domingo, 29 de septiembre de 2024

Lunes de la Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario



Job 1, 6-22

Le dijo: “¿Cómo te llamas?” Contestó “Jacob”. Repuso, “ya no te llamaras Jacob, sino Israel, porque has luchado con dioses y hombres y has podido”.

Gn 32, 28s

El Libro de Job no es histórico, este personaje es como un laboratorio de pruebas, vemos en el planteamiento de esta noveleta (de autor desconocido), que Job es un “justo” sufriente. Es un esbozo que recoge la progresiva edición de un enfoque plural que se ensambla procurando dar respuesta el tema del sufrimiento. Y, en particular, ante el sufrimiento del inocente.

 

Job -este personaje vive, según nos informa Job 1,1 fuera de Israel, en Us y allí mismo sabemos que “vivía una vida recta y sin tacha y que era un fiel servidor de Dios, cuidadoso de no hacer mal a nadie”-.  El Libro vivió un proceso de escritura que podemos intentar presentar con las siguientes etapas:

a)    El libro consistía, solamente, en el bloque 1,1-2,10; este Libro, como literatura oral ya corría en el 2000 a.C.

b)    Se redactaron y añadieron tres ciclos de “debate”. Capítulos 3 al 26, donde tres amigos de Job procuran convencerlo que, algún pecado debe estar detrás de sus calamidades porque Dios es Justo y si vive tal sufrimiento es que se merece semejante castigo.

c)    Para concluir esta polémica, Dios mismo se manifiesta y les impone silencio con su “ponencia”. 38,1-42,6.

d)    El capítulo 27 y el bloque 29-31 son dos monólogos de Job, adicionados.

e)    Luego se anexó también el discurso de un joven “sabio”, -un sabelotodo pedante que no permite que se le contradiga-  que no se había mencionado, aparece como un nuevo personaje: Elihú (caps. 32-37).

f)     Lo último que se añadió fue el capítulo 28: Himno a la Sabiduría.

g)    Se considera que su versión definitiva estuvo lista en el siglo V a.C.

 

Solemos presentar a Job como modelo de paciencia cuando es modelo de rebeldía sincera (Caravias). Job nunca se rebela contra Dios, pero contra argumenta a sus “amigos” que vienen a darle consuelo tratando de ayudarlo a encontrar una acusación que justifique su padecimiento: la perdida de todas sus riquezas, de sus seres queridos y el haber contraído una enfermedad dérmica manifestada en una ulceración que lo cubre de pies a cabeza y lo reduce a permanecer sentado en una pila de cenizas.

 

La perícopa de hoy se desarrolla y progresa acumulando los males e infortunios que le llueven a Job azotándolo y así, uno a otro se suceden los mensajeros que vienen, cada uno, a traerle la noticia de una nueva miseria que le cae. La lamentación de Job consiste en rasgarse el manto, afeitarse al cabeza y declarar que el Señor se lo había dado, y el Señor se lo podía quitar, y, fuera como fuera, la alabanza no se detendría ¡alabado sea el Nombre del Señor! La apuesta se da en torno a una prueba, que Job, pase lo que pase, no maldijera al Señor, no renegara de su fe. En conclusión, “Job no pecó ni protestó contra Dios”.

 

Dos cosas podemos concluir por lo pronto:

a)    No sólo entre los israelitas había justos, en otras partes también, como en este caso en Us.

b)    La gente buena también puede ser víctima del sufrimiento.

 

Detrás de la gran pregunta aparece la ficha del desconcierto y de la inexplicabilidad: ¿cómo puede permitir Dios esto? ¿cómo ha sucedido que Dios le dé al Satán salvoconducto para afectar sin compasión alguna al Justo?


 

Observemos que la perícopa nos dice que el Satán aprovecho una asamblea de los בְּנֵ֣י הָאֱלֹהִ֔ים [bene ha-elohim] “los hijos”, “los palomitos”, “los Santos” de Dios para “infiltrarse” y venir con todas sus marrullas y artimañas contra Job, quien era -así nos lo presenta el relato-un favorito de Dios y veía en él a un “justo y honrado que vive apartado del mal”.

 

Obsérvese, y así es siempre, el comportamiento diabólico, cómo intriga Satán introduciendo el elemento de sospecha sobre Job, acusándolo de segundas intenciones y señalando que el ser humano nunca obra con gratuidad sino siempre movido por intereses egoístas. ¡esto es lo que llamamos cizaña!

 

Es lógico, que el ser humano, que Dios creó inteligente, obre sobre motivos. Si la humanidad hiciera cosas sin causa ni razón, no diríamos que es “puro”, diríamos que es “irracional”. Lo importante no es hacer cosas “inmotivadas”, lo importante es la “pureza de las intenciones”. Es lógico y está muy bien que un joven dedique su esfuerzo y todo su empeño en estudiar una carrera con tesón y hacerse un profesional idóneo. Y, en la misma medida, que haya tras de esto el interés de llegar a ser un magnifico profesional, y ganarse la vida honestamente, puede también llevar en su pecho el anhelo de hacer mucho bien a la comunidad y a la sociedad con su carrera.

 

¿Dónde está lo malo? En que nosotros, nos creamos dioses, y empecemos a juzgar sobre supuestas “segundas intenciones”. Está en que nosotros admitamos la desconfianza. Esa “duda” permanente, esa “duda metódica”, esa desconfianza en el hermano es el ácido corrosivo que maneja el Satán. Hay que saber leer la Palabra de Dios. Hay que entender que no es Dios el que puede ser estafado en su ingenuidad; hay que recordar que Dios lo sabe todo y que no es juguete ingenuo de las maniobras diabólicas, los que pueden ser engañados por el Satán, somos nosotros. Y somos nosotros los que promovemos la desconfianza y el pensamiento de que el “hombre es malo”, que “la naturaleza humana es perversa”, y que obramos por “segundas y veladas intenciones”, y somos en realidad nosotros los que hemos podido levantar toda una sociedad y una cultura sometida a la “sospecha”. (¿Saben cuál es la jeringa de Satán para inocular la sospecha? Los mass media.)

 

Obsérvese bien qué dios está detrás de esta historieta, un dios con un sistema de circuitos cerrados muy defectuosos, un dios con un sistema de contrainteligencia tan torpe que fácilmente abre sus compuertas a todo tipo de estafadores. Allí, en este alto tribunal, se cuela con toda comodidad cualquier fantoche que luego, con toda amplitud, hará de las suyas llevando un falso pasaporte expedido por las celestiales oficinas. Este dios de la parábola no es Dios, este dios que hoy se nos muestra es el malo obrando entre nosotros y jugando con nosotros, es el mismo que ayer uso el disfraz de Serpiente. No es el Justo de los Justos, no es el Señor de Señores.

 

Este “Acusador”, este “Fiscal”, mezcla sus mentiras con verdades -estrategia muy usual en él, a través de los siglos- porque reconoce que Dios protege, y reconoce que Dios ha puesto cercados protectivos en torno a su Justo Job.  Y reconoce que Dios ha bendecido toda la hacienda del Justo.

 

Habrá que fortalecerse y dar un salto al vacío para sortear esta prueba que el Libro de Job nos lleva a vivir. No es Job el único que está siendo probado, leer el Libro de Job nos lleva a ser probados nosotros mismos. Al pasar al otro lado de este Libro podremos salir fortalecidos si somos capaces de discernir que el Dios de Job es un Dios desamorado. Todopoderoso, pero no “Todo-Amor”. “En todo esto no pecó Job”, dice el autor en dos ocasiones… pero, ¿la meta de la vida debe ser no pecar? ¡Los muebles, las piedras y las plantas tampoco pecan! (Pierre Dumoulan).

 

Sal 17(16), 1bcde. 2-3. 6-7



Salmo de súplica. Ante esas situaciones que nos abruman, ¿qué más podemos hacer que volver los ojos al Cielo? Es en el marco de la angustia cuando nuestro fervor alcanza su cima.  

 

Este salmo nos da un síntoma de nuestro verdadero corazón. Es un argumento contra aquellos que viven blandiendo la hoz de la “desconfianza”, que piensan que Dios nos ama porque nos hizo malos o a pesar de que somos malos. ¡Ni nos hizo ni somos! el Malo, el Satán, nos engaña y ellos intensifican y maximizan el engaño: Nos repiten -programación neuro-lingüística- que “somos malos sin remedio”.

 

Dice el Salmista: “Aun cuando sondees mi corazón, visitándolo de noche; aunque me pruebes a fuego, no encontraras malicia en mí.

 

Hay más, contra aquellos que dicen es que Dios no nos escucha, el salmista declara: “Yo te invoco porque Tú me respondes”.

Si uno no confiara en que Dios lo escucha ¿le diría? (como nosotros hoy le decimos cuatro veces): “Inclina tu Oído y escucha mis palabras”.

 

La presencia de este salmo en la liturgia de hoy consiste precisamente en que afronta el problema del Justo condenado al sufrimiento a pesar de su inocencia. No saben que los “interesados” fabrican infiernos a su medida para buscarle el quiebre al Justo. ¿De dónde salen tantos y tantos enemigos? Miremos los Evangelios y veremos donde tiene su hura: fariseos, saduceos, herodianos, Sumos Sacerdotes, escribas, doctores de la ley y el Sanedrín en pleno.

 

Lc 9, 46-50



Lucas retoma la cuestión de por qué les cuesta tanto a los discípulos entender el anuncio kerigmático que Jesús les hace sobre lo que se le viene encima, que será también su destino, porque el sitial importante que ellos esperaban, es otro muy diferente, y Jesús no los lleva con engaños. La oportunidad la aprovecha Jesús para anunciarles cuál será el derrotero tan pronto se llevan a su Líder.

 

Pero a ellos lo que los desvela es la idea de quien asumirá el mando cuando se ausente su Maestro.

 

Para su gran sorpresa lo que les responde Jesús en este renglón es todo lo contrario de lo que es lógico en el “sentido común”. El sentido común, en el marco de aquella cultura apuntaba hacia el πρεσβύτερος [presbiteros] “el más viejo”, “el anciano mayor”; muy paradojalmente, Jesús les propone παιδίον [paidion] “un niño”, “jovenzuelo”, pequeñín”, “alguien que aún está en su etapa formativa”.

 

En esta etapa no se han formado todavía resabios, a la persona le cuesta menos el cambio, se tiene mayor capacidad de escucha, se acepta y se acoge mejor lo nuevo, lo diferente, hay menos tradicionalismo, menos apego a las conveniencias personales…


 

Se produce un salto temático relativo, Juan introduce el asunto de alguien que “expulsa demonios en nombre de Jesús”. Es el grave problema de los círculos de influencia y el pretendido monopolio sobre los carismas Divinos. La respuesta es contundente: nada de exclusivismos, esto no es cuestión de “marca reservada”, hay un único requisito, ¡que se haga en el Santísimo Nombre de Jesús!

 

Y ¡Mucha atención! Hay que deshacerse de la manía de segregar los “otros” de “nosotros”, hay que madurar para darnos cuenta que nosotros somos “los otros” para ellos.  ¡El que no está en contra, está a favor! (Muy grande es el peligro de refinar las discriminaciones para hacer resaltar la diferencia apoyados en “algún rasgo” con el ansia de hacer que ese rasgo diferencial identifique la otredad y nos dé pie a maldecirla). Todos somos distintos pero eso no es la base de la discriminación sino que todos ls hijos de Dios somos distintos pero iguales a sus paternales ojos.

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