miércoles, 28 de agosto de 2024

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA


 

Jr 1. 17-19

 

El Señor les dio el coraje y el empuje para superar esas dificultades.

Carlo María Martini

 

En los relatos “vocacionales”, uno encuentra que Dios no va en busca de aquellos que reúnen una serie de cualidades especiales, sino que Él llama y dota de todos los atributos requeridos, poniéndolos en la persona que ha sido vocacionada.

 

Aquí hay un no sé qué de confianza, hasta de familiaridad, lo cierto es que -contrario al “terror pánico” que invade a muchos de los vocacionados, Jeremías, reboza confianza, a una vez que serenidad, pese a su personalidad un tanto tímida.

 

Aparece aquí la palabra מָתְנָ֫יִם [mothen] traducida por “lomos”, pero que significa también “cintura”; תֶּאְזֹ֣ר מָתְנֶ֔יךָ [tezor mateneka] “cíñete la cintura”. Consiste en atarse la vestidura para poder salir de casa. Un tanto análogo con aquel “amárrese los pantalones”, que enfatiza menos el arreglarse las vestiduras, como el “afianzarse en una decisión”, “no vacilar para nada” ante la tarea propuesta: ¡Ponte en píe y diles lo que Yo te mando!

 

Así que en este “relato vocacional”, Dios deja brillar su Accionar y su Poder, y cómo lo deposita en la personalidad del “vocacionado”, otorgándole todo lo indispensable al cumplimiento de lo encargado: Ten confianza en Mí, tu misión está en Mis manos.

 


Hay dos visiones previas (Jer 1, 11-15), donde esta investidura se oferta en un doble plano:

1)    La Palabra que va a pronunciar será Palabra eficaz.

2)    La Palabra estará llena de Mensaje, rica en significación

 

Las visiones son respectivamente simbolizadas con una rama de almendro y con una olla hirviente puesta al fuego, como presagio de calamidades venideras, la olla está a punto de derramarse por su hervor.

 

Estas dotes que el Señor le entrega aparecen aquí enumeradas:

a)    Te convierto en Plaza Fuerte

b)    En columna de hierro

c)    En muralla de bronce

 

Con esta solidez enfrentará a

a)     Los reyes y los príncipes de Judá

b)    Los sacerdotes

c)    Las gentes del campo

 

El Señor le confiere la divisa para su escudo: “Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque Yo estoy contigo para librarte”.

 

Sal 71(70), 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17



Se trata de un salmo de súplica. Al leer el salmo integro, nos damos cuenta que el Salmo se orienta a rogar ante la llegada de los años seniles y las debilidades que les son connaturales. Sin embargo, la perícopa proclamada lo hace extenso a una situación más general, ante la acechanza de peligros y enemigos que van brotando en el camino y sirviendo de obstáculos insuperables, rogamos para que el Señor sea nuestro defensor y nos brinde su defensa y nos socorra con fuerzas suficientes para remontar los percances que la vida nos presente, hasta que lleguemos al Culmen, que es Su Presencia.

 

Cuando la lluvia arrecia, y estamos a la intemperie, siempre buscamos, afanosos, un alero, bajo el cual nos podemos proteger. Aquí las amenazas que se ensañan son la lluvia tempestuosa, y Dios, el refugio que nos resguarda. Él no vacila, ni atraviesa remilgos, para ser Paraguas, contra el más torrencial chaparrón. Por eso lo llamamos Justo, porque no es discriminatorio. Además, Él inclina la cabeza -con Ternura- para escuchar mejor nuestras plegarias y permitir que en Su Corazón florezca la solución que nosotros le suplicamos.

 

Si nos atacan a pedradas, Él es una roca que sirve de farallón inexpugnable, es una barrera de acero que no puede ser penetrada por el proyectil más poderoso. Y le rogamos que, con Su Misericordia, haga tullida, toda mano que pretenda descalabrarnos.

 

Agradezcamos al salmista que hace manifiesta la Presencia de Dios en nuestras vidas, que llega tan pronto a nuestro ser que ya está en nuestra juventud, en nuestros más infantiles años e incluso antes de nuestro nacimiento cuando nos hemos vuelto sueño ilusionado en el corazón de nuestros padres, porque ya Él estaba Pensándonos y Escribiendo un nombre para nosotros en el Libro de la Vida.

 

Aprovechamos esta súplica para declarar y reconocer que ha sido Dios quien nos dotó de labios y pensamiento que conocieran palabras y entendieran cómo glorificarlo, para que, desde nuestro primer momento, con nuestras primeras palabras y hasta el fin de nuestros días, estemos siempre cantándole alabanzas y glorificando Su Santísimo Nombre, que es Justicia, que es Rectitud, que es Derecho, porque Él vela por todos nuestros derechos y los defiende de todo depredador. No sólo nos ha dado Mandamientos, también nos ha dado “profetas”, “precursores” que denuncian, que nos señalan donde reina la injusticia, el atropello, la impiedad, la iniquidad, donde Él quiere que llevemos la Voz de la Denuncia.

 

Mc 6, 17-29

Lo que me impresiona es la multiplicidad de las personas, de las pasiones, de los intereses, de las mezquindades, de las bellaquerías, de las crueldades que giran alrededor de Juan Bautista: Herodes, Herodías, la hija, los invitados, los asesinos, los guardias, todos parecen esclavos de una lógica del poder, de temor, de envidia, de venganza, de sensualidad.

Carlo María Martini

 



Jesús envía sus discípulos comisionados para anunciar el Reino de Dios. Tal vez el hagiógrafo tendría que seguir su relato narrando cómo les fue en su tarea, después de ser preparados por el propio Jesús, uno esperaría que continuara en esa línea. Pero eso no es lo que hace Marcos. Antes de contar que regresaron y cómo les fue, y que digan que obraron prodigios y que hasta los demonios les obedecían, él pasa a relatar el “Martirio de San Juan -El Bautista”. Esta interpolación nos permitiría decir que este evento, pinta cómo les fue. Que el producto fue la expulsión de demonios, es cierto, pero, antes de que los demonios sean ahuyentados, ellos tuvieron que asperjar la historia con su propia sangre. Por eso es que este relato está insertado ahí, para dejarnos ver que la Evangelización que señaliza la ruta salvífica, está pintado con tinta sangre, la de los “precursores”: «Son los que han lavado y emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, y le rinden culto en su templo de día y de noche; y el que está sentado en el trono los protege con su presencia»» (Ap 7, 14-15).

 

¿Cómo se engancha y que pieza la sirve de puente, a lo que se bien relatando, para insertar la decapitación del “precursor”? A las noticias que le runruneaban en el oído a Herodes acerca de Jesús. Aquí se introduce una idea muy cristiana, la de “resurrección”. (Aquí había que recordar que Marcos no tiene los relatos “resurreccionales” de Jesús, y sólo nos relata de un “joven” que les dijo a las mujeres que n o lo buscaran entre los muertos porque Él había Resucitado).

 

Nos dice, también que algunos pensaban que Juan era el esperado profeta Elías, que aún los judíos siguen esperando que vuelva, puesto que se había augurado que Elías habría de volver -por eso no había muerto, sino que sólo había sido llevado por una carroza- poco antes que llegara el Mesías.

 


En conclusión, ¿qué explicación había escogido Herodes? Se había ido por la de Juan resucitado.

 

¿Cómo empezó esta bronca? Juan le había dicho que no era licito que él viviera en adulterio con la esposa de su hermano, se granjeó el encono de Herodes y de su mujer, así que Herodes lo mando a apresar y lo tenía encarcelado.

 

Con motivo de una fiesta-banquete que se ofreció por el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías bailo, uno de esos meneos de cinturita que dejó enloquecido y con ojos desorbitados a Herodes, y le ofreció que le daría cualquier cosa que pidiera inclusive medio país del que le habían entregado en administración. Debe anotarse que Herodes no tenía real autoridad para entregar nada, el país le “pertenecía” a los romanos que lo sujetaban bajo su imperio. Sin embargo, los investigadores no dudan que quizás lo ofreciera, puesto que la gente alcoholizada -se pasa de lengua- y suelen ofrecer hasta lo que no tienen.

 

La chica en cuestión -azuzada por su madre- pidió la cabeza de Juan, y un verdugo fue automáticamente enviado para cumplir la ejecución y traerle a la joven la satisfacción de aquel cruento capricho. Esto es lo que traemos hoy al corazón. La memoria de un “precursor”, no solo por ir delante anunciando su venida -como heraldo-, sino, lo más grande, honra y honor de su vida y su fidelidad, por haber caminado por delante de Jesús en la entrega de su propia vida por la causa del Reino. Juan fue precursor, además, con su martirio.

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