sábado, 24 de febrero de 2024

Sábado de la Primera Semana de Cuaresma



Dt 26, 16-19

El jueves después de Ceniza leímos del Deuteronomio en el capítulo 30, los versos del 15 al 20; decíamos en ese entonces que se puede desestructurar el Deuteronomio en cinco partes, -tomando en cuenta los discursos de Moisés- hoy vamos a citar de la tercera parte, caps. 12-26, donde el contenido es un código que legisla sobre lo moral, lo político, los civil y lo judicial. Este código, precisamente, ha recibido el nombre de “Código Deuteronomista”.

 

En aquella oportunidad veíamos como Dios nos presentaba la gran disyuntiva entre bien/vida y, por el otro lado mal/muerte. Hoy la temática es la elección Divina de ese pueblo para que sea el pueblo Santo: donde Israel queda consagrado al Señor. Esta unidad discursiva concluye la tercera parte, previa la “celebración de la Alianza”. Después se señalarán las bendiciones y las maldiciones que serán producto de la obediencia o de la desobediencia.

 

¿Qué sirve de preámbulo a la perícopa de hoy? Dos temáticas:

1)    El tema de la consagración de las Primicias

2)    La cuestión del Diezmo.

 

Como inicia pidiendo que cumplamos estas leyes del Código Deuteronómico vamos a enumerarlas en su generalidad:

1)    Tener un único Santuario

2)    Rechazar todo tipo de idolatría

3)    Lo que se puede o no comer: lo puro y lo impuro

4)    El tema de los años Jubilares con el perdón de deudas.

5)    El asunto de la esclavitud

6)    Las Fiestas del año.

7)    Las reglas para aplicar la Justicia

8)    El sacerdocio Levita

9)    El profeta que vendrá

10) Ciudades refugio y Santuario: Leyes de asilo.

11) Contra el falso testimonio

12) Las leyes a aplicar en la guerra.

13) Qué hacer con los hijos rebeldes

14) Los excluidos y el manejo de esas exclusiones

15) Contra la llamada “prostitución ritual”

16) El tema del Divorcio

17) El Levirato

 

Leyes y Mandamientos que Dios nos pide guardar con toda el alma y todo el corazón.

 

Sal 119(118),

Puesto que te amo, me siento íntimamente obligado a escucharte, a darte gusto, a cumplir tus deseos. Dime qué deseas, seré feliz haciéndolo.

 

Salmo de Suplica. El salmo más extenso de los 150. Con 176 versículos. El eje temático es la Ley. Dios se ha hecho un pueblo según su escogencia, y para estructurarlo le ha dado una Ley. Una Ley que -desde el punto de vista práctico- es un mapa a la vez que una brújula. Con la Ley le ha delineado un perfil y una identidad.

 

Recordamos siempre que se trata de un Salmo alefático y que, en cada estrofa, todos los versos empiezan con la letra correspondiente siguiendo el orden en el que van dentro del alefato. Eso tiene el propósito de señalar que en la Ley está contenido el todo, que es un cántico omnicomprensivo. Una Enciclopedia de la juridicidad del pueblo elegido. ¡Si nos dejáramos guiar por la Ley no se precisarían más sacrificios!

 

Pero por nuestras venas corre la debilidad llamada “concupiscencia” -y no sólo la de la carne- la concupiscencia viene siendo como el lado adverso de la “Libertad”. Si no tuviéramos libertad, no seriamos humanos, y no tendríamos la valía para ser Amados de Dios. No esclavos, que descargan su responsabilidad en el amo, sino Libres para amarlo y ofrecerlo la libre elección de opciones que tenemos.

 

La Ley nos lleva a entender que el amor se configura a partir de la capacidad de “escucha”. La escucha es la acogida amorosa de la voluntad del otro; en este caso de la Voluntad del Otro. “Dichoso el que camina en la Ley del Señor”, diremos en el responsorio. ¡Se acoge, no se sufre! Es opción, no fatalidad. Si fuera fatalidad se devaluaría a cero.

 

“Levantaré mis manos hacia Ti, recitando tus Mandatos”.

 

Concluye hoy la perícopa al proclamar la consigna que expresa esa acogida: “Quiero guardar tus decretos exactamente”. Pero muy consciente que somos tan frágiles que nos cuesta, dice el Salmista a continuación: “¡Tú no me abandones!”

 

Mt 43-48

Pero yo les digo



Otro “se os dijo”, el sexto y último. Pero, como Jesús no vino a abolir la ley, sino a llevarla a plenitud, veamos hasta que fronteras se extiende este mandato. Se trata de amar al πλησίον [plesion] “vecino”, al que está en nuestra cercanía, dentro de nuestro radio de acción. Porque Dios se expresa -para nosotros- en todas las personas que vemos, que están en nuestro entorno. “Prójimo” no es un concepto abstracto, el prójimo tiene rostro propio, y, aun cuando ignoremos su nombre lo vemos, no es un imaginario, no es un sustantivo más, es la “persona” con la que me cruzo, el conocido, también el desconocido, mi amigo, mi contradictor, mi compañero de labores, la persona que viaja en el mismo trasporte público, la que entra a la cafetería que frecuento, la que baja o sube en el mismo ascensor, etcétera.

 

Me asiste ningún derecho para negarle a alguien el título de “prójimo”; compañero es el que come conmigo, camarada el que comparte domicilio, pero prójimo es más amplio, más abarcador: es el que veo, no un “fulano de tal”, no un “x”, sino el de carne y hueso, al que podría tocar si extendiera mi acogida.

 

Claro que puedo practicar el “sacerdotismo” o el “levitismo” (de los personajes de la parábola del samaritano), y voltear la cara, y cambiar de andén; pero seguirán siendo mis prójimos, a pesar de que yo les haya conculcado su derecho a ser “hijos de Dios”, como yo también lo soy”.

 

¿Qué nos trae el cristianismo que amplía y perfecciona la Ley Mosaica? Que anula la categoría de “enemigo”. ¡Nadie es mi enemigo! Esta palabra es sólo una barrera ideológica para poder poner mi egoísmo por encima de la fraternidad y de la sinodalidad. “Enemigo” es un vocablo del lenguaje de la “cultura de la muerte”. “Enemigo” dice en todas las cartillas bélicas, en todas las cajas de armamento.

 

¿Quién está interesado en hacernos ver enemigos, y que los veamos en todas partes? ¿A quién le interesa alimentar los odios? ¿Qué negocio sucio se oculta tras el pretexto de la enemistad? No nos gusta por ningún motivo infundir desconfianza, pero si debemos tener una mirada crítica capaz de desenmascarar los falsos profetas. Desconfiad, os lo rogamos, de todo el que traiga su álbum de fotografías y empiece a mostrártelas diciendo que son “tus enemigos”. ¡Podéis confiar en todos, excepto en los que echen paladas de odio en el fogón de tu corazón! No importa el argumento que traigan, son serviles del Malo, padre de la mentira.

 

Sería muy sencillo -por lo menos aparentemente- vivir en un mundo donde nadie se atreviera a disentir de mí, donde todo el que naciera enfocara como yo, tuviera la misma perspectiva, aceptara los mismos valores, tuviera el mismo credo, respaldara el mismo partido político, agitara las mismas banderas y gritara las mismas consignas, practicara el mismo deporte y fuera fanático del mismo cantante y de la misma clase de música.

 

¡Despierten, ustedes los que duermen! ¡Ese mundo no existe! Pero la diversidad de pensamientos, de opiniones y de gustos no han de verse como obstáculos, sino como riquezas. Tenemos que ser tesoneros contra la voluntad impositiva de la uniformidad, de la “igualdad” abstracta: ¡somos iguales en dignidad, pero diversos en todo lo demás! No soñemos con disolver la diferencia, (mucho menos por rutas dictatoriales, lo que sólo genera rencores y exuda veneno). Trabajemos por la sinodalidad en medio de la diversidad Amar a los que nos aman, ¿qué mérito tiene? No mereceremos ninguna recompensa. (Cfr. Mt 5, 46).

 

Saber compartir nuestra realidad con la riqueza que anida en la diferencia, ese será el Paraíso Terrenal, (es un milagro que puede obrar la Grandeza del Corazón que ama a su Prójimo), nos hará merecedores de la mayor recompensa, (lo que incluye dialogar con tesón -no para uniformarnos- sino para entendernos): ¡Seremos llamados “perfectos” por le Voz del Propio Dios!

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