Dt
4,32-40
Este libro nació mucho
tiempo después de la situación histórica que en él encontramos (discurso de
Moisés antes de la entrada en la tierra Prometida), y tuvo un largo periodo de
formación.
Ivo Storniolo- Euclides
Martins Balancin
Pasamos
hoy al quinto Libro de la Biblia, el último del Pentateuco: Deuteronomio. Se
llama דְּבָרִים [Devarin]
en hebreo, “Estas son las palabras” así comienza este Libro. En griego se llama
Δευτερονόμιον [Deuteronomion], que
es el nombre que nosotros hemos heredado. Y, ¿cuál es el significado de esta
voz griega? “Segunda Ley”. Esta Legislación Deuteronomista confía en llevar al
pueblo por el buen camino, por la ruta de la precisión legal. Así que repasa
las Leyes anteriores y añade nuevas, procurando trasmitir el Amor y las Ternuras
Divinas, donde se inserta, por fin, ese perfil del Señor, que hasta ahora solo
se había mostrado poderoso y castigador. Se alcanza a percibir que está en la misma
tónica del Génesis, del Libro de los Salmos y del profeta Isaías.
El Deuteronomio puede segmentarse en seis porciones, como
sigue:
1) Capítulos
del 1-4: un discurso introductorio de Moisés. De este segmento leeremos hoy.
2) Caps.
5-11: Segundo discurso de Moisés.
3) Caps.
12-26; Leyes morales, judiciales políticas y civiles.
4) Caps.
27-28: La Alianza
5) Caps.
29-30: Último discurso de moisés.
6) Caps.
31-34: Despedida y muerte de Moisés
Las secciones 5 y 6, albergan el tercer discurso Mosáico,
29,1-33,29
En el reino de Judá, bajo el reinado de Josías, se produjo un
descubrimiento del "libro de la ley" en el templo, lo que desencadenó
una reforma religiosa. Este libro, que algunos identifican con el Deuteronomio,
contenía leyes y mandamientos que se convirtieron en la base de la reforma de
Josías. «La idea fundamental, que el Deuteronomio fue separado de la historia Deuteronomista
para que formase parte del Pentateuco, procede de Martin Noth y se admite
generalmente. También se acepta que el Pentateuco surge en su forma definitiva
en tiempos de Esdras (algunos autores incluso le atribuyen su redacción final)
y que, gracias a la autoridad imperial persa, fue admitido por judíos y
samaritanos» (José L. Sicre s.j.)
Nosotros vamos a leer 5 perícopas: hoy, mañana, el lunes, el
martes y el miércoles. Hoy del cap. 4; mañana y el lunes, de los caps. 6 y 10,
ambos de la segunda sección; y el martes y miércoles de los caps. 31-sobre la
comisión encargada a Josué- y 34 -donde se habla de la muerte y sepultura de
Moisés-, ambos de la 6ta y última sección.
El de hoy podría entenderse como un sumario del itinerario
cumplido por Moisés conduciendo la grey del Señor. Queremos anticipar que la
estructura focal de este Libro consta de tres partes: en Primer Discurso de
Moisés (vendría siendo el segundo), luego la parte legislativa, y luego -como pasa
con la música en la estructura sonata- volvemos sobre el primer tema: “un
Discurso de Moisés, donde se enfoca en los premios y castigos, en las bendiciones
y maldiciones, y luego concluye con una “coda”, la despedida y última voluntad,
“muerte y sepultura de Moisés”.
Téngase en cuenta -lo repetimos- que de esta forma se cierra
el Pentateuco.
Hoy Moisés les lleva a evaluar si la historia registra que
Dios haya obrado previamente, con esta Magnanimidad hacía algún otro pueblo:
Les hablo, y les hablo claro y directo, les hablo desde el fuego de su Amor y
sobrevivieron, los eligió, y fue decorándoles el camino con milagros y
prodigios, mostrando siempre su Brazo lleno de Poder.
Moisés les pone de presente las Maravillas obradas en Egipto,
les hace ver como las plagas fueron la punta de flecha que hirió a los
egipcios, obligándolos a abrirles paso, y Dios -con tantísimas Bondades
pro-judías- mostró su Unicidad, y, así, les hizo entender y les reveló que sólo
Él es Digno Señor y Dueño-Creador. Les reveló una Religión Monoteísta.
No se detuvo allí el Señor, generoso y Providente, fue
quitando a otras naciones -sin detenerse en su grandeza y riqueza- las
posesiones, que prefirió donarlas a Su Pueblo. Mostrando que Su Poder es el
Mayor, tanto arriba como aquí abajo. En síntesis, ante tanta Riqueza de
Regalos, nos corresponde guardar celosamente sus Preceptos, Él los ha puesto
para nuestro bien, para que pavimenten nuestros caminos de felicidad, los
nuestros y los de nuestras generaciones venideras. Así, nuestros días serán
duraderos y nuestro gozo permanente y heredable para trasmitirlos a nuestra
descendencia.
Sal
77(76), 12-13. 14-15. 16 y 21
El
pasado no es una materia más para el estudio, no es un venero de datos para
conformar otra disciplina científica de estudio; sería poco y vano. No se trata
de un amasijo de datos para atormentar la memoria y proporcionar sustancia a
los arrogantes que tienen buena memoria. En suma, la Sagrada Escritura no está
para envanecernos por el volumen de datos aprendidos.
Esta
historia que nos ocupa, la que relata el proceder de Dios con nosotros, tiene
su magnífica valía, en que opera como un vaticinio que nos explica que, si así
obró en el pasado, tenemos fundamento, más que sobrado, para confiar que
volverá a lucirse con su Magnánima Paternidad, y sacará la Cara por nosotros
nuevamente. Este salmo de súplica ruega eso, ¡Saca, Señor, Tu Brazo Poderoso,
nuevamente en nuestra defensa! ¡Obra con grandeza en favor nuestro!
¡No
te atrevas a dudar como el salmista -nos dice- que, piensa que -quizá Dios se
haya cansado- de revirar en auxilio nuestro!
Si hubo proezas, si Dios obró portentos, si Él actuó hazañas, no te conformes con ser un memorista que las apunta en su cuaderno, así como un paleontólogo colecciona especímenes extintos.
Si
alcanzas a comprender que no hay otros dioses, que Dios es Único, y su Grandeza
es Inconmensurable; date pues cuenta -que no es un dios-muerto- y, aguarda con
certeza que mostrará de nuevo Su Poder a los pueblos.
Si
Él estuvo disponible para Jacob y para José, para Moisés y para Aarón, no vayas
a pensar que eran hechos excepcionales que sucedían en algún mítico pasado.
¡Despierta, tontín! Su Brazo es Poderoso, está siempre velando sobre su amado
Rebaño: ¡Somos sus Ovejas y Él nuestro Pastor, de Amor Eterno!
Mt
16, 24-28
Releer el mesianismo no desde el trono y la corona, sino
desde la cruz
Existe
una manera manipuladora de hablar de Jesús mirando exclusivamente la
superficie. Mirarlo como si se tratara de la mantequilla que se embadurna sobre
una galleta o sobre una rebanada de pan. Reducirlo a una perspectiva
aleluyática y, hacer resonar un sonajero de un lado para llamar la atención en
esa única dirección para que, Jesús desaparezca del campo visual.
Si uno mira hacia un lado, se puede equivocar, si se conforma con mirar hacia el otro, también el error lo puede acorralar. Se requiere una mirada panorámica, una visión de conjunto, para entender que, si limito mi vida a lo material, si sólo me intereso en mí y en mis gustos y placeres, y no velo por mi alma; ¡ay de mí! Que peligros a diestra y a siniestra,
Tengo
que entender y atender la globalidad, para saber que la cruz es bi-dimensional,
que tengo que mirarte a Ti, pero también mirar a todos los pequeñuelos que te
trasparentan.
Se
puede intentar -con mucho estruendo- que la cruz quede descompuesta en un solo
travesaño, y escamotear de alguna manera, el otro (ni puro verticalismo, ni
puro horizontalismo): permanezcamos vigilantes: la cruz es siempre estipe y
patíbulo.
De
otro lado, están los que hablan de los dos maderos, pero eso sí, atendiendo a
una diferenciación tan extremadamente acentuada, que cada uno -tomado por
separado- logre hacer olvidar el otro.
Por
supuesto, debo tomar esa “cruz”, ese yugo liviano, y hacerme hermano. Si quiero
ir en pos tuya, tendré que aprender la sinodalidad, significa que no asciendo
solo, que si hay que mirar a la Altura del Tabor -y querer hacer Tres Cabañas-
pero no para quedarnos a vivir en ellas, allí vivirán Moisés y Elías, o quizá
las pueble la Trinidad; pero yo, he de estar disponible y presto para bajar junto
con Él e ir a proclamarle -inclusive- a las piedras, Su Reinado, porque -aún de
esas piedras sacará Dios, descendientes de Abrahán. Que Tu Reinado no se quede
en puro ruego a ver si, algún día, por fin, nos convertimos…
Esas
piedras duras y tozudas, son los hermanos que -llevando en vez de corazón una
piedra- se niegan a escucharte y a distinguir tu Santa Presencia; es a ellos a
quienes estamos llamados para hacerles un trasplante y reemplazarles su duro
corazón, por uno blando, de carne. Cuando no mire solo por la salvación de mi
corazón -pudiera ser que virtuoso- mire, además -por los que reclaman nuestra
pericia cardio-quirúrgica- para que lograremos salvar -de verdad- nuestra vida.
La
Iglesia es, sí, claro que sí, el reconocimiento de San Pedro de que ¡Jesús es
el Señor, el Ungido! ¡El Hijo de Dios Vivo! Pero, asumiendo que Pedro estaba
viendo solo la parcialidad y que, cuando Jesús le mostró la “globalidad”, él
exclamó: “¡Lejos de ti mi señor! ¡No te sucederá eso!
Los historiadores se han esforzado en acentuar que a los crucificados sólo se les obligaba a cargar con el patíbulo y que el estipe se encontraba ya “sembrado” en su lugar. En cambio, la iconografía siempre muestra a Jesús llevando los dos travesaños articulados. Que nos sirvan esas grafías para recordar los dos Mandamientos como nos lo mostró Jesús, formando unidad: Amar a Dios y al prójimo como a uno mismo.
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