jueves, 24 de julio de 2025

SANTIAGO EL MAYOR

 


Accedió a ser pescador de hombres

2Co 4, 7-15

Los falsos agentes de pastoral engañaban y seducían a la comunidad… El Evangelio ya no es fuerza que libera para la vida, sino un simple pretexto para que los agentes de pastoral mantengan sus privilegios y continúen dominando al pueblo… los falsos gentes reproducían el poder establecido.

José Bortolini

¡Cójala suave! ¡No se estrese! Son recomendaciones que oímos con frecuencia y que suenan muy razonables: ¿Para qué nos vamos a complicar la vida? Y, sin embargo, esa vida muelle decepciona. Cuando rebozamos de comodidad y tranquilidad, pero, a la vez vemos circular la maldad -que campea a sus anchas- nos asalta la inquietud. Y comprendemos que no basta con no hacer el mal, sino que es preciso hacer todo el bien que esté a nuestro alcance.


Otra tenaza que nos ponen con frecuencia se refiere al testimonio: ¿Qué tengo yo que ver con ese Jesucristo? ¡Sí, soy cristiano! pero de ahí para allá, en el tema del “testimonio”, en el tema de hablar de Él, eso no es lo mío. Mucho hago ya con ir a la Eucaristía, pero de ese punto para allá, se lo dejo a los Sacerdotes, son ellos los que se comprometieron; en cambio yo, soy un simple parroquiano.

 

Pero nosotros hemos recibido, directamente, de las Manos de Jesús la Luz de su Gloria para irradiarla, para que otros puedan tener en sus ojos el Resplandor del Rostro de Jesús: La vida del fiel es compromiso, es responsabilidad. Somos vasijas de barro, pero que no se desconozca el potencial retumbante del barro para hacer resonar la Gloria de Dios hasta los propios confines de la tierra.

 

El ser humano, anda amordazado: hemos vivido la llaga del grillete en el tobillo, dolorosa experiencia que nos ha reducido al silencio. Pese a eso, hay un paliativo que nos permite despegar los labios, aun ante la riesgosa situación, levantamos el gemido, porque la fe nos inyecta el valor indispensable: “Creí, por eso hablé”

 

En esta parte de la Carta Segunda a los Corintios, se nos propone tener consciencia de que somos portadores (Cristóforos) de la Luz de Cristo. Empezando por reconocer que llevamos ese Maravilloso Tesoro en nuestros débiles cuerpos, que no somos más que pobres “vasijas de barro”. Sin embargo, al lado del reconocimiento de nuestra debilidad se nos descubre una serie de fortalezas insospechadas:

a)    Por todas partes nos aprietan, pero no nos aplastan.

b)    Andamos con graves preocupaciones, pero no desesperados.

c)    Somos perseguidos, pero no desamparados.

d)    Derribados, pero no aniquilados.

e)    Siempre portadores en nuestros cuerpos de la muerte de Jesús, para que también en nuestros cuerpos se manifieste la vida de Jesús

f)     Expuestos continuamente a morir por la causa de Jesús, y, de este modo, también tenemos la fortaleza y la bendición de Dios para que la Misericordia se trasparente a través de nuestra carne mortal.

Todo esto nos prodiga una férrea convicción: El Padre Todopoderoso que Resucitó a Jesús, se ocupará, Él mismo, de hacernos coparticipes de esa Inefable Gracia de llegar a la Resurrección y nos incorporará sinodalmente a Su Presencia.

 

Quienes son los agraciados que recibirán en herencia la Vida de Jesucristo. Los que escuchen (oigan + pongan en práctica) dándole Gracias y Glorificándolo. Así como crecen los agraciados al recibir mayores dosis de Gracia; así, al mismo ritmo, se acrecienta la gratitud. El agradecimiento se enfoca sobre la Divinidad que nos inspira y nos mueve.


 

«Pablo muestra, en pocas palabras, el camino del agente de pastoral. Si Jesús es el Señor de la Comunidad, el único modo autentico de ser y actuar es el servicio …» (José Bortolini)

 

Sal 67(66), 2-3. 5. 7-8

Somos bendecidos para que todos lo puedan bendecir

Si yo fuera un ermitaño en una cueva, podrías hacerme a un lado; pero soy un cristiano en medio de una sociedad, de hecho pagana. Soy tu representante, tu embajador aquí abajo. Llevo tu Nombre y estoy en tu Lugar.

Carlos González Vallés s.j.

Este es un Salmo de Bendición, que de alguna manera se inspira en la formula bendicional con la cual los sacerdotes bendicen a la comunidad: Nos habla del compromiso y la responsabilidad del anuncio del Evangelio. Este Salmo se inicia con una petición magnifica: “Que el Señor tenga piedad y nos bendiga”. Esto que se pide, se pide para un propósito definido, no se pide para usufructuar el don en beneficio propio; se pide para que “conozca la tierra tus caminos y todos los pueblos tu Salvación”, es decir, se pide un don para podernos comprometer a fondo en el Misión: Una Misión Evangelizadora.


En la segunda estrofa se define el kerigma básico: ¿A qué Dios proclamaremos? A un Dios que rige el mundo con Justicia y con Rectitud gobierna todas las naciones de la tierra.

 

En la tercera estrofa ve, con mirada clarividente, que todos los frutos son manifestación de la bendición de Dios; aún más, que el fruto principal y verdadero es esa bendición, que todos los demás dones frutecen en las ramas de este árbol de Bendición. Y, entonces ¿qué haremos? Clamar al Cielo para que Él -generosamente- nos colme de su Bendición.

 

«Tu reputación, por lo que a esta gente se refiere, depende de mí. eso me da derecho a pedir con urgencia, ya que no con mérito alguno, que bendigas mi vida y dirijas mi conducta frente a todos estos que quieren juzgarte a ti por lo que ven en mí, y tu santidad por mi virtud». (Carlos González Vallés s.j.)

 

El responsorio pone en nuestros labios el ruego para que el Anuncio llegue hasta el último rincón de la tierra y así, todos, absolutamente todos los habitantes del planeta, vuelvan su corazón hacia el Dios-Salvador nuestro. Es, entonces, un salmo eminentemente ecuménico, de bendición católica, que no reclama la Bendición para tal o tal grupo humano, sino para “todos los pueblos”. No es -como se podría pensar- una propiedad exclusiva del pueblo israelita, la finalidad de esta sobreabundancia de dones es para que toda la tierra pueda darse cuenta que Dios deja traslucir en nosotros su generosidad incomparable e ilimitada, para que se unan en alabanza y bendición.

 

«Bendíceme Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu iglesia; danos a todos los que invocamos tu Nombre una cosecha abundante de santidad profunda y servicio generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben en ellas». (Carlos González Vallés s.j.)

 

Mt 20, 20-28

 

La petición que hace la madre de los hijos de Zebedeo en el evangelio de hoy está orientada al poder, y Jesús responde con una doble referencia al servicio, de manera que poder y servicio son incompatibles. … Jesús, de manera misericordiosa orienta este servicio poniéndose Él como ejemplo de servicio.

Papa Francisco

Jesús nos habla de su estilo. En Jesús se da un profundo cambio de estilo. Hay toda una tradición de despotismo en los que pretenden pastorearnos. Abundan en este gremio los altaneros, los petulantes, los caciques. ¿Cómo es el estilo de Jesús? Es el estilo del “servidor”. ¡Qué cambio tan rotundo! Si queremos llegar al primer puesto hay que estar dispuesto a esclavizarse.


 

Tenemos, sin embargo, una objeción -muy modesta- contra aquellos que pretenden exigir el servicio, la humildad y la devoción para su provecho. Tenemos también nuestro modesto cuestionamiento para los que pretenden “ser Jesús” y exigir para sí, todo honor, obediencia y reverencia. Esta decisión de hacerse “servidor”, es una opción que cada uno tiene que trabajar y procurar, y entregarla “de buena fe” como algo que se le entrega a Dios, y no como deber de hacer genuflexión ante humanos, por muy fieles que sean.

 

Mucha confusión se ha generado cuando se ha pretendido hacer del Evangelio una fuente de prestigio, reverencia y poder. Esto no sólo le ha ocurrido a la madre de los Zebedeos. Allí se vio un caso de mesianismo tergiversado: claro, si Él iba a ser el Mesías, pues, había que aprovechar, cuando se sentara en su muy real trono, que empezara los nombramientos ministeriales poniendo a sus hijos en los dos cargos principales (¿ministro de gobierno y ministro de asuntos económicos?). Ella se los “entregaba” de muy buena gana, pero eso sí, que los nombramientos no se hicieran esperar. Parece natural -y quizás lo es- que toda madre ansíe para sus hijos los puestos principales.

 

Santiago, -parece que la mamá no lo sabía- había aplicado para un puesto de pescador, no para alcanzar un confortable trono a la diestra, o, al menos a la siniestra. «También una oración devota y amable en su forma puede ser perversa en su contenido. El exterior de la religiosidad puede ocultar algo poco divino y muy humano, incluso diabólico (cf. 16,23): un intento de reducir a Dios a ser mediador de nuestros fines egoístas. Esto sucede cuando no estamos dispuestos a cuestionar nuestras ideas y nuestras expectativas, sobre todo las de carácter religioso». (Silvano Fausti)

 

Nótese que los otros discípulos se enojaron, no por la torpe petición, sino porque ellos pretendían que esos puestos ya estuvieran reservados para ellos. Ellos pretendían tener ya -por los menos- media nalga sino a la derecha, por lo menos en la silla de la izquierda, no con tanta autoridad, pero bueno, el tercero en el reino, no estaba nada mal. La gente regatea para ser por lo menos el esclavo del vice-presidente: ¡cualquier cosa es cariño! concluye al adulador-servil.

 

Tampoco podemos olvidar, eso sí, que un enfermo, un triste y abatido, un caído a la vera del camino, o un necesitado, es una “aparición” de Jesús ante nosotros, y, ahí sí, todo el honor, la caridad y el cuidado. Será la oportunidad de actuar con samaritanidad, y hacernos prójimos de aquel.


Observemos que dice al final de la perícopa, en el verso 28, λύτρον ἀντὶ πολλῶν [litron anti pollon] en “rescate por muchos”, que a veces se ha traducido “por la redención de todos”.

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