domingo, 11 de febrero de 2024

MARGINACIÓN O REINTEGRACIÓN



Lev 13, 1-2. 44-46; Sal 31, 1-2. 5. 11; 1Cor 10, 3 1 -11, 1; Mc 1, 40-45

 

¡Y cómo no iba a querer curarlo Jesús, si vino para eso: para sanar!

Lo dejó más limpio que bebé entalcado y perfumado. Las llagas y el dolor se convirtieron en salud y alegría.

Héctor Muñoz

 

… los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral.

Papa Francisco

 


 

Hoy la Iglesia propone al Mundo entero la celebración de un día para reflexionar en torno al enfermo: Este año, en la trigésima primera celebración de esta jornada, el tema que nos propone Papa Francisco apunta a cuidar al enfermo cuidando las relaciones y es que, las relaciones de los cuidadores y el enfermo, de los familiares entre sí, y de toda la comunidad que rodea a esa “persona”, que no es menos persona, sino que Dios nos la entrega para prodigarle nuestros desvelos, son como la red que lo sustentan y que permiten tejer una solidaridad, una projimidad y una sinodalidad con el enfermo para que esa persona no sufra el vacío de la soledad: es decir, el Papa lo que nos está recordando es lo que nos hizo caer en cuenta Dios al crear una compañía idónea para el ser humano y es que “No conviene que el hombre esté solo” (Gn 2, 18): «Ese aislamiento nos hace perder el sentido de la existencia, nos roba la alegría del amor y nos hace experimentar una opresiva sensación de soledad en todas las etapas cruciales de la vida», dice Papa Francisco.

 

Así que toda la reflexión de hoy habrá que leerla desde este ángulo, y tejerla con el Mensaje Pontificio que a este propósito despachó el romano-argentino Pontífice.


 

Una de las más comunes estrategias para descargarnos de la responsabilidad es la cacería de culpables, la búsqueda de “chivo expiatorio”, encontrar a alguien que “cargue con el pato”. En la Primera Lectura encontramos un procedimiento para fabricar la marginación. Al chivo expiatorio, sobre el que los culpables ponían la mano en la cabeza para transferirle la culpa y luego era condenado a la extradición, por lo general en el desierto, donde las fieras daban buena cuenta.

 


Ya en el Génesis Adán le transfiere la responsabilidad a Eva: “La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto y yo lo comí” (Gn 3, 12b). Así a través de toda la historia hasta nuestros días. Se apela con suma frecuencia a este expediente. Con frecuencia la primera pregunta que viene a la mente es esa: ¿A quién le puedo echar la culpa? Y luego ¡que sea castigado, eso sí ¿quién le manda?! Al castigo, fuera del desprecio, se añade el aislamiento, la exclusión, el rechazo, -y como lo hemos dicho antes- el destierro. Y es que el aislamiento y la soledad nos debilitan, nos demuelen, nos sumen en la indefensión. Hoy leemos: “… traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro! Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá sólo, fuera del campamento”. Lev 13, 46.

 

Muchos dirán, ‘suma prudencia’ se entiende como una precaución contra una enfermedad tan terrible en una sociedad pre-científica’ donde no se conocían los antibióticos y donde no se podía distinguir si era o no la enfermedad de Hansen o sólo era salpullido, eczema, tiña o sarna. De inmediato viene la pregunta: Jesús ¿cómo actúo y cómo nos enseñó a actuar? Jesús se compadeció de él (los eruditos nos informan que en el texto antiguo dice que ‘se llenó de ira’ ¿por qué se enojó Jesús hasta tal límite? «Contra quién estaba airado Jesús: contra una sociedad que, en vez de dar vida y salud a las personas, conduce a la marginación»[1]

 

Cuantas veces los cuidadores se descargan en la disolución de su matrimonio porque como el otro está comprometido con el enfermo, está ocupado atendiéndolo, “no tiene tiempo para mí y yo tengo mis propias necesidades; y es que yo ya me cansé”.

 

 Ahí está la gran diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Jesús no rechaza, no excluye, no aísla. Por el contrario, sigue todo, lo toca y sana (aun cuando ese contacto haga que Él quede impuro y tenga que quedarse en lo sucesivo en las afueras, sin poder entrar en la ciudad), y cumple todo el protocolo para que quede legalmente” reincorporado a la comunidad. Dado que los administradores de esa “reglamentación” eran los sacerdotes y sólo ellos podían levantar la proscripción, lo manda que se presente ante ellos para que puedan constatar que ahora está “limpio” a la vez que para pagar la multa por el ‘certificado de sanidad’.


 

Así mirando las páginas de la historia nos topamos con una sucesión ininterrumpida de marginaciones, contra personas, contra comunidades y contra pueblos enteros –en muchas ocasiones- también contra razas enteras, a los que se acusaban de ser la causa de tal o cual problema; también a Jonás lo arrojaron al mar para que la ballena se lo tragara por ser el “culpable” de la tormenta terrible que los amenazaba de naufragio. En el Éxodo leemos la orden de matar a todos los niños varones, hijos de las Israelitas, y en la infancia de Jesús, una de sus páginas nos habla de la sentencia de Herodes contra los “Inocentes”. La mujer ‘adultera’ iba a ser apedreada, pero para el hombre que participó en el adulterio, no se da noticia de castigo alguno, ese –tan responsable o más que ella-, salió impune, el “chivo expiatorio” era “sólo ella”.

 

Jesús es un revolucionario, (no que anduviera con fusil y granadas cambiando el mundo con violencia), sino que tiene una línea radicalmente distinta: Él va por la vía totalmente contraria: Él recupera, reinserta, sana y re-incorpora. Él nos enseña no a despreciar sino a perdonar, es más a entender al otro hasta el límite de justificarlo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” Lc 23, 34. Y San Esteban el primer mártir aprendió esa lección, así leemos en Hechos de los Apóstoles: Κύριε, μὴ στήσῃς αὐτοῖς ταύτην τὴν ἁμαρτίαν. “Señor, no les tomes en cuenta este pecado”, clamaba a favor de quienes lo estaban lapidando. (Hch 7, 60c).


 

Así, sin ninguna necesidad de abundar en citas, he aquí la enseñanza de hoy, que no es la del rechazo y la culpabilización, sino la del perdón –y lo que es más importante- del desvelo por rescatar, por redimir, por restituir al seno de la comunidad al que aparentemente está “perdido”. «Nosotros los cristianos estamos especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús. Cuidemos a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión»[2] La lección de hoy se dirige a modelar nuestro corazón y nuestras acciones según el patrón del Divino Corazón de Jesús, que tiene corazón de Buen Pastor y no ha venido a juzgar al mundo sino a salvarlo. (cfr. Jn 12, 47).

 

«El tiempo de la vejez y de la enfermedad se vive a menudo en la soledad y, a veces, incluso en el abandono. Esta triste realidad es consecuencia sobre todo de la cultura del individualismo, que exalta el rendimiento a toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo. Se convierte entonces en una cultura del descarte, en la que «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—.»[3]


 

«A ustedes que padecen una enfermedad, temporal o crónica, me gustaría decirles: ¡no se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca que son una carga para los demás. La condición de los enfermos nos invita a todos a frenar los ritmos exasperados en los que estamos inmersos y a redescubrirnos a nosotros mismos»[4].

 

 



[1] Balancin, Euclides M. CÓMO LEER EL EVANGELIO DE MARCOS ¿QUIÉN ES JESÚS? Ed. San Pablo Bogotá. D.C. – Colombia 2002. p. 38

[2] Papa Francisco. JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2024.

[3] Papa Francisco. Carta enc. Fratelli tutti, #18.

[4] Papa Francisco. JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO 2024

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