lunes, 31 de diciembre de 2018

ΘΕΟΤΌΚΟΣ = DEÍPARA


 
SANCTA DEI GENITRIX
(θεός, Dios - τόκος, parto)
Num 6, 22-27; Sal 67(66), 2-3.5.6.8.Ga 4, 4-7; Lc 2, 16-21

ἡ δὲ Μαριὰμ πάντα συνετήρει τὰ ῥήματα ταῦτα συμβάλλουσα ἐν τῇ καρδίᾳ αὐτῆς
Pero María lo conservaba y meditaba todo en su interior
Lc 2, 19

1
De Santa María se dice en la Carta a los Gálatas –Segunda lectura de la liturgia de hoy: "Cuando se cumplió el plazo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley", cotejamos con otras versiones, donde se lee “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Ga 4, 4), no es mucha la diferencia; Ella, pues, ha sido quien se ha encargado de darle un cuerpo al Verbo de Dios hecho hombre. La Santísima Virgen está en la base misma  del proceso de dar ser-histórico a Quien –de Suyo- había habitado por Naturaleza, la Eternidad; abriendo y destrabando con su Fiat las compuertas de la Salvación.  Esta participación de lo humano en la Encarnación ya ennoblece al ser humano y dignifica en grado sumo a la mujer. Ya hemos visto que Jesús gustaba llamarse a sí mismo “Hijo del hombre” queriendo resaltar con ello su plena humanización; pues es la aquiescencia de María lo que permite que Jesús pueda asumir la plenitud de nuestra naturaleza ya que es indispensable que todo lo humano sea asumido para que todo lo humano pueda ser redimido, para que todo lo humano sea verdaderamente salvo.

La Iglesia acepta este "misterio" consignado también en el texto de un antiguo himno "Él a quien todo el universo no podía contener, fue contenido en tu matriz, Oh Theotokos". «Aquellos que insisten en que en Él  no hay otra cosa que un hombre engendrado por José permanecen en la esclavitud de la desobediencia antigua y en ella mueren no habiendo alcanzado  la comunión con el Verbo de Dios Padre, y no han tomado parte en la libertad que nos viene por el Hijo, según lo que Él dice de sí mismo: “Por tanto, si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente Libres” (Jn 8,36). Al ignorar al Emmanuel nacido de la Virgen (Is 7,14)  se privan del don que Él nos hace, que es la vida eterna; no habiendo recibido al Verbo de la incorruptibilidad eterna, de la incorruptibilidad, de la muerte, por no haber acogido el antídoto de Vida.»[1]


Al celebrar la Madre de Dios, en griego, Theotokos. Madre de la Contemplación, de la Adoración, de la Vida Mística; por cuya intercesión ponemos nuestra vida y las primicias del 2019 en las Manos de Jesús, en las del Providente Dios-Padre y en las de su Esposo, el Espíritu Santo: “En este primer día de un nuevo año pedimos sólo que nos sea dado adorar tu Presencia, Niño Dios, en este amanecer de nuestro calendario humano, dejando que Tú guíes los acontecimientos de nuestras vidas y de la vida del mundo. Te pedimos solamente, Niño Dios, que nos concedas tener una fe profunda que se sienta satisfecha con mirarte y sonreírte silenciosamente, para prepararnos desde ya a tener corazones vacíos de  palabras y capaces de acoger gozosamente las tuyas cuando, al encontrarnos nos hables: Madre del Señor, ven con tu Hijo a nosotros, a pesar del frío y la indiferencia del mundo, nuestro corazón tendrá –tanto para Él como para Ti, un cálido refugio”[2]

2
Fue en el 431, durante el Concilio de Éfeso que se proclamó solemnemente la Maternidad de Dios en la Maternidad de María al dar a luz a su Hijo Jesucristo-Nuestro-Señor. Con frecuencia saludamos a Santa María-siempre-Virgen con una antiquísima oración titulada Sub tuum praesidium que viene en la Liturgia de las Horas y que data del siglo III, al parecer tuvo su origen entre los Coptos, aun cuando el papiro que se ha recobrado está en griego: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios: no desoigas las suplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos de todo mal y peligro, oh siempre Virgen gloriosa y bendita”.

Debemos al eminente papirólogo de la Universidad de Oxford Edgar Lobel el descubrimiento de un papiro, cerca de la ciudad de Oxirrinco Según los registros históricos, es en esta oración, donde por primera vez hace su aparición este apelativo dirigido a Santa María: Θεοτόκος. que para el siglo IV ya se había hecho frecuente tanto en Oriente como en Occidente. Aquí la palabra aparece en modo vocativo: Θεοτόκε. Lobe dató este papiro en el 250 de nuestra era.

Gabriele Giamberardini, pionero especialista en el cristianismo primitivo egipcio,  en un documentado estudio, ha mostrado la presencia del tropario (himno bizantino) en los más diversos ritos y con diversas variantes que se encuentra, inclusive en la liturgia latina.

Fue Nestorio, en el siglo V quien puso en entredicho la expresión Teotokos, proponiendo la limitante de Christokos, es decir, sólo Madre de Cristo; para Nestorio habían dos personas: por una parte el Verbo, y por otra, bien distinta, Jesús; murió en la cruz –según Nestorio- Cristo, más no el Verbo, una presencia especial de Dios en la humanidad de Cristo, como en un ser santo, como en un templo. Viene aquí, la contra-posición, la de San Ignacio de Antioquía y San Cirilo de Alejandría, que devino la del Concilio de Éfeso, aclarando que en Jesucristo hipostáticamente (ύπόστασις) conviven –desde la concepción- El Verbo y el hombre. Teotokos es, pues, la Madre del Verbo Encarnado. No se debe leer como si María fuera Madre de una sola de las entidades, puesto que no encontramos dualidad en Jesucristo, en Él está el hombre y está Dios; al nacer, nacen unificadamente Dios-y-Hombre, por eso podemos predicar que María es tanto Christokos como Theotokos. Simultáneamente ambos. Al decir de San Agustín: “Si la Madre fuera ficticia, sería ficticia también la Carne (…) y serían ficticias las cicatrices de la Resurrección” (Tratado sobre el Evangelio de Juan 8,6-7).

«María no le dio a su Hijo Jesús la divinidad, pero bien podemos decir que es madre, no solamente de su carne, sino de la persona que engendra, que en este caso singular es la persona única de Dios hecho hombre. María, la madre de Jesús, es Madre de Dios.»[3]

3
Bueno, hoy la Santa Madre Iglesia, para iniciar el Año Calendario, celebra la fiesta de Santa María Madre de Dios, Θεοτόκος. Vayamos a las lecturas señaladas para esta liturgia. La primera cosa que notaremos es la -prácticamente total- ausencia de la Theotokos en ellas. Podríamos decir que se la nombre dos veces, una de manera directa y la segunda de forma indirecta, a esta ya nos hemos referido, se trata de la mención hecha sobre ella en la Carta a los Gálatas 4, 4. La mención directa se hace en el Evangelio de San Lucas: «Fueron aprisa y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre» Lc 2, 16. Y eso es todo. El protagonismo en la perícopa del Evangelio se lo llevan los pastores.

«La familia de María estaba lejos, allá en Nazaret. El niño nació, fue envuelto en unos pañales y dejado en un pesebre sobre la paja (cfr. Lc 2,7). Los pastores vinieron a hacerle una visita (cfr. Lc 2, 8-12). No apareció ninguna persona importante en la cueva. Sólo gente pobre. Todo pobre… Solamente la gente pobre como los pastores y la gente humilde como los magos pueden tomar en serio esta noticia y creer en ella.»[4]

La palabra que aparece en el Evangelio de San Lucas, en el capítulo 2, en los vv. 8. 15.18. 20, es Ποιμένες  pastores; como se puede ver, son mencionados cuatro veces, y toda la perícopa gira en torno suyo. ¿Qué es lo que hacen? Reciben un anuncio y se dedican a difundirlo δοξάζοντες καὶ  αἰνοῦντες, es decir, actúan como misioneros evangelizadores. Eso es lo que encontramos en el Evangelio de hoy.

Abel, Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, David figuras especialísimas de la Sagrada Escritura eran pastores. Los pastores se caracterizaban porque eran seminómadas, vivían  trasladándose de un lugar a otro, en  busca de agua y pastos para sus rebaños. Además, debían proveer un lugar seguro para sus rebaños, los pastores tenían que proteger a sus ovejas de los ladrones y de los animales tales como los lobos, los leones y los osos  y prevenir que se apartaran del rebaño y se perdieran.

La palabra "pastor" se usa con frecuencia en el texto bíblico para designar a la dirigencia: los sacerdotes y gobernantes, los escribas y la clase acomodada. Los profetas Isaías, Ezequiel y Zacarías reprendieron duramente a los dirigentes de Israel, y los compararon con pastores despiadados, insensibles, codiciosos, que conducían a la perdición a los que estaban bajo su cuidado, y se aprovechaban de ellos expoliándolos hasta la muerte.

Con frecuencia, también, se designa al propio Jesús como un Pastor que conduce y cuida de sus "ovejas" con ternura, bondad y fidelidad. En el capítulo 10 de San Juan, Jesús se llama a sí mismo “el Buen Pastor”, dispuesto a dar su vida por sus ovejas (Jn 10, 11-15). Por otra parte, las ovejas llegaban a identificar de tal forma a su pastor, que lo reconocían y sólo respondían a su voz.

Identificamos a los pastores con los Anawin, con los “clientes” de Jesús; Él siempre estaba rodeado de enfermos, leprosos, jorobados, cojos, inválidos. Los pastores aparecen en las pinturas egipcias frecuentemente como seres miserables, sucios y barbudos, desnudos y medio muertos de hambre, a menudo deformes y rengos.

Emilio Mazariegos define quienes son estos pastores: «La gente. La buena gente. Lo que no tiene nombre. Lo perdido. Lo que no se da importancia. La gente. Los del montón. Los de la noticia. La gente. Los de corazón sencillo y humilde. Aquellos que hicieron temblar el corazón de Jesús de gozo. Aquellos que se sienten bien al lado de un Nazareno, un don nadie. Aquellos que le buscan porque lo necesitan. Aquellos que comen el pan de cada día.

En la noche de la historia los testigos fueron una buena gente, los pastores. Gente despreciada, gente tenida por marginados. Fueron testigos de la Buena Nueva, de la Gran Noticia, los que vivían despojados de todo –en eterno éxodo- los que dormían al sereno de la noche. Fueron testigos del don de María al mundo los que tenían el corazón lleno de estrellas, como las que cubrían su cuerpo, los que estaban acostumbrados a ver la luz en la oscuridad de la noche.


En la noche escucharon la Gran Noticia. Y en la noche les llovió paz. Paz porque eran buena gente. Paz porque ya la llevaban en su corazón sin poderes. Ellos descubrieron la nueva Estrella, el Mesías esperado.»[5] En esta fecha la Iglesia nos convida a la Jornada Mundial de Oración por la Paz.

«Así, para designar a sus pastores, Lc tomó como modelo a los misioneros cristianos. Se convierten entonces en modelo de lo que todo cristiano tiene que hacer en el mundo.»[6]

4
Escasa, muy escasa mención de la Virgen María en las lectura de esta liturgia si se tiene en cuenta que estamos celebrando la fiesta de la Madre de Dios. Estábamos revisando el Salmo correspondiente, el 67(66) “Que te alaben todos los pueblos”, se trata de un salmo para pedir bendición; se dice sobre este salmo que «desarrolla la formula ritual de Num 6, 24-26 por la que los sacerdotes ponían el “nombre de Dios sobre los hijos de Israel “para que Dios los bendijese»[7] El Padre Eliécer Sálesman dice sobre este salmo que es un salmo verdaderamente misionero. Nos hemos topado con la siguiente glosa: «Si yo fuera un ermitaño en una cueva, podrías hacerme a un lado; pero soy un cristiano en medio de una sociedad de hecho pagana. Soy tu representante, tu embajador aquí abajo. Llevo tu Nombre y estoy en tu lugar. Tu reputación, por lo que a esta gente se refiere, depende de mí. Eso me da derecho a pedir con urgencia, ya que no con mérito alguno, que bendigas mi vida y dirijas mi conducta frente a todos estos que quieren juzgarte a ti por lo que ven en mí, y tu santidad por mi virtud. Bendíceme, Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu Iglesia, danos a todos los que invocamos tu nombre una cosecha abundante de santidad profunda y de servicio generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben por ellas.»[8]

El salmo nos dio la pista: Entonces entendimos que la liturgia tiene un eje misional. Se refiere a ese papel de representantes, de embajadores “aquí abajo”, está en la urgencia de que transparentemos a Dios, que vivamos Jesusmente –valga decir- a la manera de Jesús, con el fin de que su Nombre sea Santificado. Se cumple en la figura de los pastores y de la función que cumplen en el relato del Evangelio. Miremos ahora, cómo está lo misional en la Madre de Dios.

5
Félix Moracho dice: «Dios fue enteramente libre para escoger a la madre de su hijo. ¿A qué María escoge Dios, de entre tantas mujeres, para madre de su hijo hecho hombre? ¿A qué “señora” elige? A una mujer judía, María pertenece al pueblo judío, un pueblo pequeño, entonces pobre, colonizado y ocupado militarmente por el Imperio romano (Lc 2, 1-7) María es de una región, Galilea, despreciada por los de la capital (Jn 7, 52) de un pueblito del que se dice “¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 3,46). A una mujer pobre. Esta es la realidad. Dios no escoge a una princesa, una persona importante. Lo podía hacer. Pero María ni siquiera es la esposa de un sacerdote judío (y había 7.200 en aquella nación tan pequeña), ni de un doctor (escriba), ni siquiera de un piadoso fariseo. Mucho menos es la mujer de un hacendado, ganadero o comerciante judío. De una mujer pobre nació el Hijo de Dios en la tierra. A una mujer de pueblo. La madre de Dios es María de Nazaret, un pueblecito pequeño, más bien un caserío. Es una mujer campesina. Como su hijo Jesús “el de Nazaret” (cfr. 1, 45-46) nació y vivió pobre en medio de su pueblo. Da a luz a su hijo en un establo y no tiene otra cuna para él que un pesebre de animales (Lc 2, 7-19).»[9]

Su cuna es un pesebre, φάτνῃ [fatné] dice el original griego; la palabra en español es de origen latino, viene de praesepe que significa establo, pesebre, caballeriza, corral, cuadra, cercado o lugar cerrado en que se recoge el ganado, cuadra. Formado por el prefijo prae  por delante, más el sustantivo saepes, que significa recinto, cerca, cercado.

María dejó que Jesús tomara forma en su vientre y también en su corazón, en todo su ser, meditando hondamente lo que Jesús hacía y decía, dos formas de palabra ῥῆμα, palabra hecho vida y palabra verbal (palabra pronunciada y palabra sucedida, distingue Etienne Charpentier). Otro tanto hemos de hacer nosotros, ir a Jesús y atesorar συνετήρει con profundidad cada palabra y cada gesto, dejarlos madurar en nuestro corazón συμβάλλουσα y luego, difundirlo, proclamarlo por doquier, procurando desatar hambre y sed de Dios.

Doquiera se presenta María, en cualquiera de sus advocaciones, allí llega Ella, misionera, portadora del Evangelio viviente, viene siempre con el Mesías en sus brazos, siempre nos está indicando “Lo que les diga, háganlo” (Jn 2, 5b). «El don que María hará a este continente es el revelar a Dios que “dispersa a los hombres de soberbio corazón, derriba del trono a los poderoso y enaltece a los humildes”. En pocos lugares de la tierra, María es centro de atención y de esperanza tanto como en América Latina. Desde Guadalupe hasta Maipú, he visto masas inmensas recorrer de rodillas interminables y duros pavimentos, para tocar la imagen de María y confiarle su impotencia frente al sufrimiento.»[10]


“¡Te saludo Madre de Gracia!... Con la Iglesia entera profeso y proclamo que Jesucristo… es el único mediador entre Dios y los hombres: pues su encarnación prodigó a los hijos de Adán, quienes están sujetos al poder del pecado y de la muerte, su redención y purificación. Al mismo tiempo, estoy plenamente convencido de que nadie ha sido llamado a participar tan profundamente como tú, Madre del Redentor, en este inmenso y extraordinario Misterio. Y nadie está mejor capacitado que tú misma, María, para permitirnos penetrar este Misterio de manera más sencilla y clara, nosotros que lo anunciamos y que formamos parte de Él.”[11]

María es nuestro ejemplo de misioneros evangelizadores, aun cuando muchas veces evangelizamos sin palabras. «Es necesario y urgente “plantar viñas”. “Sembrad, segad, plantad y comed de sus frutos”, dice el profeta Isaías. Sembrar y cosechar para dar con abundancia lo que cada uno ha recibido del Señor. Si no somos misioneros no somos plenamente cristianos… Tu testimonio de buen cristiano es fundamental donde te encuentres y tu palabra atenta para anunciar tu experiencia de vida de Jesús a los demás es muy importante.»[12]




[1] San Ireneo, CONTRA LOS HEREJES III,19,1
[2] HIMNO DE NOTRE DAME
[3] Moracho, Félix LA VIRGEN MARÍA ES MARIA DE NAZARET Ed “Tierra Nueva” Quito Ecuador  p.29
[4] Mesters, Carlos. MARÍA LA MADRE DE JESÚS. Ed. “Tierra Nueva” Quito Ecuador. 2001 pp. 38-39
[5] Mazariegos, Emilio L. EN ÉXODO CON MARÍA. San Pablo Santafe de Bogotá. 2da ed. 1997 p. 38
[6] Charpentier, Etienne. PARALEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Estella Navarra 2004 p. 115
[7] Mannati, Marina. ORAR CON LOS SALMOS Ed. Verbo Divino. Navarra España. 1994 p.47
[8] Vallés, Carlos G. sj. BUSCO TU ROSTRO ORAR LOS SALMOS Ed. Sal Terrae Santander España 1989  p. 126
[9] Moracho, Félix Op. Cit. p. 7
[10] Paoli Arturo. LA PERSPECTIVA POLÍTICA DE SAN LUCAS Siglo XXI Editores Buenos Aires Argentina 1973 p. 183
[11] Beato Juan Pablo II
[12] Munera Ochoa, Oscar pbro. LLAMADOS TODOS A LA MISIÓN PERMANENTE. En Revista IGLESIA SINFRONTERAS Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús #341 p.49

sábado, 29 de diciembre de 2018

LA FAMILIA, INSTRUMENTO DE SACRALIZACIÓN


Eclo 3, 2-6. 12-14; Sal 128(127), 1-2. 3. 4-5; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52

Nazaret,… Allí el Señor aprendió a ser abrazado y besado, amamantado y amado, a tocar y hablar, a jugar, caminar y trabajar, a compartir los minutos, las horas, las noches y los días, las fiestas, las estaciones, los años, las expectativas, las fatigas y el amor del hombre. En el silencio, en el trabajo, en la obediencia a la palabra, en comunión con María, José y sus parientes, Dios aprendió del hombre todas las cosas del hombre. El misterio de Jesús en Nazaret es el gran misterio de la asunción total de nuestra vida  de parte de Dios: nos ha desposado en todo, haciéndose una carne única con cada una de nuestras situaciones concretas.
Silvano Fausti

La Primera lectura nos da a conocer la profunda unidad que hay entre padres e hijos ante los ojos de Dios. Los frutos de los padres resuenan en los hijos, los hijos son eco de la rectitud en las acciones de los padres. Uno no cosecha sólo para sí, se cosecha para las generaciones venideras acrecentando honra y riqueza. Poniendo prioridad sobre la mutua honra en el seno de la familia que yace sobre el respeto y el reconocimiento de la autoridad.

Como es sabido la religión judía suponía la peregrinación al Templo en las festividades de Pascua, Pentecostés y Succot, o sea de las “tiendas” o “enramadas”. Estas “subidas” שְׁלֹשֶׁת הַרְגָלִים [Shelóshet Haregalim] traducible como “la triple peregrinación” a Jerusalén, eran marchas procesionales donde los adultos iban por su parte y los niños en otro grupo. Como se iba ascendiendo poco a poco se llamaban también “graduales”. A este fin, se compusieron 15 salmos, denominados precisamente graduales que son los salmos 120-134. El Salmo 128(127) inicia con una bienaventuranza y termina con la expresión, “que lo tengan todo”: Shalom, que traducimos por “Paz”. La bienaventuranza es un pretexto para definir el איָרֵ “temor a Dios”, que -dicho sea de paso- no se habría de traducir así, sino como “reverencia a Dios”. Esta reverencia a Dios consiste –según se establece en el verso 1 del Salmo- en guardar sus caminos, cuidarse de ofenderlo, ¡respetarlo! A continuación alude a la celebración cultual en la Iglesia Domestica, el Banquete familiar en el que se sientan la esposa, los hijos y el esposo. ¿Cómo se manifestará esa bienaventuranza a que nos venimos refiriendo? Por la bendición de Dios desde su Templo, la Ciudad de la Paz, para la familia.

En la Segunda Lectura aprendemos que los elegidos deben revestirse de Misericordia, ser magnánimos, humildes, afables, pacientes y agradecidos; deben soportar a los demás y ser capaces de perdonar siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de Dios perdonador y redentor. Ahora bien, el compromiso por excelencia es el amor, quienes han sido elegidos viven el amor que liga los seres en la suprema unidad. Se retoma el concepto hebreo de Paz para que ella embalsame con su “sentencia” jueza y árbitro, cualquier litigio que pudiera suscitarse entre nosotros. Pero allí no concluye nuestro compromiso, sino que se avanza más lejos recorriendo las sendas del culto que incluyen el estudio de la Palabra, el anuncio, el compartir enseñándonos los elementos de la “Sabiduría”, la corrección fraterna y la acción de gracias con canticos sinceros. ¿Cómo conviviremos en la familia cristiana? En armonía fraternal, de hermanos en Jesús y todo cuanto obremos -sea con palabras o con acciones- se haga en el Nombre de Jesús.


En el Evangelio nos encontramos una palabra que para nosotros es clave: συνοδία [sunodia], co-caminantes, los que van andando juntos, los que se acompañan. Es muy interesante como se camina, por ejemplo, en una peregrinación, donde no se segregan las familias sino que se entretejen las relaciones, se buscan “contactos”, se traban nuevas “afinidades”, se refrescan amistades y se reconcilian los que habían chocado o se habían irritado. Bien se ha dicho que la familia es la “célula” de la sociedad, pero una familia sola no alcanza a ser “comunidad”. La peregrinación a Jerusalén la hacen como comunidad, es más, como comunidad creyente. «Pongamos atención en este contexto al sentido más hondo de la peregrinación: al ir tres veces al año al templo, Israel sigue siendo, por así decirlo, un pueblo que está siempre en camino hacia Dios, y recibe su identidad y su unidad siempre nuevamente del encuentro con Dios en el único templo. La Sagrada Familia se inserta en esta gran comunidad en el camino hacía el templo y hacia Dios.»[1]

Conviene aquí que tratemos de resumir en una gran panorámica la imagen de Familia que la Iglesia nos propone. Iniciemos dando un vistazo al Catecismo de la Iglesia Católica, numerales 1655 y 1656:

1655 Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, "con toda su casa", habían llegado a ser creyentes (cf Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase "toda su casa" (cf Hch 16,31; 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.

1656 En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11).

Ahora, un retazo del #11 de la Lumen Gentium: «… los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5,32), se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida [21]. De este consorcio procede la familia, en la que nacen nuevos ciudadanos de la sociedad humana, quienes, por la gracia del Espíritu Santo, quedan constituidos en el bautismo hijos de Dios, que perpetuarán a través del tiempo el Pueblo de Dios. En esta especie de Iglesia doméstica los padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación propia de cada uno, pero con un cuidado especial la vocación sagrada

Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre.»

Y, pasemos ahora al #59 del Amoris Lætitia de Papa Francisco: Nuestra enseñanza sobre el matrimonio y la familia no puede dejar de inspirarse y de transfigurarse a la luz de este anuncio de amor y de ternura, para no convertirse en una mera defensa de una doctrina fría y sin vida. Porque tampoco el misterio de la familia cristiana puede entenderse plenamente si no es a la luz del infinito amor del Padre, que se manifestó en Cristo, que se entregó hasta el fin y vive entre nosotros. Por eso, quiero contemplar a Cristo vivo presente en tantas historias de amor, e invocar el fuego del Espíritu sobre todas las familias del mundo.


Pasemos a enfocarnos en la Misión de la familia cristiana, para lo cual retomamos un texto de Benedicto XVI donde él dice: «Para poder comprender la misión de la familia en la comunidad cristiana y sus tareas de formación de la persona y trasmisión de la fe, hemos de partir siempre del significado que el matrimonio y la familia tienen en el plan de Dios, creador y salvador… El matrimonio y la familia no son, en realidad, una construcción sociológica casual, fruto de situaciones históricas y económicas particulares. Al contrario, la cuestión de la correcta relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo a partir de ella puede encontrar su respuesta. Es decir, no se puede separar de la pregunta antigua y siempre nueva del hombre sobre sí mismo: ¿quién soy?, ¿Qué es el hombre? Y esta pregunta, a su vez, no se puede separar del interrogante sobre Dios: ¿existe Dios?, ¿cuál es verdaderamente su rostro?»

El Papa Emérito ve que la realización del hombre consiste en manifestar con fidelidad su ser “imagen de Dios”, y el rasgo esencial de Dios, el ADN primigenio es el Amor, porque Dios es Amor, de lo que dimana le relación entre cuerpo y espíritu, lo que la da tanto al cuerpo femenino como al masculino, además de un “carácter biológico”, un “carácter teológico”.

La sexualidad depende de  ese doble carácter y no es un añadido, ni un apéndice, y, al integrarse en la persona puede dar expresión a la conexión persona-institución. La institución es un trascender de la persona al momento presente con una voluntad de persistencia en el tiempo que denominamos fidelidad, condición sine qua non los hijos pueden confiar en su futuro pese a los momentos difíciles que les puedan sobrevenir. Escuchemos lo que dice Benedicto XVI a renglón seguido: «… la mayor expresión de la libertad no es la búsqueda del placer, sin llegar nunca a una verdadera decisión... la auténtica expresión de la libertad es la capacidad de optar por un don definitivo, en el que la libertad, dándose, se vuelve a encontrar plenamente a sí misma… el “sí” personal y reciproco del hombre y de la mujer abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno y, al mismo tiempo, está destinado al don de una nueva vida… ninguno de nosotros se pertenece exclusivamente a sí mismo. Por eso, cada uno está llamado a asumir en lo más íntimo de su ser su responsabilidad pública… el matrimonio… es… una exigencia intrínseca del pacto del amor conyugal y de la profundidad de la persona humana… El libertarismo que se quiere hacer pasar como descubrimiento del cuerpo y de su valor, es en realidad un dualismo que hace despreciable el cuerpo, situándolo -por decirlo así- fuera del auténtico ser y de la auténtica dignidad de la persona.»[2]

Regresemos al Amoris Lætitia de Papa Francisco, para detenernos en los ## 65-66: «La encarnación del Verbo en una familia humana, en Nazaret, conmueve con su novedad la historia del mundo. Necesitamos sumergirnos en el misterio del nacimiento de Jesús, en el sí de María al anuncio del ángel, cuando germinó la Palabra en su seno; también en el sí de José, que dio el nombre a Jesús y se hizo cargo de María; en la fiesta de los pastores junto al pesebre, en la adoración de los Magos; en fuga a Egipto, en la que Jesús participa en el dolor de su pueblo exiliado, perseguido y humillado; en la religiosa espera de Zacarías y en la alegría que acompaña el nacimiento de Juan el Bautista, en la promesa cumplida para Simeón y Ana en el templo, en la admiración de los doctores de la ley escuchando la sabiduría de Jesús adolescente. Y luego, penetrar en los treinta largos años donde Jesús se ganaba el pan trabajando con sus manos, susurrando la oración y la tradición creyente de su pueblo y educándose en la fe de sus padres, hasta hacerla fructificar en el misterio del Reino. Este es el misterio de la Navidad y el secreto de Nazaret, lleno de perfume a familia. Es el misterio que tanto fascinó a Francisco de Asís, a Teresa del Niño Jesús y a Carlos de Foucauld, del cual beben también las familias cristianas para renovar su esperanza y su alegría.


La alianza de amor y fidelidad, de la cual vive la Sagrada Familia de Nazaret, ilumina el principio que da forma a cada familia, y la hace capaz de afrontar mejor las vicisitudes de la vida y de la historia. Sobre esta base, cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo. “Lección de vida doméstica. Enseñe Nazaret lo que es la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable; enseñe lo dulce e insustituible que es su pedagogía; enseñe lo fundamental e insuperable de su sociología” (Pablo VI, Discurso en Nazaret, 5 enero 1964)»

Para retomar, una vez más, a Papa Emérito: «… la revelación bíblica es, ante todo, expresión de una historia de amor; la historia de la alianza de Dios con los hombres; por eso, la historia del amor y de la unión de Dios de un hombre y una mujer en la alianza del matrimonio pudo ser asumida por Dios como símbolo de la historia de salvación. El hecho inefable, el misterio del amor de Dios a los hombres, recibe su forma lingüística del vocabulario del matrimonio y de la familia, en positivo y en negativo: en efecto, el acercamiento de Dios a su pueblo se presenta con el lenguaje del amor esponsal, mientras que la infidelidad de Israel, su idolatría, se designa como adulterio y prostitución.»[3]

A este respecto, en el numeral 12 de la Familiaris Consortio, Juan Pablo II nos presenta lo siguiente: «El mismo pecado que puede atentar contra el pacto conyugal se convierte en imagen de la infidelidad del pueblo a su Dios: la idolatría es prostitución, la infidelidad es adulterio, la desobediencia a la ley es abandono del amor esponsal del Señor. Pero la infidelidad de Israel no destruye la fidelidad eterna del Señor y por tanto el amor siempre fiel de Dios se pone como ejemplo de las relaciones de amor fiel que deben existir entre los esposos.»

«El amor crece a través del amor. El amor es “divino” porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos trasforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea “todo para todos”. (Cf. 1Co 15, 28)»[4]



[1] Benedicto XVI. LA INFANCIA DE JESÚS. Ed. Planeta. Bogotá-Colombia 2012 pp. 126-127
[2] Papa Benedicto XVI. EL AMOR SE APRENDE. Romana Editoriale s.i. 2012 España. pp. 41-44
[3] Ibid pp. 44- 45
[4] Papa Benedicto XVI. DEUS CARITAS EST. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia p. 32

martes, 25 de diciembre de 2018

ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS


Is 52,7-10; Sal 98(97), 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6; Heb 1,1-6; Jn 1, 1-18

Se ha manifestado la gracia salvadora de Dios que trae la salvación a todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a las pasiones mundanas, y a llevar desde ahora una vida sensata, con justicia y piedad, aguardando la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo.
Ti 2, 11-13
 
1

Echemos un vistazo a la perícopa de San Lucas, capítulo 2, versos del 4 al 12.

[4] José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Βηθλεέμ Belén, porque era descendiente de David;  [5] allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada.
[6]  Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto, [7] y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en φάτνῃ un pesebre, pues no había lugar para ellos en καταλύματι la sala principal de la casa.
[8]  En la región había ποιμένες pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus ποίμνην rebaños. [9] Se les apareció un καὶ ἄγγελος κυρίου ángel del  Señor, y la gloria del  Señor  los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados.
[10] Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una εὐαγγελίζομαι buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. [11]  Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un σωτὴρ Salvador, que es el  χριστὸς Mesías  y el κύριος Señor. [12]  Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

Καταλύματι deriva del sustantivo κατάλυμα es el singular neutro de la forma dativa; ya en otro lugar hemos discutido que la palabra no significa “posada”, tampoco “albergue”; sino, “sala principal de una casa”. Este asunto de la sala principal de una casa nos trae a la memoria la práctica del Padre Carlos Vallés que resolvió mendigar posada en casas indias, donde gente que él no conocía pero que -por la tradicional hospitalidad en ese país- se la brindaban. De esta manera, cada tarde él iba en bicicleta hasta la casa de sus anfitriones pasaba allí la noche. Como él mismo nos lo cuenta, en esas condiciones “trabajé, oré, preparé clases y escribí libros, mientras miraba, veía, asimilaba, sufría y disfrutaba la vida diaria, las preocupaciones, las alegrías, el ruido de los niños, las riñas de los padres, los apuros económicos y la fe religiosa de la gente sencilla en los barrios más pobres.»[1] y, al otro día, vuelta a pedalear de regreso a la Universidad de Ahmedabad, donde el fungía como profesor de matemáticas. Así durante casi diez años.

El sacerdote jesuita describe con dos pinceladas el ambiente de sus alojamientos: «Casas pequeñas de un solo cuarto, donde pequeños y mayores se reparten el espacio común durante el día y cubren el suelo con esteras para dormir por la noche»[2]. Aun cuando no exactamente igual, esta descripción nos da una idea porque María no podía dar a luz a su Hijo en presencia de “pequeños y mayores”, hombres y mujeres convivientes, que comparten la cotidianidad, pero no tiene por qué estar presentes durante un parto.

Pero, seguramente hay motivaciones comunes entre esta acción del Padre Vallés y las de Dios-Humanado por conocer, por vivir de cerca, por compartir las vivencias de “aquella gente”. Nadie conoce mejor a las personas que quien convive con ellas. Eso hizo el Padre Vallés y, nos lleva a entender a Jesús, que quiso hacerse uno de nosotros para conocernos a fondo, para “asumirnos” totalmente, única manera de podernos redimir.

En otra parte de su caleidoscopio el Padre Vallés cuenta la anécdota de un joven estudiante universitario, que cursaba sus estudios en San Sebastián, donde el Padre Vallés dio una conferencia en el Museo de San Telmo. Al finalizar la conferencia el joven agradeció a Carlos Vallés con estas palabras: «Al oírle a usted me he sentido orgulloso de ser indio. Gracias.»[3] Igual nos pasa a todos los seres humanos, al saber que Dios se hizo hombre, nos podemos sentir completamente orgullosos de nuestra naturaleza humana y confesar: De todo lo que podría haber sido dentro de la Creación, lo mejor y lo máximo que se puede ser es “humano”.

Pero bueno, nos hemos apartado del tema que nos ocupa para devolvernos al que ya tratamos suficientemente en el Tercer Domingo de Adviento. Queríamos, simplemente, recordar que Belén significa Casa de Pan. El nombre de este pueblito, al que Roboam –nieto de David- le construyó torres y murallas de protección que no alcanzaron a resistir dos siglos; es una alusión a la Eucaristía, puesto que Jesús se ha hecho Pan de Vida, con razón su pueblo natal es “Casa de Pan”, digno portador de la enseña “Hic De Virgine Maria Iesus Christus Natus Est”.

«Belén parece que estuviera poblada para siempre de ángeles y pastores. Existe todavía Belén, a diferencia de otras muchas ciudades de la antigüedad que han desaparecido sin dejar rastro. Es una aldea de calles irregulares en la cual la atención se concentra en la Basílica de la Natividad y sobre todo en la cueva del nacimiento que allí dentro ha quedado encerrada. Una estrella en el pavimento del suelo señala el sitio en que Cristo nació y una inscripción, sobria pero elocuente, pregona: “Aquí de la Virgen María nació Cristo Jesús”. El dato histórico y teológico del nacimiento de Jesús matizado de modo especial por ese adverbio: fue aquí.»[4]


II
Una Lectio Divina consta de cinco partes: Lectio, Oratio, Meditatio, Contemplatio y Actio. El Padre Weisensee propone 7 preguntas para la Meditatio de esta Lectio, la perícopa que hemos propuesto para esta hermosísima fecha, de las cuales entresacamos las siguientes que nos parecen claves:

·     ¿tiene algo que ver el hecho que Jesús nazca en Belén? ¿qué importancia tiene Belén?
·    ¿qué implica el hecho que María no encontrara un lugar en el pueblo para ella dar a luz?
·    ¿qué nos dice el hecho que Jesús nazca en un pesebre, en medio de animales?[5]

«Lo que sucede en la noche de la navidad es acontecimiento y misterio. Nace un hombre, que es el Hijo eterno del Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra: en este acontecimiento extraordinario se da a conocer el misterio de Dios. En la Palabra que se hace hombre se manifiesta el prodigio de Dios encarnado. Un niño es adorado por los pastores en la gruta de Belén. Es "el Salvador del mundo", es "Cristo Señor" (cf. Lc 2,11). Sus ojos ven a un recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre, y en aquella "señal", gracias a la luz interior de la fe, reconocen al Mesías anunciado por los Profetas.

Es «Dios-con-nosotros», que viene a llenar de gracia la tierra. Viene al mundo para transformar la creación. Se hace hombre entre los hombres, para que en Él y por medio de Él todo ser humano pueda renovarse profundamente. Con su nacimiento, nos introduce a todos en la dimensión de la divinidad, concediendo a quien acoge su don con fe la posibilidad de participar de su misma vida divina. Dios se hizo Hombre para hacer al ser humano partícipe de su propia divinidad. ¡Éste es el anuncio de la salvación; éste es el mensaje de la Navidad!»[6]

"Entonen al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas, la salvación provino de su diestra, de su brazo de santidad. El Señor dio a conocer su salvación, les hizo ver a los paganos su justicia, se acordó de su amor y fidelidad en favor de la casa de Israel. Todos, hasta los confines del mundo, han visto la salvación de nuestro Dios." Sal 98(97), 1-3

¡FELIZ NAVIDAD!



[1] Vallés, Carlos. CALEIDOSCIPIO. Ed. Sal Terrae Santander – España 1985 p. 124
[2] Ibid
[3] Ibid p. 92
[4] Bravo, Ernesto. LA BIBLIA HOY. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia. 1995 p. 230
[5] Weisensee, Jesús Antonio Pbro. EVANGELIOS DE LA INFANCIA MATEO–LUCAS LECTIO DIVINA Ed. Federación Bíblica Católica FEBIC-LAC Bogotá –Colombia 2000 p. 76
[6] Restrepo S, Jaime Pbro. NAVIDAD EN FAMILIA, UNA EXPERIENCIA DE FE. En Revista Iglesia SINFRONTERAS. #361 Misioneros Combonianos.

sábado, 22 de diciembre de 2018

PROMESA, GOZO, CARIDAD CRISTIANA, AMOR

DAR Y REPARTIR
Mi 5,1-4; Sal 80(79), 2ac y 3c. 15-16. 18-19; Hb 10, 5-10; Lc 1, 39-44



No es, por ello, ninguna metáfora escribir que “todos nacimos en Belén”, que todos “seguimos naciendo en Belén”. El don de Dios que fue la entrega de su Hijo es el mayor regalo que jamás han hecho a la humanidad.
José Luis Martín Descalzo

El Mesías tenía que nacer en Belén
A Miqueas, en hebreo מִיכָיָה  Mîjãyãh “Quien como YHWH”, (similar a Miguel מיכאל “Quién como אֵל “Él”), Podemos ubicarlo hacia el siglo VII antes de la era cristiana; nació en Moreshet-Gat, aproximadamente a 30 kilómetros al suroccidente de Jerusalén; durante el tiempo de su función profética reinaron Jotán de Judá, Acaz y Ezequías. El mensaje de Miqueas se dirige al reino del sur, y está enmarcado en un momento tan difícil que no podemos decir más que su predicación se encuadra en un momento oscuro. Se trata de un profeta que denuncia los abusos, la explotación por parte de los ricos a los campesinos y al pueblo en general, la violencia, en síntesis, su denuncia es contra gobernantes y funcionarios por la degeneración, la corrupción y el pecado social corrientes en aquel momento. Hay un llamado a la conversión, si no les sobrevendrá la destrucción, de la que Jerusalén no será preservada, augurándole que Sión “quedará reducida a potrero arado y, donde estaba el templo, se levantará un bosque” (cf. Mi 3, 12). También denunció que la fe fuera instrumentalizada para aplicar la explotación y el expolio pro-terratenientes. «Miqueas no puede callar ante tamaña perversión del poder, porque actúa por encargo de Dios.»[1]

Sargón II (su nombre, tomado de un predecesor suyo, significa “gobernante legítimo”), rey de Asiria, quien efectivamente sometió el reino del norte y su capital, Samaria, en el 721 a.C. Este implementó la deportación de los habitantes y, a cambio, trajo extranjeros que trasplantó allí, fundando la provincia de Samerina. A Sargón II le sucedió Senaquerib (nombre que significa “Sen-ha-reemplazado-a-mis-hermanos) quien le amargó la existencia a Ezequías de Judá hijo del Rey Acaz y de Abiyah; Senaquerib acosó Jerusalén.

En ese contexto el profeta trata de refrescar el recuerdo de David, y la profecía de Miqueas tiene su luminoso momento de consolación en los capítulos 4 y 5 de su Libro donde entrega la promesa para Judá. En el capítulo 4 encontramos una enorme similitud con las profecías de Isaías; el capítulo 5 lleva por título la primera frase de la perícopa que configura hoy la Primera Lectura: “Pero tú Belén Efratá”. Belén significa, como ya lo sabemos, “Casa de Pan”, Efratá אפרתה, significa “fértil”, “fructífera”. ¡De allí salió el Pan de Vida Eucarístico que nos ha alimentado por generaciones de generaciones!


¿Cómo anuncia Miqueas el advenimiento de este Pan Eucarístico eterno? ¡Escuchemos! «Pero tú, Belén Efratá, aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel: su origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas. Por eso, si YHWH los abandona es sólo por un tiempo, hasta que aquella que debe dar a luz tenga su hijo. Entonces el resto de sus hermanos volverá a Israel. Él se mantendrá a pie firme y guiará su rebaño con la autoridad de YHWH, para gloria del Nombre de su Dios; vivirán seguros, pues su poder llegará hasta los confines de la tierra.»(Mi 5, 1-3). Profecía Mesiánica. Pero, dirán ustedes, ¿dé donde se saca esa interpretación?

El Mesías esperado también, como David, debía ser oriundo de Belén. Otra señal para reconocer al Mesías es que debía ser del linaje de David, como los confirma la genealogía que nos entrega Mateo (Mt 1, 1-17); y, en tercer lugar, tenía que ser de la  tribu de Judá. Es por eso que estamos hablando de una Profecía Mesiánica.

Si damos un vistazo al capítulo 6 de Miqueas nos encontraremos una idea muy interesante: Para alcanzar la salvación no son suficientes los aspectos cultuales y sacrificiales de la religión, hay un paso más para alcanzarla, poner manos a la obra para que se implemente la justicia. Contra el pecado social, el antídoto es el compromiso por su abolición. Esperar el Mesías es comprometerse con su advenimiento, no basta decir ¡Señor! ¡Señor!

Dios Salva
El Salmo 80(79) también es un salmo de Súplica. Las suplicas se estructuran como sigue: Primero se invoca a Dios llamándolo por su Nombre, luego viene la petición y luego viene la argumentación que respalda la petición.


En este salmo se hace la “invocación”, se clama a Dios llamándolo רֹ֘עֵ֤ה יִשְׂרָאֵ֨ל “Pastor de Israel”, y sí leemos el Salmo en su totalidad vemos que lo invoca por tres veces יְהוָ֣ה אֱלֹהִ֣ים צְבָאֹ֑ות “YHWH Elohim Sabaot” este צְבָאֹ֑ות Sabaot viene de la expresión צָבָא se ha traducido siempre como “de los Ejércitos”; entendemos que quiere decir “Seguidores organizados” claro que connota “organizados para dar lucha”, “para entrar en combate”.

La petición es doble: consiste en rogarle que vuelva los Ojos hacia la Viña que Él mismo plantó, o sea que vele por su Pueblo y que proteja al Pastor que les va a dar, al Mesías. Y añade el argumento que respalda la súplica: Como Él es el Dueño y Sembrador de la Viña que somos nosotros, le ofrecemos que “No nos alejaremos de Ti”, “pronunciaremos su Nombre agradecidos” queremos seguir vivos, no morir, para que nuestros labios sigan pronunciando su Santísimo Nombre y encomendándonos a Él. Era un tiempo angustioso para el pueblo de Israel cuando se compuso este Salmo, la amenaza era el poderío del extranjero que le enseñaba los dientes intimidándolo con invadirlo, saquearlo y arrasarlo. La suplica busca al Único que Salva para ponerse bajo su amparo.

Jesús nos santifica
Esta carta a los hebreos -que es más bien un discurso, una homilía- se concentra en mostrarnos a Jesús como Sumo y Eterno Sacerdote, Salvador y Redentor. La carta nos previene contra peligrosos riesgos que amenazan la fe y el discipulado fiel como son la fe floja, la apostasía (abandono de la fe), la fe inmadura y la fe incompleta.


En la perícopa que se proclama en esta liturgia del Cuarto Domingo de Adviento se justifica este Nacimiento que llega: La Única Ofrenda que Dios acepta gratamente será la del Cuerpo de Jesucristo, Sacrificio que no necesita repetirse año a año, porque se hizo de una vez por todas y para toda la eternidad.

¿Cómo se hilvana nuestra propia existencia con esa ofrenda salvadora? Aprendiendo a vivir siempre conforme a Su Santa Voluntad. Viviendo santamente. Y eso nos lo descifrará el Evangelio.
La Visitación de María a su Prima
«Los cuatro Evangelios sitúan la figura de Juan el Bautista al comienzo de la actividad de Jesús, presentándolo como su precursor. San Lucas ha trasladado hacia atrás la conexión entre ambas figuras y sus respectivas misiones, colocándola en el relato de la infancia de los dos. Ya en la concepción y el nacimiento, Jesús y Juan son puestos en relación entre sí.»[2]

En el Evangelio, San Juan Bautista, seis meses mayor que Jesús, está en el “seno” de Santa Isabel; también Jesús está en el “seno” de la Santísima Virgen. El “seno”, en hebreo, רֶחֶם como sustantivo, útero, entrañas, corazón, cualquier órgano alojado en el vientre, lo más interior de la persona; como verbo amar, tener compasión, ser misericordioso. En la perícopa que leemos hoy Κοιλία, en griego, en Lucas, curiosamente al traducir, podemos decir todo cuanto hemos dicho de la expresión hebrea (excepto como verbo); equivalencia entre las dos lenguas. Pero, durante mucho tiempo, se entendía que la criatura en el vientre materno no era persona, mucho menos era consciente de la realidad exterior, y –todavía menos- ¿cómo podía percatarse de Quien era cada uno? ¿Cómo podía saltar exultante Juan el Bautista dentro del vientre materno al reconocer en el vientre de María Aquel a quien no sería digno de desatarle las sandalias? Muchos nos dicen que ¡en esas etapas de gestación no son seres humanos sino cosas!


«La Visitación de María se comprende a la luz del acontecimiento que, en el relato del evangelio de san Lucas, precede inmediatamente: el anuncio del ángel y la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo. El Espíritu Santo descendió sobre la Virgen, el poder del Altísimo la cubrió con su sombra (cf. Lc 1,35). Ese mismo Espíritu la impulsó a «levantarse» y partir sin tardanza (cf. Lc 1,39), para ayudar a su anciana pariente.» Nos afirma Benedicto  XVI.[3]  

Hablando del viaje de María hacia Ein Karen (que significa “Manantial del Viñedo”), Papa Benedicto XVI se expresa así: «…la primera “procesión eucarística” de la historia. María, Sagrario Vivo del Dios encarnado, es el Arca de la Alianza, en la que el Señor visitó y redimió a su pueblo. La presencia de Jesús la colma del Espíritu Santo. Cuando entra en la casa de Isabel, su saludo rebosa de gracia: Juan salta de alegría en el seno de su madre, como percibiendo la llegada de Aquel a quien un día deberá anunciar a Israel. Exultan los hijos, exultan las madres.»[4] «… la primera respuesta al saludo de María la da el niño saltando gozosamente en el vientre de Isabel. Exultar por la alegría del encuentro es, en cierto sentido, el arquetipo y el símbolo de cualquier otra comunicación que aprendemos incluso antes de venir al mundo»[5] «El misterio de la visitación es el misterio de la comunicación mutua de dos mujeres distintas por edad, ambiente, características, y de la mutua y respetuosa acogida… Cuando las dos mujeres se encuentran, María es reina al saludar primero, es reina al saber rendir honores a los demás, porque su realeza es de atención premurosa y previsora, que toda mujer debería tener… Isabel se siente comprendida hasta el fondo, y lo que antes era para ella motivo de temor se convierte en alegría. Se entiende a sí misma como alegría, como exultación en el hijo, pero al mismo tiempo comprende también el misterio que María no le ha revelado “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! Lógicamente hubiera debido decir: “Estoy llena de alegría”.»[6].


El Domingo pasado hablábamos de la alegría que representa el seguimiento de Jesucristo, examinábamos cómo el derrotero del discipulado nos propone la alegría verdadera. Hoy, al acompañar a María Santísima y al tesoro que ella, “Arca de la Alianza” transporta en su seno, vamos en una “procesión” gozosa -como se ha dicho con frecuencia- una verdadera fiesta donde la voluntad de servicio, la fraternidad, la solidaridad, la amistad, el diálogo el apoyo familiar son valores que realzan la dicha de los que viven y están en el Señor.

Otra vez, Su Santidad Benedicto XVI: «Meditando este misterio, comprendemos bien por qué la caridad cristiana es una virtud “teologal”. Vemos que el corazón de María es visitado por la gracia del Padre, es penetrado por la fuerza del Espíritu e impulsado interiormente por el Hijo; o sea, vemos un corazón humano perfectamente insertado en el dinamismo de la santísima Trinidad. Este movimiento es la caridad, que en María es perfecta y se convierte en modelo de la caridad de la Iglesia, como manifestación del amor trinitario (cf. Deus caritas est, 19)» [7].


«Entre los Santos, sobresale María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. El Evangelio de Lucas la muestra atareada en un servicio de caridad a su prima Isabel, con la cual permaneció “unos tres meses” (1, 56) para atenderla durante el embarazo… se pone de relieve que la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual sale y entra con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Así se pone de manifiesto, además, que sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada. María es, en fin, una mujer que ama. ¿Cómo podría ser de otro modo? Como creyente, que en la fe piensa con el pensamiento de Dios y quiere con la voluntad de Dios, no puede ser más que una mujer que ama. Lo intuimos en sus gestos silenciosos que nos narran los relatos evangélicos de la infancia. Lo vemos en la delicadeza con la que en Caná se percata de la necesidad en la que se encuentran los esposos, y lo hace presente a Jesús. Lo vemos en la humildad con que acepta ser como olvidada en el período de la vida pública de Jesús, sabiendo que el Hijo tiene que fundar ahora una nueva familia y que la hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús (cf. Jn 2, 4; 13, 1). Entonces, cuando los discípulos hayan huido, ella permanecerá al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25-27); más tarde, en el momento de Pentecostés, serán ellos los que se agrupen en torno a ella en espera del Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14).»[8]

«¿No es esta también la alegría de la Iglesia, que acoge sin cesar a Cristo en la santa Eucaristía y lo lleva al mundo con el testimonio de la caridad activa, llena de fe y de esperanza? Sí, acoger a Jesús y llevarlo a los demás es la verdadera alegría del cristiano.»[9] 






[1] Schökel, Luis Alfonso y Gutierrez, Guillermo MENSAJES DE PROFETAS. MEDITACIONES BÍBLICAS. Ed Sal Terrae Santander-España 1991 p. 175
[2] Benedicto  XVI LA INFANCIA DE JESÚS. Ed Planeta. Bogotá-Colombia 2012 p. 21
[3] Benedicto  XVI 31/ 05/ 2007.
[4] Ibidem
[5] Papa Francisco Mensaje del 23 de enero de 2015.
[6] Martini, Carlo María. POR LOS CAMINOS DEL SEÑOR Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1995 p. 239-240
[7] Benedicto  XVI 31 /05/ 2005 (en los jardines vaticanos durante la tradicional procesión desde la Iglesia de San Esteban de los Abisinios -cercana al ábside de la basílica vaticana- a la Gruta de la Virgen de Lourdes).
[8] Papa Benedicto XVI DEUS CARITAS EST. # 41
[9] Benedicto  XVI 31 /05/ 2005