Ex 12, 37-42
Damos
un “salto” y dejamos sin estudiar la muerte de los hijos mayores, para ir
directamente a la “Salida de Egipto”. Se nos instruye en esta perícopa que los
Israelitas estuvieron exactamente cuatrocientos treinta años en Egipto, la
noche en que completaron ese tiempo, en esa precisa noche, salieron de Ramsés
-en el puro norte de Egipto, donde los Israelitas eran ocupados en la
construcción de las grandes obras faraónicas; y fueron a Sucot -al sudeste- que
está a medio camino de Ramsés al Mar de las Cañas. El Señor-Dios pasó toda la
noche en vela, cuidando de su pueblo mientras emigraban de Egipto.
Son
sólo seis versos y no parecen contener ningún mensaje muy especial: Uno podría
pensar, bueno el Señor ya logró su “propósito”, los sacó de Egipto y superó
todas las trabas que puso el Faraón -recordemos que Faraón significa “el de la
casa grande”- una vez cumplida Su Misión, el Señor podía retirarse a sus
aposentos. Pero, ese no es el caso: el Señor está allí pendiente,
acompañándolos, bien dispuesto a intervenir a su favor. Pasa toda la noche sin
pegar ojo, porque es un Padre Responsable. Acaba de nacer un pueblo nuevo, y el
Señor lo asume como su “pueblo escogido”, así que inicia su paternidad muy
responsable y va a velar por ellos en lo sucesivo.
Pero
resulta que lo que dicen estos seis versículos es precisamente que Dios se hará
cargo de ellos y que quedan bajo su patronato. Ya antes de haberlos sacado, los
arropó con su Paternidad, Él no se ha hecho un pueblo para Sí, por
fanfarronear, se ha hecho de un pueblo por el que va a sacar la cara. Su amado
pueblo estará siempre en su pupila y Dios verá por ellos como si ellos fueran
exactamente eso, “la niña de Sus Ojos”.
Eran
seiscientos mil hombres de a pie y de edad militar. Con ellos iban gentes de
“toda clase” y ovejas y vacas. Como no
tenían más que la masa de pan sin levadura, con esa masa hicieron tortas
ázimas. Seguramente, esto está a la raíz de la tradición de celebrar la Cena
Pascual (el Seder de pesaj) con panes ázimos.
Este zicaron (memorial) ¿qué sentido
tiene? ¿Es que el Señor quiere sacárnoslo en cara, como esos padres que recriminan
a sus hijos mostrándoles permanentemente que se les adeuda mucho y que ellos
han tenido que “dejar de llevarse el pan a la boca” para dárnoslo a nosotros?
¡Claro que debemos ser agradecidos y somos conscientes de cuánto nos han
brindado nuestros padres para sacarnos adelante! Pero, ¡ese no es el sentido
del “memorial” al que nos convoca el Señor!
¿Qué vislumbramos nosotros aquí? ¡Creemos que
se trata de celebrar el “primer y definitivo paso” que se acaba de dar! A la
vez que, avizorar, que no es la meta, que sólo es el primer paso, que habrá que
caminar mucho para alcanzar la “tierra de promisión”. Si nosotros no miramos con perspectiva adecuada
y madura hacia lo que viene; y, confundimos el “salto” con el final de la
trayectoria, vamos a cometer un “acabose”. Este memorial nos pide que nos
dispongamos, con los dientes apretados y el pulso firme, a ir “adelante”, a
resistir las pruebas de la travesía. Al “salir” de Egipto empezaba la historia
de estos “hombres nuevos”, de este pueblo recién constituido. ¿Han visto lo que
pasa con esas personas que alcanzan una “meta volante” -como se las llama en
ciclismo- y creen que esa, es ya, la meta final?
Vamos
a conocer a los israelitas en el desierto, en esta travesía hacia “la tierra
que mana leche y miel”: Por ahora, está la dicha de la “salida”, cuando
lleguemos al capítulo 32 nos vamos a dar cuenta que el “entusiasmo” se les
había agotado, e hicieron un becerro de oro, y “este pueblo que debía tener muy
claro que Dios es Uno”, se dio a la idolatría.
Tomemos
otro ejemplo con un criterio parabólico- miremos lo que pasa con un joven que-
recibe su primer salario y ese día invita a toda su “gallada”, se lo beben y
¡no más! Hay otro enfoque, hacer una mesurada celebración y comenzar a reunir
los fondos necesarios para dar los siguientes pasos de vida. Claro que uno
puede ingresar en un círculo vicioso de trabajar y, al fin de mes, darse a la “juerga”,
embriagarse, y así sucesivamente, hasta el otro mes, y vuelve y juega.
Si
continuamos la Lectura juiciosa del Éxodo, vemos lo que hizo Dios en su Celestial
Pedagogía: fue educando a su pueblo, le dio algo así como un Waze, y le
fue indicando, avance tantas cuadras, gira a la derecha, acampe ahí, quédense
tanto tiempo allá, ahora recojan las tiendas y reinicien el caminar… y así
siempre, cuando columna de fuego, cuando nube que refrescaba el camino soleado,
abrazador. ¡Siempre con ellos!
Y
siguió enseñándoles a cultivar la liturgia, a mantener una relación con Él, a
tomarlo en cuenta en su vida, a ser conscientes que Él iba a su lado, liderándolos,
acompañándolos, protegiéndolos, proveyendo; les indicó para que tuvieran un santuario,
un altar, ofrecieran incienso, tuvieran un sacerdocio, consagraran el aceite
para las unciones y guardaran un día intenso de relación con Él, el שבת
[šabbāt] “Sabbath”, “sábado”,
“detenerse”, “interrumpir”, “parar”. Y,
les instituyó ימי חג [yemei
chag] “Días de Fiesta”.
¿Descansar?
¡Si! ¿Parar? ¡Si! Pero, al celebrar,
hacer consciencia que se celebra para, además, recargar fuerzas y entrever, el
siguiente paso a dar. La marcha sigue, hasta la Parusía.
Sal
136(135), 1a. 23a. 24a. 10a. 11a. 12a. 13a. 14a. 15a.
Ahora, continuo en el
silencia de la conciencia, rememorando aquellos momentos que sólo Él y yo
conocemos, momentos de intimidad y gozo, momentos de dolor y arrepentimiento,
momentos de gracia y misericordia. Porque es eterno su Amor.
Carlos G. Vallés. s.j.
Este
es un Salmo de la Alianza. Al escuchar el salmo nos encontramos con una
estructura litánica. El proclamador enuncia una frase, y nosotros le hacemos
eco, siempre con la misma frase: el verso responsorial. Es como si ante cada
exclamación, nosotros nos uniéramos diciendo: “Estamos de acuerdo” o “Dices
bien” esta aceptación que nosotros expresamos se reviste de la siguiente forma:
“Porque es eterna su Misericordia”. Son nueve interjecciones, de las cuales queremos
referirnos a cuatro, porque ellas son los vientos y tensores de la carpa capacitándola
para resistir la arremetida del viento.
1) En nuestra
humillación se acordó de nosotros.
2) Hirió a Egipto donde
más le dolía, en sus primogénitos, para sacar a Israel de aquel país.
3) Dividió el Mar Rojo
en dos para abrirles paso.
4) A Faraón y a su ejército
los ahogó en el Mar Rojo.
«Israel
canta su acción de gracias en la Fiesta de la Pascua, enumerando con memoria
cariñosa todas las maravillas que ha hecho el Señor desde la creación y el
rescate hasta la conquista y el cuidado diario, bajo la sagrada monotonía del
mismo estribillo: “Porque es eterno su Amor”» (Calos González Vallés s.j.)
Mt
12, 14-21
Aquí está mi siervo a
quien sostengo, mi elegido, en quien me deleito. He puesto en Él mi Espíritu para
que traiga la Justicia a todas las naciones.
Is 42, 1
Nosotros
decimos que Jesús no vino a revocar la Ley, y eso es exactamente lo que Él hizo,
le Ley revelada para Él era Sagrada porque Él mismo la había conocido estando
en el Seno del Padre. Dejó la Ley ocupando su lugar: el justo lugar que le
corresponde, pero, por ejemplo, la manera como entendíamos el sábado como una
norma rígida que ponía de lado la situación humana, eso, Él lo cuestionó y lo
planteo de una manera nueva. La ley como había sido interpretada requería
ponerla en cuestión y eso fue lo que Jesús planteó, insistentemente.
Vimos
que la gente le enfatizaba -conforme a la convicción que ellos manejaban- que
no podían descascarar el trigo para luego masticarlo, porque era sábado, y el
hambre tenía que esperar a que pasara el sábado.
Y
Jesús lo que les argumenta es que Él es superior a la Ley del Sabbath, y tenía
autoridad y soberanía sobre ella. ¡Imagínense ustedes! Para nosotros es Jesús y
punto: Después de 20 siglos de ir cocinando la idea, decimos: ¡pues claro que
tiene la autoridad! ¡Él es Dios y puede hacer lo que Él quiera! Pero para ellos,
no era sino un “tipo”, no era sino un “tipo loco”, un vecino más, un judío cualquiera.
Un atrevido, y reclamaban contra Él ¡sea anatema!
Ese
mismo sábado, después de la perícopa que leímos ayer, entró en una sinagoga,
encontró allí una persona con el brazo tullido. Ustedes saben cómo es la gente,
como le echan leña al fuego y, luego, con la tapa de una olla, abanican para que
alce la llamarada: Le preguntan, con ánimo insidioso: ¿está ἔξεστιν [existin] “permitido”, “es lícito”
sanar un enfermo en sábado? Observemos que el interrogante pone el énfasis
sobre la legitimidad, recalcando un espíritu leguleyo. Identifica la formalidad
de la ley con la Justicia.
Al
hacerla esta pregunta, ellos ya tenían en el cajón la pistola sin el seguro;
según su tradición, Él tenía que contestar: ¡Claro que no! ¡El sábado es día de
reposo! ¡Debe consagrarse a Dios! ¡Esperemos que se acabe el día y mañana lo
curamos, ha estado tullido por años, un día más que se espere, bien valdrá la
pena! Muy apreciado Jesús, usted bien sabe que no se puede sanar un sábado,
porque sanar es un trabajo, y la ley prohíbe hacer cualquier trabajo en sábado.
Jesús
les explica, tomando como punto de referencia una oveja caída en un pozo, ¡sin
duda que su propietario pondrá suspenso a la Ley del Sabbath, y correrá a sacarla!
Jesús que es “Buen Pastor” obra en consonancia: coge a la “ovejita” mani-tullida
y con toda prontitud. Jesús con su corazón “misericordioso”, capaz de
conmoverse, sin dar más aplazamiento, procede a dejarle la mano tan buena como
la otra. Jesús que ha aplicado esta parábola de la oveja caída en un pozo, hace
notar que un ser humano es mucho más valioso que una oveja.
Al
ver esto, los asistentes a los oficios en la sinagoga, de inmediato -al ver
semejante poder- lo reconocieron como Mesías, y lo adoraron. ¡Qué va! Nada de
eso. No se dan por enterados; por el contrario, es como si le hubieran dado cuerda
a su animadversión: ¡que no nos venga con el cuentico que Él es más importante
que el templo! No hay nada por encima del templo, porque el templo es la casa
de Dios. Y ¡empezaron con sus planes diabólicos a fraguarle la crucifixión!
Por
un instante pongámonos en los zapatos (sandalias) de uno de sus discípulos y
preguntemos lo que ellos se decían internamente, si Jesús, ¿no debería en ese
momento alzar sus ojos al Cielo y pedirle a su Padre que enviara sus ángeles-drones
convenientemente cargados de misiles, y los descargara sobre estos judíos-fanáticos
que desconocieron al Divino-Maestro?
Lo
que nos está enseñando Jesús es que tenemos que ablandar el corazón, que
tenemos que aprender a oírle, a entenderle, y sobre todo a humanizar nuestro
credo: «Escuchar a Jesús. Escuchar la predicación de Jesús. “Y ¿cómo puedo
hacer esto padre? ¿En qué canal de televisión habla Jesús? En el Evangelio.
Llevar siempre un Evangelio con nosotros, pequeño, y tenerlo al alcance de la mano.»
(Papa Francisco)
En
el verso 15 que no se lee en la liturgia, dice que “Jesús al saberlo, se fue de
allí, …”. La perícopa de hoy concluye con la cita de Isaías 42, que hace
alusión a la caña y la mecha que son dos figuras del pueblo “elegido”. Y son
esenciales a la comprensión de la perícopa que leemos hoy, porque alude a la
Justicia de la que el Siervo de Yahweh es portador: “… para que traiga la
Justicia a todas las naciones”. ¡A eso
vino Jesús, a reinterpretar la Ley para que fuera una Ley Compasiva y
Misericordiosa!
Tenemos que comprometernos con el Anuncio de la Buena Nueva sin cejar, y a la vez, ser comprensivos y respetuosos con los que todavía no alcanzan a comprender y no están maduros para dejar resonar la Voz del Hijo del hombre en su corazón. «Jesús es benévolo también con las “cañas”, no sólo sacudidas por el viento, sino también quebradas. Asumirá el cuidado de ellas y las utiliza como apoyo para su actividad (11,5), hasta herirse la mano (Is 36,6). Del extremo de una caña beberá en la cruz el vinagre de nuestra vida malograda (27,48)» (Silvano Fausti).
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