Hay en griego una palabra interesante, es la palabra έκσταση [ekstasi] “rapto”,
que tiene que ver con una especie de separación, de desprendimiento para elevarse hacia
las esferas superiores. Esta palabra proviene del griego ἔκστασις [ékstasis],
salir de sí, abandonar su estado”, “salir de su lugar”; que pasó al latín, se
cree que, por obra de Tertuliano, tiene una connotación de enajenación, de
alucinación con tintes evidentemente místicos.
En griego tenemos la palabra ἄγω [ago] -que aparece aquí, en la perícopa que
estudiamos hoy- en futuro de indicativo (activo), ἄξει [axei] “se los llevará”,
que muchos traductores han interpretado como un “rapto”. Quizás con la única dificultad
que el rapto implica una especie de acto contra-voluntad, “llevados a la fuerza”. ¡Y esto
no es lo que sucede aquí!
En hebreo se tiene la expresión חֲטִיפָה [jatifa] “secuestro” que nos parece mucho más próxima que la de “rapto”. Siempre tomando en cuenta que su uso tiende a la exteriorización de un estado de ánimo, de un sentimiento que sobreviene de manera abrupta. ¿Qué es lo que dice exactamente en el texto de
1 Tesalonicenses? Veámoslo:
Si de verdad creemos que Jesús murió y resucitó, y fue llevado al Trono Celestial para sentarse con el Padre en el Sitial Privilegiado, así también tenemos que ser capaces de “ver” que todo esto que Él tiene en Concordia Plena con el Padre, está dado para que nos cobije también a nosotros. Los Tesalonicenses estaban afligidos al ver que algunos de los miembros de la Iglesia -de la Comunidad Creyente- habían muerto y se pusieron a pensar que ellos habían perdido la oportunidad de hacerse con la resurrección. Desde ese enfoque, sólo los que estaban vivos podían beneficiarse con este Don-Celestial, pero los que ya habían muerto, muertos se habrían de quedar.
Es aquí donde Pablo tiene que enfocarse, tiene que
clarificarles cómo se da este proceso: Les dice que habrá unos signos
precursores, a saber, se escuchará la Voz del Ángel, y -segundo- se escuchará
el sonido de la σάλπιγγι [salpingi] “trompeta” -pero
es una trompeta especial, para dirigir los grandiosos movimientos de la
Victoria Apocalíptica-, el Mismo Jesús hará levantar a los que habían
fallecido, ἀναστήσονται [anestesontai] “los resucitará”, “los levantará”, para añadirlos al conjunto de los
vivientes de aquel momento. Ese será el momento de “pasar” a la Presencia del
Señor.
Con mayor precisión ¿cómo se dará este fenómeno? Respuesta: ἁρπαγησόμεθα [harpagesomeda] “Seremos llevados” entre nubes” al encuentro
del Señor. ¡Llevados, no raptados!
San Pablo no es inconsciente de lo que está hablando, él se
da cuenta que les está revelando un evangelio de consolación, y les entrega
este mensaje para que lo difundan entre ellos y sepan de verdad que los que
muramos antes del clamor de la Trompeta Victoriosa no seremos abandonados de la
Misericordia Divina. Él nos reunirá con los que en tal momento estén vivos y
nos apacentará hacia la Presencia del Padre. Repitamos, una vez más: ¡Llevados
entre nubes! ¡No se afanen por los que estarán dormidos en aquel Momento,
porque Jesús los “despertará” para sumarlos a la Multitud de los Redimidos!
Jesús nos corrigió la concepción de la muerte,
señalándonos que se trata tan sólo de una dormición. Esta idea se ha
reinsertado en la expresión “cementerio” que significa, sencillamente, “dormitorio”,
“lugar de descanso”.
Como siempre, hay quienes se ponen a protestar y reclaman porque San Pablo no describió con mayor exactitud cómo sería la Resurrección. Con lujo de detalles; olvidando que el Señor siempre se revela parcialmente, porque una información más pormenorizada, -en vez de ayudarnos- sería una carga en la consciencia, una preocupación inútil, un desvelo desesperante. Dios reveló lo estrictamente necesario, y lo que ignoramos, nos sirve para procurar con mayor desvelo cumplir todas las condiciones.
Sal 96(95), 1 y 3. 4-5. 11-12. 13
Cuando decimos era cristiana quiere decir que, a partir del
nacimiento de Jesús en carne humana, ha empezado a correr un tiempo nuevo,
tiempo kairótico, en este tiempo nuevo, se precisan unos canticos nuevos,
siempre nuevos, porque tienen que ir abriendo los ojos y si el cantico es
viejo, esos cantos dejan de ser colirio eficaz para despegar los parpados que
nos enceguecen porque nos los han cosido, esta ceguera su cura con tratamientos
por vía auditiva.
Urge tomar conciencia de esta responsabilidad, tenemos que
componer nuevos cantos, no repetir como la noria porque sus acordes suenan
latosos y monótonos, no dicen nada y aburren infinitamente. Nadie les presta
atención, es un sonsonete ineficaz.
Aprendamos pues a glorificar, a contar las grandezas del
Señor con un lenguaje Nuevo. Para llevar este kerigma por toda la tierra.
Los dioses inventados por los humanos son fantasías, sólo
el Dios que se ha Manifestado, el Dios-Revelado es el Creador de todos los
cuerpos siderales. Mirad el Cielo y veréis la Grandeza del Creador.
Así, lo que destaca el profeta es que toda la Creación
habla de Dios, ¡no que todas las criaturas son Dios! Sino que Él es el Artífice.
Este kerigma comprende la Revelación de su Venida, no está
tan distante, llegará antes de los que lo retrasan para mostrarlo impotente y
para volverlo imposible, más temprano que tarde hará su Segundo Ingreso en la
Historia, pero esta vez Glorioso, lleno de Victoria. Su Nombre será
Justicia-y-Fidelidad. Anhelamos su reinado: ¡Venga a nosotros Tu Reino!
Lc 4, 16-30
Empezamos
de nuevo, y esta vez será con el Evangelio de San Lucas. Esta labor con el
Evangelio Lucano nos llevará hasta el 29 de noviembre; al Día siguiente
estaremos en el Año nuevo Litúrgico 2026, porque será el Primer Domingo de
Adviento. (Durante este periodo de lo que resta del presente año litúrgico, habrá
9 excepciones, en las que leeremos Evangelios de Mateo o bien de Juan, porque
son Fiestas que tienen Lecturas Propias).
Después del Evangelio de la Infancia -en San Lucas- hay dos episodios claves:
1) El bautismo de
Jesús
2) Las tentaciones en
el Desierto
Luego, desembocamos en este episodio de hoy.
Este episodio es como el prólogo de Juan, sólo que Juan está interesado por el
enorme salto que Jesús-Dios da, de la eternidad para ingresar en la historia;
mientras a Lucas le interesa el enorme salto que Jesús va a dar desde la Vida
Oculta a la Vida Pública.
El
primer dato que nos entrega Lucas es que este “salto” no se da por un empezar a
hacer algo nuevo, nada por ese estilo, dice que Jesús sigue haciendo lo que era
su costumbre hacer, va a la Sinagoga, como lo hacía todos los sábados. Recibe
uno de los Rollos, que resulta ser el del profeta Isaías y lo desenrolla -como
se hacía en aquella época cuando todavía no había libros en formato “códice”- de
manera tal que va a leer del que nosotros -hoy por hoy- llamamos, capítulo 61,
1-2a. (Nos compete señalar que no lee la parte b del versículo 2, donde se
habla de un espíritu de “revanchismo” de parte de Dios). Re-enrolla y devuelve
el Rollo al ὑπηρέτῃ [hiperete] un subalterno que había recibido este encargo de alcanzar y
recibir los rollos de la Tanaj dentro del ritual sinagógico, se suele traducir
como “ayudante”, una especie de “acólito”.
Lo que había leído Jesús del profeta era, partiendo de que
Dios “lo había ungido”, le había entregado una Misión que cabría subdividir
-para mejor captarla- en 5 puntos:
1)
Evangelizar a los pobres
2)
Proclamar a los cautivos la libertad
3)
A los ciegos, la vista;
4)
Poner en libertad a los oprimidos
5)
Proclamar el año de Gracia del Señor (El
Jubileo). Pero no porque se hubieran completado 7 semanas de 7 años, sino
porque había llegado Él, nuestro Salvador. La “llegada” del Mesías, nuestro
Salvador, era el motivo para la institución de esta celebración Jubilar.
Después de proclamar las Lecturas, debería seguir la
“homilía”. Dado que es una homilía breve, vamos a trascribirla aquí: “Hoy se ha
cumplido esta escritura que acaban de oír”. Ese hoy no es un día de 24 horas,
sino el “Tiempo Presente”, el tiempo en que Jesús está Presente, o sea, desde
aquel momento y en lo sucesivo.
hay, un factor muy importante- el carácter performativo de la
Palabra de Dios; como cuando en un hogar inteligente, entro y pronuncio “enciende
la luz”, y la domótica se hace cargo, de tal manera que “automáticamente” se
enciende la luz. Sin embargo, esto no depende -propiamente dicho- de la
performatividad de la Palabra, sino de los dispositivos robóticos predispuestos
en ese ambiente. El ejemplo es un “ejemplo” para dar a entender de qué estamos
hablando, cuando decimos performatividad. Ahora si vamos a ver un caso real de
performatividad de la Palabra: «Entonces, dios dijo: “¡Que haya luz!” Y hubo luz. Nada ni nadie más que la Palabra de
Dios, bastó para llamar algo de la inexistencia a la existencia. Una vez
entendido lo que es la “Palabra de Dios en su dimensión performativa, podemos
entender la conexión entre lo que leyó Jesús -que no perdamos ni por un
instante de vista que es Dios-y-hombre- en
su kénosis renunció a muchas prerrogativas de su Divinidad para ser un hombre
verdadero, porque Él no estaba fingiendo, sino que se hizo enteramente humano
para asumir todo lo humano y poder redimir nuestro ser.
Miremos otro ejemplo verdadero, cuando el Presidente de la
Eucaristía pronuncia las palabras del relato de la Institución dentro de la
Plegaria Eucarística, justo después de la Epíclesis, lo que hace que el pan y
el vino se “transustancien”, es el poder performativo que contienen esas Palabras,
por ser las que Él pronunció en Aquel instante y que, desde ese momento,
resuenan en la Eternidad, por los siglos de los siglos; lo que el Sacerdote-Presidente
capta es la vibración eterna de esa performatividad, que lleva a un nuevo ser del Pan y del Vino:
Ser Cuerpo-Sangre-Alma-Divinidad. El ser ha devenido un Nuevo-Ser.
Quién confeccionó la Transustanciación fue el poder
performativo de la Voz de Jesús perdurando en la Eternidad de su Sumo
Sacrificio. La palabra pasa de decir a “ser acto”; por eso hablamos de
actualización. Muchas veces cuando hablamos de actualización la gente piensa en
decir lo que se dijo otrora, con lenguaje “moderno”, ojalá con palabras de le
jerga juvenil; pero no, no es por ahí. A lo que se alude esa performatividad, es
al hecho de que no se nombre algo, sino que se ordena que sea. Pero una
performatividad tan ontológica, sólo cabe a la Palabra Divina. Nuestra palabra
sólo llega a una performatividad muy limitada, decirle a alguien que lo haga
por nosotros, como cuando decimos “Joselito, encienda la luz que aquí está muy
oscuro”. Evidentemente este es un “significado” teológico”, por ser a Dios ¡al
Único que le asiste semejante desaforada creatividad!
Miremos, en un instante cual fue la frase con la que
Jesús-Dios inauguró una nueva era: “Esta Escritura se ha cumplido hoy”. (Lc 4,
21)
¡Advertencia! No estamos ante un acto de magia. Sino ante el
reconocimiento del Poder anidado en las palabras que Dios pronuncia. El celo
que lleva al Sacerdote a no pronunciar estas Palabras a su aire, sino leídas
del Misal -durante la Transustanciación- estriba en esta consciencia de estar
haciendo reverberar, las mismas vibraciones registradas en la
dimensión-eternal.
Viene toda una segunda parte. Porque ahora, estos asistentes
a la sinagoga le van -prácticamente- a exigir que demuestre, ante ellos, toda
la fama que le precede según los prodigios que les habían llegado a oídos,
procedentes de Cafarnaúm. No se trata solamente de pedir una demostración de Su
Poder; sino, lo que es más grave, en querer reducir a Dios a una atracción de
feria.
Me disculpo por el símil tan prosaico al que apelo, pero
permite trasparentar mejor qué fue lo que pasó: ¿Qué pasa cuando el mico,
frente a su numeroso público se niega a saltar de rama en rama con vigoroso
impulso? El público se aíra. Toman piedras y quieren acabar con el pobre trapecista.
Ellos que le habían traído bananos y otros frutas, dulces y juguetes, arden en
la cólera contumaz. ¿Quién se habrá creído?
Viene la mención de los profetas Elías y Eliseo y la
argumentación del rechazo que la gente en su tierra natal tiene hacia los
profetas: Jesús se inserta así en la corriente del profetismo. Muchas veces -y
de una manera verdaderamente pintoresca- nos hacemos a la imagen del profeta
como una especie de “muñeco ventrílocuo” que Dios instrumentaliza para
comunicarse: Títere cuya boca profiere lo que Dios le inculca. Hay que ir más
allá para entender por qué Jesús se inserta en esta corriente. El profeta en
verdad lo que hace es hacer visible la Obra y la Presencia de Dios en medio de
su pueblo, lo que, sin su ayuda, les pasaría desapercibido. ¡Los hace ver! (Por
eso está en el centro del quiasmo, el dar vista a los ciegos).
¿Quieren ver su poderío? Pues, aquí está: aun cuando quieren despeñarlo, pasó entre ellos y siguió su camino. No hizo maromas, pero obró un signo contundente: se hizo inasible. Pasó de ellos como si Él fuera un puro vapor, o un suspiro, en fin, un ente tan espiritual que sus manos eran incapaces de capturarlo.
¡Atrevido, y dizque compatriota nuestro! ¡Fuera! ¡Lárguese
con sareptos y sirios!
El los atravesó -como si fueran una barrera- incapaz de
detenerlo en su objetivo, de desviar su propósito; siguió adelante para dar
cumplimiento al Plan que el Padre había concebido para nuestra Salvación.
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