miércoles, 30 de octubre de 2024

Jueves de la Trigésima Semana del tiempo Ordinario

 


Ef 6, 10-20

Si un hombre con una enfermedad huérfana viniera a nosotros y nosotros le recomendáramos, como tratamiento para su mal, que vaya a venus, recoja una roca y se la aplique sobre las zonas comprometidas de su cuerpo o que raspe un poco de ella y la mezcle con agua y la beba, pues bueno, sería una especie de tontería, porque no es nada fácil que uno pueda recoger esa muestra en venus, por lo pronto -hasta donde sabemos- no está a mano una tecnología para recoger esa muestra de la superficie venusina. (Hasta donde sabemos, la superficie de venus no está hecha de “rocas”, sino de un magma fluido…)

 

Lo que San Pablo predicaba, no era nada parecido a la recolección de muestras de la superficie venusina. En general, la enseñanza bíblica, no se trata de imposibles e inalcanzables. Puede ser que, en ciertos puntos, la Biblia nos proponga ideales y metas por las cuales debemos movernos y que nos ayudan apuntando en cierta dirección. Pero no nos dirige hacia “tonterías” inútiles e irrealizables.

 

Al ir caminando por aquí, y muy accidentalmente hemos pateado una lata marcada con el rótulo realpolitik. Al querer averigua de qué se trataba, nos hemos topado con la siguiente definición: “es la política basada principalmente en consideraciones de circunstancias y factores dados, en lugar de nociones ideológicas explícitas o premisas éticas y morales”, mejor dicho, lo que realmente se puede hacer y es que la política no permite implementar en la vida real ciertas cosas, como, por ejemplo, ir a Venus a traer una roca. O abolir la esclavitud, aunque mucho lo deseáramos y nos parezca -desde todo punto de vista- realmente deplorable que persista.

 

Como San Pablo no estaba en la real posibilidad de abolir la esclavitud, introduce unos “elementos reflexivo-cuestionantes” que lleven a madurar una nueva actitud frente a este fenómeno, a saber:

a)    El respeto mutuo

b)    La consciencia de que todos están bajo el mismo y único Señorío, el de Jesucristo.

 

Si este principio se echa a andar con honestidad y rectitud, en un breve plazo, el esclavismo habría auto-desenmascarado su rostro inhumano y, una sana moral lo habría llevado a término. Estos principios que pone San Pablo, le habrían cavado su digna tumba a una práctica indigna de los que se consideran “discípulos” de Nuestro Señor Jesucristo.

 

Claro está que para vivir el discipulado coherentemente se requiere tener “corazones compasivos”, cuyo misericordioso palpitar este por encima de la sed de enriquecimiento a costa del sufrimiento del otro.


 

En el capítulo 7º de la 1ª Carta a los Corintios leemos: “Si cuando fuiste llamado eras esclavo, no te preocupes; aunque si tienes oportunidad de conseguir tu libertad debes aprovecharla. Pues el que era esclavo cuando fue llamado a la fe ahora es un hombre libre al servicio de Dios; y de la misma manera, el que era hombre libre cuando fue llamado, ahora es esclavo de Cristo” (vv. 21s).

 

Descubrimos aquí una recomendación: procuren ante todo y como lo preferible, llegar al estado de Libertad, y salir de toda esclavitud; eso sí, haciéndonos libremente -esclavos de Nuestro Señor-, lo que no es sino una manera de decir que, acojamos lo que Dios nos da, porque la aceptación de su Santa Voluntad, nos hace libres y nos da alas para remontarnos hacia la Vida Eterna.

 

No quiere decir que nos sentemos o nos arrodillemos ahí, inconscientes y “recostados”; nos lo viene a recalcar hoy la perícopa: se nos llama a una actitud “militante”, comprometida, responsable y coherente. Como un soldado, que no se conforma con un distintivo o con un uniforme, sino que toma sus armas y se entrena y, además, se disciplina, para asumir el “combate”. Es un lenguaje parabólico, no quiere decir que nos metamos al ejército, sino que la actitud que hemos de asumir se parezca a la de un militar comprometido con el ejercicio de su oficio: debemos tomar todas las piezas de la armadura del militar de aquel entonces: el cinturón, la coraza, las sandalias, el escudo, el casco y la espada, y revestirnos.

 

Cada elemento militar de estos, tiene su análogo en la tarea de la fe y en el ejercicio del cristianismo, veamos las equivalencias: verdad, justicia, ἑτοιμασίᾳ [etoimasia] “prontitud”, estrictamente hablando “preparación, “entrenamiento” (o celo), fe, la salvación y el Espíritu.

 

Aún hay otro detalle, que recalca que lo que se pide no es volverse un “peleador”, un “fanático”, alguna clase de buscapleitos, so capa de estar luchando por la defensa de la fe; que la milicia a la que se nos convida es la milicia espiritual, que tiene mucho que ver con la oración. Por eso, dice el autor de la carta: “Siempre en oración y súplica, oren en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia y suplicando por todos los santos (bautizados). Pidan también por mí, para que cuando abra mi boca, se me conceda el don de la Palabra y anuncie con παρρησίᾳ [parresia] “valentía” (estrictamente significa “la audacia total”) el misterio del Evangelio, del que soy embajador encadenado, y παρρησιάσωμαι [parresiasomai] “tenga valor”, “con osadía”, “con denuedo”, “con arrojo” para hablar de Él como se debe”: ¡Somos soldados no bélicos sino orantes!

 

Los versos 21-24 conforman la conclusión y despedida, cuya médula es la perseverancia en una ἀφθαρσίᾳ [aftharsia] “vida incorruptible”. De esta manera se concluye nuestro estudio de esta Carta. Bendigamos al Señor que nos ha permitido llevar a cabo este encargo y que podamos perseverar -conforme nos lo indica el hagiógrafo- puros y constantes en el Espíritu.

 

Sal 143(142), 1bcd. 2. 9-10

El salvo se sigue moviendo en esta metáfora, (que casi alegoría) de la fe como milicia. Bendice a Dios, comparándolo con la trinchera, donde se haya a salvo. Más aún con la fortificación y el blindaje que lo escuda. Es un salmo de súplica. Porque cada día de la vida puede traer el presagio de un nuevo ataque, de algún nuevo bombardeo, con el que el Malévolo nos quiere exterminar. En muchas formas, cada creyente experimenta cotidianamente el mismo asalto que Jesús enfrentó en las Tentaciones. Sin olvidar que fue el Espíritu quien lo condujo a encarar la prueba, porque la prueba nos tiempla, nos acrisola.

 

San Pablo se refiera al entrenamiento, aquí el salmista agradece y bendice porque quien lo ha entrenado, su asesor de combate ha sido el Propio Dios y Él se ha encargado de dotarle las manos con pericia y hacer que sus dedos sean agiles en cada estocada. Este Entrenador que es Roca, nos reviste de rocosa Fortaleza.

 

Tres elementos sirven para explicar, en la segunda estrofa, como es Dios, en esa metáfora castrense: alcázar, baluarte, escudo. Lo compara con una fortaleza inexpugnable, con una ciudadela fortificada, con un broquel de segura protección.

Es el señor quien administra las victorias y las derrotas, por eso este salmista, que es consciente de estar en combate, alaba a Dios con cánticos, con himnos y ruega que le comparta la Victoria que les ha concedido a tantos reyes, como se lo otorgó a David, su favorito, el nombre David significa, el “amado por Dios”.

 

Este salmo penitencial muestra nuestra debilidad ante el dardo envenenado del Maligno que quiere inocularnos su ponzoña, y nuestra endeblez que el pecado original nos dejó lisiados, arrastrando con nuestra concupiscencia.

 

Lc 13, 31-35

En el capítulo 10º del Evangelio según San Juan leemos: “Por eso me ama el Padre, porque doy la vida para después recobrarla. Nadie me la quita, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y para después recobrarla. Este es el encargo que he recibido del Padre”.


 

Permítasenos desglosar puntualmente algunos puntos de estas palabras de Jesús que San Juan nos trasmite:

i)      Doy la vida para recobrarla

ii)     Nadie me la quita

iii)   La doy voluntariamente.

iv)   Tengo poder para darla y recobrarla.

v)    Este es el encargo que he recibido del Padre

 

Dios, desde el Principio, se planteó un “Plan”. Ese Plan nos lo entregó, y al pronunciarlo, se convirtió en una “Promesa”. La inquebrantabilidad de la Palabra de Dios hace que podamos contar con el cumplimiento del Plan.

 

Dios Padre y Dios-Hijo concordaron en la entrega de este Don Supremo para la Humanidad. El Don de Dios es tan Grande que al ser humano le cuesta soportarlo. No podemos entender por qué nos ama tanto. No podemos entender que se sacrifique por nosotros. Y, luego, nuestra propia dureza se niega a aceptar la Resurrección. Todo esto está fuera de nuestro alcance y eso se debe a qu son experiencias religiosas, no son datos biológicos o históricos, son eventos excepcionales: son la economía salvífica que Dios nos da por Gracia.

 

En la perícopa encontramos a los fariseos, tratando de torcer este “Proyecto Soteriológico”. Con ningún éxito. Eso es lo que significa “está escrito”. Significa que son las piezas inamovibles del Plan Salvífico de Dios. Si cualquier fariseo pudiera tronchar el Plan de Dios, tendríamos confianza en ese Dios. Porque Dios, ni su Hijo desisten, es por lo que nuestra fe se ve fortalecida.

 

Que el Plan Salvífico resista a todo asalto, es el piso de nuestra fe. A la base de la creencia están los datos de lealtad que Dios nos muestra siempre.

 

Muchas veces nos desconcertamos con los milagros y no nos caben en la mente. Queremos encontrar explicaciones “físico-químicas” para negar que Dios nos va jalonando el camino con sus “signos” para sostenernos y vigorizar nuestra fe. Así como nos da “santos” para que veamos que el camino que apunta hacia Él, no es un imposible, sino que muy a pesar de nuestra fragilidad podemos recorrerlo.

 

Hoy y mañana, tenemos expulsión de demonios y curación de muchos males.

 


Luego sobrevendrá el “tercer tiempo”, el día decisivo, la fecha del cumplimiento de todo lo prometido. En el día prometido, el tercero, se cumplirá todo cuanto se había ofrecido. Así al descolgar sobre su pecho la cabeza, en gesto mortal, pronunciará el santo y seña del cumplimiento perfecto: “Todo se ha cumplido” (Jn 19, 30).

 

En estos dos días que aún quedan, Jesús tiene que subir a Jerusalén, porque es allí, donde está simbólicamente prescrita su muerte.

 

Jesús pronuncia este dolorido ay sobre la Ciudad de la Paz, su amada ciudad, la que Él tenía destinada a la mayor honra, se ha trasformado -ella misma ha elegido ese destino- para ser tumba de los profetas asesinados. Esto no desvirtúa el Plan Soteriológico. Esto no desvía el cumplimiento de la promesa. Esta es más bien el sarcasmo en el que los humanos trasformamos la dulzura de la historia que Dios quiere escribir con nuestro aporte. Dios nos da profetas y nosotros los lapidamos. Dios nos prodiga su personal Amistad, y nosotros lo matamos: ¡Qué ironía!

 

La lucha de los cristianos consistía y consiste no en el uso de la violencia, sino en el hecho de que ellos estaban y están todavía dispuestos a sufrir por el bien, por Dios. Consiste en que los cristianos, como buenos ciudadanos, respetan el derecho y hacen lo que es justo y bueno. Consiste en que rechazan lo que en los ordenamientos jurídicos vigentes no es derecho, sino injusticia. La lucha de los mártires consistía en su “no” concreto a la injusticia: rechazando la participación en el culto idolátrico, en la adoración del emperador, no aceptaban doblegarse a la falsedad, a adorar personas humanas y su poder. (Benedicto XVI)

 

Jesús, no por rencor, no por ira, ve nítido el devenir que le aguarda a Jerusalén. Jerusalén, la casa, (casa porque es la Ciudad del Templo, será arrasada. Quedará en ruinas). Y el templo será borrado del mapa para convertirse en lugar de culto a Alá: la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al Aqsa: la explanada de las Mezquitas. Jesús dice a los fariseos: “Miren su casa será abandonada”. Abandonada, porque Dios se ausentará del Templo y ya no habitará más con ellos.

 

Las legiones romanas bajo las órdenes de Tito conquistaron y destruyeron la mayor parte de Jerusalén y el Segundo Templo: Sólo quedan de él las ruinas que hoy se conocen como “Muro de las lamentaciones”. En ese muro resuena el Ay de Jesús: “Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, y no han querido.

martes, 29 de octubre de 2024

Miércoles de la Trigésima Semana del tiempo Ordinario


 

Ef 6, 1-9

 

…todos ellos, aunque de manera diferente, llevan los signos de lógicas relacionales distorsionadas y a veces opuestas a las del Evangelio. A lo largo de la historia, el cierre a las relaciones se solidifica en verdaderas estructuras de pecado (cf. SRS 36), que influyen en el modo de pensar y actuar de las personas. En particular, generan bloqueos y miedos, que es necesario afrontar y atravesar para emprender el camino de la conversión relacional.

(Documento Final. HACIA UNA IGLESIA SINODAL EN MISIÓN # 53)

Hoy nos corresponde la penúltima lección de nuestro cursillo sobre la Carta a los Efesios. Ayer tratábamos el primer tema de los deberes familiares del cristiano. Hoy estudiaremos los otros dos:

i)      Los hijos y su relación con sus padres, y viceversa

ii)     La relación que, como cristianos, debemos tener los amos para con los esclavos.

 

Al empezar nuestro trabajo sobre esta Encíclica, expresábamos nuestras reservas en cuanto a la autoría del documento, y los elementos sólidos que su estudio nos aporta para pensar que se trataría de una Carta Deutero-paulina.

 

Mirando atentamente el planteamiento que se presenta hoy, lo primero que hemos de decir es que, evidentemente representa una vuelta atrás, un retroceso con relación a lo que se dice en otros documentos, de los que tenemos más seguridad que provienen de San Pablo.


 

Por ejemplo, no se ha cuestionado la legitimidad de la Carta a los Gálatas, ¿qué se dice allí sobre el tema de la esclavitud? «οὐκ [uk] “Ya no hay” judíos o griegos, esclavos o libres, hombres o mujeres; porque unidos a Cristo Jesús, todos ustedes son uno solo» (Gl 3, 28). Todo esfuerzo grande de Pablo, así como casi toda su obra están centrados en la abolición de las distinciones religiosas entre judíos y griegos; entre esclavos y libres; entre hombres y mujeres.

 

El conflicto personal de Pablo para poner en práctica la tesis revolucionaria de que ‘no hay judío ni griego’ siempre lo acompañó. Algunas veces, él quiere conciliar las dos formas de vida: la de Pablo el judío, y la de Pablo, el apóstol de Cristo. Es leal a la sinagoga, y al mismo tiempo perseguido por su pueblo… en Pablo y en la escuela paulina percibimos con claridad, ciertos temas emergentes, que reflejan el distanciamiento del judaísmo.

 

No podemos desconocer el hecho histórico de la esclavitud como fundamento de la cultura griega y también en la romana, dejaron una profunda marca que muy difícilmente se pudo barrer, y que sigue presente en muchas sociedades actuales donde se da por ejemplo el tráfico de personas para su explotación laboral o para la prostitución (otra forma de explotación); estas culturas siempre veían, al ser humano, en categorías excluyentes,  los de primera clase, los de segunda, y así iban bajando, hasta llegar a los que no eran humanos. Estas ideas, que para muchos eran naturales diseminaron cicatrices especialmente en la colonización de los continentes americano y africano donde se cultivó esa secuela siniestra bajo el subtítulo de civilización.

 

La carta a Filemón, da otro paso adelante, y Pablo propone la desaparición del esclavismo proponiendo una alternativa provisional: la igualdad en el amor a Jesucristo y en la pertenencia a una misma fe.

 

¿Cómo se nos presenta, aquí, la relación entre amos y esclavos:

La carta a los Efesios manda:

a)    Obediencia a los amos

b)    Y, no cualquier clase de obediencia, sino con temor y temblor.

 

Es cierto que se pide una reciprocidad, pero no se especifica ni se enfatiza allí, donde se pide que se laven los pies unos a otros.


 

Lo factual consiste en que la historia, continúo dando cabida a este régimen donde se abandonaba la libertad como rasgo sustantivo de la persona. El esclavo no era persona y no tenía derechos. Su dueño no era Dios, sino el esclavista y todo lo que producía era pertenencia de su amo.

 

El profetismo no se puede quedar en mostrar el lado romántico de la luna, y desconocer que hay una cara oculta, y lo que allí se está dando. Ahora bien, en aquel tiempo no se sabía nada sobre la “cara oculta” y no teníamos cohetes ni satélites de investigación espacial. Pero hoy los tenemos y los anales históricos han visto cuanta violencia y atropello se exportó y cuanto retroceso nos amenaza con las crecientes olas de discriminación y xenofobia que se están re-editando.

 

“Como cristianos, estamos llamados a acoger y respetar, en las distintas formas y contextos en que se expresa, esta diferencia que es de Dios y fuente de vida. Damos testimonio del Evangelio cuando intentamos vivir relaciones que respeten la igual dignidad y reciprocidad entre hombres y mujeres. Las expresiones recurrentes de dolor y sufrimiento por parte de mujeres de todas las regiones y continentes, tanto laicas como consagradas, durante el proceso sinodal revelan con qué frecuencia no lo hacemos”. (Documento Final. HACIA UNA IGLESIA SINODAL EN MISIÓN # 52) Dice el documento apuntando hacia una de las formas de discriminación que perdura.

 

No se pueden acumular toneladas de indiferencia y complicidad y dejar de lado el principio esencial: ¡tenemos un solo Señor, y ningún otro amo o dueño!

 

Sal 145 (144), 10-11. 12-13ab. 13cd-14

Este es un salmo de la Alianza. ¿Con Quién hemos hecho Alianza? Es preciso tener clara consciencia que nosotros voluntariamente nos hacemos esclavos del Rey-Celestial, porque Él no nos quita nada. No nos trata como vasallos, por el contrario, nos llama “Amigos”. Nos convoca (Iglesia significa “los que son convocados”) para que ejerzamos la Libertad de los hijos de Dios.

 

Cuidado con los que muestran credenciales para decir que son los representantes legales del Señor. En una práctica de la fe se tiene que renunciar a todo “reinado” que propenda por conculcar la realeza de Dios para aprovecharla en pro del interés personal de alguno. No somos posesión de reyezuelos terrenales. No podemos permitir que se suplante a Dios: ¡Nuestro Señor es uno solo!

 

Con toda sinceridad podemos decir como María Santísima: “He aquí la esclava del Señor! Y decirlo con todas nuestras fuerzas y con toda la sinceridad del corazón. Pero que no nos vayan a meter gato por liebre.

 

Observemos que el Salmo nos habla del Señor (refiriéndose también a Jesús). ¿Qué dice el Salmo que hace el Señor? Dice que: “Sostiene a los que caen y levanta a los que ya se doblan”.

 

El Señor es fiel a sus Palabra, cumple todas sus promesas. Por eso, en el verso responsorial proclamamos: “El Señor es Fiel a sus Palabras”.

 

En virtud de su fidelidad invitamos

a)    A que todas las criaturas se muestren agradecidas y le den gracias

b)    A que todos los fieles nos encarguemos de bendecirlo

c)    Que lo reconozcamos como Rey-Glorioso

d)    A que declaremos que nos cuida obrando hazaña tras hazaña.

 

La propuesta consiste en que expliquemos cómo es su Reinado, las características de nuestro Rey

a)    Que es un reinado de Gloria y הָדָר [jadar] “Majestad”, “hermosura”, “magnificencia”.

b)    Que no es un reinado provisional, un periodo de cuatro años, o algo así; sino un reinado Perdurable.

c)    Dura por todas las דּוֹר [dor] “generaciones”, “que permanece”.

 

En la estrofa conclusiva tenemos los siguientes rasgos de Su Reinado

a)    Fiel a sus Palabras, las palabras de Dios no son de las que se lleva el viento.

b)    Todo lo que Él hace está lleno de Bondad

c)    Al que tambalea lo sostiene. O sea, es un Dios que nos comunica Firmeza.

d)    Y si alguien ya se ha tronchado, no lo deja ahí, caído, tirado, abandonado; nada de eso, וְ֝זוֹקֵ֗ף [zakaf] “lo recompone”, “lo restituye”, “lo renueva”, “lo regenera”, en el sentido más fuerte de la palabra “lo resucita”.

 

Lc 13, 22-30

Hay una manera muy peligrosa de plantear el tema de la salvación, y también de la santidad. Cuando nos concentramos en conquistarla para nosotros y los demás que se hundan en los aposentos “inferiores”, que se vayan al “infierno”. La cosa cobra un peligroso parentesco con la xenofobia, con la explosión demográfica y otras ideologías similares, porque entre más gente haya, mayor es el riesgo que no quede espacio para mí.

 


¿Por qué le preguntarían al Señor Jesús si entrarían pocos o muchos? Si el cupo no estaba reservado al pueblo judío, y si los gentiles adquirían tarjeta de identidad Celestial, la aglomeración amenazaba volverse multitudinaria, y entonces, ¿qué iba a pasar con mi antiguo boleta VIP?

 

Nosotros que estamos acostumbrados a comprar la boleta con anticipación ¿qué podemos hacer para garantizar que nuestro pase no va a caducar o que, al llegar a la entrada, de pronto me avisen que esos boletos “ya no son válidos?

 

Seguramente al que preguntó le debió parecer muy raro que Jesús no se refería a las boletas, o al sitio de compra, a las taquillas garantizadas, sino a vivir de cierta manera.

 

¿Cuál era esa manera de vivir que era reconocida con “pases de cortesía”? La clave está en la palabra Ἀγωνίζεσθε [agonizesthe], la que nosotros traducimos como “esfuércense”, “métanle ganas”, “pongan todo de su parte”, “interésense con toda el alma”, “pongan su mejor empeño”. No se trata de esperar ahí, a las de buenas, no se trata de comprar una boleta a ver si cae como número ganador. Se trata de una disciplina, la palabra griega remite al esfuerzo del atleta que se prepara, que asume disciplina para perfeccionarse como competidor y tener mayores opciones de ganar la medalla.

 


No se trata -cuando llegue la hora- de coger la puerta a puntapiés y gritar desde afuera, somos tus amigos, tomamos cerveza contigo, estuvimos en las mismas rumbas y fuimos contigo a los mismos conciertos. Una voz, desde adentro, nos dirá: “No los conozco”.

 

El esfuerzo no es de última hora, cogiendo como pretexto a Dimas, el Buen Ladrón, diciendo que uno puede robarle el pase a alguien si es un carterista hábil.

 

Otros igual, llegaran a dar puñetazos en la puerta con ampolletas de sangre en la mano, alegando somos de tu raza, aquí está el ADN, ábrenos y revisa, con certificación de legalidad, sangre tipo “entrada garantizada”. Lo único que conseguirán será ver, a lo lejos, a sus antepasados, Abrahán, Isaac y Jacob.

 

Es cierto que estos fueron en una época los primeros invitados. Es cierto que a ellos se les mandó la tarjeta plastificada a sus casas, es cierto que se les hicieron reuniones muy especiales en sus sinagogas para registrarlos y tenerles listas las ordenes de acceso. Pero, a pesar de todas las deferencias, a la hora de la verdad, no lo acogieron, no lo aceptaron, vieron sus facciones y su única respuesta fue el rechazo, hasta llegar a la persecución. Ellos fueron los primeros, pero con toda su actitud, pasaron a ocupar el último puesto y con el riesgo que, al llegar, todo esté lleno. 

lunes, 28 de octubre de 2024

Martes de la Trigésima Semana del tiempo Ordinario


 

Ef 5, 21-33

El error de Pablo fue haber aplicado sobre la relación de Cristo-Iglesia, las relaciones sociales de la gran familia de aquel tiempo.

José Bortolini

 

La segunda parte de la Carta a los Efesios nos brinda pautas para vivir a la manera cristiana -tomando como contexto- la realidad social del momento. Ahora -en la penúltima parte de la Carta, enfoca el tema de la familia cristiana (5,21-6,9). En primer término, va a tratar la relación de los esposos (5, 21-33).

 

Su eje es la ὑποτασσόμενοι [hipotasomenoi] “sumisión”, “sometido”, “sujeto a obediencia”, y como la propone San Pablo, ha de ser un someterse reciproco; y esto no es porque sí, o porque un cierto esquema lo proponga, sino porque Jesús los recubre con su Manto amoroso. La sumisión se da en este relacionarse tripartito, porque no se relacionan directamente, sino que su amor está pautado desde la perspectiva de Cristo, que es quien conduce su vínculo.

 

El primer molde que se les muestra es, cómo están dadas las relaciones entre Dios y la Comunidad eclesial, esta última le está sometida a Dios, porque Dios es el Esposo y, Él es la Cabeza de esa dupla. Jesús se ha puesto como Salvador y esa donación le ha valido ser erigido Cabeza de la pareja. Si la Iglesia le rinde sumisión a su Salvador-y-Redentor, así mismo la mujer ha de estarle sometida enteramente a su esposo, que ejerce una suerte de “capitanía”.

 

Como la mujer es verdaderamente “carne de la carne de su esposo”, los hombres deben amar tiernamente a sus esposas porque al amarlas, no están amando a algún otro, sino a sí mismos. Se han entregado como rescate para hacerlas perfectas, sin defecto ni mácula alguna, sino que con su amor las “santifican”.

 

Entonces San Pablo, toma la siguiente referencia comprobadora, amar a la esposa es amarse a sí mismo, porque nadie a detestado a su propia carne. (Y ella es carne de nuestra carne). Por el contrario, toda persona se abriga a sí misma y se nutre, así mismo debemos proceder con nuestra pareja, cumpliendo la lógica del autocuidado.

 

La consecuencia lógica es que, al formar pareja, se abandona la familia de origen y se funda un nuevo hogar. Se deja tanto al padre como a la madre, y la pareja se vuelve “una sola carne” se funden y su individualismo se fusiona en una soldadura sacramental.


 

Esta reciproca donación no es de sencilla comprensión. La fuerza de su vínculo radica en ser imagen y reflejo de la realidad de Cristo y la Iglesia, -como dijimos, el molde y patrón referencial que fundamenta el lazo de la unión: El hombre ha de amar y la mujer debe φοβῆται [fobetai] “respetar”, “temer”, “tenerle miedo”; lo que define el carácter de este ligamen que es el conyugal.

 

«No obstante, hoy la Iglesia no desprecia nada de todo lo bueno que el Espíritu Santo nos regaló a lo largo de los siglos, sabiendo que siempre será posible reconocer un significado más claro y pleno a ciertos detalles de la devoción, o comprender y desplegar nuevos aspectos de la misma». (DILEXIT NOS, Papa Francisco #109)

 

En cualquier caso, la reciprocidad es la clave interpretativa de esta perícopa que no señala hacia una simetría dispar; sino hacia un devolver con equivalencia, los cuidados y cariños que circulan de aquí para allá.  

 

Sal 128(127), 1bc-2. 3. 4-5

Cada comida tiene también su liturgia, y quiero ajustarme a sus rubricas por la reverencia que le debo a mi cuerpo, objeto directo de la Creación de Dios.

Carlos González Vellés s.j.

La mesa es símbolo de la fraternidad. Tanto si es con la familia, los hermanos, la mesa familiar, los compañeros, los amigo; sentarse a la mesa eleva las relaciones a otro plano. Con el simple hecho de comer juntos, ya las relaciones se han “sacralizado”. No nos debe extrañar que -intuitivamente- cuando hay algo qué celebrar, de inmediato nos viene a la mente que lo mejor para certificar la celebración es sentarnos a manteles.

 

El salmo señala que también la mesa es capaz de hacernos ver como se da el fruto de nuestro esfuerzo. Nuestros esfuerzos se materializan en los manjares que ponemos en la mesa. ¡Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien!

 

Ver a nuestros seres queridos en torno a la mesa es como mirar una hacienda o un sembradío, miramos a los amados y los vemos como frondosas plantas frutecidas, como higueras cargadas, como viñas jugosas: son renuevos de olivo, aceitunas tupidas.

 

El ser humano que es fiel al Señor recoge con abundancia la prodigalidad que caracteriza al Señor: Abba siempre se expresa en abundancia y exuberancia.

 

Haciendo consciencia de todo esto, le suplicamos al Cielo que se manifieste como prosperidad y que desde el Templo derrabe la Luz de su Mirada sobre nosotros representada en abundante derroche.

 

Todo el salmo es una bienaventuranza: Bienaventurado quien se pone en Manos de Dios, porque Sus Benditas Manos son provisorias.

 

Sólo un paso más y la mesa será Mensa Domini, donde el Mismo Señor se ofrece en Sacrificio. Y Él será, entonces, el pan que nos dejará escalar la Escala de Jacob.

 

Lc 13, 18-21

La semilla es una fuerza vital invisible, pero irresistible, que germina según su naturaleza y al morir desarrolla precisamente toda su potencialidad de vida.

Silvano Fausti

Hemos aprendido a despreciar lo pequeño, lo sencillo, lo mínimo. En cambio, se nos ha adiestrado tesoneramente para que admiremos lo grande, lo estrepitoso, lo monumental, lo exagerado, la grandeza.

 


Hoy Jesús nos lleva a dos talleres muy prácticos: la minúscula pepita de mostaza y la medida de levadura.

 

Hemos vivido la experiencia de la enorme dificultad de los talleristas para asimilar que de una semillita de mostaza se puede llegar a tener un arbusto sólido y firme, donde hasta las aves, si lo quieren, pueden tejer sus nidos. También hay un asombro pasmoso cuando a una masa se le pone o no levadura. El contraste nos deja atónitos. La levadura es “eficaz”. El Reino seguirá siendo utópico hasta que Dios decida poner la levadura indispensable… ¡quizás ya está leudando!

 

Una vez se han vivido este par de talleres, nos queda claro que el Señor puede sembrar su Reinado de Misericordia con personas frágiles, endebles, sencillas, pecadoras. Y, para mayor asombro, tenemos que decir que, en esta labor de edificación del Reino, los poderosos fallan: “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja” (Cfr.Mt 19, 23)

 

Los “pequeños” tienen los ojos privilegiados para ver las cosas más rasas, las más humildes (son especialistas en nanotecnologías).

 

De aquí hay que sacar una poderosa lección: poderosa e inolvidable. Porque esperamos que el proyecto de Dios lo implemente un titán, un robot gigante y complejo, un ejército multitudinario o una maquinaria babélica. ¡Aténganse y no corran!

 

Vamos a dar un ejemplo de quienes podrán llegar a tomar a responsabilidad de tan hermoso Proyecto, como es la Edificación del Reino: ¡Un grupito de bebés de una guardería!

 


Es sólo un ejemplo, no sabemos a quién tendrá a bien el Señor encomendarle la tarea. Pero podemos hacernos a una idea, en vez de estar esperando un gigante robótico cinematográfico.

 

En medio de la semilla de mostaza y la manotada de levadura que se mezcla con la masa, está el grano de trigo, que es la tercera parábola a tener en cuenta cuando buscamos hacia dónde mirar y buscar a los artesanos del Reino: “Les aseguro que, si un grano de trigo no cae en tierra y muere, queda sólo. Pero si muere, producirá mucho fruto”. (Jn 12, 24)

domingo, 27 de octubre de 2024

SIMÓN Y JUDAS TADEO, APÓSTOLES

 


Ef 2, 19-22

Hay un proyecto, con planos, y todo tipo de análisis y detalles para iniciar una construcción. No faltará quienes contraten las camionadas de piedra, y pidan a las volquetas que descarguen las rocas y -tengan en mente- dejarlas como caigan. Pueden esperar que este reguero de piedras y materiales de construcción, configuren una edificación. Nosotros como pueblo de Dios, respondemos a una construcción que tiene en su basamento a los profetas y los apóstoles, y, la Piedra Angular, es Cristo Jesús.

 

La perícopa de hoy tiene por objeto llamarnos la atención sobre esta disposición, no es un desorden espontaneo, ni un reguero de piedras abandonadas a “puntos suspensivos” a ver si el viento, la lluvia o alguna otra fuerza llega a esculpir -de pura casualidad- una hermosa Catedral.

 

Los versos 19-22 sacan conclusiones:

      i.        Los paganos ya no son tenidos por extranjeros

     ii.        Comparten con el “pueblo santo” igualdad de derechos, se retoma el tema de la “ecualización”.

    iii.        Se ha formado un “edificio” fundamentado en los profetas y los apóstoles, que son encabezados por la ἀκρογωνιαίου [acrogoniaiou] “Piedra Angular”, la “piedra esquinera”, Jesucristo.

   iv.        El pueblo de Dios no es una obra hecha y finalizada de una vez por todas, sino un Proyecto siempre en avance, esto lo expresa pablo diciendo que está αὔξει [auxei] “en crecimiento” hasta que llegue a ser un “Templo Santo en el Señor”.

 

Así, en este bloque de conclusiones, San Pablo consigna el planteamiento del Templo como un Templo Vivo, construido con Piedras Vivas, y que tiene por “arquitecto” al Espíritu Santo

 


Al contrario, cada vez que, en algún lugar del mundo se eleva un Templo, podemos descubrir -en el trasfondo- el Proyecto de Dios, su Voluntad que nos armoniza, nos convoca, nos explica las Escritura y parte para nosotros el Pan. Cada predicación, cada Encíclica, cada documento de las Conferencias Episcopales, cada Padre Nuestro de todo fiel, todo tiene como aval, la Impronta del Espíritu Santo, que es el Arquitecto de la colosal obra mundial.

 

No es que la piedra -en bruto- se haga caber a la fuerza en los sitiales vacíos; hay una labor de paciente labrado y ajuste para que cada uno sea una agradable y conmovedora nota de la Sinfonía. En el capítulo 4 de esta misma Carta, nos hallamos ante una muestra de este Proyecto y de su articulación en el tiempo y en sus respectivas funciones:

 

«¿Dónde están sus dones? Unos son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, otros pastores y maestros. Así prepara a los suyos para las obras del ministerio en vista a la construcción del Cuerpo de Cristo; hasta que todos alcancemos la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el Hombre perfecto, con esa madurez que no es menos que la plenitud de Cristo.

 

Entonces no seremos ya niños a los que mueve cualquier oleaje o viento de doctrina o cualquier invento de personas astutas, expertas en el arte de engañar. Estaremos en la verdad y el amor, e iremos creciendo cada vez más para alcanzar a Aquel que es la cabeza, Cristo. El hace que el cuerpo crezca, con una red de articulaciones que le dan armonía y firmeza, tomando en cuenta y valorizando las capacidades de cada uno. Y así el cuerpo se va construyendo en el amor. (Ef 4, 11-16)

 

El lote donde se eleva esta Catedral maravillosa, es el amor; no en otra tierra sino en la tienda fecunda del amor Fraternal y la Sinodalidad, van trabajando los Apóstoles, para que se levanten las voces y anuncien la Salvación que nos trae el Señor.

 

Sal 19(18), 2-3. 4-5 

Este salmo tiene dos partes: Una primera parte -de donde tomamos los versos para la perícopa de hoy- se maravilla con la hermosura y la admirable naturaleza; la segunda parte, es mucho más reciente, y en ella, este segundo hagiógrafo, experimenta el mismo asombro ante la perfección de la legislación con la que dios instituye a su pueblo.

Este salmo es un himno. Hace mucho que el hombre empezó con la ideología anárquica, comenzó su sueño con la hipótesis que, quizás, una sociedad sin leyes fuera más llevadera y de ella brotara espontáneamente una armonía. Este espontaneísmo es uno de los caldos experimentales del Maligno, con que logra seducir con la teoría de que todo -no ha sido creado- sino que ha surgido por feliz coincidencia. Como poner un tarro en el patio y confiar que, -después de la lluvia-, quede en él, un sabroso ajiaco. ¡Todo por una afortunada coincidencia! Porque la tendencia cósmica natural tiende a producir ajiacos.

 

Entonces, es lícito esperar, por ahí en tres o cuatro años, que el ordenamiento concomitante conducirá a un afinamiento de las “leyes”, y estas se irán acomodando, hasta que todo concierte. ¡Sólo les rogamos una módica dosis de paciencia!

 

Eso sí, dicen ellos, cuentan con nuestro aporte para que, cada vez que surja una ley, nos manifestemos en contra, la desobedezcamos sistemáticamente y de ser posible la quememos, antes de que se dé a público conocimiento. (Todo parece indicar que la teoría de marras, no contiene la tendencia espontanea a la autodestrucción de las leyes. Por el contrario, parece que el cosmos se empecina en ir en contravía, y preservarlas).

 

Pensamos que, esa tendencia a despreciar y desprestigiar la ley dimana de dos fuerzas presentes en la pecaminosidad humana -esa cadena de pecados que viene sucediéndose, cual reacción en cadena, y ellos son: el orgullo y la arrogancia.

 

¿Cuál es la posición de nosotros los creyentes? Nosotros estamos por el reinado de Dios, no creemos y no podemos convenir con esos “azarosos gajes”, creemos que Una Inteligencia Superior rige el curso de esos eventos, y es Ella, quien los coordina. Somos los que descubrimos esa Voluntad canalizadora, que va modelando y trazando el glorioso Curso.

 

Tampoco las voces de los fieles que alaban es casual; la glorificación va avanzando por un derrotero que forma un retículo de voces -en un proceso no-lineal, sino con avances y retrocesos- pero, que va cobijando hasta cubrir todas las distancias, hasta abrigando todas las superficies, y así, toda la tierra.

 

Lc 6, 12-19



El primer paso, antes de tomar cualquier decisión: Presentarle todo el Padre y ponerlo todo en sus Preciosísimas Manos. Escuchar su Voluntad, recibir de Él las directrices.

 

La montaña tiene, en sí, un tinte Místico, parece hablarnos de Dios, sí, parece hablarnos de Dios, muestra en su naturaleza, un ambiente pleno y propicio a la oración. Uno podría hablar de un Altar natural. Jesús -con su divina Lógica- va a la Montaña a orar. No es una oración afanada, presurosa, por cumplir. Es una estadía prolongada, una charla que no la apresura nada, que no la interrumpe nada: Su propia duración habla de “agradable”, de “enamorada ternura”, de “remanso de amistad”. Son de esos diálogos filiales que uno querría prolongar indefinidamente, hasta la misma eternidad. A San Lucas le gusta mostrarnos esta circunstancia del “tiempo orante de Jesús”, sus rasgos son el referente para entender qué significa eternidad. Estar orando es un tiempo de Gracia, un kairós, es un paso a otra dimensión. Entendemos aquella propuesta de San Pedro que muchas veces nos suena disparatada: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» ¡Tal vez el Señor habría aceptado, de no estar la humanidad -abajo- esperando la Redención!

 

Esto es definitivo, iniciar una tradición que garantizara la continuidad de una obra, perdurable por todo el tiempo, cuanto fuese necesario. Una tarea a escala mundial, que no iba a requerir de un personal tan excesivamente entrenado y capacitado, porque su Solidez y Potencia no dimana de sus miembros, sino de su Fundamento. Inclusive, se nos muestra que había entre ellos “levadura de la mala”, porque aquel organismo -ahora lo estamos empezando a entender, aun cuando el Señor ya nos había prevenido- no estaba pensado para integrarse con los sanos, sino para restañar a los más enfermos, a los más accidentados, a los más “defectuosos”. Era un organismo -no una organización- constituida por ex-esclavos y esclavos, para la liberación de todos, porque -a todos en algún momento los habían mordido los grilletes, o todavía los arrastraban- eso significaba la “levadura de Judas Iscariote* mezclada en la masa.

 

Esa proto-estructura- con todos sus peros- tenían a su cargo “ir”, “salir”, dar paso a esa dinámica que Papa Francisco nos pone de presente con ahínco: ¡Una Iglesia en salida! Por una necesidad en el proceso de su “construcción” se recalcó en la Iglesia su rasgo geográfico y arquitectónico, y fuimos diluyendo en nuestro ser eclesial el “Envío”.  Ahora reflexionemos, cuando pensamos en el Envió, pensamos en los plegables, las vistosas chaquetas distintivas, el camión publicitario, las “muestras gratis”, los stickers y el Jingle promocional.  ¡Por ahí no es! Tenemos que cambiarnos el “chip”. No es que no podemos valernos de estos recursos y otros, muchos, todos los posibles, los más llamativos, incluso de las tecnologías más nuevas, inclúyanse las novísimas. Pero esas son solamente mediaciones formales -que saludamos con optimismo- pero, cualquier publicista nos dirá que debe existir una coherencia interna entre la forma y el contenido de lo que se pretende llevar. ¡Aquí está el quid del asunto!

 


La solución más ramplona consiste en “seguir haciendo lo mismo”, porque esta es la solución que no requiere ningún esfuerzo, la que me permite no desacomodarme de mis propias tradiciones. Todo enviado, todo discípulo misionero, tiene que enfrentarse muy seriamente al reto: ¿Cómo lo vamos a hacer en este segundo cuarto del Tercer Milenio que ya llega? ¿Vamos a seguir machaconamente repitiendo lo que se hizo en sus albores, que era lo mismo que se venía haciendo en el Segundo Milenio? (Lo decimos quitándonos el sobrero frente a tantos que se han desvelado y han procurado asumir la labor con aires de frescura y con renovada creatividad, pero a los que lamentablemente hemos hecho poco caso).

 

Notemos que pasa en la perícopa: designó apóstoles y ¿se fue de retiro? ¡Nada de eso! Continua su obra, y así sigue hoy: Predicando, sanando, liberando de “espíritus inmundos”, acompañándonos, impulsándonos con su Sinodalidad que nos va enseñando todos los días el tesón para caminar juntos sin desmayar.