miércoles, 14 de agosto de 2024

Miércoles de la Décimo Novena Semana del Tiempo Ordinario

 


Ez 9, 1-7; 10, 18-22

Mensajeros que marcan y Dios que abandona su Templo

 

Moisés, pues, llamó a los jefes de Israel y les dijo: «No demoren en buscar una res para cada una de sus familias e inmolen la Pascua. Tomen un manojo de hisopo mojado con la sangre y marquen los dos postes y la parte superior de la puerta. Y luego ninguno de ustedes saldrá de su casa hasta la mañana. Pues Yavé, con su plaga, va a recorrer todo Egipto y, al ver la sangre en la entrada, pasará de largo y no permitirá que el Exterminador entre en sus casas y los mate.

Ustedes observarán este rito, y también lo observarán sus hijos para siempre. Estas mismas ceremonias las harán cuando entren en la tierra que Yavé les dará, como les tiene prometido. Y cuando sus hijos les pregunten qué significa este rito, les responderán: Este es el sacrificio de la Pascua para Yavé, que pasó de largo por las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando mató a los egipcios, dejando a salvo nuestras casas.» Al oír esto, todo el pueblo se postró y adoró.

Ex 12, 21-27

 

Los judíos suelen tener en las puertas de sus casas un pergamino, que debe estar escrito a mano, por un escriba experto y especializado que se llama Sofer Stam, que se deposita en un estuche que se puede pegar a la entrada y este Escrito se llama Mezuzá, en plural Mezuzót, expresión que se traduce “jamba”, y que alude al paso del Ángel Exterminador de la 10ª Plaga, y hay quienes la ponen también en las puertas interiores, excepto en las del baño, donde nunca se pone. Así como nosotros acostumbramos santiguarnos al salir de casa, ellos acostumbran tocarla al pasar.

 

En la perícopa de hoy, nos volvemos a encontrar con la orden de ser marcados para ser exceptuados del Exterminio, encargado a un Querubín en la profecía de Ezequiel, y los que quedaban excluidos del exterminio eran los que llevaban el signo ׳ת [tav] “señal”, "marca de la exención del juicio”, “firma” la vigésimo segunda letra del alefato. Esta letra significa “fuerza”, al Querubín se le ordena תָּ֜ו וְהִתְוִ֨יתָ  [e-isbita tav] “poner esta señal”. Cuando se hizo la versión al griego, se puso allí, en su lugar, la letra griega tau, que vino a constituirse en el signo de la cruz franciscana.

 

¿Qué viene a representar, entonces el signo tav? Las personas que se habían apartado del pecado y llevaban una vida de bondad, ellas fueron salvadas de la destrucción. Se da en ese caso un arrepentimiento, aunado a una conversión. Los demás, indiscriminadamente -nos lo informa la perícopa- sin importar, jóvenes, doncellas, niños y mujeres, fueron arrasados. Una de las tareas era profanar el templo, encharcando de sangre los atrios.

 


Nótese bien que, para proceder a la profanación, el Señor alzó con su Gloria y se ausentó. Es muy interesante que en paleo hebreo ¡el signo tav es una cruz!

 

Los Querubines se alzaron y partieron y reaparecen, en el relato ezequielano- en el Rio Quebar (significa “poderosa”), en Babilonia, en el Éufrates, aun cuando no sabemos exactamente dónde, pero lo que si nos ha llegado es que allí había una numerosa colonia israelita, en esclavitud. Recordemos que cuando Ezequiel tuvo la visión del carro tetra-morfo se hallaba a orillas del Quebar. Aquí también se nos reitera: “cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas y bajo las alas una especie de Manos Humanas”.

 

Como Dios ya no estaba en el templo, su desacralización no afectaba su Gloria.  Se había ido por la Puerta Oriental a la que se llamaba, “El Portal de la Casa del Señor”: Para ellos la impureza había invadido el Templo por el derramamiento de sangre en sus Umbrales; para nosotros, lo que nos desacraliza, ya que somos Templos vivos de Dios, es la sangre del pecado.

 

Sal 113 (112), 1b-2. 3-4. 5-6

Los salmos 113-118 (112-117), son seis salmos que forman el que se denomina Hallel egipcio y que se canta en la Cena Pascual, lo que nos autoriza a afirmar que Jesús debió entonarlo en el curso del Jueves que llamamos Santo. La perícopa está tomada del primer salmo del Hallel.

 

La primera estrofa es entonada por los levitas y las otras dos forman la respuesta de los peregrinos. En la perícopa no se incluye la última estrofa, sino las dos primeras. Las dos primeras estrofas se enfocan en Dios Altísimo, y la última en su “opción preferencial”, por los desvalidos, los pobres y las estériles.

 

Como vemos en la Primera Lectura, Dios para abandonar el Templo se eleva cabalgando en Querubines. Aquí, declaramos, ratificando: “La Gloria del Señor se eleva sobre los Cielos”. Y lo reiteramos 4 veces.

 

Una palabra adicional relacionando la Primera Lectura con el Salmo para destacar que allá la opción preferencial es por los que trabajan en su proyecto de Conversión, aquí, en el salmo, está dirigida al débil, al marginal, aun cuando, como ya se ha dicho, esa estrofa no se toca en la proclamación de hoy.

 

La Alabanza a la que se invita es por siempre, año tras año, día tras día; pero también se indica, durante todo el día, o sea, en todo momento.

 

El puente entre Dios y el pueblo se tiende en la última estrofa de hoy, donde dice que el Señor no se queda lejano, sino que se abaja, despliega su kénosis, para acercarse y estar a nuestro lado, más, cuando con mayor necesidad lo requerimos.

 

Mt 18, 15-20

Haciendo Iglesia; aprender a ser con



En aquellos tiempos a los que se refiere la Primera Lectura, era necesario -seguramente- una corrección severa e inexorable; Jesús también corrige, pero Él propone una sanción comprensiva, forrada de dulzura, con la afabilidad de un Pastor que no osa dañar a la oveja extremándose en la rigurosidad del castigo. El propone corregir como un “hermano” que fraternalmente corrige al otro consanguíneo que ha fallado: Nos hallamos ante la joya de la corona, en la Enseñanza sinodal que nos entrega el Divino Maestro.

 

Hoy, y en todo el capítulo 18, vamos a trabajar el “Discurso” donde Jesús nos muestra cómo vivir en comunidad, se le ha llamado “Discurso eclesiástico”; la columna vertebral se apoya en la consciencia de ser perdonados para entender que siempre fallamos, que no podemos evitar herir a los demás con nuestras aristas y nuestros garfios, así urge aprender a perdonar, precisamente porque nos perdonan. Luego, en los capítulos 19 a 23, este decir se implementará en un estilo de “hacer”, en una práctica de fraternidad, en una praxis de edificación comunitaria.

 

Jesús no nos da un “código” entero, sería una contradicción frente a su rechazo a multiplicar las normas. Lo que nos encontraremos será, más bien la exhibición de un eje, de un espíritu comprensivo, solidario, tolerante. Pero, a la vez, no se trata de hacer la vista gorda, ni barrer debajo del tapete. Se trata de hablar las cosas en el mejor espíritu de quienes trabajan conjuntamente en la realización del Proyecto de Dios.

 


¡No se trata de castigar, ni de excluir sistemáticamente! Lo que tuvimos como preámbulo fue la colocación de un niño en el centro como paradigma de sencillez, disponibilidad y confianza. Un niño, además. retrata con exactitud la convicción de su Padre: ¡No será niño por siempre! ¡Ya crecerá!

 

La manía por arrancar la cizaña, nos impide ser más tolerantes, ejercitar más a fondo nuestra paciencia. Hay que dejar de ver las dificultades y los tropiezos como causales de la deserción y el rencor y visualizarlos -mejor- como taller de entrenamiento y fortalecimiento: nos encanta la idea de verlos como el espacio del cotidiano aprestramiento de un deportista que pasa años “entrenando” y perfeccionando cada detalle de su disciplina, para alcanzar ejecuciones impecables.

 

No hay que permitir que el error campee a sus anchas, no hay que dejar que las salidas de tono y los desafines invadan toda la partitura en su ejecución. Primero, el director, o uno de los músicos tiene que dar un re-direccionamiento, indicar o que hay que “mejorar”,

 

No basta un solo testigo para declarar a un hombre culpable de crimen o delito; cualquiera sea la índole del delito, la sentencia deberá fundarse en la declaración de dos o más testigos.

Dt 19, 15

 

y si no funciona, vendrán dos experimentados a brindar sus orientaciones. Si no hubiere avance, si la persona no aprovecha estos llamados, la comunidad entera tendrá que tomar cartas en el asunto.

 

A esta metodología se la ha denominado “la corrección fraterna”. Y no podemos imaginárnosla como un “acto de magia”, requiere tacto, madurez, dulzura, pero, a la vez, firmeza. No es algo para improvisar, se debe meditar, reflexionar y orar antes de proceder.


 

Fijarnos bien, si la falla no está de nuestra parte, y -quizá- la estamos proyectando en otro u otros. Históricamente se da la situación de caucus ideológicos que se constituyen para presionar contra alguien, que -no está en error o desviación- pero que no complace a los errados para dar su brazo a torcer y desistir de su perspectiva. Estos grupúsculos de presión se convierten en perseguidores profesionales apoyados en la fuerza de su “rosca”. Nótese aquí que ya no se trata de un pecado, sino de un ángulo de enfoque. Y lo que se está forzando no es para “ganar al hermano”, sino para imponer la ´propia apreciación. No se puede obviar que la metodología está prevista para tratar con una “hermano que peca contra ti”; y no para imponer ideas.

 

Otro aspecto a tener en cuenta, es el proceso de cada persona. No todo el mundo avanza y se adentra al mismo ritmo. Alcanzar cierto nivel de compenetración en la Iglesia (Asamblea, qahal), depende del ritmo muy personal de adaptación y de la capacidad de soltar amarras para dar los pasos decisivos y entrar en la lógica del Reino.

 

Aún hay que considerar otro aspecto, nada desdeñable: es la consciencia de ser Iglesia superando el enfoque meramente individualista para dar el paso a la consciencia corporativa. Se trata de aprender a caminar juntos, lo que se descuidó cuando la Iglesia se enfocó en una imagen de aprendizaje de oraciones y memorización de dogmas. Eso inevitablemente condujo a un descuido de Jesús como Centro y Cúspide de la fe. El Santo Nombre de Jesús es muchísimo más que una palabra bisílaba. Como hemos aprendido, nos convoca a un estilo de vida. Para ese estilo queremos ganar “católicos” y eso va mucho más allá de darle clic a un “like”. ¡Es un compromiso de vida!

 

Esta faceta de construcción de Iglesia y de la sinodalidad que implica, se imbrica con la “corrección fraterna” en el eje del perdón. El perdón se fundamental en el proceso de hacernos miembros del Cuerpo Místico de Cristo: al perdón de Jesucristo tenemos acceso por la vía sacramental, y el grandioso Sacramento, que llamamos muchas veces sacramento del perdón, no por pura casualidad se llama también “sacramento de la reconciliación”, y -no hablamos de la reconciliación de dos enamorados-  nos enfocamos en restañar el reguero de heridas que vamos dejando -como el que siembra vidrio molido-

para aprender una de las facetas cruciales del aprendizaje: aprender a “ser con”, valga decir, aprender a vivir y a avanzar como comunidad.

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