Ex
3, 1-6. 9-12
… el texto pone de
relieve que Dios escucha el clamor y ve la situación y, a partir de entonces,
algo nuevo tendrá que ocurrir.
Euclides Martins
Balancin, Ivo Storniolo
Habíamos
dejado, ayer, a Moisés, que se vio precisado a huir de Egipto por el asesinato
que había cometido. En el capítulo 2, versos 15e-22, Moisés llega a Madian y se
sienta en el brocal de un pozo; estando allí llegan las siete hijas del
Sacerdote de Madian, que solían llevar agua de aquella fuente para los
bebederos de las ovejas de su papá, fueron agredidas por unos pastores que
pretendían echarlas, Moisés, con su naturaleza -que ya conocemos- que no
soportaba la injusticia, intervino para defenderlas. Esta vez el relato le da
otro nombre al que -acto seguido- se convertirá en el suegro de Moisés, aquí lo
nombra Reuel, "amigo de Dios" o "Dios es compañero", «Este
personaje es recordado por las tradiciones con tres nombres: Jetró (Ex 3,1),
Reuel (Ex 2,18), Jobab (Jc 4,11). La solución posible es que Reuel puede ser el
nombre del clan, Jetró el nombre del padre y Jobab el hijo que llegará a ser el
cuñado de Moisés» (Enzo Raimondi); y se nos relata que cuando las chicas
volvieron a casa y contaron lo que les había sucedido, su papá las conminó a
irlo a buscar para invitarlo a comer, como agradecimiento; añadió a su gratitud
el muy especial detalle de entregarle a su hija Séfora como esposa.
Inmediatamente,
ella le da un hijo al que nombran גרסון [Guersón] “forastero”, porque dice Moisés, “soy forastero en
tierra extranjera” (Ex 2, 22cd).
En
los versos 2, 23-25, se nos narra que aquel Faraón que había condenado a
Moisés, había fallecido; la condena contra Moisés quedaba, pues, cesante; los
Israelitas clamaban por su condición inhumana, y estas voces doloridas llegaron
a Oídos del Señor, y Dios “se interesó por ellos”.
Moisés
estaba pastoreando las ovejas de su suegro Jetró por el desierto, y en su
errabundo trasegar llegó al חֹרֵב [Horeb], y allí vio una וְהַסְּנֶ֖ה אֵינֶ֥נּוּ אֻכָּֽל
“zarza que ardía sin consumirse”, cosa que -como es natural- llamó su atención
y se aproximó a “analizar”, qué era lo que pasaba.
Muchas
veces se nos viene a la mente que cuando una persona debía recibir el
entrenamiento para llegar a ser un “líder” según la Voluntad de Dios, no se
matriculaba en una universidad -que evidentemente no existían en aquel tiempo-
sino que recibían un taller práctico, convenientemente prolongado, para
entender cómo “pastorear” una comunidad del pueblo de Dios. Moisés no es la
excepción. Uno ve que lo que hace el pastor es preminentemente brindar un
“acompañamiento”, más que dar órdenes o decidir por los demás, y nada
relacionado con la pretensión de hacer prevalecer su propio “capricho”.
El
Señor llama por dos veces a Moisés (lo que nos señala que se trata de un relato
de “vocación”), El Señor, de inmediato, establece una liturgia, para que Moisés
entienda que no es un dialogo con una “mata”, ni con cualquier persona común y
corriente, sino que está Dialogando con el Propio Dios; y -también- para que se
haga consciente de que aquel Lugar es muy especial, el lugar donde Dios le
habló y donde tendrán que venir a cumplir la segunda parte de la liturgia. Aquí
hay, detrás de la superficie, más allá de lo meramente anecdótico, una
dialéctica Moisés se encuentra con Dios, pero -nuevamente, y mirando con mayor
detenimiento- vemos que, en realidad de verdad fue Dios el que le “salió al
paso” y se le hizo el Encontradizo. Dios empezó a arder en Llamas, mientras
esperaba que Moisés llegara allí, donde en su “inconsciente” le había puesto la
“cita”. Era una cita que el conscientemente no recordaba. (este es un lenguaje parabólico,
no es que de pronto nos hayamos puesto psicoanalíticos). Lo importante no es la
geografía del lugar, el lugar está en una dimensión espiritual, y se va
construyendo paulatinamente en el ser de Moisés y en la dinámica de la
Comunidad que asumen la “salida” hacia la Libertad de hijos de Dios dejándose
llevar de la mano de Moisés en su vicariato-de-Dios-con-los-hombres..
Cuál
es el marco espacial de la “cita”, el חֹרֵב [choreb] Horeb, esta palabra hebrea
significa algo como “aridez”, “aspereza”, “desértico”, “desolado”.
¿Cuál
es el “ícono” de esta prosopopeya (el “significante” de la Presencia de Dios)?:
Una הַסְּנֶ֑ה [jasenej] “Zarza”, una “zarzamora”. En nuestra mente se detonan
dos connotaciones: la zarza evoca de alguna manera la “corona de espinas”; las
moras, las gotas de sangre que destila el Crucificado). Quizás les perezca
excesiva nuestra figuración, quizás traída de cabellos). Técnicamente, este
episodio corresponde a lo que se denomina una teofanía: Dios-Invisible se hace
Presente por medio de un “ente-visible” para hacerse asequible a nuestros
sentidos, a los de Moisés en este caso.
¿Qué
podemos leer nosotros en esta simbología que Dios elige de “sequedad”,
“aspereza”, de “espinosidad”? ¡La fe, el camino que recorre el creyente! que no
es un lecho de rosas previamente desprovistas de espinas. El Camino a seguir
está revestido de follaje áspero, escabroso, empedrado de tribulaciones. ¿Entonces
el talante de Dios es cruel? ¡Nos parece que ni lo más mínimo! Todas esas
pesadumbres y padecimientos los siembran los enemigos de Dios.
Avancemos
con nuestra perícopa y la Misión encomendada: El Señor Envía a Moisés, ante
Faraón. En los relatos de “vocación”, suele suceder que el interpelado rehúsa y
no entiende por qué Dios hace recaer sobre él el “llamado”, siendo que se
experimenta a sí mismo como limitado, indigno, desprovisto de la fuerza y los
carismas indispensables.
Son
famosos los cinco pretextos que blande Moisés, tratando de salirse del
compromiso, él quiere desprenderse del encargo:
1) Quién soy yo para
presentarme ente el Faraón
2) No sé nada, lo
ignoro todo, inclusive desconozco el Nombre del Dios que me envía.
3) Nadie me va a creer
4) Tengo dificultad en
el habla, sufro problemas de incapacidad para pronunciar
correctamente ciertos fonemas.
5) Mande a otro
Convendría
-al llegar a este punto- revisar cuáles de estos argumentos hemos usado
nosotros para evadir nuestra responsabilidad.
Le
responde Dios dos cosas: por una parte, le garantiza que Él -Personalmente- lo
acompañará, y, por otra, le da una señal, que se cumplirá a posteriori,
sacará el pueblo de su expoliación y vendrán al Horeb a “dar culto”. Esa es,
pues, la finalidad “litúrgica” de la Liberación: Venir a dar gracias, porque el
Señor se ocupó y se interesó por su clamor, y obrará maravillas para doblegar
la terquedad de Faraón.
Sal
103(102), 1b-2. 3-4. 6-7
De
los 22 versos que lo componen, se toman cinco versos y medio, es un salmo de
Acción de Gracias donde se agradece y se reconocen tantas bendiciones
recibidas, pero, a la vez, el salmista reconoce sus culpas y manifiesta el
arrepentimiento por sus infidelidades con El-Siempre-Fiel.
Se
menciona la “garganta”, que en hebreo alude al alma; y, al vientre, que en
hebreo habla de “interioridad”, se suele traducir como “todo mi ser”. Se pide
que ese aspecto global del ser, “recuerde”, “no olvide” todos los innumerables
motivos que tiene para que el pensamiento de Dios ocupe su totalidad. Esa
memoria nos despeja los ojos, nos hace darnos cuenta; si no, se nos pasaría
desapercibido; es lo que le sucede a los “incrédulos”, su falta de gratitud no
les deja ver que todo lo que tenemos lo hemos recibido, que todos los frutos
vienen de criaturas y que la vida toda, los alimentos, el vestido, la vivienda,
todo ha sido creado, también las personas que las han comprado y aquellos que
las han construido o fabricado.
En
la segunda estrofa se pasa a reconocer el perdón que viene de Dios, la salud,
que también Él nos regala, la constante resurrección otorgada y el cariño y
afección de que somos capaces, pero que nosotros no hemos cultivado ni
adquirido, sino que son don puro.
La
tercera estrofa habla de la liberación y la Justica, y de la figura de Moisés
como líder que -una vez más- ha sido Dios quien lo puso a acaudillar a su
pueblo elegido para rescatarlos del oprobio y la opresión. Así concluye la
perícopa, evocando la Salida de Egipto, como culmen de la liberación del pueblo
de Israel.
Mt
11, 25-27
Una
de nuestras grandes debilidades que el Malo se complace en explotar, es la
manía de querer hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza. Sin -casi darnos
cuenta- le colgamos nuestros ideales, y nuestras expectativas; nos cuesta
muchísimo descubrirlo manso y humilde, en cambio, nos apresuramos a imaginarlo
como los superhéroes, rencoroso, violento, arrogante, déspota (y decoramos esas
imágenes con eufemismos, llamándolas “autoridad”, “poder”, “majestad”).
En
cambio, los νηπίοις [nepios] “sencillos”, “niños”, “bebés”,
“pequeños”, “personas de mentalidad ingenua” han gozado de su Revelación. Ellos
no quieren que Dios se les parezca, quieren que Dios sea como Es, “Zarza
Ardiente”, y lo único que esperan es que se les haga Justicia; claman al Cielo
porque en su corazón vislumbran que Él les quitará las cargas pesadas y no los
explotará poniéndolos a cocer ladrillos de barro para los monumentos idolatras.
Hoy
y mañana nos ocupará el “Himno de Júbilo” que Jesús pronuncia agradeciéndole al
Padre porque los herederos del Reino no tienen requisitos de sabiduría y
arrogancia; pero se les pide aquello con lo que cuentan en abundancia: la
sencillez. La sencillez es por antonomasia el atributo de los “hombres de Buena
Voluntad”.
Los
sencillos son humildes con el Único que es digno de humildad: el Padre. El
problema se desprende de una infección letal: el “arribismo” que enseña las
manías de los prepotentes como atributos gratos al Señor, y arrastran al pueblo
sencillo a querer ser como ellos. Por eso es que el Señor nos enseña a no
hacernos “padres”, ni “jefes”, ni “rabinos”; nos pide por el contrario que
tengamos como superior al que esté dispuesto a hacerse nuestro “servidor” (Mt
23, 8-11). Nosotros somos sencillamente “hermanos”.
¿Y
qué es lo que se nos ha revelado a los “sencillos”? La sinodalidad requerida
para caminar los senderos que llevan a construir el Reino de los Cielos.
Conscientes que no es tarea para “uno” sino misión de cada discípulo empalmado
a su Comunidad.
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