La Virgen Inmaculada …
fue ensalzada por el Señor como reina del universo con el fin de que se asemejase
de la forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y Vencedor
del Pecado y de la muerte
Lumen Gentium 59
Rut
1, 1. 3-6. 14b-16. 22
El
marco temporal que se nos da para el Libro de Rut desde su primer verso es
aquel del tiempo de los Jueces, valga decir entre el 1040 y el 970 a.C. Se dice
que fue escrito en aquella época, pero, por medio de los estudios literarios
que se han hecho sobre el Libro, su vocabulario y el tipo de relaciones que se
dan, se puede suponer -con suficiente precisión- que se trata de una obra
post-exilica, estamos hablando del 450 a.C. Respecto al marco situacional se
fija la época de la penuria en Belén como el detonante que lo llevó a migra: Esta
situación de escases obligo a אֱלִימֶ֖לֶךְ Elimelec “Mi Dios es Rey”, -originario de
Efratá-, a la migración, a este “desplazamiento forzado”, que tuvo lugar hacia
Moab.
Es
muy curioso puesto que Moab era tierra de idolatría. Moab estaba situada entre
el Mar Muerto y el desierto de Arabia, eran descendientes de Teraj, por el
linaje de su nieto Lot, hijo de Harán, hermano de Abrahán. Recordemos que las
dos hijas de Lot embriagaron a su papá y en medio de la borrachera concibieron
hijos con su propio padre. Los moabitas eran arrogantes y lujuriosos y
por eso se desvincularon del linaje abrahamico, incurrieron en prostitución
cultual y comieron de los alimentos señalados como impuros, por eso, quedaron
al margen de la Asamblea del Pueblo Escogido. Vueltas que da la vida -donde uno
descubre la Acción Salvífica de Dios- de este pueblo brotaron las que serían
las nueras de Elimelec y נָעֳמִי [Naómi] Noemí, que significa “agraciada”. Lo muy interesante es
que así ingresó ר֑וּת Rut “Amiga”, en el linaje Davídico.
He
aquí que Noemí tuvo dos hijos y ellos se casaron -respectivamente con מַחְל֤וֹן
Majlón “enfermizo”, que fue el primer esposo de Rut; y וְכִלְיוֹן֙
[Quilyon] “debilidad”, “agotamiento”, quien se casó con עָרְפָּ֔ה
[Orpaj] “testarudo”, “cuello”, “crin”- estas esposas y nueras se llamaban: Orfa
y Rut, como acabamos de decir. Pasó el tiempo, corrieron como 100 años, desde
cuando Ciro, rey de Persia derrotó a los Babilonios y autorizó el regreso del
pueblo cautivo a Jerusalén.
Murieron
tanto Elimelec como Quilyon y Majlón, quedando las tres mujeres viudas. Como
hemos señalado -en repetidas ocasiones- la viudez era epítome de la pobreza,
los más desvalidos, los parias de aquella sociedad eran, junto con las viudas,
los extranjeros, las mujeres y los niños. Así que esta historia tiene que ver
con el estado de profunda indefensión en que estaban los más desamparados de
aquella cultura. ¡Las viudas, lo único que podían esperar era caridad! ¡La
caridad más denigrante: la limosna!
En
medio de tantas penurias, Noemí supo que se había superado la hambruna en
Efratá, y resolvió regresar allí. Esta palabra שׁוּב [shub]
“regreso” se repite por doce veces, es una palabra clave, enfatiza que -como se
dijo arriba- el texto data del post-exilio, donde la consigna era volver
a la patria, regresarse a Judá a buscar el “Pan del Cielo”, regresar del
cautiverio. Les pidió a sus nueras que se quedaran y volvieran con sus
parientes moabitas. Orpaj se volvió; sin embargo, Rut, por iniciativa propia
prometió que la seguiría hasta la muerte y que aspiraba ser enterrada en la
misma tierra. Ella, honrando su nombre, decide actuar como una verdadera amiga.
Encontramos las raíces de la amistad como un gran valor para esta cultura judía
y cómo una amistad poderosa llega a ser más fuerte que los propios vínculos de
sangre. A tal punto que la amistad llevada con fidelidad otorga la carta de
ciudadanía en el pueblo de Israel. Sin obliterar que una declaratoria decisiva
de Rut fue la de aceptar el Dios de Noemí; Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios
será mi Dios.
Al
llegar a בֵּ֣ית לֶ֔חֶם [Bet-lehem] “Belén”, “Casa-de-pan”, era la estación para
empezar a recoger la cosecha de cebada. La cebada es el “pan de los pobres”.
Aun
cuando no está en la perícopa que hoy se proclama, adelantamos algo, para dar
contexto situacional a la historia de Ruth: En el capítulo 4, nos enteraremos
que Booz nombre que significa “en él está la fuerza” asumió la ley del
“rescate”, en calidad de go-el “pariente próximo” quedando responsable de darle
descendencia a Elimelec, según las tradiciones de “levirato”, propias de este
pueblo-de-Dios. Ruth tuvo con él a עֹבֵד
[Obed], que significa “siervo”, que vendría a ser padre de Jesé y abuelo del
rey David, y fue Noemí la que tomo a su cargo la crianza del niño.
«Ruth es una maravillosa denuncia profética por los caminos femeninos de la fidelidad y la ternura, en contra de leyes inhumanas… Ella es una especie de evangelio anticipado: la buena noticia de la universalidad de la misericordia de Dios. En Ruth, la extranjera, todos los que están lejos comienzan a sentirse cerca». (José Luis Caravias s.j.)
Sal
146A(145), 5-6. 7. 8-9a. 10
Alabad a Yah
Estamos
ante un “Himno del Reino”, es un Salmo del Hallel, el último de esta familia de
salmos que se caracterizan porque abren y cierran proclamando ¡Aleluya! Este
salmo dice en su apertura: “Alaba al Señor, alma mía”. Esa es la propuesta y la
invitación hímnica. Este salmo se dedica a mostrar quienes son los “amigos de
Dios”, y como lo acabamos de ver en le Primera Lectura, son los indefensos de
Israel, veámoslos: los oprimidos, los hambrientos, los huérfanos, las viudas, los
extranjeros, los ciegos, los que sufren y cargan el peso de la opresión, de la
explotación, los prisioneros, los que ya se doblan. ¿Quiénes pueden decirle
“Dios mío”? ¡Ellos!
¿Quiénes son capaces de visualizar un Reinado Eterno? ¡Solamente ellos! Los otros, los acomodados, los derrochadores, los abundantes, ellos quieren que nunca llegue a Reinar. Los que viven en la frugalidad forzosa, en cambio, anhelan que llegue su Reino, y bendicen ante la perspectiva de una Reinado que dure por siempre, Reino de prodigalidad, Reinado Fecundo.
Este
canto era el que entonaba el pueblo para alabar y bendecir al Señor,
agradecidos por haberlos traído de vuelta a su tierra, restableciéndolos en la
tierra de promisión, después de tantísimos años de deportación en Babilonia.
Mt
22, 34-40
Iré donde tú vayas,
viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios.
Rut 1, 16cde
Una
precisión gramatical: Tenemos el adjetivo próximo. Para este adjetivo,
el comparativo de superioridad es “más próximo”; y el superlativo sería
“proximísimo”; pero no existe la palabra “proximísimo”, en teología, el
superlativo de próximo es “prójimo”. Si una cosa aprendimos en la
Primera lectura -de Rut- es cómo hacerse prójimo. Se reitera que la
nacionalidad no es óbice para alcanzar la ciudadanía de la fe.
Presumimos que el valor que nos enseña Rut es el de la amistad, el de ser “mejor amiga”, llegando al extremo de hacerse prójimo. Lo que está exactamente en la línea de una cadena de argumentos que nos va dando Jesús y que culmina en Jn 15, 13: “Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos”.
María terminó venciendo
sobre los acosos del dragón, ya que fue elevada al Cielo y fue coronada de
Gloria… ella es la “omnipotencia suplicante”. Su señoría de Reina lo ejerce
intercediendo poderosamente por sus hijos.
Ricardo Blázquez
Como
Jesús acaba de arrinconar a un saduceo, los fariseos se acercan a ver si pueden
declararlo uno de los suyos. El requisito -que no se dice- pero subyace a la
lógica de la controversia, y la llamamos controversia porque el fariseo formuló
la pregunta para cazarlo, es que conteste como ellos, y diga que hay 365
prohibiciones y, por lo menos 248 preceptos. Pero lo que le da es una apretada
síntesis, que reduce todo el embrollo a lo esencial: Un solo Mandamiento que
tiene dos caras, por un lado, un requerimiento abstracto, y por el otro, uno
palpable, tangible, práxico, concreto. Declarar que se ama a Dios es “hueco”,
como una caña, ¡es vano! Recordamos, Abel. Otro gallo canta cuando se dice que
se ama al prójimo, y en ese prójimo quedan englobados todos los que Jesús
manifiesta que son sus amigos: todos los despreciados, los ultrajados, todos
los depauperados, los abandonados.
La
trampa de la pregunta está en que no muestra interés por cumplirle a Dios, allí
no hay ningún propósito de acercarse a la Amistad con Dios. ¿Para qué le
preguntó si su corazón estaba conforme con la respuesta que tenía y no había
ninguna disposición a “convertirse”? Si queremos trabar un dialogo con Dios
tenemos que abrirnos a la posibilidad de abandonarlo todo para construir la
verdadera amistad, la sincera projimidad. Y no proseguir aferrado a viejas
visiones, recordemos que conversión significa una “cambio de mentalidad”, lo
que requiere apertura, y no porfía.
Se
dan, pues, dos maneras de reunirse: la una para celebrar al Señor, la otra,
para complotar contra Él. Lo que los fariseos no habían descubierto todavía, el
paso que les faltaba dar, era abandonar la fetichización de la Ley, dejar de
multiplicar los preceptos y darse cuenta que al amor no se llega por las vías
judicativas, no se puede cultivar porque el juez lo ordene o lo prohíba; al
Amor se llega porque se identifica la profunda cercanía y el hambre que Dios
tiene de nuestro amor.
Nosotros
consideramos como lo más humillante suplicar amor, pero Dios anda con nosotros
rogándonos que lo amemos. Eso es lo que se entiende por kénosis, para hacernos
“hijos” en el “Hijo” y aceptar que reine el Padre-Celestial. Él se ha abajado
para ponerse a nuestro nivel; toca a nosotros la oportunidad de agacharnos a
nivel de sus pies, para lavárselos con amorosas lágrimas. Y siempre firmes, de
pie, al pie de la cruz.
María alzó su projimidad a tan excelsa altura que la hizo maternidad: es ¡nuestra Reina y Madre!
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