Jc 2, 11-19
Mientras Josué es un
Libro constante de victorias hasta el punto de conquistar 7 naciones en 7 años,
Jueces es un Libro de derrotas, en el que se habla de 7 apostasías, 7
opresiones y 7 liberaciones.
José Miguel Miranda
Esta
semana, de lunes a jueves, haremos una breve visita a este Libro de los Jueces,
dedicaremos el viernes, una sesión, al Libro de Rut -en la Primera Lectura-
porque es lo que prevé la liturgia para la celebración de Santa María Reina¸ para
luego, abandonar el Antiguo Testamento; el sábado, empezaremos a estudiar las
“Epístolas”, con un texto de la Primera a los Corintios -que es el texto
previsto en la liturgia para celebrar la fiesta de Santa Rosa de Lima-;
seguiremos trabajando las Epístolas hasta finales de septiembre, en la Vigésimo
quinta semana del tiempo ordinario, cuando retornaremos al A.T. y trabajaremos
a Esdras y a los profetas.
Leer
el Libro de los Jueces es darse cuenta que Dios tuvo que mostrar la “piedra
testimonial” muchas veces. Y de tanto trasegar con ella, del Santuario al
Tribunal, y viceversa, la piedra se descascaró. Pero esto no se puede entender
de forma maniquea. Cuando Dios hace Alianza, no la hace pensando en el
“castigo”, la hace para perseverar en la fidelidad a la Alianza. Y crea, cada
vez un “Nuevo Camino”, abre una “Nueva Puerta”, no se dará por Vencido, porque Él
Creó con una Proyección Exitosa, muy a pesar de nuestros tantos descalabros.
Dios no se puede capturar en el dilema “premio-vs-castigo”, “Cielo o infierno”.
No aceleremos nuestras declaratorias del “fracaso de Dios”, sino, Glorifiquemos
su Paciencia-Tenaz para con nosotros, porque Él es Salvador, como nos lo
muestra su Hijo.
El
libro de Jueces narra las historias de unos “líderes” libertadores de Israel.
Un שופט [Shofet] “Juez”, -cuyo plural es שופטים [Shoftin] “Jueces”- era una figura especial, que no era -ni por
muy lejos- lo que hoy es un juez, no tenía que ver nada con tribunales, eran
algo así como “libertadores” que sucedieron a Josué, que -a veces- eran tipos
de caudillos, administradores de justicia, que actuaba con poderes gubernativos,
sin unificación de tribus -aun cuando algunos historiadores ven en ellos como
generadores de incipientes confederaciones-, y también caudillos militares;
“enviados por Dios” como socorro ante situaciones bien definidas y puntuales,
-tenían un “carisma” particular-, pero no fueron personas integras, y sus
aportaciones, como reacción a un acoso, no atinaron a constituir soluciones
duraderas y saludables para la comunidad israelita; son criticados por incurrir
en tribalismos sectarios, en excesos de ambición y por la carencia de criterios
políticos claros,. No superaban la visión estrecha de líderes locales que
enfrentaban amenazas resultantes de la infidelidad al Dios Único -puesto que se
habían entregado a la adoración de los Baales, de las Astartés y otras divinidades
de las tierras vecinas-; y como solución a los ataques de poblaciones enemigas
vecinas. Muchos de los poblados cananeos que no fueron desintegrados en la
época de Josué, acosaron y golpearon a las tribus de Israel. Los historiadores fijan su vigencia entre el
1150-1025 a.C. como
“cataplasmas” momentáneos. Sin embargo, después que fallecían, la población
recaía en su idolatría.
Aunque
el libro se centra en líderes militares mal llamados "jueces" eran
héroes que luchaban por liberar a su pueblo en un momento de opresión y, una
vez concluida su misión, retornaban a sus actividades ordinarias; esta es la
faceta Deuteronómica de la obra. Pero, en este Libro, también se presentan
elementos que reflejan la perspectiva y preocupaciones de la tradición
sacerdotal que ponen su énfasis en la observancia de la ley, los rituales y las
prácticas del culto. Aunque el libro se sitúa antes de la construcción del
Templo, la narrativa del Libro de los Jueces prepara el terreno para la importancia
del culto y la adoración que se desarrollará con mayor plenitud en la época de
los reyes.
Nos
encontramos aquí con una repetición temática: Podríamos encontrar en la
historia de este periodo unos ciclos narrativos que denunciaba una שָׁחַת
[shachad] “infidelidad”, “ruina”, “apostasía”; sobrevenía el peligro, la
amenaza o la situación puntual -leída bíblicamente como “castigo”-, venían las
suplicas al Cielo, pidiendo salvación, se daba la aparición -entonces- de una
de estas figuras -un libertador heroico-: “el Señor levantó jueces que los
libraron de la mano de los saqueadores” (Cfr. Jc 2, 16) proporcionaban una
salida o solución para desembocar en una nueva situación de infidelidad,
olvido, abandono de Dios por parte de su pueblo: “Se apartaron pronto del
camino en que sus padres habían andado en obediencia a los Mandamientos del Señor”
(Cfr. Jc 2, 17e). Estos ciclos se repiten, a lo largo de Jueces, en número de
seis.
Los
doce jueces de Israel mencionados en la Biblia son: Otoniel, Ehud (Aod),
Samgar, Débora, Gedeón, Tola, Jaír, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón y Sansón.
La perícopa de hoy precisa las fases de estos ciclos de caída:
1) Abandonaron al
señor, Dios de sus padres…y fueron tras otros dioses de los pueblos vecinos, a
postrarse ante ellos
2) Se encendió,
entonces, la ira del Señor contra Israel. Los entregó en manos de saqueadores,
que los expoliaron.
3) Entonces el Señor
suscitó jueces que los salvaran de las manos de los saqueadores.
4) Pero tampoco
escucharon a sus jueces, sino que se prostituyeron yendo tras otros dioses y se
postraron ante ellos.
A
la muerte del juez volvían a prevaricar más que sus padres, yendo tras otros
dioses. A este se le ha llamado el esquema en cuatro tiempos.
Sal
106(105), 34-35. 36-37.39.40. 43ab y 44
Salmo
de la Alianza. Este Salmo de alguna manera está puesto en continuidad con el
Salmo anterior 105(104), donde se llama a la gratitud por la Alianza bien
llevada que condujo a las victorias y a la salida de Egipto tanto como a la
conquista de la Tierra Prometida, por eso los concita a cantar con gratitud; en
este, en cambio, se denuncian las apostasías, las rebeldías, y se hace notar
cómo las infidelidades del pueblo, en la parte que les correspondía de la
Alianza, condujo al desgaste, la erosión de la fortaleza de Israel, y se
atrajeron la ira de Dios.
Este
salmo tiene 148 versos, de ellos se han tomado, prácticamente 8, para organizar
la perícopa, y con ellos se han configurado 4 estrofas.
En la primera estrofa denuncia tres elementos disruptivos de la Alianza que permearon la Amistad con Dios, a saber, no haber exterminado las poblaciones nativas de Canaán, haberse casado con gentiles e imitar sus costumbres.
En
la segunda, Haber incurrido en idolatría llegando al límite de sacrificar a sus
propios hijos e hijas a sus demonios.
La
tercera denuncia la perversión y su prostitución en la maldad, así que Dios
desató sus celos e hizo restañar en sus espaldas el látigo de su ira.
En
la cuarta: Vez tras vez el Señor los libraba, pero ellos se revolcaban en su
ruptura de la Alianza; no obstante, Dios escuchaba su clamor y los libertaba
cuando los oía gritar con angustia.
Mt 19, 16-22
Después
de enseñar sobre el divorcio, Jesús pasa a bendecir a los niños -fue la Lectura
que hicimos el sábado pasado, donde Jesús les impuso las manos, superando la
discriminación que los discípulos querían imponer contra ellos, apelando a su
cercanía con Jesús, suele suceder, el que está cerca quiere adueñarse y poseer
en exclusiva-; en la perícopa de hoy, Jesús es entrevistado por un joven
rico.
Alguien camina pegado a la tapia, como un ciego que buscara la puerta a puro tacto. Y pregunta, al que-Siempre-Escucha: ¿Dónde está la Puerta que conduce a la Vida Eterna? Eso denota una elevada espiritualidad, no pregunta ¿Cómo podría hacerme al poder?, tampoco su pregunta es ¿Cómo podré enriquecerme más con toda prontitud y mínimo esfuerzo?, no pide consejo para invertir de la manera más lucrativa, ni su afán propende por títulos y coronas, tronos y cetros; ¡no! Este que pregunta está muy adelantado y busca la entrada a las Mansiones Celestiales. Aún hay más, sabe que debe obrar el bien, y su pregunta está muy bien enfocada porque quiere saber de tantos “bienes” posibles, cuál le granjeará la Voluntad y la Acogida de Dios.
Obsérvese
que lo que esta persona “tiene”, no son simplemente sus “posesiones”, sino que
tiene sus “bienes”, aquello que siente valioso, y le parece valioso
porque le suena a su “espíritu” que es algo digno de ser deseado. Y ¿cómo
distingue que es un “bien”, y no otra cosa? Tiene un sin número de opciones
que, gracias a su riqueza, se la abren y se multiplican.
Esta
pregunta es una pregunta clave: nosotros muchas veces simplificamos al decir,
«esta persona sabe que algo es un “bien” porque no es un mal». ¡Este es el
enfoque “maniqueo”! Observemos que Jesús en ningún momento de su enseñanza opta
por este enfoque. En verdad Jesús lo que yuxtapone, no es lo “bueno a lo malo”,
sino lo “bueno a lo perfecto”. Él empieza dando un parámetro de referencia, ¡el
Único Bueno es Dios!, si quiere irse por el lado del bien, tiene que ir en la
dirección que Dios le indica, porque solo lo que proviene de Dioses bueno, lo
que de otro lado proviene sin duda que es desviación y profundo error, por
mucho que parezca otra cosa (no podemos soslayar en este punto recordar ¿cómo
sucumbió Eva? Leemos en Gn 3, 6 “La mujer vio que el fruto del árbol era
hermoso, y le dieron ganas de comerlo…”, caemos pues en la cuenta que el pecado
es en realidad ¡dejarse engañar por las apariencias! Y, es que las cosas pueden
ser aparentemente buenas); luego le señala los peldaños segundos de esta
escala de lo bueno: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no
levantaras falsos testimonios, honra a tu padre y a tu madre y ama a tu prójimo
como a ti mismo”. Podría decirse que le muestra la que llamamos la Segunda
Tabla, considerado que la Primera Tabla son los Mandamientos que nos relacionan
y nos obligan respecto a Dios, y la Segunda Tabla, la que se refiere a nuestras
relaciones con los demás, con el prójimo. (También habrá que tomar en cuenta
que no es la Segunda Tabla, tal cual solemos recitarla, es decir los
Mandamientos del cuarto en adelante, hagamos la comparación).
¿Por
qué no le habla Jesús de los Primeros Peldaños? Porque ya la pregunta
-como lo insinuamos arriba-, conlleva el cumplimiento de la Primera Tabla, es
decir el afán por cumplirle a Dios y el esfuerzo por buscarlo, el anhelo por
llegar a Él. Pero volvamos al asunto: ¿Qué es lo que Jesús yuxtapone a la
Segunda Tabla? ¡Vayamos al verso 21 y observemos! Jesús no yuxtapone el “mal”,
no se desvía a hacerle propaganda a los artículos que venden en la tienda del
Malo, sería como hacerle propaganda a la competencia, el adversario que se
promociona con engaños; ¡todo lo contrario! Jesús lo que asocia es la
“Perfección”.
Les
rogamos atender a la pedagogía de Jesús. Para hablar del bien, no se va al
maniqueísmo, sino que salta a los peldaños Altísimos de la escala de valores y se
apunta hacia lo superlativo, lo que está en la cúspide de la
escala; y nos informa qué es lo que encontraremos cuando entremos en el Reino: τέλειος [teleios] “perfecto”; en agricultura diríamos “maduro” en
ese sentido de “está listo”, “ha llegado al máximo de su realización”; perfecto
no es alguna categoría abstracta, alguna especie de superhombre, no es alguna
proyección lógica, no es un “sueño” de algún filosofo; no, sencillamente es llegar
a ser lo mejor que podemos llegar a ser, no algún ultra. ¡Una ética de los
máximos!
Pero aun llegando hasta aquí, falta un poquito de claridad,
y Jesús la da cuando añade: vende-y-da. Lo que
significa liberarse de las ataduras “fetichizantes”. ¿Qué es esto? Pasar, lo que le pertenece a la persona, y
atribuírselo a una cosa: yo no soy el que soy, soy “mi auto”, “mi casa”, “mis
lujos”, “mis obras de arte”, “mis joyas”, “mis armas”, … y para ser perfecto,
necesito ¡desprenderme de todo eso! ¡Saber a ciencia cierta quien soy yo!
¡reconocerme hijo de Dios y desmayarme en su Paternidad -es decir, ser como un niño
y confiar totalmente en mi Padre Celestial, Él es mi Maestro de Vida, mi Guía
Certero para discernir el mal, el bien y la perfección
Pero, cuando se da la “fetichización”, sucede algo muy curioso, a la persona le duele separarse de alguna de esas cosas porque se han vuelto “una parte suya”, y siente como si le arrancaran una pierna. Eso le pasó a este personaje del relato, se fue -triste- con el corazón rebelde que gritaba: “No me dejaría arrancar mi pierna, ¡ni loco!”, que traducido a un lenguaje muy rudimentario significa: primero mis cosas, segundo mis cosas, tercero mis propiedades y por último … la vida eterna que, desde el punto de vista práctico, ¡no sirve para nada! Esa es la opinión -de cortas miras- de un fetichista.
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