1Tes
2, 9-13
… al recibir la Palabra
de Dios que les predicamos, ustedes la acogieron, no como palabra de hombre,
sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en
ustedes, los creyentes.
Tes 2, 13
La
estructura propuesta como clave exegética enumeraba como preámbulo una oración
que es saludo y acción de gracia, y luego una primera parte que presenta un
recuento de la formación de la comunidad, y cómo surgió; en esta parte, en la
perícopa de hoy, -donde vamos- se da un relato de cómo se portó San Pablo
mientras estuvo entre ellos - estimamos que, algo así como tres meses-. Como va a hablarles de cómo se dieron los
hechos fundacionales los llama a “Recordar”.
Primero
que todo, dice que, no se “recostó” en nadie, que su sentido de misionero no consistía
en volverse una carga para la comunidad. Cuáles son las tres características
que -muy seguramente servían de derrotero a su labor y llevaba él en mente- nos
da tres: ὁσίως “santamente”, δικαίως “con rectitud” ἀμέμπτως
e “intachablemente”, “de modo irreprochable”. Se nos está dando el “cómo”. Son
factores importantísimos porque ya proponen un modelo y un estilo pastoral.
Definen una metodología orientadora para el líder eclesial.
¿Cómo
se relacionaban y se comportaba con ellos? Queda así establecido, de modo:
i)
Leal
ii)
Recto
iii)
Irreprochable
Según
el propósito de su propio corazón, ¿qué era lo llamado a proponer en este
kerigma? Animarlos y urgirlos a llevar una vida recta, digna de Dios. Aquí se
nos señala el “qué”. (Quizás aquí todavía quedan pervivencias de una propuesta
farisea “legalista”, como ajuste de la vida a la Ley. Pero no constituye una
desviación, ni diluye para nada la esencia del contenido de nuestra fe: lo que
pide es poner en primer término la voluntad de Dios, y eso es exacto).
Ahora,
viene la expresión de gratitud hacia el Cielo (verso 13), por la forma como fue
acogido el Mensaje. No lo recibieron como ideas inventadas por él, o por
ciertas personas, sino como Evangelio Divino. Y la gratitud expresada -dando
gracias a Dios- es, además, porque no fue una recepción pasajera, de hoy oigo y
al rato olvido; sino fue un atesoramiento en el corazón y una adopción “que
permaneció operante”, de estas Enseñanzas como reguladoras de la vida.
Frente
a esta temática de la recepción del “Mensaje Paulino”, por parte de los
Tesalonicenses, queremos destacar dos palabras:
1.-
παραλαβόντες [paralabontes], es el
verbo παραλαμβάνω [paralambano] “recibir”,
“tomar”, coger con aferramiento”; “agarrar algo fervorosamente”, “coger algo agarrándose
a ello”, “tomar algo como el ‘raponero’ para quedárselo”; λαμβάνω [lambano] significa “tomar algo agresivamente, hasta
violentamente”. Lo que le entendemos a San Pablo al usar ese verbo, es que
ellos no se sentaron a oírlo con dejación, con abandono, como porque no había
otra cosa que hacer, no había nada más que fuera interesante en la programación
de la televisión, entonces, lo oían soportándolo. ¡No!
¡No era así!
Lo escuchaban
atentamente, con avidez, con hambre espiritual; él llegó con este Anuncio a
colmar un vacío que tenían y del cual eran conscientes.
2.- ἀκοῆς [akoes] “oír”, “prestar el órgano del oído a lo que se está
diciendo”: Así lo traducimos, pero en este verbo griego hay todavía más. Ellos
oían con el alma porque sabían que era un “Mensaje trascendente”, intuían que
no era discurso humano, sino que ellos -Pablo. Silas y Timoteo, les hablaban de
parte de Dios.
Hemos de entender que esta acogida no era porque eran graduados en Oxford en técnicas de mercadeo y recursos de retórica y tácticas psicológicas de captación de clientela. Tampoco era porque su pinta era a la última moda, según los señorones de la época; ni por sus asesores de imagen. Nada de eso. A pesar de su presentación nada sugestiva y menos atractiva, el éxito de la escucha provenía del poder de Dios que actuaba directamente tanto en emisores como en receptores.
Un
aliño a sus palabras, era su ejemplo de vida, su modestia, su dedicación al
trabajo, su ternura y su trato fraternal.
Sal
139(138), 7-8. 9-10. 11-12ab
Es
un salmo del huésped de YHWH. Nos hace pensar en los anacoretas, que se
retiraban a trabar profunda e intensa amistad con Dios. Pienso también en las
personas de vida consagrada, en particular en los religiosos de clausura, que
buscan el deleite de estar permanentemente con el Señor. Son las personas que
con más pleno rigor dan el salto a la Compañía-Preferencial con quien más aman.
Personas en quienes predomina el hambre y sed de Dios. Enamorados hasta su
médula del Amor-de-los-Amores. Ellos, quienes han maximizado en su existencia
el relacionarse con el Señor y hacer, ya desde ahora, su vida en la tierra,
como una antesala para ingresar al Sancta Sanctorum de la Plenitud.
Estas
personas son la antítesis de quienes buscan mantenerlo a distancia, de aquellos
que creen que la Divinidad está pendiente para robarles algún retazo de su mal
entendida libertad. ¡Ay, si entendiéramos que nadie es tan libre como aquel
quien vive bajo la Luz Esplendida de su Mirada-Amorosa!
Vano
esfuerzo salirnos de su Amor. Él no nos abandona, silencioso y resignado a
nuestra indiferencia, como el verdadero enamorado que no se desalienta ante el
rechazo de la amada.
Podemos buscar refugio allí donde la Luz se marchita crepuscular, pero no por nuestra evasiva mengua lo más mínimo, sino porque Él nos protege con su Tierno Amor y Cuidado. Tiene los brazos abiertos porque ambos los tiene listos para socorrernos: Diestra y Siniestra para tendérnoslos Misericordiosos.
Pensamos
-muy ingenuamente- que, si nos ocultamos en lo oscuro del pecado, huiremos de
Él, no sabemos que sus Dulces Ojos son Resplandecientes, no necesita linternas
ni faroles adicionales, porque la Luz habita sus Muy-Amorosas-Pupilas, y, donde
todo es sombra-triste-y-mancha; su Redención resplandece Victoriosa.
Sus
Ojos de Amor lo primero que miran es nuestra יֵצֶר הַרַ [yezer jará], la concupiscencia (Cfr.
Gn 5, 6); que nos tira hacia el fondo, pero
Él conoce nuestra debilidad, la consecuencia del pecado como debilitamiento,
como resquebrajadura; Dios es Padre, Padre-Fiel y nos concede inteligencia y voluntad para tender al bien, a la verdad, a la
solidaridad. , a la sinodalidad.
Tú, oh Señor, mesondeas y me
conoces, no para burlarte de mi pequeñez,
sino para regalarme poder de Victoria sobre el Mal; y fascinación
por lo que es Verdaderamente Bello. ¡Oh Mistica-Fascinación! Tú que eres como el Día-Más-Claro, ¡conduceme hacia Ti!
Mt
23, 27-32
Los
ayes son 7. Hoy tenemos los dos últimos:
1) Los hipócritas que
son como sepulcros blanqueados.
2) Los constructores
de sepulcros para enterrar a los justos que los propios padres asesinaron.
Los
escribas y los fariseos, -tenemos que aclararlo insistentemente- no son los más
malos, no son los perdidos, no son los enemigos. Son los más cercanos, ¿Cuántas
veces no habremos incurrido en fariseísmo? ¿cuántas veces no habremos actuado
como escribas? Como se suele decir “el Puerco es malo”, y nubla los ojos de los
más sinceros buscadores. Al leer estas perícopas de esta semana, hay que tener
cuidado, a pesar de todo, de que actuaron ignorándolo y despreciándolo, y no
cayeron en la cuenta de Quien era Él; sin embargo, no nos encargó que los
arrancáramos, sino que esperáramos a que Él enviara sus Ángeles con “técnicas”
y “aparatos especiales” que no fueran a dañar -en el proceso de separación-
también el trigo bueno.
Jesús hace resonar el Shofar para ver si al fin caen en la cuenta. Lo que les ha pasado es que le han puesto tanta atención a un aspecto de la fe, que han ahogado los aspectos esenciales. Pasa cuando uno, -de manera ególatra- se enamora de su propia verdad, (de su propia imagen, del sonido de su propia voz, a denuncia va contra el “narcisismo” espiritual) pretendiendo que sea la “Voz verdadera”, ¡purrum! Ahí cae en este fariseísmo, cuando piensa que tiene a Dios agarrado a dos manos. ¡Nos puede llegar a pasar!
La
hipocresía sobreviene cuando uno aparenta ser lo que no se es. Cuando una solo
“actúa” exteriormente para dar la imagen, pero por dentro, hay otra cosa, el
corazón y la mente trastean con otro contenido. Si leemos con detalle, junto a
la hipocresía pone Jesús otro aspecto negativo del corazón de los escribas y
fariseos, y es la crueldad. ¿En qué radica esa crueldad que está denunciando
Jesús? En volverse fabricante de mártires.
Le
gante pone sus emprendimientos de todo, unos venden artesanías, otros,
alimentos dietéticos, otros lociones y perfumes, otros artículos para mascotas,
… por ahí hay stands donde ofrecen a los “justos adecuadamente crucificados”
para adornar sus carteles publicitarios.
Es
una cosa especialmente delicada: convertirse en “asesino”, todo asesinato es
pésimo, pero en ellos se dio la sima de este delito, se volvieron asesinos de
profetas, dando paso a la existencia de una nueva raza formada por la
descendencia de estos asesinos que, llevaban en su corazón el germen del
“asesinato de la Boca-de-Dios”, porque los verdaderos profetas no son otra cosa
que los labios que nos comunican lo que Dios quiere decirnos. Matarlos a ellos
nos convierte en la ralea de los crucificadores. Aunque batamos banderas bravíamente,
gritando con aullido vivo que merecen la muerte.
Cuando decimos que escribas y fariseos no estaban tan lejos, perseguimos hacer notar que no eran un club ajeno donde estaban afiliados los enemigos del cristianismo; ¡No! ¡Estaban adentro! ¡Eran miembros del pueblo elegido! ¡Frecuentaban el mismo Templo y ofrecían Sacrificios hombro a hombro con los creyentes! ¡Eran Caínes y Judas Iscariotes asociados! ¡Se habían sentado a la misma Mesa y habían comido del mismo pan! Aún más, ¡habían mojado el Pan en la misma copa! El mismísimo Pablo cohonestó con los asesinos de San Esteban-. Nos presentamos voluntarios ante el tribunal, para rendir testimonio ¡contra nosotros mismos!
Este
Evangelio nos conduce a interrogar nuestra propia conciencia como si le
estuviéramos preguntando a Jesús: Μήτι ἐγώ εἰμι, Ῥαββεί [Meti ego
eimi, Rabei] “acaso
¿soy yo, Maestro?” (Mt 26, 25).
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