domingo, 31 de agosto de 2025

Lunes de la Vigésimo Segunda Semana del Tiempo Ordinario

 

1Tes 4, 13, 18

Hay en griego una palabra interesante, es la palabra έκσταση [ekstasi] “rapto”, 
que tiene que ver con una especie de separación, de desprendimiento para elevarse hacia 
las esferas superiores. Esta palabra proviene del griego ἔκστασις [ékstasis], 
salir de sí, abandonar su estado”, “salir de su lugar”; que pasó al latín, se 
cree que, por obra de Tertuliano, tiene una connotación de enajenación, de 
alucinación con tintes evidentemente místicos.
 
En griego tenemos la palabra ἄγω [ago] -que aparece aquí, en la perícopa que 
estudiamos hoy- en futuro de indicativo (activo), ἄξει [axei] “se los llevará”, 
que muchos traductores han interpretado como un “rapto”. Quizás con la única dificultad 
que el rapto implica una especie de acto contra-voluntad, “llevados a la fuerza”. ¡Y esto 
no es lo que sucede aquí!
 

En hebreo se tiene la expresión חֲטִיפָה [jatifa] “secuestro” que nos parece mucho más próxima que la de “rapto”. Siempre tomando en cuenta que su uso tiende a la exteriorización de un estado de ánimo, de un sentimiento que sobreviene de manera abrupta. ¿Qué es lo que dice exactamente en el texto de 

1 Tesalonicenses? Veámoslo:


Si de verdad creemos que Jesús murió y resucitó, y fue llevado al Trono Celestial para sentarse con el Padre en el Sitial Privilegiado, así también tenemos que ser capaces de “ver” que todo esto que Él tiene en Concordia Plena con el Padre, está dado para que nos cobije también a nosotros. Los Tesalonicenses estaban afligidos al ver que algunos de los miembros de la Iglesia -de la Comunidad Creyente- habían muerto y se pusieron a pensar que ellos habían perdido la oportunidad de hacerse con la resurrección. Desde ese enfoque, sólo los que estaban vivos podían beneficiarse con este Don-Celestial, pero los que ya habían muerto, muertos se habrían de quedar.

 

Es aquí donde Pablo tiene que enfocarse, tiene que clarificarles cómo se da este proceso: Les dice que habrá unos signos precursores, a saber, se escuchará la Voz del Ángel, y -segundo- se escuchará el sonido de la σάλπιγγι [salpingi] “trompeta” -pero es una trompeta especial, para dirigir los grandiosos movimientos de la Victoria Apocalíptica-, el Mismo Jesús hará levantar a los que habían fallecido, ἀναστήσονται [anestesontai] “los resucitará”, “los  levantará”, para añadirlos al conjunto de los vivientes de aquel momento. Ese será el momento de “pasar” a la Presencia del Señor.

 

Con mayor precisión ¿cómo se dará este fenómeno? Respuesta: ἁρπαγησόμεθα [harpagesomeda] “Seremos llevados” entre nubes” al encuentro del Señor. ¡Llevados, no raptados!

 

San Pablo no es inconsciente de lo que está hablando, él se da cuenta que les está revelando un evangelio de consolación, y les entrega este mensaje para que lo difundan entre ellos y sepan de verdad que los que muramos antes del clamor de la Trompeta Victoriosa no seremos abandonados de la Misericordia Divina. Él nos reunirá con los que en tal momento estén vivos y nos apacentará hacia la Presencia del Padre. Repitamos, una vez más: ¡Llevados entre nubes! ¡No se afanen por los que estarán dormidos en aquel Momento, porque Jesús los “despertará” para sumarlos a la Multitud de los Redimidos!

 

Jesús nos corrigió la concepción de la muerte, señalándonos que se trata tan sólo de una dormición. Esta idea se ha reinsertado en la expresión “cementerio” que significa, sencillamente, “dormitorio”, “lugar de descanso”.


Como siempre, hay quienes se ponen a protestar y reclaman porque San Pablo no describió con mayor exactitud cómo sería la Resurrección. Con lujo de detalles; olvidando que el Señor siempre se revela parcialmente, porque una información más pormenorizada, -en vez de ayudarnos- sería una carga en la consciencia, una preocupación inútil, un desvelo desesperante. Dios reveló lo estrictamente necesario, y lo que ignoramos, nos sirve para procurar con mayor desvelo cumplir todas las condiciones.

 

Sal 96(95), 1 y 3. 4-5. 11-12. 13

Cuando decimos era cristiana quiere decir que, a partir del nacimiento de Jesús en carne humana, ha empezado a correr un tiempo nuevo, tiempo kairótico, en este tiempo nuevo, se precisan unos canticos nuevos, siempre nuevos, porque tienen que ir abriendo los ojos y si el cantico es viejo, esos cantos dejan de ser colirio eficaz para despegar los parpados que nos enceguecen porque nos los han cosido, esta ceguera su cura con tratamientos por vía auditiva.

 

Urge tomar conciencia de esta responsabilidad, tenemos que componer nuevos cantos, no repetir como la noria porque sus acordes suenan latosos y monótonos, no dicen nada y aburren infinitamente. Nadie les presta atención, es un sonsonete ineficaz.

 

Aprendamos pues a glorificar, a contar las grandezas del Señor con un lenguaje Nuevo. Para llevar este kerigma por toda la tierra.

 


Los dioses inventados por los humanos son fantasías, sólo el Dios que se ha Manifestado, el Dios-Revelado es el Creador de todos los cuerpos siderales. Mirad el Cielo y veréis la Grandeza del Creador.

 

Así, lo que destaca el profeta es que toda la Creación habla de Dios, ¡no que todas las criaturas son Dios! Sino que Él es el Artífice.

 

Este kerigma comprende la Revelación de su Venida, no está tan distante, llegará antes de los que lo retrasan para mostrarlo impotente y para volverlo imposible, más temprano que tarde hará su Segundo Ingreso en la Historia, pero esta vez Glorioso, lleno de Victoria. Su Nombre será Justicia-y-Fidelidad. Anhelamos su reinado: ¡Venga a nosotros Tu Reino!

 

Lc 4, 16-30

Empezamos de nuevo, y esta vez será con el Evangelio de San Lucas. Esta labor con el Evangelio Lucano nos llevará hasta el 29 de noviembre; al Día siguiente estaremos en el Año nuevo Litúrgico 2026, porque será el Primer Domingo de Adviento. (Durante este periodo de lo que resta del presente año litúrgico, habrá 9 excepciones, en las que leeremos Evangelios de Mateo o bien de Juan, porque son Fiestas que tienen Lecturas Propias).


Después del Evangelio de la Infancia -en San Lucas- hay dos episodios claves:

1)    El bautismo de Jesús

2)    Las tentaciones en el Desierto

 Luego, desembocamos en este episodio de hoy. Este episodio es como el prólogo de Juan, sólo que Juan está interesado por el enorme salto que Jesús-Dios da, de la eternidad para ingresar en la historia; mientras a Lucas le interesa el enorme salto que Jesús va a dar desde la Vida Oculta a la Vida Pública.

 

El primer dato que nos entrega Lucas es que este “salto” no se da por un empezar a hacer algo nuevo, nada por ese estilo, dice que Jesús sigue haciendo lo que era su costumbre hacer, va a la Sinagoga, como lo hacía todos los sábados. Recibe uno de los Rollos, que resulta ser el del profeta Isaías y lo desenrolla -como se hacía en aquella época cuando todavía no había libros en formato “códice”- de manera tal que va a leer del que nosotros -hoy por hoy- llamamos, capítulo 61, 1-2a. (Nos compete señalar que no lee la parte b del versículo 2, donde se habla de un espíritu de “revanchismo” de parte de Dios). Re-enrolla y devuelve el Rollo al ὑπηρέτῃ [hiperete] un subalterno que había recibido este encargo de alcanzar y recibir los rollos de la Tanaj dentro del ritual sinagógico, se suele traducir como “ayudante”, una especie de “acólito”.

 

Lo que había leído Jesús del profeta era, partiendo de que Dios “lo había ungido”, le había entregado una Misión que cabría subdividir -para mejor captarla- en 5 puntos:

1)    Evangelizar a los pobres

2)    Proclamar a los cautivos la libertad

3)    A los ciegos, la vista;

4)    Poner en libertad a los oprimidos

5)    Proclamar el año de Gracia del Señor (El Jubileo). Pero no porque se hubieran completado 7 semanas de 7 años, sino porque había llegado Él, nuestro Salvador. La “llegada” del Mesías, nuestro Salvador, era el motivo para la institución de esta celebración Jubilar.

 

Después de proclamar las Lecturas, debería seguir la “homilía”. Dado que es una homilía breve, vamos a trascribirla aquí: “Hoy se ha cumplido esta escritura que acaban de oír”. Ese hoy no es un día de 24 horas, sino el “Tiempo Presente”, el tiempo en que Jesús está Presente, o sea, desde aquel momento y en lo sucesivo.

 

hay, un factor muy importante- el carácter performativo de la Palabra de Dios; como cuando en un hogar inteligente, entro y pronuncio “enciende la luz”, y la domótica se hace cargo, de tal manera que “automáticamente” se enciende la luz. Sin embargo, esto no depende -propiamente dicho- de la performatividad de la Palabra, sino de los dispositivos robóticos predispuestos en ese ambiente. El ejemplo es un “ejemplo” para dar a entender de qué estamos hablando, cuando decimos performatividad. Ahora si vamos a ver un caso real de performatividad de la Palabra: «Entonces, dios dijo: “¡Que haya luz!”  Y hubo luz. Nada ni nadie más que la Palabra de Dios, bastó para llamar algo de la inexistencia a la existencia. Una vez entendido lo que es la “Palabra de Dios en su dimensión performativa, podemos entender la conexión entre lo que leyó Jesús -que no perdamos ni por un instante de vista que es Dios-y-hombre-  en su kénosis renunció a muchas prerrogativas de su Divinidad para ser un hombre verdadero, porque Él no estaba fingiendo, sino que se hizo enteramente humano para asumir todo lo humano y poder redimir nuestro ser.

 

Miremos otro ejemplo verdadero, cuando el Presidente de la Eucaristía pronuncia las palabras del relato de la Institución dentro de la Plegaria Eucarística, justo después de la Epíclesis, lo que hace que el pan y el vino se “transustancien”, es el poder performativo que contienen esas Palabras, por ser las que Él pronunció en Aquel instante y que, desde ese momento, resuenan en la Eternidad, por los siglos de los siglos; lo que el Sacerdote-Presidente capta es la vibración eterna de esa performatividad,  que lleva a un nuevo ser del Pan y del Vino: Ser Cuerpo-Sangre-Alma-Divinidad. El ser ha devenido un Nuevo-Ser.

 

Quién confeccionó la Transustanciación fue el poder performativo de la Voz de Jesús perdurando en la Eternidad de su Sumo Sacrificio. La palabra pasa de decir a “ser acto”; por eso hablamos de actualización. Muchas veces cuando hablamos de actualización la gente piensa en decir lo que se dijo otrora, con lenguaje “moderno”, ojalá con palabras de le jerga juvenil; pero no, no es por ahí. A lo que se alude esa performatividad, es al hecho de que no se nombre algo, sino que se ordena que sea. Pero una performatividad tan ontológica, sólo cabe a la Palabra Divina. Nuestra palabra sólo llega a una performatividad muy limitada, decirle a alguien que lo haga por nosotros, como cuando decimos “Joselito, encienda la luz que aquí está muy oscuro”. Evidentemente este es un “significado” teológico”, por ser a Dios ¡al Único que le asiste semejante desaforada creatividad!

 

Miremos, en un instante cual fue la frase con la que Jesús-Dios inauguró una nueva era: “Esta Escritura se ha cumplido hoy”. (Lc 4, 21)

 

¡Advertencia! No estamos ante un acto de magia. Sino ante el reconocimiento del Poder anidado en las palabras que Dios pronuncia. El celo que lleva al Sacerdote a no pronunciar estas Palabras a su aire, sino leídas del Misal -durante la Transustanciación- estriba en esta consciencia de estar haciendo reverberar, las mismas vibraciones registradas en la dimensión-eternal.

 

Viene toda una segunda parte. Porque ahora, estos asistentes a la sinagoga le van -prácticamente- a exigir que demuestre, ante ellos, toda la fama que le precede según los prodigios que les habían llegado a oídos, procedentes de Cafarnaúm. No se trata solamente de pedir una demostración de Su Poder; sino, lo que es más grave, en querer reducir a Dios a una atracción de feria.

 

Me disculpo por el símil tan prosaico al que apelo, pero permite trasparentar mejor qué fue lo que pasó: ¿Qué pasa cuando el mico, frente a su numeroso público se niega a saltar de rama en rama con vigoroso impulso? El público se aíra. Toman piedras y quieren acabar con el pobre trapecista. Ellos que le habían traído bananos y otros frutas, dulces y juguetes, arden en la cólera contumaz. ¿Quién se habrá creído?

 

Viene la mención de los profetas Elías y Eliseo y la argumentación del rechazo que la gente en su tierra natal tiene hacia los profetas: Jesús se inserta así en la corriente del profetismo. Muchas veces -y de una manera verdaderamente pintoresca- nos hacemos a la imagen del profeta como una especie de “muñeco ventrílocuo” que Dios instrumentaliza para comunicarse: Títere cuya boca profiere lo que Dios le inculca. Hay que ir más allá para entender por qué Jesús se inserta en esta corriente. El profeta en verdad lo que hace es hacer visible la Obra y la Presencia de Dios en medio de su pueblo, lo que, sin su ayuda, les pasaría desapercibido. ¡Los hace ver! (Por eso está en el centro del quiasmo, el dar vista a los ciegos).


¿Quieren ver su poderío? Pues, aquí está: aun cuando quieren despeñarlo, pasó entre ellos y siguió su camino. No hizo maromas, pero obró un signo contundente: se hizo inasible. Pasó de ellos como si Él fuera un puro vapor, o un suspiro, en fin, un ente tan espiritual que sus manos eran incapaces de capturarlo.

 

¡Atrevido, y dizque compatriota nuestro! ¡Fuera! ¡Lárguese con sareptos y sirios!

 

El los atravesó -como si fueran una barrera- incapaz de detenerlo en su objetivo, de desviar su propósito; siguió adelante para dar cumplimiento al Plan que el Padre había concebido para nuestra Salvación.

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