Job
19, 21-27
Job no es figura singular,
sino que expresa los momentos dramáticos de la experiencia humana.
Carlo María Martini
Dijimos
que los debates (caps. 3-27) estaban distribuidos en tres ciclos. Ayer
abordamos el primer ciclo, hoy vamos a adentrarnos en el segundo ciclo, donde
la alternancia de las intervenciones va de la siguiente manera:
i.
Abre Job (Cap12-14) recordándole a sus amigos que también
él es “instruido”
ii.
Interviene Elifaz (cap.15), enhebrando ideas que
encontraremos referidas en los Salmos, Eclesiástico y Sabiduría.
iii.
De nuevo toma la palabra Job (caps. 16-17), para
reprocharles que ellos hablan refiriéndose a un dios abstracto, apelando a una
geometría del razonamiento, mientras que este debate debe darse entre sufrientes
que entienda cómo se vive esta experiencia.
iv.
Le corresponde a Bildad (cap. 18), aquí Bildad se muestra
más incisivo, más áspero, y retaca con su temática del dios-castigador.
v.
Es el turno de réplica para Job, de aquí saldrá la perícopa
de hoy. La insistencia de Job radica en que es Dios quien le ha conducido
artificialmente a vivir en esta situación. Lo que no obsta para que visualice
en Dios a su גָּאַל [go-el]
“redentor”, “pariente que se compromete a rescatarlo”.
vi.
En el cap. 20 habla Sofar, de nuevo enuncia que el malvado
es el que recibe el castigo, luego, Job es aquí el pecador, que merece el castigo
vii.
Concluye Job este ciclo en el capítulo 21: aquí resplandece
la diferencia entre el que sufre y el que sólo teoriza desde su imaginación que
siempre será pobre porque la teoría siempre se ve sobrepasada por la realidad.
Ellos,
en aquella época no habían llegado a la luminosa revelación de la vida eterna,
todo el juego se libraba en esta vida, sin más allá, y sin esperanza. Sin embargo,
en esta intervención de Job, parece destellar ya una chispa de confianza en que
habrá alguna instancia donde la Justicia resplandezca y el que ha sufrido no
quede de manos cruzadas en la nada, en las profundidades del Jabel (el vacío,
la nada).
“Bien
se yo que mi Defensor vive y que Él hablará el último… Yo me pondré de pie
dentro de mi piel y en mi propia carne veré a Dios. Mi corazón desfallece esperándolo”
Aquí ya hay un asomo, una intuición brillante. Job, en este discurso, alcanza
ya a percibir la “resurrección de la carne”, tal vez, sin plena consciencia,
pero aunando justicia a confianza, alcanza a recoger una chispa de la Gloriosa
Promesa, “yo los resucitaré en el último día” (Jn 6,54). Se trata de una brillante
intuición sobre la Vida Eterna.
Pongámoslo
con las palabras de José Luis Caravias s.j.: «El mundo no es un caos, como él
se había imaginado. Lo sería, si fuera verdad la teoría de la retribución personal
terrenal que presentaban los amigos… Pero resulta que Dios tiene planes
hermosos, y los realiza con plena libertad y gratuidad, aunque nosotros no nos
demos cuenta. No todo está aún claro para Job, pero ya no se deja ahogar por el
mundo religioso de las creencias de su tiempo. Ahora sabe intuir que existen “cosas
extraordinarias superiores a mí”. Se refiera en primer lugar a la grandeza
del proyecto de Dios. Job comienza a comprender el designio de gratuidad de
Dios, que da pleno sentido a su voluntad de justicia en el gobierno del mundo.
Las preguntas de Dios le han mostrado la libertad y el amor que encierra su
proyecto. Dios es novedad permanente. En Él se esconden aspectos insospechados.
En las teorías de los amigos, todo
estaba ya fijamente preestablecido, como aprisionado en una camisa de fuerza».
Aun
vale la pena retomar otro enunciado de Caravias que nos presenta a continuación:
«Rechazando la teoría de la retribución, Job no queda liberado de la necesidad
de practicar la justicia; de lo que queda libre es de la tentación de querer
encerrar a Dios en una concepción estrecha e incorrecta de la justicia».
Ahora,
contextualicemos esta respuesta que, con chispas de escarcha, aporta Job,
insertando una cita Kierkegaardiana: «He aquí cual era, en el fondo, la tesis
que los amigos de Job le presentaban: que toda persona, en relación con Dios
sufre siempre, puesto que es culpable. Esto realmente, ni siquiera es falso; el
error es otro, es que con arrogancia pretendan decirle lo que ningún ser humano
puede permitirse decirle a otro. A esto se agrega el hecho de que los amigos de
Job carecían de todo criterio para comprender lo que significa sufrir delante
de Dios siendo inocentes”.
Es
falta de caridad acusar el otro de pecador, cuando todos somos pecadores, es fariseísmo
de la misma laya que la del fariseo que se sentía justificado viendo al publicano
orante, y daba gracias por no ser como él. Solo Jesús puede hablarnos desde su
Inocencia Perfecta y darnos una respuesta, por eso fue necesaria una Nueva Alianza.
Pero
podemos fallar la perspectiva exegética si nos dedicamos a una caza de
culpables e inocentes. Si reducimos este acercamiento a la Palabra de Dios a
una búsqueda de buenos y malos. Muchas veces nuestra Lectio Divina se queda atrapada allí: 1)
Lectura 2) Identificación del bueno y virtuoso 3) alegre aplauso por la virtud y
bondad, 4) Olvido. Solemos denominar los pasos de la Lectio en latín: 1) Lectio, 2) Lepidium
sativum boni et honesti, 3) Felix plausus virtutis et bonitatis, 4) Oblitus. ¡A esto se reducen muchas exegesis!
«Mientras
que toda la Sagrada Escritura no cesa de cantar la misericordia de Dios,
mientras los Salmos hablan sin tregua de cuán eterno es su amor, ese tema se
ausenta en el Libro de Job (Pierre Dumoulin).
Sal
27(26), 7-8ab. 8c-9abcd. 13-14
¿El
país de la vida? ¿Cuál es el país de la vida? ¿Qué quiere decir el Salmista
cuando dice “país de la vida”?
El
salmista nos dice que oye en su corazón el siguiente llamado: “Busquen mi
rostro”. Esta es una verdadera invitación a vivir una vida espiritual, a
remontarnos más allá de lo evidente. A desplegar las alas y procurar una visión
mística.
En
otro punto del salmo nos encontramos la siguiente petición que le hace el
Salmista a יְ֭הוָה YHWH:
“eso buscaré: habitar en la Casa del Señor por los días de mi vida;…” (v.4) Se
recibe de Dios una invitación para no quedarse en lo rastrero, en lo mundano,
en lo terrenal; se le propone alzarse, desplegar alas de águila, y buscar la
Presencia.
Todavía
no se ha logrado concebir la vida humana como un paso (Pascua) al País de la
Vida; pero ya se le promueve para que aprenda a tener sed de lo espiritual, ansia
de lo trascendente. A procurar acercarse a Dios. El salmista sólo alcanza a
imaginarse como proximidad más cercana, vivir en el Templo. Pero lo que intuye,
lo que el Señor le dicta al oído es vivir una vida de éxtasis, de contemplación
de su Rostro. Y, la ruta a seguir se le brinda: debe buscar.
No
se trata de una búsqueda ciega y loca que no sabe lo que busca. Aquí la Bondad
de Dios se expresa en toda la Plenitud de su Misericordia: lo que hay que
buscar es El Rostro de Dios.
Esa
búsqueda tiene que ser tesonera, tiene que ser una búsqueda perseverante, no es
algo de hoy a mañana, quizás la vida entera se nos ha regalado, para hacer de
ella una búsqueda constante. Y, no tenemos que afanarnos por los hallazgos,
porque en la Búsqueda de Dios lo que vale es la búsqueda, no los hallazgos. Por
eso, no basta subir a la barca de la búsqueda; Dios nos da un par de remos para
que dirijamos la barca, para que orientemos nuestro empeño:
- Remo izquierdo: ser
valiente, tener ánimo
- Remo derecho:
esperar en el Señor
No
esperes de los hombres, no dependas de los hallazgos ajenos, busca tú, y confía
sólo en Dios, llegada la oportunidad, cuando sea “la hora”, Él te mostrará su
Rostro.
Pero
tampoco, te empecines en ir solo: eres miembro de una Comunidad creyente, no
dependas de los hallazgos ajenos, pero busca con los tuyos, con los que también
están en su búsqueda y que Dios ha puesto en torno a ti, para que se apoyen en
la Búsqueda. Recuerda que el templo no es un edificio, sino una fraternidad de
hermanos en Dios, que están allí para esforzarte en ser sinodales (recuerda que
sínodo significa “caravana”; tenemos que aprender a caminar en “caravana”, así
como el pueblo judío subía al Templo a rendir Culto).
Lc
10, 1-12
Jesús les envía de dos
en dos para inculcar la caridad, porque menos que entre dos personas no puede
haber ahí caridad. El primer testimonio que dar de Jesús es el del amor
recíproco.
San Gregorio Magno
12
enviados porque 12 eran las tribus de Israel, e Israel era el conducto por el
que Dios le hablaba a su Comunidad. Luego pasa a 72. ¿y esto que significa?
Según los estudios de los sabios de la época 72 era el número de todos los pueblos
que habitaban la tierra.
¡Ah!
Esto está muy interesante. Quiere decir que Jesús envió equipos de trabajo a
toda la población del planeta, sin discriminación alguna: Su mensaje era para
toda la tierra.
El
único Evangelista que nos habla del envío de los 72 es San Lucas. Lucas era de
la escuela paulina, acompañó a San Pablo en sus dos últimos viajes, (no en el
Primero); San Pablo le habría trasmitido a Lucas esa visión universalista, de ahí
salió la palabra católico, del adjetivo griego καθολικός, que traduce precisamente universal, lo
podemos descomponer en κατά [kata] “sobre” y ὅλος
[olos] “todos”. Con lo que
se quería decir que no era sectaria.
Si
desgranamos los componentes de la perícopa vemos que el foco está puesto en las
“recomendaciones” que les da Jesús para realizar la misión. Al hacer la hermenéutica
tenemos que tener cuidado porque claro que Jesús no les dijo nada sobre el uso
de megáfonos, de computadores, de video-beans, de plegables, de volantes, de
estampitas, mass-media, redes sociales. No podemos leer aquí lo que aquí no
está. Y hay que aplicar criterio para discernir si los supone o los evita. O,
queda abierto, para adecuar la vena neural de su enseñanza y actualizarla
respetando su esencia.
Por
otra parte, no podemos sufrir de la fiebre tecnológica, como hemos dicho en
otra parte, si un monje algo tontuelo, usa moto, eso sólo garantizará que su tontería
llegará más rápido a todas partes, pero no que la eficacia evangelizadora se
agilizará.
La
perícopa subraya las dificultades que encontraran, el rechazo que los
acompañará en muchas partes, la poca trascendencia de lo material, que es mejor
ir ligeros de equipaje que sobrecargados, no copiemos a los militares que llevan
sus muy dotados morrales casi que insoportables para cargarlos.
Nuestra
labor se asimila con la de los sembradores y los cosechadores, y, en ese caso
tenemos que ver si construiremos graneros, y en el lenguaje de Iglesia, ¿qué es
un granero? ¿Una Catedral? ¿Un comedor comunitario? ¿Un hospital? ¿Una
universidad? ¿un convento?
Muy
seguramente, un “granero” significa en tiempos distintos, distintas cosas. Y, también en lugares distintos, aunque sea
en el mismo siglo, puede ser algo diferentísimo.
Hay
un eje invariable: se debe anunciar la cercanía del Reino. Que el Reino ya está
aquí, pero que el Rey de Reyes, requiere de campamentos y ese campamento es -en
cada caso- nuestro propio corazón, donde darle acogida. ¡No para procurar
mantenerlo apresado allí, sino para darlo a otros! porque el amor siempre es así,
es paradojal: ¡cuanto más lo damos, más tenemos de Él! En vez de gastarse, se
multiplica.
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