Job 1, 6-22
Le dijo: “¿Cómo te
llamas?” Contestó “Jacob”. Repuso, “ya no te llamaras Jacob, sino Israel,
porque has luchado con dioses y hombres y has podido”.
Gn 32, 28s
El
Libro de Job no es histórico, este personaje es como un laboratorio de pruebas,
vemos en el planteamiento de esta noveleta (de autor desconocido), que Job es
un “justo” sufriente. Es un esbozo que recoge la progresiva edición de un
enfoque plural que se ensambla procurando dar respuesta el tema del
sufrimiento. Y, en particular, ante el sufrimiento del inocente.
Job
-este personaje vive, según nos informa Job 1,1 fuera de Israel, en Us y allí
mismo sabemos que “vivía una vida recta y sin tacha y que era un fiel servidor
de Dios, cuidadoso de no hacer mal a nadie”-. El Libro vivió un proceso de escritura que
podemos intentar presentar con las siguientes etapas:
a) El libro consistía,
solamente, en el bloque 1,1-2,10; este Libro, como literatura oral ya corría en
el 2000 a.C.
b) Se redactaron y
añadieron tres ciclos de “debate”. Capítulos 3 al 26, donde tres amigos de Job
procuran convencerlo que, algún pecado debe estar detrás de sus calamidades
porque Dios es Justo y si vive tal sufrimiento es que se merece semejante
castigo.
c) Para concluir esta
polémica, Dios mismo se manifiesta y les impone silencio con su “ponencia”. 38,1-42,6.
d) El capítulo 27 y el
bloque 29-31 son dos monólogos de Job, adicionados.
e) Luego se anexó
también el discurso de un joven “sabio”, -un sabelotodo pedante que no permite
que se le contradiga- que no se había
mencionado, aparece como un nuevo personaje: Elihú (caps. 32-37).
f) Lo último que se
añadió fue el capítulo 28: Himno a la Sabiduría.
g) Se considera que su
versión definitiva estuvo lista en el siglo V a.C.
Solemos
presentar a Job como modelo de paciencia cuando es modelo de rebeldía sincera
(Caravias). Job nunca se rebela contra Dios, pero contra argumenta a sus “amigos”
que vienen a darle consuelo tratando de ayudarlo a encontrar una acusación que
justifique su padecimiento: la perdida de todas sus riquezas, de sus seres
queridos y el haber contraído una enfermedad dérmica manifestada en una
ulceración que lo cubre de pies a cabeza y lo reduce a permanecer sentado en
una pila de cenizas.
La
perícopa de hoy se desarrolla y progresa acumulando los males e infortunios que
le llueven a Job azotándolo y así, uno a otro se suceden los mensajeros que
vienen, cada uno, a traerle la noticia de una nueva miseria que le cae. La
lamentación de Job consiste en rasgarse el manto, afeitarse al cabeza y
declarar que el Señor se lo había dado, y el Señor se lo podía quitar, y,
fuera como fuera, la alabanza no se detendría ¡alabado sea el Nombre del Señor!
La apuesta se da en torno a una prueba, que Job, pase lo que pase, no maldijera al Señor, no renegara de su fe. En conclusión, “Job no pecó ni protestó contra
Dios”.
Dos
cosas podemos concluir por lo pronto:
a) No sólo entre los
israelitas había justos, en otras partes también, como en este caso en Us.
b) La gente buena
también puede ser víctima del sufrimiento.
Detrás
de la gran pregunta aparece la ficha del desconcierto y de la inexplicabilidad:
¿cómo puede permitir Dios esto? ¿cómo ha sucedido que Dios le dé al Satán
salvoconducto para afectar sin compasión alguna al Justo?
Observemos
que la perícopa nos dice que el Satán aprovecho una asamblea de los בְּנֵ֣י הָאֱלֹהִ֔ים [bene
ha-elohim] “los hijos”, “los palomitos”, “los Santos” de Dios para “infiltrarse”
y venir con todas sus marrullas y artimañas contra Job, quien era -así nos lo
presenta el relato-un favorito de Dios y veía en él a un “justo y honrado que
vive apartado del mal”.
Obsérvese,
y así es siempre, el comportamiento diabólico, cómo intriga Satán introduciendo
el elemento de sospecha sobre Job, acusándolo de segundas intenciones y
señalando que el ser humano nunca obra con gratuidad sino siempre movido por
intereses egoístas. ¡esto es lo que llamamos cizaña!
Es
lógico, que el ser humano, que Dios creó inteligente, obre sobre motivos. Si la
humanidad hiciera cosas sin causa ni razón, no diríamos que es “puro”, diríamos
que es “irracional”. Lo importante no es hacer cosas “inmotivadas”, lo
importante es la “pureza de las intenciones”. Es lógico y está muy bien que un joven
dedique su esfuerzo y todo su empeño en estudiar una carrera con tesón y
hacerse un profesional idóneo. Y, en la misma medida, que haya tras de esto el interés
de llegar a ser un magnifico profesional, y ganarse la vida honestamente, puede
también llevar en su pecho el anhelo de hacer mucho bien a la comunidad y a la
sociedad con su carrera.
¿Dónde
está lo malo? En que nosotros, nos creamos dioses, y empecemos a juzgar sobre
supuestas “segundas intenciones”. Está en que nosotros admitamos la
desconfianza. Esa “duda” permanente, esa “duda metódica”, esa desconfianza en
el hermano es el ácido corrosivo que maneja el Satán. Hay que saber leer la
Palabra de Dios. Hay que entender que no es Dios el que puede ser estafado en
su ingenuidad; hay que recordar que Dios lo sabe todo y que no es juguete
ingenuo de las maniobras diabólicas, los que pueden ser engañados por el Satán,
somos nosotros. Y somos nosotros los que promovemos la desconfianza y el
pensamiento de que el “hombre es malo”, que “la naturaleza humana es perversa”,
y que obramos por “segundas y veladas intenciones”, y somos en realidad
nosotros los que hemos podido levantar toda una sociedad y una cultura sometida
a la “sospecha”. (¿Saben cuál es la jeringa de Satán para inocular la sospecha?
Los mass media.)
Obsérvese
bien qué dios está detrás de esta historieta, un dios con un sistema de
circuitos cerrados muy defectuosos, un dios con un sistema de
contrainteligencia tan torpe que fácilmente abre sus compuertas a todo tipo de
estafadores. Allí, en este alto tribunal, se cuela con toda comodidad cualquier
fantoche que luego, con toda amplitud, hará de las suyas llevando un falso pasaporte
expedido por las celestiales oficinas. Este dios de la parábola no es Dios,
este dios que hoy se nos muestra es el malo obrando entre nosotros y jugando
con nosotros, es el mismo que ayer uso el disfraz de Serpiente. No es el Justo
de los Justos, no es el Señor de Señores.
Este
“Acusador”, este “Fiscal”, mezcla sus mentiras con verdades -estrategia muy
usual en él, a través de los siglos- porque reconoce que Dios protege, y
reconoce que Dios ha puesto cercados protectivos en torno a su Justo Job. Y reconoce que Dios ha bendecido toda la
hacienda del Justo.
Habrá
que fortalecerse y dar un salto al vacío para sortear esta prueba que el Libro
de Job nos lleva a vivir. No es Job el único que está siendo probado, leer el
Libro de Job nos lleva a ser probados nosotros mismos. Al pasar al otro lado de
este Libro podremos salir fortalecidos si somos capaces de discernir que el
Dios de Job es un Dios desamorado. Todopoderoso, pero no “Todo-Amor”. “En todo
esto no pecó Job”, dice el autor en dos ocasiones… pero, ¿la meta de la vida
debe ser no pecar? ¡Los muebles, las piedras y las plantas tampoco pecan!
(Pierre Dumoulan).
Sal
17(16), 1bcde. 2-3. 6-7
Salmo
de súplica. Ante esas situaciones que nos abruman, ¿qué más podemos hacer que
volver los ojos al Cielo? Es en el marco de la angustia cuando nuestro fervor
alcanza su cima.
Este
salmo nos da un síntoma de nuestro verdadero corazón. Es un argumento contra
aquellos que viven blandiendo la hoz de la “desconfianza”, que piensan que Dios
nos ama porque nos hizo malos o a pesar de que somos malos. ¡Ni nos hizo ni
somos! el Malo, el Satán, nos engaña y ellos intensifican y maximizan el
engaño: Nos repiten -programación neuro-lingüística- que “somos malos sin
remedio”.
Dice
el Salmista: “Aun cuando sondees mi corazón, visitándolo de noche; aunque me
pruebes a fuego, no encontraras malicia en mí.
Hay
más, contra aquellos que dicen es que Dios no nos escucha, el salmista declara:
“Yo te invoco porque Tú me respondes”.
Si
uno no confiara en que Dios lo escucha ¿le diría? (como nosotros hoy le decimos
cuatro veces): “Inclina tu Oído y escucha mis palabras”.
La
presencia de este salmo en la liturgia de hoy consiste precisamente en que
afronta el problema del Justo condenado al sufrimiento a pesar de su inocencia.
No saben que los “interesados” fabrican infiernos a su medida para buscarle el
quiebre al Justo. ¿De dónde salen tantos y tantos enemigos? Miremos los
Evangelios y veremos donde tiene su hura: fariseos, saduceos, herodianos, Sumos
Sacerdotes, escribas, doctores de la ley y el Sanedrín en pleno.
Lc
9, 46-50
Lucas
retoma la cuestión de por qué les cuesta tanto a los discípulos entender el
anuncio kerigmático que Jesús les hace sobre lo que se le viene encima, que
será también su destino, porque el sitial importante que ellos esperaban, es
otro muy diferente, y Jesús no los lleva con engaños. La oportunidad la
aprovecha Jesús para anunciarles cuál será el derrotero tan pronto se llevan a
su Líder.
Pero
a ellos lo que los desvela es la idea de quien asumirá el mando cuando se
ausente su Maestro.
Para
su gran sorpresa lo que les responde Jesús en este renglón es todo lo contrario
de lo que es lógico en el “sentido común”. El sentido común, en el marco de aquella
cultura apuntaba hacia el πρεσβύτερος [presbiteros] “el más viejo”, “el anciano
mayor”; muy paradojalmente, Jesús les propone παιδίον [paidion]
“un niño”, “jovenzuelo”, pequeñín”, “alguien que aún está en su etapa formativa”.
En
esta etapa no se han formado todavía resabios, a la persona le cuesta menos el
cambio, se tiene mayor capacidad de escucha, se acepta y se acoge mejor lo nuevo,
lo diferente, hay menos tradicionalismo, menos apego a las conveniencias
personales…
Se
produce un salto temático relativo, Juan introduce el asunto de alguien que “expulsa
demonios en nombre de Jesús”. Es el grave problema de los círculos de
influencia y el pretendido monopolio sobre los carismas Divinos. La respuesta es
contundente: nada de exclusivismos, esto no es cuestión de “marca reservada”,
hay un único requisito, ¡que se haga en el Santísimo Nombre de Jesús!
Y ¡Mucha atención! Hay que deshacerse de la manía de segregar los “otros” de “nosotros”, hay que madurar para darnos cuenta que nosotros somos “los otros” para ellos. ¡El que no está en contra, está a favor! (Muy grande es el peligro de refinar las discriminaciones para hacer resaltar la diferencia apoyados en “algún rasgo” con el ansia de hacer que ese rasgo diferencial identifique la otredad y nos dé pie a maldecirla). Todos somos distintos pero eso no es la base de la discriminación sino que todos ls hijos de Dios somos distintos pero iguales a sus paternales ojos.
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