domingo, 31 de marzo de 2013

¡RESUCITÓ!




Jesús, en cambio, no viene del mundo de los muertos –ese mundo que Él ha dejado ya definitivamente atrás-, sino al revés, viene precisamente del mundo de la pura vida,…

Benedicto XVI

Ayúdame, Jesús, que siento vivo dentro de mí,
a sonreír a cada amanecer que viene,
porque ahora sé que si voy y estoy contigo,
es Pascua todos los días,
todos los días es “la primera mañana del mundo”.
Amén[1]

1

La maravilla de la Resurrección es el objeto motivador de toda nuestra confianza en Jesús. De Hecho, toda nuestra fe tiene su basamento en este suceso. ¡Jesús ha vencido la muerte! Su Padre lo ha justificado de una vez y para toda la Eternidad; contra los Pilatos de toda laya, contra los sanedrines de todos los tiempos, contra los “soldados” que llevan sus ordenes más allá de los ordenado, hasta su solaz en las torturas; contra todos ellos Dios ha dicho la última Palabra: La muerte no es más poderosa que la Vida, y Dios es el Dueño de la Vida. «Si toda su obre hubiera terminado en el patíbulo de la cruz, la muerte habría sido el fracaso de su persona, de su Buena Nueva, de su mensaje y la desaprobación de Dios»[2]

La perícopa del Evangelio de San Juan, que leemos hoy, Domingo de Pascua, Jn 20, 1-9; comienza así: Τῇ δὲ μιᾷ τῶν σαββάτων Μαρία ἡ Μαγδαληνὴ ἔρχεται πρωὶ σκοτίας ἔτι οὔσης εἰς τὸ μνημεῖον καὶ βλέπει τὸν λίθον ἠρμένον ἐκ τοῦ μνημείου “El primer día de la semana, muy temprano, todavía oscuro, María Magdalena fue a visitar el sepulcro. Vio que la piedra de la entrada estaba removida”

«Oscuridad es ausencia de Jesús. La oscuridad representa todas esas fuerzas negativas que trabajan de noche y se oponen a Cristo, Luz del mundo (9,4; 11, 9-10; 12, 35s).»[3] Volvemos sobre el término σκοτία, ας, ἡ “la oscuridad”, en esta oportunidad se trata de la “oscuridad de la fe”, una oscuridad de naturaleza espiritual, ama a su Señor, le sigue, le continua fiel, pero, su fidelidad está dirigida a un muerto: para ella Jesús no es el Mesías, sino otro muerto más. Por eso, ante Pedro y Juan exclama: Ἦραν τὸν κύριον ἐκτοῦ νημείου καὶ ὐκ οἴδαμεν ποῦ ἔθηκαν  αὐτόν   “¡Han sacado al Señor de la tumba y no sabemos dónde lo han puesto!” «Ni por un instante la pasó por la mente que Jesús hubiera resucitado. Más bien pensó en un robo, en una posible profanación del cadáver del Señor.»[4]

Ni acusamos, ni criticamos, ni culpamos a María Magdalena. Entendemos que llegar a la fe de la Resurrección supone un tipo de profundización teológica que nos viene por la Gracia. Posiblemente, pasó mucho tiempo y tuvieron que vivir muchas experiencias muy fuertes en las primeras comunidades cristianas para poder llegar a reconocer en Jesús al Resucitado, y aún más y mayores profundidades para teologizarlo y llegar a la convicción férrea. Los encuentros con el resucitado nos permiten intuirlo; por ejemplo, cuando Él les tiene el desayuno en la orilla del lago de Tiberiades (Jn 21, 12b) οὐδεὶς δὲ ἐτόλμα τῶν μαθητῶν ἐξετάσαι αὐτόν Σὺ τίς εἶ εἰδότες ὅτι ὁ κύριός ἐστιν “ninguno de los discípulos se atrevió a hacerle la pregunta ‘¿Quién eres Tú?’ porque comprendían que era el Señor” «Lo sabían desde dentro, pero no por el aspecto de lo que veían y presenciaban.» [5]

Algo así se nos critica frecuentemente cuando ven algunos nuestra representación del Crucificado o nuestra cruz como símbolo de nuestra fe. A ellos hay que recalcarles que no hay Resurrección sin cruz. La cruz nos lleva a mirar cara a cara el rostro del Amor de Dios, de su infinita inmensidad, como lo hemos dicho en otra parte: Dios nos ama tanto -nos disculparan la expresión- como un papá a un “hijo bobo” (es un dicho popular para significar un amor paternal desmedido, rayando en lo increíble), como una mamá ama a su bebé en medio de su indefensión. Con Tierno y Dulce Amor de Padre nos ama el Padre Celestial, pero más, con Amor Divino, con Misericordia, por ningún mérito nuestro, sino porque Él quiere amarnos, porque al moldearnos del barro y soplar en nosotros el espíritu (Nefesh) (Gn 2, 7), puso en su Corazón y en sus Manos Creadoras el Amor. ¡Bendito y Alabado sea su Santo Nombre!

Así es como nos atrevemos a afirmar que María Magdalena iba “todavía en lo oscuro” de no reconocer al Señor Resucitado. Es a esa σκοτία a la que se refiere este texto, todavía andan en la oscuridad del corazón para discernir en Jesús, al Señor Resucitado.

2

Podemos pasar de nuestra mirada sobre María Magdalena, a mirar a Pedro. Pedro, la roca firme a  quien se han entregado las “Llaves” representante de la Iglesia de Jerusalén, compite con la comunidad joánica (probablemente la comunidad de Éfeso); llega primero, pero al ver las vendas y el sudario, no capta nada, en cambio, al discípulo Amado, le basta verlas para captarlo todo y creer.



Augusto Seubert nos presenta tres Midrash distintos sobre el tema de las vendas y el sudario:

a) Pueden significar la fe antigua, el judaísmo con la versión farisaica, estricta, pegada a la Ley, concepción fundamentalista, ritualista y ultra-tradicionalista de la religión. Esas son las vendas; y Jesucristo las ha superado, las dejó atrás, anda suelto, desatado, sin amarradijos que entraben su libre caminar. Jesús siempre se mostró libre de ritualismos, de respetos sabáticos.

b) Las vendas evocaban a Elías que le dejó la capa a Eliseo y con ella, su poder, de forma tal que Eliseo pudo, igual que Elías, golpear con la capa las aguas del Jordán y dividirlas para pasar a pie enjuto (2 R 2, 8-15). Serían signo de transmisión de poder y autoridad.

c) Jesús se salió de las vendas, y quedan ahí, enrolladas, por que digamos que Él se evaporó y las vendas quedaron, enrolladas como lo habían estado alrededor del Cuerpo de Jesús, pero el Cuerpo ya salió de su jaula de vendajes.[6]

¿Por qué Juan entiende y Pedro no? El Padre Hugo Estrada nos da una hipótesis coherente: «Juan era el mejor preparado de todos para creer: Juan había recostado su cabeza en el pecho de Jesús durante la Última Cena. Juan era el único de los apóstoles que había estado, minuto a minuto, junto a la cruz del Señor; había participado también en el entierro. Juan era el único que no había negado a Jesús. Por eso su corazón y su mente estaban más abiertos para creer lo increíble»[7]

3

Leemos en la 1ª de Corintios “Pero si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación ya no contiene nada, ni queda nada de lo que creen ustedes.

Y se sigue además que nosotros somos falsos testigos de Dios, puesto que hemos afirmado de parte de Dios que resucitó a Cristo, siendo que no lo resucitó, si es cierto que los muertos no resucitan.” (1Co 15, 14-15)

Veamos lo que comenta, a este respecto, SS. Benedicto XVI:

«Si se prescinde de esto, aún se pueden tomar sin duda de la tradición cristiana ciertas ideas interesantes sobre Dios y el hombre, sobre su ser hombre, y su deber ser –una especie de concepción religiosa del mundo-, pero la fe cristiana queda muerta….

Sólo si Jesús ha resucitado ha sucedido algo verdaderamente nuevo que cambia el mundo y la situación del hombre. Entonces Él, Jesús, se convierte en el criterio del que podemos fiarnos. Pues, ahora, Dios se ha manifestado verdaderamente…

San Marcos nos dice que los discípulos cuando bajaban del monte de la Transfiguración, reflexionaban preocupados sobre aquellas palabras de Jesús, según las cuales el Hijo del hombre “resucitaría de entre los muertos” Y se preguntaban entre ellos lo que querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos” (9, 9). Y, de hecho, ¿en qué consiste eso? Los discípulos no lo sabían y debían aprenderlo sólo por el encuentro con la realidad…

…la reanimación de un muerto no nos ayudaría para nada y, desde el punto de vista existencial, sería irrelevante.

Efectivamente, si la resurrección de Jesús no hubiera sido más que el milagro de un muerto redivivo, no tendría para nosotros en última instancia interés alguno. No tendría más importancia que la reanimación, por la pericia de los médicos, de alguien clínicamente muerto…

Los testimonios del Nuevo Testamento no dejan duda alguna de que en la “resurrección del Hijo del hombre” ha ocurrido algo completamente diferente. La resurrección de Jesús ha consistido en romper las cadenas para ir hacía un tipo totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley del devenir y de la muerte, sino que está más allá de eso;… es una especie de “mutación decisiva”, … un salto cualitativo. En la resurrección de Jesús se ha alcanzado una nueva posibilidad de ser hombre, una posibilidad que interesa a todos y que abre un futuro, un tipo nuevo de futuro para la humanidad»[8]

4

Para muchos de nosotros, fieles cristianos, la resurrección no pasa de ser una fecha en el calendario litúrgico, la Vigilia Pascual con su hermosísimo rito o una imagen de Jesús Glorioso. Pero la Resurrección es muchísimo más que eso. Es un elemento que tiene enormes implicaciones en nuestra vida, y debe repercutir en acciones, en un estilo de vida verdaderamente a la manera de Jesús. Implica, no sólo una creencia sino un compromiso:

«En el drama del hombre se juega el autor del hombre. Qué sentido tiene crear un hombre del absurdo: pasión de amor y, no sabe sino destruir al otro; ansia de libertad, de dignidad, y, no afirma la propia autonomía, sino negándola a otros. ¿Tiene sentido crear un hombre que no soñó con vivir, para que cuando se apasiona con la vida se le arrebate sin consultarlo? ¿Somos un haz de luz entre dos abismos de oscuridad? ¿Una burla de quien nos creó sedientos de sentido, sin nunca alcanzarlo? ... Todo lo que conquista el hombre se torna ridículo ante lo que queda por hacer. La brizna de libertad que poseemos es una burla para los que no la tienen. Nuestra comodidad y la conquista del espacio, son una ironía cuando no podemos conquistar la propia tierra haciéndola más humana…

…hay que establecer una crítica despiadada a un Dios y un hombre lejanos el uno del otro: Dios un absoluto que no necesita del hombre, éste una miseria perdida en los espacios siderales, pequeñez a la que se aplasta sin que Dios se conmueva, en su inmutabilidad, por el dolor de la historia.

¿Por qué no pensar a Dios y al hombre, no como dos realidades antagónicas, sino como la capacidad del amor y del don y la capacidad de la aceptación del ser y del amor?

Aceptada la fe en la creación, Dios es ante todo relación, ha hecho un mundo para el hombre y al hombre para relacionarse con Él… Creación es afirmar en cada niño que nace, en cada flor que revienta, el triunfo de la vida sobre la muerte…

Y ¿por qué construir un mundo para unos pocos y no para todos?

La solidaridad tiene dos caras: hacerse como nosotros, para que podamos ser como Él.

No se cree en Jesús y su resurrección, si no se ha vivido la praxis de Jesús y no se ha amado a la manera de Jesús, sin un amor que como el de Jesús hace verdad en la historia la liberación del hombre del pecado, de la opresión, del odio; si no se ha vivido la pasión por el sentido y no se ha hecho la experiencia de Jesús: mirar a Dios como Padre, con un amor que exige construir un mundo de hermanos; Padre en el que se puede confiar y por el que vale la pena entregar la existencia, dándola por los demás.» [9]

«La muerte no es la última palabra ni el fin de todo: se entrega uno a la muerte por la justicia, para crear una vida digna, una vida justa. En esta afirmación está contenida ya una afirmación que escapa a los límites temporales. El que es capaz de entregar su vida por la justicia está realizando con ello un inmenso acto humano, que supera los límites del tiempo y del espacio; está diciendo que su deseo de vida justa es eterno. En el cristianismo, el deseo de pervivencia y de resurrección está esclarecido, confirmado y realizado. Lo que en todo hombre está presente de manera oculta, implícita, el cristianismo lo explica y lo expresa»[10]

[1] Dini, Averardo EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN TOMOII – CICLO B Ed. Comunicaciones sin fronteras Bogotá Colombia p. 36
[2] Zea, Virgilio. sj. JESÚS, EL HIJO DE DIOS. Universidad Santo Tomás de Aquino Facultad de Filosofía. Filosofía a distancia. Bogotá Colombia 1989 p. 155
[3] Seubert, Augusto. CÓMO ENTENDER LOS MENSAJES DEL EVANGELIO DE JUAN Ed. San Pablo Santafé de Bogotá D.C. – Colombia 1999 p. 146
[4] Estrada, Hugo sdb. PARA MÍ,¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. Salesiana Guatemala, 1998 p. 206
[5] Benedicto XVI JESÚS DE NAZARET. SEGUNDA PARTE DESDE LA ENTRADA EN JERUSALÉN  HASTA LA RESURRECCIÓN. Eds. Planeta y Encuentro Madrid-España 2011 p. 309
[6] Cfr. Seubert, Augusto. Op. Cit. pp. 147-148
[7] Estrada, Hugo sdb. Loc. Cit.
[8] Benedicto XVI Op. Cit. pp. 281-284
[9] Zea, Virgilio. sj. Op. Cit. pp. 151-153
10 
[10] Arias Reyero, Maximino JESÚS EL CRISTO Ed. Paulinas  Madrid –España 1982 p. 263

jueves, 28 de marzo de 2013

ESTABA DESFIGURADO SU SEMBLANTE



VIERNES SANTO – PASIÓN DEL SEÑOR



Y como una zarza ardiendo, como el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, se manifiesta a los que buscan apresarlo diciéndoles: “YO SOY”. Es Yavé que les hace caer en tierra.
Emilio L. Mazariegos

¿Quién juzga a quién?

Monseñor Carlo María Martini nos prevenía que es muy difícil seguir la Lectura de la Pasión porque es un texto muy largo y uno tiende a distraerse y a extraviarse en la densa maraña de datos y detalles en los cuales San Juan es muy prolífico: «En todo caso, puesto que la narración es bastante larga (dos capítulos) y a menudo uno se pierde por las muchas cosas que se encuentran allí,… El pasaje es muy complejo y largo; más aún, quien lee no puede menos que pensar que Juan habla demasiado. Casi 30 versículos para narrar algunos hechos sin duda fundamentales (la condenación a muerte de Jesús), pero que Marcos narra en casi la mitad de espacio.»[1]

Nosotros añadimos otra dificultad, la gran cantidad de figuras, imágenes y simbolismos. Insistimos que los símbolos podían ser decodificados por la Comunidad Joánica que contaba con los referentes de decodificación, no así para nosotros. Un comentario que se hace sobre el Apocalipsis se podría adecuar cuando comentamos la Pasión según San Juan, y, subrayemos que proviene de la misma escuela escriturística: «La multiplicidad de imágenes empleadas, su originalidad muchas veces desconcertante, el despliegue siempre imprevisible de la fantasía del autor, visiones y escenas inauditas, hacen que el lector se pierda en este laberinto de símbolos.»[2]


Siguiendo la Pasión con mucha atención lo primero que se nota es el empeño de mostrar a Jesús como Rey. Evidentemente es un Rey de una clase muy especial. ¡Su corona es de espinas! El Manto de Púrpura, es un trapo, y se lo proveen los soldados torturadores; también ellos le adjudican el Cetro, una caña. En este evangelio se ha prescindido de ciertos detalles que aminorarían la calidad real de Jesús: No hay insultos, no hay escupitajos.

Pero el cuadro crucial, donde se muestra todo el señorío de Jesús es el momento en que el propio Pilato hace sentar (la palabra es ἐκάθισεν indicativo aoristo activo del verbo καθίζω hacer sentar, mandar sentar) a Jesús en la silla desde donde se juzgaba. «… la expresión ekathisen epi bematos en el v. 13, traducida por la vulgata “sedit pro tribunali”. Mientras comúnmente se pensaba que la frase significase que Pilato se sentó, dada la cercanía del nombre de Jesús y la posible atribución de un valor activo al verbo ekathisen parece que Pilato “hizo sentar a Jesús”, en el sentido de que lo instaló sobre la silla.»[3] Revisemos cómo traduce Luis Alonso Schökel: “Al oír aquello, Pilato sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado (en hebreo Gabbata)”.Jn 19,13. Volvamos con el Cardenal Martini: «La impresión que se saca de la escena, pues, es que el que parece estar siendo juzgado, en realidad está juzgando a la humanidad.»[4] «Jesús es acusado, pero de hecho es él el que juzga. Jesús es rey, pero un soberano que reina sobre que escuchan sus palabras. En el centro la escena de la coronación, despojada de todo detalle (esputos, genuflexiones), hace destacar el título de rey. Y la escena termina apoteósicamente: Pilato hace sentar a Jesús en su tribunal para proclamarlo rey (v.13).»[5]

Parcelación

Este texto, como hemos dicho, de suyo denso; merece un atento estudio; nuestro rol de discípulos nos llama a leerlo y meditarlo con atención, con espiritualidad; acompañar a Jesús en esta Semana Santa, en el Año de la Fe, significa –así lo entendemos- leer de manera meditada y con suma devoción las páginas de la Escritura consagradas a la Pasión. Pero no sólo hoy. El sentido intrínseco a esta celebración que la Iglesia ha instituido y conservado, lleva en sí, el mismo espíritu eucarístico, “Hagan esto en memoria mía”, y el alma toda de la Iglesia opera con este sentimiento, conservar lo que Jesús –con su Vida, Pasión y Muerte- nos legó, y que alumbra nuestro caminar en el discipulado.



El Cardenal Martini nos proporciona un plano explorativo, casi una guía turística (si cabe la analogía) a la Pasión del Evangelio de San Juan. Él nos propone una subdivisión en 7 episodios:

1.    El arresto de Jesús 18, 1-12
2.    Jesús ante los sumos sacerdotes y la negación de Pedro 18, 13-27
3.    Jesús ante Pilatos 18, 28 – 19, 16
4.    La Crucifixión 19, 17-22
5.    El “cumplimiento” 19, 23-30
6.    Agua y sangre y el Cordero de Dios 19, 31-39
7.    La valentía de los Amigos 18, 38-42.

Podemos aprovechar este “plano” que trazó Carlo María Martini para explorar la Pasión con mayor provecho y más grande profundización.


Retomemos el asunto de la opción preferencial

Pilato nos mostrará a Jesús: “Ecce homo”: Aquí tiene al hombre” Jn 19, 5c. Ya es un guiñapo; azotado, coronado de espinas, abofeteado, víctima de la burla, pero sobre todo y ante todo, sentenciado. Pilato no se cansa de pronunciar su sentencia: No encuentre en Él culpa alguna, lo declara tres veces inocente. Sabemos que los opresores romanos les habían quitado a los judíos toda autoridad para condenar a muerte, por eso lo presentan al gobernador romano para esta farsa de juicio. El Sanedrín, los Sumos sacerdotes, los fariseos y los saduceos ya llevaban la sentencia escrita en su corazón. Como lo dijera Caifás, “conviene que un hombre solo muera por el pueblo” (Cfr. Jn 18, 14).

Cuando Pilato lo muestra, aquella gente lo “ovaciona”: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Pero el hombre que Pilato les muestra es –¿cómo dijéramos’- medio hombre. “Muchos se horrorizan al verlo porque estaba desfigurado su semblante, que no tenía ya aspecto de hombre;(Is 52, 14)… No vimos en Él ningún aspecto atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado al sufrimiento, como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y desestimado. (Is 53, 2d-3).

 Aquí se nos presenta el tema de la opción preferencial de Dios por los pobres. Si nos preguntamos por la razón para esta opción preferencial podemos mirar a Jesús en su trono: ¡Miremos al crucificado! Los pobres son su imagen y semejanza.

«… el pobre no es un tema de la agenda de los teólogos al lado de otros temas. No es una nota de algún diccionario teológico. El constituye el horizonte a partir del cual leemos e interpretamos los demás temas. Por tanto, el pobre es mucho más que un tema de reflexión teológica y política. El pobre ocupa la importancia de un lugar social y epistemológico.»[6]

«Dios escogió a los pobres… porque encontraba en ellos el reflejo de sí mismo, el resto que quedó de su honra y gloria divina en medio de la humanidad (Is 42, 8). Los escogió porque en ellos seguía existiendo el ideal que Él soñaba para todos, el ideal de una sociedad igualitaria y fraterna, sin opresor ni oprimido. Pues, a pesar de ser maltratados, ellos no maltrataban; a pesar de ser oprimidos, no oprimían (Is 42, 2-3) En ellos existía la matriz del futuro de la humanidad. Y los escogió de acuerdo a su justicia divina (Is 42, 6)»[7]



El salmo para este Viernes Santo es el Salmo 31(30). El responsorio dice: בְּיָדְךָ֮  אַפְקִ֪יד  ר֫וּחִ֥י  “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Sal 31(30), 5(6)a. Otra versión dice: “En tus manos está mi destino”, aún otro traductor ha dicho: “En tus manos están mis azares”. Como quiera que sea, es la confianza en el Señor. El estará siempre al cuidado, de Él nos podemos fiar. Lo cual se relaciona directamente con aquello de que en los pobres está la matriz del futuro de la humanidad: Ellos como nadie se preocupan del hermano, si tienen un pan lo comparten, son el epítome de la solidaridad. El corazón de los pobres es siempre misericordioso como el corazón del Padre. Son portadores de la semilla de la liberación.

Nuestra teología para hoy no es un razonamiento alambicado e inaccesible. Es una idea sencilla de mansedumbre que encierra en sí la imagen de Jesús que avanza como una oveja llevada al matadero, como varón de dolores,… su manto real es la toalla que se ató a la cintura con la que amorosamente secó los pies de sus discípulos y con la que mostró su abajamiento para estar en medio de ellos no como el que es servido, sino como el que sirve. οὐ γὰρ ἔχομεν ἀρχιερέα μὴ δυνάμενον συμπαθῆσαι ταῖς ἀσθενείαις ἡμῶν, πεπειρασμένον δὲ κατὰ πάντα καθ’ ὁμοιότητα χωρὶς ἁμαρτίας. “En efecto, no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que Él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros,…(sólo que Él no pecó)” Hb 4, 15.

Así la imagen del Crucificado nos remite una vez más a Mt 25, 31-46.





[1] Martini, Carlo María. LAS NARRACIONES DE LA PASIÓN. MEDITACIONES. Ed. San Pablo Santafé de Bogotá –Colombia 1998. pp.156 y 160
[2] Álvarez Valdés, Ariel. ¿QUÉ SABEMOS DE LA BIBLIA?(I) Centro Carismático “Minuto de Dios” Bogotá – Colombia p. 83
[3] Martini, Carlo María. Op. Cit. p. 168
[4] Idem
[5] Charpentier, Etienne. PARA LEER EL NUEVO TESTAMENTO. Ed. Verbo Divino. Navarra – España 2004 p. 134
[6] Boff, Leonardo. TEXTOS SELECTOS. Ediciones Paulinas Santafé de Bogotá – Colombia 1992 p. 211
[7]  Mesters, Carlos o.c.d. LA MISIÓN DEL PUEBLO QUE SUFRE p. 110

miércoles, 27 de marzo de 2013


INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA
Jueves Santo















La eucaristía es realmente… una enormidad… es un misterio que no se termina nunca de comprender.
Raniero Cantalamessa


Una parábola moderna

«Jesús explicaba los asuntos del reino en parábolas; adoptemos por una vez su método y tratemos de comprender, con la ayuda de una moderna parábola, lo que sucede en la celebración eucarística. En una gran fábrica había un empleado que admiraba y amaba desmedidamente al dueño de la fábrica. Para su cumpleaños quiso hacerle un regalo. Pero antes de entregárselo, en secreto, pidió a todos los colegas poner su firma sobre el regalo. Este llegó pues a las manos del patrón como homenaje de todos los empleados y como un signo de la estima y del amor de todos ellos, pero, en realidad uno solo había pagado el precio del regalo.



¿No es exactamente lo que sucede en el sacrificio eucarístico? Jesús admira y ama infinitamente al Padre celestial. A Él quiere hacer todos los días, hasta el fin del mundo, el regalo más precioso que se pueda imaginar, el de su misma vida. En la misa el invita a todos sus hermanos a poner su firma sobre el regalo, de manera que llegue a Dios Padre como regalo de todos sus hijos, “mío y su sacrificio” lo llama en el Orate fratres. Pero en realidad sobemos que uno solo ha pagado el precio de ese regalo. ¡Y qué precio!»[1]

El Seder de Pesaj.

Cristo realizó este misterio en un ambiente hebreo, escriturístico, dentro de una mentalidad semítica.
Roberto Masi

La Primera Lectura en la Liturgia del Jueves Santo proviene del Éxodo, más precisamente del capítulo 12, versículos 1-8 y 11-14, o sea que no se leen los versículos 9 y 10 de la perícopa. En ella se establecen los elementos de la liturgia judía de la Cena Pascual. Enumerémoslos:



1.    Un cordero, sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
2.    La sangre para la marcación de las jambas y el dintel.
3.    La carne se consumirá asada a fuego.
4.    El pan de la cena será pan ázimo (matzá). El jametz (pan fermentado con levadura) está estrictamente proscrito del Seder.
5.    Se consumirán también lechugas amargas (maror) mojadas en agua salada para recordar el sabor de las lágrimas.
6.    El ornamento prescrito consta de correa ciñendo la cintura, los pies calzados y bastón en la mano; todo indica la premura para salir. Por eso se comerá de prisa.

Después de la destrucción del templo se renunció al sacrificio del Cordero. En el Seder actual (se llama Seder o sea orden, porque todo está prescrito, rigurosamente establecido); se beben 4 copas de vino, se rememora la liberación de la esclavitud que el pueblo soportaba en Egipto (Hagadá) y se canta el Hallel, los salmos 113-118. Siempre se ha dicho que Jesús estableció la Eucaristía en el marco de una cena judía. Allí está el Vino, el Pan ázimo, el Salmo, el Cordero sin defecto, sin mancha, sin mácula de pecado, y los ornamentos, la cintura ceñida por el cíngulo, y –en el caso del Obispo, el báculo que es el bastón litúrgicamente prescrito. Inclusive, recordemos que el Obispo lleva su Kippah que nosotros llamamos Solideo, significa que “Dios está por encima de los hombres”, significa que, el ministro ordenado está consagrado sólo a Dios. Así como en la Eucaristía el Sacerdote lava sus manos (lavatorio simbólico en el que sólo se humedecen los dedos) así también la Cena Judía tiene también su rito de lavatorio “urjats” y “rajtsá”.



La Eucaristía parte del rito de acción de gracias y reconocimiento de la Majestad de Dios donde se le bendice y alaba: Baruk Adonaí “Bendito es el Señor. La palabra Baruk viene de la raíz בָּרַך brk, ligada con la palabra “rodilla” como signo de arrodillarse ante la Grandeza de Dios. Por eso el rito recibe el nombre de Berakah y, como lo decimos más arriba sirve de núcleo de partida a la estructura de la liturgia eucarística que las comunidades cristianas fueron enriqueciendo en la medida en la que fueron ganando identidad y se fueron segregando de las comunidades judías de origen. O sea que, a la Pascua Judía se aúna el Misterio Pascual de Jesucristo.


Sacrificio Incruento



Queremos tocar, así sea superficialmente, el tema del sacrificio y la Eucaristía como Sacrificio. Muchas veces se ventila el tema de que cada Eucaristía es un Sacrificio, y se quiere implicar de ello que el Sacrificio de Jesús no “habría sido suficiente”. Queremos enfatizar que no se trata de un nuevo sacrificio en cada Eucaristía, sino del mismo sacrificio. Vamos a decirlo con las palabras de Monseñor Masi: «La Eucaristía es el memorial de la muerte del Señor… es un memorial, es decir, un recuerdo, un símbolo, pero también una representación mística de la muerte de Cristo en la cruz para la purificación de los cristianos… La Eucaristía es un sacrificio, pero no es distinto del de la cruz. Es el mismo sacrificio del calvario hecho sacramentalmente presente. Ya el concilio de Trento enseñó claramente que la misa es un verdadero y propio sacrificio con el mismo sacerdote y la misma victima que el sacrificio de la cruz: Jesucristo… La razón suprema por qué la misa es sacrificio es que recuerda y representa la cruz… la misa hace de nuevo presente en el altar el sacrificio de la cruz, sin multiplicar por ello los sacrificios de Cristo, pero multiplicando la presencia de su único sacrificio.»[2]



Cabe muy bien recordar aquí el numeral 1367 del catecismo de la Iglesia Católica: El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio: "Es una e idéntica la víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, la que se ofreció a sí misma entonces sobre la cruz. Sólo difiere la manera de ofrecer": "Y puesto que en este divino sacrificio que se realiza en la Misa, este mismo Cristo que "se ofreció a sí mismo una vez de manera cruenta sobre el altar de la cruz, es contenido e inmolado de manera no cruenta"[3]


Sacerdocio de redención

El Sacramento de la Ordenación está íntimamente ligado con el Sacramento Eucarístico, son los Sacerdotes los llamados a confeccionar la Eucaristía y a presidir su liturgia. El significado del Sacerdocio -(#1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.)- está explicitado de manera excelente en el Prefacio de la Misa Crismal, donde el Obispo Consagra los Santos Oleos: Extractamos de allí el fragmento central, pertinente a la trasferencia del sacerdocio de Cristo al Ministerio Sacerdotal:



«Que constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.

Él no sólo confiere el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.

Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, presiden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con los sacramentos.

Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darte así testimonio constante de fidelidad y amor.»[4]



Se nota en esta cita la discriminación entre dos sacerdocios diferentes pero inter- compenetrados en su mutua correspondencia y en su reciproca razón de ser. A este respecto es clarificador el numeral 1547 del Catecismo de la Iglesia Católica, veamos: «El sacerdocio ministerial o jerárquico de los obispos y de los presbíteros, y el sacerdocio común de todos los fieles, "aunque su diferencia es esencial y no sólo en grado, están ordenados el uno al otro; [...] ambos, en efecto, participan (Lumen Gentium 10), cada uno a su manera, del único sacerdocio de Cristo" (Lumen Gentium 10). ¿En qué sentido? Mientras el sacerdocio común de los fieles se realiza en el desarrollo de la gracia bautismal (vida de fe, de esperanza y de caridad, vida según el Espíritu), el sacerdocio ministerial está al servicio del sacerdocio común, en orden al desarrollo de la gracia bautismal de todos los cristianos. Es uno de los medios por los cuales Cristo no cesa de construir y de conducir a su Iglesia. Por esto es transmitido mediante un sacramento propio, el sacramento del Orden.»



Como la Iglesia es Madre y Maestra, el Sacerdote participa junto con su Ministerio Ordenado de un ministerio docente que lo llama, a imagen del Buen Pastor -que no en vano se la llama Divino Maestro- a la enseñanza responsable para combatir el analfabetismo de la fe, forma de incultura espiritual que imposibilita la trascendencia y que es uno de los graves males de nuestro siglo. Y ¿qué ha de enseñar? Ni lo preguntéis. Está claro que su sola enseñanza tiene que ser la Verdad que nos mostró Jesucristo, la que nos hará libres (Cf. Jn 8, 32).



[1] Cantalamessa, Raniero. “ESTO ES MI CUERPO” Ed. San Pablo Bogotá Colombia 2007. pp. 118-119
[2] Masi, Roberto. SACERDOCIO Y EUCARISTÍA EN LA VIDA DE LA IGLESIA. Ed. Paulinas Bogotá Colombia 1967. pp. 219-221
[3] CEC. #1367.Cc. de Trento, Sess. 22a., Doctrina de ss. Missae sacrificio, c. 2: DS 1743.
[4] ORDINARIO DE LA MISA. Ed. Paulinas Caracas – Venezuela 1989 p. 76

sábado, 23 de marzo de 2013

CONSIDEREMOS NUESTRA RESPONSABILIDAD





Señor, te acogieron con fiestas como a un libertador,
y luego te crucificaron como a un malhechor.
Averardo Dini

¡Cuán difícil es dejarse amar verdaderamente!
Card. Carlo María Martini


Discipulado es seguimiento fiel

En el versículo 22, 39 de la Pasión según San Lucas leemos Καὶ ἐξελθὼν ἐπορεύθη κατὰ τὸ ἔθος εἰς τὸ ὄρος τῶν ἐλαιῶν, ἠκολούθησαν δὲ αὐτῷ [καὶ] οἱ μαθηταί. “Salió y se dirigió, como acostumbraba, al Monte de los Olivos y lo siguieron sus discípulos”. En este texto se subrayan dos verbos: πορεύομαι “encaminarse”, “dirigirse a ciencia y conciencia en cierta dirección, o con una determinada intención”; Él sabía lo que se le venía encima; como nos dice el profeta Isaías en la Primera Lectura: “… yo no he opuesto resistencia ni me he echado para atrás”. Pero, por otra parte, está el verbo ἀκολουθέω, “acompañar”, “seguir”; que es el verbo del discipulado por excelencia. Pero si seguimos el relato de la Pasión lo que encontramos es todo lo contrario: el abandono, la deserción, la traición

Por eso hay unos interrogantes que asaltan a nuestro corazón en estas épocas: ¿Cómo pudo traicionarte Judas, uno de tus elegidos para conformar el grupo de los Doce? ¿Cómo pudo negarte Pedro, precisamente el discípulo a quien le habías concedido el primado? ¿Cómo pudieron abandonarte todos los discípulos, al punto que sólo el más joven y unas cuantas mujeres fueron las únicas fieles hasta el último momento?



Mirando hacía estas conductas traidoras o por lo menos desertivas nos asombramos. Tal vez está mal dirigido el foco de la sorpresa y de la interrogación. Quizás mejoraría la apreciación si las comparamos con nuestras propias actitudes y actuaciones. Nos sorprendemos desde nuestra propia perspectiva de creyentes, la indiferencia y la indolencia con la que muchas veces pasamos al lado del sufrimiento y la necesidad. Los medios de comunicación con sus programas nos habitúan a ver el rostro de la muerte, de la crueldad, del sufrimiento; de forma tal que, al mirar al Crucificado, no resulta ser sino un muerto más, otro torturado, otra víctima. La crueldad humana difundida y retrasmitida una y mil veces por el cine, la televisión y otros medios, nos conduce a un nivel de insensibilidad que nos permite perfectamente convertirla en un aliño más de nuestros alimentos (los noticieros suelen coincidir en su horario con el de las horas de comida). Por supuesto, ¡ya nada nos conmueve!

Entonces, ¿en vez de entrañas misericordiosas, tenemos un corazón de dura y fría piedra? El siguiente paso, con gesto inocente de impotencia es preguntar: ¿Y nosotros, qué podemos hacer? Y, corona el pretexto la afirmación: ¡Ese es el mundo en el que nos tocó vivir!



¿Están nuestras conductas aún que sea ligeramente emparentadas con las actuaciones de Judas, Pedro y todos los demás “amigos” de Jesús? O, de pronto, esas conductas retratan lo más “natural” de la conducta humana. En otra parte hemos leído que fue esa actitud la que abrió las puertas y franqueó el curso al nazismo, al Hitlerismo. Fue esa actitud la que permitió Auschwitz y otros “campos de concentración” que registra la historia con vergüenza, páginas de la historia que al tocarlas para dar vuelta a la hoja, humedecen con tinta sangre las yemas de nuestros propios dedos.

Sabrán ustedes que el Crucificado sigue allí, colgado del madero de la cruz, en agonía eterna. Cada ser humano que muere, victimizado de cualquiera manera, es otra vez Jesús pegado a la cruz por crueles clavos. Allí está en la cruz, a pesar de nuestra indiferencia, sigue presente con nosotros, en cada uno de sus “pequeños”, esos que día tras día ensangrientan las páginas de los periódicos y los noticieros televisivos. Muchos preguntan escandalizados ¿dónde está Dios? He ahí la respuesta, ¡sigue muriendo! (y parodiando al poeta añadimos) y nosotros ¡ay! Lo seguimos matando[1].

Bueno, no todos lo siguen matando. Podemos clasificarnos en dos bandos: los que lo abandonamos, los que lo dejamos solo (aunque antes le hemos prometido seguirlo hasta el último extremo y acompañarlo con fiel lealtad) y los que lo vendemos (muchas veces por menos de “treinta monedas”) o los que martillamos los clavos y camino del Gólgota lo flagelamos y a empellones lo vamos forzando a remontar, cuesta arriba, hasta la cima del Monte de la Calavera.



Todos con el mismo tipo de sangre y el mismo ADN del Sacerdote y el Levita de la parábola del “Buen Samaritano”: Tipo de sangre “indiferencia”; ADN “indolencia”. Por lo tanto, no juzguemos a los soldados romanos, ni pongamos en el patíbulo a los discípulos desertores; miremos nuestro propio corazón y nuestro ejercicio como creyentes, porque nosotros también somos discípulos, primeros llamados a acompañar, a no abandonar, invitados desde el principio al seguimiento, comprometidos con Él, con El que se encamina resuelto como una oveja va al matadero: “Ofrecí mi espalda –dice Él, por medio del profeta Isaías 50, 6- a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos”. De esa manera ha sellado la Nueva Alianza con su propia sangre (Cfr. Lc 22, 20); y por eso, “Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre,…”Fil 2, 9. Trasfusión de Sangre purificadora, sanadora, reparadora, con la que marcar los dinteles y las jambas para que pase de largo el Ángel Exterminador. (Cfr. Ex 12,13).


Un plan para releer la Pasión según San Lucas.

Πάτερ, εἰς χεῖράς σου παρατίθεμαι τὸ πνεῦμά μου
Padre, a tus manos encomiendo mi Espíritu.
Lc 23, 46

Quiero proponerles un plan de lectura de la Pasión según San Lucas para contemplarla lunes, martes y miércoles, como una preparación para vivir el triduo Pascual. Se trata de una parcelación en 12 perícopas para leerlas a razón de 4 diarias, distribuidas a lo largo del día; se trata de leerlas alargando, reflexionando, profundizando, como suele decirse (especialmente cuando nos referimos a la Lectio Divina) rumiándolas. ¡Hay tanta riqueza, tanta profundidad, tal sublimidad, en cada una de estas perícopas!

1.    22,14 – 22, 38            La Última Cena
2.    22, 39 – 22,46            Jesús ora en el Monte de los Olivos
3.    22,47 – 22,54ª            Prendimiento de Jesús
4.    22,54b – 22,62           Negación de Pedro
5.    22,63 – 22,71             Jesús es presentado ante el Sanedrín
6.    23, 1 – 23,6                Jesús es conducido ante Pilato
7.    23,7 – 23,12               Jesús es remitido a Herodes
8.    23,13 – 23,25             Jesús es “entregado”
9.    23,26 – 23,32             Jesús sube el Calvario
10.  23,33 – 23,46             Jesús es crucificado y muere
11.  23,47 – 23,49             Un centurión reconoce la Inocencia de Jesús
12.  23,50 - 23, 56             El Cuerpo de Jesús es depositado en el Sepulcro.


Domingo de Ramos

«Uno de los hechos más desconcertantes para quien lee la historia de la Pasión de Cristo,… es el contraste, al menos aparente, entre la multitud que el Domingo de Ramos aclama a Cristo y quiere poco menos que proclamarle rey, y esa misma multitud que, sólo cinco días más tarde, grita ante la procuraduría de Pilato lo de “crucifícale, crucifícale”. Los exegetas suelen decir que se trataba de dos grupos diferentes: los del domingo habrían sido los galileos que, durante la Pascua, acampaban en los alrededores de la ciudad, mientras que los del viernes habrían sido el grupo de servidores  y amiguetes de los sumos sacerdotes y fariseos. Es posible que así fuera. Pero también es posible que fuesen los mismos los que un día vitoreaban y al otro insultaban. La historia del mundo está llena de muchedumbres volubles que se van poniendo sucesivamente en apoyo del vencedor de turno.»[2]



Para concluir La reflexión para este Domingo de Ramos, oremos:

«Danos, Señor, en esta semana y siempre,
el valor de sentirnos
personalmente responsables de tu muerte,
para que, con el corazón sinceramente arrepentido,
podamos celebrar contigo la Resurrección.
Amén.»[3]












1.El poeta dice: “pero el cadáver ¡ay¡ siguió muriendo” César Vallejo, MASA.
[2] Martín Descalzo, José Luis. BUENAS NOTICIAS. Ed. Planeta Barcelona – España 2da ed. 1998 p. 114
[3] Dini, Averardo. EL EVANGELIO SE HACE ORACIÓN. Tomo III Ciclo C. Ed Sin Fronteras Bogotá – Colombia p. 37