viernes, 11 de julio de 2025

Sábado de la Décimo Cuarta Semana del Tiempo Ordinario


                                 

Gn 49; 29-32; 50, 15-26a

«…encontramos a este grupo yendo hacía Egipto para pedir auxilio al Faraón. ¿Por qué? Por causa del hambre (cf. Gn 41, 50-42,7). En épocas de prolongada sequía y escases de comida, mucha gente iba a Egipto, donde esperaban encontrar medios para sobrevivir. Como se hace hoy día, más o menos, se buscan las grandes ciudades. En un periodo difícil de determinarse, uno de esos bandos se estableció en la región de Gosén al norte de Egipto… A este grupo, los egipcios los llamaban hebreos que, es ese tiempo, quería decir gente sin origen definido, desheredados y hasta subversivos». (Euclides Martins Balancin)  

 

Se nota con mucha evidencia que la perícopa de hoy está integrada por dos fragmentos tomados de los capítulos 49 y 50 del Libro del Génesis, cada fragmento alude a la muerte, primero a la de Jacob y en el capítulo 50, a la de José: valga decir que hemos llegado al final de este Libro. Jacob le da las instrucciones finales disponiendo los detalles de su entierro; manifiesta que su voluntad no es tener sepultura en Egipto sino ir a reposar con sus antepasados Abrahán e Isaac.

 

Aún sin darnos cuenta, pese a los desesperados esfuerzos por salirnos con la nuestra, el Señor -poniendo siempre a salvo nuestra libertad- obra Providencialmente y salvaguarda la Integridad de su Proyecto salvífico. Todo pasa, todos nos vamos, pero los planes del Señor perduran por Siempre.

 

Jacob, reuniendo a los suyos les encargó, les encomendó lo que harían cuando la muerte le sobreviniera. De la “tierra prometida”, al concluir el Génesis, la única que poseen, es la de su cementerio ancestral, que Abrahán le había comprado a Efrón, el hitita, para sepultar a su difunta esposa, Sara, en el campo de Macpela. Allí se estaban sepultando todos los de la estirpe abrahamica. Tan pronto terminó de darles estas instrucciones, Jacob murió.

 

Ahora, a los hermanos de José les cae la preocupación de, una vez muerto su padre, quizás se quisiera vengar de todo el mal que le habían causado. Le inventaron un cuento, que su papá antes de morir, en su última voluntad, habría pedido que José les perdonara. Después, vinieron a rogarle, a implorar su perdón. José les responde que él no pretende arrogarse una autoridad que sólo Dios tiene para cobrar deudas pretéritas, sabiendo que todos estos percances estaban en el Proyecto Salvífico de Dios, y ellos sólo habían sido instrumento para su cumplimiento.

 

Junto con su perdón, José les atribuyó tierra y veló por ellos; viviendo junto con su familia paterna donde alcanzó a conocerle los hijos a Efraín, y a Makir, su nieto, hijo de Manasés, su primogénito. Les rogo, que cuando su turno de morir llegara, no lo dejaran en Egipto y lo llevaran también a sepultar al lote que Abrahán compró por 400 ciclos de plata.  Antes de morir, José les pronostica que Dios daría cumplimiento a la promesa (que bajo Juramento), les hizo a sus antepasados: Abrahán, Isaac y Jacob.


 Así hemos recorrido toda esta segunda parte del Libro del Génesis, capítulos del 12 al 50; la historia de los patriarcas: Abrahán, Isaac, Jacob y, su hijo José además de los otros Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Dan, Benjamín, Neftalí, Gad, Aser que dieron origen a las 12 tribus de Israel. Y vimos también, cómo la historia del Pueblo de Israel sufre un desplazamiento geográfico y viene a parar a Egipto.

 

El lunes, empezaremos a leer el Libro del Éxodo.

 

Sal 105(104), 1-2. 3-4. 6-7

Salmo de la Alianza. Al enumerar la protección y la Bendición con la que Dios nos cubre, es natural -a menos que uno sea muy mal agradecido- que el Corazón reboce de Gratitud. Este salmo es una exposición de las grandes obras que El Señor nos ha regalado, para mostrarnos su amor, su predilección.

 

El salmo está formado por 45 versos; de ellos se han tomado 6 para configurar la perícopa que se canta en la Eucaristía.

 


La primera estrofa nos llama a proclamar el Nombre del Señor declarando entre las gentes sus grandezas; no loaremos a “palo seco”, acompañaremos los cánticos con el dulce tañer de los instrumentos.

 

Alegría y glorificación, acompañaran nuestra búsqueda, porque a Dios buscaremos -noche y día- sin descanso, sin parar.

 

Nos pone en consciencia que pertenecemos al linaje abrahamico, en la misma línea de Jacob, al leer estas historias del Génesis, no estamos leyendo la historia de otro pueblo, ni una epopeya ajena: estamos rememorando los rastros que hemos dejado en la línea del tiempo, en nuestro caminar hasta el día de hoy.

 

El Señor lanza su voz defensiva para prevenir a todos los adversarios: ¡no se metan con estos, que son mis hijos, las ovejitas que forman mi grey!

 

Mt 10, 24-33

¡A quien me conozca, reconoceré!

El amo se sentaba junto al esclavo y compartía la misma mesa; el maestro escuchaba la catequesis de sus discípulos y aprendía junto con los novatos los nuevos significados de la doctrina de Jesús.

Misioneros Claretianos

No estamos trabajando un tema nuevo. Esta es la continuación de la enseñanza de ayer sobre las persecuciones. Ya lo deciamos ayer, esta perícopa se extiende hasta Mt 10, 42.


 

Una comprensión adecuada de esta parte que leemos hoy depende de informarnos acerca de a escala promocional del discipulado en la cultura judía. El aprendiz no podía conformarse con llegar al nivel del Maestro, siempre el discípulo estaba llamado a elevarse por encima del maestro, en realidad de eso dependía la honra del Maestro, que el discípulo lo remontara. Pero, el respeto hacia el Maestro, imponía una modestia de parte del discípulo que -aun habiéndolo superado- seguía dándole la honra de superior, y rindiéndole la dignidad que como superior a él se merecía.

 

Esta manera de entender el avance del discípulo, al mismo tiempo que la dignidad del maestro que había hecho ´posible el avance y el crecimiento, los llevó a constituir comunidades no competitivas, donde la humillación del uno no era precondición del avance del otro. Así quedaron puestas las pautas de la sinodalidad que desaprendimos y ahora nos cuesta tanto recuperar.

 

Compartían con relaciones equitativas de fraternidad y asumían la tradición sembrada por Jesús, que no vaciló hacerse el último. Si a Jesús le han dado el trato espantoso que le han dado, ¿podremos esperar que nos toque una suerte diversa? ¿Por qué habría de recorrer un sendero diferente el aprendiz, respecto de aquel que le demarcó su Maestro?

 

Hemos visto que uno de los “trucos” más manoseados para combatirnos consiste en desprestigiarnos. Los rivales siempre estarán diciendo que nuestra senda es la senda de la perversión, que nuestra trayectoria ha sido pavimentada por la “empresa” Satanás Company Ltd. Y abundaran en variaciones de la misma acusación, procurando presentarla cada vez, como una nueva acusación, pero, siempre será la misma: La enseñanza de Jesús no vale, son errores enseñados por el Diablo.

 

No vivamos acobardados y arrinconados por los que tiene poderes terrenales, pero -a la hora de la verdad- ¡pobre poder! Sólo pueden diseminar mentiras, porque su Padre sólo les ha enseñado eso, ¡no saben nada más!

 

Remontándonos por encima de estos fútiles amedrentamientos, volemos alto como águilas; no somos gorriones -valemos muchísimo más- porque podemos volar mucho más alto. Y Dios tiene cuidadosamente contadas cada una de nuestras plumitas.


Amenazarán -a no dudarlo- nuestra vida, pero lo único que pueden amenazar es la herramienta que hemos recibido para ser “sembradores”; a los “sembradores” los cuida su “Señor”, así que la esencia, que hemos recibido, no puede ser tocada. Dediquémonos a las mieses que se nos han encomendado, seamos “cultivadores” a consciencia, pronunciémonos delante de los hombres como sus “testigos”, Él cuidará la “herramienta” que nos dio para “arar”, cuando llegue el momento, Él nos cambiará el “yugo” por Alas Inmortales, para planear en las Alturas, por toda la Eternidad. Dios dará cumplimiento a la promesa (que bajo Juramento), nos hizo.

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