé a Pablo,
de quien se desconfiaba profundamente, teniéndolo por enemigo,
la imagen que acarreaba era la de “perseguidor”.
La noticia que da en su defensa Bernabé se basa en hechos, ¿cuál es ese hecho?
“cómo en Damasco había actuado valientemente en el Nombre de Jesús”.
(Claro que se aporta un antecedente,
para mostrar cuando había comenzado su metanoia,
citando como origen de ese cambio
el Encuentro con el Señor y su interpelación).

Entendemos que el latido de cada eucaristía Dominical
se teje entre sístole y diástole,
por lo general la diástole está dada en el Primera Lectura,
y la sístole la presenta el evangelio. En este caso,
¿cómo se armoniza el palpitar?
Jesús nos da la nota conductora: “Estar unidos a Él”,
“el que permanece en Mí, y Yo en él, ese da fruto abundante;
porque sin mí no pueden hacer nada”:
¡Sí, la nota clave es la dialéctica entre
unidad e impotencia: sin Él somos inválidos;
aún más, somos rotundamente estériles.

Examinemos, entonces, la nota de relleno que subyace a la Primera Lectura:
¿Qué era lo que buscaba Pablo?
“llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos”,
ahí lo tenemos, la búsqueda de unión, andaba en procura de inserirse
en la Comunidad creyente de Jerusalén.
El sarmiento se une a la vid por medio de la rama,
nuestra rama es la Iglesia, la Comunidad particular que peregrina
en nuestra zona. Si no estamos adheridos estamos como cortados,
tirados fuera, secos…
todo lo contrario del que permanece en Él.

Miremos a Saulo, mientras está injerto en la rama de la Comunidad,
¿cómo está?
                        “se movía con libertad por Jerusalén”
Daba testimonio de su Vid, “Actuando valientemente, en el Nombre del Señor”,
por segunda vez en la perícopa, menciona su actuar valiente,
“hablaba y discutía también con los helenistas”.

No que estuviera exento de riesgos, no que flotara en una pompa de jabón,
los helenistas “se propusieron matarlo”,
pero la Comunidad lo cuida, lo guarda de esa amenaza,
se lo llevan a otra parte…

¿Cómo marchaba la Iglesia en ese marco situacional?
Gozaba de paz,
                           se iba construyendo,
                                                             progresaba en el temor del Señor,
se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Contemplemos cómo se enfoca este examen
del proceso-progreso de la Comunidad.
No se refocila en los percances, no se regodea en el eje-ser-víctima,
subraya los avances y nos revela el clima de paz que los envuelve,
dando –cómo corresponde- rol protagónico al Espíritu Santo.


Entonces, como conclusión tenemos el verbo μένω, permanecer,
“permanencia” que no se da en meras palabras, se nos explica
en la Primera Carta de San Juan
-de donde se tomó la perícopa para la Segunda Lectura-
“sino de verdad y con obras”.
(No desatendamos que las palabras también son hechos
cuando son palabras coherentes con la vida,
cuando se tejen intrínsecamente con la manera de actuar,
cuando contamos con la gracia que verbo equivalga a factum).
(Se justifica comentar en torno a la palabra [menó], permanecer en griego,
que contiene una connotación de esperanza,
no simplemente permanece, sino que aguarda,
                                                                            ilusionada,
está pendiente de algo,
                                     se mantiene fiel frente a lo prometido).      

Esta Segunda Lectura no nos deja confusos, refiriéndose a “obras” vagas
-por el contrario- las precisa con concreción:
Guardar sus Mandamientos,
                                               hacer lo que le agrada,
                                                                                    creer en el Nombre de su Hijo,
valga decir, en Su Enseñanza integral, no recortada a nuestro gusto,
no acomodada según nuestra “zona de confort”,
sino en la globalidad de su Revelación;
aún hay otra concreción importantísima,
se dejó para el final -no por menos importante-
(sino porque la canción que siempre queda resonando
es la última que hemos escuchado):
“que nos amemos los unos a los otros, tal como nos lo mandó”.

Se cierra este fragmento de la Primera de San Juan ratificando
que la clave de la permanencia
está en los Mandamientos
guardarlos es permanecer en Dios
                                                        y Dios en nosotros.
Amarnos los unos a los otros ¡es Mandamiento!


La doxología de toda esta liturgia
está concentrada en el Salmo:
Se refiere a una era futura,
                                           cuando los desvalidos comerán hasta saciarse;
es doxa y es profecía,
                                   anuncia una era de alabanza
                                                               de recordación
                                   tiempo adecuado para postrarse,
                                                                 para inclinarse
                                                                 para alabar.
Aun cuando seguimos en estadio de seminario
ya llegó la hora de la alabanza, de cantar enhorabuenas,
de loar su Santo Nombre,
de trasmitirle a las generaciones futuras
                                                                confianza y seguridad en su Justicia.
¡Estamos en la edad de vivir totalmente adheridos a Él!
«Dios es amor,
y quien permanece en el amor permanece en Dios
y Dios en Él» (1 Jn 4, 16).                  

           




domingo, 22 de abril de 2018

LO QUE SOMOS



Hch 4, 8-12; Sal 118(117), 1. 8-9. 21-23. 26. 28-29; 1Jn 3, 1-2; Jn 10:11-18

Si toda su obra hubiera terminado definitivamente en el patíbulo de la cruz, la muerte habría sido el fracaso de su persona, de su buena nueva, de su mensaje y la desaprobación de Dios.
Virgilio Zea

El discurso de “Buen Pastor” que nos presenta Juan
Apunta, para nosotros, en la doble dirección
del ser y del deber-ser.

¿Cómo es el Señor?
¡Él es bueno, es eterna su Misericordia!
Ahí tenemos la definición de “Buen Pastor”:
Es bueno y su Misericordia es eterna.

Hoy nos encontramos con una serie de oposiciones,
De las cuales queremos resaltar sólo dos:
Dueño-Mercenario y Pastor-Lobo.

¿Qué caracteriza al lobo? robo y dispersión.
¿Y al Pastor? Cuidado y reunión,
Él lucha por lograr reunir su rebaño,
El verso 16 de Juan 10, nos habla de esta ansia de unidad:
“También tengo otras ovejas,
que no son de este redil;
también a ésas las tengo que conducir
y escucharán mi voz;
y habrá un solo rebaño y un solo pastor”:
Poder de reunir, de unificar, de restañar separaciones,
Poder anti-dispersivo.


Podríamos añadir una tercera oposición:
Buen Pastor-Mal pastor, a este último lo define, abandonar y huir.
al Buen Pastor lo explica la palabra “acompañar”,
porque el Buen Pastor acompaña,
con un acompañamiento que es cuidado, defensa, protección,
vigilancia contra los Malos que pueden acechar;
Un pastor “cuida” un rebaño.
Esa es la definición de pastor, “cuidador de ovejas”.
El verbo que se usa siempre es CUIDAR.
¿En qué consiste ese cuidado?
Las lleva donde hay pastos abundantes,
las lleva a abrevar en fuentes de aguas limpias y sanas;
pero, especialmente
–y esta es la tarea protectora más importante del PASTOR-
 las defiende de las fieras que las pueden atacar y devorar.
El Evangelio nos ilumina aclarando que acompaña
porque “le importa” pero, vean lo profundo que es ese “importarle”,
en ese “interés” ya está presente el amor.

El amor no puede ser “mercenario” –aquí viene el asunto de esa oposición,
que marca una diferencia esencial- uno nota enseguida pronuncia la palabra
(que proviene de “mercancía” -por vía del latín: merx-
y profundizando su estudio nos damos cuenta
de la relación con la palabra latina merces
que significa “paga”,
                                   que el amor no se paga, ¡no se puede pagar!
                                   en el sentido que “ni se compra ni se vende”
no puede ser objeto de comercio);
amor que se comercializa
                                          indefectiblemente
se corrompe –aún más- se prostituye.
¡No puede ser amor “negociable”
el que lleva el Buen Pastor en su pecho!
“Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los jefes”


Detengámonos otro instante en ese interés-amoroso que motiva al Buen Pastor,
lo podemos captar y dimensionar mejor sí nos fijamos
en la expresión que usa Jesús para caracterizarlo: “da su vida”.
Va más lejos este amor: da la vida voluntariamente,
Al mirar la forma en que dio la vida el “Buen Pastor”:
                                                              Lo traicionan,
                                                               Lo apresan,
                                                               Lo torturan,
                                                               Lo crucifican,
                                                               Lo matan.
                                                               Así da la Vida.
Uno podría pensar que se la están arrebatando a la fuerza,
pero en la mansedumbre con la que va al “matadero”
se reconoce la voluntariedad de su entrega.
(Habría podido huir, ocultarse, o armar a sus discípulos,
habría podido concentrarse en entrenarlos en el uso de las armas
para –llegado el momento- tomar el poder y hacerse rey,
o, por lo menos, cubrir la retirada…)
pero está este rasgo neto,
                                          no hace nada por salvar su vida,
es más,
             podríamos aseverar que ¡hace todo para entregarla!

Bajemos más profundo: Él, Jesús, Dios-Salva,
“Da la vida” como cumpliendo un encargo,
                                                                     no para en dar la vida,
su Misión no tiene conclusión en el episodio mortal,
su Misión se extiende al episodio-inmortal,
Él recibió un Mandato”: que no termina en dar la vida,
ha recibido “poder para recuperarla”.

¡“Resucitar” es consustancial con “Buen Pastor”!
¡La Misericordia no es mortal, sino Eterna!
El Amor de Buen Pastor es Amor Misericordioso.


“Buen Pastor” no habla de ovejas temerosas,
No habla de vivir arrinconado en el aprisco (el lugar donde se vive
apretado –so pretexto de seguridad- esa palabra está emparentada
con la palabra “opresión”, “explotación”,
 y más atrás con la palabra  “garrote”, “a palo”);
Tiene mucho más que ver con la palabra “abrigo”
Que deriva de abrir, que en su origen se refería a abrir la ventana
para calentarse bajo el rayo del sol, y que con el correr del tiempo
pasó a significar “defender del frio”:
el Buen Pastor defiende, que es lo contrario de apretujar para oprimir.

El Buen Pastor infunde seguridad, nos anima a salir,
nos hace sentir reconfortados, eximidos del mal,
de todo daño:
          “En paz, Señor, me acuesto / y duermo en paz,/
                       pues sólo Tú, Señor,/ eres mi tranquilidad.//

Aceptar y reconocer la Resurrección
no consiste solamente en declararla,
no basta afirmarla de palabra,
hay una consecuencia, una implicación que acarrea compromiso,
y este compromiso significa nuestra vida coherente
con sus Mandamientos.
¡La Resurrección hay que vivirla!


Vivir el testimonio de la Resurrección
es la manera que tenemos los discípulos de Jesucristo
de vivir a la manera del Buen-Pastor,
“Miren que amor nos tiene el Padre”:
en eso consiste nuestra fe,
así alcanzamos el llamarnos hijos de Dios
y ¡lo somos!
sí vivimos según su Buena Nueva.

sábado, 14 de abril de 2018

USTEDES SON TESTIGOS DE ESTO



Hech. 3, 13-15. 17-19; Sal 4, 2. 7. 9; 1Jn 2, 1-5; Lc 24, 35-48

Las manos y los pies marcados por los clavos, muestran la identidad del Resucitado con el Crucificado, la continuidad histórica entre la cruz y la resurrección.
Silvano Fausti

… una evangelización que toque los corazones, que deslumbre las mentes, que dé vigor a las voluntades arrugadas. Una nueva evangelización donde el ser mero “informador” ya no “vale”, sino ser “testificador”… con Teresita de Jesús diremos: “en el corazón de mi Madre la Iglesia yo seré el amor”.
Emilio L. Mazariegos


¡Tenía que cumplirse toda la Escritura!
¿Qué sentido tiene ese cumplimiento?
Las Lectura del Domingo Tercero de Pascua nos lo dicen:
En la Primera, San Pedro concluye:
“arrepiéntanse y conviértanse para que se borren sus pecados”.
En la Segunda, San Juan nos conmina: “No pequen”
y hace explicita la propuesta: “Guarden su Palabra”,
refiriéndose a los Mandamientos de Jesús,
esa es la Propuesta, en la fe de Jesucristo.
El Evangelio da el sentido con enorme claridad:
“En su Nombre se proclamará la conversión”.
¡Si, el gran sentido de seguir al Señor es la metanoia!


El discipulado real, al que nos llama la Escritura,
no se centra en asistir a la Asamblea de los creyentes,
tampoco en la celebración de ritos y liturgias sacramentales.
¡No! El discipulado consiste en convertirnos,
lo otro, nos refuerza, nos vitaliza, nos dinamiza
en vinculo de amor comunitario con los otros creyentes,
pero la sustancia prima es la transformación profunda
que lleva el corazón de piedra a transformarse en corazón de carne.
Aclaramos, no se trata de lo uno o lo otro,
Nuestra vida de fe abarca todo eso y más,
pero no se puede disimular el eje y ese es arrepentirse y no pecar más.

Hay muchos intentos de convertir la fe en aeróstato,
mantenerla flotando lejos del suelo,
en cierto sospechoso alejamiento,
de la misma ralea de la indiferencia;
convirtiéndola en asunto de fantasmas,
en puro espiritualismo:
ellos quieren volvernos “el credo” un asunto definitivamente inmaterial.

Con esa mirada,
todas las criaturas son depravadas,
sólo es puro, lo que es “puramente” espiritual.
Con ese credo, Jesús-Resucitado,
No comería, no se le podría tocar,
                                                       lo que sería más grave,
según esos,
                   a Quien vieron los discípulos,
                                                                   no era a Jesús,
sino a cualquier otra persona,
                                               en la que ellos creían  descubrir al Señor.



Los evangelios del Segundo y el Tercer Domingos de Pascua
lo que nos dicen es todo lo contrario:
Las llagas se pueden tocar,
                                               la mano se puede meter en la herida del costado,
“Miren mis manos y mis pies”, “¡tóquenme!”, “un espíritu no tiene carne
y huesos como ven que tengo yo.”

¿Cuál es el mensaje que promueve este Crucificado-Resucitado?


Jesús el Dios-que-vive, no está en otra dimensión,
Se ha quedado a caminar nuestras calles,
a vivir en nuestros hogares,
a visitar nuestras familias.

Papa Francisco -lo único que hace- es visitar los sitios que Él visita,
trata de cogerle el paso, no puede porque Jesús es muy joven
y camina muy rápido:
Hospitales, cárceles, comedores de pobres, colonias de refugiados,
Desplazados, indigentes, enfermos desesperados.
Allí va Jesús.
De vez en cuando visita nuestros Templos también
¡Y muchas veces querrá voltear las bancas!
Anudar cuerdas y repartir rejo a diestro y siniestro.
¿Cuántas veces habrá querido gritar de nuevo?:
“No hagáis un mercado de la casa de mi Padre,
No la convirtáis en “cueva de ladrones” …


Sigue entrando en el templo y ve –aquí o allá-
alguna viuda que sigue depositando en el cepillo su pobre monedilla,
la que a ella le hace falta para poder comer.

Sin duda, que abrazará niños, en tantos lugares, en sitios de masacre,
y allí donde se bombardea.

Talvez se arriesga a ir allí, para morir de nuevo víctima del fuego cruzado,
o de una esquirla de granada. (No es que se necesite un nuevo Sacrificio,
el Cordero ya fue inmolado, de una vez por todas).

¡Sí señor, si señorita!,
De carne y hueso, no es puro espíritu,
                                                              no necesita volver a subir a la cruz,
pero de tarde en vez
                                   otra vez muere,
                                                             de nuevo se desangra
su solidaridad con el ser humano perdura.

Lo que nos muestra todo esto
es que la Resurrección tiene alcances insospechados,
no es una medallita aséptica que funciona muy bien en vez de prendedor…
es un objeto -para muchos incomodo- donde se enredan los dedos,
                                                                                                             y tal vez sangran,
en vez de sangrar los del Divino Maestro.

Me preguntó, ¿cuantas veces me habrá preparado el desayuno
para ofrecerme después de mi jornada de pesca?
¿Cuántas veces habrá horneado el pan que me alimenta?


¡Permanece atento a nuestra Conversión!
Nos sigue aguardando, con su misericordiosa-paciencia,
allí, sentado a las puertas del sepulcro,
aunque lo sigamos confundiendo con el hortelano,
y sí que es, no sólo el hortelano, sino el Dueño del Jardín del Edén.

Gloria al Padre,
Gloria al Hijo
Y Gloria al Espíritu Santo.
Como era en el Principio, Ahora y Siempre por los Siglos de los Siglos. Amén.