viernes, 18 de octubre de 2024

Sábado de la Vigésima Octava Semana del Tiempo Ordinario


 

Ef 1, 15-23

Pablo estuvo preso durante dos años en Roma, en una forma de encarcelamiento similar a la que se llama “casa por cárcel”, creo que en el derecho romano se llamaba “custodia militis”; “arrendó” una vivienda y allá lo retuvieron, conviviendo con un soldado, al que estaba atado por una cadena, de tal manera, estaba bajo vigilancia noche y día. Estamos hablando del periodo entre el 61 y el 63. De allí salieron las Cartas de la Cautividad: a los Efesios, a los Colosenses, a Filemón y a los Filipenses.

 

La perícopa de hoy podemos intitularla “Oración por los creyentes”. Después de los versos 13-14, que no se incluyen en la liturgia, y que nosotros citamos ayer; que son una bendición que cobija a la humanidad y la vincula en el Plan Creacional de Dios, haciendo que ellos tengan en sí, la imagen de Dios, su Semejanza. En esa bendición se contiene la gratitud, de tal manera que se aúna bendición con alabanza: Reconoce que somos corresponsables con el Proyecto salvífico. El favor del Espíritu Santo que se comunica allí, no discrimina judíos de gentiles.

 

En la perícopa anterior Pablo saluda e incorpora a su saludo tres pilastras: fe, amor, esperanza. Ahora, agradece la fe que tienen los Efesios en Cristo Jesús, que beben su fortaleza del amor, que trasforma toda la Comunidad para dar espacio y cabida a la manifestación Creadora de Dios; entonces pide sabiduría, luz, esperanza y “entendimiento” para entretejer la vida de la comunidad y la heredad que Dios deposita en sus manos y en sus vidas.  La corresponsabilidad estriba en un esfuerzo de “entendimiento”. Entonces, y solo entonces, al completarse nuestra liberación (vv.14-15), se cumple el Plan Divino con el que nos lleva a ser “pueblo de su posesión”.


 

Este entendimiento al que se refiere la Carta, depende del ambiente gnóstico en el que se movía Éfeso. Tiene que precisar a qué clase de “entendimiento” se refiere, porque los gnósticos practicaban un elemento de las religiones mistéricas, que era el del conocimiento hermético, solo revelado a los “iniciados”, algo similar al “secreto de los magos” que se tiene que mantener ocultos bajo pena de muerte. En cambio, en 1,8 ya quedó dicho que a nosotros nos revelo el μυστήριον [misterion] “Misterio”, algunas traducciones ponen “designio secreto”.

 

En el Salmo 8 se dice que Dios puso todo bajo los pies del ser humano; aquí San Pablo en el verso 22 ejerce una especie de glosa clarificadora, todo está puesto bajo los pies de Cristo Resucitado; gracias a este precioso Mérito, queda puesto bajo nuestros pies. Es ese dinamismo-dialéctica entre Cabeza y Cuerpo de la Iglesia es que se nos transparenta que la Creación entera se recapitulará bajo la cabeza que es Jesucristo, en favor de la Comunidad de todos sus Santos.

 

“… los viajes misioneros de Pablo, si se leen -como se debe hacer- en profundidad, se adquiere otra impresión: en ellos Pablo se presenta más bien como aquel que se ha dedicado en primerísimo lugar a la plantatio ecclesiarum, es decir, a la implantación de la Iglesia de cristo en las varias ciudades y regiones paganas a las cuales llegaba como predicador.” (Ghidelli Carlo)

 

Sal 8, 2-3ab. 4-5. 6-7

La visión del Salmo, en cambio, nos lleva al Universo, obra de Dios, confiado al hombre no para que lo use a su gusto contra él mismo o contra los demás, o en perjuicio propio, sino para que haga de él, un canto de alabanza a Dios.

Carlo María Martini

El hombre está como sumido en el fondo. Mira al firmamento y se encuentra con la astronomía fabulosa. Esta percepción lo hace sentirse aún menor, como una cascarita de nuez en un océano de cuerpos celestes incontables.

 

Sorprendido, descubre, sin embargo, que Dios lo ha tomado en cuenta, lo ha envuelto en Su Amor y descubre una escalera al Cielo: Todo el Cosmos es una caricia y un poema de Dios que habla al hombre. Nosotros -como niños de pecho- proferimos una Alabanza: Alabamos que Dios-Padre haya puesto a Jesús que nos tiende su Misericordiosa Mano: ahí caemos en la cuenta que la Mano de Jesús está herida, y conserva las huellas de la Crucifixión, como Ramo de Flores que declaran la Grandeza de su Amor.

 

La Resurrección no fue un simple levantarse de la tumba, no es una mera revivificación; es la Recepción de toda el Poder que le pertenece en Virtud de su Filiación. Dios-Padre le sostuvo con Sus Propias-Manos, todo el poderío, al que Él había renunciado, mientras en su Abajamiento (kénosis) se hacía en todo igual a nosotros, excepto en el pecado. Peo una vez Asciende al Padre, El Padre le Retorna su Poder-Glorificado.

 

“Hay también una relectura Eucarística: ¿Quién es este Dios que visita a cada uno de nosotros, pobres hombres, que cuida de nosotros? Es Cristo Eucarístico, centro de la vida de la Iglesia”. (C.M. Martini)

 

“… Qué valor debe tener el hombre ante los ojos del Creador si ‘ha merecido tener tan noble y tan grande Redentor’, si Dios entregó a su hijo para que el hombre ‘no perezca, sino que tenga la vida eterna’. En realidad, esa profunda maravilla respecto del valor y de la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Noticia. Se llama Cristianismo”. (Juan Pablo II)

 

Lc 12, 8-12 



Hemos venido entramados en el dechado de la insignificante importancia del ser humano. Una y otra vez decimos que el hombre es una vergüenza, que damos asco, que le fallamos a Dios, que estamos irrecuperablemente inclinados al pecado. Sólo hay un “pero”: ¡Dios nos ama! ¡Desde el principio tiene un Plan para nosotros!

 

Hay un Ay que Jesús no pronuncia, pero está sobreentendido para los que asumimos poner nuestra fe en Él: ¡Ay de mí que lo doy todo por ustedes!

 

La Justicia es una celda construida con barrotes. Cada uno de los barrotes de esa jaula se llama Ley. La Ley apunta a la condenación. ¿Hacia dónde mira Jesús?

 

La pregunta es central. Aún más, es Cristo-céntrica: ¿se mira a sí mismo?, ¿es una mirada ego-céntrica?, o ¿nos mira a nosotros, con ojos compasivos?


 

Confía que sepamos construir el Reino. ¿y eso como se hace? ¿Con qué se come? Con nuestra participación en ese proceso constructivo. Tenemos que ser constructores de un mañana. Entrenarnos para construir futuro. Lo que venga dependerá de nosotros, de la opción que tomemos.

 

Jesús es el Señor de la Misericordia, y la mirada del Señor, como en las mejores películas de los “súper-héroes”, derrite los barrotes con sólo mirarlos, esa mirada no es un rayo láser, es la mirada del Perdón.

 

¿Todos estamos de acuerdo en que es urgente que cumplamos con la imitación de Cristo? De ser así, estamos comprometidos en el entrenamiento para tener una mirada que derrita barrotes y que se llame “perdón”.

 

El eje de nuestro compromiso está en Jesús, o bien, confesamos a Jesús, o bien lo negamos. Confesión-vs-negación.

 

Si vamos en la dirección de confesarlo -ya se ha dicho-  en ese sentido está la Cruz. Aquí se ve en la práctica que un “misterio” no es algo que no se puede saber, sino algo que sólo se puede saber porque Dios nos los “revela”. Y la revelación apunta en el sentido de la Cruz. Así lo declara San Pablo: “Pues yo, hermanos, cuando fui a ustedes para darles a conocer el proyecto misterioso de Dios, no llegué con oratoria ni grandes teorías. Con ustedes decidí no conocer más que a Jesús, el Mesías, y un Mesías crucificado”.(1Cor 2, 1s)

 

El que lo niega, ese va hacia el polo contrario: incurre en βλασφημήσαντι [blasfemisanti] “apostata”, “blasfema”, “profana”, cuando se refiera a lo humano, “calumnia”, esta palabra indudablemente griega, significa “vituperar contra la reputación”. ¿A quién deshonra este vituperio? ¡Al espíritu Santo! Ir contra el Hijo de Dios es ir contra el Propio-Dios en su Tercera Persona. ¿Se puede atacar a alguien de esta Sacratísima Familia Trinitaria sin ofender a los Otras Dos Personas? Estamos en el terreno de la ofensa contra la Divina Majestad.

 

La apostasía se desprende de la negativa a reconocerse “pecador”, si uno no siente que está fallando, no puede empezar a buscar por el otro camino, por el contrario, más contumazmente se adentra por la senda del extravío. El que no se reconocer pecador no puede identificarse urgentemente necesitado del Perdón.

 

Recordemos que Jesús viene preparando a sus discípulos para que cuando Él parta ellos hayan recibido todas las lecciones indispensables para asumir la tarea que han heredado. En el verso siguiente (v. 11), el penúltimo de la perícopa, Jesús nos guía por el sendero prudente, una de las cosas que nos aconseja es no vivir hundidos en la pre-ocupación porque en ese combate se distraen y despilfarran las energías, luchando contra quimeras, y cuando llega la hora del verdadero combate, ya hemos desgastado toda nuestra vitalidad dándole palos a las sombras.

 

Cuantas personas se desvelan calculando los monstruos que lo acorralaran al día siguiente y se despierta agotado y se levanta exánime. Y, los engendros no aparecen por parte alguna.

 

Necesitamos -por el contrario- esperar a mañana, y, ahí sí, cuando estemos cara a cara con el Adversario, el Satán, el Espíritu Santo – Paráclito nos asistirá, nos dotará con todo el vigor para darle su derrota y sacar al Diablo con la cola entre las patas, y recoger la corona de olivos del Vencedor.  El que así obra, vivirá en carne propia la consciencia de que la victoria no proviene de su brazo sino de la Asistencia de la Gracia. No se felicitará a sí mismo, sino que sabrá poner la corona en las sienes de quien la merece, el Espíritu Santo que nos iluminó.

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