domingo, 4 de febrero de 2024

PONGÁMONOS AL SERVICIO DEL BIEN

 




Job 7, 1-4. 6-7; Sal 146, 1-2. 3-4. 5-6;  1Cor 9, 16-19. 22-23; Mc 1, 29-39

 

El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión.

Papa Francisco

 

Podemos vivir sumidos y empecinados en el pesimismo,

de hecho, al Malo parece complacerle que nos desesperemos.

Muchos adquirimos a lo largo de la vida el horrible hábito de verla negra,

siempre negra y cada vez más oscura.

Miles de circunstancias pueden subsumirnos en los miasmas de la pesadumbre

y, aún peor, podemos terminar por habituarnos a la angustia.

Qué ironía, ¡si no estamos afligidos no estamos contentos!


 

Efectivamente, toda una cultura está inspirada en el pesimismo, hay personas que se habitúan a pensar así, y no se lo pueden quitar de encima. Job, aquí, es paradigma de esa actitud, no está contento ni de día ni de noche. De día porfía en su contemplación del lado negativo, y de noche –no cierra los ojos, no duerme- por pasarla desesperanzado. El sólo entiende su vida como una larga jornada de trabajo forzado tras la cual habrá nada. Esta Lectura del Libro de Job sólo se refiere al desaliento y a la futilidad de la vida.


 

Pero al principio de la perícopa nos topamos -a boca de jarro- con la llave del cofre del secreto (del tesoro): ¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra, y sus días como los de un jornalero? Ahí está la clave: La existencia humana como prueba. «El concepto de perseverancia se encuentra a menudo en la Escritura, con expresiones diferentes… El hombre hace frente a la situación de prueba con la perseverancia, el aguante, la persistencia, la guarda de la Palabra. Mientras la prueba tiende a hacer huir, induce a perder el ánimo, la actitud directamente en contraste no es necesariamente la de la victoria inmediata, sino la de la resistencia, la de mantenerse firme, sólido.»[1]

 

Empieza esta liturgia de la palabra del V Domingo Ordinario del ciclo B, con un fragmento de esa noveleta que data de hace 26 siglos. Job vive sumido en su tristeza y nos expresa su desesperación «En sus palabras no hay confianza ni ofrenda, sino sólo resignación. El Dios de Job es un Dios sin amor. Un Dios Todopoderoso, pero no “todo amor”, con el cual el diálogo es imposible, un Dios culpable, pero no acusable (cf. 42, 11). Concibiendo a Dios a su manera, no atreviéndose a cuestionar sus convicciones, Job tiene una reacción demasiado pasiva para ser verdadera.»[2] Esta obra está organizada con un prólogo y un epilogo en prosa, mientras el resto de la obra son de alta poética, de ricas y frecuentes imágenes. En los capítulos 3 al 27 discurre  con tres “sabios” amigos y allí se discute el motivo de la desgracia de Job que pasa de tenerlo todo a perderlo todo. Estos alegatos sobre la justicia divina y en procura de “racionalizar” el infortunio de Job se organizan en tres ciclos para un total de 18 discusiones. En la perícopa de hoy alcanzamos un pináculo de pesimismo existencialista: “Me acuesto y la noche se me hace interminable; me canso de dar vueltas hasta el alba, y pienso: ¿Cuándo me levantaré?... Mis días se acercan a su fin, sin esperanza, con la rapidez de una lanzadera de telar. (Job 7; 4.6). ¡Es el colmo de la oscura desesperanza!

 


«Job acepta lo que considera como un mal, porque no quiere y no sabe ver el don al que Dios lo invita: la ofrenda de su ser. “En todo esto no pecó Job”, dice el autor en dos ocasiones… pero, ¿la meta de la vida debe ser no pecar? ¡Los muebles, las piedras, y las plantas tampoco pecan!»[3]


 

Ese es el retrato de Job bajo su circunstancia nefasta,

es cierto que la está pasando mal, es cierto que le han llovido aflicciones por doquier,

es cierto que el Ángel Acusador lo tiene a prueba

pero eso no es pretexto para

caer en el desasosiego.

Pero él se refocila, se revuelca, se retuerce en su tristeza.

En vez de alzar la cabeza, la clava y se auto-entierra.

En vez de apuntar hacia la cima, él se zambulle en la tumba.

Se desmoraliza porque por el momento –solo confía en sus propias energías.

Es el pesimismo de la naturaleza humana caída.

       ¡Glosa de nuestra situación de pecadores!

 

El Salmista –por su parte- está más elevado en su ascesis,

Sabe que no está solo

                                    muchísimo menos se considera abandonado

él sabe que cuenta con su Go-El

      que pagará el rescate

                                                      sabe bien que el Señor sana los corazones destrozados.


 

Busca en la música –porque ella es buena- alabanza armoniosa.

Sabe que atravesando la densa niebla, al salir al otro lado, estará Jerusalén reconstruida

y

las tribus –otrora en diáspora- mañana otra vez reagrupadas.

Con renovadora esperanza descubre que Dios  hunde en el polvo a los malvados,

pero en cambio,

                           sostiene a los humildes.

 

El Salmo en esta oportunidad es parte de una acción de gracias por medio de un himno. Los salmos hímnicos, son alabanzas, no alaban la bondad de Dios en general sino que toman alguna bondad de Dios en particular. En este Salmo 147(146) se cantan dos cosas: la naturaleza con su abundancia y maravilla, y, por otra parte, la bondad de Dios con quienes más lo necesitan: los deportados, los heridos, los necesitados, los humildes. Por eso Él es Digno de alabanza.

 

En la Segunda lectura, la liturgia nos muestra alguien más arriba en la escala ascética,

¡se trata de Saulo-Pablo!

                                      Él encuentra sentido a su existencia

                                                                                                 Porque ha recibido una Misión.

Misión tan noble, que su paga es efectuarla.


 

No Cumple la Misión para recibir otra cosa que anhela,

la cumple porque cumplirla

ya es meta, también premio y paga.

¡Resiste y persiste!

Reo sería de la muerte eterna –que es la Sinrazón- si no anunciara.

(Persiste en el Anuncio)

Luego ser proclamador de la Noticia Feliz del Evangelio

                                                                                            Derrota por entero

El sinsabor de ver pasar los días en la infinita monotonía del sinsentido.

Quiebra el mito del Eterno Retorno: ¡La vida con misión no es noria!

 

Avancemos ahora, al grado más alto, el de nuestro Paradigma:

Pongamos en elenco, una tras otra, las acciones del Maestro:

 

(La Voz que anima nos llamará –siempre- a la cumbre de las águilas).

Sale de la Sinagoga, (donde fue a escuchar a su Padre),

Y va (no solo, sino junto a Santiago y Juan) a casa de Simón y Andrés,

Encuentra a la suegra de Simón víctima de la fiebre

                                                                                     ¡Él la sana!

Le da la mano y la levanta, le re-incorpora,

La asocia a la unidad de los que obran según la Voluntad de Dios:

SERVIR.

Ahí está la palabra gorda y resonante de este Domingo: SERVIR διακονέω [diakoneo].

 

Quien sirve a su prójimo está libre de desdicha,

Llena el vacío,

                        Encuentra razones de vivir,

                                                                    Escucha a Dios

                                                                                               Se dedica a alabarlo.

En seguida, el desierto es derrotado, invadido ahora de jardines floridos, paradisiacos.

Poblados ahora de voces celestiales que cantan la alabanza del Señor,

deja de ser desierto, ahora está habitado, lleno de sentido

antes era sinónimo de muerte, ¡ahora es VIDA!

con mayúscula.

 

El Domingo anterior tuvimos oportunidad de ver la autoridad de Jesús en acción, su autoridad no es auto-propaganda, no se trata de un hombre que hace populismo, que reparte alimentos (o camisetas, o bonos para un concierto), para que voten por él, no es la autoridad que manda por el placer de mandar, por gozar las ebriedades del poder, tampoco son jugadas basadas en el lucro y la especulación. Al contrario, su ejercicio, su praxis lo conduce a ser despreciado, a ser perseguido, a verse amenazado, a convertirse en reo de muerte. Él no manda por “mangonear”, evade a toda costa su prestigio como fuente de dominio, Él no quiere “apoderarse” de la gente, los quiere libres para creer, libres para seguirle, libres para resistir, libres para estar a su lado en la prueba (o para venderlo, para besarlo como contraseña, o escapar estilo apóstol) libres para asumir la misión. Vista la situación de que “todos te buscan” Mc 1, 37b, como le dijeron Simón y sus compañeros; él tiene otra opción: “Vayámonos a otra parte –les dice- a los pueblos vecinos para que allí también predique; pues para eso he salido” Mc 1, 38. Para permanecer libre liberando, para no caer en la tentación.


 

Jesús había curado a la suegra de Pedro Mc 1, 30-31, ella se pone a servirles «El servicio no es el modo típico del seguimiento femenino, como lo pretenden algunos: ¡es el verdadero seguimiento para todos!»[4] La ha curado de la fiebre πυρέσσουσα [pirezousa], aquí queremos destacar que fiebre es todo tipo de obsesión, excitación, ardor, entusiasmo muy intenso por algo o por alguien, es exaltación. Curar a la suegra de Simón «… no es la apología del poder de Cristo, sino el misterio de su encuentro con una anciana enferma, que para San Agustín es el símbolo de toda la humanidad en la fiebre que la atormenta.»[5] «… el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura.»[6]

 

¿Se detuvo ahí Jesús? No, por el contrario

Sanó a muchos, aquella misma tarde le llevaron “todos” los enfermos y endemoniados,

Y el evangelio dice que los sano a “todos”, los sanados fueron πολύς [polus] “multitud”.

A los demonios los sometía al silencio.

 

Esto no era cosa de un día, y al día siguiente, día de asueto…;

por el contrario,

                          Madruga muchísimo, cuando aún no clarea,

en un lugar apartado, otra vez dialoga con su Padre.

Fueron los discípulos a notificarle que todos lo buscaban,

                                                                                               y Él,

aprovecha para ampliar el círculo de acción, de servicio:

                                                                                          se va a las aldeas cercanas.

 

Según el relato no ha hablado nada, ha predicado, sólo con sus “hechos”,

Y San Marcos insiste, que la propuesta es ir a las aldeas cercanas

“para predicar también allí”. Es decir, para seguir sanando

y reduciendo los demonios al silencio.


 

No cesa de predicar: recorre toda la Galilea. ¡Tierra de humildes!

¡Y sirve por doquiera!

 El Hijo de Dios libera y sana para que podamos servir

Y sirviendo lograr felicidad.  

 

Los cínicos buscan la oscuridad allí donde van. Siempre señalan los peligros que acechan, los motivos impuros y los motivos ocultos. Llaman a la confianza ingenuidad; a la atención, romanticismo, y al perdón sentimentalismo. Sonríen con desprecio ante el entusiasmo, ridiculizan el fervor espiritual y desprecian el comportamiento carismático… Pero al despreciar la alegría de Dios, su oscuridad provoca más oscuridad.

Henri J.M. Nouwen

 

Veamos la imagen del servicio que Papa Francisco rescata de San José, en la Patris Corde, #7: «La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza. Su silencio persistente no contempla quejas, sino gestos concretos de confianza. El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción. Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración.»[7]

 


¿Cómo hace Jesús para trasformar la perspectiva desesperada de Job en la óptica luminosa de Jesucristo, que nos ha heredado también a sus discípulos, a nosotros? «La praxis… Necesita una carga de esperanza indomable: de lo contrario se cede frente a los obstáculos y se cae en la desesperación… ¿De dónde saca la luz, la esperanza y la fuerza para la acción el cristiano? En el dialogo con Dios y por lo tanto en la oración.»[8] Encontramos esa respuesta en el verso 35 del primer capítulo de San Marcos: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración”.


 

«La oración de Jesús debió ser un silencio o una escucha de Dios, un dialogo a veces dramático con Él –como Jacob que lucha toda la noche con Dios, para arrancarle la bendición (cf. Gn 32, 23-33)… La oración es una lucha con Dios (cf. Gn 18, 16-33) en la cual Dios pierde y se nos entrega: “¡Has luchado con Dios… y has vencido!”, dice el ángel a Jacob, que desde allí se llama Israel, y es la raíz del nuevo pueblo. Y éste exclama: “He visto a Dios cara a cara, y tengo la vida salva” (Gn 32, 29.31)»[9]

 

Esta oración nos conduce a la firme convicción del servicio como ruta, para poder decir como San Pablo en la perícopa de la Segunda Lectura de este Domingo: “… es que se me ha confiado una misión. Entonces,… me he convertido en esclavo de todos, para ganarlos a todos. Con los débiles me hice débil, para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos, a fin de ganarlos a todos. Todo lo hago por el Evangelio, para participar, también yo, de sus bienes.” 1Cor 9, 17c.19b. 22-23.

 

Proponemos como conclusión de nuestra reflexión el numeral 77 de la Fratelli tutti: «Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos… sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien.»[10]


 

Papa Francisco ha inaugurado el "Año de la oración", como preparación al Jubileo de 2025. Nos invita a que el 2024 ayude a todos a "redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración". Como perforando un pozo petrolero, profundicemos en la oración que será la fuente de la potencia sinodal para unir fuerzas por la construcción del Reino, nuestra herencia no serán meses baldíos, para resistir sin soñar con la Victoria inmediata. ¡Orad, orad noche y día!

 

P.S. «Y porque guardaste con perseverancia mis palabras, yo por mi parte, te protegeré en la hora de la prueba que va a venir sobre el mundo entero, para probar a los habitantes de la tierra. (Ap 3,10)

 

 

 



[1] Martini, Carlo María. USTEDES SE HAN MANTENIDO A MI LADO EN MIS PRUEBAS. REFLEXIONES SOBRE JOB. Ed. San Pablo 1998. p.17

[2] Dumoulin, Pierre. JOB, UN SUFRIMIENTO FECUNDO Ed. San Pablo Bogotá D. C. –Colombia 2001. p.26

[3] Ibidem.

[4] Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti,S. UNA COMUNIDAD LEE EL EVANGELIO DE MARCOS. Ed. San Pablo Bogotá-Colombia 2009. P. 61.

[5] Ibid. p. 64

[6] Papa Francisco. EVANGELII GAUDIUM. SOBRE EL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL MUNDO ACTUAL. 24 DE Noviembre de 2013. Roma. #88

[7] Papa Francisco. PATRIS CORDE. Roma, San Juan de Letrán, 8 de diciembre 2020.

[8] Beck, T. Benedetti, U. Brambillasca, G. Clerici, F. Fausti,S. Op. Cit. p. 67.

[9] Ibidem.

[10] Papa Francisco. FRATELLI TUTTI. SOBRE LA AMISTAD Y LA FRATERNIDAD SOCIAL. Asís, 3 de octubre de 2020. 

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