martes, 20 de agosto de 2024

Miércoles de la Vigésima Semana del Tiempo Ordinario


 

Ez 34, 1-11

… pasado cierto tiempo, Dios hace vibrar de nuevo su Palabra con renovada fuerza, investida totalmente del espíritu, con un mensaje de esperanza.

Luis Alonso Schökel / Guillermo Gutiérrez

 

Entramos en la Cuarta Parte del Libro de Ezequiel, que ocupa los capítulos 33-39: Promesas de salvación. Ya queda dicho que a partir del momento en que llega el fugitivo y le entrega al profeta la noticia de la caída de Jerusalén, que acaeció el 15 de agosto del 587 a.C., empieza una nueva fase para Ezequiel, él recobra el habla después de cinco meses de haber permanecido mudo. A partir de ese momento Ezequiel se hace Pastor y Formador, guía espiritual de su pueblo al que se le anuncia que volverá a nacer. El nuevo tema será la esperanza. Así Ezequiel se constituirá en el fundador y padre del judaísmo.

 


La perícopa de hoy constituye la censura y denuncia de los malos “pastores” y el anuncio de la llegada de un Mesías, “Rey Justo”. Podríamos descomponer la perícopa como sigue

a)    El pueblo (rebaño), anda disperso y la culpa la tienen los “malos pastores” (vv. 1-6).

b)    A esos pésimos gobernantes el propio Señor les quitará todo el mando, ya no serán los apacentadores de sus ovejas (vv. 7-10).

c)    YHWH en Persona tomará a su cargo el Pastoreo para prevenir que su pueblo caiga en manos de los pastores adúlteros (vv.11-16).

 

Podemos presentar aquí -como mapa de la perícopa- una pregunta que nos deje acceder, con eficacia, a este fragmento que es tan importante como antecedente de lo que es un “Buen Pastor” (un Pastor Hermoso, porque, es más que Bondad, es una perfección que nos admira y nos inunda con su esplendor, es pulchritudinis): ¿Cuál es la lista de las maldades que se denuncian en esta perícopa?

 

A saber:

a)    Se apacientan a sí mismos.

b)    Se comen las partes mejores.

c)    Se visten con la lana de sus ovejas.

d)    Matan a las “gordas”.

e)    No apacientan el rebaño

f)     No robustecen a las que están débiles

g)    No curan a las enfermas.

h)    No vendan a la que está herida

i)      No van al rescate de la descarriada.

j)      No buscan a la que se ha perdido

k)    Su ejercicio es de “dominación” por medio de la fuerza y la violencia.

l)      Dispersas quedaron expuestas a las fieras

m)   Son asoladas por el pillaje.

 

Ahora que quedan completamente desenmascarados, el Propio Señor va a tomar el “gobierno” en sus manos:

-       Les va a pedir cuentas

-       Las quitará de su cargo, retirándoles el cayado.

-       Y los sacará como David, de las fauces de esos leones y osos, porque no son pastores, sino lobos disfrazados.

 

Él mismo buscará su rebaño y lo cuidará. La monarquía será reabsorbida y se pasará a una Teocracia donde el gobierno estará en las Manos Directas de YHWH. Y así fue, en el post-exilio no se reimplantó la antigua monarquía.

 

Sal 23(22), 1b-3a. 3b-4. 5. 6

Un pastor no es otra cosa que un gobernante de un “pueblo” de ovejas; un rey no es otra cosa que un Pastor que gobierna a su pueblo. El único afán de un buen pastor es apacentar sus ovejas.

 

Apacentar es una palabra que viene directamente del latín, adpascere, viene de su participio presente adpascentis, “sacar a pastar”. En una cultura pastoril, el cuidado del ganado -sea vacuno o lanar- es el cuidado de las “ovejitas”, sacarlas a pastar, buscarles los mejores prados, llevarlas a abrevar, protegerlas del sol guareciéndolas a la sombra, y, defenderlas de las fieras, es por eso que siempre tienen el bordón a mano.

 

La declaratoria esencial de este salmo es: “El Señor es mi Pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacía fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”. Y esta es, justo, la primera estrofa de hoy.

 

Hay una insistencia muy marcada en declarar que el rey del salmista es el Señor. Lo dice y lo repite para que no tengamos duda, su énfasis quiere significar que, al Único que reconoce como Rey es a su Pastor. Es un Salmo del Huésped de Yahveh, quiere experimentar a fondo y vivir su experiencia de pertenencia a Su Rebaño: Quiere declararse oveja de ese Pastor.

 

En la segunda estrofa apunta tres detalles muy clarificadores:

1.    Este Pastor cuida muy bien de conducir su rebaño por el Sendero Bueno, donde ninguna de sus ovejas se vaya a lastimar.

2.    Así vagabundeen por “cañadas oscuras”, nada teme, se siente protegido.

3.    Sabe que cuenta con la compañía y la defensa de Su Pastor, que usa convenientemente de su “vara” y de su “cayado”.

 

Apacentar, es llevar, a las ovejas, al “restaurante”: El “Pastor” se ocupa de “servirle la mesa a su rebaño", lo atiende como en un spa, le da masajes con aceite, le refresca la cabeza con toallas húmedas para que no le vaya a afectar el sol que ha recibido y, último -pero no menos-, le llena la copa, cada vez que él la escancia.

 

En la última estrofa, el hagiógrafo busca y ubica las palabras exactas que describan el tipo de atención que ha recibido y recibe siempre por parte del “mesero” en el restaurante (se llama restaurante porque en él se restauran las fuerzas). Los dos adjetivos que describen el meticuloso cuidado de este Pastor son: Bondad y Misericordia. Y, una vez más lo declara, vuelve a reclamarse “Huésped de la Casa de Yahveh”.  

 

Mt 20, 1-16

No se comparan individuos, se comparan pueblos, mientras unos recibieron la Palabra de Dios hace siglos, otros hasta ahora llegan a la fe.

 

Una de las partículas más arduas y, sin embargo, esencial a la fe -que se tiene que injertar en su rama principal, como un esqueje- es la Gracia.

 


Con una altísima velocidad nos apuramos a denunciar ὁ ὀφθαλμός σου πονηρός [o oftalmos sou poneros] “el ojo malo”, para reprocharlo como un defecto, sin tomar en cuenta que lo hemos promovido durante siglos, hasta hacerlo una meta de la existencia. Esa aspiración por ser el mejor, por tener lo mejor, por acaparar sin límites, fueron puestas en nuestro ánimo como las claves de la superación. Aún hoy, se inyectan con disimulo, moderadas dosis de ambición, de avaricia, de envidia como si se estuvieran aportando dosis de algún reconstituyente o vitamina. No dejemos de lado los aprendizajes que sirven de pilar a la forja de nuestro carácter y que -así sea de forma periférica- se van tatuando en la dermis: “primero yo, segundo yo y, si hay otro lugar en el podio, que también sea para mí”.

 

Luego, volcamos un baldado de desaprobación contra los que viven la vida de la fe como si se tratara de una carrera meritocrática. No nos cabe en el corazón la idea de recibir de manos de Dios sin medida, e interponemos como moneda de cambio los innumerables rosarios, las incontables novenas, las camándulas y denarios, las estampitas de santos, y el hermoso altar doméstico. No se trata de alguna variedad de meretricio donde la paga entra en juego, estableciendo alguna suerte de proporcionalidad en la prestación de un servicio.


 

Que Dios está llamando a toda hora de la vida, eso debe quedar claro. Que sería deseable que muy jóvenes -en nuestra vida- empezáramos a recorrer el camino del compromiso con nuestra fe, eso debe tener una lógica resplandeciente en nuestro ser. Y, que nunca es demasiado tarde para acudir a responder la Voz Divina que nos invita, es el objetivo de hoy. No tendrá mejor “paga” el que llegue más temprano, el que haya respondido en la edad más temprana, y lo que debe quedarnos desde ya muy claro, es que Dios prodiga trofeos, y medallas, diplomas y estímulos, que nosotros no tenemos por qué medirlos, compararlos o criticarlos. Que su generosidad es una de las dimensiones inexplicables, y para quienes aman las categorías mistéricas, reconocer que las tablas contables de las oficinas de pago Celestiales, no están sujetas a las pautas humanas.

 

Si pensamos que el denario era la paga indispensable para poder cubrir las expensas necesarias de un padre de familia, tendríamos que entender que Dios no podía dejar a alguien sin retribuirle con lo mínimo necesario. Tendríamos que entender el “denario” como el “salario mínimo” del trabajo en la “viña”. En esta parábola, la viña es el pueblo de Dios y los cultivos, son los frutos salvíficos.

 

Recordemos que estamos en el co-texto del Evangelio de San Mateo, donde se estudia el tema de la vinculación, del seguimiento, del discipulado, de la sinodalidad. Pensemos, en la época cuando se escribió este Evangelio, estaban los judíos conversos al cristianismo y, luego, empezaron a llegar los paganos que se insertaban en la comunidad, ¿con qué criterio recibirían “paga” celestial?

 


La expresión del “ojo malo”, en realidad se podría traducir, ¿es que te va a doler el ojo?, ¿es que se te va a resentir el ojo?  Pero, este dolor está conectado con cierta afectación del corazón que no ha aprendido a alegrarse con el bien del “hermano”. Lo que viene a enseñarnos la parábola de “los jornaleros en la viña”, lo que el Evangelio nos tiene como oferta es aprender a estar dichosos porque Dios no deja a nadie colgado de su necesidad, y sus criterios “salariales” hemos de asumirlos desde la Absoluta Soberanía que Lo asiste.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario