lunes, 19 de agosto de 2024

Martes de la vigésima Semana del Tiempo Ordinario


 

Ez 28, 1-10

Hemos recorrido, claro, sólo en sobrevuelo, dos partes del Libro del Profeta Ezequiel: 1) la parte de la vocación del profeta caps. 1 al 3 y la parte 2) que fue describiendo la caída de Jerusalén, cómo se llegó a ella caps. 4 al 24. Ahora vamos a hacer el sobrevuelo de la tercera parte: Los Oráculos contra las naciones, que se pueden subdividir en tres tramos:

      i.        Contra Ammón. Moab, Edón y Filistea 25, 1 al 17

     ii.        Contra Tiro 26, 1-28, 26

    iii.        Contra Egipto, 32, 1-32

Hoy vamos a mirar una perícopa tomada de la sección profética contra el Rey de Tiro. Itobaal III (en hebreo Etbaal), gobernó el sur de la región de Fenicia, (actual Líbano). Flavio Josefo lo registró en una lista de reyes de Tiro, y dice que reinó entre el 591/590 y el 573/572 a. C. Según otros autores reinó entre el 586 y 576 a. C. Bajo su reinado, una parte de Palestina (incluyendo Judá) se rebeló contra el dominio asirio. Durante su reinado sucedió la primera caída de Jerusalén, ​ y por lo tanto, es posible que él sea el «querubín caído del Edén» que menciona el profeta Ezequiel.


 

Algunas interpretaciones cristianas sugieren que el texto cuenta de forma metafórica y criptica, la historia del origen de Satanás, quien se corrompió y fue echado del Edén. Mientras otros afirman que se trata en cambio de un lenguaje alegórico y sarcástico, para execrar al rey de Tiro, comparándolo con Helel, deidad cananea representada por el lucero de la mañana (Lucifer).

 


La perícopa nos aporta información sobre el imperio de Tiro, edificado con base en la navegación y en la habilidad comercial de los fenicios. Se desenmascara cómo el enriquecimiento comercial de Tiro condujo al ensoberbecimiento de su gobernante que se declaró más poderoso que Dios y se erigió como corazón de dios. Ezequiel lo que hace es construir un paralelo con ciertos pasajes del génesis (tres capítulos: 2-4); el pecado de Etbaal, guarda analogía con la caída de nuestros primeros padres y ese fue el acierto de Ezequiel que supo descubrir la similitud y mostrarla.

 

La profecía amenaza a Etbaal que será atacado por reyes más potentes y revestidos de mayor poder, que harán trisas de él. La sentencia es la de perecer bajo muerte violenta. Aun cuando al momento de morir siga proclamándose dios. Eso es lo que le augura el oráculo del Señor, que en este caso corresponde a Ezequiel pronunciarlo.

 

Sal Dt 32,26-27ab. 27cd-28. 30. 35cd-36ab

Mañana vamos a pasar a otra parte de la profecía de Ezequiel, no parece que este salmo -construido con un fragmento tomado del Deuteronomio y que hemos venido trabajando- nos prepara para lo que vendrá, ahora.

 

Tenemos fragmentos de seis versículos del capítulo 32 con los cuales se han integrado cuatro estrofas.  Tengamos presente que se trata de una continuación del que proclamamos ayer como salmo.

 

El Señor planea la aniquilación de su pueblo, por sus atroces desvíos, sin embargo, Dios no quiere ser fuente de engaño para otros pueblos que se escandalizarían y renegaría del Nombre de YHWH, haciendo de Él pasto de sus burlas y malinterpretaciones de las cuales el enemigo siempre goza.

 

Como son gentes carentes de claridad intelectual, se van a atribuir la victoria al poderío de sus armas y al esfuerzo de sus brazos, sin acertar a distinguir que la victoria ha sido obra del Señor, que es Él y sólo Él quien desbarata las defensas de Israel y lo hace frágil.

 

Hazañas realizadas por un solo hombre que derrota a mil, o dos personas, insignificantes, que vencen a diez mil y los ponen en desbandada, sólo ocurre porque Dios los ha derrotado y les ha dado sentencia de castigo.

 

El Señor, dará Justicia para su pueblo y lo protegerá por que honra Su Propio Nombre.

 

En conclusión, dice la antífona: “Dios es el dueño de la vida y de la muerte y el la da y la quita cuando quiere y su Justicia lo dictamina”.

 

Mt 19, 23-30

Casi parece que Dios está diciendo: No desgasten fuerzas con predicaciones para los ricos, ellos están obcecados con sus riquezas, y toda predicación para ellos es vana.


 

El problema debe reinterpretarse desde otro ángulo: No creemos que Jesús esté trancando la Puerta por dentro para negar la entrada a los ricos. Pero si está poniendo delante de ellos un severo interrogante: ¿Cómo puedo decirme “discípulo” cuando no me conduelo de los que llevan una vida indigna, por debajo del límite de la pobreza, y cuando mi propio nivel de vida está muy por encima, hasta llegar a sobrepasar cayendo allende el despilfarro, el desperdicio? ¡Yo no paso ninguna penuria, pero mi hermano -el marginado- vive con angustia porque no tiene con que llevar un pan a su mesa y resolver sus más elementales necesidades!

 

Hay una pieza escatológica hermosa, deliciosa: cuando el Señor se siente en su trono, habrá también tronos para los doce; doce es el número de los elegidos para recibir la heredad. Doce no es una cardinalidad, doce es una calidad, la calidad de “discípulo”. En “doce” caben todos los que tienen un corazón “samaritano”. Es otra manera de mirar los números, que “llama” doce a todos los que “sienten como una madre: con las entrañas”.


 

Nosotros muchas veces valoramos la erudición que nos permite decodificar ciertos “símbolos bíblicos”. Hoy tenemos la simbología del “ojo de la aguja”, y desdeñamos quedarnos atrapados en ella, porque el mismo Jesús la desmantela cuando dice que para Dios no hay imposibles. Es el propio Jesús el que garantiza que Él no está para multiplicar los “retenes”, ni para poner trabas infranqueables, sino que Él derrocha (y ahí sí se vale el derroche) los pases, los boletos gratuitos, los pasaportes incondicionados.

 

¿Quiénes podrán entrar? Y Jesús contesta ¡Todos! Bastará un pequeño esfuerzo, desprenderse de algo: de una casa, de un hermano o hermana, de su padre o su madre, de un hijo o de una hija, o tierras. Hay que destrabarse, de algo, soltar, aflojar, no aferrarse, no sujetar a dos manos… Hay gente, por ahí, que ponen su propio corazón en el lugar de Dios, como Etbaal, como Luzbel que se volvió Lucifer.


 

¡Libres para abrir las alas y remontarse! La cuestión no está en qué significa camello o que significa aguja. El quid del asunto es ser libre, para poderse dar, para donarse, para incorporarse a la sinodia, palabra griega que se podría traducir por “caravana” y que en el lenguaje eclesial ha llegado a significar “reunirse y avanzar como una tribu, como una familia”, férreamente unida. He aquí el arte de acceder a la vida eterna. ¡No sujetarse a nada, convirtiéndolo en el propio ídolo! ¡Ser libres para seguir a Jesús!

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