domingo, 13 de julio de 2025

Lunes de la Décimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario


                                   

Ex 1, 8-14.22

En Egipto se creía que los dioses eran los que hacían ricos a los ricos y pobres a los pobres. Lo mismo en Canaán. Según ellos, su dios daba la tierra a sus hijos predilectos, que eran precisamente los gobernantes. Y a los demás los destinaba ser esclavos de los privilegiados.

Los dioses de Egipto ordenaban a los pobres someterse a los ricos. Los rebeldes eran castigados por los mismos dioses a través de un cruel sistema de control desarrollado en nombre suyo. Los pobres creían que los dioses no se preocupaban de sus sufrimientos, sino que, por el contrario, ellos eran quienes se los infligían.

José Luis Caravias s.j.

 

A partir de hoy, vamos a desarrollar un cursillo sobre el Libro del Éxodo, que nos muestra como el pueblo de Israel adquirirá su identidad como pueblo a través de la Ley que Dios les da. Esta liberación los fraguará para que sean el pueblo con el cual Dios pacta su Alianza. Serán doce “clases”, hasta el 31 de julio. Exceptuaremos 4 fechas, por tratarse de fiestas que tiene sus lecturas propias:

1)    El 22 que es la fiesta de Sata María Magdalena

2)    El 25, la fiesta de Santiago Apóstol

3)    El 26, la fiesta de los Santos Joaquín y Ana

4)    Y el 29, cuando acaecerá la fiesta de Sta. Marta

 

Las primeras seis “lecciones” nos ocuparan la primera parte del Éxodo, que va de 1,1 - 15,21 que asume el tema de los Israelitas y su salida de Egipto.

 

Quisiéramos partir de una perspectiva que nos ofrece el Padre Augusto Seubert, Capuchino: «… el libro del Éxodo es el libro más antiguo de la Biblia. Además, por los sucesos del Éxodo nació el pueblo de Israel. Mientras tanto el libro del Génesis no fue escrito sino hasta unos cuatrocientos años después del libro del Éxodo, para servir de introducción… Se trata de un acto de liberación, y también, del principio de una Alianza entre Dios y su pueblo. Se trata de los momentos centrales de la fe e historia de Israel. Fue la primera vez que Israel se dio cuenta de que Dios había hablado. Por medio de este acontecimiento, es decir, del Éxodo, Israel llega a conocer a Dios de una manera especial, de una manera que no había conocido a Dios antes; esto ocurrió unos 1300 años antes de Cristo. Sin embargo, no había periodistas presentes cuando se efectuó el Éxodo de Egipto. Nadie tomo fotos, nadie dejó nada escrito. Los hechos, las noticias, fueron trasmitidos de boca en boca y de padre a hijo. También fueron celebrados en el culto. Fue sólo después de haberse desarrollado esta comprensión por mucho tiempo, que fueron añadidos otros detalles al libro, como son los primeros once capítulos… Es claro que esto tiene mucha importancia para el entendimiento de todo el libro.»

 

Con esta referencia muy clara en nuestra mente, podemos adentrarnos en la primera lección de este cursillo sobre el Éxodo: Con el correr del tiempo, y como es natural, con el cambio de gobernante, también José cayó en el olvido, todos los Israelitas, eran simplemente una amenaza para el nuevo Faraón, y nada más. Lo único que ellos podían ver en este pueblo, era que se multiplicaban con pasmosa velocidad y que -como era tan grande su número- podían llegar a aliarse con cualquier pueblo enemigo de los egipcios y, luego de “atacarlos”, podrían partir y conquistar su independencia.

 

«Durante los años 1290-12224 a.C. el Faraón era Ramsés II. Él decidió construir la ciudad-almacén allí en la región de Gosén, donde trabajaban los hebreos; era intransigente, y comenzó a exigir trabajos cada vez más forzados. Fue la gota que rebozó la copa de los hebreos, que ya no soportaban ese sistema de dominación» (Euclides Martins Balancin)

 

Entonces diseñaron un sistema de sometimiento y opresión que garantizara su dominio y sumisión.  Les impusieron capataces y los explotaron como obreros para la construcción de las famosas ciudades-granero: Pitón y Ramsés.

 

Aquí se suele usa la expresión “esclavitud” pero no con el carácter técnico-formal que la usa la sociología, sino para retratar, con una sola pincelada “el duro trabajo del barro y de los ladrillos y toda clase de faenas del campo”.  «En el Egipto de esta época no encontramos ningún sistema esclavista sustentado en el trabajo esclavo. Por consiguiente, el término esclavitud, se aplica en un sentido amplio, con el ánimo de describir la situación de apertura y precariedad dentro del sistema tributario». (Euclides Martins Balancin, Ivo Storniolo)


 

Irónicamente, toda esta opresión y la pesada carga que conllevaba, no mermó su número, y, por el contrario, más creció su población. En una espiral de desprecio, cuántos más eran., más los detestaban los egipcios. Con mayor saña les clavaron la espuela de los trabajos forzados, asignándoles la producción de los ladrillos para las obras civiles y otras pesadas faenas agrícolas.

 

Faraón determinó que se aplicara una política de control natal contra los Israelitas, consistente en ahogar, tan pronto nacían, los varoncitos del pueblo de Israel.

 

Sal 124(123), 1b-3. 4-6. 7-8

Dios rodea a Jerusalén como una muralla protectora circunda la Ciudad Elegida. ¿Se imaginan ustedes, qué le habría pasado a este pueblo, si Dios no hubiera estado a su cuidado? Con semejante trato vejatorio como les dieron los egipcios, habría sido borrados del mapa sin pasar a la historia, totalmente desapercibidos.

 

Los enemigos habrían sido equivalentes a las aguas torrenciales que los habrían arrastrado y ahogado y terminado con sus vidas; como Sodoma Y Gomorra, sus nombres habrían dejado solo unas cuantas letras escritas en el polvo y la arena. Que el correr del tiempo habría borrado y los arqueólogos ningún rastro tendrían.


Como los pajaritos en un territorio sembrado de trampas, habrían sido atrapados completamente en las jaulas, y la raza de aquellas aves, habría dejado de existir.

 

Este es un salmo gradual, como lo son todos, del 119-133; que los peregrinos que avanzan -sinodalmente- hacia el Templo, en Jerusalén, entonaban, a medida que subían las gradas, es un salmo que hace glosa del 121, con el tema de los versos 6-9:

Deséenle la Paz a Jerusalén,

vivan allí seguros, cuantos la aman,

dentro de sus murallas florezca la Paz,

y esté el Palacio Seguro.

 

Por todos los hermanos y vecinos,

pronuncio la plegaria de la Paz, que la Paz sea contigo,

por el linaje de Yahvé,

¡sea para ti, todo lo bueno!

 Gradual-escatológico, porque nos habla de la Jerusalén Celestial, la que se anuncia en el Apocalipsis.

 

Mt 10, 34-11,1

No piense que he venido a traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la espada.

Mt 10, 34

 

Hemos estado trabajando el discurso apostólico, que incluye los versos Mt 9,25 - 11,1.

 


Hoy consideramos el último aparte de este discurso: En los versos 10, 34-42, se tocan dos subtemas diversos: 1) ¿Jesús ha venido a traer la paz o la espada? 2) La recompensa que merecen aquellos que acogen la “Buena Nueva”. El verso Mt 11, 1, funciona como una especia de conclusión, o inclusive de transición: después de decirle a sus discípulos como se implementó el Envió, y darles las instrucciones correspondientes, Él mismo va a mostrarles con su ejemplo personal, qué significa lo que les ha dicho. Los capítulos 11-12 mostrarán precisamente esta dualidad de acogida y rechazo: La respuesta de los “sencillos”, de los “pequeños; y, por otra parte, los “fariseos”, los “doctos” que darán la espalda al Evangelio. Los pequeños serán los Israelitas, los ciudadanos del Nuevo Pueblo de Dios.

 

El Señor ha Llamado a sus discípulos, luego, los ha “formado”, en un proceso de sinodalidad, no son prioritariamente “lecciones”, sino, un “darse cuenta” mientras permanecen junto a Él; pero, aquí se les hace caer en la cuenta que no han sido “convocados” para estar toda la vida en esa “Compañía”, sino que deben ir pensando que llegará la hora de vivir cada uno su Misión: hacerse conscientes de ser parte de in “Proyecto”, la Iglesia, la comunidad de los Convocados.

 

Les explica, que ellos serán Él, que se convertirán en los “portadores” de su Mensaje, y, entonces, cualquier cosa que les hagan -buena o mala- será como si la hicieran a Jesús Mismo. Por qué al terminar de brindarles esta etapa de formación, parte Él mismo a “enseñar”. Nosotros leemos en esto algo que dice. “No descargo Misión en ustedes para que ustedes sean mis sirvientes y, yo pueda recostarme en la hamaca; no, yo les he entregado este legado, consciente, que la mies es tanta, que Yo solo no la puedo realizar, no sería Iglesia, sino fuera el producto de nuestros esfuerzos unificados.

 

Tenemos que darnos soberana cuenta que, de otra manera, Él habría descendido del Cielo, y con dos pases de su “varita mágica”, habría concluido la Evangelización. ¡eso habría sido violentar nuestra “libertad”, ahí nos habría atropellado! en cambio, pone su propuesta delante de nosotros, y nos deja para que la ensamblemos. Y siempre obra así, desde el primer signo, pidió que dispusiéramos el agua para que Él la hiciera sabroso Vino, o en la multiplicación de los panes y los peces, contó con lo que el muchacho puso a disposición.


 

La explicación de Papa Francisco señala muy claro, por qué dice Jesús que "los enemigos de cada uno serán los de su propia familia": «En tiempos de Jesús, el judaísmo es la religión oficial de Israel que, a su vez, está bajo el dominio del imperio romano el cual era politeísta, además de venerar el emperador. Los cristianos debían luchar y enfrentarse, de algún modo, con esta situación, y no solo eso, debían enfrentarse con sus propios familiares, que, por lo general no eran seguidores de Jesús. Los mayores eran fieles al judaísmo y las nuevas generaciones habían crecido en el ambiente imperial, por eso había siempre una generación intermedia que era la que aceptaba el mensaje de Cristo. El Evangelio es radical al indicar que la fe en Cristo debe anteponerse a estos lazos familiares, pues lo que está en juego es la salvación, la cual se puede alcanzar con la nueva “familia” conformada con las comunidades creyentes». (Papa Francisco)

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