viernes, 1 de agosto de 2025

Sábado de la Décimo Séptima Semana del Tiempo Ordinario


Peregrinos de la esperanza

Lev 25, 1.8-17

…hacer de este momento de gracia una etapa significativa para la pastoral de las Iglesias particulares, tanto latinas como orientales, que en estos años están llamadas a intensificar su compromiso sinodal. En esta perspectiva, la peregrinación hacia el Jubileo podrá fortificar y manifestar el camino común que la Iglesia está llamada a recorrer para ser cada vez más claramente signo e instrumento de unidad en la armonía de la diversidad. Será importante ayudar a redescubrir las exigencias de la llamada universal a la participación responsable, con la valorización de los carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la edificación de la única Iglesia. Las cuatro Constituciones del Concilio Ecuménico Vaticano II, junto con el Magisterio de estos decenios, seguirán orientando y guiando al santo pueblo de Dios, para que progrese en la misión de llevar el gozoso anuncio del Evangelio a todos.

Papa Francisco proponiendo el Jubileo 2025

Hoy se trata de una pieza magnifica de la Legislación del Pueblo Escogido: יוֹבֵ֥ל [Youbel]el Jubileo”, “cuerno de carnero usado como instrumento de viento”. Cada Quincuagésimo año de la salida de Egipto, se hacía resonar el שֹׁופַ֤ר תְּרוּעָה֙ [Shofar Teruah] “Shofar Jubilar” -en el décimo día del mes de תִּשְׁרֵי [Tishrei] “Séptimo mes”, y se iniciaría así el año con triple característica:

 

1ª) Decretaba la libertad para todo israelita que estuviera bajo servidumbre: Libertad económica y personal.

2ª) Todos tendrían que devolver las posesiones de los antepasados a los que habían tenido que venderlas porque la pobreza los había obligado. Es por eso que no se podía vender una parcela a perpetuidad.

3ª) Sería un año de reposo para la tierra. La tierra quedaría sin roturar. El pueblo judío viviría simplemente de lo que los campos produjeran durante el año anterior al Jubileo, y de lo que creciera espontáneamente. Sólo podía recogerse lo estrictamente necesario para el propio consumo. (Esto está directamente relacionado y ya previamente estipulado con respecto a la recolección del maná: sólo recoger lo estrictamente necesario).

 

Evidentemente, nadie querría vender sus tierras o venderse a sí mismo sumiéndose en la condición de servidumbre, si lo hacían era bajo la presión de su pobreza extrema porque no tenían cómo alimentarse. Al vender sus tierras, el comprador evolucionaba a la condición de terrateniente, destruyéndose así el equilibrio y las bases de justicia social de las comunidades. De esta manera, el propósito del Año Jubilar era el restablecimiento del equilibrio y la equidad comunitaria. Los profetas, como Miqueas e Isaías denunciaron este fenómeno de monopolización de la tierra.   


Así como en el caso del precio de los esclavos, la ley estipulaba que el precio de las propiedades variaría de acuerdo con la proximidad al año jubilar, y de ello se derivaba que -como podemos leer textualmente- lo que se vendía no era la tierra, sino las cosechas durante el número de años que faltaran para llegar al Jubileo, cuando la tierra, nuevamente, retornaría al usufructo de quien la había “arrendado”,  por así decirlo, para subrayar que la tierra era una propiedad inalienable.

 

Todo esto apunta a un modelo de justicia social No se puede garantizar que el pueblo judío haya cumplido estrictamente lo que esta Ley del año jubilar preveía. Pero se ve lo que YHWH quería, aquí se manifestaba la Voluntad Armonizadora de Dios para su Pueblo Escogido, valga decir, el Espíritu que animaba la Alianza: “Que nadie perjudique a אִ֣ישׁ אֶת־עֲמִיתֹ֔ו [is weta mitow] “su prójimo”. Y teme a tu Dios, porque Yo-Soy el Señor tu Dios”.

 

Esta estructura proyectará su esencia sobre la propuesta que encontramos en los Hechos de los Apóstoles, donde nadie tenía en propiedad personal lo que era, de suyo, un bien comunitario.

 

Papa Francisco hizo un llamado para que el Jubileo de 2025 no se limite a la peregrinación.

«Las raíces de este evento se remontan a la antigua tradición judía, donde cada 50 años el Jubileo traía justicia y liberación: se cancelaban deudas, se devolvían tierras y se liberaba a los esclavos. Era un periodo de equidad que restauraba el orden y la armonía social». En la Carta que Papa Francisco le dirigió a Rino Fisichella, Cardenal a cargo del Dicasterio para la Nueva Evangelización, tomaba como referencia la perícopa que hoy leemos para proponer y enfocar este Jubileo que estamos viviendo en este Año de Gracia, presentando, como su médula, llevar la luz de la Esperanza: «Debemos mantener encendida la llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras. Este Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal, si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a abandonar sus tierras. Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico, devuelve a cada uno el acceso a los frutos de la tierra: “podrán comer todo lo que la tierra produzca durante su descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu jornalero, así como el huésped que resida contigo; y también el ganado y los animales que estén en la tierra, podrán comer todos sus productos” (Lv 25,6-7).


Le jubileo es la fiesta de los Peregrinos de la Esperanza. Gravemos en el corazón la frase final de la Lectura del Levítico que hacemos hoy: “Que nadie יָנָה [yanah] “oprima”, “explote”, “expolie”, se tradujo por “perjudique” a su prójimo. Y teme a tu Dios, porque Yo soy יְהֹוָ֖ה [Yahweh] “YHWH”, אֱלֹהִים [Elohim] su Dios”.

 

Sal 67(66), 2-3. 5. 7-8

Id por todo el mundo: haced discípulos míos entre todas las gentes” … Jesús vivió profundamente en su conciencia este “universalismo” de Israel. Trasformó este voto en proyecto … Enviando a sus apóstoles hasta “los confines de la tierra”.

Noël Quesson

Se trata de un Salmo de בָּרַך [Barak] “Bendición”.  Donde se súplica que Dios derrame su Bendición: “El Señor tenga piedad y nos bendiga, que haga brillar su rostro sobre nosotros”. Estas palabras fueron las que Dios inspiró a Aarón para “Bendecir”, y que reconocemos como Birkat Hacohanim “Bendición Sacerdotal”: Es una oración principalísima en Sabbath; (Cfr. Nm 6, 22-27), y que se ha trasmitido y ha perdurado: Se dice que no son los sacerdotes quienes bendicen, sino que es Dios a través de ellos. Se cree que era un Salmo especialmente destinado para celebrar las Primicias, o la Cosecha: Pentecostés.

 

Reforzamos una idea muchas veces presentada en el salterio: ¡La Universalidad! Queremos hacer notar que el llamado para apreciar y resaltar los Caminos de Salvación trazados por nuestro Dios, son para “todos los pueblos”.


Es un salmo relativamente corto, son sólo ocho versos.  Hoy se proclaman cinco de ellos: Digamos de manera sintética que, si la tierra ha dado su fruto, nosotros tenemos que dar el propio, consistente en alegrarnos y manifestarlo y comunicarlo y compartir esa dicha.

 

Mt 14, 1-12

Allanar el camino con la propia sangre

No basta con anunciar que llega el Reino, es preciso que, en esta hora, continuemos la tarea que le Iglesia recibió en testamento de Jesús, nosotros estamos llamados a rubricar -envueltos en las sombras bélicas de muerte que nos acorralan por doquier- el Brillo Incontenible que se nos prometió y que -con toda honestidad- presentimos que llega. Para plantear esta misión que nos compete como precursores en el Tercer Milenio, retomamos las palabras del Papa León XIV: «Hoy están empezando unos días, un camino, el jubileo de la esperanza, y el mundo necesita mensajes de esperanza, ustedes son este mensaje, y tienen que seguir dando esperanza a todos, … Esperamos que todos vosotros seáis siempre signos de esperanza en el mundo. Hoy estamos empezando. En los próximos días tendréis la oportunidad de ser una fuerza que pueda llevar la gracia de Dios, un mensaje de esperanza, una luz … al mundo entero. Caminemos juntos con nuestra fe en Jesucristo. Y nuestro grito debe ser también por la paz en el mundo. Digamos todos: ¡Queremos la paz en el mundo! Recemos por la paz, y seamos testimonios de la paz de Jesucristo, de la reconciliación, esta luz del mundo que todos estamos buscando».


Decimos, refiriéndonos a San Juan Bautista, que era el Precursor, nos explicamos, el que va abriendo camino, el que en la carrera pasa antes para quitar las piedras y obstáculos que pudiera haber en la trayectoria, y, emparejando, si hay un hundido, o un “turupe” rellenarlo o abajarlo, respectivamente.

 

San Juan el Bautista, fue por delante diciendo que ya venía, que se acercaba, y convidando a la conversión, con una ablución ritual, para que la gente se lavara y se despercudiera el alma, y así, tener los oídos -mejor dispuestos- para oír el anuncio que se iba a proclamar, la Buena Noticia que en breve se haría oír.

 

Cuando lo vio venir, lo señaló, y apuntando hacia Él les indicó que él ni siquiera tenía la alcurnia espiritual para desatarle la correa de las sandalias, y eso que aquel era oficio de esclavos, o sea que su dignidad ni siquiera alcanzaba para ser el esclavo del Cordero de Dios.

 

En el bautismo de Jesús, notó que Este era el Elegido del Padre, el Enviado de Dios. Y, propició una reinterpretación de la palabra “Mesías”, en la tónica de lo que el Segundo-Isaías dibujó, cuando vaticinó al Siervo Sufriente. Así lo designó “Cordero de Dios”, valga decir, espécimen sacrificial. En realidad, Juan el Bautista ya declaraba a los gritos, que Jesús iba rumbo al Martirio, y que su Martirio era testimonio del Infinito Amor del Padre por sus criaturas.

 

Como los profetas acostumbraban mostrar signos contundentes, y no limitarse a la predica, Juan ilustró su profecía, dejando que, su propia cabeza se hiciera trofeo de una demostración bailable, de una danza en la que -más que la persona- danza la pelvis, y cuya invención se estima hacia el 1200 antes de nuestra era. Cumplido que ella le ofrecía a Herodes con motivo del cumpleaños. Muchos antropólogos han pensado que estas danzas han tenido siempre como destinatario al género masculino.

 

Y cual fue el detonante de la decapitación: el relato bíblico que nos entrega San Mateo señala que Juan Bautista, puso su cuello en el borde afilado de la cimitarra, el día que llamó la atención sobre el adulterio de Herodes con Herodías, antes esposa de Filipo, y que ahora había pasado a manos y al lecho de Herodes Antipas, quien se emocionó -sin límite- con la orgiástica demostración dancística de Salomé, hija de Herodías. Filipo era -repitámoslo- su hermano, he ahí el módico detalle.

 

Precisamente fue Herodías quien le recomendó a Salomé pedir como inequívoco diploma de su técnica de ballet de cadera, la decapitación de Juan. De esta manera, Juan siguió su función de precursor, allanando el camino y desenmascarando que el precio de la Salvación se compraría a precio de Sangre; más no de cualquier sangre, sino de la sangre del Divino Hijo.


Y no porque se acabe el 2025, podremos bajar la banderilla. La tarea de vitalizar la Esperanza empieza con este año Jubilar, pero se mantendrá vigente siempre como compromiso de fe en Jesucristo, hasta que venga a nosotros su Reino.

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