Accedió a ser pescador de hombres
2Co
4, 7-15
Los falsos agentes de
pastoral engañaban y seducían a la comunidad… El Evangelio ya no es fuerza que
libera para la vida, sino un simple pretexto para que los agentes de pastoral
mantengan sus privilegios y continúen dominando al pueblo… los falsos gentes
reproducían el poder establecido.
José Bortolini
¡Cójala
suave! ¡No se estrese! Son recomendaciones que oímos con frecuencia y que
suenan muy razonables: ¿Para qué nos vamos a complicar la vida? Y, sin embargo,
esa vida muelle decepciona. Cuando rebozamos de comodidad y tranquilidad, pero,
a la vez vemos circular la maldad -que campea a sus anchas- nos asalta la
inquietud. Y comprendemos que no basta con no hacer el mal, sino que es preciso
hacer todo el bien que esté a nuestro alcance.
Otra tenaza que nos ponen con frecuencia se refiere al testimonio: ¿Qué tengo yo que ver con ese Jesucristo? ¡Sí, soy cristiano! pero de ahí para allá, en el tema del “testimonio”, en el tema de hablar de Él, eso no es lo mío. Mucho hago ya con ir a la Eucaristía, pero de ese punto para allá, se lo dejo a los Sacerdotes, son ellos los que se comprometieron; en cambio yo, soy un simple parroquiano.
Pero
nosotros hemos recibido, directamente, de las Manos de Jesús la Luz de su
Gloria para irradiarla, para que otros puedan tener en sus ojos el Resplandor
del Rostro de Jesús: La vida del fiel es compromiso, es responsabilidad. Somos
vasijas de barro, pero que no se desconozca el potencial retumbante del barro
para hacer resonar la Gloria de Dios hasta los propios confines de la tierra.
El
ser humano, anda amordazado: hemos vivido la llaga del grillete en el tobillo,
dolorosa experiencia que nos ha reducido al silencio. Pese a eso, hay un
paliativo que nos permite despegar los labios, aun ante la riesgosa situación,
levantamos el gemido, porque la fe nos inyecta el valor indispensable: “Creí,
por eso hablé”
En
esta parte de la Carta Segunda a los Corintios, se nos propone tener
consciencia de que somos portadores (Cristóforos) de la Luz de Cristo.
Empezando por reconocer que llevamos ese Maravilloso Tesoro en nuestros débiles
cuerpos, que no somos más que pobres “vasijas de barro”. Sin embargo, al lado
del reconocimiento de nuestra debilidad se nos descubre una serie de fortalezas
insospechadas:
a) Por todas partes
nos aprietan, pero no nos aplastan.
b) Andamos con graves
preocupaciones, pero no desesperados.
c) Somos perseguidos,
pero no desamparados.
d) Derribados, pero no
aniquilados.
e) Siempre portadores
en nuestros cuerpos de la muerte de Jesús, para que también en nuestros cuerpos
se manifieste la vida de Jesús
f) Expuestos
continuamente a morir por la causa de Jesús, y, de este modo, también tenemos
la fortaleza y la bendición de Dios para que la Misericordia se trasparente a
través de nuestra carne mortal.
Todo
esto nos prodiga una férrea convicción: El Padre Todopoderoso que Resucitó a
Jesús, se ocupará, Él mismo, de hacernos coparticipes de esa Inefable Gracia de
llegar a la Resurrección y nos incorporará sinodalmente a Su Presencia.
Quienes
son los agraciados que recibirán en herencia la Vida de Jesucristo. Los que
escuchen (oigan + pongan en práctica) dándole Gracias y Glorificándolo. Así
como crecen los agraciados al recibir mayores dosis de Gracia; así, al mismo
ritmo, se acrecienta la gratitud. El agradecimiento se enfoca sobre la
Divinidad que nos inspira y nos mueve.
«Pablo
muestra, en pocas palabras, el camino del agente de pastoral. Si Jesús es el
Señor de la Comunidad, el único modo autentico de ser y actuar es el servicio
…» (José Bortolini)
Sal
67(66), 2-3. 5. 7-8
Somos bendecidos para que todos lo puedan bendecir
Si yo fuera un ermitaño
en una cueva, podrías hacerme a un lado; pero soy un cristiano en medio de una
sociedad, de hecho pagana. Soy tu representante, tu embajador aquí abajo. Llevo
tu Nombre y estoy en tu Lugar.
Carlos González Vallés
s.j.
Este
es un Salmo de Bendición, que de alguna manera se inspira en la formula
bendicional con la cual los sacerdotes bendicen a la comunidad: Nos habla del
compromiso y la responsabilidad del anuncio del Evangelio. Este Salmo se inicia
con una petición magnifica: “Que el Señor tenga piedad y nos bendiga”. Esto que
se pide, se pide para un propósito definido, no se pide para usufructuar el don
en beneficio propio; se pide para que “conozca la tierra tus caminos y todos
los pueblos tu Salvación”, es decir, se pide un don para podernos comprometer a
fondo en el Misión: Una Misión Evangelizadora.
En la segunda estrofa se define el kerigma básico: ¿A qué Dios proclamaremos? A un Dios que rige el mundo con Justicia y con Rectitud gobierna todas las naciones de la tierra.
En
la tercera estrofa ve, con mirada clarividente, que todos los frutos son
manifestación de la bendición de Dios; aún más, que el fruto principal y
verdadero es esa bendición, que todos los demás dones frutecen en las ramas de
este árbol de Bendición. Y, entonces ¿qué haremos? Clamar al Cielo para que Él
-generosamente- nos colme de su Bendición.
«Tu
reputación, por lo que a esta gente se refiere, depende de mí. eso me da derecho
a pedir con urgencia, ya que no con mérito alguno, que bendigas mi vida y
dirijas mi conducta frente a todos estos que quieren juzgarte a ti por lo que
ven en mí, y tu santidad por mi virtud». (Carlos González Vallés s.j.)
El
responsorio pone en nuestros labios el ruego para que el Anuncio llegue hasta
el último rincón de la tierra y así, todos, absolutamente todos los habitantes
del planeta, vuelvan su corazón hacia el Dios-Salvador nuestro. Es, entonces,
un salmo eminentemente ecuménico, de bendición católica, que no reclama la
Bendición para tal o tal grupo humano, sino para “todos los pueblos”. No es
-como se podría pensar- una propiedad exclusiva del pueblo israelita, la
finalidad de esta sobreabundancia de dones es para que toda la tierra pueda
darse cuenta que Dios deja traslucir en nosotros su generosidad incomparable e
ilimitada, para que se unan en alabanza y bendición.
«Bendíceme
Señor, bendice a tu pueblo, bendice a tu iglesia; danos a todos los que
invocamos tu Nombre una cosecha abundante de santidad profunda y servicio
generoso, para que todos puedan ver nuestras obras y te alaben en ellas». (Carlos
González Vallés s.j.)
Mt
20, 20-28
La petición que hace la
madre de los hijos de Zebedeo en el evangelio de hoy está orientada al poder, y
Jesús responde con una doble referencia al servicio, de manera que poder y
servicio son incompatibles. … Jesús, de manera misericordiosa orienta este
servicio poniéndose Él como ejemplo de servicio.
Papa Francisco
Jesús
nos habla de su estilo. En Jesús se da un profundo cambio de estilo. Hay toda
una tradición de despotismo en los que pretenden pastorearnos. Abundan en este
gremio los altaneros, los petulantes, los caciques. ¿Cómo es el estilo de
Jesús? Es el estilo del “servidor”. ¡Qué cambio tan rotundo! Si queremos llegar
al primer puesto hay que estar dispuesto a esclavizarse.
Tenemos,
sin embargo, una objeción -muy modesta- contra aquellos que pretenden exigir el
servicio, la humildad y la devoción para su provecho. Tenemos también nuestro
modesto cuestionamiento para los que pretenden “ser Jesús” y exigir para sí,
todo honor, obediencia y reverencia. Esta decisión de hacerse “servidor”, es
una opción que cada uno tiene que trabajar y procurar, y entregarla “de buena
fe” como algo que se le entrega a Dios, y no como deber de hacer genuflexión
ante humanos, por muy fieles que sean.
Mucha
confusión se ha generado cuando se ha pretendido hacer del Evangelio una fuente
de prestigio, reverencia y poder. Esto no sólo le ha ocurrido a la madre de los
Zebedeos. Allí se vio un caso de mesianismo tergiversado: claro, si Él iba a
ser el Mesías, pues, había que aprovechar, cuando se sentara en su muy real
trono, que empezara los nombramientos ministeriales poniendo a sus hijos en los
dos cargos principales (¿ministro de gobierno y ministro de asuntos
económicos?). Ella se los “entregaba” de muy buena gana, pero eso sí, que los
nombramientos no se hicieran esperar. Parece natural -y quizás lo es- que toda
madre ansíe para sus hijos los puestos principales.
Santiago,
-parece que la mamá no lo sabía- había aplicado para un puesto de pescador, no
para alcanzar un confortable trono a la diestra, o, al menos a la siniestra.
«También una oración devota y amable en su forma puede ser perversa en su
contenido. El exterior de la religiosidad puede ocultar algo poco divino y muy
humano, incluso diabólico (cf. 16,23): un intento de reducir a Dios a ser
mediador de nuestros fines egoístas. Esto sucede cuando no estamos dispuestos a
cuestionar nuestras ideas y nuestras expectativas, sobre todo las de carácter
religioso». (Silvano Fausti)
Nótese
que los otros discípulos se enojaron, no por la torpe petición, sino porque ellos
pretendían que esos puestos ya estuvieran reservados para ellos. Ellos
pretendían tener ya -por los menos- media nalga sino a la derecha, por lo menos
en la silla de la izquierda, no con tanta autoridad, pero bueno, el tercero en
el reino, no estaba nada mal. La gente regatea para ser por lo menos el esclavo
del vice-presidente: ¡cualquier cosa es cariño! concluye al adulador-servil.
Tampoco
podemos olvidar, eso sí, que un enfermo, un triste y abatido, un caído a la
vera del camino, o un necesitado, es una “aparición” de Jesús ante nosotros, y,
ahí sí, todo el honor, la caridad y el cuidado. Será la oportunidad de actuar
con samaritanidad, y hacernos prójimos de aquel.
Observemos que dice al final de la perícopa, en el verso 28, λύτρον ἀντὶ πολλῶν [litron anti pollon] en “rescate por muchos”, que a veces se ha traducido “por la redención de todos”.
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