miércoles, 9 de octubre de 2024

Jueves de la Vigésimo Séptima Semana del Tiempo Ordinario

 


Gl 3, 1-5

El asunto es la fe, y, este pueblo, de gentiles, ¿cómo llegaron a la fe? Esto es cómo preguntarles, ¿en qué tierra fueron sembrados, para que pudieran nutrirse con la savia de la fe, y que se convirtiera en su linfa espiritual? Y viene la respuesta en esta perícopa: De tantas vivencias generosamente entregadas por el Cielo: Dios les salió al encuentro con tantos “detalles”, “pinceladas cariñosas”. O sea que esta fe, es fruto de la “experiencia”.

 

Esas experiencias se pueden enumerar englobándolas en:

a)    Haber podido “ver” con sus propios ojos a Cristo. Y, no lo han visto de cualquier manera, sino Crucificado. No con los ojos de la cara sino con los ojos del corazón que lo visibiliza por medio de la “predicación”.

b)    Han recibido el Espíritu

c)    Han escuchado

d)    Se han hecho conscientes de que el Señor obraba en ellos.

 

Son cuatro ejes que los atraviesan y lo que la Carta les propone es que evalúen si esa fe les ha llegado por “las obras de la ley”, o se les ha prodigado por “escuchar” la proclamación de la fe…

 

Es la fe en lo que se recibe por medio de la “predicación” la que nos transfiere la savia nutricia de la vida espiritual.


 

Hay un eje que se puede desentrañar con un poco de atención. ¿Son compatibles la propuesta de vivir atados a los esquemas legalistas junto con la práctica pastoral y la experiencia comunitaria que han compartido?

 

Los Gálatas han recibido el Espíritu Santo en el Bautismo: San Pablo los designa como “espirituales”, porque recibieron el Espíritu y lo aceptaron como el Mayor Don que podían recibir.

 

Si se aceptara la circuncisión sería un ir en reversa, sería un retroceso: Pablo les aclara que el Espíritu no lo recibieron por la carne (circuncisión), entonces van en contravía, porque ellos empezaron por el espíritu y ahora quieren retroceder al momento en que todavía no lo habían recibido. Los llama ἀνόητοι Γαλάται [Oh, Anoetoi Galatai] “Gálatas insensatos”, porque van a buscar lo que ya tienen, y se disponen a recibir un bautismo de la sangre del prepucio, cuando ya han recibido la “Inmersión” en el agua que Jesús santifico para nosotros cuando recibió el Bautismo de manos de Juan el Bautista.

 

Sal (Lc 1), 69-70. 71-72. 73-75.

Este “Salmo” (que no es, estrictamente hablando, un salmo, no fue escrito en griego) pero si recoge la estructura propia de los Salmos de Acción de Gracias, o sea que podemos referirnos a él como un salmo Eucarístico. Los salmos no son un gesto de gratitud espontanea, sino una elaboración con un propósito litúrgico. Es gratitud vinculada y expresada dentro del culto. La manera tradicional de expresarle gratitud a Dios, era sacrificar; la investigación arqueológica muestra los primeros sacrificios como “desangramiento”, luego dar muerte a un animal e, inclusive a niños y adultos, lo que significaba renunciar al propio consumo y apartarlos para que Dios lo devorara con su fuego. La acción de gracias conllevaba sacrificio, al punto que se llegó a entender el Sacrificio -el derramamiento de sangre- como el elemento esencial de la Acción de Gracias: sin derramamiento de sangre no había culto.

 

La piedra de sacrificio constituía el Altar. En el Altar se presentaba la ofrenda, que era la victima a ser sacrificada.

El rito de acción de gracias presentaba cuatro fases:

1)    Invitación a cantar el himno contando lo que hizo Dios para ser honrado.

2)    Se le lanza un clamor a Dios

3)    Si Dios ha salvado ante, puede intervenir ahora.

4)    El oferente se vuelva sobre la Victima y confecciona el Sacrificio

 

En esta acción de Gracias, que constituye el Magnificat, podemos distinguir cuatro aspectos:

-       Μεγαλύνει [megalynei] “magnifica”, “engrandece”.

-       Dios se compromete con su Justicia a obrar en favor de llos “pequeños”, de los “desposeídos”

-       Con sencillez María declara que Dios ha vuelto a obrar y esta vez lo ha hecho a su favor.

-       Se extiende el favor de Dios sacándolo de su “privatización” y presentándolo como un gesto de Bondad que dios quiere extender y generalizar.

 

La estructura de la acción de Gracias es: Hoy la que ensalza soy yo; vean las maravillas que Dios obra, mañana las obrará a favor de ustedes extendiéndose a todos los de Israel. Israel no es un pueblo, ni una raza; Israel son todos los que “luchan” durante toda su vida buscando a Dios, es decir, procurando vivir coherentemente con lo que es Su Santa Voluntad.

 

El verso antifonal apunta es esa dirección universalizante de la Acción de Gracias: “Bendito sea el Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo.

 

No se trata de una bondad general, sino que Dos Mete sus manos, se compromete con su pueblo y asume ese compromiso Personalmente. Entra en la historia y actúa. Esta acción histórica que nos muestra María en el Magnificat consiste en haber escogido a Alguien, del linaje Davídico, para que fuera “Fuerza de Salvación”.

 

Este no es un hecho aislado. Dios lo había profetizado. Antes de llegar, y desde tiempos antiguos, ya había predicho esta acción. Esta Salvación da cumplimiento a lo pactado en la Alianza con los Ascendientes del pueblo que hoy “lucha a brazo partido con el Ángel de Dios.

 

Como es un Dios que entra y actúa en la historia; ya en tiempos de Abrahán se habían sentado las bases para que, llegada la hora, se cumpliera coherentemente, todo lo anunciado.

 

¿Para qué hace Dios todo esto? Para que “libres” sirvamos a Dios estando en condiciones de “Santidad y Justica”, entonces podemos ejercer nuestro ministerio “sacerdotal” y ofrecerle “culto”, según el Heredero de David, estipulo que debía ser este Culto. La acción de Gracias tiene que ser conforme el modelo que nos legó el Vástago Davídico.

 

Lc 11, 5-13

QUE NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA (Lc 22, 42)

La oración de petición basa su eficacia en dos motivos fundamentales: la bondad paterna de Dios y la fe del ser humano. Fidelidad y confianza se encuentran como dos rostros en el dialogo: el del Padre y el del Hijo.

Enrico Masseroni

Tres imperativos modelan, aquí, el proceso oracional: Pedid, buscad y llamad. En realidad, en la perícopa hay dos parábolas:

-       El amigo inoportuno, (basado en las tradiciones hospitalarias de oriente)

-       Dios es un Padre Bueno, que da lo bueno; y el colmo es que llega a darnos el Espíritu Santo

 



Pero no se queda ahí, va más allá. No es solamente un hijo que le pide al Padre, sino un familiar que dialoga con la Santísima Trinidad. La oración no es un dialogo humano-Divino es un “coloquio”, o sea un dialogo entre especialistas en la fe (en su origen el coloquio era sólo entre expertos religiosos, pero ha pasado a designar cualquier conversatorio, especialmente entre científicos). Aquí el Coloquio es Trinitario porque la invocación reúne a las tres Divinas personas que escuchan el orante. (Nota, se llama coloquio porque todos pueden expresarse, libremente. No como las conferencias, donde sólo habla el ponente; si alguien distinto al conferencista interviene, se trata de una interferencia).

 

Dios es un Padre Bueno que da los mejores regalos, el da todo lo que es bueno y plenificador para su hijo, pero en este caso, por ser el padre Celestial (nuestro Abba), nos da lo mejor de lo mejor: el Tres veces Mejor, el Paráclito.

 

La parábola nos dice que puede llegar el caso límite que un padre (despadrado, como aquel que da serpientes y escorpiones en vez de peces y huevos) dé un regalo malo, algo que puede dañar a su hijo. Pese a todo, esa no sería le regla general, pero en el peor de los casos, quizás alguien con una rotunda avería en el corazón, podría llegar a esta paternidad aberrada. La situación cambia con Dios, porque la Bondad Divina es de tal índole que excluye cualquier y toda Maldad.

 

Decimos que se trata de perseverar y repetir a toda hora el pedido. Leamos las dos parábolas con atento amor y veremos que lo que dice es que no hay momentos en que se puede pedir y momentos en que Dios está ocupado y no atiende, porque ya cerró y trancó. Lo que dice -con total diafanía- es que le podemos pedir en cualquier momento y Él se ocupará de atendernos. La sustancia esencial de la primera parábola no es tanto la perseverancia   cuanto que para Dios no hay momentos para pedirle y momentos en que tiene cerrado su despacho. Hoy diríamos que su gabinete atiende 24 X 24. “A toda hora”.


 

Es más, el que llegue en un momento aparentemente inoportuno tendrá atención garantizada, no solo le concederá porque lo considera “su amigo”, sino que, además, entenderá que, si viene a “molestar” tan fuera de horario, será que la petición es aún más urgente.

 

Hay un riesgo doble con la comprensión de estas parábolas:

-       Considerar que si oramos como “disco rayado” estará garantizada la respuesta positiva a nuestras oraciones.

-       Que aquí se esconde un “hechizo” con el que podemos forzar a Dios a hacer nuestra muy propia voluntad y, a la vez, a cancelar su Santa Voluntad en beneficio de nuestros egoísmos.

 

El don bueno, el don perfecto que nos da Dios como respuesta segura a quien suplica, es el espíritu Santo. Con ese don está seguro que llegaremos a la Altura y Estatura con la que Dios nos Diseñó. Con ese don, sabremos permitir a Dios que se cumpla Su Santa Voluntad en nuestras vidas.

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