martes, 19 de agosto de 2025

Miércoles de la Vigésima Semana del Tiempo Ordinario


Jc 9, 6-15

Cuando uno dice realista, lo primero que se viene a la mente es la lógica que acompaña a una persona que se atiene a la realidad, considerando la realidad tal como es, sin idealizaciones ni exageraciones. Se enfoca en los hechos concretos y las circunstancias objetivas, adaptándose a ellas y tomando decisiones basadas en la evidencia disponible.

 

Pero hubo una época, en que al decir realismo se refería a los que apoyaban al rey y querían como soberano un monarca y que en general el estilo de gobierno fuera el de un rey o reina: “el que defiende los derechos del Rei, sigue sus partes, ó milita debajo de su bandera", era la definición que se encontraba asociada, u esta otra "el que defiende las regalías, derechos y prerrogativas [sic] de los soberanos" (Potestatis regiae defensor).

 

A medida que las naciones fueron haciéndose democracias y este tipo de gobierno pasó a considerarse el más indicado; los movimientos realistas fueron declinando y el monarquismo fue perdiendo preponderancia y la palabra realismo pasó a significar a los filósofos realistas los que sostienen que el mundo existe independientemente de la percepción o el pensamiento humano. En otras palabras, las cosas existen tal como son, independientemente de que alguien las observe o piense en ellas. Entre ellos están el realismo aristotélico, el realismo tomista llamado moderado; John Locke, George Berkeley, David Hume, el realismo científico, el conceptualismo y el nominalismo, el realismo fenomenológico, donde hay que mencionar a Husserl, entre otros. Pero esto, pequeño Adam, es otra historia.

 

En cierta época, Israel era fuertemente anti-realista (hablando en términos de política), el único Rey era el del Cielo, el propio Dios. Hoy nos encontramos con el hijo de Gedeón, llamado Abimelec que se dirige a Siquem y procura convencer a los siquemitas de impulsar la implantación de un reinado entre ellos. Los historiadores más serios e investigadores más concienzudos, opinan que aquí, al hablar de la gente de Siquém, se está refiriendo a los terratenientes con preponderancia económica que se coaligaron pensando que un rey les vendría muy bien y se encargaría de enfrentar las amenazas que veían surgir en torno a ellos. Eran los oportunistas del realismo de aquel entonces.

 

La parábola que nos trae la perícopa, es abiertamente anti-realista. Afirma que para cada problema concreto surgirá un líder, y que ese abanderado, ese paladín tendría el carisma idóneo para la necesidad que atravesaran: así, de llegar a necesitar aceite, el olivo aportaría su idoneidad, si alguien requería la dulzura de los higos, la higuera sin desmedros, se ofrecería; y si en cambio lo que el tiempo les traía era la necesidad de tener vino, sería la vid la que correría a brindarse.

 

Todos querían ser serviciales y ofrecían prestarse y entregarse totalmente a la causa que se ofreciera, todos estaban dispuestos a dar su carisma y su vida integra, cada uno según sus propios dones; pero ser rey no era necesario. Los seres humanos, a veces, pecamos de contumaces, así que corrieron a proponerle la corona a un “espino”, que se brindó siempre y cuando las gentes se pusieran al alcance y se dejaran herir y perturbar continuamente, dejándose rasguñar por él. Que tan pronto quisieran abandonar sus molestas laceraciones los perjudicarían haciéndose pirómano de los cedros libaneses, perdiendo así las ventajas de su recia madera.  Sin embargo, los árboles que querían estar a la moda de los otros pueblos, se negaban a dar a torcer el brazo y renegar de su anhelo de tener un rey. Muchas veces, lo que nos impulsa no es una real conveniencia, sino el afán de copiar los usos y costumbres de los que nos rodean. Esta parábola de los árboles a quienes les sugirieron asumir la realeza, denuncia que quien se hace al poder, desemboca en el desarrollo de molestias a sus súbditos, como las que una zarza puede producir en todos los que se le acercan.

 

Recordamos que Gedeón tuvo 70 hijos, pues Abimélec fue a Ofra, a la casa de su padre, y mató al mismo tiempo a todos sus hermanos, los 68 hijos del así apodado Yerubaal (ver Jc 9, 1-25. Solamente Jotam, el hijo menor, pudo esconderse y salvarse. Aquí en la parábola de los árboles candidatos a rey, era Jotam, quien les hacía caer en la cuenta del equivocado plan que tenían. (Valga recordar aquí que Jotam fue el undécimo rey de Judá y que reinó entre el 750 al 735 a.C.)

 

Abimelec logró imponer su gobierno en Siquem, se hizo soberano de Gerar, pero la memoria que se guarda de su gestión, fue la de un sonado fracaso. Abimelec cayó en el asalto a la ciudad de Tebes (ver Jc 9,50-54) donde él encontró un ignominioso fin, con una piedra de molino que le arrojó una mujer desde la torre donde habían buscado refugio todos los habitantes de aquella ciudad, (para que no se dijera que una mujer lo había matado, su última voluntad -expresada a su escudero- fue que lo atravesara con su espada). Todos los habitantes de Siquem fueron castigados, por haber apalancado a Abimelec, al trono. Esta fue la respuesta a la maldición de Jotam


 

Entonces, ¿el realismo está enterrado?   No, cada tanto los arboles reúnen sus huestes en algún claro del bosque y la propuesta se repone, a ver cuál de los incautos árboles se siente cómodo con una corona nimbándole las sienes (el ramaje) … A sabiendas que no faltará un espino pirómano que les queme las maderas más útiles y más ornamentales, Los troncos de sus propias casas y sus propias vidas, porque una vez acomodados en su trono, atentaran contra todos los que se les atraviesen, empezando por sus promotores y mecenas, sus soportes financieros, y los de su propia cochambre.

 

Sal 21(20), 2-3. 4-5. 6-7.

Como estamos en la temática del rey, pues se opta por un salmo real. El rey, tiene conciencia de su papel vicarial y pontifical. No gobierna por su propio ímpetu, sino que su gobierno se deja encaminar por lo que el Espíritu del Señor le ilumina.

 

Dios acompañaba el ejercicio de la autoridad de aquellos que se mostraron dóciles a su Voluntad.  Y, se felicitaba de haber encontrado resonancia en la acogida disciplinada que algunos reyes le dieron.

 

Los disciplinados recibían la bendición y el beneplácito del Señor que se enorgullecía de encontrar canales para llevar su Misericordia y entregarla directamente por medio de sus representantes.


Estos reyes excepcionales eran bañados de gozo por el Señor que los rodeaba de bendiciones sin interrupción.

 

La enseñanza del Salmo resplandece y está vigente para los que hacen la Voluntad del Padre Celestial. Y, refrendemos, cada uno es -desde el bautismo- sacerdote, profeta y rey.

 

Mt 20, 1-16

Es muy importante mirar la situación de las comunidades donde llegaban también no-judíos y se vinculan, entrando a formar parte de las comunidades del cristianismo naciente, mientras los primeros integrados originalmente eran judíos, como Jesús mismo lo era. Los que llegaron temprano a las comunidades eran judíos, y los que llegaron tarde, ya a la última hora, cercana la caída de la tarde y ya a la hora en que empezaba la puesta del sol, cuando la jornada se daba por terminada. Y, estos recién llegados, eran tratados con todas las prerrogativas que tenían los que habían “madrugado” a llegar y habían soportado el calor del día. A los madrugadores, esto les parecía injusto. Por ser los más antiguos ellos se consideraban los dueños naturales del mando y el gobierno y con la autoridad para decidir en nombre del Señor qué y cómo hacer al seno de la comunidad.

 


Jesús no quería que se empezara a dar una discriminación al interior de las comunidades de sus seguidores y nos lega esta parábola que suena casi disparatada.  ¿Cómo podían ganar lo mismo quienes habían estado sólo un rato? Era muy lógico que ellos, mejor conocedores de la Torah y desde siempre vinculados al culto judío, les dijeran qué hacer, y en qué creer.

 

La parábola no se puede tomar en el vacío a-histórico, es preciso contextualizarla, se tiene que poner como una plantilla sobre la realidad del cristianismo naciente, el que lideraban los discípulos que mañanearon a ir tras el Maestro. Esta plantilla ayuda a entender la dificultad de los cristianos provenientes del judaísmo y los cristianos que originariamente llamaron griegos, porque su lengua vehicular era el griego y no el hebreo.

 

Si se malinterpreta la parábola termina por desautorizar a los propios apóstoles. Todas estas dificultades y contradicciones son muy patentes al leer los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo y de los otros discípulos que nos han legado epístolas.

 

Lo que enseña la parábola fue definitivo para poner en pie de igualdad a los que provenían del judaísmo con los que provenían de la gentilidad, conscientes de que estas comunidades nacientes conllevaban esa mixtura.  Pero, se comprende y así se actuó, que los que eran cristianos de la primera generación y habían tenido contacto personal con Jesús, podían guiarlos y presidir las comunidades porque habían conocido de primera mano las enseñanzas de Jesús, y podían relatar con toda la fuerza de su testimonio, la experiencia cristiana y la médula de su doctrina.

 

La iglesia siempre ha reconocido la enorme valía de todo lo que proviene de quienes conocieron personalmente a Jesús. Igualmente se ha dado particular valía a los documentos legados por quienes conocieron a los Apóstoles y fueron instruidos en la fe por ellos.

 

¿Cuál es la paga en cuestión? ¡El amor de Dios! Siempre será valioso para entender la dimensión religiosa, que la Alianza con Dios, no es un asunto de horas de trabajo-vs-monto de dinero. Las relaciones de amorosas no se pueden plantear en términos pecuniarios. El amor no puede convertirse en cuestión de toma y daca, no es un intercambio de servicio ni de valores, aun cuando si podemos describirlo como una transacción de bienes espirituales, y por tanto no monetaria.

 

¿Cuánto pagará Dios? No podemos acudir a la secretaría del trabajo para demandarlo, como tampoco con la novia o esposa se puede recurrir a cierta oficina para solicitar una “mayor cantidad de amor” de su parte. Cómo podríamos tratar de constreñir a Dios para fijarle pautas a la cantidad de amor, proporcionales a, tomemos por caso, las horas pasadas rezando.


Inclusive, podríamos decir que depende totalmente de su arbitrio darnos el Amor que Él quiera, eso sí con la plena certeza que será Justo y Generoso, de tal manera que su respuesta amorosa se conformará a cabalidad con su Misericordia que es Infinita y a su Generosidad que es Ilimitada.

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