Papa Francisco
Cnt
3, 1-4a
El
Cantar de los cantares, este título significa, de todos los cantares este es el
Cantar por excelencia, el cantico supremo, inmejorable, insuperable. Cuando nos
referimos a él, en el conjunto de las obras bíblicas, nos hallamos ante una peculiaridad:
en él nunca se menciona a Dios. Esto fue problemático y muchos de los
estudiosos -por esta razón- pensaron que no tenía cabida entre los escritos de
la Biblia.
Por
otra parte, si Dios es Amor, hablar de Amor es la mejor manera de referirnos a
Dios y hablar un lenguaje teológico. En lenguaje parabólico, hablar del amor
entre dos que se aman intensamente sería el mejor derrotero para acercarnos
analógicamente a Dios.
Así
como para un hombre, es esencial la Presencia de su Amada, también para una
mujer es fundamental que el hombre, al concluir su jornada laboral, fuera de
casa, retorne a su hogar y la mujer cuente con la presencia de su amado. Los
dos -al caer la tarde- vuelven de sus labores “profesionales” para encontrarse
en el destello luminoso y feliz del Amor.
La
mujer que presenta el relato en el Cantar de los Cantares, cae en la angustia
cuando -al caer la tarde- el Amado no llega al lecho nupcial. El protagonista
de este poema se llama Salomón, es el enamorado y su oficio es el de ¡pastor! y
su co-protagonista es Sulamita, que según varios estudiosos significa “Salomona”.
Entre los eruditos, muchos de ellos han llegado a pensar que ella es la autora.
Sulamita
es -en árabe- Shulammith, y
este nombre significa “la llena de mansedumbre”: humilde, modesta y limpia en sentido moral, no
se dejó “cosificar”, no se vendió por joyas, no dejó que se la mirara como mercancía.,
En ese sentido, Sulamita sería una consorte ideal.
Aún
añadiríamos un renglón más en esa dirección: su modestia sincera hacía que -a
pesar de su belleza- ella no se percibiera así, como “reina de belleza”. Está
adornada de un candor-virginal, es modesta con todo y sus legítimos atributos.
No
podía quedarse en su tálamo vacío, así que va en su búsqueda, y se encuentra a
los “vigilantes” que cumplen su ronda por las calles, hecho que la Amada
aprovecha para inquirirles si lo han visto, si conocen su paradero. (¿Quiénes son
estos vigilantes? ¿Son los que cuidan el Sepulcro para que no se “roben el cadáver”?
… La palabra “vigilante” originalmente se refería a alguien que se mantenía
despierto y atento, especialmente durante la noche, para proteger o cuidar algo
o a alguien).
Tan
pronto pregunta a los guardias, lo encuentra. ¡Ah! Qué dicha, qué descanso,
¡qué alegría! Esta búsqueda incansable es una parábola de la búsqueda permanente
de Dios por su puebla, Él quiere que estén juntos, y la Sulamita no se queda
atrás. Así el amor es definido como el intenso deseo de estar siempre juntos.
Al Amor no se conforma con la ausencia. El Amor busca sin tregua, hasta que encuentra. El amor es anhelo sincero del otro, gusto y encanto por su Presencia. ¡No pueden vivir separados! ¡Se hacen falta recíprocamente! (Ahí es donde muchas veces se troncha nuestra relación con Dios, se desfleca la “Alianza”).
Sal
63(62), 2.3-4.5-6.8-9
Este
es un Salmo del Huésped de YHWH. El salmista canta un ruego para alojarse en la
recámara de Dios-Su-Señor. Este salmo habla de un anhelo de comunicación
profunda, intensiva con Dios. Habla de un dialogo de profunda comprensión,
donde los más finos sentimientos de Ternura, tienden un puente de acercamiento,
de intercompenetración. El orante se funde con su Señor.
De
sus once versos se han tomado siete para configurar la perícopa, y con ellos se
han organizado 4 estrofas:
Igual
que en el Cantar de los Cantares, empieza enunciando la “sed” que experimenta y
la compara con la sed que tiene la tierra en tiempos de sequía.
Y,
se remite a una experiencia que ha tenido en el Santuario de darse cuenta que,
la Gracia que proviene de Dios es más valiosa que la vida misma.
Las
cosas fritas en grasa, por ejemplo, en manteca, son deliciosas, por ejemplo, un
“gordito” asado, es un recreo para el paladar. En la tercera estrofa se refiere
al contacto y la cercanía con Dios, comparándola con la dicha y goce de un
paladar que se satisface comiendo “chicharrón”. Tal vez parezca muy prosaica la
comparación, pero es una comparación “gourmet” para aquella cultura.
En
la cuarta estrofa explica cómo es esa compenetración: el intenso amor a Dios
por parte del salmista, que se siente cobijado por la protección de la Propia
Ala de Dios y sostenido por la Mano-Poderosa, la Mano-Derecha-de-Dios.
Jn
20, 1.11-18
La Iglesia agradece por
todas las manifestaciones del "genio" femenino que aparecieron a lo
largo de la historia, en medio de todos los pueblos y naciones, gracias por
todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia
del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y
caridad: agradece por todos los frutos de la santidad femenina.
Juan Pablo II
La
resurrección, un “fenómeno” histórico, que, a falta de testigos o registros
fílmicos, no podemos “historizar”- se constituye para los Discípulos en un
proceso. Algo que se va produciendo en el corazón paulatinamente, y que sólo al
cabo de su “digestión” -no en el estómago sino en el corazón- se asimila. Tal
“asimilación” está muy lejos de ser una comprensión, es más bien una
“experiencia” que alcanza nuestro ser, y se instala como “Columna Fundante” de
nuestra existencia.
Para
la Magdalena esta experiencia inicia cuando ella va a terminar de enterrar a su
Amado Maestro, el Primer Domingo después de su muerte. Ni siquiera ha
“clareado”, la oscuridad sigue teniendo su dominio. Hay dos ángeles, son dos
testigos, porque lo que declaraba una mujer no tenía validez testimonial, a
menos que hubiera, mínimo, dos testigos que la avalaran. Pero podemos
asimilarlos a los Querubines de la tapa del Arca del Sancta Sanctorum.
Ella
llora ante el no-hallazgo del Amado, cumpliendo la profecía del propio Jesús
que en el Capítulo 16 de este mismo Evangelio, augura que lloraremos, pero
nuestro llanto se trocará en dicha jubilosa y ya nadie podrá sustraérnosla (Cfr
16, 22b-23a).
Ella
lo confunde con el “hortelano”, y no está distante de la Verdad, porque Él es
el Dueño y Señor del Huerto Primigenio, del Jardín del Edén. Cuando lo llama
Rabbuni, le está diciendo “Esposo” (una de las acepciones de esta palabra
aramea), y también le está diciendo “Maestro Supremo y Jefe del Sanedrín” (que son
las otras acepciones, de las tres básicas que tiene Rabbuni).
En
vez de afanarnos por atribuirle a Jesús amores a la manera humana de
hombre-mujer -ahí estaríamos proyectando en Él nuestra propia imagen, y
nuestras propias necesidades; y, lo más grave, bloqueando la comprensión del
Amor de Dios que nos ama -ahí sí- como un ser humano ama a su Amada; entendamos
que aquí se están dando las imágenes que nos retratan-a nosotros fieles suyos-
como Iglesia-esposa que adora a Jesús-Esposo.
Hay
dos palabras claves en esta perícopa; la primera es στρέφω [strefo]
significa
“darse vuelta”, pero más exactamente su valor co-textual es “cambiar de
dirección”, “lograr la conversión”, “tomar un rumbo nuevo, dando un giro de 180º”.
Hay un cambio de tipo gnoseológico, ella veía en su interlocutor un “hortelano”,
ahora, al oír que Él la llama por su nombre, “se da vuelta”, y logra
identificar al Maestro.
Dijimos dos palabras, ¿cuál es la otra? ἅπτου
[aptou] “tocar
para tratar de imponer”, “manejar”, “aferrarse con todas las fuerzas”, “adueñarse
de algo por las malas”. Muchas veces el amor se trastoca en ese “adueñamiento”,
se quiere tener para sí la totalidad del ser amado, por eso solemos anteponerle
el posesivo “mi”-amor. Lo que le dice Jesús es que no lo sujete con una
ambición monopólica. Nosotros no podemos pretender adueñarnos de Jesús, Él
siempre ha tenido su Dueño, que es su Padre. Ya en la escena del Niño Jesús
perdido y recobrado en el templo, Jesús les aclara a sus padres: “No sabían que
tengo que estar en lo de mi Padre”; aquí, le enseña a María de Magdala que está
en tránsito y que “tiene que pasar al Padre”, está transitando entre este mundo
nuestro y el Mundo de Dios. El paso a
esa “dimensión” le permite pertenecerles a todos, y no en exclusiva a sus discípulos.
Hay
una gran felicidad en “recobrar” la Presencia del Señor, del Amado: así la Sulamita
reboza de dicha el encontrar a su Amado, pero la posesión no es la posesión
física, sino el paso a su nueva condición de Enviada que anuncia y da testimonio
a todos para que todos puedan vivir la dicha de saberlo Viviente.
«Nuestra
vida no termina delante de la piedra de un sepulcro. Nuestra vida va más allá,
con la esperanza de Cristo, precisamente en ese sepulcro. Como cristianos somos
llamados a ser centinelas de la mañana, que saben ver los signos del
Resucitado, como han hecho las mujeres y los discípulos que acudieron al
sepulcro al alba del primer día de la semana» (Papa Francisco)
Al iniciar la perícopa, la Magdalena busca un muerto para ungirlo con mirra; el terminar, Ella se hace Apóstola que proclama que su Amado está Vivo.
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