viernes, 18 de julio de 2025

Sábado de la Décimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario


Ex 12, 37-42

Damos un “salto” y dejamos sin estudiar la muerte de los hijos mayores, para ir directamente a la “Salida de Egipto”. Se nos instruye en esta perícopa que los Israelitas estuvieron exactamente cuatrocientos treinta años en Egipto, la noche en que completaron ese tiempo, en esa precisa noche, salieron de Ramsés -en el puro norte de Egipto, donde los Israelitas eran ocupados en la construcción de las grandes obras faraónicas; y fueron a Sucot -al sudeste- que está a medio camino de Ramsés al Mar de las Cañas. El Señor-Dios pasó toda la noche en vela, cuidando de su pueblo mientras emigraban de Egipto.

 

Son sólo seis versos y no parecen contener ningún mensaje muy especial: Uno podría pensar, bueno el Señor ya logró su “propósito”, los sacó de Egipto y superó todas las trabas que puso el Faraón -recordemos que Faraón significa “el de la casa grande”- una vez cumplida Su Misión, el Señor podía retirarse a sus aposentos. Pero, ese no es el caso: el Señor está allí pendiente, acompañándolos, bien dispuesto a intervenir a su favor. Pasa toda la noche sin pegar ojo, porque es un Padre Responsable. Acaba de nacer un pueblo nuevo, y el Señor lo asume como su “pueblo escogido”, así que inicia su paternidad muy responsable y va a velar por ellos en lo sucesivo.

 

Pero resulta que lo que dicen estos seis versículos es precisamente que Dios se hará cargo de ellos y que quedan bajo su patronato. Ya antes de haberlos sacado, los arropó con su Paternidad, Él no se ha hecho un pueblo para Sí, por fanfarronear, se ha hecho de un pueblo por el que va a sacar la cara. Su amado pueblo estará siempre en su pupila y Dios verá por ellos como si ellos fueran exactamente eso, “la niña de Sus Ojos”.

 

Eran seiscientos mil hombres de a pie y de edad militar. Con ellos iban gentes de “toda clase” y ovejas y vacas.  Como no tenían más que la masa de pan sin levadura, con esa masa hicieron tortas ázimas. Seguramente, esto está a la raíz de la tradición de celebrar la Cena Pascual (el Seder de pesaj) con panes ázimos.

 

Este zicaron (memorial) ¿qué sentido tiene? ¿Es que el Señor quiere sacárnoslo en cara, como esos padres que recriminan a sus hijos mostrándoles permanentemente que se les adeuda mucho y que ellos han tenido que “dejar de llevarse el pan a la boca” para dárnoslo a nosotros? ¡Claro que debemos ser agradecidos y somos conscientes de cuánto nos han brindado nuestros padres para sacarnos adelante! Pero, ¡ese no es el sentido del “memorial” al que nos convoca el Señor!

 

¿Qué vislumbramos nosotros aquí? ¡Creemos que se trata de celebrar el “primer y definitivo paso” que se acaba de dar! A la vez que, avizorar, que no es la meta, que sólo es el primer paso, que habrá que caminar mucho para alcanzar la “tierra de promisión”.  Si nosotros no miramos con perspectiva adecuada y madura hacia lo que viene; y, confundimos el “salto” con el final de la trayectoria, vamos a cometer un “acabose”. Este memorial nos pide que nos dispongamos, con los dientes apretados y el pulso firme, a ir “adelante”, a resistir las pruebas de la travesía. Al “salir” de Egipto empezaba la historia de estos “hombres nuevos”, de este pueblo recién constituido. ¿Han visto lo que pasa con esas personas que alcanzan una “meta volante” -como se las llama en ciclismo- y creen que esa, es ya, la meta final?

 

Vamos a conocer a los israelitas en el desierto, en esta travesía hacia “la tierra que mana leche y miel”: Por ahora, está la dicha de la “salida”, cuando lleguemos al capítulo 32 nos vamos a dar cuenta que el “entusiasmo” se les había agotado, e hicieron un becerro de oro, y “este pueblo que debía tener muy claro que Dios es Uno”, se dio a la idolatría.

 

Tomemos otro ejemplo con un criterio parabólico- miremos lo que pasa con un joven que- recibe su primer salario y ese día invita a toda su “gallada”, se lo beben y ¡no más! Hay otro enfoque, hacer una mesurada celebración y comenzar a reunir los fondos necesarios para dar los siguientes pasos de vida. Claro que uno puede ingresar en un círculo vicioso de trabajar y, al fin de mes, darse a la “juerga”, embriagarse, y así sucesivamente, hasta el otro mes, y vuelve y juega.

 

Si continuamos la Lectura juiciosa del Éxodo, vemos lo que hizo Dios en su Celestial Pedagogía: fue educando a su pueblo, le dio algo así como un Waze, y le fue indicando, avance tantas cuadras, gira a la derecha, acampe ahí, quédense tanto tiempo allá, ahora recojan las tiendas y reinicien el caminar… y así siempre, cuando columna de fuego, cuando nube que refrescaba el camino soleado, abrazador. ¡Siempre con ellos!

 

Y siguió enseñándoles a cultivar la liturgia, a mantener una relación con Él, a tomarlo en cuenta en su vida, a ser conscientes que Él iba a su lado, liderándolos, acompañándolos, protegiéndolos, proveyendo; les indicó para que tuvieran un santuario, un altar, ofrecieran incienso, tuvieran un sacerdocio, consagraran el aceite para las unciones y guardaran un día intenso de relación con Él, el שבת [šabbāt] “Sabbath”, “sábado”, “detenerse”, “interrumpir”, “parar”.  Y, les instituyó ימי חג [yemei chag] “Días de Fiesta”.

 


¿Descansar? ¡Si! ¿Parar? ¡Si!  Pero, al celebrar, hacer consciencia que se celebra para, además, recargar fuerzas y entrever, el siguiente paso a dar. La marcha sigue, hasta la Parusía.

 

Sal 136(135), 1a. 23a. 24a. 10a. 11a. 12a. 13a. 14a. 15a.

Ahora, continuo en el silencia de la conciencia, rememorando aquellos momentos que sólo Él y yo conocemos, momentos de intimidad y gozo, momentos de dolor y arrepentimiento, momentos de gracia y misericordia. Porque es eterno su Amor.

Carlos G. Vallés. s.j.

Este es un Salmo de la Alianza. Al escuchar el salmo nos encontramos con una estructura litánica. El proclamador enuncia una frase, y nosotros le hacemos eco, siempre con la misma frase: el verso responsorial. Es como si ante cada exclamación, nosotros nos uniéramos diciendo: “Estamos de acuerdo” o “Dices bien” esta aceptación que nosotros expresamos se reviste de la siguiente forma: “Porque es eterna su Misericordia”. Son nueve interjecciones, de las cuales queremos referirnos a cuatro, porque ellas son los vientos y tensores de la carpa capacitándola para resistir la arremetida del viento.

1)    En nuestra humillación se acordó de nosotros.

2)    Hirió a Egipto donde más le dolía, en sus primogénitos, para sacar a Israel de aquel país.

3)    Dividió el Mar Rojo en dos para abrirles paso.

4)    A Faraón y a su ejército los ahogó en el Mar Rojo.

 


«Israel canta su acción de gracias en la Fiesta de la Pascua, enumerando con memoria cariñosa todas las maravillas que ha hecho el Señor desde la creación y el rescate hasta la conquista y el cuidado diario, bajo la sagrada monotonía del mismo estribillo: “Porque es eterno su Amor”» (Calos González Vallés s.j.)

 

Mt 12, 14-21

Aquí está mi siervo a quien sostengo, mi elegido, en quien me deleito. He puesto en Él mi Espíritu para que traiga la Justicia a todas las naciones.

Is 42, 1

Nosotros decimos que Jesús no vino a revocar la Ley, y eso es exactamente lo que Él hizo, le Ley revelada para Él era Sagrada porque Él mismo la había conocido estando en el Seno del Padre. Dejó la Ley ocupando su lugar: el justo lugar que le corresponde, pero, por ejemplo, la manera como entendíamos el sábado como una norma rígida que ponía de lado la situación humana, eso, Él lo cuestionó y lo planteo de una manera nueva. La ley como había sido interpretada requería ponerla en cuestión y eso fue lo que Jesús planteó, insistentemente.

 


Vimos que la gente le enfatizaba -conforme a la convicción que ellos manejaban- que no podían descascarar el trigo para luego masticarlo, porque era sábado, y el hambre tenía que esperar a que pasara el sábado.

 

Y Jesús lo que les argumenta es que Él es superior a la Ley del Sabbath, y tenía autoridad y soberanía sobre ella. ¡Imagínense ustedes! Para nosotros es Jesús y punto: Después de 20 siglos de ir cocinando la idea, decimos: ¡pues claro que tiene la autoridad! ¡Él es Dios y puede hacer lo que Él quiera! Pero para ellos, no era sino un “tipo”, no era sino un “tipo loco”, un vecino más, un judío cualquiera. Un atrevido, y reclamaban contra Él ¡sea anatema!

 

Ese mismo sábado, después de la perícopa que leímos ayer, entró en una sinagoga, encontró allí una persona con el brazo tullido. Ustedes saben cómo es la gente, como le echan leña al fuego y, luego, con la tapa de una olla, abanican para que alce la llamarada: Le preguntan, con ánimo insidioso: ¿está ἔξεστιν [existin] “permitido”, “es lícito” sanar un enfermo en sábado? Observemos que el interrogante pone el énfasis sobre la legitimidad, recalcando un espíritu leguleyo. Identifica la formalidad de la ley con la Justicia.

 

Al hacerla esta pregunta, ellos ya tenían en el cajón la pistola sin el seguro; según su tradición, Él tenía que contestar: ¡Claro que no! ¡El sábado es día de reposo! ¡Debe consagrarse a Dios! ¡Esperemos que se acabe el día y mañana lo curamos, ha estado tullido por años, un día más que se espere, bien valdrá la pena! Muy apreciado Jesús, usted bien sabe que no se puede sanar un sábado, porque sanar es un trabajo, y la ley prohíbe hacer cualquier trabajo en sábado.

 

Jesús les explica, tomando como punto de referencia una oveja caída en un pozo, ¡sin duda que su propietario pondrá suspenso a la Ley del Sabbath, y correrá a sacarla! Jesús que es “Buen Pastor” obra en consonancia: coge a la “ovejita” mani-tullida y con toda prontitud. Jesús con su corazón “misericordioso”, capaz de conmoverse, sin dar más aplazamiento, procede a dejarle la mano tan buena como la otra. Jesús que ha aplicado esta parábola de la oveja caída en un pozo, hace notar que un ser humano es mucho más valioso que una oveja.

 

Al ver esto, los asistentes a los oficios en la sinagoga, de inmediato -al ver semejante poder- lo reconocieron como Mesías, y lo adoraron. ¡Qué va! Nada de eso. No se dan por enterados; por el contrario, es como si le hubieran dado cuerda a su animadversión: ¡que no nos venga con el cuentico que Él es más importante que el templo! No hay nada por encima del templo, porque el templo es la casa de Dios. Y ¡empezaron con sus planes diabólicos a fraguarle la crucifixión!

 

Por un instante pongámonos en los zapatos (sandalias) de uno de sus discípulos y preguntemos lo que ellos se decían internamente, si Jesús, ¿no debería en ese momento alzar sus ojos al Cielo y pedirle a su Padre que enviara sus ángeles-drones convenientemente cargados de misiles, y los descargara sobre estos judíos-fanáticos que desconocieron al Divino-Maestro?

 

Lo que nos está enseñando Jesús es que tenemos que ablandar el corazón, que tenemos que aprender a oírle, a entenderle, y sobre todo a humanizar nuestro credo: «Escuchar a Jesús. Escuchar la predicación de Jesús. “Y ¿cómo puedo hacer esto padre? ¿En qué canal de televisión habla Jesús? En el Evangelio. Llevar siempre un Evangelio con nosotros, pequeño, y tenerlo al alcance de la mano.» (Papa Francisco)

 

En el verso 15 que no se lee en la liturgia, dice que “Jesús al saberlo, se fue de allí, …”. La perícopa de hoy concluye con la cita de Isaías 42, que hace alusión a la caña y la mecha que son dos figuras del pueblo “elegido”. Y son esenciales a la comprensión de la perícopa que leemos hoy, porque alude a la Justicia de la que el Siervo de Yahweh es portador: “… para que traiga la Justicia a todas las naciones”.  ¡A eso vino Jesús, a reinterpretar la Ley para que fuera una Ley Compasiva y Misericordiosa!


Tenemos que comprometernos con el Anuncio de la Buena Nueva sin cejar, y a la vez, ser comprensivos y respetuosos con los que todavía no alcanzan a comprender y no están maduros para dejar resonar la Voz del Hijo del hombre en su corazón. «Jesús es benévolo también con las “cañas”, no sólo sacudidas por el viento, sino también quebradas. Asumirá el cuidado de ellas y las utiliza como apoyo para su actividad (11,5), hasta herirse la mano (Is 36,6). Del extremo de una caña beberá en la cruz el vinagre de nuestra vida malograda (27,48)» (Silvano Fausti).

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