viernes, 9 de agosto de 2024

Viernes de la Décimo Octava Semana del Tiempo Ordinario


 

Nah 2, 1.3; 3,1-3. 6-7

Encontramos cierto parentesco entre el Libro de Nahúm y el Libro de Jonás (recordemos que este es una noveleta); el eje de similitud es el tema de Nínive, capital de Asiria: que había sido dolor de cabeza, maldición y continua pesadilla para los hebreos; la ciudad fue tomada por una alianza estratégica entre medos y babilonios, en el 612 a.C. Y la profecía es de algunos años antes. La compilación de Libro se piensa que data del 612-609 a.C.

 

El nombre de este profeta נַח֖וּם [nak-jum] “consolación”, y fue contemporáneo de Jeremías. Su manera de relatar tiene algo de cinematográfico, por su riqueza de simbologías, con elementos bordados de terror, devastación y siniestro. Domina en su profecía la idea de que el Único que maneja el “devanador” de los hilos históricos -aun cuando, superficialmente, parezca los contrario-  es el Señor. Altibajos y tropiezos no deben desdibujar que las riendas están en Las Manos de YHWH.

 

Quien merezca arrostrar las consecuencias, no pueden confiar en la impunidad, y de eso pueden estar convencidos, como decimos en el lenguaje popular “Dios no se queda con nada ajeno”, y “quien siembra vientos cosechará tempestades”. No obstante, está la contracara, los “justos” contarán con Su Socorro y Defensa. El Señor los rodeará de fortaleza, de pesadas y protectoras murallas.

 

En la perícopa hay una imagen regente: “Los pies del Mensajero que anuncia la Paz”. Y le dice a Judá que puede cesar en sus afanes y desvelos, el enemigo será aniquilado y ya la perversidad no pisará más el suelo hebreo. Luego viene la voz consoladora con la palabra “restauración”.


 

Aquí sigue la parte cinematográfica: ruido de látigo (efectos sonoros), estrepito de ruedas (carros bélicos invasores), asalto de caballería (ejércitos despiadados), espadas, fulgor de lanzas, heridos innumerables (la faceta armamentista que no puede faltar), cadáveres amontonados, muertos a granel, baño de inmundicia. El cuadro es una imagen vejatoria para Asiria. ¿De quién tanto dolor sembró, quien se apiadará? ¿Será que al destructor se le dará algún consuelo?

 

Nosotros entendemos que los pies de los que se habla aquí, son los pies de los discípulos-misioneros; pero hay una condición para que la gente se alegre, que sean anunciadores de la paz. Si son portadores de anuncios bélicos no traerán fiesta, ni se celebrará con dicha y beneplácito su llegada.

 

Los pies de estos “mensajeros” son los mismos pies que lavó Jesús: se lavaban los pies, más para refrescar al caminante y aliviar al peregrino por su andadura, retirando con el agua refrescante su fatiga, que no por quitar la mugre de sus pies. A quien se le lavaban los pies, quedaba restaurado, restablecido para seguir su caminar y avanzar más y más lejos.

 

Estructuralmente podemos considerar que la unidad 2,2. 4-3,19 encierra la unidad de la caída de Nínive. Hoy consideramos tres momentos consecutivos.

i)              La toma de la ciudad

ii)             Las amenazas al “León de Assur”

iii)           La sentencia proferida contra Nínive como agresor criminal

 

Sal Dt 32, 35cd-36ab. 39abcd. 41

Estamos ante un fragmento extenso del Cantico de Moisés que comprende 32,1-43, que él proclamó ante la Comunidad en Pleno. Permítasenos recordar que antes de este cántico, Moisés había profetizado (porque Dios así se lo había mostrado) que Israel recaería en su desobediencia.

 

Estamos retomando el tema de la Justicia que obliga al Señor. Él no es un Dios castigador, por el contrario, su Divino Corazón es el de un Dios Perdonador. Pero la realidad histórica obra como una máquina ciega, y reparte palos allí donde las espaldas culpables pasan. Cuando -por el contrario- es el justo el que circula bajo su garrote, la máquina se entraba, y cesa su golpeteo.

 

La Voz consoladora predice que el Señor se apiadará de los justos, la Alianza que tiene con su pueblo no será totalmente diluida. Su efecto protector perdurará.

 

Volvemos sobre el asunto de quien es el que maneja los hilos de la historia y Dios muestra que todo le está sujeto: da la vida, da la muerte, hiere, pero también cura.

 

Pero los enemigos y los que aborrecen a Dios -seguramente porque tienen negocios -por debajo de la mesa- con el Malo, a esos, la hoja de la acerada cuchilla, no les tendrá ninguna compasión.

 

Como explicación de la protección que se recibe del Cielo está la imagen de la “roca” que encierra los significados de protección y firmeza (fidelidad).

 

El versículo que reiteramos -como estribillo- condensa muy bien la Justicia con la que Dios siempre obra: Dios da la muerte y premia con la vida.

 

Mt 16, 24-28



El Señor nos enseña los requerimientos de su discipulado. No se trata de un seguimiento demagógico, sino de un compromiso radical, hay que “abandonar” el egoísmo, y optar por una “prueba” que en este caso está simbolizada por la cruz: se trata de aceptar pasar por la misma inflexión del camino por donde pasó Él. ¿Qué quiere decir? Exactamente que el “seguimiento” no es ningún “camino de rosas”, implica un desacomodo, una renuncia, una oblatividad, hay que tomarse molestias, llegada la situación, ser capaces de sacrificio (ese sacrificio está representado en la parábola del Reino con la venta del “todo”, para así “comprar” la perla de Gran Valor).

 

Era muy importante decirlo, allí donde muchos de los seguidores lo que perseguían era alcanzar prebendas y lograr privilegios, Jesús les indica con franqueza que esas no son las señales camineras que van a encontrar.

 

Sin embargo, esto no se debe interpretar como que la vida del creyente tenga que ser de continua zozobra, y que tengamos que adecuar nuestra mente y toda nuestra existencia a una idea de constante inestabilidad. La vida se puede volver -si la tomamos desde esta perspectiva-, como la del militar que vive al borde del constante riesgo y termina por encadenarse a la descarga de adrenalina que conlleva el “peligro”. Por el contrario, hay que saber degustar los constantes regalos que Dios nos provee.

 

En realidad, el seguimiento mira, no al padecimiento que eventualmente pueda sobrevenir, sino al esjatón, que de seguro será de dulce bienestar: Paz como sólo el Señor la puede dar.

 

Quizás lo que debemos aprender a obtener no se trata del inmediato gusto y efervescencia; que muchos esperan como “paga” de su entrega, sino saber diferir y dilatar la recepción de los incentivos hasta el momento que Dios quiera depositarlos a nuestro alcance y abonarlos a nuestra buena cuenta.  En verdad, en verdad decimos, que ninguna cruz adolecerá de resurrección.


 

Negarnos a nosotros mismos es aprender a diferir los alicientes, para multiplicarlos e intensificarlos a la larga. Evitando, eso sí, el cálculo de intereses, como si el recto obrar fuere un ahorro a “termino fijo”, como si se tratara de un CDT, confiando en mejores réditos en cuanto más largo sea el tiempo de espera. En verdad en verdad decimos, la Bondad se obra como profunda satisfacción, admiración y contemplación de que Dios sea así, y loa por ese modo de ser que nos alcanza y nos envuelve en su Generosidad; y no como un título valor para atesorar con ambición su crecimiento y acopio.

 

En verdad, el seguimiento es un derroche de desprendimiento y entrega que no se eclipsa por el cálculo interesado. Lo da todo, al ver que Jesús se desprendió hasta de su última gota de sangre, ¡y no era por su bien! ¡Era por la Mayor Gloria del Padre!

No hay comentarios:

Publicar un comentario