miércoles, 30 de julio de 2025

Jueves de la Décimo Séptima Semana del Tiempo Ordinario


Ex 40, 16-21. 34-38

Bueno, hoy llegamos al final del Libro del Éxodo. Mañana pasaremos al Levítico, el Tercer Libro de la Biblia, el centro del Pentateuco (la Torah). Vamos a leer una perícopa tomada del último capítulo, con un fragmento que no se leerá, se trata de Ex 22-33.

 

¿Que se dice en el fragmento que no se lee?

      i.                La mesa para los panes de la proposición

     ii.                La disposición del candelabro de siete brazos מנורה [menorá]

    iii.                El altar de oro para quemar incienso, por fuera del Sancta Sanctorum, delante del velo

   iv.                La cortina que constituía la entrada del Santuario

     v.                La palangana para la purificación de manos y pies

   vi.                La otra cortina, que alrededor del Santuario constituía una especie de patio, en torno de Aquel,

  vii.                y la cortina de entrada a ese patio.

Es lo que se precisa allí, en los 12 versos que no se lee dentro de la perícopa de hoy.

 

Dijimos que, en los capítulos 25 – 31,11 YHWH le dio -a Moisés- todas las instrucciones cultuales y todos los detalles litúrgicos. Hoy se nos refiere cómo Moisés implemento al pie de la letra todas las instrucciones recibidas: los tablones, los travesaños, las columnas, la cubierta, todo conforme a lo mandado.

 

La Ley había sido pronunciado por YHWH, y su Palabra la establecía; su registro escrito, las tablas con el Decálogo, no son -stricto sensu - la Ley, sino Su Testimonio. En el Arca lo que se puso fue el עֵדוּת [edud] “Testimonio” Material, de que esa, y no otra, era La que Dios había pactado.  Puso los “varales” con sus cinco cortinas, como una especie de “aislante” -por así decir, entre el contenido y el הַכַּפֹּ֛רֶת [hak-Kappored] “Sede de la Misericordia” “Propiciatorio”, que iba encima (flanqueado por los ángeles que lo decoraban).

 

Viene la parte que no se lee, redundamos en esto porque testimonia que Moisés fue muy exacto en todos los detalles litúrgicos que Yahweh la había prescrito; donde Moisés pone la Mesa para los Panes, el velo, la מְנֹרָה [Menorah] “Lámpara de aceite de siete brazos”, el Altar de Oro, el Incienso Ardiente, la Ante-puerta, y ofreció el Holocausto, todo según se lo había señalado el Señor. Puso, frente a la Tienda del Encuentro, una fuente para “purificarse” lavándose, y, todo alrededor, se definió como Atrio, o sea la “zona de patios” que rodeaba la Tienda del Encuentro, donde el pueblo podía acceder para traer y presentar sus ofrendas sacrificiales.

 

Retoma la perícopa en el verso 34, para referirnos cómo, una vez satisfechas las indicaciones estipuladas, se hizo Presente y la כָּבוֹד [Kabbot] “Gloria” del Señor lo llenó íntegramente, de manera tal que Moisés no pudo entrar.

 

Así -concluye el Éxodo, precisando que el liderazgo mosáico no era más allá de una mediación humana-, señalando que Dios en Persona, los fue acompañando en todas las etapas de la travesía del Desierto; y cuando la Nube reposaba, ellos armaban su campamento; y, cuando la Nube se levantaba, de inmediato ellos recogían sus bártulos y reemprendían la marcha, liderados por YHWH.

 

Queremos retomar la enumeración de todos los conceptos teologales y su riqueza que configuran y precisan el significado trascendente de la Alianza y su consolidación litúrgica a lo largo del Libro del Éxodo:

1)    Sometidos al servilismo

2)    Liberación

3)    Errabundeo

4)    40 años de “Desierto”

5)    Sometidos a prueba

6)    Alianza

7)    Ley

8)    Melancolía por las ollas de Egipto

9)    Pecado de idolatría

10) Providencia

11) Nombre de Dios

12) Rostro de Dios

13) Presencia Gloriosa

14) Santuario y sacerdocio

15) Intercesión de Moisés

16) Pueblo elegido

17) Pascua

18) Sabbath

 

Todos estos aspectos y conceptos configuraron y definieron la identidad de Israel.


 A modo de epilogo -sobre la sucesión de estas meditaciones en torno al Libro del Éxodo- observar que la salida de Egipto, ocupa 31 versículos de los 1213 que forman todo el Libro, o sea, menos del 2,55 % del total. A veces, cuando hacemos un análisis de la liberación de un pueblo, decimos que la batalla tal, selló su libertad; pero, ¡no hay tal! en realidad, de verdad, hay que continuar el proceso y ese “sello” solamente marca el inicio de la construcción de la libertad. La libertad hay que irla conquistando milímetro a milímetro, siempre muy conscientes, siempre vigilantes, responsables que en cada acto, la estamos ejercitando y que siempre se corre el riesgo de -en el momento menos pensado- empezar a construir nuevas idolatrías o retomar las antiguas, fundiendo “becerros de oro”. El Libro del Éxodo termina y ellos seguirán vagando por el desierto; la Torah concluirá con la muerte de Moisés, sin ellos haber alcanzado la “Tierra prometida”, eso, en una buena lectura, nos descubre que alcanzar la “liberación” no es cualquier “galleta de vainilla”. Ser pueblo de Dios es vivir la consciencia de ser libres para poder vivir en la “libertad de los hijos de Dios” y no vivir lloriqueando melancólicos por las olladas de carne y cebollas que se comían mientras el látigo del régimen de servilismo les mordía las espaldas.  A manera de síntesis, queremos citar: «Todo y cualquier proceso de liberación no puede quedarse en el movimiento o depender de la voluntad o de la buena intención de un líder o de un grupo. Es necesarios crear bases firmes para consolidar lo ya conquistado y así poder dar nuevos pasos hacia adelante». (Euclides Martins Balancín; Ivo Storniolo) Mientras tanto seguiremos caminado en círculos por el desierto.

 

Sal 84(83), 3. 4. 5-6a y 8a. 11

¡Qué alegría cuando me dijeron:

"vamos a la Casa del Señor"!

Sal 122(121)

Este, muy a propósito, es un salmo de peregrinación. Se trata de un peregrinaje -como el que hizo el pueblo con Moisés, dirigidos por el propio YHWH. Pero, en este caso, no se va rumbo a la Tierra de Promisión- sino que el peregrinaje se dirige al Templo.

 

Cómo nos cuesta trabajo dirigirnos al Templo, la pereza -el Malo disfrazado de flojera- se adueña de nosotros y toda clase de obstáculos se ponen frente a nosotros. Cualquier otra actividad que se nos ocurra suena más atractiva que la Visita a nuestro Amadísimo. ¿Cómo es posible que nos cueste tanto trabajo ir donde El-que-tanto-nos-Ama y al que tanto decimos amar?


Debería ser motivo de jolgorio, deberíamos alegrarnos hasta el límite de lo que cabe en nuestro corazón. Para nada tendría que ser un “Mandamiento” de la Santa Madre Iglesia.

 

Miren lo que hay en el corazón del salmista y tratemos de explicar por qué no son similares nuestros sentimientos:

 

El alma-dice él- se consume de anhelo por llegar a los atrios. Ellos no podían entrar en la Tienda del Encuentro, tenían que quedarse en los atrios, sin embargo, el corazón y todo su cuerpo se estremecían de gozo.

 

Hasta los pajarillos quieren vivir en el Templo y hacer sus nidos en el alaro, también la golondrina tiene un impulso reverente y se complace en anidar allí: es una golondrina pía y devota.

 

Los sacerdotes, los levitas que viven allí, son supremamente dichosos, porque están cargándose de su Fuerza, llenándose de su Poder Divino, constantemente. Se gozan en su Presencia. Diamantizan sus rostros.

 

Y si se sacan cuentas, es preferible una vida corta en el Templo que una larga, pero alejados del Señor.

 

Unamos nuestra voz y proclamemos también: ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del Universo! ¡Qué no diéramos por poder habitar en tu Santo Templo día y noche!

 

Mt 13, 47-53

Un hoy que se proyecta hacia la Gloria Escatológica

Toda palabra, todo gesto en mi vida, viene motivada por su amor y es para mostrarme el camino del amor. Ojalá pueda comenzar ahora a abrir un poco más los ojos, a buscar sólo aquello que es bueno para mí y para los demás. Que entienda que la opción es mía. Pero que también recuerde siempre que Dios es paciente y que puedo confiar en Él si todavía me cuesta dar el primer paso.

Papa Francisco

A veces nos encontramos con reiteraciones inexplicables: Tomemos por caso la parábola del tesoro y la de la perla finísima, ¿no se trata de lo mismo? ¿no están ambas encaminadas a decirnos que hay que saber reconocer lo valioso del Reino para trabajar por él?

 


En aquellas sociedades, se daba una división del trabajo mínima: normalmente o se era pastor, o labrador o pescador, algunos eran artesanos. Quizás en las temporadas de cosecha, algunos pescadores brindaban sus manos para ayudarla a recoger, pero no eran especialistas en asuntos de sembrar, cosechar, arar, desyerbar. Quizás Jesús dio dos versiones análogas, pero la una destinada a los labradores, y la otra más cercana a la realidad de los pescadores.

La parábola de la cizaña y la de la red que “recoge toda clase de peces”, tiene exactamente la misma sutil diferencia: ambas nos hablan de una tolerancia, de una cierta paciencia, de los tiempos y los ritmos propios de cada realidad, pero la del trigo y la cizaña está más enfocada a la lógica del labrador; mientras que la de la red, es una parábola que nos encamina hacia la espera paciente, pero mucho más clara para el pensamiento de los pescadores. En los dos casos, se subraya que Dios no arranca la cizaña, ni aplica alguna técnica de pesca que evite que peses pequeños o no útiles para prepararlos como alimento, no cayeran en la redada; siempre hay que esperar al “final”, por tres razones:

a)    La lucha contra el mal nos hace más fuertes y más astutos para el discernimiento del bien y el mal.

b)    Puede suceder, que la Paciencia Misericordiosa del Señor, de tiempo para que los malos cambien y se dediquen a los caminos del bien. Así que la espera puede convertirse en una oportunidad de Salvación.

c)    Cuando Dios da tiempo, nos regala la hermosa posibilidad de ponernos a su lado y trabajar con Él en la construcción del Reino, lo cual podría entenderse como una anticipación de la cosecha, pero también una demostración fehaciente de nuestro compromiso con la Alianza.

 

No es que Jesús diga que hay que empezar a construir el Reino sólo cuando la historia llegue a su fin. La tarea hay que asumirla ya, hoy mismo; sin embargo, tenemos que definir la dirección en la que apuntamos, y no porque -estemos llegando ya al fin de la historia- sino porque sólo sabiendo el “hacia dónde” podremos hacer coherente lo que hacemos con el “para dónde vamos”. «… la sinodalidad “indica la especifica forma de vivir y obrar (modus vivendi et operandi) de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora” (CTI, n.6)» (Por una Iglesia Sinodal: Comunión, Participación y Misión. Documento Final #31)


 Tengamos en cuenta que la proyección que hace Jesús toma por fundamento lo que pasará el “final de los tiempos”: El tema escatológico, está en el orden del día, como “lentes” indispensables para “visionar” los Misterios que aquí se Revelan y sobre los cuales basamos nuestro trabajo y nuestra vida; para así glorificar la Inmensa Gloria de Dios, por toda la Eternidad. 

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