Gn
46, 1-7. 28-30
El hijo muerto ha revivido
Dios escribe recto en
renglones torcidos.
Atribuído a Santa Teresa de Ávila
Se
trata de un desplazamiento masivo: todo el clan de Israel (setenta personas, se
nos informa en el verso Gn 46, 27); va a ser reinsertado en el marco de una sociedad
egipcia. Es un éxodo -no para salir de la esclavitud-, como lo fue el que
lideró Moisés, cuando habían crecido hasta llegar al número de 600.000; sino de
su propia tierra hacia lo extranjero, detrás de lo cual estaba la hambruna por
la escasez de cereal. Y no se trata de ir allí, a la vuelta de la esquina, podríamos
redondear unos 350 kilómetros desde el Hebrón hasta Gosén.
Parte
Jacob de Israel hacia Egipto, llega a בְּאֵר Beer-sheva “siete pozos”, región que evoca a Isaac, en el
Neguev, y, allí ofreció un Sacrificio al Señor, Dios de Isaac. Dios -se le Presenta,
¡estamos ante la última aparición de Dios a un Patriarca, -el Patriarca es una
figura no personal sino corporativa, alude a toda la Comunidad- le augura un
futuro bendecido en Egipto y le dice que puede viajar hacía allá, sin reparos,
Él mismo lo escoltará para que José pueda cerrarle los párpados al morir (la
expresión hebrea significa “pondrá sus manos sobre tus ojos”). Esta fue la
promesa que Dios le hizo para animarlo a ir a Egipto. Enfrentamos una clara renovación
de las Promesas que Dios les hizo, tanto a Abrahán como a Isaac.
Faraón
había enviado carruajes para trasportarlos y en ellos condujeron los del clan
de Israel a los niños y las mujeres, junto con ellas viajaba Jacob, ya en
avanzada edad. Iba el clan entero, con los hijos y los nietos. Llegaron a Gosén
(no se sabe el significado de la palabra y tampoco se ha podido ubicar a qué
lugar corresponde) sin embargo se cree que está al este del Nilo; llevando con
ellos todas las posesiones que habían adquirido en Canaán, ganado y todas las
generaciones del clan. Y allí llegará José en su suntuoso carruaje (una limosina
como las que se acostumbraban en Egipto en el ambiente de Faraón y su sequito; ¡ja-ja-ja!),
a recibir a su padre quien al verlo se echó a llorar diciéndole: Ahora sí puedo
morir, después de haberte visto y comprobado con mis propios ojos, que estás
vivo.
Este
es el relato que nos muestra como recuperó Jacob a su hijo, que -como bien
recordamos- sus hermanos habían hecho pasar por muerto. De esta manera, esta
familia ampliada, se vino a ubicar en Egipto, y recibieron tierra fértil donde
habitar. Se refiere a una tierra adecuada para el pastoreo, subrayemos que todo
el clan se dedicaba a la cría de ganado lanar.
“Después
de verte personalmente y encontrarte vivo todavía, ¡ya puedo morirme!” Entre
sollozos de dicha se fundieron en un abrazo del “hijo que se había perdido y lo
había recuperado”. Lo que ha encontrado es una nueva “patria” (tierra
patriarcal).
Sal
37(36), 3-4. 18-19. 27-28. 39-40
Los
justos, los que cumplen las disposiciones del Señor, son los que cuentan con su
Protección y son salvados. Este es un Salmo de Alianza. La alianza también
señala como los impíos se fraguan sus calamidades.
Muestra
que -las bonanzas que adquieren los malos, a veces, sirven de espejismos para
que el Malo se adueñe de los justos y los secuestre para perderlos. El salmo
nos advierte contra este pavoroso peligro de impaciencia y de autoengaño, en el
que muchos “buenos” sucumben.
Este
Salmo nos da una clave para alcanzar el disfrute de la Salvación, que consiste
en mantener nuestra fidelidad con confianza y el corazón enraizado en la
Esperanza de las Promesas de Dios que infaliblemente se cumplirán a su tiempo.
Como
se ve en la historia de José, Dios es Providente, y dispone todo para que no
nos alcance el hambre, ni las amarguras nos destrocen. Nos hace conscientes de
una Misión que llena nuestra existencia de sentido: caminar por los caminos del
Señor, haciendo el bien.
La
extirpe de los malvados, por el contrario, será borrada del tiempo y de la
historia. Nosotros, fieles a los preceptos del Señor, acojámonos a YHWH,
nuestro Rey y Señor.
Mt
10, 16-23
Enviados como ovejas entre lobos
(Todo el mundo los odiará por causa mía)
Entonces el lobo y el
cordero irán juntos,
y la pantera se tumbará
con el cabrito,
el novillo y el león
engordaran juntos;
un chiquillo los
pastoreará;
la vaca pastará con el
oso,
sus crías se tumbarán
juntas,
el león comerá paja
como el buey.
El niño jugará en el
agujero de la cobra,
la criatura meterá la
mano
en el escondrijo de la
serpiente.
Is 11, 6-8
Calculamos
que el evangelio mateano fue escrito unos cincuenta años después de la Muerte y
Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Esa época corresponde a un contexto
de persecución que resuena en la lectura que hace Mateo de la enseñanza de Jesús.
Para muchos exegetas, Mateo 10 es el punto donde se presenta la Misión y se da
los consejos que precisan estos discípulos-misioneros. Esta perícopa, que
abarca Mt 10, 16-42, mira hacia esta situación y postula pautas de resistencia
y de respuesta.
El Señor no nos afirma que nos dejó el camino completamente pavimentado: el enunciado es rotundo: «Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos». Somos enviados a misionar. Y, al comprometernos con este Envío, nos hacemos imagen de Él, que nos Envió. Entra en el Vaticinio de Jesús, el anuncio de la persecución, contrastado con nuestra indefensión. Nos encontramos rodeados en un entorno de vidrio molido y alambre de púas. La cultura de la muerte ha construido sus bastiones, ha ganado sus adeptos y les ha conculcado su fidelidad, pagándoles con la triste moneda del engaño y las falsas promesas; la injusticia se ha habituado a vivir con su disfraz y asediarnos con alucinaciones. Detrás de su demagogia, hay campos de concentración y expatriación a la condición de desaparición forzada.
El
engaño es constante, se edifican galaxias de embuste, para hacer ver la fe y la
religión como falacias e ingenuidades para niños y ancianos. La consigna que
tiene es “robarnos la fe”. A quien se le hurta la fe, lo primero que se le roba
es la dignidad.
Nosotros
-como ovejas acorraladas por los lobos- vivimos la experiencia de la soledad,
el rechazo, el menosprecio y socavamiento de los valores que promovemos. Nuestros
valores, para ellos, son sólo “chocheras”. No les interesa nuestro mensaje de
amor, justicia y paz porque interfiere y amenaza sus actividades y sus
ambiciones.
El
ataque es sistemático, el Malo buscará sus reclutas entre nuestros propios
familiares, el evangelio nos avisa que entre nuestros propios hermanos
hallaremos a nuestros Judas. Y entre los cercanos; no respetará y pescará
también entre nuestros propios correligionarios. Nuestra flaqueza puede
llevarnos al traste si dudamos y llegamos a creer que -de pronto- ellos tienen
razón. Aquí nos previene el Señor: ¡Perseverad!
La
perseverancia implica que nuestra inocencia no se quede en pura ingenuidad: La
inocencia que nosotros proponemos y siempre hemos perseguido es la “pureza de
las intenciones” y la “limpieza del alma” siendo coherentes con el Evangelio
que proclamamos. Ahí, aunado con ello está la exigencia que hoy nos plantea el
Señor: ser mansos como las palomas, pero -aguzados y despiertos- con la misma
sagacidad de las serpientes. La fuerza
de la perseverancia no vamos a encontrarla en nosotros mismos, tenemos que
permitir que sea Donación Celestial, es el propio Paráclito el que nos diseñará
la defensa adecuada y eficaz. Esta situación complicada no durará para siempre,
tiene un límite y una fecha de caducidad: ¡será hasta la Parusía y ya no más!
No
dejemos que nos atrapen fácilmente, si es necesario huir a otro lugar, estemos
dispuestos. ¡Eso es lo que el Señor nos ha prevenido! Hay que evitar siempre
que sea posible; y, cuando no, entonces afrontar, pero siempre en la
Perseverancia, firmes en la Esperanza. Revestidos con la Gracia y la Fortaleza
dada ´por el Espíritu Santo. Hasta cuando por fin:
“No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo,
porque se llenará el país de
conocimiento del Señor,
como colman las aguas el mar”.
Is 11, 9
Por
eso dice que siempre habrá otro lugar, a donde ir, para eludir la persecución, no
para callar y escondernos, sino para continuar proclamando, porque allí están
esperando el Anuncio Evangélico, y a los que aguardan es a nosotros, que somos
los “enviados” que el Señor ha designado. El Éxodo no es evasión es
perseverancia en el envío.
¿En qué consiste la sencillez de una paloma? ¡En alzar vuelo cuando sea oportuno y no prestar su pecho para la saeta! Pero no se queda volando, va y se posa en una nueva rama. La larga perícopa Mt 10, 16-42, dará paso a una transición, como lo veremos el lunes. el Señor dejará de instruir e ira a posarse en otra rama: “Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región” (Mt 11, 1)
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