jueves, 10 de julio de 2025

Viernes de la Décimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

 


                               

Gn 46, 1-7. 28-30

El hijo muerto ha revivido

Dios escribe recto en renglones torcidos.

Atribuído a Santa Teresa de Ávila

Se trata de un desplazamiento masivo: todo el clan de Israel (setenta personas, se nos informa en el verso Gn 46, 27); va a ser reinsertado en el marco de una sociedad egipcia. Es un éxodo -no para salir de la esclavitud-, como lo fue el que lideró Moisés, cuando habían crecido hasta llegar al número de 600.000; sino de su propia tierra hacia lo extranjero, detrás de lo cual estaba la hambruna por la escasez de cereal. Y no se trata de ir allí, a la vuelta de la esquina, podríamos redondear unos 350 kilómetros desde el Hebrón hasta Gosén.

 

Parte Jacob de Israel hacia Egipto, llega a בְּאֵר Beer-sheva “siete pozos”, región que evoca a Isaac, en el Neguev, y, allí ofreció un Sacrificio al Señor, Dios de Isaac. Dios -se le Presenta, ¡estamos ante la última aparición de Dios a un Patriarca, -el Patriarca es una figura no personal sino corporativa, alude a toda la Comunidad- le augura un futuro bendecido en Egipto y le dice que puede viajar hacía allá, sin reparos, Él mismo lo escoltará para que José pueda cerrarle los párpados al morir (la expresión hebrea significa “pondrá sus manos sobre tus ojos”). Esta fue la promesa que Dios le hizo para animarlo a ir a Egipto. Enfrentamos una clara renovación de las Promesas que Dios les hizo, tanto a Abrahán como a Isaac.


 

Faraón había enviado carruajes para trasportarlos y en ellos condujeron los del clan de Israel a los niños y las mujeres, junto con ellas viajaba Jacob, ya en avanzada edad. Iba el clan entero, con los hijos y los nietos. Llegaron a Gosén (no se sabe el significado de la palabra y tampoco se ha podido ubicar a qué lugar corresponde) sin embargo se cree que está al este del Nilo; llevando con ellos todas las posesiones que habían adquirido en Canaán, ganado y todas las generaciones del clan. Y allí llegará José en su suntuoso carruaje (una limosina como las que se acostumbraban en Egipto en el ambiente de Faraón y su sequito; ¡ja-ja-ja!), a recibir a su padre quien al verlo se echó a llorar diciéndole: Ahora sí puedo morir, después de haberte visto y comprobado con mis propios ojos, que estás vivo.

 

Este es el relato que nos muestra como recuperó Jacob a su hijo, que -como bien recordamos- sus hermanos habían hecho pasar por muerto. De esta manera, esta familia ampliada, se vino a ubicar en Egipto, y recibieron tierra fértil donde habitar. Se refiere a una tierra adecuada para el pastoreo, subrayemos que todo el clan se dedicaba a la cría de ganado lanar.


 

“Después de verte personalmente y encontrarte vivo todavía, ¡ya puedo morirme!” Entre sollozos de dicha se fundieron en un abrazo del “hijo que se había perdido y lo había recuperado”. Lo que ha encontrado es una nueva “patria” (tierra patriarcal).

 

Sal 37(36), 3-4. 18-19. 27-28. 39-40

Los justos, los que cumplen las disposiciones del Señor, son los que cuentan con su Protección y son salvados. Este es un Salmo de Alianza. La alianza también señala como los impíos se fraguan sus calamidades.

 

Muestra que -las bonanzas que adquieren los malos, a veces, sirven de espejismos para que el Malo se adueñe de los justos y los secuestre para perderlos. El salmo nos advierte contra este pavoroso peligro de impaciencia y de autoengaño, en el que muchos “buenos” sucumben.


 

Este Salmo nos da una clave para alcanzar el disfrute de la Salvación, que consiste en mantener nuestra fidelidad con confianza y el corazón enraizado en la Esperanza de las Promesas de Dios que infaliblemente se cumplirán a su tiempo.

 

Como se ve en la historia de José, Dios es Providente, y dispone todo para que no nos alcance el hambre, ni las amarguras nos destrocen. Nos hace conscientes de una Misión que llena nuestra existencia de sentido: caminar por los caminos del Señor, haciendo el bien.

 

La extirpe de los malvados, por el contrario, será borrada del tiempo y de la historia. Nosotros, fieles a los preceptos del Señor, acojámonos a YHWH, nuestro Rey y Señor.

 

Mt 10, 16-23

Enviados como ovejas entre lobos

(Todo el mundo los odiará por causa mía)

Entonces el lobo y el cordero irán juntos,

y la pantera se tumbará con el cabrito,

el novillo y el león engordaran juntos;

un chiquillo los pastoreará;

la vaca pastará con el oso,

sus crías se tumbarán juntas,

el león comerá paja como el buey.

El niño jugará en el agujero de la cobra,

la criatura meterá la mano

en el escondrijo de la serpiente.

Is 11, 6-8

Calculamos que el evangelio mateano fue escrito unos cincuenta años después de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Esa época corresponde a un contexto de persecución que resuena en la lectura que hace Mateo de la enseñanza de Jesús. Para muchos exegetas, Mateo 10 es el punto donde se presenta la Misión y se da los consejos que precisan estos discípulos-misioneros. Esta perícopa, que abarca Mt 10, 16-42, mira hacia esta situación y postula pautas de resistencia y de respuesta.


El Señor no nos afirma que nos dejó el camino completamente pavimentado: el enunciado es rotundo: «Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos». Somos enviados a misionar. Y, al comprometernos con este Envío, nos hacemos imagen de Él, que nos Envió. Entra en el Vaticinio de Jesús, el anuncio de la persecución, contrastado con nuestra indefensión. Nos encontramos rodeados en un entorno de vidrio molido y alambre de púas. La cultura de la muerte ha construido sus bastiones, ha ganado sus adeptos y les ha conculcado su fidelidad, pagándoles con la triste moneda del engaño y las falsas promesas; la injusticia se ha habituado a vivir con su disfraz y asediarnos con alucinaciones. Detrás de su demagogia, hay campos de concentración y expatriación a la condición de desaparición forzada.

 

El engaño es constante, se edifican galaxias de embuste, para hacer ver la fe y la religión como falacias e ingenuidades para niños y ancianos. La consigna que tiene es “robarnos la fe”. A quien se le hurta la fe, lo primero que se le roba es la dignidad.

 

Nosotros -como ovejas acorraladas por los lobos- vivimos la experiencia de la soledad, el rechazo, el menosprecio y socavamiento de los valores que promovemos. Nuestros valores, para ellos, son sólo “chocheras”. No les interesa nuestro mensaje de amor, justicia y paz porque interfiere y amenaza sus actividades y sus ambiciones.

 

El ataque es sistemático, el Malo buscará sus reclutas entre nuestros propios familiares, el evangelio nos avisa que entre nuestros propios hermanos hallaremos a nuestros Judas. Y entre los cercanos; no respetará y pescará también entre nuestros propios correligionarios. Nuestra flaqueza puede llevarnos al traste si dudamos y llegamos a creer que -de pronto- ellos tienen razón. Aquí nos previene el Señor: ¡Perseverad!

 

La perseverancia implica que nuestra inocencia no se quede en pura ingenuidad: La inocencia que nosotros proponemos y siempre hemos perseguido es la “pureza de las intenciones” y la “limpieza del alma” siendo coherentes con el Evangelio que proclamamos. Ahí, aunado con ello está la exigencia que hoy nos plantea el Señor: ser mansos como las palomas, pero -aguzados y despiertos- con la misma sagacidad de las serpientes.  La fuerza de la perseverancia no vamos a encontrarla en nosotros mismos, tenemos que permitir que sea Donación Celestial, es el propio Paráclito el que nos diseñará la defensa adecuada y eficaz. Esta situación complicada no durará para siempre, tiene un límite y una fecha de caducidad: ¡será hasta la Parusía y ya no más!

 

No dejemos que nos atrapen fácilmente, si es necesario huir a otro lugar, estemos dispuestos. ¡Eso es lo que el Señor nos ha prevenido! Hay que evitar siempre que sea posible; y, cuando no, entonces afrontar, pero siempre en la Perseverancia, firmes en la Esperanza. Revestidos con la Gracia y la Fortaleza dada ´por el Espíritu Santo. Hasta cuando por fin:

 

“No harán daño ni estrago

por todo mi Monte Santo,

porque se llenará el país de conocimiento del Señor,

como colman las aguas el mar”.

Is 11, 9

 

Por eso dice que siempre habrá otro lugar, a donde ir, para eludir la persecución, no para callar y escondernos, sino para continuar proclamando, porque allí están esperando el Anuncio Evangélico, y a los que aguardan es a nosotros, que somos los “enviados” que el Señor ha designado. El Éxodo no es evasión es perseverancia en el envío.


¿En qué consiste la sencillez de una paloma? ¡En alzar vuelo cuando sea oportuno y no prestar su pecho para la saeta! Pero no se queda volando, va y se posa en una nueva rama. La larga perícopa Mt 10, 16-42, dará paso a una transición, como lo veremos el lunes. el Señor dejará de instruir e ira a posarse en otra rama: “Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región” (Mt 11, 1) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario