sábado, 31 de marzo de 2018

EX TENEBRIS AD LUCEM



Hech10, 34a. 37-43; Sal 117, 1- 2. 16ab-17. 22-23; Col 3, 1-4; Jn 20, 1-9

Jesús, en cambio, no viene del mundo de los muertos –ese mundo que Él ha dejado ya definitivamente atrás-, sino al revés, viene precisamente del mundo de la pura vida,…

Benedicto XVI

“El primer día de la semana, muy temprano, todavía oscuro, María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de la entrada estaba removida”.

«Oscuridad es ausencia de Jesús. La oscuridad representa todas esas fuerzas negativas que trabajan de noche y se oponen a Cristo, Luz del mundo (9,4; 11, 9-10; 12, 35s).»[1] Volvemos sobre el término σκοτία, ας, ἡ “la oscuridad”, en esta oportunidad se trata de la “oscuridad de la fe”, una oscuridad de naturaleza espiritual, ama a su Señor, le sigue, le continua fiel, pero, su fidelidad está dirigida a un muerto: para ella Jesús no es el Mesías, sino otro muerto más. Por eso, ante Pedro y Juan exclama: “¡Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto!” «Ni por un instante la pasó por la mente que Jesús hubiera resucitado. Más bien pensó en un robo, en una posible profanación del cadáver del Señor.»[2]

Ni acusamos, ni criticamos, ni culpamos a María Magdalena. Entendemos que llegar a la fe de la Resurrección supone un tipo de profundización teológica que nos viene por la Gracia. Posiblemente, pasó mucho tiempo y tuvieron que vivir muchas experiencias muy fuertes en las primeras comunidades cristianas para poder llegar a reconocer en Jesús al Resucitado, y aún más y mayores profundidades para teologizarlo y llegar a la convicción férrea. Los encuentros con el resucitado nos permiten intuirlo; por ejemplo, cuando Él les tiene el desayuno en la orilla del lago de Tiberiades (Jn 21, 12b) “ninguno de los discípulos se atrevió a hacerle la pregunta ‘¿Quién eres Tú?’ porque comprendían que era el Señor” «Lo sabían desde dentro, pero no por el aspecto de lo que veían y presenciaban.»[3]

Algo así se nos critica frecuentemente cuando ven algunos nuestra representación del Crucificado o nuestra cruz como símbolo de nuestra fe. A ellos hay que recalcarles que no hay Resurrección sin cruz. La cruz nos lleva a mirar cara a cara el rostro del Amor de Dios, de su infinita inmensidad: Dios nos ama tanto como una mamá ama a su bebé en medio de su indefensión. Con Tierno y Dulce Amor de Padre nos ama el Padre Celestial, pero más, con Amor Divino, con Misericordia, por ningún mérito nuestro, sino porque Él quiere amarnos, porque al moldearnos del barro y soplar en nosotros el espíritu  (Gn 2, 7), puso en su Corazón y en sus Manos Creadoras el Amor. ¡Bendito y Alabado sea su Santo Nombre!


Así es como nos atrevemos a afirmar que María Magdalena iba “todavía en lo oscuro” de no reconocer al Señor Resucitado. Es a esa σκοτία a la que se refiere este texto, todavía andan en la oscuridad del corazón para discernir en Jesús, al Señor Resucitado.

…las vendas en el suelo y el sudario… en un sitio aparte
Augusto Seubert nos presenta tres enfoques distintos sobre el tema de las vendas y el sudario:

a) Pueden significar la fe antigua, el judaísmo con la versión farisaica, estricta, pegada a la Ley, concepción fundamentalista, ritualista y ultra-tradicionalista de la religión. Esas son las vendas; y Jesucristo las ha superado, las dejó atrás, anda suelto, desatado, sin amarradijos que entraben su libre caminar. Jesús siempre se mostró libre de ritualismos, de respetos sabáticos.

b) Las vendas evocaban a Elías que le dejó la capa a Eliseo y con ella, su poder, de forma tal que Eliseo pudo, igual que Elías, golpear con la capa las aguas del Jordán y dividirlas para pasar a pie enjuto (2 R 2, 8-15). Serían signo de transmisión de poder y autoridad.

c) Jesús se salió de las vendas, y quedan ahí, enrolladas, por que digamos que Él se evaporó y las vendas quedaron, enrolladas como lo habían estado alrededor del Cuerpo de Jesús, pero el Cuerpo ya salió de su jaula de vendajes.[4]


¿Por qué Juan entiende y Pedro no? El Padre Hugo Estrada nos da una hipótesis coherente: «Juan era el mejor preparado de todos para creer: Juan había recostado su cabeza en el pecho de Jesús durante la Última Cena. Juan era el único de los apóstoles que había estado, minuto a minuto, junto a la cruz del Señor; había participado también en el entierro. Juan era el único que no había negado a Jesús. Por eso su corazón y su mente estaban más abiertos para creer lo increíble»[5]

Sobre la Segunda Lectura
Leemos en la 1ª de Corintios “Pero si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación ya no contiene nada, ni queda nada de lo que creen ustedes.

Y se sigue además que nosotros somos falsos testigos de Dios, puesto que hemos afirmado de parte de Dios que resucitó a Cristo, siendo que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan.” (1Co 15, 14-15)

Veamos lo que comentó, a este respecto, SS. Benedicto XVI, el –ahora- Papa Emérito:

«Si se prescinde de esto, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas interesantes sobre Dios y el hombre, sobre su ser hombre, y su deber ser –una especie de concepción religiosa del mundo-, pero la fe cristiana queda muerta….

Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente…

San Marcos nos dice que los discípulos cuando bajaban del monte de la Transfiguración, reflexionaban preocupados sobre aquellas palabras de jesús, según las cuales el Hijo del hombre “resucitaría de entre los muertos” Y se preguntaban entre ellos lo que querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos” (9, 9). Y, de hecho, ¿en qué consiste eso? Los discípulos no lo sabían y debían aprenderlo sólo por el encuentro con la realidad…

…la reanimación de un muerto no nos ayudaría para nada y, desde el punto de vista existencial, sería irrelevante.

Efectivamente, si la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto…

Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan duda alguna de que en la “resurrección del Hijo del hombre” ha ocurrido algo completamente diferente. La resurrección de Jesús ha consistido en romper las cadenas para ir hacía un tipo totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso;… es una especie de “mutación decisiva”, … un salto cualitativo. En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad»[6]


Solidaridad Divina con su criatura
Para muchos de nosotros, fieles cristianos, la resurrección no pasa de ser una fecha en el calendario litúrgico, la Vigilia Pascual con su hermosísimo rito o una imagen de Jesús Glorioso. Pero la Resurrección es muchísimo más que eso. Es un elemento que tiene enormes implicaciones en nuestra vida, y debe repercutir en acciones, en un estilo de vida verdaderamente a la manera de Jesús. Implica, no sólo una creencia sino un compromiso:

«En el drama del hombre se juega el autor del hombre. Qué sentido tiene crear un hombre del absurdo: pasión de amor y, no sabe sino destruir al otro; ansia de libertad, de dignidad, y, no afirma la propia autonomía, sino negándola a otros. ¿Tiene sentido crear un hombre que no soñó con vivir, para que cuando se apasiona con la vida se le arrebate sin consultarlo? ¿Somos un haz de luz entre dos abismos de oscuridad? Una burla de quien nos creó sedientos de sentido, sin nunca alcanzarlo?... Todo lo que conquista el hombre se torna ridículo ante lo que queda por hacer. La brizna de libertad que poseemos es una burla para los que no la tienen. Nuestra comodidad y la conquista del espacio, son una ironía cuando no podemos conquistar la propia tierra haciéndola más humana…

…hay que establecer una crítica despiadada a un Dios y un hombre lejanos el uno del otro: Dios un absoluto que no necesita del hombre, éste una miseria perdida en los espacios siderales, pequeñez a la que se aplasta sin que Dios se conmueva, en su inmutabilidad, por el dolor de la historia.

¿Por qué no pensar a Dios y al hombre, no como dos realidades antagónicas, sino como la capacidad del amor y del don y la capacidad de la aceptación del ser y del amor?

Aceptada la fe en la creación, Dios es ante todo relación, ha hecho un mundo para el hombre y al hombre para relacionarse con Él… Creación es afirmar en cada niño que nace, en cada flor que revienta, el triunfo de la vida sobre la muerte…

Y ¿por qué construir un mundo para unos pocos y no para todos?

La solidaridad tiene dos caras: hacerse como nosotros, para que podamos ser como Él.

No se cree en Jesús y su resurrección, si no se ha vivido la praxis de Jesús y no se ha amado a la manera de Jesús, sin un amor que como el de Jesús hace verdad en la historia la liberación del hombre del pecado, de la opresión, del odio; si no se ha vivido la pasión por el sentido y no se ha hecho la experiencia de Jesús: mirar a Dios como Padre, con un amor que exige construir un mundo de hermanos; Padre en el que se puede confiar y por el que vale la pena entregar la existencia, dándola por los demás.»[7]


«La muerte no es la última palabra ni el fin de todo: se entrega uno a la muerte por la justicia, para crear una vida digna, una vida justa. En esta afirmación está contenida ya una afirmación que escapa a los límites temporales. El que es capaz de entregar su vida por la justicia está realizando con ello un inmenso acto humano, que supera los límites del tiempo y del espacio; está diciendo que su deseo de vida justa es eterno. En el cristianismo, el deseo de pervivencia y de resurrección está esclarecido, confirmado y realizado. Lo que en todo hombre está presente de manera oculta, implícita, el cristianismo lo explica y lo expresa»[8]


[1] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá D.C. – Colombia 1999 p. 146
[2] Estrada, Hugo sdb. PARA MÍ,¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala, 1998 p. 206
[3] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET. SEGUNDA PARTE DESDE LA ENTRADA EN JERUSALÉN  HASTA LA RESURRECCIÓN. Eds. Planeta y Encuentro Madrid-España 2011 p. 309
[4] Cfr. Seubert, Augusto. Op. Cit. pp. 147-148
[5] Estrada, Hugo sdb. Loc. Cit.
[6] Benedicto XVI Op. Cit. pp. 281-284
[7] Zea, Virgilio. sj. Op. Cit. pp. 151-153
[8] Arias Reyero, Maximino JESÚS EL CRISTO Ed. Paulinas  Madrid –España 1982 p. 263

viernes, 30 de marzo de 2018

AMOR ILIMITADO, AMOR ETERNO



Is 52, 13-53, 12; Sal 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25; Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-19, 42

Toda la historia de Jesús es el anuncio y la concretización de la venida del Reino de Dios… Se trata de una propuesta de alternativa de sociedad que lleva al nivel fraterno a las personas. Eso provoca la oposición de los privilegiados, y el resultado es un conflicto en que Jesús es puesto preso y muerto.

Ivo Storniolo
Euclides Martins Balancin

La perícopa del evangelio que nos ocupa hoy, está formada por los capítulos 14 y 15 del Evangelio según San Marcos. «En Marcos, el relato de la pasión impresiona por su sobriedad. Sin duda, entre los evangelistas, es el que más se acerca al relato primitivo.»[1] Los versos 1 y 2 del capítulo 14 nos dan un marco cronológico en el contexto de las fiestas judías. Temiendo al poder popular, quieren lograr el arresto por fuera de las fiestas, para que θόρυβος τοῦ λαοῦ  “la gente se puede alborotar (empezar un alzamiento)” Mc 14, 2b.

Luego, viene el episodio donde una mujer unge la cabeza de Jesús con el frasco de aceite de nardo: imagínense ustedes, esta mujer está tocando el cabello del mismísimo Dios, lo acaricia con amor y Jesús lo aprecia, lo valida; por eso la defiende, la disculpa, argumenta que ella no h hecho nada malo, por el contrario, todo lo que ha hecho es anticiparse a ungirlo, a prepararlo para su sepultura. Este gesto de la mujer –en el contexto de una sociedad machista- es un acto generoso, amoroso, no lo unge con cualquier clase de aceite; al revés, para Dios, reserva lo mejor, perfume de  νάρδου πιστικῆς nardo puro; y no lo transporta en cualquier frasquito de medio pelo, lo lleva en ἀλάβαστρον. un frasco de alabastro.

Este episodio de la Unción en Betania, se inserta aquí como la primera muestra de la importancia del discipulado femenino que muestra su fidelidad aún en las horas más difíciles; mientras, los discípulos masculinos huyen en desbandada.

Este gesto supremamente amoroso lleva a que Jesús lo marque con el sello de la la rememoración eterna, por tanto, ὅπου ἐὰν κηρυχθῇ τὸ εὐαγγέλιον εἰς ὅλον τὸν κόσμον καὶ ὃ ἐποίησεν αὕτη λαληθήσεται εἰς μνημόσυνον αὐτῆς “será recordado doquiera sea proclamada la Buena Noticia”.

2


El Cardenal Carlo María Martini dice que «Marcos se divide claramente en dos partes casi iguales… En la primera parte se trata de comprender el Reino, en la segunda parte se trata de entrar en el Reino… en la segunda parte es donde Él se dedica, en particular, a una formación más cuidadosa del grupo de los Doce»[2] Con este preámbulo el Cardenal Martini empieza a explicarnos los tres anuncios que hace Jesús de su Pasión y Muerte.
Más adelante dirá el Cardenal Martini que «Jesús, siempre más cerca de los suyos, los forma en el único punto esencial y presenta el misterio central del Evangelio: Él, su muerte y Resurrección»[3]

Y así llegamos a donde los queríamos invitar, a una cita del Cardenal Martini donde se reflexiona sobre la muerte de Jesús, lo que él llama “el Misterio de los Misterios”, porque conlleva en su seno una verdadera paradoja. Veámoslo:

«Todos los que por varios motivos han tenido alguna familiaridad con el misterio de la muerte, saben cómo inmediatamente, ante tal hecho, cesa toda retórica.

No hay nada menos humano que la muerte. La persona que muere asume, generalmente, una expresión trivial y tonta; o tal vez, atormentada e incrédula. No hay situación en que el ser humano sea menos él mismo que en el momento de la muerte.

Precisamente en cuanto realidad a la que es difícil dar un sentido, la muerte es un no-sentido para el hombre que vive. La persona muerta representa algo incomprensible, algo que no debería ser.

Ahora bien, pensar que esa realidad, esto es, el no sentido para la vida, haya sido afrontada por el Señor Jesús, constituye precisamente el misterio de los misterios. Que Jesús, la vida misma, haya querido reducirse a todas las expresiones de degradación humana insertas en la muerte, es realmente inexplicable.»[4]

Este aspecto inexplicable y misterioso para nuestros sentidos y nuestra mente, aprehensible solamente desde la dimensión trascendente capaz de sintonizar con la intuición de lo que es el Amor de Dios por la humanidad, nos revela la –por llamarla de alguna manera- Absurda Magnificencia de Dios enamorado de su criatura. No es un acto hedonístico donde el artífice se solaza en su creación; no, es más bien la ternura con la que un a mamá o un papá logran descubrir, en los garabatos de un tierno infante, su hijo, una clara imagen, el retrato más detallado y más preciso que ninguna cámara fotográfica de alta tecnología sería capaz de captar. Les recuerdo el caso de papás que llevan estas “obras maestras” en su billetera, o que consagran un portarretratos para tener sobre su escritorio el papelito garrapateado por sus hijo, y enseñarlo con orgullo a todos sus amistades y compañeros de trabajo.

No queremos explicar lo inexplicable, sólo acercarnos a una intuición del Infinito Amor de Dios que apostó por nosotros, que confía en nosotros pese a nuestras flaquezas sin cuento. El Plan Salvífico, que proviene de esta Misericordia, siempre tuvo previsto que nuestra indignidad fuera suplida con su Gratuidad.

3.

Otro aspecto señalado por el Cardenal Martini nos da una pauta comprensiva del relato de la Pasión según San Mateo.


«En su Evangelio la Pasión es una sucesión de pequeños cuadros que describen situaciones humanas, confrontaciones de personas.

No es tanto una información concatenada de acontecimientos, y ni siquiera un estudio sobre la conexión de las causas, aunque esto esté también presente.

El modo de narrar de Marcos es más bien la presentación de una serie de cuadros en los que entran diversos personajes en confrontación directa con Jesús, viviendo cada uno el misterio de la propia llamada y de la propia toma de posición hacía el Reino….Señalo 14…
1º Jesús y Judas
2º Jesús y los guardias
3º Jesús y el Sanedrín
4º Jesús y Pedro
5º Jesús y Pilato
6º Jesús y Barrabas con la multitud
7º Jesús y los soldados
8º Jesús y Simón de Cirene
9º Jesús y los crucificados
10º Jesús y los que se burlaban
11º Jesús y el Padre
12º Jesús y el Centurión
13º Jesús y las mujeres al pie de la Cruz
14º Jesús y los amigos

Una galería de personas que se confrontan con la semilla del Reino. Cada uno con su respuesta distinta, delante de un Jesús siempre igual en su actitud de disponibilidad y de oferta de salvación»[5]

De esta manera, engarzando cuadros, Jesús va llegando progresivamente a su Reinado, en una soledad igualmente progresiva. Va subiendo hacía el Trono de su Reino, el Madero de la Cruz. «…cuando se aproxima la muerte de Jesús, la iniciativa pasa a Dios y a Jesús, y los hombres se convierten en agentes activos para llevar a cabo el designio divino.»[6]

«… es al morir abandonado de todos, hasta aparentemente del Padre, asumiendo todo el sufrimiento humano como siervo doliente, cuando Jesús revela cómo es Cristo y rey»[7] «Frente a lo anterior, es inútil ponernos a racionalizar nuestra fe. Si no experimentamos de alguna manera la profunda miseria de la marginación humanan que Jesús cargó en su cuerpo o si, por lo menos no nos solidarizamos efectivamente con ella, ¿cómo vamos a creer que un crucificado es el Juez universal, el Rey, el Mesías, el Hijo de Dios?»[8]







[1] Equipo “Cahiers Evangile” PRIMEROS PASOS POR LA BIBLIA Cuadernos # 35 Ed. Verbo Divino Navarra – España 1992 p45
[2] Martini Cardenal, Carlo María. sj. LAS NARRACIONES DE LA PASIÓN. MEDITACIONES Ed. San Pablo Santafe de Bogotá D. C. 1998 p. 79
[3] Op. Cit p. 86
[4] Op. Cit. p. 90
[5] Ibid pp. 94-95
[6] Martínez Aldana, Hugo orlando. EL DISCIPULADO EN EL EVANGELIO DE MARCOS  Ed. Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM  Bogotá- Colombia 2006 p. 111
[7] Charpentier, Etienne PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO Ed. Verbo Divino Navarra-España 2004 p. 84
[8] Balancin, Euclides M. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MARCOS ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed San Pablo Bogotá D. C. – Colombia 2002 p. 182

jueves, 29 de marzo de 2018

NOS AMÓ HASTA EL EXTREMO



Éx 12, 1-8. 11-14; Sal 115, 12-13. 15-16be. 17-18; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15

… el amor de Dios es un amor misericordia. El amor de misericordia es el amor típico de Dios que se agacha a servir… ¿Qué significa el lavatorio de los pies de Jesús? Que si no es por el lado de los pies, humillándose uno no está amando. Amor que no es humilde no es verdadero.
Gustavo Baena, sj.


Cristo Amigo, consciente de que había llegado el momento de volver a su Padre, al celebrar la Ultima Cena, “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”.(Jn 13, 1-17)  El extremo, el  límite: les lavó los pies, les dejó el mandamiento del amor y se quedó para siempre con ellos y con nosotros por medio de la Eucaristía… se va pues al día siguiente morirá, pero en realidad en su ingenio divino se las ha arreglado para quedarse con nosotros…. Quedándose totalmente a mi disposición. Cada vez que participo en la Santa Misa o le visito en el sagrario tengo la oportunidad de percibir su amor a mí, porque se ha quedado para ser mi amigo, mi hermano, mi compañero fiel, en quien puedo confiar en todo momento y circunstancia.

Él encontró la fórmula. La Eucaristía. “En este don, Jesucristo entregaba a la Iglesia la actualización perenne del misterio pascual. Con él instituyó una misteriosa contemporaneidad entre aquel Triduum y el transcurrir de todos los siglos”»[1]

W. Froester comenta: Si hubo en el mundo una revolución, fue en este momento. Aquí fue donde el César pagano quedó destronado, el orgullo abatido, proscrita la explotación y condenado todo servicio que no sea recíproco. Aquí fue estigmatizado como el peor desorden todo orden que sostiene y santifica un estado de cosas en que falte esa reciprocidad de los servicios y el respeto a los demás. Únicamente esta mutua entrega y esta clara conciencia de nuestra igualdad ante Dios pueden santificar las relaciones entre los que sirven y los que se hacen servir. Esta revolución no atenta contra ninguna autoridad, no entorpece ninguna obediencia, no siembra ningún odio. Lo divino desciende a nosotros bajo la forma del servicio más humilde para mostrarnos que solamente sirviendo con toda humildad podemos alcanzar lo divino.[2]

Al entrar en el Capítulo 13 de San Juan se produce un “salto” (que explica la inusitada importancia del amor en este contexto): «El capítulo 13 abre la segunda parte del evangelio de Juan (13,1 – 20,29).»[3] «El tema de la vida y de la luz, que hasta aquí es dominante en el Evangelio, desemboca en el del amor. Y el amor que es la luz verdadera de la vida se realiza no en las palabras ni con la lengua, sino en la verdad de los hechos (cf. 1Jn 3, 18) en estar al servicio de los otros (Ga 5, 13) Llevar los unos las cargas de los otros es cumplir la ley de Cristo (Ga 6, 2), cumplir su mandamiento….de aquí en adelante la palabra “amor” sustituye las palabras “luz” y “vida”, que hasta ahora han sido dominantes. El verbo “amar” aparece 38 veces en el Evangelio de Juan: 7 veces en los capítulos 1-12 y 31 veces en los capítulos 13-21 con una concentración de 26 veces en los capítulos 13-17. A su vez, el sustantivo “amor” se repite 6 veces, con una concentración de 5 veces en los capítulos 13-17. El verbo, que indica acción, predomina sobre el sustantivo, porque el amor se manifiesta más en los hechos que en las palabras… La vida de Dios, de la cual el agua y el viento, la luz y el pan son signo, es el amor: el amor del Padre, que el Hijo comunica a los hermanos.»[4]


«El episodio se sitúa en la última cena, en el centro de la cual los otros Evangelio colocan la institución de la Eucaristía. Juan omite las palabras sobre el pan y sobre el vino; en cambio, narra el lavatorio de los pies.»[5] «La forma como Jesús sigue presente en el mundo es la comunidad formada por los que comparten su pan y viven en consecuencia.»[6] «En la Eucaristía no hay, pues, sólo comunión entre Cristo y nosotros, sino también asimilación; la comunión no es sólo unión de dos cuerpos, de dos mentes, de dos voluntades, sino que es asimilación al único cuerpo, a la única mente y voluntad de Cristo. “El que se une al Señor forma con él un solo Espíritu” (1 Co 6, 17)… según San Pablo, la consecuencia inmediata del matrimonio es que el cuerpo del marido es de la mujer y, viceversa, el cuerpo de la esposa es el del marido (cf. 1co 7, 4).

Aplicado a la Eucaristía esto significa que la carne incorruptible y dorada de vida del Verbo encarnado se vuelve mía, pero también mi carne, mi humanidad se vuelve de Cristo, la hace suya… Cuando Jacob se presentó al padre Isaac para recibir la bendición en vez del hermano Esaú, el padre notó que la voz no era la del primogénito, pero los vestidos que llevaba puestos lo hacían pasar por él y le dio su bendición (cf. Gn 27, 1ss). Una cosa semejante sucede cuando nos presentamos al Padre Celestial después de haber recibido la Eucaristía. Él nos cambia por su Hijo unigénito y nos bendice.»[7]


El amor que promueve Jesús tiene su expresión en el ministerio del servicio, como dice Dom Câmara, “ayudarnos mutuamente; para hacer por nuestros hermanos lo que les es verdaderamente necesario, aquello de lo que realmente tienen necesidad”, es por eso que en el Evangelio de San Lucas Jesús se autodefine “yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.”(Lc, 22, 27d). «Jesús recibe el título de Maestro y Señor. El título de Maestro está ligado a los fariseos, y el de Señor a los gobernantes de Roma. Jesús acepta los títulos, pero se pone en el mismo nivel de los discípulos y discípulas: “Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque todo lo que escuche de mi Padre se los di a conocer” (15, 15)… Por tanto el lavatorio de pies muestra que todos son iguales y que el servicio nace de la capacidad de amar. En Juan 12, 1-11 la unción de los pies de Jesús por María es un gesto que presenta semejanza con la Última Cena de Jesús. María, la amada, unge los pies de Jesús con perfume y los enjuga con sus cabellos (12, 3). Jesús, tocado por este gesto de amor, hace lo mismo con sus discípulos: también Él lava los pies de sus amigos y amigas.»[8][11] «"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn 13, 1). Dios ama a su criatura, el hombre; lo ama también en su caída y no lo abandona a sí mismo. Él ama hasta el fin. Lleva su amor hasta el final, hasta el extremo: baja de su gloria divina. Se desprende de las vestiduras de su gloria divina y se viste con ropa de esclavo. Baja hasta la extrema miseria de nuestra caída. Se arrodilla ante nosotros y desempeña el servicio del esclavo; lava nuestros pies sucios, para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios, para hacernos dignos de sentarnos a su mesa, algo que por nosotros mismos no podríamos ni deberíamos hacer jamás.»[9]

Aceptarlo a Él, que “lava los pies” nos da la capacidad de amar como Él nos ha amado, de tener parte en su vida como Hijo.
Silvano Fausti
Jacob se disfrazó de Esaú con la piel de los cabritos para remedar a su hermano que era muy velludo. Jesús se reviste como uno de nosotros, τίθησιν τὰ ἱμάτια, καὶ λαβὼν λέντιον διέζωσεν ἑαυτόν· (Jn 13, 4) quitándose el manto y “ciñéndose” una toalla a la cintura; (sabemos que se quitó el manto, San Juan lo dice, también dice que se ató la toalla a la cintura; lo que no dice es se haya quitado nunca la toalla… podríamos inferir que “permaneció” con λέντιον el paño al cinto, y subió a la cruz con su “disfraz” de servidor).

Para entender lo que todo esto implica para nosotros, para saber cómo incorporarnos a su Cuerpo Místico, los que recogemos el ejemplo después de 20 siglos; oigamos un comentario que hacía Dom Helder Câmara: «Cada Jueves Santo, antes de celebrar la Eucaristía, nosotros celebramos una hermosa ceremonia, a la que asiste gran cantidad de público, en la que el obispo o el sacerdote lava los pies a doce personas. De este modo recordamos lo que el propio Señor hizo. Pero en tal ocasión siempre me inquieta un tanto el ver que nuestros doce “apóstoles” se presentan con los pies cuidadosamente lavados de antemano. Y hay que hacerlo entender: “Hermanos, no estamos aquí para hacer como que lavamos unos pies que ya están perfectamente lavados. Nos encontramos aquí para decir que estamos dispuestos a tratarnos como hermanos, y hermanos de carne y sangre; para ayudarnos mutuamente; para hacer por nuestros hermanos lo que les es verdaderamente necesario, aquello de lo que realmente tienen necesidad.»[10] «Lavar pies es como un sociodrama que representa esa entrega total que Cristo ha hecho para redimirnos. ¿Y qué les toca a los discípulos? De parte de los discípulos, dejarse lavar los pies, representa su entrega total en ese proyecto de amor y renovación revelado por Cristo.»[11]



Concluyamos con las palabras del Papa Francisco al lavar los pies de los presos en la Cárcel de Menores, Casal del Marmo:Entre nosotros el que es más alto debe estar al servicio de los demás. Y éste es un signo: lavar los pies quiere decir: yo estoy a tu servicio. Debemos ayudarnos. Ayudarnos recíprocamente: esto es lo que Jesús nos enseña. Y esto es lo que yo hago. Y lo hago de corazón porque es mi deber como sacerdote y como obispo. Es un deber que me viene del corazón. Me gusta hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado”.




[1] Guerra, Héctor, LC. y Ledesma, Juan Pablo, LC. Ed. Planeta Barcelona –España 2009. pp. 109-110 La cita que hacen es de Juan Pablo II ECCLESIA DE EUCHARISTIA, 5.
[2] Javier Soteras Pbro. EL LAVATORIO DE LOS PIES. https://radiomaria.org.ar/programacion/lavatorio-los-pies/
[3] Bortolini, José. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE JUAN. EL CAMINO DE LA VIDA. Ed. San Pablo. Bogotá-Colombia 2002. p.140
[4] Fausti, Silvano. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2008. pp. 365.367
[5] Ibid. p. 364
[6] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. Ed. Verbo Divino Navarra-España 2004  p. 140.
[7] Cantalamessa, Raniero. ESTO ES MI CUERPO Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2007. pp. 121.126
[8] Centro Bíblico Verbo LA NUEVA VIDA NACE DE LA COMUNIDAD. EL EVANGELIO DE JUAN. Ed. San Pablo. Bogotá Colombia 2010. pp. 61-62
[9] Benedicto XVI SANTA MISA "IN CENA DOMINI" Basílica de San Juan de Letrán. Jueves Santo 13 de abril 2006
[10] Câmara, Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1987 p. 170
[11] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá-Colombia 1999. p. 105