Gl
1, 6-12
Se
cree que la Carta fue escrita por allá en los años entre el 54 y el 57.
Dirigida a los Gálatas -que culturalmente provenían de los Frigios que
habitaban la región y de los Celtas (que era el nombre que les dieron los
griegos y que los Romanos llamaron Galos)- se les tenía por apáticos,
excesivamente calmados, por muy ignorantes, y, que lo único que los movía eran
sus degradantes rituales. En el año 25 a.C. Augusto creó allí la Provincia de
Galacia y la ordenó, para su control administrativo, en tres zonas: Pesino,
Ancira y Tavio; a la Galacia romana se le añadieron las ciudades de Pisidia,
Isauria, Panfilia, Lacaonia, Paflagonia y el Ponto galático. Estas comunidades
a las que se les remite la carta, estarían situadas, pues, en la región donde
hoy queda Ancara, la capital de Turquía. Su lengua nativa era el celta que se
mantuvo hasta el imperio bizantino, y el griego que era la lingua
franca de la época, que
se impuso por motivos comerciales; (de Frigia proviene el gorrito que está en
la franja central del escudo de Colombia, y también en el escudo argentino, lo
llevaban los habitantes de frigia, estaba hecho de lana o fieltro, con una
forma cónica y una punta inclinada hacia adelante, el gorro frigio evolucionó
para convertirse en el pileus, un gorro similar que se les daba a los
esclavos libertos como símbolo de su manumisión. Este acto de otorgar el pileus
a un esclavo liberado se convirtió en un poderoso símbolo de libertad y
derechos civiles y los franceses -durante la revolución- lo habrían adoptado como
simbología libertaria y de su lucha por la igualdad). Bueno, nos estamos
desviando de la cuestión.
Según
nos informa esta Carta, fue Pablo quien les anunció el Evangelio, y si lo
cruzamos con las informaciones que se nos proporcionan en los Hechos de los
Apóstoles San Pablo habría pasado por allí en su segundo viaje (Hch 16,6), y
habría vuelto a visitarlos, en el tercero.
Las
comunidades habían recibido y acogido el Anuncio con entusiasmo, -se trataba de
Comunidades no judías- de origen pagano. Hasta que llegaron por allí unos
judeo-cristianos (cristianos judaizantes) que quisieron imponerles:
-La circuncisión
-Las fiestas y los horarios que se
observaban entre los judíos
-La dieta Kosher
-Y abstenerse de cultos idolátricos
Vamos
a trazar un mapa muy sencillo de la Carta, que nos ayudará a visualizar en
contextos, las perícopas que vamos a leer en estos 9 días (desde hoy, lunes 7
de octubre, hasta el 16 de octubre; exceptuando el Domingo 13) días en los que leeremos
esta carta como Primera Lectura. La dividiremos en cinco sesiones así:
1. Saludo Introductorio
1, 1-5
2. El evangelio que
les anunció San Pablo 1, 6 – 2,21
3. La Fe en Dios nos
hace libres 3,1 – 5,12
4. Velar por la
libertad para no perderla 5,13- 6,10
5. Un como epilogo
conclusivo 6,11-18
Ni
de la introducción ni del epilogo nos ocuparemos en absoluto. Pero de los otros tres numerales tendremos
una muestra significativa en la liturgia de esos nueve días.
De
esta primera perícopa -la que se proclama hoy- queremos destacar con cuatro
reflectores fundamentales:
1. San Pablo les
predicó el único Evangelio verdadero y confiable.
2. Aparece una palabra
de origen griego ἀνάθεμα “anatema”, que eran figuritas ofrecidas
como sacrificio a las deidades paganas, por ser gestos de idolatría estaban
“malditas”, eso es lo que significa anatema, o sea un “traidor al único
verdadero Evangelio”. Quienquiera que viniera a predicarles otro “evangelio” no
era más que un falsario proscrito, un “desterrado de Dios” (podríamos
descomponer la palabra anatema en: ana “contra” y thema “materia
principal). En general, podríamos traducirla por excomulgado.
3. Pablo pone sobre la
mesa el tema de la fidelidad a la trasmisión del Anuncio evangélico y deja muy
claro que no es una cuestión demagógica de tener contento al auditorio. Lo que
hay que hacer es -con un celo teológico- ser fieles a lo que se nos ha Revelado.
4. La enseñanza que
Pablo está trasmitiendo no es un producto de la “creatividad” humana, no es una
invención, sino una Revelación que Dios entrega y que nos la dio por medio de
su Hijo Jesucristo.
Sal
111(110), 1b-2. 7-8. 9 y 10c
¿Qué
significa que el Señor recuerda siempre su Alianza? Quiere decir que Él
no es voluble, que su amor y su compromiso son inquebrantables, que cuando Él
se decidió a amarnos fue una decisión de una vez por todas, Él, que es eterno,
es Fiel a sus empeños, no nos va a fallar, su vínculo con nosotros es
inalterable. Nos podemos fiar de sus promesas.
Es
una oración comunitaria. Se convoca para este ruego a todos los que siguen con
rectitud las pautas de la Revelación. No está orando el salmista solo, sino que
se une a la Asamblea de los Justos. Son todos los que comulgan con el Proyecto
del Reino que entrelazan sus ruegos para -en cadena de oración- garantizar que
su Súplica se alce hasta el Trono del Omnipotente.
No
es la cantidad de personas, sino el enorme poder de todos los corazones que se
vuelven al Cielo para rogar. Son como peldaños en una escalera de amor, cuantos
más peldaños juntos, más cerca estarán de YHWH.
Esa
fuerza se parece en algo y en mucho, a una orquesta sinfónica, que no es que
hagan más ruido, sino que lo admirable es como encajan todas las notas, en una
cooperativa de amor y -en particular-por la armonía que generan.
Cada
“músico” aporta, no solo un trocito de su corazón, sino que cada instrumento
aporta y se da por entero. Así que es un muro o una escala de muchos corazones
entregados y compenetrados con la misma causa, con la misma longitud de onda,
con un solo corazón y una sola alma.
Esta
asamblea, orante, es propiamente lo que se llama Iglesia, todos los convocados
para amar al Señor y alzarse enamorados en punta de pies para sentirlo cerca.
Pero
hay que poner un esfuerzo intensivo: hay que estudiar. Imaginemos un
concertista y las largas y trasnochadas horas que consagra a prepararse sobre
la partitura que a él le corresponde, para que luego pueda aportar su parte al
“concierto”.
Esta
partitura -en particular- está escrita en clave de Justicia y en clave de
Verdad, porque toda la obra es un concierto cuya armonía la ha estructurado el
propio Dios, con los lineamientos que Él nos ha regalado.
¿Cómo
se llama esta obra tan majestuosa?: “Redención”. ¿Quién es el público que la
disfrutara? Su pueblo, con el que ha sellado Su Alianza. ¡Quién es El
Remitente? Alguien que merece Alabanza Eterna y cuyo Nombre es “Sagrado” y
“Temible”, temible en el lenguaje hebreo es “Digno de Toda Reverencia”, no
tiene nada que ver con “llenarse de miedo” sino de “Profunda Devoción”
Lc
10, 25-37
Y lo que es tremendo es
que sean motivaciones religiosas las que impidan la proximidad. Y que, sin embargo,
de un hombre, considerado como hereje y excluido, proceda la cercanía y la
misericordia.
Pedro Jaramillo Rivas.
Tenemos
hoy la maravillosa “Parábola del Samaritano”. La experiencia nos lleva, en
primer lugar, a mirar a estos dos personajes que pasaron de largo: El Sacerdote
y el Levita. A uno le parece raro, porque ellos debían haber sido un verdadero
ejemplo de “Compasión”, y en la parábola, son todo lo contrario.
Recordemos
que son dos personajes típicos del judaísmo, que les estaba prohibido
rotundamente tocar a alguien que estuviera ensangrentado, porque quedaban
automáticamente “impuros”. Esta era impureza ritual, en esas condiciones no
podían ejercer ninguna función “ritual”, es por esto que dan un rodeo y pasan
de largo.
Jesús
hace en esta parábola una crítica muy fuerte a una religión que pone otras
cosas por encima del valor de la persona. Una religión así es una religión que
deshumaniza, que no entiende ni la fraternidad, ni la solidaridad y mucho menos
la sinodalidad. Una religión que puede dejar de ver a cualquier ser humano como
un “hijo de Dios” no es una religión verdadera. Fraternidad, Solidaridad y
Sinodalidad se inter-compenetran y forman la “Projimidad”.
Fijémonos,
religión es lo que restablece la ligazón que se ha reventado, los vínculos que
se han deshecho: Nosotros tenemos necesidad vital de tener un claro y fuerte
vínculo con “El de Arriba” (Madero vertical de la Cruz) y con todos los
hermanos y todas las criaturas, hermandad que hemos adquirido en cristo Jesús
que nos ha limpiado con Su Sangre y nos ha revestido de Blanquísima Limpieza
(Madero Horizontal). Si la religión no re-liga, entonces no es una verdadera
religión.
Muchas
veces los pretextos que ponemos parecen sacar “la falta de compasión” del
terreno religioso (ojo, ¡parece! Pero no es así, todas nuestras acciones, así
no parezcan estar relacionadas con Jesús, nos desenmascaran como falsos
creyentes o nos dan la oportunidad de acercarnos y ratificarnos como
“discípulos”). Por ejemplo, decimos: “es que es peligroso”, o “uno no sabe si
piden para drogarse”, otras veces decimos “eso le corresponde al gobierno”, o
“dejemos que las monjitas hacen una labor muy bonita en ese sentido”, o “he
oído de una fundación que los atiende y son especialistas”. Y, damos la vuelta
y pasamos de largo. Y, aun cuando nos pongamos las gafas oscuras, en el fondo
sabemos que ¡es Jesús quien tiende la mano!
Projimidad
es lo que nos propone Jesús si queremos alcanzar la Vida Eterna. Porque esa es
la manera de.
- Amar a Dios con
todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas y con toda
nuestra mente.
- Y al prójimo como
se ama uno a sí mismo.
Si
el “maestro de la Ley” le dijo a Jesús que había contestado “correctamente”,
quiere decir que él ya sabía la respuesta, y se ratifica, que este tipo de
preguntas sólo se hacen para “poner a prueba” a los demás, y en este caso -como
nos lo advierte Lucas, quería poner a prueba a Jesús como Divino Maestro. Si lo
sabe, ¿por qué pregunta?
¿Por
qué el samaritano no tenía estos bloqueos? Porque la religión samaritana no
había cogido por ese derrotero, no tenía tantos “cuadritos” y era capaz de
sacar a relucir toda su “humanidad” todo el poder que cada uno de nosotros
lleva en el corazón para hacer propio el dolor de los demás.
La
fe no consiste en prender muchas velitas o rezar muchas novenas, sino en
descubrir a Jesús que muchas veces está allí tirado y ser libre y creativo para
servirlo en Su Santo Nombre. Recuerdo aquella religiosa que atendía a los
“sufrientes” en un hospital de misión en tierra inaccesible y le escribía a su
confesor que llevaba mucho tiempo sin recibir a Jesús
Eucaristía
y su guía espiritual le hacía notar que ella todos los días lo sostenía en sus
brazos.
Que
nos quede radiante la consigna, reverberando en nuestro corazón: ¡Ve y haz tú
lo mismo!
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