lunes, 19 de febrero de 2024

Lunes de la Primera Semana de Cuaresma


 

Lv 19, 1-2. 11-18

El Levítico (ויקרא [Vayikra], “y él llamó”), tiene una estructura quiásmica:

a)    1-7: Los rituales que se deben cumplir y respetar; y 23-25 Las 7 festividades del judaísmo.

b)    Sacerdocio: La mediación sacerdotal: 8-10: Su Consagración y 21-22 requisitos para ser sacerdotes

c)    Vías para que Israel alcance la Pureza: 11-15 La pureza ritual de todos los Israelitas 18- 20: Moralidad que el pueblo debe respetar: Cuidado de los más débiles y marginales; integridad sexual; y, respeto a la Justicia.

d)    La sección central: 16-17 Describe “El Día de le Expiación”: Con su Sacrificio doble: el Animal sacrificado y el “chivo expiatorio” que era despachado al destierro, llevándose consigo el pecado. (Cuando Jesús es sacado de Jerusalén y llevado a morir en las afueras, está siendo revestido de Chivo expiatorio; cuando Jesús es llevado por el Espíritu al Desierto, está prefigurando proféticamente lo que le sobrevendrá, pero ya sabemos que el desenlace no será el abandono de su Padre, sino la Protección que hará que los ángeles le sirvan).

e)    26-27 Coda: Moisés los llama a guardar la fidelidad a la Alianza.

 

Está claro que la perícopa de hoy se ha tomado de la sección siguiente a la sección central; es decir, de la sección que explica la moralidad que debe guardar el pueblo elegido. ¿Qué debía caracterizar a Israel, en oposición a lo que caracterizaba a los cananeos? “Debes ser Santo, porque, Yo, Tu Dios, Soy Santo”.

 

Evidentemente la estructura de la perícopa guarda paralelo con el Decálogo. Lo hermoso es cómo se dan y se precisan las pautas del avance y acercamiento a esa condición de santidad que se nos reclama, no dejándola en palabras abstractas, como “conversión” sino dotándola de concreción práctica.

 

Y se nos dice con precisión que esa Santidad se verifica en el trato que demos a nuestros prójimos. No robando, no defraudando, no haciendo uso del Santísimo Nombre con falsedad e hipocresía, no explotándolos, pagándoles a la fecha su salario, no atropellando a sordos, mudos y discapacitados, evitando privilegiar y favorecer a los ricos y poderosos en detrimento de los débiles. Se prohíbe y se rechaza el rencor y la vengatividad.

 

Inmediatamente se echan a andar estos lineamientos se deja ver la abundancia de bienes y la plenitud de las mesas, así como la cantidad de sacos de sobras que se recogen, donde también alcanza para guardarle a los que no llegaron y llevarles a los que no pueden venir.

 

Cuando se vive esta experiencia en el marco de la Cuaresma, tenemos que -además- llevarnos la mano al corazón y mirar dónde estamos situados, respecto de lo que Dios quiere.

 

Sal 19(18), 8. 9. 11. 15

Este es un himno. Los himnos en el salterio no entonan loas a los rasgos abstractos de la Divinidad. Van a momentos precisos de la historia, y, a partir de uno o algunos de ellos, elevan su loa. Varias veces nos hemos admirado de Dios como Legislador. Lo que venimos considerando de la Primera Lectura se refiera a eso: Dios nos dicta leyes, que no están establecidas para hacer notar nuestra dependencia, para que luzcamos con orgullo nuestra prisión, para que alabemos a un opresor, ni para mantenernos a raya, detrás de una legislación que acomode bien a un tirano de turno.

 

Lo maravilloso -y por eso entonamos este himno- es que Dios nos enseña a vivir como hermanos, reconociendo en toda la creación la necesidad de respetar unos límites que favorezcan el cuidado de la que hoy en día llamamos “la casa común”: Casa Paterna donde convivamos con toda “nuestra familia” remontándonos por encima de distingos de nacionalidad, raza, religión, clase o género: son manuales de sinodalidad para que todos podamos gozar del mismo sol y de la misma lluvia, bajo el mismo Cielo.

 

Al contrario, hemos ido cultivando una ideología en la que toda ley debe ser revocada, y en la que todo reglamento se mira con prejuiciosidad y animadversión. (Bueno, a veces, entre esta misma gente, encontramos los que aman algunas leyes que les vienen muy bien y les casan como anillo al dedo, son sus amadas “leyes del embudo”, todo para mí, y lo demás también).

 

Como buenos cientificistas, adoran las leyes de la física. Pero se oponen a las leyes que regulan la convivencia y que resguardan a los que sólo tienen la voz de la ley para que los defienda. A esos les viene bien todas las leyes divinas, pero excluyen sistemáticamente la Doctrina Social de la Iglesia (que tiene en el Levítico elementos de su “cuaderno borrador”).

 

Dios ha pronunciado una Ley que se pone como pivote de toda juridicidad “justa”: La Ley del Amor. Se parece al armado de una máquina de altísima tecnología, las piezas son puestas en orden justo y sistemáticamente ensambladas, y a medida que se engranan, se van ejecutando pautas de control en el montaje:

a)    La ley del Señor es perfecta

b)    (Primera pauta de control) ¿Es descanso del alma? Si es fatigosa y pesada, no es ley-divina.

c)    Es בָּ֝רָ֗ה [barah] “fiel”. “puro”, de alguna manera diríamos “santo”, porque es conforme a su Santa Voluntad.

d)    Instruye al ignorante. Todos somos ignorantes respecto de la convivencia humana, nos parece buena la ley que beneficia nuestros egoísmos, y eso es todo; fuera de eso, todo nos parece injusto.

e)    Son rectos (su rectitud tiene que ver con la coherencia que antes se nombró), toda criatura conserva rezagos de su creador y lleva inscritas las huellas de quien con sus manos y su tacto las fue fraguando.

f)     (Segunda pauta de control): “Alegran el corazón”; si le dan al corazón un sabor amargo, está incorrecta, es una ley de hiel, porque la hiel es el sabor de las toxinas diabólicas.

g)    Es “límpida” porque empalma bien con las demás leyes, guarda uniformidad estructural, todas propenden a lo mismo, no hay algún principio de incongruencia que las haga mutuamente contradictorias.

h)    Son “perdurables” porque el respeto interpersonal es permanente. No se puede ofender al hermano, menos tras el pretexto de una ley. La convivencia del hombre con el hombre como comunidad de hermanos amerita y ameritará siempre un trato de ternura mutua, como corresponde a hermanos, hijos todos de la misma Voluntad Cariñosa. No son “tontos”, aun cuando de vez en vez estén en el error, son -pese a sus errores- hijos de Dios.

i)      Quien se ponga a meditar en estas Leyes, tendrá un corazón grato al Señor, porque el Señor sostiene con sus Ternuras a quien medita su Ley día y noche y procura que sea la guía de su vida.

 

¿Qué repetimos como estribillo para cada estrofa? La Ley ha sido comunicada con Palabras de Vida, de las que salen de los Labios de Dios, entonces están cuajadas de Su Sabiduría, y son Espíritu y Vida. No tenemos por qué despreciarlas, son senderos salvíficos que Él traza.

 

Mt 25, 31-46



Toda la Liturgia de la Palabra gira en torno a la misma temática: ¿Cómo hemos de relacionarnos unos con otros? Quizás el Antiguo Testamento nos dirigía con pautas de bloqueo, “evite hacer tal cosa”. El Nuevo Testamento, va por la vía positiva y nos señala “lo que debemos hacer”. Así que vamos a escuchar, cómo nos lo ha relatado Mateo, el Código según la Redacción Crística. Así lo estableció el Legislador Divino.

  

Se trata de una escena escatológica. Es, parecido al final de una operación matemática, donde se traza una raya, para separar los datos, del resultado, que vendrá después de esa línea. A la entrada de esta escena se ha colocado un cartel explicativo “El Juicio de las Naciones”.

 

Recuerdan que el Señor nos puso delante la doble opción: Vida - muerte; bien - mal. Pues los nombres de los bandos estaban dados, la parábola de hoy los llama: ovejas – cabras. (Los que están conmigo y los que están contra mi).

 

Algo que reviste un supremo interés y que de verdad tendría que llamarnos muchísimo la atención: No hay ninguna alusión al Decálogo, (nosotros solemos enseñar la fe partiendo de él), aquí, al llegar al Gran Momento de la decisión no se les menciona. Tampoco se tiene en cuenta, cuantas Eucaristías se han fallado, o cuantos Rosarios se han ofrecido. No dice nada de la importancia de las Peregrinaciones, ni de las Novenas.

 

Confesamos que no hemos estado nunca presentes al momento en que el Pastor ejecuta la separación. No sabemos si esos momentos son de rudeza o de ternura, si son momentos de mimo o de acritud. En todo caso, dice que se hará, como un Pastor segrega las cabras de las ovejas. En la parábola unas irán a la derecha y las otras a la izquierda (consideramos que todo esto son sólo elementos para mostrar que habrá una separación según se haya obrado y según el destino que habrá -en Justicia- para cada quien.

 

Lo que rige esta discriminación son las que llamamos “Obras de Misericordia”. A este detalle hay que darle toda la trascendencia que realmente reviste. ¡Ni más ni menos!

 

Aún hay otro “detallito” muy sobresaliente. Jesús, el Supremo Juez del Juicio de las Naciones, pregunta por lo que se ha hecho a favor Suyo, identificándose por entero con aquellos pobres, desnudos, hambrientos, presos, marginados que se han visto beneficiados con nuestras Misericordias. Es -tal y como se oye- como si cada vez que se hiciera una obra caritativa, se hubiera hecho con Él, porque Él se ha disfrazado y se ha hecho pasar por ellos.

 

Esto hay que tomárnoslo muy en serio, porque de verdad, cada vez que ejercitamos nuestra Caridad, estamos haciendo que el Reino de Dios esté en medio de nosotros. Estamos trayendo la Presencia de Dios, bajo su disfraz de ἐλαχίστων [elachistón] “pequeñines”.

 

Esta Lectura del Evangelio mateano se refiere a la Caridad que es el otro elemento (además del ayuno y la oración) que conforman el cuadro de la penitencialidad que la Cuaresma pone en escena y llama a practicar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario