martes, 15 de julio de 2025

Miércoles de la Décimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario

 


Ex 3, 1-6. 9-12

… el texto pone de relieve que Dios escucha el clamor y ve la situación y, a partir de entonces, algo nuevo tendrá que ocurrir.

Euclides Martins Balancin, Ivo Storniolo

Habíamos dejado, ayer, a Moisés, que se vio precisado a huir de Egipto por el asesinato que había cometido. En el capítulo 2, versos 15e-22, Moisés llega a Madian y se sienta en el brocal de un pozo; estando allí llegan las siete hijas del Sacerdote de Madian, que solían llevar agua de aquella fuente para los bebederos de las ovejas de su papá, fueron agredidas por unos pastores que pretendían echarlas, Moisés, con su naturaleza -que ya conocemos- que no soportaba la injusticia, intervino para defenderlas. Esta vez el relato le da otro nombre al que -acto seguido- se convertirá en el suegro de Moisés, aquí lo nombra Reuel, "amigo de Dios" o "Dios es compañero", «Este personaje es recordado por las tradiciones con tres nombres: Jetró (Ex 3,1), Reuel (Ex 2,18), Jobab (Jc 4,11). La solución posible es que Reuel puede ser el nombre del clan, Jetró el nombre del padre y Jobab el hijo que llegará a ser el cuñado de Moisés» (Enzo Raimondi); y se nos relata que cuando las chicas volvieron a casa y contaron lo que les había sucedido, su papá las conminó a irlo a buscar para invitarlo a comer, como agradecimiento; añadió a su gratitud el muy especial detalle de entregarle a su hija Séfora como esposa.

 

Inmediatamente, ella le da un hijo al que nombran גרסון [Guersón] “forastero”, porque dice Moisés, “soy forastero en tierra extranjera” (Ex 2, 22cd).

 

En los versos 2, 23-25, se nos narra que aquel Faraón que había condenado a Moisés, había fallecido; la condena contra Moisés quedaba, pues, cesante; los Israelitas clamaban por su condición inhumana, y estas voces doloridas llegaron a Oídos del Señor, y Dios “se interesó por ellos”.

 

Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro Jetró por el desierto, y en su errabundo trasegar llegó al חֹרֵב [Horeb], y allí vio una וְהַסְּנֶ֖ה אֵינֶ֥נּוּ אֻכָּֽל “zarza que ardía sin consumirse”, cosa que -como es natural- llamó su atención y se aproximó a “analizar”, qué era lo que pasaba.

 

Muchas veces se nos viene a la mente que cuando una persona debía recibir el entrenamiento para llegar a ser un “líder” según la Voluntad de Dios, no se matriculaba en una universidad -que evidentemente no existían en aquel tiempo- sino que recibían un taller práctico, convenientemente prolongado, para entender cómo “pastorear” una comunidad del pueblo de Dios. Moisés no es la excepción. Uno ve que lo que hace el pastor es preminentemente brindar un “acompañamiento”, más que dar órdenes o decidir por los demás, y nada relacionado con la pretensión de hacer prevalecer su propio “capricho”.

 

El Señor llama por dos veces a Moisés (lo que nos señala que se trata de un relato de “vocación”), El Señor, de inmediato, establece una liturgia, para que Moisés entienda que no es un dialogo con una “mata”, ni con cualquier persona común y corriente, sino que está Dialogando con el Propio Dios; y -también- para que se haga consciente de que aquel Lugar es muy especial, el lugar donde Dios le habló y donde tendrán que venir a cumplir la segunda parte de la liturgia. Aquí hay, detrás de la superficie, más allá de lo meramente anecdótico, una dialéctica Moisés se encuentra con Dios, pero -nuevamente, y mirando con mayor detenimiento- vemos que, en realidad de verdad fue Dios el que le “salió al paso” y se le hizo el Encontradizo. Dios empezó a arder en Llamas, mientras esperaba que Moisés llegara allí, donde en su “inconsciente” le había puesto la “cita”. Era una cita que el conscientemente no recordaba. (este es un lenguaje parabólico, no es que de pronto nos hayamos puesto psicoanalíticos). Lo importante no es la geografía del lugar, el lugar está en una dimensión espiritual, y se va construyendo paulatinamente en el ser de Moisés y en la dinámica de la Comunidad que asumen la “salida” hacia la Libertad de hijos de Dios dejándose llevar de la mano de Moisés en su vicariato-de-Dios-con-los-hombres..

 

Cuál es el marco espacial de la “cita”, el חֹרֵב [choreb] Horeb, esta palabra hebrea significa algo como “aridez”, “aspereza”, “desértico”, “desolado”.

 

¿Cuál es el “ícono” de esta prosopopeya (el “significante” de la Presencia de Dios)?: Una הַסְּנֶ֑ה [jasenej] “Zarza”, una “zarzamora”. En nuestra mente se detonan dos connotaciones: la zarza evoca de alguna manera la “corona de espinas”; las moras, las gotas de sangre que destila el Crucificado). Quizás les perezca excesiva nuestra figuración, quizás traída de cabellos). Técnicamente, este episodio corresponde a lo que se denomina una teofanía: Dios-Invisible se hace Presente por medio de un “ente-visible” para hacerse asequible a nuestros sentidos, a los de Moisés en este caso.

 

¿Qué podemos leer nosotros en esta simbología que Dios elige de “sequedad”, “aspereza”, de “espinosidad”? ¡La fe, el camino que recorre el creyente! que no es un lecho de rosas previamente desprovistas de espinas. El Camino a seguir está revestido de follaje áspero, escabroso, empedrado de tribulaciones. ¿Entonces el talante de Dios es cruel? ¡Nos parece que ni lo más mínimo! Todas esas pesadumbres y padecimientos los siembran los enemigos de Dios.

 

Avancemos con nuestra perícopa y la Misión encomendada: El Señor Envía a Moisés, ante Faraón. En los relatos de “vocación”, suele suceder que el interpelado rehúsa y no entiende por qué Dios hace recaer sobre él el “llamado”, siendo que se experimenta a sí mismo como limitado, indigno, desprovisto de la fuerza y los carismas indispensables.

 

Son famosos los cinco pretextos que blande Moisés, tratando de salirse del compromiso, él quiere desprenderse del encargo:

1)    Quién soy yo para presentarme ente el Faraón

2)    No sé nada, lo ignoro todo, inclusive desconozco el Nombre del Dios que me envía.

3)    Nadie me va a creer

4)    Tengo dificultad en el habla, sufro problemas de incapacidad para pronunciar correctamente ciertos fonemas.

5)    Mande a otro

 

Convendría -al llegar a este punto- revisar cuáles de estos argumentos hemos usado nosotros para evadir nuestra responsabilidad.


 

Le responde Dios dos cosas: por una parte, le garantiza que Él -Personalmente- lo acompañará, y, por otra, le da una señal, que se cumplirá a posteriori, sacará el pueblo de su expoliación y vendrán al Horeb a “dar culto”. Esa es, pues, la finalidad “litúrgica” de la Liberación: Venir a dar gracias, porque el Señor se ocupó y se interesó por su clamor, y obrará maravillas para doblegar la terquedad de Faraón. 

 

Sal 103(102), 1b-2. 3-4. 6-7

De los 22 versos que lo componen, se toman cinco versos y medio, es un salmo de Acción de Gracias donde se agradece y se reconocen tantas bendiciones recibidas, pero, a la vez, el salmista reconoce sus culpas y manifiesta el arrepentimiento por sus infidelidades con El-Siempre-Fiel.

 

Se menciona la “garganta”, que en hebreo alude al alma; y, al vientre, que en hebreo habla de “interioridad”, se suele traducir como “todo mi ser”. Se pide que ese aspecto global del ser, “recuerde”, “no olvide” todos los innumerables motivos que tiene para que el pensamiento de Dios ocupe su totalidad. Esa memoria nos despeja los ojos, nos hace darnos cuenta; si no, se nos pasaría desapercibido; es lo que le sucede a los “incrédulos”, su falta de gratitud no les deja ver que todo lo que tenemos lo hemos recibido, que todos los frutos vienen de criaturas y que la vida toda, los alimentos, el vestido, la vivienda, todo ha sido creado, también las personas que las han comprado y aquellos que las han construido o fabricado.

 


En la segunda estrofa se pasa a reconocer el perdón que viene de Dios, la salud, que también Él nos regala, la constante resurrección otorgada y el cariño y afección de que somos capaces, pero que nosotros no hemos cultivado ni adquirido, sino que son don puro.

 

La tercera estrofa habla de la liberación y la Justica, y de la figura de Moisés como líder que -una vez más- ha sido Dios quien lo puso a acaudillar a su pueblo elegido para rescatarlos del oprobio y la opresión. Así concluye la perícopa, evocando la Salida de Egipto, como culmen de la liberación del pueblo de Israel.

 

Mt 11, 25-27

Una de nuestras grandes debilidades que el Malo se complace en explotar, es la manía de querer hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza. Sin -casi darnos cuenta- le colgamos nuestros ideales, y nuestras expectativas; nos cuesta muchísimo descubrirlo manso y humilde, en cambio, nos apresuramos a imaginarlo como los superhéroes, rencoroso, violento, arrogante, déspota (y decoramos esas imágenes con eufemismos, llamándolas “autoridad”, “poder”, “majestad”).

 


En cambio, los νηπίοις [nepios] “sencillos”, “niños”, “bebés”, “pequeños”, “personas de mentalidad ingenua” han gozado de su Revelación. Ellos no quieren que Dios se les parezca, quieren que Dios sea como Es, “Zarza Ardiente”, y lo único que esperan es que se les haga Justicia; claman al Cielo porque en su corazón vislumbran que Él les quitará las cargas pesadas y no los explotará poniéndolos a cocer ladrillos de barro para los monumentos idolatras.

 

Hoy y mañana nos ocupará el “Himno de Júbilo” que Jesús pronuncia agradeciéndole al Padre porque los herederos del Reino no tienen requisitos de sabiduría y arrogancia; pero se les pide aquello con lo que cuentan en abundancia: la sencillez. La sencillez es por antonomasia el atributo de los “hombres de Buena Voluntad”.

 

Los sencillos son humildes con el Único que es digno de humildad: el Padre. El problema se desprende de una infección letal: el “arribismo” que enseña las manías de los prepotentes como atributos gratos al Señor, y arrastran al pueblo sencillo a querer ser como ellos. Por eso es que el Señor nos enseña a no hacernos “padres”, ni “jefes”, ni “rabinos”; nos pide por el contrario que tengamos como superior al que esté dispuesto a hacerse nuestro “servidor” (Mt 23, 8-11). Nosotros somos sencillamente “hermanos”.


 

¿Y qué es lo que se nos ha revelado a los “sencillos”? La sinodalidad requerida para caminar los senderos que llevan a construir el Reino de los Cielos. Conscientes que no es tarea para “uno” sino misión de cada discípulo empalmado a su Comunidad.

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