Ec
3, 1-11
La
idea que tenemos del tiempo es la de un cierto fluido uniforme, que puede pasar
por una perforación a un ritmo muy homogéneo, supremamente uniforme, sin
altibajos, ni cambios de densidad. En fin, todo el tiempo es igual, parejo, sin
desigualdades. Tan es así que lo graficamos como una “recta” y ella nos parece
el símil geométrico más cumplido. Sobre esa gráfica, y a distancias
proporcionales, podemos marcar puntos que representan fechas. Pero, ¿qué pasaría
si Dios, tocara alguno de esos puntos, por ejemplo, para marcar el momento del
nacimiento de alguien.
Quizá
lo primero que se les vino a la mente fue el “Momento” en que Dios apoyó su
dedo en la recta para marcar la fecha exacta de la Encarnación. Quizás, con un
Dedo húmedo en lágrimas, tocó en otro “punto” para marcar la “Hora” de la
Pascua de nuestro Señor Jesucristo. Podemos pensar, ahora, en que Dios deslice
su Dedo, entre dos puntos, manteniendo el Contacto Bendito, y quizás aumentando
y disminuyendo la presión, o sea, ejerciendo una presión variable. Ese espacio
de tiempo, sería un tiempo muy especial, un tiempo “Diverso”, mejor dicho,
“Divinamente Diverso”.
Quizás,
diversas vidas estén imbricadas como un haz de rectas en una misma “cuerda”. En
la perícopa de hoy, encontramos una palabra hebrea para significar la recta, y
otra palabra para designar los tiempos en que Dios dispone la ocurrencia de
determinado “Evento”, cuando Su Dedo toca la recta para que suceda la
“variación” de densidad y rompe la homogeneidad del fluido temporal. El tiempo
general es el עֵת [ed], “todos los
cuandos”, el fluido homogéneo; y זְמָ֑ן [zeman] "el momento", “la hora", “la estación”, es cuando
el Dedo Divino indica que suceda. Nos encanta como traducción de esta última,
la palabra “estación”, porque es una parábola agraria, por ejemplo, la estación
de los aguacates, o la de los mangos, no en cualquier “estación” los árboles
cargan aguacates, hay un momento especial, particular, para que el árbol se
llene de sus frutos, y fuera de estación, es inútil ir a buscar frutos en el
árbol.
En geometría, tenemos el concepto de “segmento” que es un
tramo de la recta comprendido entre dos puntos: En nuestro análisis del fluir
del tiempo equivales al tiempo en que Dios mantiene su Dedo en contacto con la
recta y presiona con mayor o menor intensidad. Por ejemplo, entre el momento de
nacer, y el momento de morir; entre el momento de sembrar y el momento de
cosechar, un momento para dejarse morir y un momento para liberarse y empezar a
sanar. Hay una “temporada de destrucción a la que puede sobrevenirle una
temporada de reconstrucción.
Surge una pregunta: Dios apoya el Dedo a capricho, como un
niño que de pronto quiere irse a jugar fútbol o que de pronto, sin ton ni son,
se echa a llorar. O, quizás, -como un pianista mira fijamente la partitura que
nosotros vamos “componiendo” sobre el pentagrama y dependiendo de la nota por
la que opte nuestro corazón, Él toca o suspende el contacto con la “tecla”, y
hace, o no, sonar el instrumento.
Creemos que lo que ve el hagiógrafo aquí, lo mira desde el
fondo de un “existencialismo pesimista” y por eso él cree que Dios pulsa la
cuerda solo para “humillarnos”. También los dioses del Olimpo, eran víctimas de
sus arrebatos y de sus buenos o malos humores. Y, al ser humano no le quedaba
más que aceptar estas reacciones maniáticas. Se trata, desde esta lectura de un
dios maniático, despiadado, déspota, un verdadero tirano.
En el verso 14, más allá de la perícopa, encontramos un nuevo
concepto temporales el concepto de עוֹלָם [olan] “la eternidad”,
“lo perpetuo”; es como si un “crítico musical” entrara a la sala de ensayos de
la orquesta, y permaneciera allí, durante cinco minutos, y al salir, diera un
veredicto sobre el concierto que están preparando, que va a durar 3 horas.
Nosotros nunca oímos el concierto completo, cada vida (ochenta años, el que
más), son sólo 5 minutos, y por eso tantas veces nos resulta incomprensible y
hasta desagradable el fragmento que alcanzamos a oír.
Dios nos garantiza,
que la Sinfonía total es de una Belleza -que no le cabe otro adjetivo- Belleza-Divina.
Sal
144(143), 1b-2abc. 3-4.
Salmo
de bendición. Señor, cuán Grande es tu Misericordia, que está siempre pendiente
y atento de nosotros. Tu nos tomas en cuenta hasta un punto que nos cuesta
mucho trabajo entender. Somos como simples gusanos, o menos, y nuestro corazón
siempre ha hecho gala de su ingratitud. Pero Tú, desde siempre, desde antes de
crearnos, te has desvelado por nosotros, en nuestra historia está Tu maravilla,
y verdaderamente, la Gloria de Dios es la vida del hombre -al decir de San Ireneo.
En
el preciso momento de tu Encarnación, nuestro rango y categoría gozó un
ensalzamiento inigualable y del pobre-humano sacaste un destello de tu propio Ser
y nos engalanaste de Amor. Sin ningún merecimiento, sólo9 y sencillamente
porque eres Misericordioso.
Estamos
a salvo, porque Tú nos regalas Salvación. Estamos blindados porque Tú os pones
tras tu Escudo.
Nos
hiciste del mejor barro Fino que usan los alfareros para sus obras, porque Tú
Eres el Alfarero de la raza Humana y sacaste de ese barro la prosapia de Adán.
Somos
un soplo y nada más, somos una bocanada de humo, una voluta condenada a
diluirse. Pero de ese hollín-en-espiral Tú estás enamorado, así que es que
somos -por Tu Gracia- una fumarola inmortal.
Nos
has llevado a habitar el Palacio fortificado que tienes por Morada. Y por ser
Dios-Amoroso, has hecho de nosotros tus huéspedes perennes.
Lc
9, 18-22
Él les prohibió
terminantemente decírselo a nadie.
Nuestra
manera de ser siempre nos conduce a volver nuestras limitaciones en castillos
de humo, y sabiendo que somos hijos de Dios, quisiéramos anticipar la Gloria
que nos tiene reservada. Así que, si el Mesías nos ha manifestado su Amistad,
queremos que nos dé su Herencia al instante.
Cuando
hablamos con Jesús, con gestos melifluos, pasamos el plumero por Su Trono y lo
invitamos a tomar asiento, tenemos adulaciones y halagos -de los mismos que
usamos con los mercachifles de la política- para procurar granjearnos sus
favores y gozar de sus predilecciones.
Así
que, para neutralizar tanto embeleco, Tú nos exiges sacar el tren de aterrizaje
y darnos cuenta de la “realidad”:
El
Mesías tiene que,
i) Padecer mucho
ii) Ser desechado por
los ancianos, los sumos sacerdotes y escribas
iii) Ser ejecutado
iv) Y Resucitar el
Tercer Día.
No
iba a resucitar esa misma tarde, ni al otro día, sino al “Tercer Día”. Había que
esperar para que dijeran como María la hermana de Lázaro, “ya huele mal”; que era
como decir: ¡Ni modos, ya no hay reversa! ¡Ya está muerto y recontra-muerto!
Sólo si viniera el Mesías en Persona, Él sí podría Levantarlo.
Así
que los tres primeros puntos eran para llegar al Cuarto, sólo resucitando le
ganaba a la muerte, al pecado y al mal. Y sólo cumpliendo el Cuarto punto
quedaba irrevocablemente patente que Él es el Mesías Esperado, ¡El Vaticinado en
todas las Profecías!
La
resurrección alcanza su Cima, no en los testimonios fehacientes de quienes lo
vieron ya Resucitado, sino en el hecho de que Él, el Profeta-Supremo lo había
anunciado, y ¡todo lo que pronostican los Verdaderos Profetas se cumple!
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