jueves, 26 de septiembre de 2024

Viernes de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario


 

Ec 3, 1-11

La idea que tenemos del tiempo es la de un cierto fluido uniforme, que puede pasar por una perforación a un ritmo muy homogéneo, supremamente uniforme, sin altibajos, ni cambios de densidad. En fin, todo el tiempo es igual, parejo, sin desigualdades. Tan es así que lo graficamos como una “recta” y ella nos parece el símil geométrico más cumplido. Sobre esa gráfica, y a distancias proporcionales, podemos marcar puntos que representan fechas. Pero, ¿qué pasaría si Dios, tocara alguno de esos puntos, por ejemplo, para marcar el momento del nacimiento de alguien.


 

Quizá lo primero que se les vino a la mente fue el “Momento” en que Dios apoyó su dedo en la recta para marcar la fecha exacta de la Encarnación. Quizás, con un Dedo húmedo en lágrimas, tocó en otro “punto” para marcar la “Hora” de la Pascua de nuestro Señor Jesucristo. Podemos pensar, ahora, en que Dios deslice su Dedo, entre dos puntos, manteniendo el Contacto Bendito, y quizás aumentando y disminuyendo la presión, o sea, ejerciendo una presión variable. Ese espacio de tiempo, sería un tiempo muy especial, un tiempo “Diverso”, mejor dicho, “Divinamente Diverso”.

 

Quizás, diversas vidas estén imbricadas como un haz de rectas en una misma “cuerda”. En la perícopa de hoy, encontramos una palabra hebrea para significar la recta, y otra palabra para designar los tiempos en que Dios dispone la ocurrencia de determinado “Evento”, cuando Su Dedo toca la recta para que suceda la “variación” de densidad y rompe la homogeneidad del fluido temporal. El tiempo general es el עֵת [ed], “todos los cuandos”, el fluido homogéneo; y זְמָ֑ן [zeman] "el momento", “la hora", “la estación”, es cuando el Dedo Divino indica que suceda. Nos encanta como traducción de esta última, la palabra “estación”, porque es una parábola agraria, por ejemplo, la estación de los aguacates, o la de los mangos, no en cualquier “estación” los árboles cargan aguacates, hay un momento especial, particular, para que el árbol se llene de sus frutos, y fuera de estación, es inútil ir a buscar frutos en el árbol.

 

En geometría, tenemos el concepto de “segmento” que es un tramo de la recta comprendido entre dos puntos: En nuestro análisis del fluir del tiempo equivales al tiempo en que Dios mantiene su Dedo en contacto con la recta y presiona con mayor o menor intensidad. Por ejemplo, entre el momento de nacer, y el momento de morir; entre el momento de sembrar y el momento de cosechar, un momento para dejarse morir y un momento para liberarse y empezar a sanar. Hay una “temporada de destrucción a la que puede sobrevenirle una temporada de reconstrucción.

 

Surge una pregunta: Dios apoya el Dedo a capricho, como un niño que de pronto quiere irse a jugar fútbol o que de pronto, sin ton ni son, se echa a llorar. O, quizás, -como un pianista mira fijamente la partitura que nosotros vamos “componiendo” sobre el pentagrama y dependiendo de la nota por la que opte nuestro corazón, Él toca o suspende el contacto con la “tecla”, y hace, o no, sonar el instrumento.


 

Creemos que lo que ve el hagiógrafo aquí, lo mira desde el fondo de un “existencialismo pesimista” y por eso él cree que Dios pulsa la cuerda solo para “humillarnos”. También los dioses del Olimpo, eran víctimas de sus arrebatos y de sus buenos o malos humores. Y, al ser humano no le quedaba más que aceptar estas reacciones maniáticas. Se trata, desde esta lectura de un dios maniático, despiadado, déspota, un verdadero tirano.

 

En el verso 14, más allá de la perícopa, encontramos un nuevo concepto temporales el concepto de עוֹלָם [olan] “la eternidad”, “lo perpetuo”; es como si un “crítico musical” entrara a la sala de ensayos de la orquesta, y permaneciera allí, durante cinco minutos, y al salir, diera un veredicto sobre el concierto que están preparando, que va a durar 3 horas. Nosotros nunca oímos el concierto completo, cada vida (ochenta años, el que más), son sólo 5 minutos, y por eso tantas veces nos resulta incomprensible y hasta desagradable el fragmento que alcanzamos a oír.


 

Dios nos garantiza, que la Sinfonía total es de una Belleza -que no le cabe otro adjetivo- Belleza-Divina.

 

Sal 144(143), 1b-2abc. 3-4.

Salmo de bendición. Señor, cuán Grande es tu Misericordia, que está siempre pendiente y atento de nosotros. Tu nos tomas en cuenta hasta un punto que nos cuesta mucho trabajo entender. Somos como simples gusanos, o menos, y nuestro corazón siempre ha hecho gala de su ingratitud. Pero Tú, desde siempre, desde antes de crearnos, te has desvelado por nosotros, en nuestra historia está Tu maravilla, y verdaderamente, la Gloria de Dios es la vida del hombre -al decir de San Ireneo.

 

En el preciso momento de tu Encarnación, nuestro rango y categoría gozó un ensalzamiento inigualable y del pobre-humano sacaste un destello de tu propio Ser y nos engalanaste de Amor. Sin ningún merecimiento, sólo9 y sencillamente porque eres Misericordioso.

 

Estamos a salvo, porque Tú nos regalas Salvación. Estamos blindados porque Tú os pones tras tu Escudo.

 

Nos hiciste del mejor barro Fino que usan los alfareros para sus obras, porque Tú Eres el Alfarero de la raza Humana y sacaste de ese barro la prosapia de Adán.

 

Somos un soplo y nada más, somos una bocanada de humo, una voluta condenada a diluirse. Pero de ese hollín-en-espiral Tú estás enamorado, así que es que somos -por Tu Gracia- una fumarola inmortal.

 

Nos has llevado a habitar el Palacio fortificado que tienes por Morada. Y por ser Dios-Amoroso, has hecho de nosotros tus huéspedes perennes.

 

Lc 9, 18-22

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

 



Nuestra manera de ser siempre nos conduce a volver nuestras limitaciones en castillos de humo, y sabiendo que somos hijos de Dios, quisiéramos anticipar la Gloria que nos tiene reservada. Así que, si el Mesías nos ha manifestado su Amistad, queremos que nos dé su Herencia al instante.

 

Cuando hablamos con Jesús, con gestos melifluos, pasamos el plumero por Su Trono y lo invitamos a tomar asiento, tenemos adulaciones y halagos -de los mismos que usamos con los mercachifles de la política- para procurar granjearnos sus favores y gozar de sus predilecciones.

 

Así que, para neutralizar tanto embeleco, Tú nos exiges sacar el tren de aterrizaje y darnos cuenta de la “realidad”:

 

El Mesías tiene que,

i)      Padecer mucho

ii)     Ser desechado por los ancianos, los sumos sacerdotes y escribas

iii)   Ser ejecutado

iv)   Y Resucitar el Tercer Día.

 

No iba a resucitar esa misma tarde, ni al otro día, sino al “Tercer Día”. Había que esperar para que dijeran como María la hermana de Lázaro, “ya huele mal”; que era como decir: ¡Ni modos, ya no hay reversa! ¡Ya está muerto y recontra-muerto! Sólo si viniera el Mesías en Persona, Él sí podría Levantarlo.

 

Así que los tres primeros puntos eran para llegar al Cuarto, sólo resucitando le ganaba a la muerte, al pecado y al mal. Y sólo cumpliendo el Cuarto punto quedaba irrevocablemente patente que Él es el Mesías Esperado, ¡El Vaticinado en todas las Profecías!


 

La resurrección alcanza su Cima, no en los testimonios fehacientes de quienes lo vieron ya Resucitado, sino en el hecho de que Él, el Profeta-Supremo lo había anunciado, y ¡todo lo que pronostican los Verdaderos Profetas se cumple!

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