martes, 29 de octubre de 2024

Miércoles de la Trigésima Semana del tiempo Ordinario


 

Ef 6, 1-9

 

…todos ellos, aunque de manera diferente, llevan los signos de lógicas relacionales distorsionadas y a veces opuestas a las del Evangelio. A lo largo de la historia, el cierre a las relaciones se solidifica en verdaderas estructuras de pecado (cf. SRS 36), que influyen en el modo de pensar y actuar de las personas. En particular, generan bloqueos y miedos, que es necesario afrontar y atravesar para emprender el camino de la conversión relacional.

(Documento Final. HACIA UNA IGLESIA SINODAL EN MISIÓN # 53)

Hoy nos corresponde la penúltima lección de nuestro cursillo sobre la Carta a los Efesios. Ayer tratábamos el primer tema de los deberes familiares del cristiano. Hoy estudiaremos los otros dos:

i)      Los hijos y su relación con sus padres, y viceversa

ii)     La relación que, como cristianos, debemos tener los amos para con los esclavos.

 

Al empezar nuestro trabajo sobre esta Encíclica, expresábamos nuestras reservas en cuanto a la autoría del documento, y los elementos sólidos que su estudio nos aporta para pensar que se trataría de una Carta Deutero-paulina.

 

Mirando atentamente el planteamiento que se presenta hoy, lo primero que hemos de decir es que, evidentemente representa una vuelta atrás, un retroceso con relación a lo que se dice en otros documentos, de los que tenemos más seguridad que provienen de San Pablo.


 

Por ejemplo, no se ha cuestionado la legitimidad de la Carta a los Gálatas, ¿qué se dice allí sobre el tema de la esclavitud? «οὐκ [uk] “Ya no hay” judíos o griegos, esclavos o libres, hombres o mujeres; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo» (Gl 3, 28). Todo esfuerzo grande de Pablo, así como casi toda su obra están centrados en la abolición de las distinciones religiosas entre judíos y griegos; entre esclavos y libres; entre hombres y mujeres.

 

El conflicto personal de Pablo para poner en práctica la tesis revolucionaria de que ‘no hay judío ni griego’ siempre lo acompañó. Algunas veces, él quiere conciliar las dos formas de vida: la de Pablo el judío, y la de Pablo, el apóstol de Cristo. Es leal a la sinagoga, y al mismo tiempo perseguido por su pueblo… en Pablo y en la escuela paulina percibimos con claridad, ciertos temas emergentes, que reflejan el distanciamiento del judaísmo.

 

No podemos desconocer el hecho histórico de la esclavitud como fundamento de la cultura griega y también en la romana, dejaron una profunda marca que muy difícilmente se pudo barrer, y que sigue presente en muchas sociedades actuales donde se da por ejemplo el tráfico de personas para su explotación laboral o para la prostitución (otra forma de explotación); estas culturas siempre veían, al ser humano, en categorías excluyentes,  los de primera clase, los de segunda, y así iban bajando, hasta llegar a los que no eran humanos. Estas ideas, que para muchos eran naturales diseminaron cicatrices especialmente en la colonización de los continentes americano y africano donde se cultivó esa secuela siniestra bajo el subtítulo de civilización.

 

La carta a Filemón, da otro paso adelante, y Pablo propone la desaparición del esclavismo proponiendo una alternativa provisional: la igualdad en el amor a Jesucristo y en la pertenencia a una misma fe.

 

¿Cómo se nos presenta, aquí, la relación entre amos y esclavos:

La carta a los Efesios manda:

a)    Obediencia a los amos

b)    Y, no cualquier clase de obediencia, sino con temor y temblor.

 

Es cierto que se pide una reciprocidad, pero no se especifica ni se enfatiza allí, donde se pide que se laven los pies unos a otros.


 

Lo factual consiste en que la historia, continúo dando cabida a este régimen donde se abandonaba la libertad como rasgo sustantivo de la persona. El esclavo no era persona y no tenía derechos. Su dueño no era Dios, sino el esclavista y todo lo que producía era pertenencia de su amo.

 

El profetismo no se puede quedar en mostrar el lado romántico de la luna, y desconocer que hay una cara oculta, y lo que allí se está dando. Ahora bien, en aquel tiempo no se sabía nada sobre la “cara oculta” y no teníamos cohetes ni satélites de investigación espacial. Pero hoy los tenemos y los anales históricos han visto cuanta violencia y atropello se exportó y cuanto retroceso nos amenaza con las crecientes olas de discriminación y xenofobia que se están re-editando.

 

“Como cristianos, estamos llamados a acoger y respetar, en las distintas formas y contextos en que se expresa, esta diferencia que es de Dios y fuente de vida. Damos testimonio del Evangelio cuando intentamos vivir relaciones que respeten la igual dignidad y reciprocidad entre hombres y mujeres. Las expresiones recurrentes de dolor y sufrimiento por parte de mujeres de todas las regiones y continentes, tanto laicas como consagradas, durante el proceso sinodal revelan con qué frecuencia no lo hacemos”. (Documento Final. HACIA UNA IGLESIA SINODAL EN MISIÓN # 52) Dice el documento apuntando hacia una de las formas de discriminación que perdura.

 

No se pueden acumular toneladas de indiferencia y complicidad y dejar de lado el principio esencial: ¡tenemos un solo Señor, y ningún otro amo o dueño!

 

Sal 145 (144), 10-11. 12-13ab. 13cd-14

Este es un salmo de la Alianza. ¿Con Quién hemos hecho Alianza? Es preciso tener clara consciencia que nosotros voluntariamente nos hacemos esclavos del Rey-Celestial, porque Él no nos quita nada. No nos trata como vasallos, por el contrario, nos llama “Amigos”. Nos convoca (Iglesia significa “los que son convocados”) para que ejerzamos la Libertad de los hijos de Dios.

 

Cuidado con los que muestran credenciales para decir que son los representantes legales del Señor. En una práctica de la fe se tiene que renunciar a todo “reinado” que propenda por conculcar la realeza de Dios para aprovecharla en pro del interés personal de alguno. No somos posesión de reyezuelos terrenales. No podemos permitir que se suplante a Dios: ¡Nuestro Señor es uno solo!

 

Con toda sinceridad podemos decir como María Santísima: “He aquí la esclava del Señor! Y decirlo con todas nuestras fuerzas y con toda la sinceridad del corazón. Pero que no nos vayan a meter gato por liebre.

 

Observemos que el Salmo nos habla del Señor (refiriéndose también a Jesús). ¿Qué dice el Salmo que hace el Señor? Dice que: “Sostiene a los que caen y levanta a los que ya se doblan”.

 

El Señor es fiel a sus Palabra, cumple todas sus promesas. Por eso, en el verso responsorial proclamamos: “El Señor es Fiel a sus Palabras”.

 

En virtud de su fidelidad invitamos

a)    A que todas las criaturas se muestren agradecidas y le den gracias

b)    A que todos los fieles nos encarguemos de bendecirlo

c)    Que lo reconozcamos como Rey-Glorioso

d)    A que declaremos que nos cuida obrando hazaña tras hazaña.

 

La propuesta consiste en que expliquemos cómo es su Reinado, las características de nuestro Rey

a)    Que es un reinado de Gloria y הָדָר [jadar] “Majestad”, “hermosura”, “magnificencia”.

b)    Que no es un reinado provisional, un periodo de cuatro años, o algo así; sino un reinado Perdurable.

c)    Dura por todas las דּוֹר [dor] “generaciones”, “que permanece”.

 

En la estrofa conclusiva tenemos los siguientes rasgos de Su Reinado

a)    Fiel a sus Palabras, las palabras de Dios no son de las que se lleva el viento.

b)    Todo lo que Él hace está lleno de Bondad

c)    Al que tambalea lo sostiene. O sea, es un Dios que nos comunica Firmeza.

d)    Y si alguien ya se ha tronchado, no lo deja ahí, caído, tirado, abandonado; nada de eso, וְ֝זוֹקֵ֗ף [zakaf] “lo recompone”, “lo restituye”, “lo renueva”, “lo regenera”, en el sentido más fuerte de la palabra “lo resucita”.

 

Lc 13, 22-30

Hay una manera muy peligrosa de plantear el tema de la salvación, y también de la santidad. Cuando nos concentramos en conquistarla para nosotros y los demás que se hundan en los aposentos “inferiores”, que se vayan al “infierno”. La cosa cobra un peligroso parentesco con la xenofobia, con la explosión demográfica y otras ideologías similares, porque entre más gente haya, mayor es el riesgo que no quede espacio para mí.

 


¿Por qué le preguntarían al Señor Jesús si entrarían pocos o muchos? Si el cupo no estaba reservado al pueblo judío, y si los gentiles adquirían tarjeta de identidad Celestial, la aglomeración amenazaba volverse multitudinaria, y entonces, ¿qué iba a pasar con mi antiguo boleta VIP?

 

Nosotros que estamos acostumbrados a comprar la boleta con anticipación ¿qué podemos hacer para garantizar que nuestro pase no va a caducar o que, al llegar a la entrada, de pronto me avisen que esos boletos “ya no son válidos?

 

Seguramente al que preguntó le debió parecer muy raro que Jesús no se refería a las boletas, o al sitio de compra, a las taquillas garantizadas, sino a vivir de cierta manera.

 

¿Cuál era esa manera de vivir que era reconocida con “pases de cortesía”? La clave está en la palabra Ἀγωνίζεσθε [agonizesthe], la que nosotros traducimos como “esfuércense”, “métanle ganas”, “pongan todo de su parte”, “interésense con toda el alma”, “pongan su mejor empeño”. No se trata de esperar ahí, a las de buenas, no se trata de comprar una boleta a ver si cae como número ganador. Se trata de una disciplina, la palabra griega remite al esfuerzo del atleta que se prepara, que asume disciplina para perfeccionarse como competidor y tener mayores opciones de ganar la medalla.

 


No se trata -cuando llegue la hora- de coger la puerta a puntapiés y gritar desde afuera, somos tus amigos, tomamos cerveza contigo, estuvimos en las mismas rumbas y fuimos contigo a los mismos conciertos. Una voz, desde adentro, nos dirá: “No los conozco”.

 

El esfuerzo no es de última hora, cogiendo como pretexto a Dimas, el Buen Ladrón, diciendo que uno puede robarle el pase a alguien si es un carterista hábil.

 

Otros igual, llegaran a dar puñetazos en la puerta con ampolletas de sangre en la mano, alegando somos de tu raza, aquí está el ADN, ábrenos y revisa, con certificación de legalidad, sangre tipo “entrada garantizada”. Lo único que conseguirán será ver, a lo lejos, a sus antepasados, Abrahán, Isaac y Jacob.

 

Es cierto que estos fueron en una época los primeros invitados. Es cierto que a ellos se les mandó la tarjeta plastificada a sus casas, es cierto que se les hicieron reuniones muy especiales en sus sinagogas para registrarlos y tenerles listas las ordenes de acceso. Pero, a pesar de todas las deferencias, a la hora de la verdad, no lo acogieron, no lo aceptaron, vieron sus facciones y su única respuesta fue el rechazo, hasta llegar a la persecución. Ellos fueron los primeros, pero con toda su actitud, pasaron a ocupar el último puesto y con el riesgo que, al llegar, todo esté lleno. 

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