Nm
20, 1-13
Si
ayer no hubiera caído la Fiesta de la Trasfiguración, habríamos leído una
perícopa formada por tres versículos del capítulo 13; y once versículos
saltados del capítulo 14 de Números, dónde nos habríamos dado cuenta cómo los temores congelan la fe y nos inmovilizan. Todo se
detonó porque Moisés envió una avanzada de 12 exploradores a mirar cómo era la
tierra donde se disponían a entrar, y las noticias que trajeron estos “espías” -excepto
dos de ellos Caleb y Josué- eran desalentadoras e hicieron mella en la entereza
del pueblo mostrando su lado flaco y su desconfianza en el Señor.
Hoy la Comunidad de peregrinantes llega al desierto de Sin -al
noroeste del desierto de Parán (o Farán) y se instalaron en el oasis de Cadés.
Fue allí donde murió María y quedó enterrada.
Como les hizo falta el agua, las emprendieron contra Moisés y
Aarón. Les reprochaban haberlos llevado a un sitio donde no había grano, ni
higos, ni uvas, ni granadas, y donde escaseaba tanto el agua.
Viéndose ante tanta penuria, Moisés y Aarón fueron a
postrarse ante la Tienda del Encuentro y el Señor -con su sorprendente cuidado
y dulce ternura- se les Presentó: Bastaría con golpear la roca y, al primer
golpe, el agua manaría generosa.
La vara, o cayado, prodigioso estaba en el Sancta Sanctorum,
junto con las Tablas de la Ley y el Tazón de Maná. Moisés fue y, la tomó en
préstamo, según el mandato recibido. Congregaron al pueblo junto a la Roca y
procedieron según el encargo dado por el Señor.
Hubo, empero, un detalle que no agradó al Señor y lo airó lo
suficiente: fue que Moisés hubiera golpeado la roca por dos veces.
Fue precisamente este detallito, el que hizo que Moisés no
fuera digno de poner su pie en la tierra Prometida. Y hubiera muerto justo al
borde de su entrada. Otros rabinos son de la opinión que Moisés no pudo entrar
en tierra de promisión porque se puso del lado de los rebeldes murmuradores y
se solidarizó con su quejúmbrela, sumándose de este modo a la desobediencia de
su pueblo.
Podría haber otra lectura para esta prohibición a Moisés dada
por YHWH, impidiéndole entrar deshonrándolo delante de los Israelitas: Dios le había ordenado a Moisés y Aarón que
hablaran a la Roca no que la golpeara; pero, en vez de eso, Moisés increpó a la
gente.
Esta roca está ubicada en el inolvidable sitio llamado מְרִיבָ֔ה [Meribah] “Meribá”, “lugar donde contendieron”, “sitio de la
disputa”, “donde entraron en rencilla”, “puesto del reclamo”, se ha llegado a
traducir por “sitio donde los hijos de Israel disputaron con el Señor”, la
palabra “disputa”, “contender” en hebreo es רָב֥וּ
[rib] “riñeron”, “contendieron”; porque esta fue una “controversia” que quebrantó la
Alianza, disgusto tan serio que indispuso a los enamorados Dios-y-su pueblo. Mientras
Él hizo gala de su Fidelidad a la Alianza. Ser Fiel es su manera de demostrar
que es Santo. Su Sanidad expresa un Amor que no tiene reversa. ¡Inquebrantable!
Con este episodio concluimos nuestra muy breve exploración al
Libro de los Números. Una cita, para dar cierre y a la vez dejar sentada la
importancia de este Libro, el cuarto de la Torah: «En este Libro, la marcha se
trasforma en una caminata majestuosa, organizada, de todo el pueblo, como una
procesión o un ejército. Todas las tribus de Israel están presentes, formando
los escuadrones de Dios, cada una con su estandarte y avanzando en rigurosa
formación. En el centro va el Arca de la Alianza». (Ivo Storniolo – Euclides
Martins Balancin) Seis tribus iban delante y seis detrás.
Esta imagen puede ponerse como antecedente de nuestras
procesiones.
Sal
95(94), 1-2. 6-7c. 7d-9
No endurezcáis el corazón como en Meribá
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a
prueba
y dudaron de mí, aunque había visto mis
obras.
La
relación de una Alianza es una relación de aceptación, de acogida, de
paciencia, de lealtad. Podemos hablar de unas condiciones y de un ambiente
propicio a una alianza. La Alianza presenta requisitos de parte y parte, no se
da en el vacío. Por el contrario, si hay fuerzas en tensión, mutua
desconfianza, si sometemos a la duda lo que dice el potencial aliado, la sombra
se apodera del ambiente y la desconfianza lo nubla todo: la incomunicación
entonces se da como el fruto obvio que aleja y separa. ¿Qué pasa si reaccionamos
poniendo a prueba o querellando con el otro? Dios constata que lo que da su
pueblo es מַ֝סָּ֗ה [Mahsah] “Masá”, “prueba”; מְרִיבָה [meribah] “rencilla”.
¡No
puede iniciarse con el pie izquierdo! La propuesta es acoger al otro con
cordialidad, con canticos de encomio y reconocimiento; y, si vemos que el
Aliado va a fortalecernos, a asegurarnos, a salvarnos, pues, anticipemos los vítores
porque el Aliado será como la roca tras la cual podremos guarecernos de la
lluvia de flechas.
Basta
con pisar la entrada, para favorecer la Alianza, adoptemos una pose suplicante,
como en actitud de rogativa. Con mayor razón aún, si nuestro aliado va a ser
Dios: reconozcámoslo como Creador; El punto de partida es saber que Él es nuestro
Dios; y, nosotros su pueblo, ¡somos como las ovejitas de su rebaño querido, muy
querido!
Pero uno puede tratar de entrar con otra actitud: con los sentimientos amordazados, con las emociones adversas, con el desprecio de la voz del “Amado”, con la voluntad contraria y con un ánimo contrariante: ese es el pecado, el “endurecimiento del corazón”. Ese pecado es el mismo con el que nuestros padres rompieron la Alianza, pusieron a Dios bajo duda, quisieron maniatarlo con su desconfianza, derramaron entredicho por todo el piso interesados en lograr que Dios se resbalara en ella.
Masá
y Meribá son los puntos de recordación geográfica donde quedaron como tótem de
recordación que aceptamos a Dios con entrega, con disponibilidad con toda
apertura; sin desconfiar de Él para nada. Señor, te lo rogamos, infunde en
nuestros corazones la certeza de la fe. ¡En Ti creemos!
¡No
nos atrevamos a reñirle a Dios!
Mt
16, 13-23
La comunidad de Jesús,
su Iglesia, está ya formada. Por tanto, en adelante es ella la que lo confiesa,
pero es también la que lo tienta, la que lo abandonará, durante la pasión, y la
que terminará adorándolo la mañana de la Pascua, antes de ser enviada al mundo
entero.
P. Le Poittevin –
Ettiene Charpentier
El
bloque del Evangelio de San Mateo que va de 13,53 hasta 17,27 nos va relatando
diversos hechos de Jesús. Dentro de este bloque, nos encontramos una sección
que narra los viajes de Jesús por diversas regiones (14,1-20,34).
Buscando la ordenación interna de este Evangelio, podríamos precisar en esta zona, un bloque narrativo que se puede entender como el surgimiento de un “nuevo pueblo” que se aglutina y va ganando la impronta de la acción de Jesús (13, 53-18,35). Y, allí, nos encontramos y podemos identificar un segmento discipular: (13,53-17,27) que deja traslucir una paulatina difuminación del pueblo de la Antigua Alianza y la consolidación del Nuevo. La perícopa de hoy, proviene del segmento 13,53-16,12 girando en torno a la temática de la “Confesión de Pedro”. «… Las gentes desaparecerán prácticamente hasta la pasión, cuando los adversarios de Jesús logren que se vuelvan contra Él. En adelante, Jesús solo tiene que enfrentarse con sus adversarios y dedica sobre todo su actividad a la enseñanza de los discípulos. El grupo de estos se va afirmando y “comprendiendo”. En su seno empieza a destacar Pedro que, en nombre de todos, proclama: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo”». (P. Le Poittevin – Ettiene Charpentier).
El
marco espacial es Cesarea de Filipo, no tratar de confundirla con la hermosa
ciudad de Cesarea sobre la costa mediterránea; esta otra Cesarea, está en la
parte del Mar de Galilea, es una región sometida a Roma, y eminentemente
pagana. No es ni el más lógico ni el más proclive marco circunstancial para
hablar de la identidad de Jesús. Sin embargo, y esto es inherente al marco
geográfico que Jesús escoge para dilucidar que viene a representar Él para la
gente y para sus más cercanos. Pero, al fin de cuentas, Él no se propone para
un pueblo selecto sino para el mundo entero.
Mirando
hacia el decir de la gente, Jesús era algún “profeta”. Los profetas -desde
Malaquías- se habían silenciado. Pero esperaban ansiosamente que Dios les
volviera a hablar por medio de ellos. Sin embargo, ese parecer, no lo emparentaba
con la gran corriente profética. Jesús era visto como un profeta menor, aun
cuando la respuesta de sus discípulos lo pone en la fila de los hitos del
profetismo.
No
podemos ignorar la “respuesta” de Pedro que consta de dos partes:
i.
Jesús es el Mesías
ii.
Pero el Mesías guerrero, poderoso, libertador del
imperialismo romano
Esta
segunda parte de la respuesta es rotundamente rechazada por Jesús. Jesús ha
aclarado para ellos que Él es otra clase de Mesías, uno que
a) Tenía que ir a
Jerusalén a padecer mucho
b) Que sus
torturadores serían los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, los
mismos que se encargaban dela coronación del Mesías
c) Que tenía que “ser
ejecutado”
d) Y, solo después de
todo eso, resucitaría.
En
ese preciso momento, Pedro le dice: ¡No, así no juego! El Mesías que tengo en
mi pensamiento es uno triunfal, que reina entre honores y se mueve entre
aclamaciones, en fin, un Mesías proclamado al son de trompetas (Shofarin).
Jesús
revira expresándole que está muy equivocado. Qué desde esa perspectiva, él
viene a representar no un apoyo, no el Mayordomo de su Reino, sino un Σατανᾶ [Satana] Satán. Este concepto de Satán
está especialmente desarrollado en el Libro de Job, donde se encarga de poner a
prueba la fe de Job. Quiere demostrar que Job no está firme en su fe, sino que
parece firme porque todo le ha salido bien, le dice a Dios que le quite todo y
ahí sí se vería cual era la clase de fe que le profesaba. Se le tiene por una metáfora de
«inclinación al mal».
Pero para nosotros los católicos, ha venido a
ser el Maligno. No es pequeño el retroceso de Pedro, que parecía tener la
imagen muy clara. Ahora, viene a saber que debe pasar por una profunda metanoia
para poder llegar a captar, qué clase de Mesías es Jesús.
Esta perícopa no es una mera anécdota. Nos
parece que está aquí para indicarnos que muchas veces, también estamos en ese
ángulo, de una falsa concepción del Mesianismo. «Conocer a Cristo no es un fenómeno
repentino, de la noche a la mañana. Así como en las madrugadas va saliendo el
sol, poco a poco la luz y el calor lo inundan todo, pero todavía queda algo de
oscuridad, algo así pasa con descubrir a Cristo»
«Todo
el bloque de Mt 18-28 se centra en la presentación de Jesús no como un Mesías
triunfante que llega a Jerusalén esperando los aplausos para tomarse el poder,
sino como un Mesías cargado de sufrimiento y que terminará en la cruz». (Centro
Bíblico Verbo Divino)
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