lunes, 2 de septiembre de 2024

Martes de la Vigésimo Segunda Semana del Tiempo Ordinario


 

1Cor 2, 10b-16

 

Quien recibe el Espíritu no está sujeto al juicio de nadie.

1Cor 2, 15

 

En esta cita que hemos puesto como epígrafe, tenemos una idea de libertad contra toda alienación. El hombre que está en el Espíritu de Cristo (el Espíritu Santo), no se puede manipular desde el antojo del manipulador, porque el Espíritu Santo impide que sea llevado por fuerzas ajenas que lo sustraen de su propia realización como persona autónoma y lo hacen juguete de las fuerzas malignas. En el mundo se agitan una serie de fuerzas y poderes de confusión (teñidos con un camuflaje de “alta filosofía” y de “pensamiento cientificista), que parecen tornados y huracanes que arrastran con todo en una dinámica caótica. A esas fuerzas destructivas no se las puede domeñar y hacen de la gente, muñecos a su antojo y capricho.

 

Hasta este punto hemos visto que hay como una primera división: los que se dejan fascinar por una sabiduría mundana, una sabiduría estructurada en torno a ciertas pautas lógicas de una cultura que se daba a la reflexión y despreciaba a los trabajadores manuales, artesanos, marinos, soldados, estibadores portuarios; esos iban, por una parte; había otros que aceptaban lo que Dios les ha revelado y se dedican al discipulado de una sabiduría espiritual, son los que acogieron a Pablo y formaron comunidad durante el año y medio que él se encontraba allí.

 


Esta parte de la Primera Carta a los Corintios, que trata de las divisiones de la Comunidad, abarca (1,10 – 4,21), estaremos moviéndonos en esta parte de la 1Cor, hasta el sábado de esta semana, inclusive. Partiendo de la llegada de algunos judaizantes que pretendían inyectar la línea mosaica y las tradiciones judaicas como condición para poder ingresar al cristianismo; dónde, a la comunidad Paulina se le injertó una tendencia divisionista, que los fraccionaba en bandos: “yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo” (1Cor 1, 12-13), a partir de esta famosa frase de San Pablo, podemos concebir la existencia de cuatro tendencias, al seno de la comunidad, cada una halando de una punta, e ilusionadas con la diversidad de liderazgos. A este divisionismo vamos a arribar mañana.

 

Por ahora, Pablo continúa situando la diversidad entre la Sabiduría de Dios y la sabiduría humano-mundana, deslindando, cómo la comunidad se ha constituido como una integración de los que han sido capaces del Espíritu. Su enunciado base es la potencia del Espíritu para “sondearlo todo”, (nótese el lenguaje de marinería que se usa: con diversos recursos -evidentemente no electrónicos-, los navegantes iban midiendo la profundidad para evitar que la embarcación encallara). Con ese tipo de pericia, el Espíritu, podía medirlo todo, cual marino experto, pero no en navegación sino en espiritualidad.

 

Es una metáfora, porque aquí lo que se mide es la intimidad del espíritu del ser humano e -inclusive- la Profundidad de Dios. Porque para poder sondear a la persona, hay que ir a su “intimidad” y esta sólo la penetra el Espíritu que, con tal poder puede aquilatarlo todo. Ahora bien, este Espíritu que han recibido los miembros de la Comunidad Paulina en Corintio, no es un espíritu con recursos técnico-lógicos, como los de las escuelas filosóficas, no es un espíritu que surja de las divagaciones y las elucubraciones más o menos inteligentes, ¡no! Lo que se aplica no son instrumentales teoréticos fruto de esfuerzos reflexivos de alguna manera emparentados con el estudio de las realidades físico-materiales, sino con el Espíritu que es don-dadiva, regalo Celestial en Jesucristo.

 

Aquí San Pablo establece un postulado epistémico que apunta a la diversidad del saber; a las realidades materiales aplíqueseles una lógica “física”, pero a lo espiritual, sólo se le podrá explorar desde una óptica espiritual. A la lógica “física” Pablo la llama “natural”, porque es una perspectiva fértil para el conocimiento de las realidades de la “naturaleza”.

 

Si confundimos la realidad del objeto en estudio y aplicamos a lo espiritual las metodologías “naturales” incurriremos en “necedad”. Así pues, ante la “realidad espiritual” que estamos enfrentando, sólo habrá fertilidad aplicándole el “saber” espiritual del que nos ha imbuido Cristo.

 

Sal 145(144), 8-9. 10-11. 12-13ab. 13cd-14

Este salmo alude a un Rey que será Rey a Perpetuidad. Lo cual sería preocupante si de un mal rey estuviéramos hablando; pero, si nos estamos refiriendo a un rey Perfecto, que ayuda a todos los que caen y auxilia para que se levante a todo aquel que esté caído, entonces, estamos hablando de la Esperanza Resplandeciente. Es un Dios que Reina salvando, ejerciendo su amorosa paternidad y que nos guarda como un Pastor Fiel.

 

Este es un salmo de la Alianza, ¿Quién suscribe la Alianza?: el Rey-Fiel, el Rey Justicia, el Rey Amor. Esta Alianza lleva un sello de autenticidad: es la Cruz. El salmo de hecho, nos convida a una “renovación” de la Alianza.

 

Al avanzar y a medida que negociamos la Alianza, debemos ir conociendo con quién estamos aliándonos:

a)    Con un Rey clemente y misericordioso

b)    Lento a la cólera y rico en piedad

c)    Bueno con todos

d)    Cariñoso con todas las criaturas

 

En la segunda estrofa, proclamada hoy, observamos cómo ha de ser nuestra respuesta, en cuanto contraparte de la Alianza:

a)    Agradecidos

b)    Que bendigamos al Señor, todos nosotros

c)    Que nuestros labios no cesen de propalar a los cuatro vientos, que se trata de un Reinado revestido de Gloria.

 

Debemos tener una fórmula kerigmática, como una especie de resumen, como el lema de toda nuestra campaña: cuando la gente nos interrogue, ¿Cuál es ese Rey que tanto publicamos? ¿Qué les responderemos? Diremos que “La Gloria y majestad de su Reinado, es un reinado perpetuo y gobernará de edad en edad, por años sin fin”.

 

Habrá, también, que ser capaces de explicitar por qué su gobierno no será revocado, en un tiempo de golpes de estado, de derrocamientos y ataques a los que detentan el gobierno, ¿Cómo podrá ser este Rey que no sufre colapsos, ni ataques a la continuidad de su poder?

Tenemos cuatro rasgos que no podemos descuidar, ninguno de ellos, porque todos son importantes para la comprensión de este Rey:

a)    Fiel a sus Palabras, es este Rey

b)    Bondadoso en todas sus acciones

c)    Sostiene a los que se ven de piernas débiles y a punto de derrumbarse

d)    Y, a los que ya se doblan, les da un exo-esqueleto que los enderece.

 

Llegamos a una conclusión, es una conclusión clara y tan contundente que la ratificaremos cuatro veces: «El Señor es justo en todos sus caminos».

 

Lc 4, 31-37

Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad.

Lc 4, 32


 

De Nazaret pasa Jesús, directamente a Cafarnaúm, en la costa norte del mar de Galilea. Partiendo de allí se desplegaron muchas de las salidas Misioneras del Señor, se podría visualizar a Cafarnaúm como la “base de operaciones”. Aquí, es diferente de los que pasó en Nazaret, la gente lo acoge y se maravillan por la autoridad con la que habla. La autoridad exhibe la convicción y certeza de su Enseñanza. No se remita a otras fuentes, su Mensaje tiene la solidez y el respaldo de su propia autoría, Jesús, es Él mismo La Fuente y referencia de todo su Hacer-y-Decir.

 

Lo que destaca y reluce es que esta ἐξουσίᾳ [Exousia] “autoridad” es distinta, no es una autoridad ego-centrada, que ordena para imponerse, sino, una autoridad que favorece, que empodera, que estimula al crecimiento, Él lo que quiere es el Bien de los que lo Escuchan, una autoridad que sana y libera. Miremos por un instante hacia el significado de la palabra autoridad que proviene del latín augere que significa aumentar, hacer crecer. O sea que la de Jesús, es la verdadera autoridad, no es una manipulación por propio interés. Muchas veces se enseña erróneamente el significado de esta palabra mostrándola como si se tratara de una “obediencia” adecuada para construir el propio pedestal, cuando en verdad se trata de, una virtud de la personalidad, que busca el bien del otro.

 

Vemos en esta perícopa la fuerza que le da a Jesús su autoridad, que le permite expulsar espíritus inmundos. ¡Lo increpa y los expulsa! El espíritu demoniaco no puede oponérsele, tiene que obedecerlo. O sea que la autoridad de Jesús libera al “hombre poseído”. El suyo es un poder liberador. ¡Ojo! No se trata de un poder para someter. Es un poder para hacer crecer. Si fuera un poder para “sujetar” sería un poder alienante no sería verdadera autoridad.

 

El espíritu inmundo se aterra ante la Presencia de Jesús, reconoce que Él tiene autoridad sobre él y sobre todos los de su ralea, y se alarma porque ver llegar a Jesús es ver la proximidad de su destrucción, por eso le dice “¿Has venido a acabar con nosotros?”


 

El dicho popular enuncia que “el miedo no monta en burro”, este sabe que la Llegada del Santo de Dios es el anuncio de su fin. Lo demoniaco no monta en burro; Jesús que no tendrá miedo, si montará en burro, y en un burrito entrará triunfante. No será el miedo lo que detenga su autoridad liberadora, la que sana y expulsa todo mal. El miedo es la jaula que usa el Malo para tratar de contener el crecimiento, la realización de la persona. (Miedo y engaño son su arsenal)

 

Tenemos que insistir que la realización de la persona es lo que mueve e interesa a la verdadera autoridad; aun cuando otros llamarán autoridad a los mecanismos encadenantes con los que manipulan.

 

καὶ ῥίψαν αὐτὸν [Kai ripsan autón] “Tirando al hombre por tierra”, como cuando se le pone una barra detrás a un maniquí, para mantenerlo enhiesto; tan pronto se le quita la barra que lo “sujeta” en la “posición deseada”, el muñeco se escurre, y cae. No cae herido o lastimado, porque el evangelista aclara que “sin hacerle daño”. ¡Queda libre! La barra ya no lo engancha, ya no lo obliga, ya no lo sujeta.

 

Este evento tiene un poder terapéutico en la comunidad de los “testigos presenciales” que, al verlo, comprenden que Jesús tiene un poder, una autoridad, que no pide nada a cambio, libera y no cobra, no le dice que “lo siga”, no le dice “ahora eres mío, me perteneces”, no se exige ninguna contrapartida: se evidencia que es un hacer el bien por el bien mismo, porque ese es, el Reino que llega.

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