martes, 20 de febrero de 2024

Martes de la Primera Semana de Cuaresma

 


Is 55, 10-11

Ya hemos refrendado que el Deuteroisaías es conocido como el Libro de la Consolación, porque les hablaba de una promesa alentadora, que el exilio en Babilonia iba a terminar, ¿qué podía haber que fuera mayor consuelo?

 

Ya no es Asiria el opresor, ahora es Babilonia. Este escrito remita al destierro y al próximo retorno. Intuye que el porvenir, más próximo, se está cocinando en el hoy de su momento. No se proyecta en lo remoto, sino en lo próximo, a lo que desde ya se pueden tender las manos. La dominante desde la que habla el Deuteroisaías es, por decirlo menos, cuasi-épica. Un rasgo que lo opone al proto-Isaías es que este nos dejó apuntes y chispas autobiográficas, aquí y allí; en cambio, el Deuteroisaías prescinde de ellos. Para poner fechas vamos a decir que La ubicación va entre el 539-533 A.C.

 

En el capítulo 55 lo primero que nos encontramos es una invitación a regresar, que no despilfarren su trabajo en tierras extranjeras, porque si regresan, allí se encontraran con los elementos prometidos: agua, vino y leche (55, vv1-2). Pasa a hablarles de la Alianza Eterna. Y establece una analogía con la Alianza pactada con Noé. Para entenderlo hay que descifrar la escatología contenida en el Deuteroisaías: Viene la liberación definitiva. Entendida como una salvación para todas las “naciones”. A esto sucede, pues, una llamada a la “Conversión”. Ofreciendo que el Señor tendrá רָחַם [rajam]” Misericordia”. Y, llegamos a la perícopa de hoy, que gira en torno a la eficacia de la Palabra de Dios.

 

Se trata de una parábola, la imagen son tanto la lluvia como la nieve, el referente es la Palabra, la Palabra se hace fecunda, la palabra es eficaz, el agua fertiliza la tierra y la hace feraz.

 

Hay un aspecto esencial, el agua de la lluvia se evapora y ese es su regreso, vuelve a su origen; la Palabra pronunciada por la Boca-Divina comparte este rasgo, pero no es un simple bajar y volver a subir, es que la Palabra cumple todo un ciclo de fecundidad en la tierra espiritual de los corazones que la “escuchan” de verdad, que hace dar mucho fruto. Así, cuando regresa al Padre, la Palabra que es su Enviado-y-su-Envío lleva toda su fertilidad como agradecida respuesta que fecundó los corazones.

 

La Palabra es enviada en Misión y al retornar a la Fuente, llega habiendo cumplido a cabalidad.

 

Sal 34(33), 4-5. 6-7. 16-17. 18-19

La Acción Divina está contorneada por un halo de efectividad:

      I.        Responde

    II.        Libera

   III.        Escucha

  IV.        Salva

    V.        Vigila

 

Pertenecemos al grupo de los “humildes”, o sea que compartimos la cualidad fundamental del “humus”: somos tierra fértil. ¡Tierra negra! ¡Vital!

 

Somos del grupo de los que escuchamos. De los que abrimos nuestro oído atento. Entregados a la escucha. Pendientes de su Voz.

 

Este salmo es de Acción de Gracias. A la atención de nuestra Escucha, el Señor responde con la generosidad de sus cuidados.

 

Somos los del grupo que salimos a repartir invitaciones para que vengan a oírlo. Y damos testimonio: en nuestro propio caso al clamar a Él, nos ha respondido: ¡Dejamos constancia!

 

Fijen sus ojos en Él. Mírenlo allí, en su Santo Templo, ofrecido en el Altar, sin ninguna defensa, sin parapetos, expuesto en su Custodia. No se preocupen: El que lo llama recibe de Él su Protección y Bendición.

 

El Señor tiene abiertos todos sus sentidos para recibir nuestras sencillas palabras de alabanza. Pero aquellos que cierran sus sentidos con blindajes de rechazo y desprecio, esos recogerán los amargos frutos de su indiferencia. Ellos sucumbirán a la penosa muerte que se llama olvido.

 

Dios se ha consagrado a Sí mismo, nos ha escogido como sentido de Su Existencia: Ha querido protegernos y se ha hecho para nosotros Padre-Pastor-Esposo. Él se apresura a atender a los afligidos y atribulados. Su Misericordia se especializa en demoler toda tristeza y aflicción.

 

Repitamos continuamente con sinceridad, con fe: “Dios libra a los justos de sus angustias”.

 

Mt 6, 7-15

Hablar con Dios-Padre



Esta semana, excepto el miércoles, estaremos leyendo del Evangelio de San Mateo.

 

Que no seamos como los motores dañados que causan continuo y desesperante ruido, de motor sin aceite y con las piezas sueltas. Silenciemos nuestro barullo que el Señor lo sabe todo, Él sabe de lo que tenemos menester. Presentemos en nuestras plegarias y ruegos solamente el silencio de nuestra presencia y la dulzura del amor.

 

Se han desarrollado verdaderas obsesiones por los Novenarios, siendo así que las personas saltan de uno a otro, como testeando cuál es el mejor intercesor, llegando al extremo de olvidar totalmente a Dios en el ruego, y concentrarmps por entero en el santo que se está poniendo como abogado. Allí, el foco de la fe no está puesto en el “dialogo” con Dios, Nuestro Señor, sino en el despacho de la petición presentada. Así la plegaría tiende a parecerse a un “derecho de petición”, en aras de una pronta respuesta.

 

Nosotros no argumentamos que esto esté mal. Son modalidades desconcertantes de oración: Solo lo ponemos lado a lado con el mensaje de la perícopa, que nos llama a ser mesurados en la extensión y a no priorizar la verborrea -dice allí- como lo hacen los “gentiles”.

 

Sabemos que el Padre Nuestro, la oración paradigmática que nos entregó el Mismo Jesús, nos gustaría subrayar algunos de los ejes a los que apunta esta Plegaria:

1.    Pone al Padre Nuestro (a Dios) como destinatario de la oración. Es con el Padre con quien requerimos hablar. Pero -y ese es un rasgo sustantivo de nuestra fe- dios o es mío, tenemos plena consciencia que es dios de todos, padre de todos, nadie puede pretender llevárselo para él/ella solit@, Dios no es monopolizable. Y, eso hay que trabajarlo, en una cultura donde se impulsa el egocentrismo.

2.    Y, hace depender toda la oración y lo que se solicita, de la Voluntad Divina. Porque, suele suceder, que no sabemos lo que pedimos, y -a veces- pedimos con tremendo desenfoque.

3.    Intensamente ligado con la petición de “Venga a nosotros tu Reino”, donde se pide que se implemente todo el Proyecto de Dios, su Economía Salvífica, que no otra cosa es el Reino de Dios.

4.    Se pide -en función del perdón que nosotros seamos capaces de dar- que Dios también nos regale Perdón.

5.    El Pan aparece aquí con una mención polisémica, pide

5.1.          El pan que es central en la dieta mediterránea, junto con el vino, el aceite, el queso

5.2.          El Pan como símbolo de todo alimento, de todo lo que se come y nutre nuestro cuerpo

5.3.          El Pan como alimento Eucarístico, con una insinuación -nada tácita- de Comulgar siempre, todos los días, todas las veces que se pueda, como mediación para nuestro crecimiento en le Santidad. La Eucaristía como oración perfecta, porque en Ella se ofrece el Hijo de Dios con su desbordante Amor; y, en ese acto de Donación, se perfecciona la Oración.

6.    Una de estas peticiones no es simplemente una más, es la columna Vertebral: “Santificado sea Tu Nombre”, es lo primero que ha de llegar a nuestra consciencia, la claridad de que la Oración, sí bien es un dialogo, es un dialogo muy especial, que hacemos con el que es Lo-Más-Grande-del-Universo, Principio y Fin de todas las cosas. Este dialogo se fundamenta en el reconocimiento de que Él es Rey de toda la Creación y Rey de la Dimensión de su Eterna-Presencia.

7.    Que Él es el Rey de la realidad entera, nos imaginamos que -así como los reyes de la tierra-  para ejercer su reinado, viene de vez en cuando, por ahí una vez al año, visita sus “#dominios” y se devuelve a Su palacio. A los “Cielos”. 8Y en nuestro imaginario, lo dejamos allá, bien guardadito, bien juiciocito, que no vaya andar por ahí molestando).

 

Resulta que los Cielos no es por allá lejos. Donde Él no se entera de nada, hasta su próxima visita. El Cielo es una dimensión entreverada con la que llamamos “realidad2, su Presencia, es pues constante. Siempre está a nuestro lado. Por eso lo llamamos Emmanuel. Esta el simbolismo de Rey para significar su Grandeza, su Poder de Supremo Juez; pero está también el simbolismo del Pastor, porque es Compañía-y-Protección constante, ¡ininterrumpida!

 

En el Éxodo, una de las experiencias más importantes para la religiosidad, fue que Él pusiera “La Tienda del Encuentro” en medio de su pueblo, para hacer manifiesta su Presencia constante, y la expresaba liderándolos con la Sombra refrescante de la Nube durante el Día y con la Columna de Fuego que además les proporcionaba abrigo, durante la noche. Los Cielos no es por allá, en otra galaxia. Su Amor-Tutelar está tan Siempre-Presente que la teología tiene la expresión “Omnipresente” para ratificarla.  

 

En el fondo, sabemos esto, porque cuando queremos orar, no levantamos el teléfono ni decimos aló, sino que de inmediato, lo saludamos y establecemos ese Dialogo. Zambullirnos en esta oración implica superar uno de los grandes peligros de la fe: ¡Pensar que eso es algo para después de muertos! ¡Que son frases y pronunciamientos que hacemos para el Día del Juicio!

 

El tiempo de la oración es el presente-proyectivo. Se cumple ahora y se trabaja en cada segundo que podamos vivir y que Dios nos regale. Orienta y dirige nuestro día a día.

 

Y el otro peligro, pensar que, para profundizar su significado, tenemos que ponerla en la velocidad más baja posible, y pronunciarla tan lentamente que nos tardemos un siglo en decirla. Y es peligroso, porque acarrea otra deformación, que, en vez de centrarnos en el Mensaje, nos quedemos auto-centrados en el tema de la velocidad, fascinados por nuestra propia voz y por la lentitud aplicada (o sea en aspectos puramente formales y para nada de fondo).

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