Gl
3, 1-5
El
asunto es la fe, y, este pueblo, de gentiles, ¿cómo llegaron a la fe? Esto es
cómo preguntarles, ¿en qué tierra fueron sembrados, para que pudieran nutrirse
con la savia de la fe, y que se convirtiera en su linfa espiritual? Y viene la
respuesta en esta perícopa: De tantas vivencias generosamente entregadas por el
Cielo: Dios les salió al encuentro con tantos “detalles”, “pinceladas cariñosas”.
O sea que esta fe, es fruto de la “experiencia”.
Esas
experiencias se pueden enumerar englobándolas en:
a) Haber podido “ver”
con sus propios ojos a Cristo. Y, no lo han visto de cualquier manera, sino
Crucificado. No con los ojos de la cara sino con los ojos del corazón que lo
visibiliza por medio de la “predicación”.
b) Han recibido el
Espíritu
c) Han escuchado
d) Se han hecho conscientes
de que el Señor obraba en ellos.
Son
cuatro ejes que los atraviesan y lo que la Carta les propone es que evalúen si
esa fe les ha llegado por “las obras de la ley”, o se les ha prodigado por
“escuchar” la proclamación de la fe…
Es
la fe en lo que se recibe por medio de la “predicación” la que nos transfiere
la savia nutricia de la vida espiritual.
Hay
un eje que se puede desentrañar con un poco de atención. ¿Son compatibles la
propuesta de vivir atados a los esquemas legalistas junto con la práctica
pastoral y la experiencia comunitaria que han compartido?
Los
Gálatas han recibido el Espíritu Santo en el Bautismo: San Pablo los designa
como “espirituales”, porque recibieron el Espíritu y lo aceptaron como el Mayor
Don que podían recibir.
Si
se aceptara la circuncisión sería un ir en reversa, sería un retroceso: Pablo
les aclara que el Espíritu no lo recibieron por la carne (circuncisión),
entonces van en contravía, porque ellos empezaron por el espíritu y ahora
quieren retroceder al momento en que todavía no lo habían recibido. Los llama Ὦ ἀνόητοι Γαλάται
[Oh, Anoetoi Galatai] “Gálatas insensatos”, porque van a buscar lo que ya
tienen, y se disponen a recibir un bautismo de la sangre del prepucio, cuando
ya han recibido la “Inmersión” en el agua que Jesús santifico para nosotros
cuando recibió el Bautismo de manos de Juan el Bautista.
Sal
(Lc 1), 69-70. 71-72. 73-75.
Este
“Salmo” (que no es, estrictamente hablando, un salmo, no fue escrito en griego)
pero si recoge la estructura propia de los Salmos de Acción de Gracias, o sea
que podemos referirnos a él como un salmo Eucarístico. Los salmos no son un
gesto de gratitud espontanea, sino una elaboración con un propósito litúrgico.
Es gratitud vinculada y expresada dentro del culto. La manera tradicional de
expresarle gratitud a Dios, era sacrificar; la investigación arqueológica
muestra los primeros sacrificios como “desangramiento”, luego dar muerte a un
animal e, inclusive a niños y adultos, lo que significaba renunciar al propio
consumo y apartarlos para que Dios lo devorara con su fuego. La acción de
gracias conllevaba sacrificio, al punto que se llegó a entender el Sacrificio
-el derramamiento de sangre- como el elemento esencial de la Acción de Gracias:
sin derramamiento de sangre no había culto.
La
piedra de sacrificio constituía el Altar. En el Altar se presentaba la ofrenda,
que era la victima a ser sacrificada.
El
rito de acción de gracias presentaba cuatro fases:
1) Invitación a cantar
el himno contando lo que hizo Dios para ser honrado.
2) Se le lanza un
clamor a Dios
3) Si Dios ha salvado
ante, puede intervenir ahora.
4) El oferente se
vuelva sobre la Victima y confecciona el Sacrificio
En
esta acción de Gracias, que constituye el Magnificat, podemos distinguir cuatro aspectos:
-
Μεγαλύνει [megalynei] “magnifica”, “engrandece”.
- Dios se compromete con su Justicia a obrar en favor de llos
“pequeños”, de los “desposeídos”
- Con sencillez María
declara que Dios ha vuelto a obrar y esta vez lo ha hecho a su favor.
- Se extiende el
favor de Dios sacándolo de su “privatización” y presentándolo como un gesto de
Bondad que dios quiere extender y generalizar.
La
estructura de la acción de Gracias es: Hoy la que ensalza soy yo; vean las
maravillas que Dios obra, mañana las obrará a favor de ustedes extendiéndose a
todos los de Israel. Israel no es un pueblo, ni una raza; Israel son todos los
que “luchan” durante toda su vida buscando a Dios, es decir, procurando vivir
coherentemente con lo que es Su Santa Voluntad.
El
verso antifonal apunta es esa dirección universalizante de la Acción de
Gracias: “Bendito sea el Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.
No
se trata de una bondad general, sino que Dos Mete sus manos, se compromete con
su pueblo y asume ese compromiso Personalmente. Entra en la historia y actúa.
Esta acción histórica que nos muestra María en el Magnificat consiste en haber escogido a Alguien,
del linaje Davídico, para que fuera “Fuerza de Salvación”.
Este
no es un hecho aislado. Dios lo había profetizado. Antes de llegar, y desde
tiempos antiguos, ya había predicho esta acción. Esta Salvación da cumplimiento
a lo pactado en la Alianza con los Ascendientes del pueblo que hoy “lucha a
brazo partido con el Ángel de Dios.
Como
es un Dios que entra y actúa en la historia; ya en tiempos de Abrahán se habían
sentado las bases para que, llegada la hora, se cumpliera coherentemente, todo
lo anunciado.
¿Para
qué hace Dios todo esto? Para que “libres” sirvamos a Dios estando en
condiciones de “Santidad y Justica”, entonces podemos ejercer nuestro
ministerio “sacerdotal” y ofrecerle “culto”, según el Heredero de David,
estipulo que debía ser este Culto. La acción de Gracias tiene que ser conforme
el modelo que nos legó el Vástago Davídico.
Lc
11, 5-13
QUE NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA (Lc 22, 42)
La oración de petición
basa su eficacia en dos motivos fundamentales: la bondad paterna de Dios y la
fe del ser humano. Fidelidad y confianza se encuentran como dos rostros en el
dialogo: el del Padre y el del Hijo.
Enrico Masseroni
Tres
imperativos modelan, aquí, el proceso oracional: Pedid, buscad y llamad. En
realidad, en la perícopa hay dos parábolas:
- El amigo inoportuno,
(basado en las tradiciones hospitalarias de oriente)
- Dios es un Padre Bueno,
que da lo bueno; y el colmo es que llega a darnos el Espíritu Santo
Pero
no se queda ahí, va más allá. No es solamente un hijo que le pide al Padre,
sino un familiar que dialoga con la Santísima Trinidad. La oración no es un
dialogo humano-Divino es un “coloquio”, o sea un dialogo entre especialistas en
la fe (en su origen el coloquio era sólo entre expertos religiosos, pero ha
pasado a designar cualquier conversatorio, especialmente entre científicos).
Aquí el Coloquio es Trinitario porque la invocación reúne a las tres Divinas
personas que escuchan el orante. (Nota, se llama coloquio porque todos pueden
expresarse, libremente. No como las conferencias, donde sólo habla el ponente;
si alguien distinto al conferencista interviene, se trata de una
interferencia).
Dios
es un Padre Bueno que da los mejores regalos, el da todo lo que es bueno y
plenificador para su hijo, pero en este caso, por ser el padre Celestial
(nuestro Abba), nos da lo mejor de lo mejor: el Tres veces Mejor, el Paráclito.
La
parábola nos dice que puede llegar el caso límite que un padre (despadrado,
como aquel que da serpientes y escorpiones en vez de peces y huevos) dé un
regalo malo, algo que puede dañar a su hijo. Pese a todo, esa no sería le regla
general, pero en el peor de los casos, quizás alguien con una rotunda avería en
el corazón, podría llegar a esta paternidad aberrada. La situación cambia con
Dios, porque la Bondad Divina es de tal índole que excluye cualquier y toda
Maldad.
Decimos
que se trata de perseverar y repetir a toda hora el pedido. Leamos las dos
parábolas con atento amor y veremos que lo que dice es que no hay momentos en
que se puede pedir y momentos en que Dios está ocupado y no atiende, porque ya
cerró y trancó. Lo que dice -con total diafanía- es que le podemos pedir en
cualquier momento y Él se ocupará de atendernos. La sustancia esencial de la
primera parábola no es tanto la perseverancia
cuanto que para Dios no hay momentos para pedirle y momentos en que
tiene cerrado su despacho. Hoy diríamos que su gabinete atiende 24 X 24. “A
toda hora”.
Es
más, el que llegue en un momento aparentemente inoportuno tendrá atención
garantizada, no solo le concederá porque lo considera “su amigo”, sino que,
además, entenderá que, si viene a “molestar” tan fuera de horario, será que la
petición es aún más urgente.
Hay
un riesgo doble con la comprensión de estas parábolas:
- Considerar que si
oramos como “disco rayado” estará garantizada la respuesta positiva a nuestras
oraciones.
- Que aquí se esconde
un “hechizo” con el que podemos forzar a Dios a hacer nuestra muy propia
voluntad y, a la vez, a cancelar su Santa Voluntad en beneficio de nuestros
egoísmos.
El
don bueno, el don perfecto que nos da Dios como respuesta segura a quien
suplica, es el espíritu Santo. Con ese don está seguro que llegaremos a la
Altura y Estatura con la que Dios nos Diseñó. Con ese don, sabremos permitir a
Dios que se cumpla Su Santa Voluntad en nuestras vidas.
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