lunes, 29 de abril de 2024

Lunes de la Quinta Semana de Pascua


                          

Hch 14, 5-18

El Evangelio le trae la curación a un “impedido de pies”.

Se calcula que lo que vamos a leer hoy de los Hechos, acaeció por allá en los años 47-48 de nuestra era. Cuando llegaron a Licaonia, ¿a qué actividad se dedicaron Pablo y Bernabé? ¡A predicar el Evangelio!

 

En este co-texto, encontramos al “cojo de nacimiento, impedido de pies”. A quien Pablo ordenó ponerse de pie, y empezó a andar. La gente estaba muy sorprendida, y siendo “gentiles”, inmediatamente pretendieron identificar a Pablo y Bernabé con Hermes y Zeus, respectivamente. Un sacerdote de Zeus, trajo toros y guirnaldas para rendirles adoración. En cuales se vieron ellos dos para contener a la gente, mostrarles que eran simples humanos y predicar la Buena Noticia del “Dios Viviente” y conminarlos a abandonar la idolatría.

 

Aquí, la dificultad con la que se encontraron fue la conciencia mítica y mágica del mundo pagano, que los hacía proclives a reducir la interpretación de los hechos a pura mitología. Se descubre aquí, una clave de la importancia de los evangelizadores, que, con sencillez y modestia, corrigieron la interpretación y presentaron a Jesús, como era competencia de su Misión.

 

Vemos, sin embargo, que la predicación de los emisarios de la Buena Nueva, está acompañada y respaldada por el poder Divino, para poder sanar a los “inválidos”, y llevar vida y sanación como instrumento de aval al Anuncio. Estas “sanaciones” son imagen del contenido profundo de la “Buena Nueva”, hablan de dar fuerzas al que está postrado, de capacitar al que está paralizado.

 

La idolatría es una cadena que espontáneamente aceptan los que no han tenido ocasión de ver el Rostro Liberador de nuestro Señor Jesucristo. En su “desinformación” consideran la “fuerza sanadora” como un producto de seres “maravillosos, y, sin embargo, puramente ficticios”, que ellos “tradicionalmente” venían venerando. Observemos -lo que es evidente, pero que a veces se nos pasa- Pablo y Bernabé no llegaron allí para sanar enfermos y luego, ponerse a anunciar el Evangelio; llegaron y se pusieron -como decimos popularmente, “a lo que venimos vamos”- sin mediar reposo, a la Predicación. Así, el Evangelizador cumple una misión que es “poner al alcance” la verdadera identidad del Creador-y-Salvador, del Dios Amoroso que sufre con nuestras debilidades y extravíos y quiere que podamos enderezarnos y de un salto ponernos derechos sobre nuestros propios pies. Quiere “levantarnos”.

 

Sal 115(113b), 1-2. 3-4. 15-16

Este es un Salmo de la Alianza. Se trata de una “renovación de votos”. Nosotros ya no tenemos tan a la vista lo que es una Alianza. Al leer los libros de historia a veces nos encontramos con este tipo de “convenios” entre países y sus gobernantes, que se alinean, para enfrentar otro u otros que a su vez se han aliado para atacar, también en los libros de “negocios”, encontramos las alianzas comerciales y productivas). La Alianza conlleva una negociación, una instancia “parlamentaria”, en la cual las partes ponen sobre la mesa sus intenciones y propósitos. Luego, cada parte llama a la/las otra(s), a la “seriedad” y a la fidelidad a lo convenido. Y, concluyen con un apartado que es prácticamente el momento de juramento al compromiso, que incluye mencionar las beneficios y maleficios que sobrevendrán con el cumplimiento/incumplimiento de la Alianza, es el momento de “firmar” la Alianza.

 

Se han encontrado antiquísimos documentos que dan cuenta de este tipo de conversación-negociación y de los pasos que comprendía.

 

En la primera estrofa propone pactar la Alianza, no tanto por nuestra conveniencia, sino porque otros pueblos, los neo-paganos, reciban las evidencias del Poder Divino y Le den Gloria. Que no les quepa duda, que no anden preguntando burlones e irónicos: ¿Dónde está su Dios? Esta pregunta no habla de que no exista Dios, habla de que su Poder es ínfimo. Que se hagan visibles tu Amor, Señor y tu Fidelidad como constancia del cumplimiento de Tu Alianza.

 

La segunda estrofa confronta a los dioses paganos que son factura de metal -quizá metales preciosos- pero eso no demuestra ni poder divino, ni verdadera existencia. En cambio, nosotros podemos contestarles rotundamente la pregunta. ¿Quieren saber dónde está nuestro Dios? ¡Nuestro Dios está en el Cielo!

 

En la tercera estrofa, les toca el turno a los sacerdotes -que hasta ahora han callado- y piden que Dios derrame sus Bendiciones. Desde el Cielo, desde allá en su Castillo Real, envíe a la tierra el flujo de su Poder y Majestad, a la tierra, nuestra humilde morada, que se ha entregado a los “hijos de Adán”. Atención que se ha dado un salto del firmamento, aire, nubes, cuerpos celestes, aves y satélites; se ha pasado al Cielo de La Trascendencia, la Divina Morada.

 

Nótese que el centro general de este Salmo conforme se ha organizado la perícopa, es el Nombre del Señor, y, el mensaje gira alrededor de su Glorificación.

 

Jn 14, 21-26



“Te amo”, dice el pretendiente, ¡te amo de verdad! Le garantiza este Romeo. Aun cuando la expresión goza de un tiernísimo valor poético, se queda uno pensando, ¿qué querrá decir eso? ¿a qué se estará refiriendo este muy romántico personaje?

 

Es, cuanto menos interesante, que, los votos conyugales dicen: “prometo serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y la enfermedad, todos los días de mi vida”. ¡Eso si es una Alianza! ¡Paradigma de Alianza!

 

Hoy Jesús, en su discurso llega al punto de plantear lo que cada uno ha de estar dispuesto para sellar la Alianza con Él, nos muestra el “camino” para pasar de las palabras melifluas a la Fe: A nosotros nos toca, “tener y guardar” los mandamientos. El por su parte, se comprometa a amarnos y nos enviará el Espíritu Santo.

 

No, Jesús no juega aquí con promesas etéreas. El pide y ofrece una fidelidad muy bien definida. Ofrece dar El Consolador y pide -como expresión de la verdad de nuestro amor- el fiel cumplimiento de sus ἐντολάς [entolas] (plural de ἐντολή [entolé]) que significa “encargo”, “propósito”, “objetivo”, “mandado”; siempre lo traducimos como “Mandamiento” pero le recortamos el significado a “Diez”, lo reducimos a “Decálogo”, y soslayamos que Jesús nos entregó otros “encargos”, de los cuales se debe traer siempre a escena

a)    El Mandamiento del amor.

b)    El amor al prójimo.

c)    Lo que implican las bienaventuranzas.

d)    El mandamiento del servicio, simbolizado en el Lavatorio de pies.

e)    La “oblatividad”, valga decir, la capacidad de sacrificio, de negarse a sí mismo, por el bien de los demás.

 

Lo que no significa, ¡Nunca! óigase bien, ¡nunca! Dejar de lado alguno de los Mandamientos del Decálogo. Todos ellos eternamente válidos, todos ellos venidos junto con el Inenarrable Amor Divino.

 


Que no se nos vaya a pasar que, en el planteamiento de esta Alianza, conforme nos la presenta Jesús en esta perícopa, hay otro compromiso que Él hace: “me manifestaré a él”.

¿Cómo se nos manifestará? Podríamos pensar que el Amor de Dios está por ahí flotando en el aire, pero sólo si viene el “Enfermero”, el “Especialista”, y nos aplica la “inyección”, nos “canaliza”, entonces todo ese Amor entrara en nosotros, correrá por nuestras venas, se aclarará en nuestro ser, y se hará Luz en nuestra Vida, y entraremos en la condición propicia para que nos “haga Efecto” todo el Amor que se nos ha donado en Jesucristo nuestro Salvador.

Esa Ley Cristiana está gravada en nuestro corazón, pero requerimos una especie de “Traductor” que nos la haga accesible: El Παράκλητος [Parakletos] “Consolador” hará que Ese Alimento sea “Vitamina” eficaz de nuestra existencia.

domingo, 28 de abril de 2024

PERSEVERANCIA EN LA FE

 


 Hch 9,26-31; Sal 22(21), 26b-27. 28 y 30. 31-32; 1Jn3, 18-24; Jn 15,1-8

 

Oh Señor Jesús..., sin ti no podemos hacer nada, porque tú eres el verdadero jardinero, creador, cultivador y custodio de tu jardín, que plantas con tu palabra, riegas con tu espíritu y haces crecer con tu fuerza

Guerrico d'Igny

 

…Dios Padre procura la unidad del Hijo con sus sarmientos o miembros. Esta unidad es el acontecimiento central del mundo y de su historia, y es tan estrecha que no permite las medias tintas: o el sarmiento está unido a la cepa o está separado de ella.

Hans Urs von Balthasar


 

Vamos a leer el “Cartel” que está pegado a la entrada de esta Liturgia (Introito: Antífona de Entrada): “Canten al Señor un Cantico Nuevo porque ha hecho Maravillas y ha revelado a las naciones su Justicia”. Esta antífona remite directamente al Salmo 98(97), versos 1 y 2. Nos pide que hagamos algo por una razón doble: Nos pide cantar, o sea, glorificar no con cualquier tipo de cántico sino con un “canto nuevo” y esto porque a) El Señor ha hecho maravillas, y, b) porque Él nos he revelado su Justicia, y su Justicia es el Amor. Pasemos, sin más comentarios, a detallar la Oración Colecta: allí se dice que hemos sido “renovados”, por medio del bautismo y luego –haciendo mención de otro sacramento, se dice que “hemos sido santificados”, que cosa tan esplendida, nosotros ¡hemos sido “santificados”!; ¿cuál es este sacramento que nos santifica?, a renglón seguido nos enteramos que ese Sacramento es el Sacramento Pascual, que es la Eucaristía, porque la Eucaristía es el Sacramento que celebra la Pascua, que celebra este regalo prodigioso que Jesús nos ha dado en su Muerte-y-Resurrección: Verdaderamente que estamos celebrando en esta Liturgia, el Sacramento Pascual del Resucitado, que es un Sacramento que abre una expectativa para nuestra vida, ¿cuál es? que demos fruto y que gocemos –en el esjatón- de la Vida Eterna. Primero, en esta vida y en esta tierra, dar frutos que manifiesten nuestra filiación, porque si son frutos de cristiano tienen que ser, frutos rebosantes de ese ser de “hijos”; y, después de nuestra peregrinación por la vida terrenal, ser –para siempre- reflejo del Esplendor de Dios en su Gloria: reflejo aquí de nuestro ser de hijos y allá de la Presencia de la Divinidad que nos acogerá por los siglos de los siglos, ya no para lo pasajero sino, para lo perdurable. Pero –lo aclara perfectamente la oración colecta- eso se dará sólo si contamos con el Auxilio de Dios que nos asiste. Este fruto será la permanencia en vínculo estrecho con Jesús, por eso diremos para cerrar el comentario de la antífona y de la Oración Colecta, que esta celebración del Quinto Domingo de Pascua se encuentra bajo el signo del μένω [meno] “permanecer”.


 

Permanecer implica “constancia”, permanecer es “fidelidad”. Pero la permanencia tiene una connotación de fraternidad, o sea que para los herman@s en la fe, implica “acogida”, llama al “cuidado”. Muchas veces reclamamos la permanencia por ejemplo, en el compromiso, y censuramos a nuestros hermanos en las comunidades eclesiales, pero nosotros –que a nuestra vez estamos llamados a la “acogida y el cuidado fraterno, sólo tenemos agallas para reclamar que el otro “persevere”, y… nos preguntamos si acaso, le hemos aportado el “apoyo” necesario para poderse mantener firme y fiel. Es cierto que la fe nos reclama “permanecer”, pero todos somos hermanos y para que los otros puedan llegar a ser “fieles” nosotros, sus hermanos, debemos brindarles todo ese desvelo, ese que reclamó Jesús a sus discípulos, velar con Él (Cf. Mt 26, 40). Aquí viene un detalle -quizás ignorado por muchos- respecto al cuidado que requiere una viña, y es que a medida que crecen los sarmientos, estos requieren “apoyo”, y este apoyo se les brinda con “redes”, para que en ellas se puedan recostar. Esto es mucho más evidente en el cultivo del tomate, donde se precisa una tarea de respaldo denominada “entutorado”, que se hace en las tomateras con varas o perchas, postes y alambres y atando a ellas los tallos.


 

Si miramos atentamente la Primera Lectura, este “entutorado” lo conduce Bernabé en favor de Pablo, para que él se pueda vincular y sea aceptado por los discípulos que temían y desconfiaban de él. Perdónenme, pero viene al caso observar algo sobre la etimología de la palabra tutor que salió de un verbo latino, el verbo tueri que significa precisamente, “vigilar”, “proteger”, “observar con ojo cautelar”. Es decir, el tutelaje está directamente conectado con el “pastoreo”, es el homólogo en agricultura del cuidado “Pastoral” referido este, a la atención del rebaño. Son dos figuras una de origen agrícola y la otra de fuente ganadera que nos llaman a velar por nuestros compañeros (los que comen del mismo pan) que nosotros, por ser ellos -hijos del mismo Padre- preferimos llamar “hermanos”. No, no basta rezar hace falta “tutorar” que es una forma de fidelidad y constancia para facilitarle al hermano su incorporación a la comunidad y su pervivencia en el seno de la fraternidad de fe.


 

Veamos como concluye la perícopa de la Primera Lectura y comprenderemos que gracias a este “tutorado” las Comunidades cristianas iban progresando ¿en qué?, precisamente en “fidelidad”, o sea en la posibilidad de que su fe no fuera una experiencia pasajera, sino que se convirtiera en eje de su existencia. Hoy día nos lamentamos por la baja numérica de nuestras comunidades que –antes que “multiplicarse”- menguan: y, entonces cabe la pregunta y la revisión de cómo va el “tutorado”, cuánto nos desvelamos por los hermanos… o quizás sólo nos afanamos en multiplicar los “rezos”, pero pocos se interesan en esos Pablos que se quedan huérfanos y en quienes nuestra actitud acrecienta más bien la sensación de abandono y desprecio.

 

(Claro está que cuando uno adelanta estas reflexiones, no es que uno lo esté haciendo de maravilla. También nosotros somos conscientes que esta cerbatana se clava en nuestra propia piel y que también muchas veces –las más de ellas- incurrimos en el descuido de los Pablos que se acercan como débiles sarmientos y que requieren una “red” que los sostenga).


 

El Salmo 22(21), es el que se proclama este V Domingo de Pascua, es un Salmo de Acción de Gracias, verdaderamente que regresar del exilio para el pueblo de Israel fue como una resurrección; al ser llevados al cautiverio se podía pensar que habían sido borrados de la faz de la tierra y, sin embargo, he aquí que han podido volver y se anuncia que se iniciaran las obras de reconstrucción del Templo. En el Salmo se refiere a la fidelidad llamando a los que no abandonaron la esperanza en el Dios de Israel, “los que Lo buscan”, y dice que “su corazón ha de vivir por siempre”, en esta expresión encontramos una semilla del “esjatón”. También nos da vislumbre de lo que pasará en la otra vida y declara que ante Él y sólo ante Él “se postraran todos los que mueren”.

 

El salmo parece empezar hablando de un Dios que abandonó a su Pueblo o a su Siervo ¿Cómo le podemos hablar a alguien que ha abandonado? Si ha abandonado no está, entonces, no se le puede dirigir algún reproche porque ya se ha ido. Si le hablamos, es porque no se ha ido; y, si no se ha ido “no nos ha abandonado”. Si no nos ha abandonado le podemos dar las gracias por su lealtad fiel y de allí brota la Acción de Gracias, el cantico Nuevo, la Glorificación de su Justica que es Amor.


 

En la Segunda Lectura, en un tejido muy denso, que tiene su estambre principal en la “fidelidad de Dios” para con sus fieles, se teje y entreteje con otras hebras: los Mandamientos, el Mandamiento de creer en Jesucristo y amarnos entre hermanos, y el Don que nos entregó Jesús, el Espíritu Santo. Ya al principio de la perícopa señala las limitaciones de nuestro conocimiento y las contrapone a la Omnisciencia Divina que “todo lo sabe”; luego se refiere a nuestra fidelidad respecto de los Mandamientos y augura que quienes son fieles a ellos lo obtendrán todo. Luego alude al Mandamiento del AMOR, llamándolo el “precepto” (enseñanza que nos dio desde antes, desde el principio, quedó estipulado), es una herencia que hemos recibido de Jesús. Toda esta secuencia desemboca en la feliz consecuencia: Que sepamos –con un conocimiento no intelectual sino de Gracia- que Dios μένει [menei] “permanece” en nosotros, por ese “empuje”, por ese “impulso”, por ese “ímpetu” que nos habita y no nos deja decaer que es Πνεύματος [pneumátos] como un “viento” que impulsa las velas de los barcos veleros. «Y sabemos que permanece con nosotros por el espíritu que nos ha dado”.


 

Ahora, vamos a plasmar el Evangelio de esta Liturgia con cuatro elementos que nos parecen los elementos “puntales” que nos generan un “tutelaje” para abarcarlo integralmente, a saber:

1)    “YO SOY Ἐγώ εἰμι (ego eimi) la Verdadera Vid y mi Padre es el Viñador. Al sarmiento que no da fruto en mí, Él lo arranca y al que da fruto lo poda para que dé más fruto”. Así es, Él -como vid verdadera- genera el verdadero vino de su sangre y con esa sangre se ofrece el Sacrificio Redentor: Sacramento Pascual, como ya se ha dicho. Además, no descuidemos que el vino es símbolo de la Alegría y en la Cena es el Elemento del Brindis, con el que “Levantamos la Copa de la Salvación”.

2)    “El sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid”. Esto es lo esencial para nosotros, nosotros no somos “autosuficientes”, no podemos dar nada, si no  estamos en la Vid somos frutos vanos; pero, sí permanecemos unidos a Él, ¡que rico será el jugo de nuestras uvas!, y no seremos agrazones (en la Biblia significa: “uvas agrias”). La vid no da fruto por cualquier lado, no los da por la zona del tallo, sino por unas ramitas que son los sarmientos y que -claro está- no pueden dar nada si las desgajan del tronco.

3)    “Sin mi nada pueden hacer,… el que no permanece en mí se le echa fuera, como el sarmiento, y se seca; y luego lo recogen, lo arrojan al fuego y arde”.

4)    La Gloria de mi Padre ἐδοξάσθη [edoxasté] consiste en que den mucho fruto y se manifiesten así como discípulos míos. Edoxasté significa, “valorarlo por lo que realmente Es”, experimentar que Él es El Dios Verdadero, viviendo esa conciencia en lo más profundo de nuestro corazón, esa es la Gloria de Dios-Padre y se alcanza a través del ejercicio del discipulado, permaneciendo fieles al estilo de vida cristiana, trasparentando a Jesús en nuestra vida. Como lo dijera San Ireneo de Lyon: “…la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”. Sólo Lo vemos si permanecemos fieles a Él.

sábado, 27 de abril de 2024

Sábado de la Cuarta Semana de Pascua

 


Hch 13, 44-52

En la cultura judía hay una categoría definitoria y definitiva, es la “primogenitura”. Ella codifica y establece un privilegio, un rango especial, es un carisma, Dios habla a la realidad a través del hecho de que le envíe como primer hijo a este ser, ese que nació primero, es príncipe, valga decir: “primero y cabeza”.

 

Una cosa indudable para este pueblo es que ellos -como comunidad- habían heredado en el corazón de Dios esta primogenitura, las promesas que habían anunciado todos los Patriarcas y los Profetas, estaban destinadas para ellos. Sin embargo, hay quienes rechazan esta primogenitura, hay quienes la trasfieren, también están los que comercian con ella, como el caso de Israel, que se la compró a Esaú, por el precio de un plato de lentejas. En tal caso, Esaú era el legítimo heredero, y Jacob, un avispado que se aprovechó del hambre de su hermano. (Recordemos que el nombre Esaú alude a que era muy velludo, lo que será pieza clave cuando Isaac -in extremis- vaya a transferir el Mando a su hijo primogénito y Jacob, se valga de un ardite, complotado junto con su madre, para engañar al papá cuya vista no le ayudaba ya a discernir cuál era cual).

 

Ellos Bernabé y Pablo (“Hijo de profecía” y “pequeño”), se sentían inclinados a ir ante todo a los judíos, inclusive, para ellos, este pueblo era el destinatario exclusivo del Mensaje divino. Pero, como ellos no aceptaron la invitación, rechazando el kerigma presentado, en estricta observancia de lo que Dios les dijo, cambiaron de destinatarios; empezaron a dirigirse a los “gentiles”. Ellos se sabían puestos por Dios como Κήρυξ [kerix] “heraldo”, “luz de los gentiles, para llevar la salvación hasta el confín de la tierra”.

 

Todos los gentiles que oyeron esto reaccionaron positivamente y se alegraron y se hicieron “cristianos”.  ¡No!, la propia perícopa nos informa que sólo “los que estaban destinados a la vida eterna”, alababan la Palabra de Dios y creyeron.

 

Este es un “nuevo punto de partida” que dio inicio a una oleada de conversión en aquella región. Los judíos, aquellos que rechazaban el llamado y se sentían amenazados por esta fe, buscaron aliados para desatar la persecución. ¿Quiénes se prestaron a entremezclar la cizaña con aquella predica tan buena? La “señoras encopetadas” y “los principales de la ciudad”. Estos azuzadores lograron su cometido, hicieron desterrar a Pablo y Bernabé, quienes tuvieron que partir hacia Iconio (en anatolia Central).

 

La obra había quedado cumplida, la semilla del kerigma había quedado plantada en Antioquía de Pisidia, en el centro occidente de Turquía.

 

Sal 98(97), 1bcde. 2-3ab. 3cd-4.

Proclamo la victoria con los labios y lucho con las manos para que venga.

Carlos G Vallés. S.J.

Es otro salmo del reino. El Reino ya está aquí entre nosotros. Con la venida de Jesús, el reino ha empezado a germinar. ¿Dónde está el busilis? En que:

a)    Hay que estar muy atentos para descubrirlo

b)    No se le ve con los ojos físicos, sino con los ojos de la fe.

Uno mira -por ejemplo- a Su Real Majestad, y ¿qué vemos? ¡A Jesús crucificado! ¡Un coagulo de sangre! Y -pobres los ojos- que no logran descubrir al resucitado.

 

¿Será que Dios se goza en nuestra confusión? Si lo viéramos Glorioso, ¡seguramente nos iríamos a la cama a dormir tan tranquilos! Si de Jesús nos pusiéramos con jolgorio a contemplar su Victoria, Él nos estaría quitando la oportunidad de descubrir que nuestras pobres manos son las Manos de Cristo, que nuestra carne y nuestra sangre, tiene un propósito, la cristificación. ¡No la trasfiguración en estatua de bulto! ¡No la inclusión en el canon!

 

¿Cómo se canta, cómo se grita, cómo se vitorea, cómo se aclama? ¿Para qué nos ha revelado el Señor su Justicia? ¿Cómo un gesto de vanidad Divina?

 

Jn 14, 7-14



¡Atención que el Evangelio de San Juan nos va a hablar sobre cristificación! “el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores”. Nos va a descubrir que un proceso de fe no consiste en el planteamiento y requerimiento de un mar de peticiones personales, indudablemente muy nobles y urgentes; sino en pedirte que nos hagas glorificadores de Tu Padre. Harás -sin duda- todo lo que haga falta para que lleguemos a ser Glorificadores del Padre.

 

Regresemos al principio de la perícopa, porque según parece hay alguna condición para poder hacer las mismas y aún mayores obras… “Si me conocieran a mí…” ¡Ahhhh! ¡Ya caigo! ¿tengo que conocerte a Ti! ¿te conozco o repito oraciones? ¿Te conozco o me he vuelto ritualista? ¿Me he vuelto como esos personajes del evangelio que tu tanto desdeñabas porque sólo alargaban las filacterias? ¿Te conozco, te busco, leo tu Santa palabra? ¿Me intereso por procurar entenderte? ¿Me esfuerzo por saber qué esperas de mí?

 

De alguna poderosa manera siento que me estás hablando. Que me estás retando. Que me planteas un desafío. Siento que tu imagen de Crucificado me plantea un cara a cara… Me parece que estás cuestionando mis rutinas contigo. Siento que me cuestionas hondamente en lo concerniente a nuestra amistad.

 

“Lo que pidan en mi Nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”. ¿Cómo se canta, cómo se grita, cómo se vitorea, cómo se aclama? ¿Cómo se te glorifica? ¿Qué puedo hacer para que sea verdad mi discipulado? ¿Qué hay en estas pobres, débiles y muy frágiles manos que viabilicen que -inclusive- en los confines de la tierra, se contemple la Salvación de nuestro Dios?

viernes, 26 de abril de 2024

Viernes de la Cuarta Semana de Pascua


                            

Hch 13, 26-33

Hay dos discursos muy bien estructurados, dos perlas en el Libro de los Hechos de los Apóstoles, muy bien desarrollados. El de Pentecostés (2, 14-36) y este, de la predicación sinagogal en Antioquía de Pisidia (13, 14-43). Bernabé y Pablo, al chocar contra la reticencia y la animadversión de los judíos, que no prestaban oídos, resolvieron dirigirse a los paganos, recogiendo una enseñanza de Isaías: (Is.  49, 6) que los animaba a ir hasta los mismísimos “confines de la tierra”.

 

Podríamos fácilmente detectar las ideas centrales de esta alocución: la “Salvación”, el “perdón de los pecados”, temas muy coherentes para dirigirse al auditorio judío. El enfoque se ha decidido -en orden a ideas propias de este auditorio, que podía llegar a ver en Jesús, al Mesías descendiente del linaje davídico, y como podemos ver, desde el inicio, Pablo se remonta a más atrás, hasta el mismo linaje de Abrahán. En este texto, a los prosélitos se les denomina “los que temen a Dios”.

 

Algo que pone al descubierto este discurso es que los judíos no pudieron descifrar el sentido de las enseñanzas de los profetas que usualmente había repasado una y otra vez en las Sinagogas los sábados.

 

Volviendo sobre el kerigma se señala en el discurso que Jesús, una vez muerto, fue descolgado de la cruz y conducido el sepulcro, de dónde Dios mismo lo rescató.

 

Después de su Resurrección el Señor se les manifestó en repetidas ocasiones -los que, habiendo venido de Galilea, lo acompañaron en la agonía y la crucifixión y muerte- donde los había emplazado a reunirse, antes de morir.

 

Y, luego, retoma el Salmo 2, citando el verso 7 בְּנִ֥י אַ֑תָּה אֲ֝נִ֗י הַיֹּ֥ום יְלִדְתִּֽיךָ׃ [ban ni at tah ani haw yo um ye lod ti ka] “Tu eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”.

 

Sal 2, 6-7. 8-9. 10-11 y 12a.

Hay Salmos (7, por los menos) que se refieren a Dios como el Verdadero y Único Rey. El Sal 2 pertenece a esta categoría. Israel nunca pensó en el rey como dios, en cambio, reconoció en Dios a su Legitimo Rey. Su reinado ni tendría fin, y tampoco límites: Su dominio estaba demarcado por los “confines de la tierra”. El presente salmo es un “discurso desde el Trono”.

 

Nos parece tan importante que no podemos evitar repetirlo, que no se trata de una entronización, porque Dios está desde siempre y por siempre entronizado. Sino que se construye, siguiendo en paralelo una entronización.

 

Este salmo está conformado por 12 versos. De ellos se toman 6 y medio, para organizar la perícopa que será proclamada. Con ellos se organizan tres estrofas:

 

En la primera se declara que Dios mismo ha delegado su Rey en Sion. Y ha hecho proclamar el reconocimiento de Su Propio Hijo a quien Él ha engendrado, en momento definido.

 

En la segunda estrofa hace entrega de su potestad sobre las diversas “naciones”, ellas entendidas como pueblos, con sus hablas propias y sus culturas determinadas; este Rey, usará su Cetro de Hierro para disolver las fronteras y los límites de pueblo a pueblo, como si hubieran sido delimitaciones hechas con barro cocido. Dios no conoce fronteras, convienen ratificarlo: toda frontera es un capricho humano.

 

En la última estrofa de la perícopa, conmina a los reyes terrenales a plegarse ante el Rey que Él ha designado. Puesto que es “Su Elegido”, llamándolos a la sensatez.

 

Es fundamental entender que aquí no lo ha engendrado porque lo haya puesto en un vientre de mujer, sino porque lo ha sacado del mismísimo seno de la tierra resucitándolo.

 

Jn 14, 1,6



Existe una suerte de nerviosismo, de inseguridad humana, cuando nosotros no nos cimentamos en el Señor. El camino a seguir, es siempre una encrucijada. Miramos la ruta y sólo alcanzamos a distinguir un gigantesco signo de interrogación.

 

Jesús nos reconforta, nos tranquiliza, nos infunde un ánimo sereno. Él va delante para ir a amoblarnos nuestra residencia eternal. Él ha trazado un proyecto y ha deletreado la historia de nuestra fragilidad para sacar de ella una fortaleza inconmovible. Él es nuestro Alcázar, nuestro Refugio, nuestra Atalaya. No hay que preocuparnos a lo “Tomás” por el mapa o por el GPS. Él es, también nuestra brújula. Dejémonos guiar, Él sabe bien por donde nos lleva, Él sabe bien a dónde hemos de llegar; Él va cuidándonos de los lobos, y no dejará que se pierda ni uno solo de los que el Padre le ha entregado. Sino sólo “el que se había de perder”, el de la traición, el discípulo del Maligno.

 

¡Creamos en Dios y aceptemos a Jesús, su Unigénito! Rey de reyes, Señor de señores.

jueves, 25 de abril de 2024

SAN MARCOS


                                

1Pe 5, 5b-14




Leemos en la primera lectura de hoy, la parte final de la Primera Carta de San Pedro. Aparece en esta perícopa la palabra Νήψατε [nepsate]. Podría entenderse “sobrio”, es decir, el que no se emborracha, especialmente porque quiere mantener el “buen juicio”. Su uso en este contexto es muy interesante, porque remite al pecado, refiriéndose a él como un alucinógeno; o sea que lo que se está recomendando es permanecer libre de codicias y de narcisismos que alteren nuestro buen juicio, para dirigirnos equilibradamente por los Caminos que Jesús indica. Lo que no se puede lograr si dejamos engañar nuestros sentidos morales con la alucinación que nos invade a causa del egoísmo.

 

Siempre debemos estar muy atentos a no descuajar las perícopas de su contexto, esto es muy riesgoso porque puede conducir a que respaldemos una falsedad con una cita bíblica recortada. En nuestro pasaje de hoy, no se sabe a quién se dirige la recomendación de “tener sentimientos de humildad”, puede pensarse que es una camisa toda-talla. Si vamos al co-texto, encontramos que la recomendación se dirige a dos destinatarios muy precisos: a los Πρεσβυτέρους [presbiterous] ancianos (los líderes de estas comunidades cristianas) (1Pe 5, 1); y a los νεώτεροι [neoteroi] “jóvenes” (1Pe 5, 5a), “los que acababan de insertarse en la comunidad y aún no habían sido bautizados”, ni siquiera alcanzaban el carácter de neófitos. No es una política que obligaba a la comunidad en favor de sus dirigentes, la humildad debía practicarse en “horizontalidad”, y todos debían tenerse entre sí, como hermanos: al Único que se le debía humildad de parte de todos era a Dios (cfr. 1Pe 5, 6). A Dios Padre y a su Hijo Jesucristo, el Poder y la Gloria por los siglos. A ese trato fraterno se refiere el término ἀδελφότητα [adelfoteta] al que remite -precisamente- 1Pe 2, 17, para convocarnos a un trato que hace de todos los miembros de la comunidad hermanos en Cristo Jesús, “como hombres libres, que no usan de la libertad para encubrir la maldad, sino más bien como servidores de Dios, honren a todos, amen a los hermanos, respeten a Dios, honren al rey. (1Pe 2, 16s).

 

Obsérvese que esta perícopa concluye llamándonos a ese trato cuando nos exhorta a ἀσπάσασθε ἀλλήλους ἐν φιλήματι ἀγάπης. “saludarnos -entre nosotros con el beso del amor fraterno” (1Pe 5, 14a), este beso no es cualquier beso, es el beso que se dan las personas que comparten un vínculo de consanguinidad y que además es una muestra de respeto.

 

Una recomendación, que pertenece al núcleo de esta perícopa, es la de permanecer “alertas del “enemigo, el diablo, que, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar” (1Pe 5, 8).

 

Sal 89(88), 2-3. 6-7. 16-17

Tomamos de este salmo real, 6 versos, para conformar tres estrofas:

 

En la primera, se reconoce que la Misericordia de Dios es “un Edificio Eterno” que merece ser cantada y anunciada.

 

La segunda nos pregunta sí ¿habrá algo, aunque sea pálidamente, comparable a las maravillas y la fidelidad de Dios, en alguna esfera o plano de la realidad? El cielo proclama Sus Portentos, y los Ángeles se reúnen en sesión plenaria para reconocer Su Fidelidad.

 

En fin, la tercera estrofa, reconoce la bienaventuranza del pueblo que se pone bajo su Real Patronato, será dichoso porque lo iluminará el Rostro Majestuoso de Dios, y el motivo de su orgullo será el Nombre de YHWH.

 

Mc 16, 15-20



Muy acorde con el tiempo Pascual en el que se inserta la celebración de la memoria del Evangelista San Marcos, el Evangelio de hoy nos remite a la perícopa final, a sus seis últimos versos: El Resucitado -dirigiéndose a los Once- pronuncia el “Envío”. Lo primero es enunciar la “universalidad de este Envío: “a toda la Creación”.

 

Luego, se da el lugar de “Sacramento Puerta” el bautismo, que será lo primero después de haber creído. Podemos resistirnos a creer, lo que será motivo de “condenación”.

 

Los que sean capaces de aceptarlo, recibirán ciertos “signos”

a)    Expulsar demonios en el Santo Nombre de Jesús.

b)    Hablarán “lenguas nuevas”

c)    Podrán coger serpientes y manejarlas con sus manos y si beben veneno mortal, estarán exceptos de su efecto.

d)    Sanarán enfermos con la imposición de sus manos.

Reconocer el poder recibido es parte de esta fe aceptada. Se dan estos poderes, no para la espectacularidad, sino para obrar el bien, como nos enseñó el Divino Maestro.

 

Sucedió, inmediatamente, la Ascensión del Señor, para llegar a su Real Sitial en los Cielos. Allí a renglón seguido se nos advierte que no se fue para desentenderse de la Misión Discipular, sino que continua συνεργοῦντος [sunerguontos] con “Su Asesoría Permanente”, “trabajando junto con ellos”, “obrando para trabajar estrechamente unidos” en la proclamación de la Buena Nueva, y permitía la realización de “señales” que βεβαιοῦντος [bebaiountos] “confirmaban”, “respaldaban”, “reforzaban”, -estrictamente significa “caminar sobre terreno firme y sólido”- la veracidad de lo anunciado.

miércoles, 24 de abril de 2024

Miércoles de la Cuarta Semana de Pascua


                                    

Hch 12, 24-13, 5a

Muy a pesar de todas las dificultades, contradicciones y a la persecución y desplazamiento, vamos a ver que Dios había previsto y designado precisamente a los que estarían encargados de dar el impulso decisivo a la expansión del Evangelio.

 

Fue la persecución la que condujo a la diáspora y desplazo a Jerusalén como foco de irradiación de nuestra fe, y llevó a Antioquía de Siria -importante ciudad por ser un pasadizo obligatorio del tránsito de los viajeros y comerciantes donde se agilizaba la circulación de las culturas y de los credos.

 

Aparece la idea de “misión a los paganos”, y la estrategia de los “viajes misionales” que son como los dos hitos que nos traducirán esta diseminación y difusión, que como se nos informa hoy, fueron Cirineos y chipriotas sus precursores.

 

Ya a partir de esta perícopa tenemos la disyuntiva urgente para los “misioneros” de discernir entre lo sustantivo y lo incidental y se entró a plantear cómo se realizaría lo que en tiempos recientes hemos dado en llamar la inculturación, valga traducir, la adaptación a las realidades particulares, la idiosincrasia y el modo de pensar tan propio de cada comunidad sin sacrificar en absoluto lo esencial de nuestro mensaje en la fe y nuestro discipulado cristiano.

 

También es conveniente tomar en cuenta el signo sacramental del envío: “la imposición de manos” que simbólicamente expresa la entrega de los dones del Espíritu Santo, para que bajo su Luz y Guía se lleve a cabo la Misión Encomendada. Se aloja en este signo una “brújula” que garantiza la recepción del carisma indispensable para discernir con sabiduría lo esencial de los adyacente. Y así, no desfigurar y perder lo que Jesús les había encomendado a su custodia: Que no era inventarse cosas o cambiar aleatoria y caprichosamente todo lo que se les ocurriera y antojara, sino dar continuidad a los Revelado con sagrada fidelidad.

 

Sal 67(66), 2-3. 5. 6 y 8.

El salmo hace un claro encomio a la idea de "misión”, de “evangelización”, y clama suplicante que tengan esa Luz diáfana de la fidelidad para no desviarse y para no desviar ni confundir a los destinatarios del mensaje. Solo la Tutela Celestial sobre los discípulos-misioneros puede preservar y salvaguardar de desfigurar la esencia del Mensaje y librarnos de deformar el Anuncio.

 

Este es un salmo de “bendición” una especie de imposición de manos sobre los que llevarán la Noticia a todos los pueblos. Hoy podríamos estar preocupados de no tener nada que hacer porque el Anuncio ya parece haber alcanzado los límites y las fronteras propuestas. Pero, es el momento de diagnosticar las flaquezas del proceso vivido y la tibieza del anuncio para reconocer que nuestras fuerzas no quedaran en balde, sino que tenemos la oportunidad de avivar y rejuvenecer el anuncio con una proclamación “encendida”, entusiasmante, renovadora.

 

Estamos en el bendito momento de darnos cuenta que la Justicia que debió anunciarse se desdibujó en medias tintas y en odios y rivalidades intestinas; y hacer notar que los gobiernos humanos se han retrasado en nimiedades y vanos intereses, y, que sólo Dios “gobierna con justicia las naciones de la tierra”. El y sólo Él acallará los cañones y desvanecerá el armamentismo nuclear para dar paso a la realidad paradisiaca que tanto añoramos y que estamos llamados a proclamar.

 

Entonces, caigamos en la cuenta que no todo está hecho, que aún queda un maravilloso trasegar a recorrer, que tenemos que descubrir su Rostro Radiante y dejar ver, superando nuestros propios fanatismos, que Su Bondad es Eterna y que es Eterna Su Misericordia. Para que lo alaban hasta los confines del Orbe

 

Jn 12, 44-50

TERCER Y ÚLTIMO GRITO DE JESÚS

Creer constituye un acto de inteligencia, que logra descifrar el significado de los signos, un ver lo invisible, la gloria que en ellos se manifiesta, un desentrañar el significado de una palabra.

Silvano Fausti

 



Muchas veces, con total humildad y la más sincera reverencia nos esforzamos por poner a Jesús en el centro del foco. Pero hoy Jesús parece decirnos algo un poquitín diferente: Hoy nos recalca muy enfáticamente que, al creer en Él, en realidad de verdad estamos aceptando al Padre, que Es-El-Que-Lo-Envió.

 

¡Esta precisión que nos hace no es de poca monta!

 

¡Continuemos! Dios -El Infinitamente Misericordioso- ha querido revelarse y para eso se ha “humanado” y se ha dejado ver en su Hijo. Tenemos que reconocer que en Jesús Dios ha tenido la Suprema Bondad de dejarse ver a nuestros pobres ojos.

 

En el siguiente peldaño nos dice que hay unas tinieblas invasivas que sólo pueden ser derrotadas y echadas atrás por el Luminoso Resplandor de una Celestial-Linterna.

 

Pero ahí mismo entra a intervenir -se da el gigantesco salto que pasa del Emisor Divino, al receptor humano- porque se pone en juego nuestra “intelección”.

 

Antes que nada, hay que reconocer que Dios nos ha dado dos cosas, que en este contexto son fundamentales.

-Una inteligencia, limitada, ¡sí! pero, a pesar de todo “capax Dei”.

-Y, nos entregó un “Mensaje”, al darnos a su Hijo.

 

Que enorme paradoja sería que Dios nos hubiera enviado su maravilloso “Emisario” que nos viene a decir ciertas cosas que nos somos capaces de entender. (Aquí se debe añadir que no las podemos entender en su totalidad, profundidad y vastedad; pero sí en lo requerido para nuestra salvación).

 

La Iglesia está llamada a ser “guardiana” de la fidelidad y a viabilizar su expansión, su llegada a todos los que quieran “escuchar”.

 

Entonces Dios se ha comunicado y ha “facilitado”, poniéndola a nuestros alcances -si bien es cierto “limitados”, Su Palabra. 

Hay quienes la oyen y se hacen los “sordos”. A pesar de lo cual, Jesús no los juzga. Aquí hay una férrea declaración que no podemos dejar por ahí, escondida detrás de bastidores: Él no ha venido a juzgar; ¡¡¡ha venido a Salvar”!!!

 

¿Qué quiere decir que lo juzgarán las Palabras que Él ha pronunciado? Que ahí están las pautas, los “códigos” en los que se fundamentará el juicio y la sentencia. Llegado el esjatón, cada quien se pondrá frente a la Palabra que Él nos reveló y se medirá en ese espejo; como por automatismo, brotará en su consciencia la “sentencia”.

 

Quitándose del Centro, declara que las Palabras que Él ha dicho, no provienen de Él, que Él ha sido el Profeta para la Voz que el Padre puso en sus Labios. Casi -aunque es exagerado- podríamos hablar de una Función ventrílocua del Hijo.

 

Viene, a continuación, otro poderoso enunciado digno de mucha atención: El Mandato del Padre es “Vida Eterna”. Significa que ninguna Silaba del Hijo es Sentencia de Perdición. Todo lo que habla el Padre, por medio de su Hijo, es Vida y Vida Perdurable.