Nm 12, 1-13
Moisés el más humilde de toda la tierra
Moisés se había casado con una cusita, es decir, con una
nor-africana, una etíope; según algunos era simplemente una manera peyorativa
de referirse a una madianita. La Ley prohibía los matrimonios con una pareja
que no fuera hebrea. Aquí encontraron buen pretexto para atacar a Moisés. Y
¿quiénes iban a la cabeza de la rebelión? Pues, como reza el adagio popular, no
hay cuña que más apriete que la del propio palo. Aarón y María, los hermanos,
encabezaban el alzamiento. Y, entre consigna y proclama intercalaban el
comentario que -al fin de cuentas- Moisés no era el único profeta y ellos
también habían profetizado. ¡Qué bonita familia si uno logra olvidarse de este
episodio!
Como está relatada la situación, María aparece como la que
lidera el alzamiento, y Aarón se limita a llevarle la cuerda. El énfasis del
cuestionamiento es que no sólo Moisés había actuado como portavoz del Señor,
sino que también ellos María y Aarón- había “profetizado. En Ex 15, 20 María es
llamada “profetisa”.
En la réplica del Señor a Aarón y María, subraya que mientras
Dios se manifestaba directamente, hablándole personalmente a Moisés, a ellos
-en cambio- les comunicaba por medio de visiones o sueños. La manera de decirlo
deja campo a connotar que tampoco eran ellos los únicos que recibían
comunicados de Dios para trasmitirlos.
Dios se enojó muchísimo con este incidente, los llamó a la
entrada de la Tienda del Encuentro y allí, les pidió cuentas y se encendió en
ira. Cuando la Nube de la Presencia se retiró, María tenía la piel blanquecina;
¡ahí sí! Aarón fue a pedirle cacao” a su hermano menor, reconociendo que habían
obrado con extremado desatino y Moisés, que no tenía ni pizca de arrogancia y
menos de rencor, rogó a YHWH por ella, pidiéndole que la curara. La
benevolencia que mostró Moisés al no guardar rencor contra María, parece ser el
elemento demostrativo de la enorme “humildad” que se le atribuye a Moisés en
esta perícopa.
Reconoce Aarón, en medio de su suplica a favor de María, que
las habladurías que habían urdido contra Moisés constituían un חַטָּאָה [chata´ah]
“pecado”, “delito”. Aarón los justifica, presentándolo como una יָאַל [yaal] “tontada”, “un acto cometido a la loca”, “algo dicho
por labios de un boquiflojo”.
Ya nos habría de advertir Jesús: Los enemigos del hombre saldrán
de su propia parentela, y serán los enemigos más recalcitrantes. (Cfr. Mt 10,
36)
Sal 51(50), 3-4. 5-6b. 6c-7. 12-13
Hemos dicho que Dios en la Entrada de la Tienda del
Encuentro, ardió de ira y castigó a María dándole como herencia la lepra. ¡Muy
merecido castigo! Exclamaran muchos.
Este salmo -de súplica- nos pone a reflexionar. ¿Será Dios,
un papá malhumorado, de esos que reparten fuete a diestra y siniestra? y que,
tiene colgado un cable muy grueso, en una puntilla en el marco de la puerta de
la entrada para vapulear a sus críos ante la menor queja.
Históricamente hablando, hubo una escuela de la paternidad,
de la educación por el sadismo y donde las más sonadas características de un
buen castigo, aspiraban a lograr el llanto y el derramamiento de sangre. Entre
las víctimas de esa tradición, abundan los que proponen la continuidad de
aquellas torturas, que los niños aprendían para propinarlas a sus amiguitos más
pequeños o a sus propios hermanitos. Los partidarios de estas pautas
“formativas” sacan pecho para defenderlas argumentando que ellos no se
traumatizaron y que gracias a tales agresiones son rectos, correctos y
honestos.
¡Hoy sabemos que Dios no pertenece a esta calaña! Hoy sabemos
que el Corazón de Dios no solamente es el Sagrado Corazón de Jesús, sino que
es, además, “El Señor de la Misericordia”. La suplica del salmo está contenida
en los versos 12-13, y se puede resumir leyendo estos dos versos:
Oh, Dios, crea en mi un
corazón puro,
renuévame por dentro
con espíritu firme.
No me arrojes lejos de
tu rostro,
no me quites tu Santo
Espíritu.
Mt
14, 22-36
¡En ti confío!
Jesús dio de comer a cinco mil hombres con mujeres y niños
partiendo de cinco panes y dos peces. Según San Mateo, en su Evangelio, Jesús εὐθέως
[eudeos] “inmediatamente”, o sea, “directamente”,
con ninguna mediación temporal, casi dijéramos súbitamente, como si tuviera
mucho afán -que es lo que connota el verbo que se usó aquí: ἠνάγκασεν [enankasen] “los
apremió”, para que subieran a su barca y se dirigieran al otro lado del lago.
Quería Jesús como “cambiar de tema”, introduce una ruptura para que, tanto las
gentes que habían salido tras Él, buscándolo y atentos a escucharlo, así como
los Discípulos, tomaran distancia de la multiplicación de los panes y
pudieran captar qué fue lo que realmente sucedió, para que pudieran leer el
signo, para que escrutaran el lenguaje que Dios les habló. Porque -y perdonen
aquí la alusión tan prosaica- no era un reparto de tamales en plena campaña
electoral. Era una enseñanza, era una Cena Pascual, era un Banquete con su
liturgia, era una entrada al Dialogo con la Divinidad, puesta allí, en un
momento histórico, en el que Jesús enhebró toda la historia del pueblo de
Israel, les dio el pan que sacia el hambre, y luego, guardó un reverente
silencio para que cada quien se preguntara: ¿Qué es esto? (Que en lengua hebrea
es maná)
Se trataba de levantar los ojos al Cielo, de despegarse de la materialidad del suceso, para ser capaces de elevarse del estómago al Infinito, y ver, detrás del alimento, al Pastor que los alimentaba, a la Columna de Fuego que los lideraba en la oscuridad de la noche en el Desierto Sinaítico rumbo a la Tierra Prometida, a la Columna de Nube que llenaba le Tienda del Encuentro cuando eran convocados a ser Asamblea Cultual; en fin, a hacerse Congregación Eucarística con piadosa reverencia ante la Presencia Fiel que habitaba -continuamente- en medio de ellos.
El cuadro situacional es el siguiente:
a) La
gente se había saciado
b) Jesús
urgió a sus discípulos que se fueran y les puso una cita en la otra orilla.
c) Él,
por su parte, se puso a despachar a la gente
d) Subió
al Monte y se puso a orar a solas
e) Se
quedó solo en el Monte.
f) Para
ese entonces, la barca ya iba muy lejos de la orilla
g) ¿En
qué condiciones? Sacudida por las olas, por el viento “contrario”
Cuando las cosas no salen precisamente bien, podemos decir
que “el viento es contrario”.
En ese marco, Jesús echa a andar todo un proceso:
a) A
la cuarta vela, Jesús se les acercó caminando sobre el agua.
b) Su
reacción fue asustarse
c) Como
nadie puede caminar sobre el agua, dieron una explicación sobrenatural el
hecho: se trataba de un “fantasma”
d) ¡Pero
no! Él les explica que su Divinidad le permite hacer eso y se les identifica
“Soy yo”, exactamente el Nombre que Dios le había dado a Moisés desde la Zarza
cuando le pidió decirle su Nombre.
e) Le
dice Pedro, si es cierto, dame la orden de caminar sobre el agua.
f) Y
Jesús se lo otorgó: le dijo. “Ven”.
g) Al
constatar que el Viento en contra era muy fuerte titubeó y empezó a hundirse
h) Le
pide a Jesús que lo auxilie
i) Jesús
le tendió la Mano
j) Del
hecho de haber incurrido en la “duda”, por haber flaqueado”, Jesús lo
recrimina, “Hombre de poca fe, ¿Por qué has dudado?”
k) Cambia
la situación, en la Barca (¿en la Iglesia?), ya no hay peligro, estando dentro,
con la Comunidad no hay peligro
l) Se
postraron, gesto rotundo de adoración
m) Y
hacen su Confesión de fe: “realmente eres el Hijo de Dios”
n) Se
da inicio a otro cuadro, llegan a Genesaret y apenas lo reconocen se riega el
pregón
o) Trajeron
a todos los enfermos
p) Pedían
permiso para tocarle, aunque fuera, el borde del Manto.
q) Y
cuantos lo tocaban, quedaban sanados.
Hay cierta lentitud del corazón que no nos deja enderezar.
¡No que seamos contumazmente malos, ¡No! ¡Nada de eso! Es que el proceso
espiritual continuaba, Jesús lo sabía, y -justamente durante aquel “retiro
espiritual” viene Jesús -nuevamente Columna de Nube- a llenar la Tienda del
Encuentro, se aproxima a la Barca (signo de la Iglesia), en la que navegan los
que se han hecho comunidad discipular, y el “mediador”, uno que habla a nombre
de ellos, tomó la palabra y le pidió, concédeme obrar prodigios, como Tú lo
haces. Y Jesús, que precisamente ha venido a compartirnos su Poder, le responde
“¡Ven!”.
En este ven hay una generosidad sorprendente, desconcertante.
Uno conoce los que creen tener el monopolio de Dios y esos tale, ponen un cerco
de distancia, rehúsan compartir su “amistad” con Jesús, lo tiene para ellos
solos, la actitud general es Dios me lo dio por mis muchos méritos, ni más
faltaba que usted fuera a recibir parte de ellos… quizás dentro de mil años.
Para la actitud de Jesús es muy otra: Venga, usted puede hacer lo mismo,
simplemente bájese de la barca, y hágalo, camine con plena convicción. Dios no
llama para armar cohorte, no organiza un sequito de sirvientes que le lleven la
cola de la capa. No quiere tener unos que lo abaniquen y otros que le pongan
las uvas en los labios. Sencillamente, la mies es mucho, entonces, ¡convoca!
Compañeros (los que comen del mismo pan), mejor aún, ¡amigos! (proviene del
latín "amicus", que a su vez deriva del verbo
"amare", que significa "amar", entonces, un amigo es
alguien a quien se ama, a quien se está unido por afecto., amigo significa “el
que es amado” (Cfr. Jn 15,15).
Jesús -que había estado, en el Monte-Oracional, hablando con
su Padre, vuelve a ellos para levantarlos a otro nivel de seguimiento, de mayor
madurez. Pero una vez Pedro tiene entre sus manos el “certificado de promoción
al nivel siguiente”, se asusta, alcanza a vislumbrar que va a pasar del nivel
de los que miran, al nivel de los que tiene que manejar el bisturí e intervenir
quirúrgicamente. Tendrá que asumir cierta autonomía, tendrá que “operar” en
ausencia (por así decirlo), o con mayor precisión, sin la supervisión directa,
ya de su Instructor, que no va a estar dirigiéndolo y diciéndole el “paso a
paso”; y por eso trastrabilla.
El viento le golpea en la cara, y ulula en sus oídos, llega a
él, como un murmullo de voces que le reclaman por las ollas de pescado y
pepinos y melones y flaquea, se asusta. Nos llega a la mente que -según tenemos
entendido- después de que un Papa es elegido, es llevado a una sala -llamada
Capilla de las lágrimas- para revestirse con la sotana blanca. Y, nos
preguntamos sí tal vez esas mismas lágrimas derramó Pedro, cuando -en su
flaqueza- sintió que se hundía: Κύριε, σῶσόν με. [Kyrie, soson me]
“Señor sálvame” (Mt 14, 30d). Es el momento de voltear la mirada en dirección
al Crucifijo y fijarnos que Jesús está pronto a socorrernos, que Él siempre
tiene -no un brazo, sino ambos- extendidos, en todo momento dispuesto a
socorrernos.
No vayamos a pensar que esta es una situación exclusivamente Papal; en realidad todos, y a veces con mucha frecuencia, nos sentimos invitados con el “Ven”, y también, porque somos conscientes de nuestra fragilidad, “tartamudeamos” como Moisés, y quizás se deslicen por nuestras mejillas los lubricantes de nuestra flaqueza. Así es, no basta la fe, imploremos para que Dios la fortalezca, para que cada vez sea más densa y más sólida; y seamos capaces de pasar el nivel siguiente, al de la plenitud en la Confianza. Sin falsos pudores gritemos: “Señor sálvame”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario