sábado, 31 de julio de 2021

ÉL REY Y NOSOTROS SUS AMIGOS



Ex 16, 2-4. 12-15; Sal 77, 3. 4b. 23-24. 25 y 54; Ef. 4, 17. 20-24; Jn. 6, 24-35

 

La historia de la salvación tiene un final feliz. Permíteme anticipar esa felicidad en mi vida, Señor.

Carlos G. Vallés s.j.

 

La situación del pueblo no se resuelve solamente con la comida. ¿Y el resto?

Ivo Storniolo

 

Estamos ante el gran tema del pan. Ante la gran cuestión de “Él, que nos dio a comer el Pan del Cielo”.


 

La Antífona de Entrada nos da una novísima interpretación de la palabra “Rey”. Se refiere a Dios como “Auxilio”, como alguien dispuesto a “socorrer”; alguien que está disponible cuando sea invocado. El Rey es “Auxilio” y “Liberación”. Si vamos a nuestros depósitos teológicos -donde habremos acumulado todo nuestro bagaje espiritual- de inmediato caemos en la cuenta que esto no es en realidad ninguna novedad. Siempre nos hemos referido al Reinado de Dios en estos términos; lo que sí hemos hecho es, relegar este saber a segundo término, para priorizar una imagen de Dios muy otra. A esto lo podríamos denominar “alienación de la imagen divina”; ¿qué quiere decir? Que otra vez hemos conculcado el Dios-que-se-ha-Revelado, para suplantarlo con la imagen de un dios-vigilante-castigador. Aquel es Dios, este de acá, un ídolo (gr. εἴδωλον), imagen de divinidad, no Divinidad sino pseudo-divinidad.

 

Creer en Dios es ¡saber que Él puede! Por eso lo que le vamos a pedir hoy se base en la convicción de Su Poder. Lo que le rogamos hoy es que “restaure los dones creados y que conserve lo que restaura” (Cfr. Oración Colecta). En su Realeza, Él lo puede hacer y en eso consiste Su Reinado. Pero nosotros podemos neutralizar su Poderío, desconfiando; así hará pocos milagros entre nosotros; no porque no pueda, sino porque nuestra cortedad de fe lo eclipsa. ¿Para que derramar todo su Esplender entre aquellos que desdeñan su Luz?

 

En el caso de Jesús, el tema de su reinado, que no es el reinado de una sola persona, sino el de la Trinidad, se tiene que entender que no se trata de coronarlo Rey puesto que ya lo es. Tampoco se trata de concederle la Divinidad porque Él la detenta por los siglos de los siglos. Se trata de poder, digámoslo así, “acceder” a su Realeza. Su Realeza es lo que resulta desconcertante: Acabamos de verlo alejarse, evadirse. Esquiva su “entronización”: “Jesús, conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.” (Jn 6, 15). Él no quiere este tipo de proclamaciones. Pero, echemos una mirada analítica sobre tal actitud.

 


Seguimos a Jesús para saciarnos de Él, no para llenar la tripita y tener el sustento garantizado arrullados al pie de las “ollas de carne” de las que se nos habla en Ex 16, 3; y la yuca siempre en el plato, como un contrato con Dios: aliméntanos que nosotros dormiremos con las piernas y los brazos cruzados, que el mundo siga girando que nosotros tenemos el estómago bien lleno: ¡Vida de chanchos! Y –en cambio- Él quiere dignificarnos con la Dignidad de “hijos de Dios”.

 

¿Es ese el Rey que queremos? Pues Jesús, ante tamaña desfiguración de Cristo (el Ungido) –como vimos la semana anterior “huyó solo a la montaña” Jn 6, 15c. La gente no había entendido nada. El signo de la multiplicación de los panes que debía leerse ante todo como super-abundancia de espiritualidad, fue entendido y falseado como despensa franca. Teníamos el milagro justo frente a nuestros ojos y no lo pudimos entender, lo que entendimos fue otra cosa. Esa actitud cómoda que nos brota con automatismo, sin reflexionar, simplemente sale de los poros; ha recibido el nombre de “recostarse”, porque efectivamente significa poner a Dios a arar, sembrar, recoger, moler, amasar y hornear el pan, mientras nosotros estamos muellemente recostaditos, ¡roncando!…

 


Ya hemos dicho que “esta gente” quiere proclamarlo rey porque les ha saciado un hambre, la física; preguntémonos si ¿esa podría ser la meta de Dios?, el montaje de un restaurante popular que otorgue comida gratis. ¿Sería semejante proyecto un “plan Salvífico”? Cierto que algunas personas requieren urgentemente este pan, cierto que este milagro puede socorrer a algunos que están muriendo de hambre, y no son pocos. Seguramente pensando en ellos Jesús señaló: “Denles ustedes de comer” Mc 6, 37a. Para esos que están en la inanición, el pan material es una urgencia impostergable, pero esa es sólo una faceta de la gran tarea salvífica. Cuando nos reta a darles “nosotros mismo” de comer nos señala una tarea que no es la salvífica, no es esa estrictamente hablando la labor divina sino la competencia humana. Dios ilumine esta paráfrasis: “Ocúpense ustedes de esa labor, a mí me compete una mejor, más sublime, más humanizante”.

 

La economía de La Salvación no se centra en el hambre inmediata, la Salvación es un proyecto más integral, más holístico –si se quiere-, va más allá de las soluciones que llamaremos “parciales”; el ser humano requiere soluciones que lo dignifiquen, que vayan más alto y más al fondo que el pan limosnero. (Queremos insistir que este afán, también es válido, también hay que contestarlo, no es menos importante, pero no es algo que no se habría podido resolver sin que Dios se encarnara. Para aquel que no tiene ni un mendrugo, esa es la primera urgencia, pero para muchos que tenemos resueltas estas necesidades, hay apremios más acuciosos). No queremos de ninguna manera desviar la mirada del pobre a quien Jesús mismo nos enseñó a mirar y a tender con opción preferencial. No podemos ignorar al que pasa hambre física, pero tampoco el Rey de Reyes ignorará al que está saciado de alimento pero sufre otras ansias. Se trata –no lo olvidemos- de poner la realeza de Dios en su justa dimensión para captar por qué rehusaba Jesús el reconocimiento como reyezuelo y por qué su reinado es de otra especie.

 

Vemos, de inmediato, que al hambre física Dios puede contestar con codornices, o puede dejar al retirarse la capa de rocío, algo muy fino que alimenta, como semillas de cilantro, amarillentas y que sustenta muy bien aun cuando no sepamos ni cómo se llama y preguntemos: “¿Y esto que es?” (recordamos que en lengua hebrea ¿Qué es? Suena como “man-hu”). Habría bastado Moisés. Dios podría nutrirnos sin pasar por el pesebre, el destierro a Egipto, su vida en Nazaret y Galilea, sus milagros y sus parábolas, su pasión y su crucifixión, y su entierro y resurrección. Digamos que todos aquellos problemas “económicos” se pueden resolver sin Jesús.

 


Jesús vino a elevarnos, de nuestro egoísmo y limitación, de nuestra ceguera y nuestras ambiciones, de nuestras avaricias y nuestras idolatrías esclavizantes. Jesús vino y se hizo uno de nosotros para que nosotros pudiéramos alzarnos a la categoría de hijos. Vino a sublimar nuestro “barro” y a dignificarlo como barro-trascendente, barro capaz-de-fe. En fin, digámoslo breve pero contundentemente, vino a participarnos su Realeza, porque sólo así podíamos llegar a ser capaces-de-Dios.

 

Si Él se hubiera ocupado de ser Rey-de–esa-manera, de simplemente llenarnos la pancita, nosotros seríamos más esclavos, más idolatras, cada día habríamos vivido añorando las cebollas y las ollas de carne que se comían en Egipto. Cada día seríamos más fetichistas, más alienados, menos libres. Sí Él hubiera resuelto todos nuestros afanes alimenticios y de techo y vestuario por arte y golpe de la varita mágica, no pasaría de ser un mago de feria un Jesucristo Superstar, héroe farandulero. Y nosotros, en vez de ser sus hermanos, seríamos cada día más estiércol.

 


Por eso, lo que Él hace es hacerse a Sí mismo pan-nutricio. Si el alma está en la sangre, nos participa su alma dándonos a beber el Cáliz de su Sangre. Y sigue transhistóricamente haciéndose pan para “cebar leones” –al decir de San Ignacio de Antioquía- porque no nos infunde servilismo sino decencia, fuerza y dignidad. Nos maravillan los santos, admiramos la valentía de los mártires, es que la Eucaristía “ceba leones”.

 

Reflexionemos, ¿qué mogolla puede sacar de nosotros –barro vil- el destello fulgurante de la santidad y la valentía desmedida de los mártires? ¿Cómo pueden hombres –comunes y corrientes- obrar milagros y enamorarnos de Cristo y hacer sobrevivir la memoria de Jesucristo a través de más de veinte siglos?

 

Ese es el verdadero estilo de Rey, no rey mundano sino Rey-Celestial. Un reinado basado en la entrega, en la donación, en el servicio, en el perdón y el amor. Un reinado que nos acrece, nos ensalza, nos participa todo lo de Él, para recuperar lo que un malhadado error nos perdió, para deshacer el engaño de la serpiente y abandonar las torpes idolatrías que el Maligno-abundante-en-artimañas desparrama doquiera para nuestra perdición. Jesús vino para rescatarnos la imagen y semejanza según la que fuimos creados. ¡Él pagó el rescate!

 


¡Él no quiere ser Rey para tener súbditos! Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad (Ef 4, 24). Para eso precisamos a Jesús; los pasos no se podrían dar sin Él. Sólo Él es mayor que las añagazas con las que el Ángel-caído quiere fraguar y eternizar nuestra perdición. ¡Sólo su reinado nos hará libres! Él es el Rey que libera, el que no cede a la  tentación y nos enseña también a rechazarla, a superarla. ¡Que entre el Rey de la gloria! ¡Que entre y pase al fondo, a lo más hondo de nuestro corazón!

 

 

sábado, 24 de julio de 2021

VIVIR NUESTRA FRATERNIDAD

 


Re 4, 42-44; Sal 145(144), 10-11. 15-16. 17-18. Ef 4, 1-6; Jn 6, 1-15

 

Permíteme Yahvé, hacer que tu Gloria resplandezca y no ser, precisamente yo, el eclipse de tu Resplandor.

 

«Todo el género humano es, en Adán, “como el cuerpo único de un único hombre”».

C.E.C. citando a Santo Tomás de Aquino

 

 

El Domingo pasado la Liturgia nos proponía la construcción de la Unidad desde la Compasión. Hoy veremos el “cómo”. Esto de la unidad no es simplemente una palabra bonita, es una tarea que a cada creyente le habla al corazón y lo invita a un accionar responsable y comprometido: Se trata de “hacer comunidad”; y, esto tampoco es un simple lema, no es una frase hermosa para hacer un pasacalle o para imprimir unos plegables, ¡nada de eso! Si todos somos hijos del Mismo Padre, todos somos hermanos y esta “hermandad” nos concita a dar un salto que franquee las barreras del individualismo «El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más hermanos. La mera suma de los intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la humanidad. Ni siquiera puede preservarnos de tantos males que cada vez se vuelven más globales. Pero el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común»[1].  Ese individualismo que es una de las banderas del secularismo-, se trata de superar la indiferencia, la indolencia, trabajar contra el egoísmo, se trata del perdón, también de la tolerancia, de la aceptación de la diversidad, se trata de la acogida, y muy especialmente, se trata de la samaritanidad, de tener esas entrañas sensibles que se ponen en el lugar del que sufre, de mi prójimo que ha sido asaltado y está allí caído, herido, tirado a la vera del camino. Construir comunidad tiene tanto que ver con aquella expresión de Jesús cuando les dijo a sus discípulos: “denles ustedes de comer” (cf. Mt 14, 13-21; Lc 9,13 y Jn 6,9). «Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano»[2].

 


Nos corresponde, pues, poner muchísima reflexión sobre esto que dice en la Antífona de Entrada de este Domingo: “Dios hace habitar unánimes en su templo a sus hijos”. A ver, ¿qué es esto de “unánimes?” Esta palabra resultó del ensamble de dos palabras latinas: unus y anima que corresponden en nuestra lengua a uno y alma; o sea que el Señor confía en que al venir al Templo a celebrar el Día del Señor todos estemos animados por la misma y única Alma (un mismo corazón y un único sentimiento). ¿Cuál es el Alma que nos unifica a todos los fieles? El Espíritu que nos ha enviado en cumplimiento de su Promesa. Ha aparecido un letrero descomunalmente enorme. Toda la humanidad lo puede leer. “Se buscan voluntarios para ayudar –en pleno siglo XXI- a obrar un milagro”. Voluntarios que se dejen trillar y amasar para hacer con ellos un sabroso trozo de pan, gente que no le de asco inclinarse a lavar los pies de un “compañero”, voluntarios que prefieran decididamente la unidad a la división. Gente con el corazón pleno de amor y entrañas sensibles, capaces de enternecerse, idóneos para la compasión.

 

La Primera Lectura vaticina a Jesús. También en este episodio el profeta  Eliseo da el pan; veinte panes se multiplican y alcanzan para 100 comensales; el profeta piensa primero en los otros que en sí mismo. En el trasfondo está el Señor-Dios–Padre. Eliseo confiesa que su actuación se desprende de la “orden” de Yahvé, la Palabra del Señor indica la ruta del “hacer”, y lo que el Señor dice se cumple, tal cual, no sólo comen sino que abunda –mejor todavía- sobreabunda. Por eso la palabra clave que descifra el resto del mensaje es “abundancia”, el Señor no da con mezquindad, no estamos ante un dios-tacaño, estamos ante יְהוָ֖ה אָכֹ֥ל וְהֹותֵֽר Dios-que-da-todos-comen-y-sobra: Dios previsor, Dios-generoso, Dios-providente.  Dios siempre se ocupa y se ocupará, Dios-aprovisiona a su fiel, recordamos por su especial consonancia con este episodio, el sacrificio de Abraham. Él no llevaba una ofrenda sacrificial de reemplazo, el Señor le habría pedido a su hijo, él no se lo negó. Pero Dios provee una ofrenda sustitutiva: allí hay un carnero con los cuernos enredados en las ramas de un arbusto, en tal situación, Abrahán decide llamar el lugar יְהוָ֣ה ׀ יִרְאֶ֑ה “El-Señor-da-lo-necesario” (Gn 22, 14b).

 


El Señor provee, con profusión, con exagerada prodigalidad, el Señor es oportuno en su respuesta, tiene el don para el momento exacto, el Señor conoce el momento justo y es inmediato al momento oportuno. No es un Padre-permisivo, que deja a sus hijos caer en el capricho. Pero, sin ninguna clase de duda, está allí y dará cuando conviene. Si bien Eliseo en este pasaje pre-anuncia al Hijo de Dios, Jesús potencia la “abundancia” de Eliseo. Jesús da de comer a cinco mil, aun cuando los recursos son excesivamente menores, no tiene a su disposición los veinte panes de Eliseo, Él sólo cuenta con cinco panes y dos peses. Destacamos la abundancia en esta perícopa: “… llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido” (Jn 6, 13). Περισσεύσαντα (que en nuestras traducciones aparece como “sobrantes”) comunica la idea de dar con “medida rebosante”, comunica que “sirve hasta el tope y se derrama”, expresa el hecho de que “supera la expectativa”, en fin, sobreabunda. Si repasamos las Escrituras encontramos diversos episodios de generosidad indescriptible que definen a  Dios como el Señor-rico-en-prodigalidad. El episodio de las Bodas de Caná (Jn 2, 1-11) es prototípico y paradigmático.

 

Allá el signo es el Vino, aquí el signo es el Pan. El pan es signo de todo alimento, signo del alimento material y, óigase bien, no menos sígnico del alimento espiritual. Hay una esencia sacramental en el pan. El pan es signo de comunidad en la misma medida en que es siempre la unificación de granos plurales de cereal. Muchos granos hacen un solo pan: muchos hombres, aunados (recalquemos el significado de esta palabra,  a-unado, unánimes, “muchos hechos uno”, impulsados por el mismo Espíritu) hacen comunidad. La palabra comunidad tiene varios parientes que nos pueden –por aproximaciones sucesivas) acercar a su significado, entre ellas: comuna, comunero, comunicación. Si uno quisiera acercarse con premura a su núcleo semántico podríamos definirla como la asociación humana que ha alcanzado la unidad: Comunidad = con-unidad.

 


San Pablo en la Segunda Lectura nos propone siete hálitos de unidad, son razones más que suficientes, no son obra y gracia humana, sino don divino: 1) un solo cuerpo; 2) un solo Espíritu, 3) una sola esperanza; 4) un solo Señor, 5) una sola fe, 6) un solo bautismo; 7) un solo Dios y Padre (Ef 4, 4-6a). Aquí es donde llega otra palabra con una etimología connatural con la de com-unidad: la de compañero. ¿Quién es el compañero? Es el prójimo especial que ha alcanzado la unidad en el único cuerpo de los creyentes comiendo del mismo “pan”. Quizás por eso San Pablo lo nombra como primer impulso hacia lo “Uno”: Un solo cuerpo, el Cuerpo Místico de Cristo, donde todos somos uno, la comunidad eclesial, en ella somos Uno gracias al Único Dios y Padre, al Único Señor y al Único Espíritu. Esta Santa Trinidad nos entrega la unidad a través de “virtudes” es decir, una fuerza, un valor, una valentía que nos capacita para resistir, para ser fieles, para ser “humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en el amor”.(Ef 4, 2): Compañero es precisamente el que comparte con nosotros el mismo pan, procede del latín ‘cumpanis’ (cum: con panis: pan), cuya traducción literal es ‘con-pan’ dándole el  significado de ‘compartiendo el pan’, o sea ‘los que comparten el pan’, los que ‘comen de un mismo pan’.

 

Esta manera de compartir, nos lleva a una “novísima visión de la economía”, una que sea consonante con el “hombre nuevo”, aquel que es célula del Cuerpo Místico de Cristo: Es una economía “otra”, que nos asombra (por su novedad), porque no es mercantil, mucho menos mercantilista. No la obnubila la pasión del enriquecimiento, está basada en el “compartir”, exige sensibilidad (similar a la de la Virgen Santísima cuando notó que se les estaba acabando el vino a los recién casados de Caná). Algo impensable e inimaginable para quienes hemos vivido, toda la vida y miles de años sumidos en la compra venta, terca en su pasión por la “ganancia”. ¿Cómo –se nos pregunta con sorpresa- se puede construir una economía basada en la satisfacción de necesidades, cimentada en la fraternidad y en la solidaridad?

 

En este punto de nuestra reflexión se tocan dos mundos: el de la fe y el del gobierno del mundo: el de las realidades del espíritu y aquel de las realidades materiales. Nosotros siempre hablamos del “hombre integral” el que no puede diseccionarse en dos personas distintas, casi diríamos “divergentes”, ofuscados por una ideología esquizofrénica: de un lado el cuerpo y, del otro lado (ojalá post-mortem) el espíritu; y en aras de mantener excluyentes las dos esferas, sacrifica la unidad del ser. Por lo tanto se trata de una ideología diabólica.

 


¡Claro que el asunto es espinoso! Jesús resuelve el problema, multiplica el pan, ellos se lo quieren llevar para hacerlo rey. Y muchos hay que dicen: ¿Qué más podía esperar? Su manera de mostrarle gratitud es el deseo de nombrarlo para el cargo más alto… Ahí es donde, como solía ocurrir, ¡no le hemos entendido nada! Jesús no vino para poner un restaurante comunitario y alimentar miles de barriguitas diariamente y montar una transnacional de “beneficencia”, eso de ninguna manera dignificaría al hombre, peor aún, lo denigraría, sería peor el remedio que el propio mal.

 

Por eso, Él se les escabulle, Él no vino a reinar sobre nadie, vino a servir: Él es el Rey-que-se-hizo-Siervo, Él es el Cordero-de-Dios, y… ¡se ata una toalla alrededor de la cintura, toma un platón y se inclina a lavar los pies! Hay algo que dice la Madre Teresa de Calcuta que nos ha hecho pensar mucho: «No debemos preocuparnos de por qué existen los problemas en el mundo, sino simplemente responder a las necesidades de las personas. Hay quienes opinan que si nosotros damos caridad a los demás eso hará disminuir la responsabilidad de los gobiernos para con los pobres y los necesitados. No me preocupo de esas cosas porque los gobiernos no suelen ofrecer amor. Me limito a hacer lo que yo puedo hacer; el resto no es asunto mío. Dios ha sido muy bueno con nosotros: las obras de amor constituyen siempre un medio para acercarnos a Dios.»[3]

 


Entonces, ¿qué es asunto mío? Pues Jesús me da una instrucción, me ordena ir y recoger las sobras, y no permitir que se desperdicie nada, no permitir que manos voluntarias se queden vacantes, que generosos corazones se vean imposibilitados de brindar su propia entrega y su capacidad de servicio, no generar ni proponer obstáculos al impulso de la gracia que florece en cientos de millones de diferentes formas. ¡Que yo no sea el impedimento para que el milagro de la multiplicación se dé! Lo demás, como dice la Madre Teresa, “no es asunto mío”. ¡Está en las manos de Dios!

 

 

 

 

 

 



[1] Papa Francisco. FRATELLI TUTTI, #105

[2] Ibid #79.

[3] Madre Teresa de Calcuta. CAMINO DE SENCILLEZ. Ed. Planeta. Barcelona- España 1998  p. 120

sábado, 17 de julio de 2021

MISIÓN DE UNIDAD

 


Jer 23, 1-6; Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 ; Ef  2, 13-18; Mc 6, 30-34

 

… en aquella sociedad agrícola-ganadera que era el contexto de la realidad Escrituristica, era una imagen muy clara y rica, ellos sabían con cuánto cariño cuida el pastor a sus “animalitos” y cómo se desvive por ellos. Así es el Amor de Dios por nosotros y así debemos aprender a amarnos entre nosotros para cumplir con el mandamiento del Amor no sólo a Dios sino también al prójimo, como a uno mismo… Nutrir al hombre integral, calmar todas las hambres, eso es lo que compete al hombre-nuevo, al Llamado-Enviado.

 

Podemos hacer mención de Dios diciendo El-Señor-nuestra-justicia. Observemos como se han ido enlazando las ideas claves del cristiano: Fe-Discipulado-Envío-Misión. Ahora se presentan dos nuevas palabras, tan conectadas, que parecen una: pastorear-evangelizar. (Evangelizar no está pronunciada, está sobreentendida). Este nuevo concepto-dupla aparece propuesto tanto por el profeta como por el salmista: La Lectura de Jeremías 23 inicia así: “Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño —oráculo del Señor—.” Dios encomendó funciones gubernativas a unos pastores de hombres, les encargó la dirección y el liderazgo, la defensa y el cuidado de su pueblo-pueblo-pueblo, pero esos encargados lo defraudaron, se ocuparon sólo de sus egoísmos, de sus intereses personales, de engordar la bolsa propia. Al verdadero discípulo le corresponde denunciar al Mal Pastor, y superarlo siendo él mismo como el Buen Pastor.El Salmo 22 dice: ¡“El Señor es mi Pastor, nada me falta”! El profeta nos está diciendo lo que no debe hacer el Pastor, en el salmo se nos dice lo que hace el Pastor Verdadero.

 


El Evangelio nos trae modelada la fuente del accionar pastoral: La compasión. Y la primera parte de su accionar: Enseñar. A partir del próximo Domingo dejaremos en suspenso la lectura del Evangelio según San Marcos; iniciaremos una inserción de 5 domingos en el Evangelio según San Juan, Domingos 17º a 21º, para mirar esa faceta de la misión –otra dupla- pan Eucarístico y pan de la Palabra, que atañe al evangelizador-misionero, compromiso que nos legó el Divino Maestro cuando dijo “denles ustedes de comer” Mc 6, 37b.

 

Allí veremos qué es todo eso de  que “en verdes praderas nos hace recostar”, “nos conduce hacia fuentes tranquilas y repara nuestras fuerzas, nos  guía por el sendero justo, va con nosotros y con su vara y su cayado nos sosiega, Su bondad y Su misericordia nos acompañan, que prepara una mesa ante nosotros, enfrente de nuestros enemigos; que nos unge la cabeza con perfume y mantiene la copa rebosante”. Todos esos son comentarios sobre la misión pastoral, definen el accionar del evangelizador. ¡Este salmo prologa lo que vamos a estudiar en los cinco Domingos subsiguientes!


 

Hay otra labor que nos incumbe, se trata de la disolución de las barreras, para lo que tenemos la Segunda Lectura: en tanto somos evangelizadores, no nos toca levantar muros o construir diques, en cambio, es nuestra tarea la búsqueda de la unidad. De eso nos habla la Carta a los Efesios. A veces se cree que debemos ser netos y claros en la separación, pero Jesús anima a lo contrario, Jesús vino a superar lo de judíos y gentiles; lo que Él hizo fue derribar el muro que los separaba: el odio. ¿Cómo lo derribó? San Pablo lo dice, “con su carne”, y “mediante la cruz”, hizo de los dos un solo pueblo: Examinemos todo el peso de esa tarea: “uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en Él, al odio”.

 

Este tesoro está para ser depositado en nuestro corazón, no podemos desatenderlo ni un instante, pertenece a la esencia del cristianismo; el mensaje es de Paz, y el verbo está –de manera nítida- consignado en el Evangelio, “reconcilió”.

 

Nosotros no estamos para la división, esa es la tarea del Perverso; estamos –en cambio- para la Reconciliación. Juntos podremos postrarnos frente a su Altar. El Pastor administra derecho-y-justicia. ¡No alejamiento! ¡No separación, no fractura! Nos pondremos de acuerdo para honrarlo en una sola verdad, la del Amor. No estamos hablando de pactos momentáneos, ni de imposturas. Para que surja el Hombre-Nuevo trabajaremos por la unión, con cero-hipocresía.

 


Será una condición de profunda armonía sincera en el corazón, no de dientes para afuera.

Estos que se dan a la tarea son los que por única vez en el Evangelio de Marcos son llamados “Enviados”(6, 30) significa que Jesús los escogió, los envío con poder, con un doble encargo: predicar y liberar de la garras del Malo.

 

Jesús quiere llevarlos de retiro al ἔρημον [eremón], (pariente directo de la palabra eremita), evocando con ello el Éxodo; Quiere romper la cotidianidad, busca “descanso” para sus “Enviados”. Marcos no nos relata, en absoluto, lo que pasó mientras cumplieron el envío, ese tiempo está ocupado por el relato de la decapitación de Juan el Bautista.

 

Cuando llegan a su lugar de “descanso” encuentran invadido su lugar de refugio, lo que ellos esperaban fuera un lugar solitario, es concurrido, está ocupado por toda una  multitud, pero,  Jesús no se fastidia con esta irrupción, el sentimiento que lo invade es muy distinto siente lo que sienten los verdaderos pastores: compasión [ἐσπλαγχνίσθη / que deriva de σπλαγχνίζομαι, compadecerse, sentir compasión movido a piedad, sentirla con las entrañas, se refiere al amor entrañable].

 


Se retoma el concepto que propuso Jeremías en la Primera Lectura; pero aquí se trata de un Verdadero-Pastor, que ve a la muchedumbre como “ovejas que no tiene Pastor”. Él se pone a darles el Primer-Pan, el de la Palabra, “se pone a enseñarlos largamente”, queda –digámoslo así- puesta la Mesa para el Segundo Pan, Pan para saciar el hambre.

 

La fusión se logrará en Él. Como granos de trigo en un mismo Pan. (¡Por Cristo, con Él y en Él; A Ti, Dios Padre Omnipotente!).

sábado, 10 de julio de 2021

NO ES CUESTIÓN DE MEDIOS

 


Am 6, 7-13; Sal 85(84) 9-14; Ef 1, 3-14; Mc 6, 7-13

 

El ministerio apostólico aparece como una fusión de la misión sacerdotal y la misión profética.

André Feuillet

 

En los evangelios de estos Domingos del ciclo B, al reanudar después de la Pascua, vamos recorriendo un interesantísimo periplo. San Marcos nos mostró primero a Jesús que llamaba, inclusive nos dio una primerísima instrucción sobre el desprecio, el rechazo y la persecución que, no sólo Él sufriría, sino de las que también sus apóstoles serían víctimas. Nos mostró que, aquellos de los que menos podríamos esperar rechazo, desconfianza y vilipendio como son nuestros paisanos, nuestros vecinos y nuestros propios parientes, serían de los primeros en la fila de nuestros agresores y detractores.  Ahora –llegado al XV Domingo ordinario de este ciclo B- estamos en la zona del Evangelio -según San Marcos- donde Jesús envía e instruye para ese envío.



¿Qué es lo que andamos buscando? Que Dios manifieste su Gloria y resplandezca. Nos acercamos al Altar con una doble petición: Que Dios nos conceda rechazar todo lo que no corresponda al ser de cristianos y –en cambio- poder cumplir con todo lo que significa ese título. Nos ha llamado para seguirlo, nuestra vocación de cristianos nos lleva a querer cumplir esto que –sin la Gracia- no podríamos lograr. Por eso nuestra respuesta al llamado nos lleva a formular estas peticiones: algo así como pedirle al Patrón que nos proporcione la dotación indispensable.

El Señor llama, y no llama a personas especialísimas; Él llama al comerciante, al profesionista, al agente de policía, a la niña y al niño, al joven y a la joven estudiantes, llama al adulto tanto como al adulto mayor, llama a los sanos y a los enfermos, llama a los ocupados y a los vacantes, llama a los desempleados y a los ocupadísimos, ¿a quién no llama el Señor? Llama a los virtuosos y a los pecadores, a los que creen con devoción y llama a los que no creen y a los que han abandonado o están a punto de abandonar su fe. Llama a los ganaderos, a los que cuidan ovejas, a los agricultores y a los recolectores de higos, llamó a Amós como llama a cualquiera de nosotros (Cfr. Am 7, 14b). Llama a los que están dispuestos a aceptar el llamado y a los que se niegan y rehúsan el envío:


 

Nos envías…

a los edificios bien protegidos

y a los tugurios más miserables,

a los hospitales y a los colegios,

a los talleres y a los paraderos de buses.[1]

 

En la Segunda Lectura, entramos hoy en la Carta a los Efesios que se ocupa y tiene por leitmotiv -desde una perspectiva cristológica- a la Iglesia: Recordemos que el tema de esta Carta eminentemente Cristológica, es la Iglesia, particularmente, la Iglesia entendida como Cuerpo de Cristo: «No anda equivocado quien ve en la Carta a los efesios una “mística de la Iglesia”»[2]: «…la razón de ser; la primera y esencial vocación de la Iglesia es la de evangelizar. Es decir, hablar de Dios con las palabras y el ejemplo que nos ha dejado Jesucristo, gran profeta en obras y en palabras. La Iglesia existe para evangelizar, para ser profeta, para anunciar la buena noticia, para predicar el evangelio… La verdadera y autentica profecía no es otra que la palabra de Dios que el mismo Cristo ha confiado guardar y predicar a la Iglesia.»[3] Así, el profeta tiene una doble finalidad, no solamente en positivo, anunciar el Reino de Dios y promoverlo; también en negativo, una misión destructora: denunciar, desenmascarar la injusticia, como anti-reino. También, en ambos sentidos, el apóstol comparte la misión profética.

a) Cristo es la cabeza de todas las cosas, y todas ellas se orientan hacia Él, son parte de Él, que es la cabeza de un Único Cuerpo. Este tema será desarrollado ampliamente a lo largo de la carta, apareciendo en cada momento. Podemos afirmar que es el eje o motor de toda la carta a los Efesios…

b) …el himno pretende decir que el primer proyecto de Dios Padre fue el ser humano. La creación es consecuencia de la elección, y no viceversa. Este himno es una enciclopedia para el Apóstol. Es el mensaje resumido, es el contenido del Anuncio, la Buena Noticia. Contesta a la pregunta ¿Cuál es el mensaje del cual es portador el discípulo “enviado”?.

Miremos ahora la Primera Lectura, tomada del profeta Amos: «Frente a lo que podríamos llamar una visión “turística”, él ofrece la visión “profética”. Unos espectadores invitados a visitar Samaria habrían escrito algo muy distinto. Se sentirían admirados por el lujo, sus esplendidos palacios construidos con piedras sillares. Amós no descubre una ciudad prospera y en paz, sino sumida en el terror. El turista admiraría el lujo de las grandes familias, su habilidad financiera, su sabiduría humana, sus espléndidos edificios repletos de objetos caros y lujosos. Amós desvela el trasfondo de mentira, de violencia criminal que los rodea. No son dignos de admiración sino de desprecio y de castigo»[4] Y es que el profeta sabe ir más allá de la apariencia y sabe leer los signos que Dios inscribe en la historia, porque es Dios mismo quien lo enseña a “mirar”.



¿Qué hace allí Amós, en el mismísimo nido de los sacerdotes, en el núcleo del avispero, enfrentado con el sacerdote y con el rey? Todo se comprende al leer el verso 15: ויקחני יהוה מאחרי הצאן ויאמר אלי יהוה לך הנבא אל־עמי ישראל׃ “pero YHWH me sustrajo de andar cuidando ovejas y YHWH me dijo: ‘Ve y habla en mi Nombre (profetiza) a mi pueblo Israel’”. Schökel y Gutiérrez señalan que aquí se plantea un problema de competencias. El poder político estatal -en ese momento histórico fusionado con el poder clerical religioso- en abierto contubernio contra el profeta. Sólo que el profeta en este caso representa la «…instancia suprema, que está por encima de todo: el profeta, porque es la palabra de Dios, que no puede estar subordinada a nadie y tiene que ser libre e independiente… El profeta de Dios no se sirve de la palabra, sino que se hace servidor de ella: ni dispone de Dios a su antojo, sino que se deja manejar de Él… Esta es la función del carisma profético: desenmascarar, desengañar, iluminar la verdad.» [5] Si Amós no estuviera representando la instancia suprema, no se podría justificar su acción contra la teocracia Israelita, pero YHWH está por encima, y eso es lo que pone a Amós en la cima de las competencias.

«Expulsar demonios…es desalienar a las personas, es decir, librarlas de todas las ataduras que las hacen esclavas y objeto de explotación. En otras palabras, todo lo que impide a las personas ser libres, y no las deja pensar, sentir, andar, hablar, oír, actuar por sí mismas.»[6] Vemos aquí, de manera palpable el significado liberador de la Iglesia, de todos sus bautizados, porque todos ellos son “Sacerdotes-Profetas-y-Reyes”, o sea que estas competencias –permítannos cometer una redundancia por demás cacofónica- nos “competen” a todos nosotros los que nos confesamos cristianos. «Porque el Evangelio hace que salte por los aires el egoísmo. Si uno, con la gracia del Señor, se decide a vivir el evangelio –es decir, el anti-egoísmo-, forzosamente encontrará dificultades. Dificultades consigo mismo y con los demás, y no sólo por parte de los gobiernos y de los poderosos, sino también por parte de los eclesiásticos. Y ni siquiera únicamente por parte de los hombres, sino también por parte de las estructuras…»[7]

Los envía dotados de un sentido de desprendimiento, con una mentalidad austera que los hace independientes de comodidades y lujos, adversarios de la mentalidad consumista, “ligeros  de equipaje”, con la felicidad y la paz espiritual que les permitirá gozar con las pobrezas de quienes los reciban con amable cordialidad y les brinden hospedaje y acogida. Ni ropas ni calzados especiales, «Hasta el vestir debe ser simple… pues ropas diferentes generalmente indican “status” social más que disponibilidad.»[8] μὴ ἐνδύσασθαι δύο χιτῶνας Dice que “no se pongan doble túnica” «El no ponerse dos túnicas significa no aparecer como los ricos que solían ponérselas»[9]

Permanecer en una casa es que esa “casa” que los acogió, se habría de convertir en un centro de “operaciones”, un “hogar” que congregaría a la comunidad naciente «un lugar, donde a su partida, la comunidad pueda seguir reuniéndose y proseguir la realización de la Buena Nueva del Reino»[10]



Desconfiamos –y con mucha razón- de todos aquellos que depositan toda su seguridad en los medios y los recursos humanos. Enriquecerá nuestro enfoque del tipo de Iglesia que necesitamos construir leer la siguiente anécdota que debemos al Padre Lorenzo Milani:

 

«Pasó por aquí un fraile limosnero, con una motocicleta. Hasta ahora iba en bicicleta. “No hay que extrañarse –dice el frailecito dinámico- también San Francisco, si viviera hoy, viajaría así”

No es verdad.

San Francisco, si viviera en otro siglo haría lo que hizo en su siglo, es decir, habría determinado el nivel de “comodidad franciscana” al estudiar cuales son las mayores posibilidades de la renuncia del hombre de un siglo determinado (…)

(Por consiguiente) un San Francisco párroco no habría considerado “necesario” un objeto que el 89% de sus frailes no posee y del cual sus predecesores han prescindió durante siglos sin un daño excesivo.

Si responde que un motor puede llegar antes y a un mayor número de sitios; luego con un motor se hace mayor bien.

Esta es una herejía. Ninguno puede dar más de lo que tiene. Si es un tonto, el motor hará llegar antes y a muchos lugares un tonto; y si tiene poca gracia, el motor multiplicará un sacerdote con poca gracia. Si, en cambio, es un sacerdote santo, no tendrá la soberbia de creer que la propia multiplicación pueda ser útil al reino de Dios. Por consiguiente, buscará más bien reducirse.»[11]

 

Transcribo, ahora, las recomendaciones que un director espiritual daba a una religiosa, porque nos orientaran para reconocer nuestro norte y, además, identificar nuestro propio ritmo, nuestra propia premura, para regular nuestro afán y medir nuestros descansos, ‘para saber cuándo pararnos y cuándo levantarnos: «todos los días… le (diremos) a Cristo… “Oh Cristo, mi Maestro, hablad y estoy pronta… lo que Vos queráis, cuando queráis, de la manera que queráis, donde queráis, hasta que queráis…” Eso es todo… Lo importante es estar allí donde Dios nos quiere…Que podamos decir “sí” a nuestro Cristo… sabe que Cristo no está en una ocupación más que en otra que no está en la oración más que en la acción. Está allí donde nos ha colocado su divina voluntad: allí lo encontramos y allí se da a nosotros. Y no se da siempre en lo que nos agrada, ni siempre en lo que nos parece más grande.»[12]

 

 

 

 



[1] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMO II-CICLO B. Ed. Comunicaciones Sin Fronteras Bogotá – Colombia p. 67

[2] Fabris, Rinaldo. PARA LEER A SAN PABLO. Ed. San Pablo Bogotá – Colombia 2000 p. 150

[3] Amigó Vallejo, Carlos. CIEN PREGUNTAS PARA TENER FE. Ed. Planeta .Barcelona-España 2003. pp. 30-31

 [4] Sicre, José L. LOS PROFETAS DE ISRAEL 2da PARTE “PARA ARRANCAR Y ARRASAR” LA DENUNCIA Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” Quito – Ecuador 2000 p.25

[5] Schökel, Luis Alonso y Gutiérrez, Guillermo. MENSAJES DE PROFETAS. MEDITACIONES BÍBLICAS Ed. Sal Terrae Santander España. 1991pp. 148, 151

[6] Balancin, Euclides M. Op. Cit. p. 89

[7] Câmara, Dom Helder. EL EVANGELIO CON DOM HELDER. Ed. Sal Terrae Santander-España 1985  pp. 90-91

[8] Ibid p. 88

[9] Mateos, Juan. Sj. COMENTARIO AL EVANGELIO DE SAN MARCOS Ed. Centro Bíblico “Verbo Divino” 5a ed. Quito-Ecuador 2000 p. 91

[10] Balancin, Euclides M. Loc. Cit.

[11] Beck, T. Benedetti, U. Brambillesca, G. Clerici. Fausti. S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 1ª re-imp. 2009 p. 201

[12] Peyriguè, Albert. DEJAD QUE CRISTO OS CONDUZCA. Ed. Nova Terra Barcelona- España 1965 pp.34-38

sábado, 3 de julio de 2021

A PESAR DE TODO, DALE AL MUNDO LO MEJOR QUE TIENES

 


Ez 2, 2-5; Sal 122, 1-2a. 2bcd. 3-4; 2Cor 12, 7-10; Mc 6, 1-6

 

 

“Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo –porque son un pueblo rebelde– sabrán que hay un profeta en medio de ellos.”

Ez 2, 5

 

“Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad”. Así que muy a gusto presumiré de mis debilidades, para que se aloje en mí el poder de Cristo.

2 Cor 12, 9

 

La Antífona nos propone un eje para la vivencia de esta Eucaristía: Meditar la Misericordia Divina desde su Santo Templo. En la Oración Colecta, suplicamos a Dios nos “otorgue santa alegría, para disfrutar de los gozos eternos a nosotros, que hemos sido librados de la esclavitud del pecado. Y, en la Primera Lectura, encontramos ya el tema del Envío, el profeta es prevenido que al cumplir con su misión no le está garantizado contar con la escucha obediente de los hijos de Dios, puesto que ellos son un pueblo testarudo y obstinado, puede que lo atiendan, como puede que no. A pesar de todo, hay que darle al mundo lo mejor que tengamos, eso será actuar con Misericordia: Dice el Profeta Ezequiel que “el ר֗וּחַ Espíritu entró en mí, hizo que me pusiera de pie y oí una voz que me decía: ‘בֶּן־אָדָם֙ Hijo de Adán, yo te שׁוֹלֵ֨חַ envío…’”.  Observamos en la expresión una especie de pasividad, como si toda la acción correspondiera a Dios y él, Ezequiel, fuera como un poseso, que no tiene más remedio que obrar. Esto no se puede leer así, el Espíritu que lo hace poner de pie es un don, se trata del primer factor capacitador: es el gracioso impulso de disponibilidad que Dios socorre a su Enviado, no es su propia fuerza la que lo yergue. Esta Fuerza que lo asiste y que él relata como un poder “ajeno” está en él, lo vigoriza y le permite reaccionar de inmediato, es dínamos-Divina. Notemos que no escogió a un súper-hombre, es un hombre normal, un “Hijo de Adán” el que Dios designa para llevar el mensaje a este pueblo de “dura cerviz”. Y יְהֹוִֽה׃ el Señor, Dios-Misericordioso, no lo engaña, de una vez le anuncia que puede que lo oigan como puede que el Mensaje quede desatendido; además lo previene –repitámoslo-que son קְשֵׁ֤י testarudos y וְחִזְקֵי־ obstinados, (duros de rostro y de corazón empedernido).

 


A este Envío, hemos de tenerlo en cuenta, precede un “entrenamiento”, el Profeta va a ser aleccionado en la Palabra, Dios se la entregará en un Libro (Rollo) para que se alimente con Ella, y Ezequiel, al tragarla, experimenta su Dulce Sabor (Ez 2,9-3,3). El Señor elige su “intermediario”, su “portavoz”, pero no lo envía desprovisto, lo “entrena”, le avisa con qué y con quienes se las habrá de ver y luego le da la Sagrada Escritura, se la da a conocer, para él es dulzura, como lo es para nosotros también (sin embargo, para los destinatarios será motivo de tristeza, augurios gris-oscuro (ver Ez 2, 10c). Pero, ¿qué fue lo primero? El Espíritu que entra en él, la Vitalidad-Divina que capacita para el cumplimiento del Envío, la que da el dinamismo, la que nos hace “duros como Diamante” (Ez 2, 9a), para poder sobrellevar la tozudez del pueblo, su empecinamiento.

 

También Jesús se enfrenta a esta obcecación, a esta terquedad, lo están viendo con su poder, Lo ven y se dan cuenta del poder de sus manos, oyen su sabiduría, pero son totalmente incapaces de aceptarlo, de reconocerlo; creen tener suficiente contra-demostración en el hecho de conocer a sus familiares, en el dato de que es un simple τέκτων artesano. La gente parece, herida, ofendida, agredida, “escandalizada” ἐσκανδαλίζοντο dice en griego, que se traduciría como obstaculizada, impedida de creer; no lo pueden aceptar, no pueden depositar en alguien tan común y corriente su confianza, mucho menos su fe. Esto nos pasa con frecuencia, nuestro descreimiento exige pruebas de espectacularidad, exhibición de poderío desmedido. Por el contrario, Jesús dice que no se nos dará prueba ninguna, excepto, verlo resucitar al Tercer Día (Cfr. Lc 11, 29).

 

¿Cómo está la gente? καὶ ἐσκανδαλίζοντο ἐν αὐτῷ. Y esto los escandalizaba, los perturbaba, los ofendía, los desconcertaba. Esa palabra originalmente significaba caer en una trampa por un tropiezo específicamente dispuesto para hacer enredar el pie, para hacernos trastabillar. Lo cogía por el pie y lo alzaba, este mecanismo de cacería fue muy común en el pasado. Pero, aparte de su origen, es evidente que esta trampa –el skandálethron- impedía que se siguiera por el camino que uno venía, y en ella quedaba uno “escandalizado” (atrapado-detenido-bloqueado).

 




Notemos también que, San Pablo tenía su propio “escandalo”, un impedimento físico, este σκόλοψ τῇ σαρκί “aguijón (astilla) encarnada” que menciona él en 2Co 12, 7, «Sólo así Pablo resulta ser un modelo imitable: no tan alto que sea inalcanzable, ni tan bajo que parezca indigno.»[1] De alguna manera resulta analógico con el desprecio que sufre Jesús por parte de sus coterráneos; al uno lo desprecian por su enfermedad, a Jesús por su procedencia de una familia sin renombre, sin prestigio, sin abolengos terrenales –como lo dijimos antes- un vecino del barrio y nada más. Otro tanto recibe Ezequiel en la Primera Lectura, es un “enviado de Dios”, es Su “Portavoz”, recibe el encargo de ser “profeta”, pero su paga es el desprecio porque se dirige a un וְחִזְקֵי־  לֵ֔ב  “pueblo rebelde”. (Ez 2, 4).

 

Muchos de los superhéroes son –por eso- de origen desconocido, u ocultan su proveniencia y sus lazos familiares con la máscara. En todo caso, ocultan su identidad, supuestamente para evitar ataques, agresiones, afectación a su parentela. No pocos de ellos son extra-terrestres, o son de familia millonaria. Últimamente son mutantes y su poder proviene del daño causado por la radiación. En fin, ninguno de ellos es hombre-normal, son “hijos de Adán” que han sido desnaturalizados por algún accidente de laboratorio o por un fenómeno de la naturaleza. Entonces si podemos admitir: claro, lógico, por eso son “súper-poderosos” y pueden hacerse cargo de “cambiar el rumbo de la historia ellos solos”, eso es mesianismo puro de la peor laya; “crúcense de brazos, hagan nada, no se comprometan, inmovilícense hasta que llegue el chacho-de-la-película”.

 

Nosotros también hemos corrido este riesgo: «Algunos Padres de la Iglesia quisieron salvar a Jesús de la obligación, que consideraban humillante, de comer y beber, y dijeron cosas que a nosotros ahora, afortunadamente, nos hacen sonreír, como, por ejemplo, que Jesús, como era Dios, no necesitaba comer, y que lo hacía tan sólo para que no se sorprendieran los que vivían con Él (San Clemente de Alejandría); que no podía sentir dolor, pero se permitía a veces derramar lágrimas para acompañar el dolor de otros (San Cirilo de Alejandría); o que su cuerpo, como tal, no podía sufrir, pero el Verbo hacía de vez en cuando un milagro para poder sentir nuestros sufrimientos (San Hilario). Buena voluntad en los santos autores, pero falta de equilibrio en su teología incipiente.»[2]

 


En cambio –aquí viene el tema de la fe- la construcción del Reino no está encargada a seres sobre-naturales, “soldados invencibles”, Jesús, nuestro paradigma, es un “hijo de hombre”, hombre común y corriente, por mucho que eso nos escandalice; así también lo es el profeta Ezequiel y exactamente lo mismo podemos predicar de San Pablo, el apóstol de los gentiles. El Reino no se construye por medio de súper-héroes, Jesús mostró siempre su favoritismo por los pequeños, los débiles, los marginados, los leprosos, las viudas, los niños, los pescadores, los pecadores, precisamente se remitió a los que paradójicamente eran los mínimo-poderosos;  el -hoy Papa Emerito- Benedicto XVI nos dijo: «… comprendemos que no es el poder de nuestros medios, de nuestras virtudes, nuestras capacidades, el que realiza el Reino de Dios, sino que es Dios el que obra maravillas, justo a través de nuestra propia debilidad, de nuestro no estar a la altura del cargo. Por lo tanto, debemos tener la humildad de no confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar con la ayuda del Señor en la viña del Señor, encomendándonos a Él como "frágiles recipientes de barro".»[3]

 

«Lo que la Iglesia necesita no son los alabadores de lo establecido, sino hombres en los que la humildad y la obediencia no son menores que la pasión por la verdad, hombres que aman más la Iglesia que la comodidad y la seguridad de su destino.»[4]

 


Esta oración, que la Madre Teresa de Calcuta colgó en la pared de Shishu Bhavan, su orfanato-guardería en la India, viene al caso para animarnos en nuestro compromiso de enviados, para sostenernos en nuestro compromiso profético de bautizados, de constructores del Reino, misioneros de la Misericordia:

 

Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas,

AMALAS DE TODOS MODOS.

 

Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas,

HAZ EL BIEN DE TODOS MODOS.

 

Si tienes éxito y te ganas amigos falsos y enemigos verdaderos,

LUCHA DE TODOS MODOS.

 

El bien que hagas hoy será olvidado mañana,

HAZ EL BIEN DE TODOS MODOS.

 

La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerable,

SE SINCERO Y FRANCO DE TODOS MODOS.

 

Lo que has tardado años en construir puede ser destruido en una noche,

CONSTRUYE DE TODOS MODOS.

 

Alguien que necesita ayuda de verdad puede atacarte si lo ayudas,

AYUDALE DE TODOS MODOS.

 

Da al mundo lo mejor que tienes y te golpearán a pesar de ello,

DA AL MUNDO LO MEJOR QUE TIENES DE TODOS MODOS.[5]

 

 



[1] Ghidelli, Carlo. SAN PABLO, GRAN APOSTOL DE LAS GENTES Ed Paulinas Bogotá – Colombia. 2008 p. 54

[2] Vallés, Carlos G.sj. «CRECÍA EN SABIDURÍA…» Ed. San Pablo Santafé de Bogotá D. C.- Colombia 2001.  p. 75

[3] Benedicto XVI. CATEQUESIS EN LA AUDIENCIA GENERAL Junio 13 de 2012

[4] Ratzinger, Joseph. CRÍTICA Y OBEDIENCIA. 1962  En SELECCIONES DE TEOLOGÍA Vol 2 No. 5 Facultad de Teología San Francisco de Borja Barcelona España Enero – Marzo 1963 p. 218

[5] Kent M. Keith. THE PARADOXICAL COMMANDMENTS