Dt 31, 1-8
Hemos
pasado al sexto y último segmento en los que hemos subdividido el Libro del
Deuteronomio para su estudio: donde se registran la despedida y muerte de
Moisés.
La
Voz de Dios -llegados a esta altura de la historia de Moisés- resuena en su
conciencia, haciéndolo consciente de dos aspectos:
i)
Su vida está llegando a su fin.
ii)
Sabe que no está destinado a entrar en la Tierra de
Promisión
Esta
claridad de consciencia le implica, también, dos cosas
1) Levantarle la moral
a su pueblo y hacerles ver que tienen las facultades para asumir el siguiente
paso de su “realidad”: Conquistar sin temores ni melindres la Tierra que les
había Prometido.
2) Que alguien será
puesto -en lugar suyo- para ir llevando la bandera y coordinando las acciones,
para que el pueblo elegido tome posesión y lleve a cabo todo lo que Dios ha
inculcado al pueblo de su elección: a sus preferidos.
Entender
que Dios les allanará el camino y que pondrá aquellas tierras y naciones como
cumplimiento de Su Oferta, dependerá de tres factores, que de alguna manera
parecen ser tres nombres para la misma cualidad: La Confianza en el Señor
1) Fortaleza
2) Valentía
3) Ausencia de
cualquier miedo, o sea “cero-cobardía”.
Todo
esto en razón de la Fidelidad Divina: Dios no se apartará de su lado. Él
seguirá siendo su Protector; la Columna de Fuego y la Nube Protectora no los
abandonará. Esta convicción doble se cumplirá:
1) הַהֹלֵ֣ךְ
[jajolek] “irá contigo”
2) No
los descuidará, no la dejará desprotegido, la expresión hebrea es יַרְפְּךָ֖ [rafáh]
“fallarle”; o sea que Dios no fallará.
En cuanto al liderazgo, como Dios es un Dios Responsable y
Provisorio, les provee un nuevo líder: designa por boca del propio Moisés a
Josué, a quien ya conocíamos, que junto con Caleb fueron de los comisionados
para adelantarse a explorar la tierra prometida y -mientras todos los demás
sólo vieron pesimismo, Josué y Caleb, vieron allí el potencial de llegar a ser
“cumplimiento de las “Promesas”.
Esta trasmisión de Mando, revela nuevamente y con grandes
luces que Dios seguirá ejerciendo su Paternidad sin descuidar a su redil. Nos
llama a iluminar nuestras existencias con esa luz de confianza que dimana del
Sol de nuestra existencia; cuando se dice Sol, se subraya que Dios alumbra “todos
los días”, si bien cada día tiene su momento de descanso significado en la
noche. Bien que esta historia nos revela que tampoco en la noche el Señor nos
desampara, así fue como también en la noche contamos con la Columna de Fuego
que derrotaba la frialdad intensa de la noche en la estepa.
El propio nombre del nuevo “líder” es muy
significativo יְהוֹשֻׁעַ [Yehoshua] “Josué” que traduce
“Yahweh salva”. A él le fue dado “pasar el Jordán”; en el Nuevo Testamento,
será también Jesús, Nombre sobre todo nombre, el líder que nos conducirá en la
conquista de la tierra Prometida. Yeshua, “Jesús” deriva de Josué, de tal modo,
Josué prefigura a Jesucristo en su Misión de ser Yahweh actuando para nuestra
Salvación.
Sal
Dt 32, 3-4a. 7. 8. 9 y 12
Este
fragmento lirico que aplicamos hoy a manera de salmo, está tomado del
Deuteronomio.
En los versos 9-13, del capítulo 31, después de la perícopa que acabamos de leer, viene una perícopa donde Moisés -en el año jubilar- ratifica el tema del perdón de deudas; estipulando que este perdón se dará periódicamente cada siete años. Y, se celebrará con ocasión del festejo de Sucot (Fiesta de las Enramadas, o de los Tabernáculos, o de las Chozas, o de las Cabañas), recordemos que aludía a la protección de Dios a los israelitas durante su estancia de 40 años en el desierto después del Éxodo. Los judíos construyen cabañas temporales (sucot) para comer y dormir en ellas, simbolizando la fragilidad de la vida y la dependencia de Dios.
Luego, sigue otra perícopa de 16 versículos
que abarca los versos 14-39, donde Dios instruye tanto a Moisés como a Josué,
Dios les anuncia que el pueblo va a sucumbir a la idolatría de los pueblos que
habitaban en aquella región, donde llegaron a vivir; en esta perícopa, les
ordena y les inspira para componer un cantico dirigido a todo el pueblo. Una
vez escrito el cantico, Dios le ordenó a Moisés entregárselo a los Levitas para
dejarlo al lado del Arca de la Alianza como testimonio contra ellos -en
Nehemías 8,1, se describe cómo Esdras presenta el Libro de la Ley de Moisés
ante la asamblea, incluyendo hombres, mujeres y todos los que podían entender.
Este acto marcó un momento significativo en la restauración espiritual de
Jerusalén, donde se leyó y explicó la ley para que el pueblo pudiera
comprenderla y obedecerla- pueblo que Dios calificó de pueblo rebelde y
testarudo.
El verso 30 del capítulo 31, ya pertenece a
la siguiente perícopa, y nos adentra en el capítulo 32, que contiene el Cantico
de Moisés. En Dt 31,30 – 32,43 dice que Moisés hablo y pronuncio el Cantico
ante toda la קְהַ֣ל
[qahal] “Asamblea”, “Congregación”, “Multitud”, “Concurrencia”, palabra que no
manifiesta un “estar allí”, sino un “ensamblaje”, una “articulación”, una
verdadera “comunión”, una reunión animada por un espíritu “sinodal”, “un pueblo
con un solo corazón y una sola alma”.
Tiene unos rasgos característicos que son los
que subraya hoy el salmo responsorial:
1) Proclaman el Nombre
Santísimo
2) Reconocen en Él, la
Roca fundamental.
3) Buscan en la
historia vivida su identidad de pueblo
4) Reconoce a Dios
como El que trazó las fronteras entre las Naciones.
5) Fue Dios solo, sin
la intervención de ninguna deidad de otro pueblo, El que eligió al pueblo
Israelita como pueblo de su heredad.
Por
lo tanto, el versículo responsorial señala como médula de nuestra identidad que
el Señor al Elegirnos hizo de nosotros el lote de su herencia. Somos el pueblo
elegido porque Dios nos reclamó para Sí.
Muy
estratégicamente, el Libro será encontrado unos 830 años después, al regresar
de la deportación a Babilonia, eventos que ocurrieron hacia mediados del siglo
V a.C., entre 455 a.C. y 433 a.C. y los
hechos narrados en el final del Deuteronomio, se estima que ocurrieron en el
1271 a. C.
Regresemos al Deuteronomio. Concluido el cántico, hay aún otra breve perícopa del capítulo 32, que abarca los versículos 44-52, donde se registran:
a) Las últimas
instrucciones de Moisés, ante el pueblo y, en particular, dirigidas a Josué.
b) Y, desde la
distancia, Dios le permite a Moisés, ver la tierra Prometida, lo que se relata
en 32, 48-58.
Sobre
este asunto, se reiterará en la perícopa de mañana. Mañana, la Primera Lectura,
examinará la totalidad del capítulo 34 -capítulo último- de este Libro.
Mt
18, 1-5. 10. 12-14
Los niños son paradigma de Confianza en el Señor
Un niño tiene las manos
pequeñas. Todo le queda grande, todo lo sobrepasa, en todas las sillas sus pies
quedan colgando. Pero es feliz, aunque no tenga control sobre todo. Más aún: su
felicidad consiste en que no puede controlarlo todo. El niño vive para recibir,
para descubrir, para sorprenderse.
Papa Francisco
Los
“discípulos” -y eso pasa tan frecuentemente porque el Maligno lo inculca en nuestro
medio ambiente, el sentido de la competencia, que es un producto de tipo
importación, no se da aquí, sino que el Malo lo importa y lo ha aclimatado-
están obsesionados por saber “quién es el mayor del Reino”. ¿A quién van a
poner por encima de los otros? (Bien que una noble emulación es adecuada al
desarrollo y crecimiento de los talentos y mejora de las propias habilidades
con las que Dios nos ha dotado a todos; esta no ha de entenderse como un caldo
de cultivo hacia la opresión y como un ansia desmedida de poder, sino como el
desvelo por llevar nuestras propias dotes a su más alto grado, para la
Gloria-de-El-que-nos-las-ha-dado).
¿Qué
les contesta el Señor? La respuesta es un παιδίον [paidion] “un niño en edad de estar en la escuela primaria”;
con mucha frecuencia se ha dicho que los más marginales de aquellas sociedades
eran, junto con los niños, las mujeres, los ancianos, las viudas, los
extranjeros y los “impuros”. Aquí, niño significa indefenso, dependiente,
despreciado. Pero también, confiado, en particular de sus padres, que él sabe,
velaran por todas sus necesidades hasta llevarlo a la independencia del joven
autosuficiente.
Jesús nos propone asumir esa actitud, fiarnos del Padre
Celestial, dejar que Abba se ocupe, ser enteramente confiados, no vayamos a
pensar que vagos, indolentes y entregados a procrastinar, divertirse y jugar, que aquellos
niños tenían que colaborar, a la medida de su edad con las responsabilidades
que se les entregaban, pero no tenían que soportar las presiones del pago de
impuestos y de ver por la manutención de su familia.
Si uno es capaz de asumir esa “dependencia” de la Mano de
Dios, ha cogido el Reino a dos manos; por el contrario, si por a, b o c
circunstancia, pierdes ese atributo de “segura-dependencia”, entonces habrás
franqueado el umbral de las preocupaciones, los desvelos y la infelicidad.
Pues bien, los discípulos cuando saben asumir su dependencia
a la vez que su responsabilidad de hijos, junto con el respeto que los Mandamientos
piden para todos respecto de sus padres, entonces, cada persona del grupo,
asumirá su padrinazgo llegada la situación de que su Padre no lo pudiera
proteger. A esos que velarán por sus “discípulos”, para que estén seguros, bajo
la paternal protección del Cielo, Jesús les ofrece, que será como si ese bien
que les hacen, lo hicieran con Él mismo.
Pasa Jesús a una segunda comparación, con la misma temática:
Él vela por sus “niños” como un Pastor vela con todo denuedo favoreciendo a sus
ovejas. Los desvelos del Pastor son tales que cuida de todas y de cada una, sin
negarle a ninguna su salvaguarda. Y les dice que, si una cualquiera de su
rebaño fuera amenazada por el más leve peligro, él saldría en su defensa, descuidando,
brevemente a las otras de su grey -pero porque su seguridad está garantizada,
resguardada- para acudir presuroso a defender a la que está en riesgo. Quiere
decir que todas y cada una merecen el cuidado, pero la que se ha desgajado de
su grey y se ha puesto en riesgo, esa es la que está en turno de ser salvada,
redimida de todo peligro
¡Ni uno solo de los que le confió el Padre se perderá! (Cfr. Jn 17, 12) ¡Él será el Fiel Pastor por toda la Eternidad!
Este desvelo por la oveja amenazada es lo que en el lenguaje
técnico de nuestros estudios hemos llamado “opción preferencial”; nunca porque
no ame a las otras o las ame menos, sino porque los colmillos del lobo se
ciernen sobre sus gargantas. Es la situación angustiosa que se presenta la que
activa la “preferencialidad” hasta que las justas relaciones se restablezcan y
sea puesta bajo el cobijo de todo el rebaño.
El Padre Celestial no quiere permitir que ninguna ovejita sufra
el desamparo: y los pequeñines, los más desvalidos, son su desvelo.
Pensemos
en tantos “pequeños” que forman parte de nuestras sociedades y a quienes Dios
dirige una atención especial: drogadictos, prostitutas, presos, desplazados,
indigentes y tantos otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario