martes, 24 de septiembre de 2024

Miércoles de la Vigésimo Quinta Semana del Tiempo Ordinario

 


Pr 30, 5-9

Hoy, llegamos al final de nuestro cursillo relámpago sobre el Libro de los Proverbios. Los proverbios, forma literaria muy frecuente en el oriente medio, según nos enseña la arqueología, proliferaron en Mesopotamia, y Egipto. Son sentencias breves (aforismos) que impactan por su certeza, por ser una sentencia eficaz, y por su fuerza persuasiva y su brillo; brotaron de una sabiduría que provenía de la aguda observación del mundo y del aprovechamiento de las experiencias ajenas, que procuraba encontrar los pies y la cabeza en los hechos y peripecias de la humanidad, difíciles de compatibilizar y de ordenar en medio de su desorden y su carácter contradictorio, esta sabiduría se tenía como condición para alcanzar el éxito en la vida.

 

En lengua hebrea un proverbio, un refrán, una máxima, un consejo, un aforismo, se llama מָשָׁל [mashal] (su plural es mashalim, Mishlei), también son mashalim las parábolas, las fábulas, los acertijos y hasta las adivinanzas.

 

Agur ben Jakeh, fue un sabio de ascendencia árabe (Ismaelita, no israelita) que reunió los proverbios de este capítulo 30, versos 1-14, lo mismo que Lemuel de Masá -de otra tribu ismaelita, del norte de arabia-, que, enseñado por su madre, aprendió los proverbios que luego compiló en el capítulo 31, 1-9. Los proverbios de Agur y Lemuel forman la sexta y la séptima colección proverbial -respectivamente- del Libro en estudio.

 

La perícopa parte de un axioma: “Las Palabras de Dios son de fiar”. Este fundamento medular se basa sobre el hecho de que Dios Es Escudo para los que esperan en Él. Pero, ¡alerta! no se debe añadir nada a sus Palabras porque Él reclamará por la adulteración y nos dejará en evidencia delante de todo el mundo.


 

Luego, aparecen dos peticiones que Agur le había hecho a Dios, solicitándole se las concediera antes de llamarlo al país de los muertos, y son:

1)    Alejar de mi falsedad y mentira

2)    No me des ni riqueza ni pobreza, sino el “pan cotidiano”.

 

¿Por qué no quiere riquezas? Porque estando saciado puede incurrir en el atrevimiento ingrato y llegar a pensar que todo lo ha logrado solo y que no debe al Cielo ninguna gratitud. (Consumismo y hedonismo).

 

¿Por qué no quiere la pobreza? Porque podría llegar a volverse ladrón y argumentar que ha sido por física necesidad. También así ofendería el Nombre Santísimo.

 

Sal 119(118), 29. 72. 89. 101. 104. 163

Y toda la vida. Contemplación y estudio que nunca acaban, porque tu Voluntad es tu propia esencia, eres Tú mismo en la Infinitud de tu Ser.

Carlos G. Vallés s.j.

Continuamos con el mismo salmo de ayer, tomando otros versos.

i)      Apártame del camino falso, dame la gracia de tu Ley, para que no sea para mí un cuero legislativo sino un mapa para encontrar el tesoro.

ii)     Para discernir que no son valiosas las monedas sino “Toda Palabra que sale de la Boca de Dios”

iii)   Guía Señor, mis pasos, que no camine hacia la ortiga y la cizaña.

iv)   Apárteme Señor de las sendas de la Mentira (son los caminos que ha trazado el Malo), que yo camine entra las señales camineras que nos dejaste: el Decálogo, priorizando tu Mandamiento del Amor.

v)    Dale a mi corazón unos lentes que le permitan orientarse por los senderos de la Ley Divina y me prevengan de coger por donde indica el Engañoso.

 

En el verso responsorial vamos a repetir: La Ley es una Lámpara de Luz Clara y Nítida que me muestra los Caminos que conducen hacia la Vida Eterna.

 

Lc 9, 1-6



Hay tres salidas de Jesús por Galilea: en a primera, va acompañado por los cuatro primeros que llamó, en la segunda, va con los doce que lo acompañan, en la tercera, Él envía a los doce y sale solo. Hoy, precisamente, es el Envío: Así iniciamos la tercera Salida de Jesús por Galilea.

 

Lo que a nosotros compete es que nos Envía, que no podemos seguir debajo de la Orla de su Manto: todo pajarillo debe abandonar el nido cuando llega la “Hora”.

Hay, algo así como la fase preparatoria, y cuando las alas han madurado lo suficiente, entonces tenemos que salir a “Predicar el Reino” y a “curar a los enfermos”. ¿Eso está claro, cierto?

 


Cuando Él ve que las alas de sus pajaritos ya soportan un corto vuelo, los envía, ungidos con poder y autoridad. Meditemos eso, ¿qué significa haber recibido poder y autoridad?

 

¿Sobre quienes tienen poder y autoridad? ¡Sobre toda clase de demonios!

 

El envío tiene unas “direcciones” muy precisas, Él no los envía a que den vueltas en círculo, como le suele pasar a quien anda extraviado. Les da las siguientes directrices para que sepan hacia donde se encaminan:

·         No llevan nada para el camino, ni bastón (la gente podría alarmarse de que los van a coger a garrotazos), ni alforja, el que lleva alforja ya lo tiene todo resuelto, ese no está buscando personas para construir comunidad, ese está buscando “bobos” que lo atiendan, que lo abaniquen y que le llenen la copa cada vez que se le vacíe. Tampoco han de llevar su bien dotado vestier, porque quien así obra, está ocupado de los disfraces y de la utilería, no de la Palabra.

·         No tienen que llevar “pan y dinero”, porque no son turistas, son ¡profetas!

·         Si uno entra en un lugar es porque le permitieron la entrada; si en una casa lo reciben, quédense allí, la gente tiene que saber cómo y dónde encontrarlos, no están en la clandestinidad, están en la disponibilidad.

·         Y, para que luego no se hagan los sorprendidos, sepan que muchos no los recibirán, que muchos los rechazaran, que muchos se darán a la tarea de perseguirlos y que muchos querrán reclamar sus vidas.  Muchos se creerán santos su logran matarlos, porque o están buscando la palabra, sino lo que buscan es saciar su sed de asesinos y, el asesino sólo se sacia derramando sangre: Ellos no buscan a Dios, buscan quitar a Dios de su camino, porque les representa un inconveniente.

·         Contra los que no los reciban, no planeen hacer llover fuego contra ellos, simplemente sacúdanse el polvo de las sandalias y que esa sea su única acusación, ante los Ojos de Dios. Es decir, no se contagien de nada, de ninguna de sus impurezas; sacúdanse bien, para que, de ese estilo, no se les queda nada pegado. Los que no reciben, sobre ellos sólo hay que orar, pronunciando el Effetá.


 

¿Qué hicieron los Doce? Juntaron todo el poder y la autoridad recibidos y se fueron a entregar el Evangelio (léase la “Buena Noticia”). La Buena Noticia no tiene nada que ver con doctrinas, sino con el “Poder” que “Sana”.


 

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